El Ché era hombre de una sola palabra y con un sentido de lealtad extraordinariamente desarrollado. Si se examina su Diario en la fecha correspondiente al 27 de noviembre de 1966, aparecen dos problemas que a simple vista no tienen mayor importancia, pero que con el transcurso de los días cobrarían gran relieve. Dice: "Ricardo trajo una noticia incómoda: el Chino está en Bolivia y quiere mandar veinte hombres y verme. Esto trae inconvenientes porque internacionalizaremos la lucha antes de contar con Estanislao".
Luego anota:
"En conversación preliminar con el Inti, éste opina que Estanislao no se alzará, pero parece decidido a cortar amarras".
Estos breves apuntes del Ché, consignados sólo para su uso personal, tienen antecedentes más sólidos que los que pude conocer y apreciar, porque me dio una amplia información y luego porque fui testigo de muchos acontecimientos.
Ramón tenía esperanzas de que el Partido Comunista cumpliera fielmente su compromiso. "Los Partidos Comunistas latinoamericanos" -nos explica al día siguiente de nuestra llegada- tienen una estructura institucional inadecuada para las condiciones de la lucha actual. Tal como están constituidos son incapaces de tomar el poder, y derrotar al imperialismo. Incluso muchos de sus dirigentes, como Jesús Farías, Vittorio Codovilla, etc., se han anquilosado, son arcaicos."
Luego de hacer este análisis hizo resaltar su fe de que en alguna parte de este continente alguno de estos partidos podría asumir una conducta revolucionaria. El Ché pensaba que ese papel lo podría jugar el PCB.
"Me da esa impresión, afirmó, porque el Partido es nuevo, sus dirigentes son jóvenes y, especialmente, por el inmenso peso moral de los compromisos que han adquirido, desde hace bastante tiempo, con la revolución continental".
Este planteamiento refleja la pureza moral del Ché, su acendrada lealtad y firmeza para respetar los compromisos.
Pero el Partido y sus dirigentes, especialmente Monje, cuyo nombre clandestino era Estanislao, no tenían esa escala depurada de valores morales. Acostumbrados a pactar con partidos corrompidos, con dirigentes traidores y oportunistas, con políticos venales que comerciaban sus principios, habían adquirido esas mismas taras. Por eso le dije a Ramón que estaba seguro que el Partido no se alzaría y mucho menos lo haría Monje, a quien ya consideraba un cobarde.
Este juicio no era arbitrario. Monje había recibido entrenamiento militar
junto con otros compañeros que más tarde murieron con el Ché. En esa
oportunidad, por propia iniciativa, propuso un "pacto de sangre" que
los ataba, defendiendo la lucha armada hasta la muerte.
Esta conducta había impresionado a muchos. Pero tal imagen se borraría
pronto. Monje estaba informado de la preparación del foco, y nueve meses
antes del primer combate, en julio de 1966, ya estaba en contacto directo en
La Paz con Ricardo y Pombo. En esa época se había comprometido a designar a
veinte hombres del PCB para que se incorporaran a la lucha armada. Un mes más
tarde, cuando los compañeros le preguntaron por esos veinte guerrilleros en
potencia, contestó -¿Qué veinte hombres?
Días después Monje amenazó con retirar a los cuatro compañeros bolivianos que trabajaban con los compañeros cubanos en la preparación del foco desde hacía meses. Tal conducta era no sólo la de un hombre vacilante, sino también la de un político extorsionador que quiere sacar el mejor provecho posible a situaciones conflictivas creadas por él mismo.
El 28 de setiembre en una reunión que tuvo con Ricardo y con Pombo en La Paz
sugirió que se asignaran tareas a diversos núcleos del Partido para
garantizar una "mejor organización" de la lucha.
En esa oportunidad fue desleal incluso con su organización, porque planteó
"despistar al Secretariado del PCB" ya que hablan mucho. Incluso
informó de que en el Congreso del Partido Comunista del Uruguay, Kolle había
dado cuenta de los planes que existían sobre Bolivia, y Arismendi exigía que
todos los Secretarios Generales de PC conocieran el problema. Según Monje el
Secretario General del PC uruguayo había amenazado con informar personalmente
si los bolivianos no se decidían a hacerlo. A principios de octubre Monje se
reunió nuevamente con los compañeros anunciando que el CC del PCB "había
dado un paso positivo al aceptar unánimemente la línea de la lucha armada
como la vía correcta para llegar al poder". Agregó despectivamente:
"Muchos apoyan la lucha armada sólo verbalmente porque son físicamente
incapaces de participar en ella."
