Josip Broz Tito

 

Discurso en la VI Conferencia del Movimiento de Países No Alineados

  

 


Pronunciado: En la VI Conferencia de Movimiento de Paises No Alíneados, celebrada en La Habana - Cuba del 3 al 9 de septiembre de 1979.
Versión castellana: Josip Broz Tito, "VI Conferencia NOAL - La Habana. Discurso de Tito", en Socialismo y Participación (Lima - Perú), No. 8 (Septiembre 1979), pags. 145-150.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2024.


 

  

  

La Habana, Setiembre de 1979.

Señor Presidente,

Queridos amigos:

Con el sentir de un placer particular, me dirijo a esta eminente asamblea de los líderes de los países No Alineados, unidos en la lucha común por llevar a la práctica los principios y objetivos de la política de no alineamiento, por la paz, la independencia y la igualdad de derechos, por las nuevas relaciones políticas y económicas internacionales. Entre nosotros se encuentran también, como iguales entre pares, los dirigentes de los Movimientos de liberación, cuyos pueblos y países, estoy convencido, van a lograr, en el más corto plazo, su legítimo derecho a la libertad y la independencia.

Permítanme expresar, en nombre de la Delegación de la R.S.F. de Yugoslavia y en el mío propio, nuestra gratitud al Gobierno de Cuba y al Presidente Fidel Castro, por la cordial acogida, así como por la notable aportación a los preparativos de la VI Conferencia. Los pueblos de Yugoslavia sienten sinceras simpatías hacia el amigo pueblo de Cuba y estiman altamente sus éxitos en la lucha por la libertad y la transformación de su país.

Aprovecho esta ocasión para manifestar el especial reconocimiento a Sri Lanka y a su Presidente Dzajavorden, que han dado, como Presidente de Mesa, una gran aportación a la nueva afirmación y a la consecuente realización de la política de no alineamiento.

Siento la necesidad de expresar una satisfacción excepcional por el hecho de celebrarse, por primera vez, una Conferencia Cumbre de los países no alineados en suelo de América Latina. Apreciamos altamente la lucha de los pueblos de este Continente por la libertad y la independencia, por la emancipación política y económica, así como su aportación a la cultura y la civilización mundiales.

Me alegra en particular el que pueda saludar entre nosotros a los nuevos miembros de nuestro Movimiento, a Bolivia, la Granada, Irán, Nicaragua, Pakistán, Surinam, el Frente Patriótico de Zimbabwe y otros.

El hecho de estar presentes en nuestra Conferencia los representantes de más de cien países —dos terceras partes de la humanidad— es de por sí un poderoso testimonio del valor histórico de la política de no alineamiento y del exitoso camino recorrido por nuestro Movimiento desde su Primera Conferencia en Belgrado hasta el presente.

Ya en aquel entonces teníamos presente la indispensable necesidad —como se decía en la Declaración de Belgrado— de pasar “del viejo ordenamiento basado en la dominación, a un nuevo ordenamiento basado en la libertad, la igualdad y la justicia social, que llevan al bienestar”. En ese documento histórico fueron formulados los principios y los objetivos históricos del no alineamiento, conteniendo nuestras aspiraciones y visiones duraderas, como también nuestra decisión de que la política y el Movimiento de no alineación fueran un factor independiente, no bloquista, del acontecer mundial.

Al meditar sobre los días del nacimiento de la no alineación, puedo decir que entonces, al igual que hoy, estábamos penetrados del conocimiento de que era indispensable luchar por la emancipación nacional, política y económica. La guerra fría, que amenazaba con extenderse al mundo entero y poner en peligro su existencia, mostraba claramente que la política de bloques está en grave contradicción con los intereses y anhelos de la humanidad.

Nunca hemos emparejado los bloques, ni por secuencia de su aparición, ni por otras características algunas. Sin embargo, desde el principio venimos declarándonos consecuentemente contra la política de bloques y la dominación foránea, contra todas las formas de hegemonía política y económica, por la independencia y el desarrollo autónomo. Nunca hemos aceptado ser transmisión o reserva de nadie, por ser ello incompatible con la esencia de la política de no alineamiento.

Desde los tiempos en que apareció como heraldo de la nueva era, la política de no alineamiento ha devenido una fuerza real en la lucha por la paz y la estabilidad en el mundo, por la edificación de las nuevas relaciones políticas y económicas internacionales. Es evidente hoy, sobre todo si nos recordamos del período que precedió al no alineamiento, que cualquier debilitamiento o relegación del papel de nuestro Movimiento conducirían inevitablemente a desestabilizar la totalidad de las relaciones internacionales. Pues eso lo reconocen cada vez con más frecuencia también muchos factores en el mundo que no pertenecen a nuestro Movimiento.

