1. Comienza la intervención militar extranjera. - Primer periodo de la guerra civil.
La firma de la paz de Brest-Litovsk y el afianzamiento del Poder Soviético, como resultado de la serie de medidas de tipo económico-revolucionario adoptadas por él, en los momentos en que la guerra seguía en si apogeo en los frentes occidentales, provocaron una alarma muy grande entre los imperialistas de la Europa occidental y, sobre todo, entre los de la Entente.
Los imperialistas del campo de la Entente temían que la paz entre Alemania y Rusia aliviase la situación militar de Alemania, empeorando con ello, por lo tanto, la situación de las tropas de la Entente. Temían, además, que la firma de la paz entre Rusia y Alemania acentuase el anhelo de paz en todos los países y en todos los frentes, quebrantando de este modo la causa de la guerra, la causa de los imperialistas. Temían, finalmente, que la existencia del Poder Soviético en un territorio tan enorme como el de Rusia y los éxitos logrados por él dentro del país, después del derrocamiento del Poder de la burguesía, fuesen un ejemplo contagioso para los obreros y soldados de los países occidentales, en los que fermentaba un profundo descontento contra aquella guerra interminable y que -siguiendo el ejemplo de los rusos- podían llegar a volver las bayonetas contra sus amos y opresores. Por todas estas razones, los gobiernos de la Entente decidieron lanzarse a la intervención militar contra Rusia, con el fin de derribar el Poder Soviético e instaurar un Poder burgués que restableciese el régimen capitalista dentro del país, anulase el tratado de paz con los alemanes y rehiciese el frente de guerra contra Alemania y Austria.
Los imperialistas de la Entente se embarcaron alegremente en esta tenebrosa aventura, convencidos como estaban de la inestabilidad del Poder Soviético y seguros de que, a poco que sus enemigos se esforzasen, su caída sería inevitable y rápida.
Mayor era aún la alarma que los éxitos del Poder Soviético y su afianzamiento infundían en las filas de las clases derrocadas -entre los terratenientes y los capitalistas-, en las filas de los partidos derrotados -kadetes, mensheviques, socialrevolucionarios, anarquistas y nacionalistas burgueses de todas las calañas- y en las filas de los generales blancos, de la oficialidad cosaca, etc.
Desde los primeros días del triunfo de la Revolución de Octubre, todos estos elementos enemigos gritaban a pleno pulmón que el Poder Soviético no podía echar raíces en Rusia, que estaba condenado a morir, que se hundiría forzosamente al cabo de una, o dos semanas, a la vuelta de un mes, o a lo sumo, de dos o tres meses. Y como el Poder Soviético, a pesar de los exorcismos de sus adversarios, seguía existiendo y afianzándose, los enemigos del Poder Soviético dentro de Rusia viéronse obligados a reconocer que el nuevo Poder era mucho más fuerte de lo que ellos habían pensado y que para derribarlo era necesario desplegar esfuerzos muy serios y desencadenar una rabiosa lucha de todas las fuerzas de la contrarrevolución. En vista de esto, decidieron desarrollar una amplia labor sediciosa y contrarrevolucionaria encaminada a agrupar las fuerzas de la contrarrevolución, a reclutar cuadros militares y a organizar la sublevación, sobre todo, en las regiones de cosacos y de kulaks.
Y así, ya en la primera mitad del año 1918, se formaron de un modo definido dos grupos de fuerzas dispuestas a luchar por el derrocamiento del Poder Soviético: en el extranjero, los imperialistas de la Entente, y, dentro de Rusia, la contrarrevolución.
Ninguna de estas dos fuerzas contaba con elementos suficientes para lanzarse por sí solas a conseguir el objetivo apetecido. La contrarrevolución interior disponía de algunos cuadros militares, así como también de cierta cantidad de hombres, reclutados principalmente entre los cosacos acomodados y los kulaks, con los que necesitaba contar para desencadenar la insurrección contra el Poder Soviético. Pero carecía de dinero y de armas. En cambio, los imperialistas extranjeros tenían dinero y armas, pero no podían "asignar" a la intervención la cantidad necesaria de tropas, no sólo porque las necesitaban para hacer la guerra contra Alemania y Austria, sino porque, además, estas tropas podían resultar poco seguras para la lucha contra el Poder Soviético.
Las condiciones de lucha contra los Soviets imponían la unificación de ambas fuerzas antisoviéticas, las del extranjero y las del interior. Y esta unificación se llevó a cabo, en efecto, en la primera mitad del año 1918.
Así fue cómo se forjó la intervención armada extranjera contra el Poder Soviético, apoyada por las sediciones contrarrevolucionarias de los enemigos de los Soviets dentro de Rusia.
Con esto, terminaba la tregua y comenzaba la guerra civil en Rusia, la guerra de los obreros y campesinos de los pueblos de Rusia contra los enemigos exteriores e interiores del Poder Soviético.
Los imperialistas de Inglaterra, Francia, el Japón y los Estados Unidos comenzaron su intervención militar sin previa declaración de guerra, a pesar de que esta intervención no era sino una guerra desencadenada contra Rusia, y una guerra, además, de la peor especie. Estos bandoleros "civilizados" extendieron su zarpa y desembarcaron sus tropas en el territorio ruso subrepticiamente, como unos rateros.
Las tropas anglofrancesas desembarcaron en el Norte de Rusia, ocuparon Arjanguelsk y Murmansk, apoyando a la sublevación de guardias blancos organizada en este región, derribaron el Poder de los Soviets y crearon el llamado "gobierno del Norte de Rusia", gobierno faccioso de guardias blancos.
Las tropas japonesas desembarcaron en Vladivostok, se apoderaron de la provincia marítima, disolvieron los Soviets y apoyaron a los guardias blancos facciosos, que después se encargaron de restaurar el régimen burgués.
En el Cáucaso del Norte, los generales Kornilov, Alexeiev y Denikin, apoyados por los ingleses y los franceses, organizaron un "ejército voluntario" de guardias blancos, desencadenaron una sublevación de cosacos ricos y abrieron la campaña contra los Soviets.
En la región del Don, los generales Krasnov y Mármontov, apoyados secretamente por los imperialistas alemanes (el tratado de paz entre Alemania y Rusia les impedía prestarles un apoyo franco), desencadenaron la sublevación de los cosacos del Don, ocuparon la región bañada por este río y abrieron también la campaña contra los Soviets.
En la región central del Volga y en Siberia los anglofranceses intrigaron para organizar la sublevación del cuerpo de ejército checoslovaco. Este cuerpo de ejército, compuesto por prisioneros de guerra, había sido autorizado por el Gobierno Soviético para regresar a su país por Siberia y el Extremo Oriente. Por el camino, los socialrevolucionarios y los ingleses y franceses le indujeron a sublevarse contra el Poder Soviético. La sublevación de este cuerpo de ejército fue la señal para el alzamiento sedicioso de los "kulaks" del Volga y de Siberia y de los obreros de las fábricas de Votkinsk e Izhevsk influenciados por los socialrevolucionarios. En la región del Volga fue instaurado un gobierno de guardias blancos y socialrevolucionarios, con residencia en Samara. En Omsk, se estableció el gobierno de los guardias blancos de Siberia.
