Por casi un siglo la mayoría de los comentaristas han estado de acuerdo en que la Revolución de Octubre representó una toma del poder antidemocrática. En vez de permitir el crecimiento de la democracia liberal luego de Febrero, los bolcheviques maniobraron rápidamente para asumir el control.
¿Pero, qué tan democrático era el liberalismo ruso en 1917? ¿Había formas alternativas de participación democrática disponibles –estructuradas por medio de los soviets, comités de fábrica, comités campesinos por la tierra, y otros organismos? Contrario al consenso común, la historia de la Revolución Rusa sugiere que, lejos de ser antidemocráticos, los bolcheviques dieron apoyo a las fuerzas más radicalmente democráticas de su época ante el intento de los liberales de constreñir aquellas fuerzas.
Los liberales rusos querían evitar una revolución mientras continuase la I Guerra Mundial. Cuando comenzó la insurrección de febrero, ellos permanecieron leales al zar y no se opusieron cuando el Premier Golytsin firmó la orden de disolver la Duma.
A lo sumo, los liberales formaron un comité cerrado de miembros de la Duma para mantenerse informados. Fue solo cuando la caída del zar se hizo inevitable que ese comité devino el Gobierno Provisional.
Como lo explicó hace cuatro décadas Tsuyoshi Hasegawa, los liberales trataron de implementar una política imposible: legitimaban su Gobierno Provisional con referencia al antiguo régimen. Aunque habían aceptado la disolución de la Duma, sin embargo reclamaban autoridad porque el Gobierno Provisional provino de ese organismo.
Al tratar con el zar, se mostraron defensores de la ley y el orden ante la anarquía. Incluso cuando le exigieron su abdicación, lo hicieron con la esperanza de evitar una revolución.
Casi desde el instante en que se formó el Gobierno Provisional, bajo el Príncipe Lvov, su desinterés por la democracia era obvio. Según un patrón establecido por la Revolución Francesa, la creación de una asamblea constituyente elegida debía acompañar la conclusión de una exitosa insurrección democrática, pero el Gobierno Provisional hizo lo posible por dilatar esa votación.
El 3 de marzo, declaró que las elecciones se desarrollarían en base a votación universal, secreta, directa y en igualdad. Aquella era una reforma audaz, tomando en cuenta el sistema de votos indirectos y según clase social de la Duma. Pero, apenas al día siguiente, Pavel Miliukov, líder de los Demócratas Constitucionales (el principal partido liberal), le informó al embajador francés que él estaba tratando de evitar tener que fijar una fecha.
El Gobierno Provisional también se negó a decir si las mujeres iban a poder participar. Desde la revolución de 1905, el movimiento feminista ruso había exigido el sufragio femenino. Ahora, las feministas tenían cautela porque el gobierno se negaba a clarificar si “universal” incluía a las mujeres. Aleksandr Kerensky, el único socialista en el primer Gobierno Provisional, declaró el 11 de marzo que la cuestión del voto femenino tendría que esperar la decisión de la Asamblea Constituyente.
Las organizaciones feministas organizaron una gran manifestación el 19 de marzo. Cuarenta mil mujeres marcharon, incluyendo gran cantidad de obreras, pero rechazaron a la bolchevique Alexandra Kollontai cuando intentó dar un discurso.
El Gobierno Provisional argüía que incluir el sufragio para las mujeres retrasaría las elecciones. Las feministas ejercieron presión sobre líderes moderados en los soviets, y, el 20 de julio, el gobierno modificó la ley. Pero, los liberales ya estaban planificando un golpe de estado con un general derechistas, así que eso casi no vale como giro democrático de su parte.
Los poco serios intentos del Gobierno Provisional por organizar elecciones democráticas saltan a la vista al examinarse el proceso en detalle. Le tomó al gobierno tres semanas anunciar los nombres de los miembros de la comisión electoral. Luego, las discusiones se dilataron por otros dos meses, mientras que los comisionados debatían todo desde la edad mínima para votar hasta si los desertores y la familia del zar debían tener el voto.