Los resultados de nuestra actividad desplegada hasta el presente, son realmente ricos.

Durante los dos últimos decenios hemos afirmado, como valores duraderos, los principios y objetivos genuinos del no alineamiento.

Venimos luchando decididamente por la paz, la seguridad y la libertad en el mundo.

Hemos dado una aportación substancial al exitoso desarrollo y desenlace de la revolución anticolonial.

Hemos codificado los principios de la coexistencia pacífica y activa, bregando enérgicamente por su aplicación.

Venimos oponiéndonos a la política de fuerza y a la ingerencia foránea en cualquier forma que se hubiera presentado.

Hemos iniciado acciones a largo plazo para el establecimiento del nuevo ordenamiento económico internacional.

Hemos contribuido al logro de la universalidad y al incremento del papel de las Naciones Unidas.

Hemos dado notables pasos en el planteamiento del problema del desarme.

Hemos emprendido una firme lucha por la descolonización en los campos de la tecnología, de la información y de la cultura en general.

De este modo, la política de no alineamiento se ha confirmado también, objetivamente, como la fuerza más progresista en los marcos mundiales. Es la que derrumba los fundamentos en los que se apoyan las injustas relaciones internacionales actuales, creando las condiciones para edificar un mundo de la justicia, de la igualdad de derechos y del progreso universal.

En una palabra, el tiempo transcurrido desde la Conferencia de Belgrado nos viene dando razón para que podamos decir que sin la política de no alineamiento el mundo hubiera parecido muy diferente, si no se hubiera producido lo peor. Efectivamente, la marcha hacia la división total en bloques y el enardecimiento de la guerra fría nos hubieran llevado inexorablemente al borde del cataclismo.

Sin embargo, los problemas que todavía gravitan sobre las relaciones internacionales ni son pocos ni sencillos.

El peligro de una conflagración mundial ha disminuido, sin lugar a duda. Pero todavía estamos lejos de una paz verdadera, pues la de hoy no es ni universal ni estable. Se ve continuamente agitada por crisis y conflictos. La socavan la carrera armamentista, el empleo de la fuerza y las ingerencias, el aumento del abismo entre Jos países industriales desarrollados y los países en vías de desarrollo, la desigualdad en las relaciones políticas y económicas internacionales.

La seguridad del mundo, la paz y la estabilidad, no se pueden lograr sin una transformación radical de las relaciones económicas internacionales en las que los países en vías de desarrollo son objeto de la discriminación y de la desigualdad de derechos. Las posibilidades materiales de las que hoy dispone el hombre, en vez de contribuir al bienestar y a un desarrollo armonioso de todos, pasan a ser su contrario. Las relaciones económicas no equitativas devienen una fuente cada vez más peligrosa de nuevas tensiones y conflictos.

Hemos de constatar, indignados, que el colonialismo y el racismo en el Sur de África siguen manteniéndose obstinadamente, con el apoyo de las fuerzas imperialistas. Eso ocurre, lamentablemente, pese a los grandes cambios operados en el mundo, en el cual ha sido universalmente aceptado el principio del respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Pues nos preguntamos ¿cómo se pueden ejercer los derechos humanos si al mismo tiempo se impide el ejercicio de los derechos fundamentales a pueblos enteros?

Los pueblos de Zimbabwe, Namibia y Azania y sus representantes legítimos —el Frente Patriótico, SWAPO y el Congreso Nacional Africano— así como los países de la primera línea, pueden estar seguros de nuestro pleno apoyo a su justa lucha y a su decisión de lograr el derecho a la libertad e independencia. Hemos de hacerlo todo para que llegue, cuanto antes, el día en que el colonialismo pase para siempre a la historia.

En el Cercano Oriente prosigue obstinadamente la agresión y la ocupación israelí de territorios de países árabes. Es un descarado desafío a los principios fundamentales del ordenamiento jurídico internacional contemplado por Ja Carta de las Naciones Unidas. Desde hace años se está impidiendo que el pueblo árabe de Palestina ejerza sus derechos legítimos. Y es precisamente la cuestión palestina el meollo de la crisis del Cercano Oriente. Sin la solución de esta cuestión no habrá una paz justa ni seguridad duradera en toda la región, e incluso más allá. Mirando las cosas realísticamente, hemos de decir que caminos por separado no conducen a ella.

