Cuando, hace hoy cien años, Vladimir Lenin llegó a Petrogrado, abordo del famoso tren sellado que viajó desde Suiza atravesando Alemania, la situación interna y en el frente parecía haberse estabilizado.
El truce temporal entre el nuevo Gobierno Provisional y las masas, empero, había esquivado el problema que había generado la Revolución de Febrero: la guerra. Cuando los agresivos diseños militares del Gobierno Militar fueron puestos en evidencia, las manifestaciones de los “Días de Abril” demostraron que la Revolución seguía con vida.
Después de Febrero el Zar Nicolás II había sido arrestado y se había formado un gobierno provisional. A la cabeza del gobierno estuvo el Príncipe Gerorgy Lvov, una figura ceremonial quien representaba el último vínculo con el antiguo régimen, pero el gabinete estaba dominado por Liberales aterrados de la misma revolución que los había puesto en el poder.
El Ministro de Relaciones Exteriores era Pavel Milyukov, líder histórico del partido kadete, y el Ministro de Guerra era Aleksander Guchkov, octubrista y presidente de la Duma. El Ministerio de Justicia fue asumido por el social-revolucionario, Alexander Kerensky, el único socialista en el gabinete.
La tarea principal del nuevo gobierno fue el garantizar a la Entente y a los capitalistas rusos que la guerra continuaría. Como expresó Milyukov a un periodista francés, «La Revolución Rusa se hizo para remover los obstáculos de la guerra Rusa hasta a la victoria.»
La lucha revolucionaria en Febrero creó consejos obreros elegidos democráticamente llamados Soviets, tal como en la Revolución de 1905, sólo que ahora estos incluían a los soldados, primero en Petrogrado y luego en todas las provincias del Imperio.
El 1 de marzo el Soviet de Petrogrado publicó la Orden № 1, la cual declaraba que «las ordenes de la comisión militar de la Duma del Estado se deberán ejecutar sólo en aquellos casos en que «no contradigan las ordenes y decisiones del Consejo de Diputados de Obreros y Soldados.»
Es más, la revolución trajo nuevas e inigualadas libertades y un fin al continuo hostigamiento policíaco. Cuando el periodista británico Morgan Phillips Price llegó a Moscú por tren el 6 de abril, apuntó que:
«Anduve por las calles y en poco tiempo noté el cambio que se había dado desde la última vez que estuve aquí. No se avistaba ni un sólo policía o gendarme. Todos habían sido detenidos y enviados al frente en pequeños destacamentos. Moscú estaba sin un sólo policía y parecía andar de lo más bien sin ellos.»
El Soviet de Petrogrado estaba dominado por fuerzas socialistas, especialmente por los mencheviques. Ellos argüían que el gobierno debería permanecer firmemente en manos de la burguesía y que las clases trabajadoras deberían hacer de contrapeso para meramente presionar al Gobierno Provisional.
En su perspectiva, Rusia no estaba lista para una revolución socialista. Rápidamente, se desarrolló una situación de «poder dual»: un Gobierno Provisional representando los intereses de los capitalistas y terratenientes, por un lado, mientras que el verdadero poder yacía en manos de los soviets y las clases trabajadoras.
Los Estados Unidos entraron a la guerra el 23 de marzo. Ese mismo día Petrogrado enterraba las víctimas de la Revolución de Febrero. Ochocientas mil personas marcharon al Campo de Marte, la movilización más grande de ese año.
El funeral devino un himno a la solidaridad internacional y un grito por la paz. En clásica Historia de la Revolución Rusa, Leon Trotsky escribió que «la manifestación por soldados rusos con prisioneros de guerra austro-húngaros era un vívido hecho esperanzador que hacía posible el creer que, a pesar de todo, la revolución llevaba dentro de sí los cimientos de un mundo mejor.»
Tsereteli y los líderes mencheviques del soviet garantizaron apoyo externo al Gobierno Provisional y pensaban que la guerra debía continuar, aunque con una postura «defensiva y sin anexaciones.» Esa posición intermedia intentó abarcar el mandato gubernamental de continuar la guerra como si nada hubiese pasado y las expectativas de los soldados y obreros de una paz por independiente.