Todas estas vallas procesales ayudaron al Gobierno Provisional a postergar el anuncio de la fecha. Al fin, en junio, durante el Primer Congreso de los Soviets –justo cuando la fuerza de los bolcheviques entre los obreros de Petrogrado se expandía masivamente y cuando crecía el clamor por que el Congreso de los Soviets tome el poder– el Gobierno Provisional actuó. Declaró, el 14 de junio, que las elecciones se llevarían a cabo el 17 de septiembre.
Pero, cuando la mayoría de los liberales renunció al gobierno a inicios de julio, el nuevo gobierno de coalición insistió que las elecciones sean aplazadas hasta el 12 de noviembre. Entre tanto, estos liberales estaban apoyando la conspiración del general Kornilov, la cual habría puesto fin a cualquier elección democrática.
Después de Febrero surgieron muchas instituciones que otorgaban control político y económico a los obreros, soldados y campesinos, en contraste a la resistencia a la democracia por parte del Gobierno Provisional.
En la Revolución de 1905, los obreros crearon soviets sin considerar la afiliación política. Eligieron sus propios representantes y a los líderes partidarios sólo se les dio el papel de asesores. En febrero de 1917, el llamado a elegir soviets vino de dos lados: obreros militantes y activistas de izquierda, notablemente del comité bolchevique del distrito de Vyborg.
El Partido Obrero Social-Demócrata Ruso – Internacionalistas, un grupo comúnmente conocido como la Mezhraionka, fue el primero en llamar por soviets, los cuales el partido creía se convertirían en el verdadero gobierno revolucionario. Por otra parte, los mencheviques formaron el Comité Ejecutivo de los Soviets, en el cual corrigieron el error de 1905 al primero colocar líderes partidarios y sólo entonces haciendo el llamado para la elección de delegados.
Sin embargo, aunque que los liberales y los socialistas moderados ambos albergaban la expectativa de que los obreros y soldados seguirían al Comité Ejecutivo, ni siquiera querían que este grupo de élite asuma el liderazgo. En cambio, como cuatro años más tarde lo señalaría en sus memorias el menchevique internacionalista, Nikolai Sukhanov, su partido creía que el gobierno que suplante al zar tendría que ser un gobierno puramente burgués.
Los obreros y soldados no estaban de acuerdo. Para ellos, una revolución que no respondiera a sus necesidades no era revolución alguna, así que empezaron elevar sus demandas. Mientras que los líderes del Comité Ejecutivo instaban a los liberales a tomar el poder, los soldados clamaban por un fin a la vida militar feudal.
Ellos prácticamente le dictaron a Matvey Skobelev, un líder menchevique en el soviet de Petrogrado, el texto de lo que sería llamada la Orden No. 1. Este decreto llamó por la elección de comités de soldados en las unidades militares y por la inclusión de los delegados de los soldados en los soviets. Colocó a las fuerzas militares bajo el Soviet, en vez de bajo el Gobierno Provisional. Los soldados accedieron a aceptar la disciplina militar mientras estén de turno pero exigieron derechos civiles para los soldados rasos. Finalmente, la orden abolió las costumbres feudales en el ejército y transfirió control sobre el armamento a los comités de soldados.
El Gobierno Provisional intentó insuflar de vida a instituciones como las dumas municipales –organismos municipales en las cuales gente de todas las clases podían votar como ciudadanos– pero los soviets emergieron como las instituciones democráticas centrales. Aun antes de octubre, los soviets estaban asumiendo las funciones de los órganos de gobierno locales.
Se formaron soviets locales en Moscú, Yaroslavl, Kazán, Nikoláiev, y en Rostov del Don, en donde trajeron bajo su control a la burocracia existente. Bajo la protección militar de la ciudad, estas organizaciones se hicieron cargo de problemas locales. Ciudadanos comunes formaron consejos de fábrica, sindicatos, comités especiales y milicias locales.
Por ejemplo, soviets urbanos trabajaron con organizaciones rurales para manejar el suministro de alimentos. El 5 de marzo, trabajadores en Petrogrado descubrieron casi doscientos camiones de grano consignados personas particulares. El comité de alimentos del soviet los envió al Frente Norte, habiéndose enterado que a los soldados ahí les quedaba sólo un día de alimento.