Alemania no tomó ni podía tomar parte en esta campaña de intervención del bloque anglo-francés-japonés-norteamericano, entre otras cosas, por la sencilla razón de que se hallaba en guerra contra este bloque. Pero, a pesar de esto y de la existencia de un tratado de paz entre Alemania y Rusia, ningún bolshevique abrigaba la menor duda de que el gobierno alemán del káiser era un enemigo tan feroz del País Soviético como los intervencionistas ingleses, franceses, japoneses y norteamericanos. Y, en efecto, los imperialistas alemanes hicieron lo posible y lo imposible por aislar, quebrantar y hundir al País de los Soviets. Separaron a Ucrania de la Rusia Soviética -cierto es que a base de un "tratado" con la Rada ucraniana-, introdujeron sus tropas en Ucrania, a petición de la Rada ucraniana de los guardias blancos, y comenzaron a saquear y oprimir ferozmente al pueblo ucraniano, prohibiéndole mantener el menor el menor contacto con la Rusia Soviética. Separaron de ésta a la Transcaucasia, introdujeron en su territorio, a petición de los nacionalistas georgianos y azerbaidzhanos, tropas alemanas y turcas, empezaron a mandar como amos y señores en Tiflis y en Bakú, y ayudaron por todos los medios, aunque por debajo de cuerda, ciertamente, con armas y provisiones al general Krasnov, sublevado en el Don contra el Poder Soviético.
La Rusia Soviética veíase, de este modo, aislada de las regiones que eran sus fuentes básicas de abastecimiento, de materias primas y de combustibles.
La vida en la Rusia Soviética, durante este periodo, fue terriblemente dura. Escaseaba el pan. Escaseaba la carne. El hambre atenaceaba a los obreros. Los obreros de Moscú y Petrogrado recibían una ración de un octavo de libra de pan cada dos días. Había días en que no se repartía ni un pedazo de pan. Las fábricas estaban paradas o trabajaban muy poco tiempo, pues no había materias primas ni combustible. Pero la clase obrera no se amilanaba, ni se amilanaba tampoco el Partido bolshevique. Las increíbles dificultades de este periodo y la lucha desesperada contra ellas revelaron cuán inagotables son las energías que atesora la clase obrera y cuán grande e inconmensurable es la fuerza de la autoridad del Partido bolshevique.
El Partido proclamó al país un campamento de guerra y reconstruyó su vida económica, política y cultural en consonancia con esto. El Gobierno Soviético declaró que "la patria socialista estaba en peligro" y llamó al pueblo a la defensa revolucionaria. Lenin lanzó la consigna de "¡Todo para el frente!", y cientos de miles de obreros y campesinos se enrolaron como voluntarios en el Ejército Rojo y se fueron al frente. Cerca de la mitad del total de afiliados al Partido y a las Juventudes Comunistas marcharon a ocupar su puesto en los frentes de lucha. El Partido puso al pueblo en pie para la guerra de salvación de la Patria contra la invasión de las tropas de los intervencionistas extranjeros y contra la sublevación de las clases explotadoras derrocadas por la revolución. El Consejo de la Defensa obrera y campesina, organizado por Lenin, dirigía el envío de hombres, víveres, equipos y armas a los frentes. El paso del sistema del voluntariado al servicio militar obligatorio llevó a las filas del Ejército Rojo a centenares de miles de hombres de refuerzo, y en poco tiempo el Ejército Rojo se convirtió en un ejército de un millón de combatientes.
A pesar de la durísima situación del país y de la juventud del Ejército Rojo, que no había logrado fortalecerse todavía, las medidas de defensa adoptadas no tardaron en acarrear los primeros éxitos. El general Krasnov fue repelido de Tsaritsin, cuya toma daba por segura, y rechazado más allá del Don. Las andanzas del general Denikin quedaron localizadas dentro de una región reducida del Cáucaso Norte, y el general Kornilov fue muerto en combate contra el Ejército Rijo. Los checoslovacos y las bandas de socialrevolucionarios y guardias blancos fueron desalojados de Kazán, Simbirsk y Samara y arrojados a los Urales. La sublevación del guardia blanco Savinkov en Yaroslavl, organizada por el jefe de la Misión inglesa en Moscú, Lockhart, fue aplastada y Lockhart detenido. Los socialrevolucionarios, que habían asesinado a los camaradas Uritski y Volodarski y perpetrado el atentado criminal contra la vida de Lenin, fueron sometidos al terror rojo en respuesta al terror blanco desencadenado por ellos contra los bolsheviques, siendo aplastados en todos los puntos más a menos importantes de la Rusia central.
En estos combates contra los enemigos se templó y se hizo fuerte y vigoroso el joven Ejército Rojo.
Los comisarios comunistas que actuaron durante este periodo en el Ejército Rojo desempeñaron un papel decisivo en la obra de fortalecimiento del Ejército, en la obra de su educación política, en la obra de reforzamiento de su capacidad combativa y de su disciplina.
Pero el Partido bolshevique comprendía que esto éxitos del Ejército Rojo no resolvían el problema, que no eran más que los éxitos iniciales. Comprendía que le aguardaban nuevos combates, aun más encarnizados, y que el país sólo podría recobrar las regiones perdidas, que eran sus fuentes de abastecimiento de materias primas y de combustible, a fuerza de una larga y dura lucha contra sus enemigos. Por eso, los bolsheviques comenzaron a prepararse intensivamente para una larga guerra y decidieron poner a toda la retaguardia al servicio del frente. El Gobierno Soviético implantó el comunismo de guerra. El Poder de los Soviets puso bajo su control, además de la gran industria, la industria pequeña y mediana, con el fin de acumular los artículos de primera necesidad para abastecer de ellos al ejército y al campo. Implantó el monopolio del comercio del trigo, prohibió el comercio privado de cereales e introdujo el sistema de la contingentación de productos agrícolas, con objeto de movilizar todo el sobrante de los productos recolectados por los campesinos, formar un stock de trigo y abastecer de víveres al Ejército y a los obreros. Finalmente, implantó el trabajo obligatorio, extensivo a todas las clases de la población. Esta incorporación de la burguesía al trabajo físico obligatorio permitía utilizar a los obreros para otros trabajos más importantes con vistas al frente, y con ella el Partido ponía en práctica el principio de "el que no trabaja, no come".
Todo este sistema de medidas impuestas por las condiciones extraordinariamente difíciles en que había que organizar la defensa del país, tenía carácter provisional y se englobaba bajo el nombre de comunismo de guerra.
El país se preparaba para una larga y dura guerra civil contra los enemigos exteriores e interiores del Poder Soviético. A fines del año 1918, hubo necesidad de triplicar el contingente del ejército. Este ejército exigía que se acumulasen los medios necesarios para abastecerlo.
He aquí cómo se expresaba Lenin, por aquellos días:
"Hemos decidido tener un ejército de un millón de hombres para la primavera; ahora, necesitamos un ejército de tres millones de hombres. Podemos tener este ejército y lo tendremos".
2. Derrota militar de Alemania. - La revolución alemana. - Fundación de la Tercera Internacional. - El VIII Congreso del Partido.
Mientras el País Soviético se preparaba para nuevos combates contra los intervencionistas extranjeros, en el Occidente, en la retaguardia y en los frentes de los países beligerantes, producíanse acontecimiento decisivos. Alemania y Austria iban quedándose exhaustas entre los tormentos de la guerra y de la crisis de subsistencias. Mientras Inglaterra, Francia y los Estados Unidos movilizaban nuevos y nuevas reservas, Alemania y Austria estrujaron las últimas y exiguas reservas de que podían disponer. Tal como estaba la cosa, Alemania y Austria, agotadas hasta más no poder, tenían que ser derrotadas sin tardanza.
Entretanto, iba fermentando dentro de estos países la indignación del pueblo contra aquella guerra interminable y aniquiladora y contra los gobiernos imperialistas de estos países que habían llevado al pueblo al agotamiento y al hambre. También aquí se revelaba la formidable influencia revolucionaria de la Revolución de Octubre, de actos de confraternización entre los soldados soviéticos y los soldados austro-alemanes en el frente ya antes de la paz de Brest-Litovsk y, después de ésta, la influencia de la misma cesación de la guerra contra la Rusia Soviética y de la paz concertada con ella. El ejemplo de Rusia, donde el pueblo había logrado poner fin a la guerra mediante el derrocamiento de su gobierno imperialista, no podía menos de servir de enseñanza a los obreros austro-alemanes. Y los soldados alemanes del frente oriental que habían sido desplazados al frente occidental, después de la paz de Brest, tenían forzosamente que contribuir a descomponer el ejército alemán, destacado allí con sus relatos acerca de los actos de confraternización con los soldados soviéticos y acerca del modo cómo éstos habían sabido desembarazarse de la guerra. En cuanto al ejército austriaco, había comenzado a descomponerse ya antes que el alemán, como resultado de las mismas causas.