Pero días más tarde volvió a crear problemas exigiendo incluso dinero para financiar los sueldos de los funcionarios del partido, cuestión a la que los compañeros accedieron.
En esas condiciones llegamos al monte. Mi desconfianza en la dirección del PCB se había ahondado por otra serie de conversaciones que había sostenido con él. Sin vacilaciones saltaba de un extremo al otro. Sus dudas políticas las justificaba con el amor a la familia. Querer a la familia es un acto natural de un guerrillero porque la lucha, si bien es cierto, es dura, está motivada por un profundo sentimiento de amor. Por eso le dije en alguna oportunidad:
-Creo que amo a mi familia tanto o más que tú. Pero mi mundo no es sólo mi familia: es todo el pueblo. Porque yo no quiero que mis hijos vivan en una sociedad canibalesca, donde el más fuerte devora al más débil, y el más débil es siempre el hijo del pueblo. Debemos mejorar esta sociedad y ella no se mejora si tenemos actitudes escapistas o cobardes. Es necesario combatir.
De allí que en la primera conversación que tuve con el Ché le manifesté con franqueza mi desconfianza en la acción del partido y en la conducta de Monje. Incluso le propuse que, dado el cargo que aún ocupaba en el Comité Regional de La Paz, podía reclutar a la mejor gente para ingresarla a nuestro núcleo guerrillero.
El Ché me respondió que esta actitud era equivocada pues con el Partido las relaciones debían desarrollarse en un plano de mutua lealtad. En la misma oportunidad recalcó con firmeza: "Estoy siempre dispuesto a entregar toda mi experiencia guerrillera al PCB e incluso darles la dirección política de la guerra."
Por eso en el Diario aparece como una frase en clave la referencia al Chino y a Estanislao, aunque como dos cuestiones separadas. Pero es evidente que tienen relación: el Ché no quería que se incorporaran combatientes de otros países sin definir la situación con Estanislao, a pesar de que la conducta de éste no había sido honesta. De todas maneras Monje conocía con anterioridad cuál iba a ser el alcance de la guerra y estaba de acuerdo. Pero el Ché quería reiterárselo personalmente.
Así llegamos a la víspera del Año Nuevo. El 31 de diciembre llegaron a la
Casa de Calamina Monje, Coco, Tania y Ricardo, que desde ese día se quedaría
definitivamente con nosotros.
Con el Ché nos trasladamos al primer campamento.
Monje estaba muy nervioso. En el trayecto de la ciudad a la finca Coco le había dicho que Ramón estaba dispuesto a darle la dirección política de la guerrilla al partido, pero que no le entregaría la dirección militar, lo que él, Coco, consideraba justo. Luego presionó a Monje para que se decidiera a incorporarse pronto a nuestro núcleo. Monje nos dio la mano muy fríamente.
Mientras el Ché saludaba a los otros compañeros me preguntó:
-¿Y cómo esta aquí la cosa?. Le repliqué: -Está muy bien, ya lo verá. Además llegas oportunamente porque la guerra hay que empezaría pronto. Decídete a luchar con nosotros.
Monje contestó: -Ya lo veremos, ya lo veremos...
Ché y Monje partieron solos y conversaron durante unas horas. Tarde regresaron al campamento base. Cuando llegó vio a nuestra gente, la saludó y empezó a hablar con todos. Luego examinó la disposición del campamento y entonces hizo el siguiente comentario:
-Éste es un verdadero campamento. Cómo se nota que aquí hay dirección efectiva que sabe lo que quiere, aquí tiene experiencia. Luego alabó la defensa que el Ché había planificado y la división de nuestra columna en vanguardia, centro y retaguardia. Dijo otra frase que recuerdo bastante bien:
-Todo esto demuestra una preparación combativa eficaz.
Al poco rato Monje me pidió conversar con los compañeros bolivianos. Inmediatamente consulté con el Ché para preguntarle si esto era posible. Ché contestó afirmativamente. Se inició entonces una reunión dramática, tensa a veces persuasiva en otros momentos, dura en otros pasajes. Monje relató a rasgos generales su conversación con Ramón, y luego centró el problema a tres puntos fundamentales, que son los que aparecen en el Diario:
1) - Renunciaré a la Dirección del Partido, porque creo que el Partido como tal no entrará en la lucha, pero por lo menos trataré de lograr su neutralidad. También trataré de sacar de la organización algunos cuadros para la lucha.