El Comité Ejecutivo del Soviet de Krasnoyarsk envió un telegrama a lo largo de la vía del Ferrocarril Siberiano prohibiendo el transporte de alimentos para fines especulativos, y el soviet de Moscú lanzó el Congreso Alimenticio Pan-Ruso en mayo de 1917.
Poco después aparecieron soviets rurales. En su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky registró los patrones de lucha rurales, sugiriendo que los campesinos miraban con recelo a los soviets hasta que estos empezaron a reflejar sus propias actitudes políticas. La lucha anti-feudal inicialmente unió a los trabajadores agrícolas, semi-proletarios rurales, y a los campesinos en una gama de instituciones.
Algunas eran promovidas por el gobierno, tales como los comités ejecutivos municipales o los comités de tierras o de alimentos. Los campesinos también formaron soviets, pero se podían escudar tras instituciones estatales para exigir acción, aun cuando los niveles altos de esas organizaciones se estaban moviendo a la derecha.
Aunque los soviets no aparecieron de inmediato en el campo, para fines de julio, cincuenta y dos de las setenta y ocho gubernia (gobernaciones) de Rusia tenían soviets de diputados campesinos. Casi la mitad de las 813 uyezds (condados) también tenían soviets campesinos locales.
A partir de marzo de 1917, la lucha por el jornal de ocho horas unió a los trabajadores en contra de los capitalistas en las fábricas, así como a nivel industrial, municipal y nacional. Los empleados en las fábricas querían condiciones de trabajo más democráticas, menos explotación, y derechos básicos.
Esas reivindicaciones chocaban con ímpetu capitalista por la ganancia y el deseo del gobierno de dar prioridad al esfuerzo bélico por encima de todo. Estas luchas forzaron a los trabajadores a darse cuenta que tenían necesidad de un nuevo orden –no solo en el gobierno pero también en los centros de labor.
Empezaron a elegir comités de fábrica, los cuales variaban en funciones e intenciones. Dos estudios mayores –el de S. A. Smith, que es relativamente crítico de los bolcheviques, y el de David Mandel, que les muestra mayor simpatía– nos presentan una imagen clara de estas organizaciones.
El control obrero no había figurado en la plataforma de ninguno de los partidos socialistas antes de la Revolución de Febrero. Incluso los bolcheviques, quienes viraron considerablemente a la izquierda después del retorno de Lenin en abril –especialmente en comparación al apoyo incondicional de Kámenev y Stalin al Gobierno Provisional– eran pocos claros respecto a en qué momento el poder pasaría a los soviets.
En las Tesis de abril, Lenin comentó que la meta era pasar el control sobre la producción social y la distribución de productos al Soviet de Diputados Obreros. Desde Carmen Sirianni hasta Mandel, varios estudiosos han enfatizado que en ruso control tiene un sentido diferente que en inglés. La palabra rusa implica supervisión, regulación, vigilancia –no administración total.
Los problemas prácticos impulsaron a los trabajadores. Uno de los primeros llamados fue a establecer un régimen democrático o constitucional en las fábricas, el cual sería supervisado por los comités electos. Pero el asunto pronto se hizo más complejo. La burguesía opuso resistencia al jornal de ocho horas. Los capitalistas adujeron que los obreros estaban elevando reclamos egoístas mientras que soldados morían en el frente, claramente pretentiendo fomentar división entre las dos partes de la clase revolucionaria.
En esa campaña el tiro les salió por la culata: en esas discusiones, los obreros empezaron a cuestionar las decisiones de los administradores. Algunos dueños de fábrica alegaron que la capacidad de producción yacía en desuso por la falta de insumos. Los comités de fábrica exigieron que se les permitiera verificar aquellas aseveraciones, incrementando el poder obrero.
Para el mes de mayo, hasta los derechistas mencheviques pensaban que los capitalistas tramaban un lock-out oculto. En 1905, una paro coordinado de capital había vencido la lucha por las ocho horas, una experiencia que aún se mantenía viva en las memorias de los trabajadores.
A mediados de mayo, el Soviet de Petrogrado adoptó modestos reglamentos para revitalizar la economía y el ministro de Comercio e Industria, el empresario Aleksandr Konovalov, renunció, advirtiendo que cientos de empresas cerrarían en el futuro cercano. Ryabushinskii, otro importante empresario industrial, explicó que el control estatal era imposible porque el Soviet tenía control del estado.