Una solución justa e íntegra requiere de la participación de todas las partes interesadas incluida la Organización Palestina de Liberación. Tal solución debe garantizar la retirada de Israel de todos los territorios árabes ocupados y el derecho del pueblo árabe de Palestina a la independencia y al Estado propio. Es este el único camino que conduce a la paz, a unas fronteras estables y a la seguridad de todos los países de esa región. Considero que tal solución se debe buscar en primer lugar, en el seno de las Naciones Unidas.

Estamos igualmente muy preocupados a causa de la agudización de la crisis en el Sudeste de Asia, debido a los conflictos armados y al empleo de la fuerza en la solución de los litigios actuales. Ello pone en peligro la seguridad y la independencia de los pueblos en ésta área y produce peligros de conflictos más extendidos.

No debemos contemporizar con la imposición a los pueblos de la voluntad ajena por vía de intervenciones militares. Eso está en flagrante contradicción con los principios de la Carta de las Naciones Unidas y con los de la política de no alineamiento. Es por lo que también a este respecto vemos que la salida de la crisis pasa por la retirada de todas las tropas extranjeras de los territorios ajenos y por el respeto de la independencia, de la seguridad y del desarrollo pacífico de todos los países de la región.

Estos son principios y enfoques que rigen nuestras posiciones también frente a otros focos de crisis en el mundo, tales como Chipre, Corea, el Sahara Occidental, etc.

Los países no alineados le atribuyen al proceso de atenuación de la tirantez en las relaciones internacionales una gran importancia, ya que en este proceso ven también su propio interés substancial. Lamentablemente, ese proceso no es estable y pasa por grandes pruebas. Más aún, se halla en un estancamiento serio. Su debilidad principal consiste en que todavía está limitado por los intereses de los bloques. Y eso acarrea el peligro de nuevas confrontaciones de imprevisibles consecuencias. La política de distensión no debe ser un apoyo de nadie para ejercer presión sobre otro país. No debe realizarse a costa de terceros.

En el mundo, que es uno y en el que Ja paz es individual, la distensión debe ser omniabarcativa. Ello sobreentiende que en la, misma participan equitativamente todos los países, los más grandes y los más pequeños, que se extienda a todas las regiones del mundo y que comprenda todas las cuestiones claves de las relaciones internacionales y del desarrollo. En ello consisten precisamente las grandes posibilidades y obligaciones de la política de no alineamiento.

Es de comprender que las grandes potencias tengan un papel y responsabilidad importantes en el proceso de distensión. En este contexto señalamos en particular lo importante que es regularizar las relaciones y hacer disminuir el peligro de las rivalidades y confrontaciones entre ellas y entre los bloques.

Recuerdo bien cuando con Nehru, Nasser, Sukarno y N’krumah, en la Sesión Jubilar de la Asamblea General, en 1960, emprendimos una iniciativa con el objeto de que las dos superpotencias, en lugar de la confrontación, procediesen a negociar en interés de la atenuación de la tirantez. De este modo dimos a entender claramente que sus relaciones, de las que se derivan consecuencias también para los demás, no son solamente un asunto privativo de ellas. Destacamos que las Naciones Unidas son el lugar donde deben ser tratados todos los problemas esenciales del mundo contemporáneo. Ello sigue siendo actual también hoy. Opino que sería indispensable que el Movimiento de no alineación intervenga para que la Asamblea General considere regularmente las cuestiones que conciernen el proceso de atenuación de la tirantez en el mundo, y adopten medidas para hacerlo progresar.

Consideramos que sin que haya progresado la distensión y sin la democratización de las relaciones internacionales, no puede aumentar la seguridad en el mundo. Tampoco se puede imaginar un desarrollo positivo en este sentido sin las medidas tendentes a consolidar la confianza y a iniciar un desarme general y total efectivo.

Nos preocupa profundamente la prosecusión de la carrera armamentista. Hemos celebrado el tratado entre la URSS, y los EE.UU. de Norteamérica sobre la limitación del armamento estratégico, SALT II, esperando que este vaya a ser un acicate para adoptar medidas de un desarme efectivo. Es importante el que, a iniciativa de nuestro Movimiento, haya tenido lugar la Sesión de la Asamblea Especial de las Naciones Unidas sobre el Desarme. Hemos de esforzarnos al máximo para que las posiciones y las recomendaciones de esa Sesión se lleven consecuentemente a la práctica.

En el proceso de distensión en suelo europeo se han registrado determinados logros. Han recibido su expresión en los resultados de la Conferencia de Helsinki. Es indudable que ello tiene también un significado más extensivo, ya que las confrontaciones en Europa han sido las que ponían en cuestión la paz mundial. Sin embargo, tenemos que decir abiertamente que Europa no puede vivir en una paz y seguridad si estas no fueran aseguradas en el mundo entero.