2) - Le exigí al Ché que la dirección político-militar de la lucha debe corresponderme en forma exclusiva a mí por lo menos mientras ésta se desarrolle en Bolivia. Cuando se continentalice podemos hacer una reunión con todos los grupos guerrilleros y en esa oportunidad yo haré entrega del mando al Ché, delante de todos.
3) - Le propuse al Ché manejar las relaciones con otros partidos comunistas latinoamericanos y tratar de convencerlos para que apoyen a los movimientos de liberación. Enseguida explicó con más detalles estas cuestiones y agregó con firmeza: -No hemos llegado a ningún acuerdo.
Las palabras de Monje no nos sorprendieron, pero causaron un impacto doloroso,
sobre todo en compañeros que aún tenían esperanzas en él y el partido.
Surgieron preguntas exigiendo mayores antecedentes. Monje desarrolló de la
siguiente manera sus planteamientos:
-Esta guerrilla debe dirigirla el Partido. Por eso como Primer Secretario debo tener la dirección total en lo militar y en lo político. Yo no puedo quedarme en un lugar secundario porque donde quiera que esté represento al Partido. El mando militar es una cuestión de principios para nosotros, tan de principios que el Ché no me lo quiere entregar. Por eso nuestro desacuerdo es absoluto aun cuando en otros aspectos coincidamos o él accede a nuestras peticiones. Sentenciosamente agregó: -Cuando el pueblo sepa que esta guerrilla está dirigida por un extranjero le volverá la espalda, le negará su apoyo. Estoy seguro que fracasará porque no la dirige un boliviano, sino un extranjero. Ustedes morirán muy heroicamente, pero no tienen perspectivas de triunfo. Las palabras de Monje nos indignaron sobre todo cuando calificó al Ché de "extranjero", negándole estúpidamente su calidad de revolucionario continental. Pero su desvergüenza llegó a extremos cuando nos propuso desertar.
-Ustedes, dijo, tienen libertad y garantías para abandonar la lucha. Váyanse ahora conmigo. Nosotros sólo tenemos un compromiso: aportar cuatro compañeros para trabajar con el Ché en cualquier parte. El resto debe partir. El que quiera quedarse puede hacerlo. El Partido no tomará ninguna medida represiva. Pero como Primer Secretario les aconsejo que se vayan conmigo.
El solo hecho de que nos pidiera abandonar al Ché en el monte era una actitud traicionera. Tal vez pensó que alguno iba a aceptar su miserable proposición. Todos le replicamos con firmeza que no nos íbamos. Que él se quedara, que era un falso orgullo revolucionario negarse a estar bajo las órdenes de otro, sobre todo cuando ese "otro" era nada menos que el Ché, el revolucionario más completo y más querido, el hombre junto al cual querían luchar miles de latinoamericanos. Algunos compañeros, el Ñato Méndez entre ellos, le rogaron que se quedara. El Ñato, que quería mucho al Partido, pero que amaba más profundamente a la revolución, le dijo con palabras que denotaban emoción:
-Quédate, Mario. Tu permanencia con nosotros significará levantar el
prestigio del PCB y de todos los partidos comunistas latinoamericanos, que han
perdido toda autoridad por falta de acción, por su conciliación con el
enemigo. Salva tu prestigio de comunista y quédate.
Luego intervino Carlos tres o cuatro veces insistiendo:
-Mario, no te vayas. Tú no debes asumir una posición tan claudicante. Es increíble que el partido se porte en forma tan vacilante. Nosotros estamos seguros que triunfaremos.
"Jamás hemos pensado en un fracaso. Estamos seguros de la victoria. Sin el Partido nos costará un poco más, pero tenemos al Ché. En él tenemos confianza y sabemos que nos llevará a la victoria. Nuestra revolución triunfará porque el pueblo comprenderá tarde o temprano que nuestro jefe no es un "extranjero", como tú dices, sino un revolucionario, el mejor de todos, y la tarea tuya y la del Partido es, precisamente, esclarecer en el pueblo que el Ché es un revolucionario continental y no un extraño.