El 14 de marzo el Soviet de Petrogrado emitió un manifiesto llamando a «los pueblos de Europa a expresarse y actuar conjunta y resueltamente para impulsar la paz.» Pero, el llamado a los obreros alemanes y austríacos, que declaraba que «la Rusia democrática no puede amenzar la libertad y la civilización» y que «defendemos firmemente nuestra propia libertad frente a cualquier intrusión reaccionaria», fue vistas por muchos como pro-bélico.
Como insistió Trotsky, «el periódico de Milyukov tuvo mil veces razón cuando declaró que “el manifiesto, aunque comenzó un una tan típico tono pacifista, desarrolló una ideología esencialmente común a nosotros y a nuestros enemigos”.»
Antes de la Revolución de Febrero la guerra estaba llegando a su fin a la par que los soldados se negaban a luchar, desertaban por los cientos de miles, y fraternizaban con los soldados alemanes.
Desde la Navidad de 1914, dicha fraternización incluyó bailes e intercambios de coñac y cigarrillos entre soldados alemanes y rusos, y continuó durante años sin producir rebelión abierta contra los oficiales. El historiador Marc Ferro cita una carta sobre los oficiales escrita por un soldado ruso a su esposa:
«¿La guerra? Ellos se permanecen ahí mientras que nosotros estamos en el fango, reciben 500 o 600 rublos cuando nosotros tenemos tan solo 75. Estaban obsesionados por la injusticia. Pero, aunque son los soldados quienes deben aguantar la peor parte de la guerra, es diferente para ellos. Están cubiertos de medallas, cruces, recompensas, pero esa sarta está muy lejos del campo de batalla.»
En un inicio, los generales intentaron bloquear de las tropas en el frente la noticia de la rebelión en Petrogrado, con el resultado que los soldados alemanes informaron a los soldados rusos sobre la Revolución de Febrero, erosionando aún más su confianza en sus oficiales. Paradójicamente, la revolución trajó un fin a las deserciones. Los soldados esperaban un inminente fin a la guerra y no deseaban socavar la habilidad del nuevo gobierno a negociar la paz.
Informes desde el frente mostraban que el ánimo era uno de «Apoyar el frente, pero no plegarse a la ofensiva.» A medida que pasaban las semanas el comandante del 5º Ejército reportó que «El espíritu de lucha ha disminuido… la política, que se ha permeado por todos los estratos del ejército, ha hecho que toda la masa militar desee una sola cosa —el fin de la guerra y retorna a casa.» Durante la primera semana de abril ocho mil soldados desertaron de los frentes norte y occidente.
El retorno de Lenin y la publicación de sus Tesis de abril trajo un giro fundamenta en la política bolchevique, argumentando por «ningún apoyo» al Gobierno Provisional burgués e imperialista.
Las posiciones bolcheviques bajo la dirección de Stalin y Kamenev habían sido moderadas y seguían apoyando la posición de «Dictadura Democrática del Proletariado y el Campesinado» para llevar a cabo una revolución burguesa, que Lenin había desarrollado en 1905.
En un artículo publicado en Pravda, el periódico del partido, Kamenev sostuvo que las «Tesis de abril» representaban la opinión personal de Lenin y que «el esquema general de Lenin nos parece inaceptable ya que parte del supuesto de que la revolución burguesa ha concluido y depende de la transformación inmediata de aquella revolución en revolución socialista.»
En la conferencia bolchevique de marzo de 1917 Stalin apoyó la posible unificación con los mencheviques internacionalistas «a modo de Zimmerwal-Kiental.» Empero, yá en 1915 Lenin expresaba dudas sobre la terminología pacifista y anti-bélica de la mayoría en Zimmerwald que abría las puertas a apoyar la guerra, llamándolos «cagones kautskistas.»