Podemos constatar con satisfacción que los países no alineados y neutrales de Europa, representados aquí también, desempeñan un papel relevante en la consolidación de la cooperación y la seguridad europeas y que infunden aliento para superar la división de bloques en el Continente europeo.

Desde el punto de vista de la consolidación de la paz y de la seguridad en Europa y en el mundo, el área del Mediterráneo ocupa un lugar importante. Todos los países mediterráneos deben participar equitativamente —en virtud de las disposiciones del Acta Final de Helsinki y de la Declaración de la V Conferencia de los Países no alineados de Colombo— en la transformación del Mediterráneo en zona de paz y cooperación. En el establecimiento de zonas de paz y seguridad, sobre todo en las áreas neurálgicas del mundo, vemos pasos importantes que llevarían a reducir las áreas de la rivalidad entre los bloques y entre las grandes potencias. En este sentido prestamos apoyo también a los esfuerzos encaminados a crear tales zonas en el Océano Indico, en América Latina y en otras partes.

Señor Presidente:

El establecimiento del nuevo ordenamiento económico internacional es el único camino para superar los acuciantes problemas de desarrollo y la profunda crisis que ha afectado a la economía mundial. Este es un interés no sólo de un grupo de países sino del mundo entero.

Las principales potencias industriales, pero igualmente otros países desarrollados, todavía no quieren comprenderlo. Se resisten a los cambios substanciales de las relaciones presentes. En la V Conferencia de las UNCTAD, algunos países desarrollados hasta se desviaron de las decisiones adoptadas en común en las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, crecen los propósitos de los países más desarrollados de resolver, dentro de unos círculos cerrados y con el fin de proteger sus propios intereses, los problemas que son de vital importancia para toda la comunidad internacional. De esta manera se tiende, a la vez, a dividir los países no alineados y otros países en vías de desarrollo. Se ejercen también diferentes presiones, se abusa de las serias dificultades que tienen distintos países en vías de desarrollo en particular los menos desarrollados.

En tales condiciones tenemos que proseguir aún más consecuentemente y tenazmente nuestra lucha y hallar verdaderas respuestas a las dificultades y resistencias que afrontamos. La base de partida para ello sigue siendo, según mi profunda convicción, el concepto que habíamos elaborado en las Conferencias-cumbre de Argel y Colombo.

Para llevar a la práctica ese concepto, una importancia excepcional la reviste la cooperación entre los países no alineados y todos los demás países en vías de desarrollo. Es este un interés económico esencial y una de las tareas políticas primordiales de nuestro Movimiento. Disponemos de grandes posibilidades materiales potenciales las que podemos poner, asociados, al servicio del desarrollo de cada país por separado y de todos ellos juntos. Ello nos va a facilitar igualmente una participación más exitosa en las negociaciones con los países desarrollados, a fin de establecer el nuevo ordenamiento económico internacional.

A este respecto, considero que debemos tratar con la máxima atención el cada vez más acuciante problema energético. Estoy convencido que se va a demostrar que tenemos intereses comunes. A veces, las soluciones se pueden encontrar en forma de cooperación financiera, de inversiones y otra parecida, y, a veces, como es el caso de los menos desarrollados, será necesario aligerar inaplazablemente sus dificultades que se deben al constante crecimiento de los precios del petróleo, de la tecnología moderna y de los productos industriales.

Consideramos como positivas ciertas iniciativas en este sentido, de las que debemos hablar seriamente para llegar a soluciones generalmente aceptables.

Una significación excepcional en la lucha por el nuevo ordenamiento económico internacional la tiene la próxima Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas y la aprobación de la estrategia internacional de desarrollo para la próxima década. Sería muy conveniente que dicha Sesión se celebre a un nivel político que corresponda a la seriedad de esta problemática. Esperamos, con razón, que todos los países desarrollados, independientemente de la agrupación a la que pertenecen, manifiesten una mayor voluntad y disposición política de dar su aportación en interés propio y general.

Queridos amigos:

En el período que nos separa de la última Conferencia-cumbre de Colombo, la política de no alineamiento ha tenido una nueva y poderosa afirmación. Ello es un resultado de los anhelos más fuertes y de la decisión más firme aún de los pueblos de luchar por un mundo mejor y más justo, convencidos que solamente en un mundo así podrán mantener con éxito su independencia y asegurar un progreso social más rápido. No es casual en absoluto el que casi todos los países que han ascendido a la independencia, se hayan adherido a nuestro Movimiento. Es igualmente relevante el que diferentes países, al liberarse de los vínculos con las alianzas militares y al rescindir los acuerdos sobre las bases en sus territorios, se han liberado de lo que les impedía optar por la política de no alineamiento, encontrándose hoy aquí, entre nosotros. Merece la atención igualmente el que las ideas del no alineamiento devienen opciones de un número cada vez mayor de movimientos y partidos políticos democráticos en Europa y en otras partes.