Todas estas circunstancias contribuyeron a acrecentar en las tropas alemanas el anhelo de paz, a hacer que no diesen ya pruebas de la misma combatividad de antes y a que comenzasen a retroceder ante el empuje de las tropas de la Entente; en el interior de Alemania, estalló, en noviembre de 1918, la revolución, derribando al káiser y a su gobierno.
Alemania vióse obligada a reconocer su derrota y a pedir la paz a la Entente.
De este modo, Alemania, potencia de primer rango, quedaba reducida de pronto a la situación de una potencia de segundo orden.
Desde el punto de vista de la situación del Poder Soviético, este hecho ejerció cierta influencia negativa, ya que convertía a los Estados de la Entente, organizadores de la intervención contra el Poder Soviético, en la fuerza dominante de Europa y Asia, dándoles la posibilidad de acentuar la intervención y de organizar el bloqueo del País Soviético, apretando todavía más las mallas en torno al Poder de los Soviets. Y esto fue, en efecto, lo que ocurrió, como veremos adelante. Pero, por otra parte, tenía una importancia positiva aun más considerable, ya que venía a aliviar radicalmente la situación del país de los Soviets. En primer lugar, daba al Poder Soviético la posibilidad de anular el tratado bandidesco de paz de Brest-Litovsk, de poner fin a los pagos que le habían sido impuestos a título de indemnizaciones y de desplegar una lucha abierta, en el terreno militar y político, por liberar a Estonia, a Letonia, a Bielorrusia, Lituania, Ucrania y Transcaucasia del yugo del imperialismo alemán. En segundo lugar -y esto era lo más importante-, la existencia en el centro de Europa, en Alemania, de un régimen republicano y de Soviets de diputados obreros y soldados, tenía necesariamente que repercutir de un modo revolucionario, como en efecto repercutió, en los países de Europa, circunstancia que no podía dejar de fortalecer la situación del Poder Soviético en Rusia. Es cierto que la revolución alemana no era una revolución socialista, sino una revolución burguesa, y que los Soviets en Alemania servían de dócil instrumento al Parlamento de la burguesía, ya que su dirección estaba en manos de los socialdemócratas, que eran oportunistas de la calaña de los mensheviques rusos, circunstancia que explica, especialmente, la debilidad de aquella revolución. Cuán débil era la revolución en Alemania lo demuestra un solo hecho: el que permitiese que fuesen impunemente asesinados por los guardias blancos alemanes unos revolucionarios tan prestigiosos como Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht. Pero, con todo, era una revolución; el káiser había sido derribado del trono; los obreros rompieron sus cadenas y, aunque no se hubiese conseguido otra cosa, esto tenía necesariamente que fomentar la revolución en el Occidente, no podía dejar de provocar el auge de la revolución en los países europeos.
La revolución comenzó a avanzar en Europa. En Austria, venía desarrollándose el movimiento revolucionario. En Hungría, fue proclamada la República de los Soviets. La oleada revolucionaria hizo aparecer a los Partidos Comunistas en Europa.
Esto creó una base real para la unificación de los Partidos Comunistas en la Tercera Internacional, en la Internacional Comunista.
En marzo de 1919, en Moscú, en el primer Congreso de los Partidos Comunistas de varios países, a iniciativa de Lenin y de los bolsheviques, fue fundada la Internacional Comunista. Y aunque el bloqueo y las persecuciones de los imperialistas impidieron a muchos delegados llegar a Moscú, tomaron parte en este primer Congreso representantes de los más importantes países de Europa y América. El Congreso fue dirigido por Lenin.
En su informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, Lenin puso de manifiesto la significación del Poder Soviético, como la auténtica democracia para los trabajadores. El Congreso aprobó el Manifiesto dirigido al proletariado internacional, en el que se hacía un llamamiento a la lucha resuelta por la dictadura del proletariado y por el triunfo de los Soviets en todos los países.
En este Congreso se eligió el Comité Ejecutivo de la Comintern (C.E. de la I.C.), órgano ejecutivo de la Tercera Internacional o Internacional Comunista.
Así fue fundada esta organización proletaria revolucionaria internacional de nuevo tipo, la Internacional Comunista, la Internacional marxista-leninista.
En una situación formada por circunstancia contradictorias, en la que se reforzaba el bloque reaccionario de Estados de la Entente contra el Poder Soviético, de una parte, y, de otra, se acentuaba el auge revolucionario en Europa, principalmente en los países que habían salido derrotados de la guerra, circunstancia que aliviaba considerablemente la situación del País Soviético, se reunió, en marzo de 1919, el VIII Congreso del Partido bolshevique.
En este Congreso tomaron parte 301 delegados con voz y voto, representando a 313.766 afiliados. Había, además, 102 delegados con voz, pero sin derecho a votar.
Lenin consagró las primeras palabras de su discurso de apertura a la memoria de I. M. Sverdlov, uno de los mejores organizadores del Partido bolshevique, muerto en vísperas de la apertura del Congreso.
En este Congreso fue aprobado el nuevo programa del Partido. En él se define lo que es el capitalismo y su fase culminante, el imperialismo. Se comparan los dos sistemas de Estado: el sistema de la democracia burguesa y el sistema soviético. Se señalan minuciosamente las tareas concretas del Partido en su lucha por el socialismo: llevar hasta el final la expropiación de la burguesía, organizar la Economía del país con arreglo a un plan socialista único, hacer que los sindicatos intervengan en la organización de la Economía nacional, implantar la disciplina socialista del trabajo, utilizar a los técnicos en la Economía Nacional bajo el control de los órganos soviéticos, incorporar gradualmente, y con arreglo a un plan, a los campesinos medios a la labor de la edificación socialista.
El VIII Congreso aprobó la propuesta de Lenin de incluir en el programa, a la par que la definición del imperialismo como etapa culminante del capitalismo, la descripción del capitalismo industrial y del régimen de producción simple de mercancías, que figuraba en el viejo programa aprobado ya en el II Congreso del Partido. Lenin consideraba necesario que fuese tenida en cuenta, en el programa, la complejidad de la Economía rusa y se señalase la existencia, en el país, de diversas formaciones económicas, incluyendo entre ellas el régimen de pequeña propiedad de mercancías, cuyo exponente era el campesino medio. Por eso, al discutirse el programa, intervino enérgicamente contra las ideas antibolsheviques de Bujarin, que proponía eliminar de él los puntos en que se hablaba del capitalismo, de la pequeña producción de mercancías y del régimen económico del campesino medio. Las ideas de Bujarin representaban la negación menshevique-trotskista de la importancia del campesino medio para la edificación soviética. Al mismo tiempo, Bujarin esfumaba el hecho de que era el régimen de pequeña producción de mercancías de los campesinos el que engendra y fomenta el desarrollo de los elementos "kulaks".
Lenin salió también al paso de las ideas antibolsheviques de Bujarin y Piatakov sobre el problema nacional. Estos manifestáronse en contra de que se incluyese en el programa el punto en que se reconoce el derecho de autodeterminación de las naciones y se pronunciaron contra la igualdad de derechos de los pueblos, bajo el pretexto de que esta consigna estorbaba, según ellos, al triunfo de la revolución proletaria y entorpecía la unificación de los proletarios de diversas nacionalidades. Lenin echó por tierra estas funestísimas concepciones absorbentes y chovinistas de Bujarin y Piatakov.