Otros compañeros le dijimos a Monje que el internacionalismo proletario no debe aprisionarse en un marco tan estrecho. La presencia del Ché entre nosotros, le recalcamos, es una verdadera muestra de internacionalismo proletario.
Más adelante nos aseguró que renunciaría a la Dirección del Partido, porque ya nada tenía que hacer dentro de la organización.
-Para mí, afirmó, es evidente que el único camino es la lucha armada, pero no ésta, sino una forma de sublevación general. Como este planteamiento no es posible hacerlo dentro del Partido, mi cargo no tiene mayor validez. Quedaré como un pobre diablo. Por eso es mejor que me vaya.
Le preguntamos: -¿Qué vas a hacer? ¿Te dedicarás a tu profesión de maestro o a otra actividad?
Respondió: -Posiblemente me tengan a su lado como un combatiente más. Yo no tengo otra salida que la revolución. Más tarde conversando con otros compañeros bolivianos les manifestó que él no quería convertirse en un traidor al Partido (sin embargo ya había traicionado a la revolución). Como broche de oro colocó a la conversación el siguiente final:
-Yo no estoy para convertirme en un Van Troi.
Con ello quería significar que Van Troi, el héroe vietnamita asesinado por los norteamericanos, joven que es ejemplo para todos los revolucionarios del mundo, se había convertido en un "mártir inútil". Basta esa frase para sentir por Monje un profundo desprecio. Pero el tiempo lo mostraría enfangando aun más su conducta y la de su partido. La reunión fue penosa en sí, no tanto por el impacto emocional que había provocado entre los compañeros bolivianos, sino más bien por su actitud y sus conceptos que lo retrataron como cobarde, traidor y chauvinista. Esa noche se hizo un brindis. Yo no estuve, porque a esa hora, cuando en la ciudad estaban anunciando con cohetes y campanas al vuelo el advenimiento del año 1967, me tocaba hacer posta. Los compañeros me contaban que Monje, alzando su copa, afirmó que allí en Ñancahuazú se iniciaba una nueva gesta libertaria y deseó éxito a nuestra guerrilla. El Ché respondió que efectivamente se iniciaba una nueva gesta libertaria y que este grito de independencia era similar al que había iniciado Pedro Domínguez Murillo. Tal vez muchos, dijo Ramón, no lleguen a ver el triunfo final. Pero para triunfar hay que dar la primera batalla. Y ese momento ha llegado, agregó.
-Éste es un grupo decidido a combatir, no como soldados suicidas, sino como hombres que saben que obtendrán la victoria. Pero aun suponiendo que en esta etapa no se logre el triunfo definitivo, estamos seguros que este grito de rebeldía llegará al pueblo. A la mañana siguiente Monje se despidió abruptamente. El Ché lo invitó a quedarse hasta la tarde, hora en que regresaba el jeep a la ciudad.
-¿Qué vas a hacer solo en el primer campamento? - le preguntó.
-Prefiero estar solo allá, respondió Monje.
Era evidente que estaba nervioso y no se atrevía a quedarse con nosotros porque se sentía incómodo. En la tarde el Ché nos reunió a todos y nos explicó la actitud de Monje, sus exigencias, y la forma en que había forzado la ruptura. Dirigiéndose a los combatientes bolivianos anunció:
-Especialmente para ustedes vendrán días difíciles, momentos de angustia moral, conflictos emocionales. Puede ser que en algún momento de la lucha recuerden este episodio, la falta de apoyo del Partido y piensen que a lo mejor el PC tiene razón. “Mediten mucho. Todavía es tiempo. Más tarde será imposible. A los que tengan problemas trataremos de solucionárselos mediante la discusión colectiva o a través de los comentarios”. En esa misma oportunidad nos comunicó que contactaría con todas las fuerzas que quisieran incorporarse a la revolución.
Le informé plenamente a Ramón la conversación que Monje había tenido con nosotros y las objeciones que hacía.
-Son las mismas que me hizo a mí, contestó.
Luego me dio a conocer otros detalles que no aparecen consignados en su Diario. El diálogo, tal como me lo contó Ramón, lo recuerdo claramente:
MONJE: Mientras la guerrilla se desarrolle en Bolivia exijo la dirección total. Si la lucha se efectuara en Argentina estoy dispuesto a ir contigo aunque nomás fuera para cargarte la mochila. Pero mientras estemos aquí en Bolivia el mando absoluto lo debo tener yo.