Cuando volvió en abril, Lenin arguyó por que la izquierda de Zimmerwald quiebre completamente la mayoria de Zimmerwald, incluyendo a los mencheviques, con quienes Stalin y muchos otros bolcheviques habían querido unificarse.
El incansable Lenin se ganó al partido. Los bolcheviques contaban con 79,000 miembros, de los cuáles 15,000 estaban en Petrogrado. Aunque una fuerza minoritaria, especialmente en el Soviet de Petrogrado, tenían fuerzas suficientes como para tener protagonismo.
Ni el gobierno ni los líderes mencheviques a la cabeza del Soviet deseaban la crisis política que surgió en la segunda quincena de abril. Milyukov y los capitalistas rusos habían asegurado a los aliados sobre el papel de Rusia en el conflicto y aspiraban a la toma de los Dardanelos en manos del Imperio Otomano.
Aún así, Milyukov se daba cuenta de que sin algún entendimiento con el Soviet, las tropas no aceptarían ni lucharían por los planes del gobierno.
Por otra parte, Tsereteli insistía en la necesidad de un anuncio gubernamental de que, para Rusia, la guerra era exclusivamente una de defensa. La resistencia de Milyukov y Guchkov fue vencida y el 27 de marzo de declaró que:
«El pueblo ruso no pretende fortalecer su poder externo a expensas de otros pueblos y no asume como su meta la esclavización o la humillación de ninguno. … Pero, el pueblo ruso no permitirá su patria emerja de la Guerra Mundial humillada y socavada en cuanto a sus recursos vitales.»
La declaración defensista del 27 de marzo no fue bienvenido por los Aliados, quienes vieron en ella una concesión al Soviet. El embajador francés Maurice Paléologue se quejó de «la tímidez y falta de definición» de la declaración.
Sin embargo, la jugada de Milyukov, de utilizar la guerra en contra de la revolución, había tomado en cuenta la verdadera relación de fuerzas entre el Gobierno Provisional y los Soviets. Había querido incrementar, paso a paso, la influencia del primero.
Dias después, una se celebró una nueva reunión entre los representantes del gobierno y aquellos del Soviet. Rusia desesperadamente necesitaba un préstamo de los aliados para poder continuar la guerra; un nuevo memorándum del gobierno podría ayudar en eso. El 8 de abril Milyukov envió una nueva nota a los gobiernos Aliados en la cual puso énfasis en la voluntad de «continuar la guerra en completo acuerdo con los aliados y de cumplir las obligaciones hacia ellos.»
También sostenía que la revolución había simplemente fortalecido el deseo popular de llevar la guerra a una conclusión victoriosa. En una sesión especial nocturna, el 19 de marzo, el Comité Ejecutivo del Soviet discutió la nota. «Se reconoció unánimemente y sin debate que esto no era en absoluto lo que el Comité había esperado,» declaró el miembro del comité, Vladimir Stankevich.
La Rabochaya Gazeta, un periódico menchevique, agregó que la nota de Milyukov era «una burla hacia la democracia.» Pero, el importante papel de la intelligentsia liberal, Novoe Vremya, trató de defenderla, aduciendo de que no era posible romper tratados ya existentes.
Si Rusia lo hiciera, «nuestros aliados también obtendrían libertad de actuación: si no hay tratado, nadie tiene que cumplirlo….Pensamos que, a excepción de los bolcheviques, todos los ciudadanos rusos considerarán correcta la tesis de la nota de ayer.»
La nota causó una explosión espontánea de indignación popular. La Rabochaya Gazeta escribió:
«Petrogrado reacciona sensiblemente y nerviosamente. En todas partes, en reuniones callejeras, en los tranvías, se llevan a cabo apasionadas, acaloradas, disputas acerca de la guerra. Las papalinas y los pañuelos representan la paz, los sombreros derby y las gorras, la guerra. En los distritos obreros y en los cuarteles, la actitud hacia la nota se expresa mas contra la política de anexación»
Sukhanov, un menchevique y tal vez el major reportero de la Revolución Rusa, recordó vivamente:
«Una inmensa muchedumbre de obreros, algunos de ellos armados, se movía hacia el Nevsky desde el lado de Vyborg. Había también muchos soldados con ellos. Los manifestantes marchaban bajo las consignas de “¡Abajo el Gobierno Provisional!” “¡Abajo con Milyukov!” Una excitación tremenda generalmente reinaba en los distritos obreros, las fábricas, y los barracones. Muchas fábricas estaban paralizadas. Reuniones locales de realizaban por doquier.»