En los trabajos del VIII Congreso del Partido, ocupó un lugar importante el problema de la actitud que debía adoptarse ante los campesinos medios. Como resultado del célebre decreto sobre la tierra, la aldea se convertía cada vez más en aldea de campesinos medios. Ahora, éstos formaban la mayoría dentro de la población campesina. El estado de espíritu y la conducta de los campesinos medios, vacilantes entre la burguesía y el proletariado, tenían una importancia grandísima para la suerte de la guerra civil y de la edificación socialista. El desenlace de la guerra civil dependía, en buena parte, del lado a que se inclinase el campesino medio, de la clase que supiese atraérselo, de que esta clase fuese el proletariado o la burguesía. Si los checoslovacos, los guardias blancos, los kulaks, los socialrevolucionarios y los mensheviques lograron derribar el Poder Soviético en la región del Volga, en el verano de 1918, fue porque contaron con el apoyo de una parte considerable de los campesinos medios. Y lo mismo ocurrió en las sublevaciones organizadas por los kulaks en la Rusia central. Pero, a partir de otoño de 1918, el estado de espíritu de las masas de campesinos medios comenzó a orientarse resueltamente hacia el Poder Soviético. Los campesinos veían que el triunfo de los blancos conducía a la restauración del poder de los terratenientes, con su secuela de despojos de tierras, saqueos, torturas y apaleamientos de campesinos. A este cambio operado en cuanto al modo de pensar de los campesinos contribuyó también la actuación de los Comités de campesinos pobres, que aplastó a los kulaks. En relación con esto, Lenin lanzó, en noviembre de 1918, esta consigna:
"Saber llegar a un acuerdo con los campesinos medios, sin cejar ni un minuto en la lucha contra los kulaks y tomando como sólido punto de apoyo solamente a los campesinos pobres" (Lenin, t. XXIII, pág. 294, ed. rusa).
Cierto es que las vacilaciones existentes entre los campesinos medios no cesaron totalmente, pero este sector de la población campesina se acercó más al Poder Soviético y comenzó a prestarle un apoyo más firme. A ello contribuyó, en buena parte, la política con respecto al campesino medio trazada en el VIII Congreso del Partido.
El VIII Congreso marcó un viraje en la política del Partido con respecto a los campesinos medios. En el informe de Lenin y en los acuerdos del Congreso, se señaló la nueva línea del Partido ante este problema. El Congreso exigió que las organizaciones del Partido y todos los comunistas estableciesen una rigurosa diferencia y separación entre los campesinos medios y los kulaks, tratando de atraer a los primeros al lado de la clase obrera mediante una política de atención solícita a sus necesidades. Había que lucha con el atraso de los campesinos medios por el método de la persuasión, pero en modo alguno con medidas de coacción y de violencia. Por eso, el Congreso trazó la norma de que, al implantar medidas socialistas en el campo (al crear las comunas y los artels agrícolas), no se permitiese la coacción. Siempre que resultasen afectados los intereses vitales de los campesinos medios, era necesario llegar a un acuerdo práctico con ellos y hacerles concesiones en cuanto a la fijación de los métodos de implantación de transformaciones socialistas. El Congreso acordó aplicar una política de una alianza sólida con los campesinos medios, pero manteniendo dentro de ella el papel dirigente del proletariado.
La nueva política de relaciones con los campesinos medios, preconizada por Lenin en el VIII Congreso, exigía que el proletariado se apoyase en los campesinos medios, mantuviese una sólida alianza con los campesinos medios y que luchase contra los kulaks. Hasta el VIII Congreso, el Partido había seguido, en general, la política de neutralizar a los campesinos medios. Es decir, que su objetivo era conseguir que el campesino medio no se pusiese del lado del kulak, del lado de la burguesía, en general. Pero ahora, esto ya no bastaba. El VIII Congreso pasó de la política de neutralización del campesino medio a la política de una sólida alianza con él para luchar contra la intervención de los guardias blancos y de las tropas extranjeras, así como para la construcción victoriosa del socialismo.
La línea trazada por el VIII Congreso respecto a la actitud que debía seguirse con las grandes masas campesinas, con los campesinos medios, tuvo una importancia decisiva en cuanto al desenlace victorioso de la guerra civil contra la intervención extranjera y los guardias blancos que le servían de auxiliares. En el otoño de 1919, cuando tuvieron que elegir entre el Poder Soviético y Denikin, los campesinos apoyaron a los Soviets, y la dictadura proletaria derrotó a su más peligroso enemigo.
En el VIII Congreso se planteó también, con caracteres especiales, el problema de la organización del Ejército Rojo. En este Congreso, se destacó la llamada "oposición militar", en la que aparecían encuadrados no pocos de los antiguos "comunistas de izquierda". Pero justamente con estos representantes del "comunismo de izquierda", ya liquidado, la "oposición militar" englobaba a militantes del Partido que jamás habían formado parte de ninguna oposición, pero que estaban descontentos con la dirección que Trotski daba al ejército. La mayoría de los delegados militares estaban marcadamente en contra de Trotski, en contra de su admiración por los técnicos militares procedentes del viejo ejército zarista, una parte de los cuales traicionó abiertamente al Poder Soviético en la guerra civil, en contra de la actitud arrogante y hostil de Trotski para con los viejos cuadros bolsheviques dentro del ejército. En el Congreso se adujeron ejemplos de la "práctica" con que Trotski había intentado fusilar a toda una serie de comunistas que ocupaban puestos responsables en el frente y que no le agradaban a él, haciendo con ello el juego al enemigo, y en que, sólo gracias a la intervención del Comité Central y a las protestas de los militantes activos del frente, se había conseguido evitar la muerte de estos camaradas.
Sin embargo, aunque luchando en contra del falseamiento de la política militar del Partido por Trotski, la "oposición militar" defendía concepciones falsas respecto a una serie de problemas de la organización del Ejército. Lenin y Stalin intervinieron resueltamente en contra de la "oposición militar", que defendía las supervivencias de las guerrillas dentro del Ejército y luchaba contra la creación de un Ejército Rojo regular, contra el empleo de los técnicos militares, contra esa disciplina férrea, sin la cual no puede existir un verdadero ejército. Saliendo al paso de la "oposición militar", el camarada Stalin exigía la creación de un ejército regular, penetrado del espíritu de la más severa disciplina.
"O creamos -decía el camarada Stalin- un verdadero ejército obrero-campesino, y predominantemente campesino, un ejército rigurosamente disciplinado y defenderemos la República, o pereceremos".
Pero al mismo tiempo que desechaba una serie de propuestas de la "oposición militar", el Congreso asestó un golpe contra Trotski, exigiendo que se mejorase la actuación de los organismos militares centrales y se reforzase el papel de los comunistas dentro del Ejército.
Como resultado de la labor de la comisión militar nombrada por el Congreso, se logró que en éste recayese un acuerdo unánime sobre el problema militar.
Los acuerdos del VIII Congreso sobre el problema militar sirvieron para fortalecer al Ejército Rojo y estrechar todavía más sus lazos con el Partido.
El Congreso examinó, además, el problema de la organización del Partido y de los Soviets, el problema del papel dirigente del Partido en la actuación de los Soviets. En la discusión de este problema, el Congreso hubo de rechazar la posición del grupo oportunista Sapronov-Osinski, que negaba el papel dirigente del Partido en la actuación de los Soviets.
Finalmente, en relación con la enorme afluencia de nuevos afiliados, el Congreso acordó mejorar la composición social del Partido y revisar los ingresos.
Era el paso hacia la primera depuración de las filas del Partido.
3. Recrudece la intervención. - Bloqueo del País Soviético. - Campaña de Kolchak y su aplastamiento. - Campaña de Denikin y su aplastamiento. - Una tregua de tres meses. - El IX Congreso del Partido.