Ché: Esto es un criterio estrecho y absurdo respecto al internacionalismo proletario. El tipo de lucha que estamos planteando sobrepasa los marcos nacionales. Aun cuando estuviera dentro de ese esquema ¿crees tú que es una posición marxista exigir el mando como un derecho de nacionalidad? Tú estás equivocado. Eso no es internacionalismo proletario. Te voy a poner el siguiente ejemplo: si Fidel fuera a Argentina a iniciar la guerra, yo me pondría de nuevo incondicionalmente a las órdenes de Fidel, por la posición histórica que él tiene, y porque tú bien sabes que lo considero mi maestro. Por ese mismo cariño y respeto que yo tengo a Fidel aceptaría gustoso su mando. ¿O crees que haría cuestión de nacionalidad? Esa misma relación existe entre tú y yo. Las circunstancias históricas me han situado en determinado lugar. Tengo una experiencia militar que tú no tienes. Tú no has participado en ninguna. Ahora te pregunto: ¿tendrías la misma posición si en este momento no estuviera yo contigo aquí en Ñancahuazú sino Malinovski?
MONJE: Ni aun cuando viniera Lenin. Mi conducta sería la misma. Irónicamente el Ché replicó.
Ché: Si estuviera Malinovski aquí estarías hablando en otros términos.
En otro momento de la conversación Ramón le dijo con firmeza:
Ché: yo ya estoy aquí, y de aquí sólo me sacan muerto;
Cada vez que se le terminaban los armamentos, Monje volvía al círculo vicioso del mando total y a la categoría de "extranjero" de Ramón y enredando sus propias contradicciones e inseguridades que se aprecian claramente en sus diálogos. Más adelante la conversación continuó así:
Ché: Bien, el problema es de mando efectivo. Imagínate que tú seas el jefe de la guerrilla. Pero ¿qué pasará cuando se sepa que aquí están Ché Guevara y Mario Monje? Nadie va a creer que Mario Monje está dirigiendo la guerrilla y que Ché Guevara está a las órdenes de Monje. Independientemente de que eso fuera así, todo el mundo sabe que yo tengo mas capacidad que tú para dirigir esta columna. La falsa modestia no nos conduce a nada. Tú puedes aparecer como jefe, firmar todos los comunicados en nombre de nosotros, pero la dirección real y efectiva la tengo yo.
MONJE: La dirección tiene que ser real y desde el principio debe estar en mis manos. Por mi falta de experiencia te pediré consejo y asesoramiento hasta que yo adquiera capacidad de dirección y pueda hacerme cargo solo de Ia guerrilla. Tú puedes ser mi asesor más importante.
Ché: Aquí no soy asesor de nadie. No soy partidario de eludir las responsabilidades y un asesoramiento significa eso: eludir responsabilidades. Nunca me consideré asesor.
MONJE: Pero es ridículo que yo aparente ser jefe. Tú sabes que la CIA puede infiltrar esta guerrilla y el agente de la CIA se dará cuenta inmediatamente de que yo no soy el jefe efectivo. Esa noticia saldrá afuera y todo el mundo pensará que soy un "monigote".
Ché: Sí de eso se trata estoy dispuesto a levantarme todas las mañanas,
cuadrarme delante de ti en presencia de la tropa y pedirte las instrucciones
para dejar satisfecho al agente de la CIA.
A pesar de la actitud a veces agresiva de Monje, Ché mantuvo siempre gran
serenidad. Cuando Monje le planteó que renunciaría al Partido, le contestó
que ése sería un problema personal, pero que lo consideraba un error, porque
protegía el nombre de quienes debían ser condenados históricamente por su
posición claudicante.
También aceptó que Monje solicitara ayuda a otros partidos comunistas latinoamericanos para la lucha guerrillera aunque le advirtió que era una gestión inútil, condenada al fracaso; le dijo:
-Pedirle a esos partidos que colaboren con la lucha armada es exigirles que renuncien a su razón de existir; solicitarle a Codovilla que apoye a Douglas Bravo es igual que exigirle que perdone un alzamiento dentro de su partido.