La noche del 20 de abril, los líderes mencheviques del Soviet le pidieron al gobierno que envíe una nueva nota, corrigiendo la de Milyukov de forma pacifistas, pero a fin de cuentas aceptaron la posición Socialista Revolucionaria de Kerensky de que bastaba con dar una «explicación» de la nota.
Pese a eso, el 21 de abril hubo una nueva ola de manifestaciones, esta vez conducida y organizada por los bolcheviques. Fue la primera vez desde la revolución que el partido de Lenin estaba a la cabeza, y no a la cola, del movimiento. Al mismo tiempo, en Nevsky Prospekt se reunían simpatizantes armados del gobierno, organizados por el Partido Kadete. Según la edición del 22 de abril de Rabochaya Pravda:
«Ayer, en las calles de Petrogrado la atmósfera estaba aún más agitada que el 20 de abril. En los distritos [obreros] se llevó a cabo toda una serie de huelgas. … Las inscripciones en las pancartas eran de lo más variadas, pero aún así, uno notaba un rasgo común: en el centro, en Nevsky, en Sadovaya, y en otros lugares, predominan las consignas de apoyo al Gobierno Provisional; en las afueras, lo opuesto. … Enfrentamientos entre manifestantes de los diferentes grupos son frecuentes. … Hay muchos rumores de balaceras.»
Una mujer que participó en las manifestaciones escribió luego que:
«… las mujeres de ests fábricas … se trasladaron con los manifestantes a la [Avenida] Nevsky, en el lado impar. El otro bando se movió en forma paralela en el lado par: mujeres bien vestidas, oficiales, mercaderes, abogados, etc. Sus consignas eran: “Viva el Gobierno Provisional”, “Viva Milyukov”, “Arrestad a Lenin”.»
La tensión escaló en el barrio obrero. Un trabajador fabríl describió una reunión esa tarde:
«El ánimo vacilaba. … Se decidió esperar una decisión del Soviet. Pero, antes de que la decisión pudiese llegar, volvieron algunos trabajadores con noticia de enfrentamientos, la rotura de banderolas y arrestos. … El ánimo cambió súbitamente. ¿Qué? ¿Nos estan ahuyentando de las calles, rompiendo nuestras pancartas, y acaso vamos a observar en silencio desde lejos? ¡Vamos a Nevsky!»
En esta tensa situación, el General Kornilov —apoyado por Milyukov— decidió emplazar la artillería en el exterior del Palacio Mariinsky y exigir el apoyo de las academias militares. La meta era conectar secciones del ejército con la manifestación armada en apoyo al gobierno que se realizaba a unas centenas de metros de la manifestación obrera liderada por los bolcheviques. En sus memorias, tratando de encubrir el carácter abiertamente contrarrevolucionario de sus medidas, Milyukov argumenta que:
«El 21 de abril el General Kornilov, comandante en jefe del distrito de Petrogrado, fue informado sobre la manifestación de obreros armados en las afueras y ordenó que varias unidades de la guarnición fueran traídas a la Plaza del Palacio. Se topó con resistencia por parte del Comité Ejecutivo del Soviet, el cual informó telefónicamente al personal que el llamar a las tropas complicaría la situación. Después de negociar con los delegados del Comité… el comandante en jefe canceló su orden y, en presencia de los miembros del comité, dictó un mensaje telefónico a todas las partes de la tropa de guarnición con una orden de permanecer en los cuarteles. Luego, un llamado del Comité Ejecutivo pegado en las calles anunciaba: “Camaradas soldados, no salgáis con armas en los días problemáticos sin un llamado del Comité Ejecutivo”.»