Junto con la afirmación de nuestra política y el fortalecimiento de nuestro movimiento, nos hemos enfrentado también con diferentes dificultades. Algunas de estas dificultades son la herencia del pasado o un resultado de distintas condiciones del desarrollo. Algunas se deben a las influencias foráneas y a distintas opciones, lo cual genera un peligro de divisiones en el Movimiento.

Preocupan particularmente los conflictos que se producen entre algunos países no alineados. No debemos perder de vista, ni un sólo instante, que todo conflicto entre países no alineados abre puertas a injerencias foráneas. Tales conflictos ponen dificultades también a nuestros esfuerzos por edificar las nuevas relaciones internacionales democráticas. No conciernen solamente a los países directamente afectados, sino a todos nosotros. Por eso, los países no alineados, tienen el deber de prestar una ayuda, en forma adecuada y por vía de los mecanismos correspondientes, antes de que los litigios lleguen a convertirse en conflictos. Y si estos se producen, hay que buscar rápidamente soluciones por vía pacífica. Pues, nada más natural que los países no alineados, en sus relaciones mutuas, respeten y apliquen consecuentemente aquellos principios y criterios por los que luchan en el plano internacional. Y estos son los principios de la Carta de las Naciones Unidas y de la política de no alineamiento.

Nuestro bregar por la democratización de las relaciones internacionales requiere que se sigan desarrollando las relaciones democráticas en el mismo Movimiento, sobre todo si se tienen en consideración el crecimiento de nuestro Movimiento y las exigencias cada vez más grandes que se plantean ante él. Debemos servir ante el mundo también como un ejemplo de la concertación democrática. Por esto, nos espera la tarea de hallar nuevas formas de trabajo y nuevas formas de la toma de decisiones y de actuación en común.

A este respecto consideramos que es muy importante el modo de trabajo del Buró de Coordinación. El Buró de Coordinación debe actuar más eficazmente aún como un órgano de coordinar y promover iniciativas, expresando las opciones y posiciones del Movimiento en su conjunto. Una importancia particular la atribuimos a la participación activa y equitativa de todos los países miembros de nuestro Movimiento en la realización de la política de no alineamiento. Ello sobreentiende también la aplicación del consenso como el único modo posible de ajustar posiciones y de tomar decisiones.

Nos hemos reunido aquí como representantes más responsables de la mayoría de la humanidad. Ante nosotros se plantean nuevas y grandes obligaciones. La vista del mundo entero ha sido puesta en nosotros. Ello requiere de nosotros la comprensión y el respeto mutuos, la plena igualdad de derechos la buena voluntad de superar las diferencias, un profundo sentido de la solidaridad y el máximo grado de responsabilidad.

Nuestro Movimiento está orientado hacia los problemas claves del mundo de hoy: problemas de la paz, de la seguridad, del desarrollo y del progreso general. Expresa los intereses substanciales de toda la humanidad, y no sólo de una parte de ella. Tanto más grande es su responsabilidad histórica. Esta responsabilidad nos toca a todos nosotros. Nunca debemos perder de vista lo que nos es común y lo que nos une. Debemos oponernos a todo lo que nos divide y a todos los intentos de infiltración en nuestras filas.

Nuestro interés duradero y nuestro objetivo estratégico en este momento consiste en seguir afirmando los principios genuinos de la política de no alineamiento y en consolidar, en virtud de los mismos, la solidaridad, la unidad, y la capacidad de acción del Movimiento de no alineación. Estos son señales de senderos seguros de nuestra marcha hacia el futuro. Sólo así podemos contribuir exitosamente a la edificación del mundo al que aspiramos.

Por ello me he guiado también yo personalmente, al decidirme a este lejano y para mí difícil viaje. Me he guiado igualmente por la responsabilidad que tengo como uno de los fundadores del Movimiento y por la firme convicción de que no hay sacrificio que no se debería hacer cuando se trate de los objetivos tan altos y de los nobles ideales por los que lucha nuestro Movimiento, y a los que aspiran todos los pueblos del mundo.

Estoy convencido que la presente Conferencia al igual que todas las anteriores va a ser exitosa, que va a dar nuevas fuerzas y marcar una nueva fase en el incremento del papel de la política y del Movimiento de no alineación en las relaciones internacionales, por el bien de todos nosotros y de toda la humanidad.