Otro aspecto conflictivo tratado en esa oportunidad fue la contactación con el grupo de Moisés Guevara. Monje se oponía tenazmente pero sólo daba razones de tipo partidario sin consistencia. Calificaba a Moisés como un "pro-chino". Eso bastaba para estigmatizarlo. Ché le planteó a Monje:
-¿Por qué tienes esa posición tan sectaria? Nuestra guerrilla debe abrirles las puertas a todos los que quieran participar. Tenemos una concepción de la toma del poder revolucionario y si hay gente honesta que coincide con nosotros no debemos rechazarla. Es absurdo asustarnos porque el poder para el pueblo lo tome, en determinado momento, un grupo que se llame tal o cual cosa. Del seno de la lucha armada surgirán los nuevos dirigentes y no es justo tener prejuicios al respecto, pues la dirección la asumirán siempre los más consecuentes.
"La convivencia diaria, las batallas que se dan juntos, el permanente jugarse la vida, va desarrollando una hermandad de sangre, mejora a los hombres, los convierte en seres más honestos, más puros. Así como hay gente buena y mala dentro de lo que tú llamas "pro-chinos", también hay gente buena y mala dentro del PC.
El tiempo daría la razón al Ché y reivindicaría a Moisés Guevara. En cambio condenaría como traidores y cobardes a Monje y los otros dirigentes claudicantes. Moisés Guevara era un hombre honesto. Dirigente minero combativo, querido por sus bases, amaba la revolución. Se incorporó al Partido Comunista Pro-Chino convencido de que Zamora y su dirección sinceramente se incorporarían a la lucha armada, con un contingente proletario numeroso. Pronto se dio cuenta de que Zamora era tan oportunista y falso como otros autodenominados "vanguardistas". Sin embargo dentro del Partido peleó por el cumplimiento de las promesas que se hacían al pueblo: iniciar la lucha armada. En una conferencia partidaria realizada en Huanani, precisamente la zona donde Moisés tenía mayor ascendiente, el PC pro-chino lo expulsó, acusándolo de estar en "contubernio con la camarilla de Monje" para ingresar a la guerrilla.
Aunque la incorporación de Guevara y otros compañeros de ese grupo se
produce mientras nosotros realizábamos la marcha de exploración con el Ché,
es necesario examinar este problema en el presente capítulo.
La gente que trabajaba con nosotros en la ciudad había contactado a Moisés a
mediados de 1966. Él se había comprometido a entrar al monte con veinte
hombres. Después del regreso de Monje desde Ñancahuazú, Ramón decide
hablar directamente con Guevara, y exigirle que su incorporación debe ser
incondicional, incluyendo la disolución de su grupo. Existía un leve temor
de que en algún instante pudieran producirse roces entre estos compañeros y
los que ya estábamos dentro, por las discrepancias chino-soviéticas.
Moisés llegó a nuestro campamento y conversó con el Ché. Con una modestia
y sinceridad extraordinarias, planteó: "Yo no vengo aquí a poner
condiciones, sino a solicitar mi ingreso como un soldado más. Para mí es un
honor combatir al lado del Ché, el revolucionario que más admiro."
La conducta de Moisés fue magnífica. Nunca hubo problemas con él, y ese temor de que afloraran discrepancias políticas se disipó inmediatamente. Se produjo lo que el Ché había previsto: la lucha hermana a los hombres, desarrolla los sentimientos solidarios y fortalece la ideología. Murió meses más tarde, combatiendo heroicamente junto al grupo de Joaquín.
Distinto fue el destino de Zamora. El hombre que aparecía como ultrarrevolucionario condenó a los que ingresaban a la guerrilla. El Ché también tenía un juicio formado sobre Zamora. En La Habana, cuando aún desempeñaba su cargo de Ministro de Industrias, había conversado durante un tiempo con él. Zamora, militante del PC, le contó al Ché que volvería a La Paz a dividir el Partido y que formaría otro porque el PCB era incapaz de hacer la revolución.
Ramón le manifestó: "La división del Partido para formar otro no tiene objeto, es inútil, no contribuye en nada al desarrollo de la lucha armada. Muchas veces esos grupos son los más sectarios o los más obcecados enemigos de la guerrilla o de cualquier otro tipo de lucha que no se ajuste exactamente el pensamiento de Mao.
"Yo estoy de acuerdo que un grupo se separe del Partido si evidentemente va a ingresar a la lucha armada porque el Partido mantiene una posición claudicante. Pero la división porque sí se llama simplemente politiquería.