En efecto, entendiendo que el carácter contrarrevolucionario de la decisión de Kornilov amenazaba con aplastarlos a ellos también, el Comité Ejecutivo del Soviet dio ordenes que las tropas no salgan de los cuarteles. Kornilov se encontró aislado y sin alternativa salvo el replegarse.
Para los lideres del Soviet el riesgo era un estancamiento, asi que el Comité Ejecutivo se apresuró a declarar que el incidente con el gobierno había sido resuelto y pidió a los obreros volver a sus hogares. Rabochaya Pravda notó que:
«cuando el Comité Ejecutivo publicó su orden que los soldados no salgan armados a las calles, uno empezó a presenciar curiosas escenas en las cuales soldados trataban de persuadir a sus camaradas de abstenerse en general de participar en las manifestaciones, cualquiera que sea su carácter. A menudo los soldados también apelaban por calma a los civiles.»
Kornilov le había asegurado a Milyukov que tenía «fuerzas suficientes» para aplastar a los rebeldes, pero esas fuerzas nunca se materializaron. Trotsky escribió que: «Esta ligereza mental floreceria al máximo en agosto, cuando el conspirador Kornilov desplegaría un ejército inexistente en contra de Petrogrado.» En la noche del 21 de abril, aunque se oían aun algunos disparos, la crisis política había pasado.
Dado el balance de poder en abril de 1917, los bolcheviques tampoco estaban interesados en una batalla abierta tendiendo a guerra civil. Por vez primera, el partido de Lenin había desempeñado un papel importante en los eventos, pero aun no estaba listo para liderar al movimiento hacia una nueva revolución.
Los soviets aún se estaban consolidando, y bajo liderazgo menchequive. Para Lenin la nueva revolución era todavía prematura y la consigna, apoyada por algunos bolcheviques, de «derrocar al gobierno» había sido errada:
«Deberia el Gobierno Provisional ser derrocado de inmediato? … Para llegar a ser una potencia, los obreros clasistas tienen que ganarse a la mayoría hacia su lado. … No somo blanquistas. … Somos marxistsas, estamos por la lucha de clases proletaria en contra de la intoxicación pequeño burguesa.»
La crisis había pasado, pero nada era como antes. Quedaba claro que ninguna decisión del gobierno podría pasar sin la aprobación del Soviet. La estrategia de los kadetes y de la clase capitalista pasó entonces a dejar a los socialistas directamente involucrados en el gobierno. La principal condición para la participación de los socialistas en el gabinete era la remoción de Guchkov y de Milyukov.
Después de su dimición, el Gobierno Provisional le propuso la formación de un gobierno de coalición al Soviet de Petrogrado. Se llegó a un acuerdo el 22 de abril y seis ministros socialistas (dos mencheviques, dos social-sevolucionarios y dos populistas) pasaron al gabinete. Sólo el presidente del Ejecutivo del Soviet, Nikolay Chkeidze, rehusó ser ministro.
Los bolcheviques también se negaron a participar. En cambio, se prepararon para las inminentes luchas revolucionarias.
En muchas maneras, los «Días de Abril» hicieron más aguda la necesidad de los obreros de tener auto-organización y fuerza armada propias. Por ejemplo, la fábrica de zapatos Skorokhod decidió formar una Guardia Roja de mil hombres y le solicitó quinientos rifles y otros tantos revólveres al Soviet.
El 23 de abril, en una reunión de delegados de fabrica de la organización de Guardias Rojos, un orador sostuvo que: «El Soviet confió demasiado en los Kadetes. El Soviet no sale a las calles. Los Kadetes lo hicieron. A pesar del Soviet, los obreros salieron a la calle y salvaron la situación.»
Los «Dias de Abril» hicieron más resueltos a los obreros y soldados. Los kadetes de Milyukov perdieron a corto plazo. Los mencheviques y los SR mantuvieron su control sobre el Soviet de Petrogrado pero su confianza había sido remecida.
En los meses venideros, la guerra y la crisis revolucionaria se harían más profundas.