En respuesta a esta oposición, los trabajadores de Petrogrado anunciaron una conferencia de comités de fábrica de toda la ciudad. La conferencia votó, el 1ro de junio, a favor de una resolución bolchevique exigiendo la plena transferencia de poderes del estado a los soviets. Los comités de fábrica empujaron la Sección Obrera del Soviet de Petrogrado hacia la izquierda. El 31 de mayo, este organismo sugirió que la verdadera solución a la creciente crisis económica yacía en el establecimiento del control obrero desde abajo (a nivel de fábrica) y desde arriba (por medio del estado).
Los comités de fábrica crecieron en número e influencia y fueron rápidamente radicalizados. En la conferencia de junio, el SRista de Izquierda, V. M. Levin, explicó que los trabajadores debieron que entrar en acción por que los capitalistas no lo hacían.
Pero, cuando los anarquistas exigieron una toma del poder desde abajo, hasta los bolchevique se opusieron. Un delegado bolchevique explicó que:
“El control no es aún el socialismo. … Habiendo tomado el control en nuestras manos aprenderemos de manera práctica como trabajar activamente en la producción y la conduciremos hacia la producción socialista de manera organizada.”
En algunos casos, los comités de fábrica asumieron un papel administrativo para mantener sus centros de trabajo en funcionamiento. Ello ocasionó choque por ambos lados, la derecha y la izquierda. En la conferencia nacional de comités de fábrica, en octubre, David Riazánov comentó que “un miembro del comité de fábrica involuntariamente se convierte en agente del empresario”. En una conferencia anterior, Lenin había calificado los comités de fábrica como los “recaderos” de los capitalistas. Un delegado de la fábrica del Nuevo Arsenal explicó que si los obreros no encontraban las materias primas, las fábricas no funcionarían por mucho más tiempo.
Los desacuerdos demuestran la vitalidad y la variedad del debate democrático en aquel año revolucionario. Los organismos de base trabajaron juntos para resolver problemas en modos que no siempre coincidieron con las ideas de los dirigentes partidarios de cómo debería transcurrir la revolución.
Hasta aquellos historiadores liberales que aceptan la realidad de esa explosión de democracia revolucionaria en 1917 tienden a afirmar que Octubre puso fin a todo ello. La realidad es un tanto más compleja.
Ninguna insurrección de desarrolla luego de un voto, pero los bolcheviques, y notablemente Trotsky y Yakov Sverdlov –efectivamente los líderes operacionales– utilizaron los soviets y los comités de fábrica para ganarse el apoyo de la mayoría del cuartel y neutralizar al resto.
Aparte de los soldados, el movimiento obrero armó sus propios Guardias Rojos. Como lo demuestra Rex Wade, el liderazgo menchevique-SR inmediatamente desconfió de ese proyecto, designándolo una iniciativa bolchevique. En realidad, las Jornadas de Julio habían disminuido la influencia de los bolcheviques sobre los Guardia Rojos, pero la lucha contra Kornilov reafirmó con firmeza la hegemonía del partido de Lenin en aquel ámbito.
Orlando Figes, uno de los más ampliamente leídos historiadores de derecha de la revolución rusa, ha producido una serie de artículos digitales sobre sus investigaciones. En “Lenin and the October Coup” (‘Lenin y el golpe de octubre’), Figes insiste que Lenin instó a su partido hacia “un golpe de estado, que es como él concebía la toma del poder”. Figes no aduce nada en defensa de estas aseveraciones y muestra aún menos entusiasmo por explicar que Trotsky y Sverdlov no siguieron la estrategia de Lenin, la cual llamaba a una insurrección en todo el país.
En realidad, fue un órgano del soviet, el Comité Militar Revolucionario, el que dirigió la insurrección de octubre. En las secuelas de ella, el Congreso de los Soviets intentó crear una verdadera estructura de poder, emitiendo decretos básicos sobre la tierra, la paz, y el poder soviético. También adoptó la resolución de Julius Mártov a favor de un gobierno que incluya todos los partidos socialistas.