Zamora obtuvo el ofrecimiento de valiosa ayuda para desarrollar la lucha armada. Incluso si empezaba los trabajos se le asignaría, como un colaborador importante, un hombre que más tarde continuaría jugando un gran papel en el trabajo de preparación del foco guerrillero: Ricardo. Ché pensaba que las condiciones objetivas y subjetivas más ricas para iniciar la lucha de liberación en el cono sur del continente estaban en Bolivia. Allí iba a partir a mediados de 1965, luego de finalizar su gira por Asia y África.
Pero a pesar de tener gente de experiencia a su lado Zamora se preocupó más de dividir al PCB y a desatar rencillas de tipo personal, que en dedicarse honestamente a la preparación de un trabajo tan importante y delicado. Desaprovechó esta oportunidad histórica, postergó la apertura del foco y esterilizó la acción. Más tarde tuvo la osadía de condenar a los militantes de su fracción que, convirtiendo en realidad los planteamientos que formulaban, se incorporaron con nosotros a la guerrilla.
La vergonzosa deserción del Partido Comunista nos provocó graves problemas. En la ciudad nos quedamos prácticamente sin
organización. El trabajo de Coco, Loyola, Rodolfo y Tania era insuficiente
para atender nuestras necesidades, cada vez más crecientes.
Estábamos en los umbrales de la guerra y era necesario armar una red
clandestina que funcionara en La Paz, se ramificara a otras ciudades y pueblos
hasta desembocar en nuestro centro militar. Éstas eran las tareas asignadas
al PCB. Todavía teníamos que trasladar hasta el monte gran cantidad de
provisiones, armas y hombres que se integrarían a nuestra columna. El trabajo
de Coco y Rodolfo fue abrumador. Una serie de acontecimientos que ocurren más
tarde, aparecen como "errores tácticos". La verdad es que no los
hubo. Si tal situación se produjo fue por efecto de la traición de Monje,
que agravó su cobardía saboteando la labor de los compañeros que no
acataron sus órdenes y se integraron lealmente a la lucha guerrillera. Un
ejemplo: La finca donde estaba la Casa de Calamina debía protegerse con una
buena "fachada legal". Ché era partidario de que allí se llevara
un ingeniero agrónomo para que hiciera producir, ya que era sospechoso que
tan extensa propiedad sólo estuviera cultivada por cinco hectáreas de maíz.
En cada viaje que venían compañeros de la ciudad, Ramón insistía en el
ingeniero agrónomo. La finca no era para nosotros una zona de operaciones.
Pero los compañeros no pudieron conseguir el agrónomo -problema que tenía
que solucionar el Partido- -, porque se dedicaron a atender las necesidades más
urgentes de la guerra.
El Ché decía: -Si la finca se "quema", que no sea por culpa de nosotros. Que la descubra el ejército, pero nosotros no se la entregaremos porque sí.
Por las razones explicadas, nunca se pudo dar a esa propiedad una fachada legal.
Por otra parte, cuando Coco regresa a la ciudad, después de dejar a Monje nos informa de los primeros aprestos del Partido contra la guerrilla. El famoso Estanislao, hombre que en entrenamiento militar había hecho un "pacto de sangre" jurando no abandonar jamás la lucha armada, alertaba al Comité Central diciendo que en Ñancahuazú había un grupo armado que iniciaría la lucha guerrillera, formado por muchos extranjeros y un núcleo de bolivianos.
Algunos miembros del Comité Central decidieron apoyar activamente nuestra lucha, pero entonces Monje, esgrimiendo sus mejores recursos de politiquero corrompido, tocó las fibras sectarias de los dirigentes del PCB y nos acusó de ser "pro-chinos", fraccionalistas y enemigos del Partido que se han aliado con la "camarilla de Zamora". Zamora por su parte condenó a los guerrilleros por "fraccionalistas", revisionistas, enemigos del Partido que se alían con la "camarilla de Monje".
¡Los enemigos irreconciliables unidos por su odio a la lucha armada de liberación de Bolivia!
Pero la traición no tuvo límites. Monje y el PCB se movilizaron por todo el país alertando a las bases contra el "grupo fraccional", impidiendo con engaños que algunos militantes honrados se incorporasen al trabajo en la ciudad e interceptaban a los hombres que regresaban al país con entrenamiento militar y los convencieron de que no ingresasen a la guerrilla. La conducta de los que estaban preparados para luchar y no lo hicieron por presión del Partido no debe calificarse de debilidad ideológica, realmente fue cobardía.