Después de derrotar a Alemania y a Austria, los Estados de la Entente decidieron lanzar grandes efectivos militares contra el País Soviético. Al retirarse las tropas alemanas, después de su derrota, de Ucrania y de Transcaucasia, vinieron a ocupar su puesto los anglofranceses, que enviaron su escuadra al Mar Negro y desembarcaron sus tropas en Odesa y en Transcaucasia. La conducta seguida por los intervencionistas de la Entente, en los territorios ocupados por ellos, era tan bestial, que llegaba a suprimir por las armas a grupos enteros de obreros y campesinos. Después de ocupar el Turquestán, el salvajismo de los invasores les llevó a apresar y conducir al Transcaspio a 26 dirigentes bolsheviques de Bakú, los camaradas Shaumián, Fioletov, Dzhaparidse, Malyguin, Asisbekov, Korganov y otros, asesinándoles bestialmente, con ayuda de los socialrevolucionarios.
Algún tiempo después, los intervencionistas declararon el bloqueo de Rusia. Quedaron cortadas todas las comunicaciones marítimas y de otro género con el mundo exterior.
Con ello, el País Soviético veíase cercado casi por todas partes.
La Entente cifraba sus principales esperanzas, por aquel entonces, en el almirante Kolchak, puesto por ella en Siberia, en Omsk. Kolchak fue proclamado "regente supremo de Rusia". Toda la contrarrevolución rusa se hallaba bajo su mando.
El frente oriental pasó a ser, por tanto, el frente principal de la guerra civil.
En la primavera de 1919, Kolchak, después de reunir un formidable ejército, se acercó casi hasta el Volga. Fueron lanzadas contra él las mejores fuerzas bolsheviques; los jóvenes comunistas y los obreros fueron movilizados. En abril de 1919, el Ejército Rojo infligió a Kolchak una seria derrota. Las tropas de Kolchak no tardaron en empezar a replegarse en todo el frente.
En el momento en que las operaciones ofensivas del Ejército Rojo en el frente oriental estaban en su apogeo, Trotski propuso un plan sospechoso: detenerse delante de los Urales, cesar en la persecución de los kolchakistas y lanzar las tropas desde el frente oriental al frente Sur. El C.C. del Partido, comprendiendo perfectamente bien que no era posible dejar los Urales y Siberia en manos de Kolchak, donde, con ayuda de los japoneses y de los ingleses, podría rehacerse y ponerse de nuevo en pie, rechazó aquel plan y dio instrucciones para proseguir la ofensiva. Trotski, desconforme con estas instrucciones, pidió que se le relevase de su puesto; pero el C.C. se negó a ello, obligándole, al mismo tiempo, a dejar de intervenir en la dirección de las operaciones del frente oriental. La ofensiva del Ejército Rojo contra Kolchak siguió desarrollándose con nuevo brío. El Ejército Rojo infligió a Kolchak una serie de nuevas derrotas y limpió de blancos los Urales y Siberia, donde el Ejército Rojo se hallaba apoyado por un potente movimiento de guerrilleros organizado en la retaguardia de los blancos.
En el verano de 1919, los imperialistas asignaron al general Yudenich, que se hallaba a la cabeza de la contrarrevolución en el frente noroeste (en la región del Báltico, cerca de Petrogrado), la misión de distraer al Ejército Rojo del frente oriental por medio de una ataque sobre Petrogrado. La guarnición de dos de los fuertes que defendían esta capital, trabajada por la agitación contrarrevolucionaria de los oficiales blancos, se sublevó contra el Poder Soviético, y en el Estado Mayor del frente fue descubierto un complot contrarrevolucionario. El enemigo amenazaba a Petrogrado. Pero gracias a las medidas tomadas por el Poder Soviético con ayuda de los obreros y de los marinos, los fuertes amotinados fueron limpiados de blancos, las tropas de Yudenich derrotadas y su caudillo, arrojado a Estonia.
La derrota de Yudenich cerca de Petrogrado facilitó la lucha contra Kolchak. A fines de 1919, su ejército quedó definitivamente deshecho. Kolchak fue detenido y fusilado en Irkutsk, en ejecución de la sentencia dictada por el Comité Revolucionario.
Kolchak había sido, pues, liquidado.
En Siberia, corría en boca del pueblo esta copla burlesca sobre Kolchak:
"Uniforme inglés,
Correaje francés,
Tabaco japonés,
de Omsk el amo es.
El uniforme se ha gastado.
El correaje se ha chafado,
El tabaco se ha fumado,
Y el amo de Omsk se ha acabado".
En vista de que Kolchak había defraudado las esperanzas cifradas en él, los intervencionistas cambiaron su plan de agresión contra la República de los Soviets. Las tropas desembarcadas en Odesa debieron volver de nuevo a bordo de sus barcos, pues el contacto con las tropas de la República Soviética les contagiaba el espíritu revolucionario y ya comenzaban a sublevarse contra sus opresores imperialistas. Así, por ejemplo, en Odesa se sublevaron los marinos franceses, bajo la dirección de André Marty. Todo esto contribuyó a que, después de aplastado Kolchak, la Entente concentrase la tención en el general Denikin, compañero de armas de Kornilov y organizador del "ejército voluntario". Denikin operaba contra el Poder Soviético, por aquel entonces, en el sur, en la región de Kubán. La Entente pertrechó a su ejército con una gran cantidad de armas y municiones y lo puso en marcha hacia el Norte contra el Poder de los Soviets.
Por tanto, el frente Sur pasaba a ser el frente principal de la guerra civil.
Denikin comenzó su gran campaña contra el Poder Soviético en el verano de 1919. Trotski echó por tierra el trabajo realizado en el frente sur, y las tropas soviéticas sufrieron una derrota tras otra. A mediados de octubre, los blancos eran dueños de toda Ucrania, habían tomado Orel y se acercaban a Tula, que era el centro que abastecía al Ejército Rojo de cartuchos, fusiles y ametralladoras. Los blancos se aproximaban a Moscú. La situación de la República de los Soviets era muy apurada. El Partido dio el grito de alarma y llamó al pueblo a al resistencia. Lenin lanzó la consigna de "¡Todos a lucha contra Denikin!". Los obreros y los campesinos, respondiendo a la inspiración de los bolsheviques, pusieron en tensión todas sus fuerzas para aplastar al enemigo.
Con objeto de organizar el aplastamiento de Denikin, el Comité Central del Partido envió al frente Sur a los camaradas Stalin, Voroshilov, Ordzhonikidse y Budiony. Trotski fue separado de la dirección de las operaciones del Ejército Rojo en el Sur. Antes de la llegada del camarada Stalin, el mando del frente Sur, de acuerdo con Trotski, había preparado un plan, según el cual el ataque principal contra Denikin se haría desde Tsaritsin sobre Novorosisk, a través de las estepas del Don, donde el Ejército Rojo habría tenido que marchar por un terreno completamente impracticable y atravesar regiones pobladas de cosacos, una parte considerable de los cuales se hallaba, por entonces, bajo la influencia de los guardias blancos. El camarada Stalin sometió este plan a una crítica tajante y propuso al Comité Central otro concebido por él para aplastar a Denikin, en que el ataque principal seguiría la línea Jarkov-Cuenca del Donetz-Rostov. Este plan aseguraba una marcha rápida de las tropas del Ejército Rojo contra Denikin, pues en él se preveía el paso del Ejército Rojo por regiones obreras y campesinas, es decir, por territorios en que la población simpatizaba manifiestamente con las tropas soviéticas. Además, la rica red de ferrocarriles con que contaba esta región permitía abastecer al Ejército Rojo con regularidad de todos los elementos necesarios. Finalmente, este plan ofrecía la posibilidad de liberar la Cuenca del Donetz, asegurando para el país al aprovisionamiento de combustible.