Sin embargo, los mencheviques, y los SRistas de derecha y centro, e incluso los mecheviques internacionalistas, dirigidos por el mismo Mártov, finalmente rechazaron tal gobierno. Se negaron subordinar el gobierno al Congreso de los Soviets.
El partido socialista revolucionario se había dividido poco antes de la insurrección de octubre y la fracción de izquierda, dirigida por María Spiridonova, Boris Kámkov, y otros, apoyó al Congreso y se convirtió en la fuerza dominante en Congreso Extraordinario de Diputados Campesinos en noviembre y el Congreso Campesino regular en diciembre. Durante varios meses, participaron como socios de los bolcheviques y tuvieron un papel importante en el gobierno. La tendencia de los historiadores a hacer caso omiso de esta fase los ha llevado a ignorar como funcionó esa democracia revolucionaria.
El congreso eligió un nuevo Comité Ejecutivo Pan-Ruso de los Soviets, o VTsIK. Las actas de ese organismo demuestran que debatía temas reales y que entre los mismos bolcheviques había discrepancias sobre cómo proceder.
Por ejemplo, las actas del 1ro de noviembre muestran un largo debate sobre la formación de un gobierno únicamente socialista, en el cual los bolcheviques expresaron su conformidad con la inclusión de otros partidos en el gobierno con tal de que acepten al Segundo Congreso de los Soviets como la fuente de autoridad y subordinen el nuevo gobierno al VTsIK. La negativa de los socialistas moderados demostró su rechazo del poder soviético.
Las negociaciones también se estancaron en torno a la demando por los socialistas moderados de que Lenin y Trotsky no participasen en cualquier nuevo gobierno. Algunos argumentan que ese debate evidencia la intransigencia de los bolcheviques, especialmente de su ala leninista. En cambio, debemos reconocer la intransigencia de los moderados. Dispuestos a colaborar con los liberales burgueses y con generales zaristas, los socialistas revolucionarios se negaban a aceptar la democracia revolucionaria.
Sin embargo, el reclamo persiste: los bolcheviques destruyeron la democracia. La guerra civil, las fallas de los bolcheviques, y el protagonismo de las fuerzas anti-bolcheviques, se tendrán que examinar en otra ocasión ya que se desenvolvieron a lo largo de varios años. Debemos poner énfasis en la continuidad de los soviets más allá de octubre y el absurdo de la aseveración de que un partido disciplinado apuntó desde el comienzo a tomar todo el poder en sus manos.
En febrero de 1917 los bolcheviques eran unos 24,000. Hacia julio habían crecido a casi diez veces más y a aproximadamente 400,000 para octubre. No todos ellos eran leninistas empedernidos. Más bien, eran obreros, soldados y campesinos militantes.
En 1917-18, la noción que tenía Lenin de un estado obrero era de uno que “cualquier cocinero pueda gobernar”. Esa definición reflejaba un genuino deseo de simplificar el aparato estatal. A fines de 1917 e inicios de 1918,en un periodo de continuada lucha de clases en la cual los capitalistas se negaron a colaborar con el nuevo régimen, el Consejo de Comisarios del Pueblo, el VTsIK, y el Consejo Económico Supremo, realizaron solo un poco más del 5 porciento de las nacionalizaciones. Por eso, los comités de fábrica realizaron las demás. Las instituciones soviéticas continuaron más allá de octubre y se desarrollaron en todos los niveles.
Alexander Rabinowitch ha demostrado que el Primer Soviet Distrital Municipal de Petrogrado creó su propio sistema de cortes populares que remplazó a la antigua magistratura. Tenía una comisión de investigaciones, una sección de asistencia social, una sección legal, una sección de vivienda, de cultura y educación, y su propia imprenta. En mayo y junio de 1918 realizó un congreso que incluyó a bolcheviques, SRistas de izquierda, mencheviques, mencheviques internacionalistas, y SRsistas. Como dice Rabinowitch, la reunión representó “un esfuerzo honesto por reponer vínculos significativos con las masas pese a los indicios de guerra civil.”
No podemos ignorar esa guerra si deseamos comprender el fin de esa democracia revolucionaria y aquellos quienes trazan una línea directa entre octubre de 1917 y el estalinismo invariablemente hacen caso omiso, o menoscaban, el impacto de ese sangriento conflicto.