El Comité Central aprobó el plan del camarada Stalin. En la segunda quincena de octubre de 1919, después de una encarnizada resistencia, Denikin fue derrotado por el Ejército Rojo en los combates decisivos que se libraron cerca de Orel y de Voronezh. Denikin comenzó a replegarse a toda prisa, y luego se dirigió precipitadamente hacia el Sur, perseguido por las tropas soviéticas. A comienzo de 1920, habían sido rescatados del poder de los blancos toda Ucrania y el Cáucaso Norte.
Mientras se libraban aquellos combates decisivos en el frente Sur, los imperialistas volvieron a lanzar el cuerpo de ejército de Yudenich sobre Petrogrado, con el fin de distraer del frente Sur fuerzas del Ejército Rojo y de aliviar la situación de las tropas de Denikin. Los blancos llegaron hasta las mismas puertas de Petrogrado. El heroico proletariado de la capital formó con sus pechos una muralla para defender la primera ciudad de la revolución. Los comunistas lucharon, como siempre, en primera línea. Después de furiosos combates, los blancos fueron derrotados y arrojados de nuevo al otro lado de las fronteras de Rusia, a Estonia.
También Denikin fue, pues, liquidado.
Después del aplastamiento de Kolchak y Denikin, sobrevino una tregua de corta duración.
Cuando los imperialistas vieron que las tropas de los guardias blancos eran destrozadas, que la intervención armada fracasaba, que el Poder Soviético se afianzaba en todo el país y que en la Europa occidental iba en aumento la indignación de los obreros ante la guerra de los intervencionistas contra la República de los Soviets, comenzaron a cambiar de actitud ante el Estado Soviético. En enero de 1920, Inglaterra, Francia e Italia decidieron levantar el bloqueo de la Rusia Soviética.
Era ésta una brecha importantísima, que se abría en el muro de la intervención.
Esto no quería decir, naturalmente, que el Estado Soviético pudiese dar ya por terminadas la intervención y la guerra civil. Aun había el peligro de que la Polonia imperialista se lanzase a un ataque. Los intervencionistas no habían sido expulsados aún definitivamente del Extremo Oriente, de Transcaucasia ni de Crimea. No obstante, el país de los Soviets obtenía una tregua pasajera, de la que podía aprovecharse para concentrara fuerzas mayores en la obra de la edificación económica. El Partido pudo ocuparse de los problemas relacionados con la Economía nacional.
Durante la guerra civil, abandonaron la producción muchos obreros calificados, por la paralización de fábricas y talleres. Ahora, el Partido reintegraba a la producción a estos obreros calificados para que trabajasen en sus especialidades. Fueron movilizados unos cuantos millares de comunistas para la restauración de los transportes, cuya situación era muy difícil. Sin restaurar los transportes, no cabía pensar seriamente en restaurar las ramas fundamentales de la industria. Se reforzó y se mejoró también el abastecimiento. Se comenzó a trazar un plan de electrificación del país. Hallábanse bajo las armas cinco millones de combatientes del Ejército Rojo, que no era posible licenciar, puesto que subsistía el peligro de guerra. Por eso, algunas unidades del Ejército Rojo fueron convertidas en un Ejército de trabajo, utilizándoselas en el terreno de la edificación económica. El Consejo de la Defensa obrera y campesina se transformó en el Consejo del Trabajo y de la defensa (S. T. O.). Para auxiliarle, se creó la Comisión del Plan de Estado (Gosplan).
Tal era la situación existente a fines de marzo de 1920, al reunirse el IX Congreso del Partido.
Tomaron parte en este Congreso 554 delegados con voz y voto, representando a 611.978 afiliados al Partido. Asistieron a él, además, 162 delegados con voz, pero sin voto.
El Congreso determinó las tareas económicas más urgentes del país en materia de transportes y de industria, señalando especialmente la necesidad de que los sindicatos tomasen parte en la edificación económica.
Este Congreso consagró una atención especial al problema de la formación de un plan económico de conjunto, encaminado a poner de nuevo en marcha, en primer lugar, el transporte, el combustible y la metalurgia. El eje de este plan era el problema de la electrificación de toda la Economía nacional, que Lenin destacó como "un gran programa para 10 ó 20 años". Sobre estas bases había de trazarse, más tarde, el célebre plan GOELRO (plan de electrificación del país), que hoy se halla ya muy superado.
El Congreso salió al paso del grupo del "centralismo democrático", grupo contrario al Partido, que se manifestaba en contra del principio de la dirección y la responsabilidad individuales en las empresas industriales y defendía el sistema de la dirección "colectiva" ilimitada y la irresponsabilidad en la industria. Llevaban la voz cantante de este grupo antibolshevique Sapronov, Osinski y V. Smirnov. En el Congreso les secundaron Rykov y Tomski.
4. Agresión de los "panis" polacos contra el País Soviético. - Salida del general Wrangel. - Fracaso del plan de los polacos. - Aplastamiento de Wrangel. - Fin de la intervención armada
A pesar del aplastamiento de Kolchak y Denikin, a pesar de que el País Soviético veía ensancharse cada vez más su territorio, rescatando del poder de los blancos y de los intervencionistas la región Norte, el Turquestán, Siberia, el Don, Ucrania, etc., y a pesar de que la Entente se había visto obligada a levantar el bloqueo de Rusia, los Estados de la Entente no querían resignarse a la idea de que el Poder Soviético fuera inexpugnable y quedase vencedor. Decidieron, por tanto, llevar a cabo un nuevo intento de intervención contra el País Soviético. Esta vez, los intervencionistas movilizaron para la empresa, de una parte, a Pilsudski, nacionalista contrarrevolucionario burgués, que era, de hecho, el jefe del Estado polaco, y de otra parte, al general Wrangel, que había reunido en Crimea los restos del ejército de Denikin, amenazando desde allí la cuenca del Donetz y Ucrania.
La Polonia de los "panis" (la nobleza terrateniente polaca) y Wrangel eran, según la expresión de Lenin, los dos brazos del imperialismo internacional que intentaba estrangular al País Soviético.
El plan de los polacos era: ocupar la parte de la Ucrania Soviética situada a la derecha del Dnieper, anexionarse al territorio soviético de Bielorrusia, instaurar en estas regiones el Poder de los "panis" polacos, extender las fronteras del Estado polaco "de mar a mar", es decir, de Danzig a Odesa y, en pago de la ayuda que les prestaría Wrangel, ayudar a éste a destruir el Ejército Rojo y a restaurar en la Rusia Soviética el Poder de los terratenientes y capitalistas.
Este plan había sido aprobado por los Estados de la Entente.
Los intentos del Gobierno Soviético de entrar en negociaciones con Polonia para mantener la paz y atajar la guerra no dieron ningún resultado. Pilsudski no quería hablar de paz. Pilsudski quería la guerra. Especulaba con la idea de que los combatientes del Ejército Rojo, cansados de las campañas de Kolchak y Denikin, serían arrollados por las tropas polacas.
La breve tregua tocaba a su fin.
En abril de 1920, las tropas polacas irrumpieron por la frontera de la Ucrania Soviética y ocuparon la ciudad de Kiev. Al mismo tiempo, Wrangel pasó a la ofensiva y comenzó a amenazar la cuenca del Donetz.
Como réplica al ataque de las tropas polacas, las tropas del Ejército Rojo desplegaron la contraofensiva en todo el frente. Después de rescatar la ciudad de Kiev y de expulsar a los "panis" polacos de Ucrania y de Bielorrusia, los combatientes rojos del frente Sur llegaron, en impetuoso avance, hasta las puertas del Lemberg, en Galitzia, mientras las tropas del frente occidental se acercaban a Varsovia. La derrota total del ejército de los "panis" polacos era inminente.
Pero los manejos sospechosos de Trotski y de sus adeptos en el Estado Mayor Central del Ejército Rojo frustraron los éxitos de éste. La ofensiva de las tropas rojas del frente occidental en dirección a Varsovia se desarrolló -por culpa de Trotski y de Tujachevski- sin organización alguna: no se hizo que las tropas fortificasen las posiciones conquistadas; las unidades que marchaban a la cabeza se alejaron demasiado del resto de las fuerzas; las reservas y las municiones quedaron rezagadas en la retaguardia, con lo cual las unidades destacadas en vanguardia veíanse abandonadas, sin municiones y sin reservas; la línea del frente era interminablemente larga, pudiendo, por tanto, romperse el frente con gran facilidad. Así se explica que, cuando un pequeño grupo de tropas polacas rompió el frente occidental del Ejército Rojo por uno de sus puntos, las tropas rojas, habiendo quedado sin municiones, se vieran obligadas a retirarse. En cuanto a las tropas del frente Sur, que se hallaban a las puertas de Lemberg, donde tenían a los polacos en un aprieto, el triste "presidente del Consejo Revolucionario de Guerra", Trotski, les prohibió que tomasen la ciudad y ordenó que el ejército de caballería, es decir, la principal fuerza del frente Sur, se dirigiese a un punto lejano del frente Noreste, pretextando que se trataba de acudir en socorro del frente occidental, aunque no era difícil comprender que la única y la mejor ayuda que podía prestarse a este frente era la toma de la ciudad de Lemberg. En cambio, el retirar del frente Sur el ejército de caballería, alejándolo de Lemberg, equivalía, de hecho, a hacer extensivo al frente meridional el repliegue de las tropas del Ejército Rojo. Así fue como la orden saboteadora de Trotski impuso a las tropas del Ejército Rojo del frente Sur, con alegría de los "panis" polacos, una retirada inconcebible y absolutamente injustificable.
Con esta maniobra, se acudía, efectivamente, en socorro, pero no de nuestro frente occidental, sino de los "panis" polacos y de la Entente.
Algunos días después, se contuvo la ofensiva de las tropas polacas, y el Ejército Rojo comenzó a prepararse para un nuevo ataque contra los polacos. Pero Polonia, que carecía de fuerzas para proseguir la guerra y que, alarmada, esperaba el contraataque de los rojos, vióse obligada a renunciar a sus ambiciones respecto a la ocupación del territorio ucraniano situado en la orilla derecha del Dnieper y el de Bielorrusia, proponiendo al Gobierno Soviético la paz. El 20 de octubre de 1920, se firmó en Riga el tratado de paz con Polonia, por virtud del cual ésta conservaba el territorio de Galitzia y una parte de Bielorrusia.
Después de concertar la paz con Polonia, la República Soviética decidió terminar con Wrangel. Este había recibido de los ingleses y los franceses nuevos envíos de armas modernísimas: carros blindados, tanques, aviones y municiones en abundancia. Disponía de unidades blancas de choque, formadas, principalmente, por oficiales. Pero no logró movilizar un contingente un poco considerable de campesinos y de cosacos en torno a los desembarcos efectuados por él en el Kubán y en el Don. No obstante, se acercó hasta la misma cuenca del Donetz, amenazando los centros carboníferos del país de los Soviets. La situación del Poder Soviético se complicaba, además, por el hecho de que el Ejército Rojo estaba ya, por aquel entonces, bastante cansado. Las tropas rojas veíanse obligadas a avanzar en condiciones extraordinariamente difíciles, atacando a las tropas de Wrangel y peleando, al mismo tiempo, contra las bandas de los anarquistas de Majnó, que ayudaban al general blanco. Pero, a pesar de que Wrangel tenía en su favor la superioridad de la técnica, a pesar de que las tropas soviéticas carecía de tanques, el Ejército Rojo arrojó a Wrangel a la península de Crimea. En noviembre de 1920, las tropas rojas tomaron las posiciones fortificadas de Perekop, irrumpieron en Crimea, aplastaron a las tropas de Wrangel y rescataron esta península de manos de los guardias blancos y de los intervencionistas. La Crimea pasó a formar parte del territorio soviético.
Con el fracaso de los planos megalómanos de los polacos y el aplastamiento de Wrangel terminó el periodo de la intervención.
A fines de 1920, comenzó a verse libre Transcaucasia del yugo de los nacionalistas burgueses: musavatistas en Azerbaidzhan, nacional-mensheviques en Georgia y dashnakes en Armenia. El Poder Soviético triunfó en Azerbaidzhan, Armenia y Georgia.
Pero con esto no había terminado aún completamente la intervención. La intervención armada de los japoneses en el Extremo Oriente siguió hasta 1922. Además, hubo varios intentos nuevos encaminados a organizar otra intervención (tales como los del atamán Semionov y el barón de Ungern, en Oriente, y la intervención blanco-finlandesa en Carelia, en 1921). Pero los principales enemigos del País Soviético, las fuerzas fundamentales de la intervención, quedaron ya destruidas a fines de 1920.
La guerra de los intervencionistas extranjeros y de los guardias blancos rusos contra el País Soviético terminó con el triunfo de los Soviets.
La República Soviética supo defender su libertad y su independencia como Estado.
Así terminaron la intervención armada extranjera y la guerra civil.
Fue éste un triunfo histórico del Poder Soviético.
5. Cómo y por qué venció el País Soviético a las fuerzas coaligadas de la intervención anglo-franco-japonesa-polaca y de la contrarrevolución de los burgueses, terratenientes y guardias blancos dentro de Rusia.
Si se toma cualquiera de los grandes periódicos europeos o americanos de la época de la intervención, se comprobará fácilmente que ningún escritor militar o civil un poco destacado, ningún conocedor de las cosas de la guerra, creía en el triunfo del Poder Soviético. Por el contrario, todos los escritores de prestigio, todos los conocedores de los asuntos de la guerra, todos los historiadores de las revoluciones de todos los países y pueblos, todos los llamados hombres de ciencia gritaban a coro que los días del Poder Soviético estaban contados, que la derrota del Poder Soviético era inevitable.
Les inspiraba esta seguridad en el triunfo de los intervencionistas el hecho de que el País Soviético no contaba aún con un Ejército Rojo organizado, de que tenía que crearlo sobre la marcha, por decirlo así, mientras que los intervencionistas y los guardias blancos disponían de un ejército más o menos preparado.
Se la inspiraba, asimismo, el hecho de que el Ejército Rojo no contaba con cuadros militares expertos, ya que la mayoría de los mandos se habían pasado al campo de la contrarrevolución, mientras que los intervencionistas y los guardias blancos poseían buenos cuadros militares.
Se la inspiraba, además, el hecho de que el Ejército Rojo disponía de pocas y de malas armas y municiones, a consecuencia del atraso de la industria de guerra de Rusia y de la imposibilidad de recibirlas de otros países, puesto que el bloqueo la tenía acordonada, mientras que el ejército de los intervencionistas y los guardias blancos estaba abundantemente pertrechado y continuaría pertrechándose con armas, municiones y equipos de primera clase.
Se la inspiraba, finalmente, el hecho de que el ejército de los intervencionistas y de los guardias blancos ocupaba, por aquel entonces, las regiones más ricas en víveres de Rusia, mientras que el Ejército Rojo carecía de estas bases y se hallaba mal abastecido.
Y es cierto que en las unidades del Ejército Rojo se daban todas estas deficiencias y penurias.
En este respecto, pero sólo en éste, tenían absoluta razón los señores intervencionistas.
¿Cómo, siendo así, podremos explicarnos que el Ejército Rojo, sobre el que pesaban desventajas tan considerables, derrotara al ejército de los intervencionistas y de los guardias blancos, libre de ellas?
1.- El Ejército Rojo venció, porque la política del Poder Soviético, en nombre de la cual combatía, era una política acertada, la política que correspondía a los intereses del pueblo; porque el pueblo sentía y comprendía esta política como acertada, como su política propia, y la apoyaba hasta el fin.
Los bolsheviques sabían que un ejército, que lucha en nombre de una política falsa, de una política que no cuenta con el apoyo del pueblo, no puede vencer. Y eso era lo que ocurría al ejército de los intervencionistas y de los guardias blancos. Este ejército contaba con todo: con mandos antiguos y expertos, con un armamento de primera clase, con municiones, con equipos, con provisiones. Sólo le faltaba una cosa: el apoyo y la simpatía de los pueblos de Rusia, que no querían, ni podían apoyar la política contraria al pueblo de los intervencionistas y de los guardias blancos erigidos en "gobernantes". Por eso, el ejército de los intervencionistas y de los guardias blancos salió derrotado.
2.- El Ejército Rojo venció, porque era un ejército abnegado y fiel sin reservas a su pueblo, por cuya razón éste le quería y le apoyaba, como a un ejército de su propia sangre. El Ejército Rojo es hijo del pueblo, y un ejército como éste, fiel a su pueblo como el hijo fiel lo es a su madre, cuenta siempre con el apoyo del pueblo y tiene necesariamente que vencer. En cambio, el ejército que va en contra del pueblo, forzosamente tiene que salir derrotado.
3.- El Ejército Rojo venció, porque el Poder Soviético supo poner en pie toda la retaguardia, todo el país al servicio de los intereses del frente. Un ejército sin una retaguardia fuerte, que apoye por todos los medios al frente, está condenado a la derrota. Los bolsheviques sabían esto; por eso, convirtieron todo el país en un campamento de guerra, que abastecía al frente de armas, municiones, equipos, provisiones y reservas.
4.- El Ejército Rojo venció: a) porque sus combatientes comprendían los fines y las tareas de la guerra y tenían conciencia de su justeza; b) porque esta conciencia de la justeza de los fines y las tareas de la guerra fortalecían en ellos el espíritu de disciplina y de combatividad; c) porque esto hacía que las masas de combatientes del Ejército Rojo diesen a cada paso, en la lucha contra el enemigo, pruebas de una abnegación maravillosa y de un heroísmo de masas nunca visto.
5.- El Ejército Rojo venció, porque el núcleo dirigente del frente y de la retaguardia del Ejército Rojo era el Partido bolshevique, unido por su cohesión y su disciplina, fuerte por su espíritu revolucionario y por su decisión de afrontar cualquier sacrificio, con tal de que triunfase la causa común, no superado por nadie en cuanto a capacidad para organizar las masas de millones de hombres y dirigirlas certeramente en las situaciones más complicadas.
"Gracias a que el Partido -dice Lenin- estaba alerta, gracias a que el Partido tenía una disciplina severísima, y a que la autoridad del Partido servía de nexo de unión entre todos los departamentos y organismos, y las consignas que daba el C.C. eran seguidas como por un solo hombre por decenas, cientos, millares y, en última instancia, por millones; gracias a que se afrontaban los sacrificios más inauditos; sólo gracias a todo esto pudo realizarse el milagro que se realizó. Sólo gracias a esto, a pesar de la doble, de la triple, de la cuádruple campaña de los imperialistas de la Entente y de los imperialistas del mundo entero, pudimos salir vencedores" (Lenin, t. XXV, pág. 96, ed. rusa).
6.- El Ejército Rojo venció: a) porque supo forjar en sus filas a jefes militares de nuevo tipo, como Frunze, Voroshilov, Budiony y otros; b) porque en sus filas luchaban héroes innatos como Kotovski, Chapaiev, Lasó, Shors, Parjomenko y tantos otros; c) porque la educación política del Ejército Rojo corría a cargo de militantes como Lenin, Stalin, Molotov, Kalinin, Sverdlov, Kaganovich, Ordzhonikidse, Kirov, Kuibyshev, Mikoián, Zhdanov, Andreev, Petrovski, Iaroslavski, Ezhov, Dzerzhinski, Schadienko, Mejlis, Jruschev, Shvernik, Shkiriatov y otros; d) porque el Ejército Rojo tenía en su seno a organizadores y agitadores tan destacados como los comisarios de guerra, que con su actuación supieron cimentar las filas de los combatientes rojos, les inculcaron el espíritu de disciplina y de intrepidez guerrera, cortaban enérgicamente -de un modo rápido e implacable- los actos de traición de algunos mandos y, por el contrario, fortalecían audaz y resueltamente la autoridad y el prestigio de aquellos mandos que, perteneciesen o no al Partido, demostraban su lealtad abnegada al Poder Soviético y revelaban su capacidad para dirigir con mano firme las unidades del Ejército Rojo.
"Sin los comisarios de guerra, no tendríamos Ejército Rojo", decía Lenin.
7.- El Ejército Rojo venció, porque en la retaguardia de los ejércitos de los guardias blancos, en la retaguardia de Kolchak, Denikin, Krasnov y Wrangel, laboraban en la clandestinidad una serie de excelentes bolsheviques, con y sin carnet, que ponían en pie a los obreros y campesinos y los sublevaban contra los intervencionistas y los guardias blancos, que socavaban la retaguardia de los enemigos del Poder Soviético, facilitando con ello los avances del Ejército Rojo. De todos es sabido cómo los guerrilleros de Ucrania, de Siberia, del Extremo Oriente, del Ural, de Bielorrusia y de la región del Volga minaban la retaguardia de los guardias blancos y los intervencionistas, prestando con ello al Ejército Rojo una ayuda inestimable.
8.- El Ejército Rojo venció, porque el País Soviético no estaba solo en la lucha contra la contrarrevolución de los guardias blancos y la intervención extranjera, porque la lucha del Poder Soviético y sus éxitos despertaron la simpatía y se atrajeron la ayuda de los proletarios del mundo entero. Mientras los imperialistas intentaban estrangular a la República Soviética con la intervención y el bloqueo, los obreros de estos mismos países imperialistas estaban al lado de los Soviets y les ayudaban. Su lucha contra los capitalistas de los países enemigos de la República Soviética contribuyó a que los imperialistas se viesen obligados a desistir de la intervención. Los obreros de Inglaterra, de Francia y de otros países intervencionistas organizaban huelgas, se negaban a cargar armas y municiones para los intervencionistas y los generales blancos y creaban "Comités de acción", bajo la consigna de "¡Fuera las manos de Rusia!".
"Tan pronto como la burguesía internacional -decía Lenin- levanta la mano contra nosotros, sus propios obreros le sujetan el brazo" (Obra citada, pág. 405).
RESUMEN
Los terratenientes y capitalistas, derrotados por la Revolución de Octubre, en unión de los generales blancos se confabularon a expensas de los intereses de su patria, con los gobiernos de los países de la Entente para desencadenar una agresión militar conjunta contra al país de los Soviets y derrocar el Poder Soviético. Sobre estas bases se organizó la intervención armada de la Entente y la sublevación de los guardias blancos en la periferia de Rusia, a consecuencia de las cuales el País Soviético quedó aislado de sus centros de aprovisionamiento y de sus bases de materias primas.
La derrota militar de Alemania y la liquidación de la guerra de las dos coaliciones imperialistas de Europa condujeron al fortalecimiento de la Entente y al recrudecimiento de la intervención, creando nuevas dificultades al país de los Soviets.
En cambio, la revolución en Alemania y el movimiento revolucionario iniciado en los países de Europa crearon una situación internacional favorable para el Poder Soviético y aliviaron la situación del país de los Soviets.
El Partido bolshevique puso en pie a los obreros y a los campesinos para la guerra de salvación de la Patria, contra los anexionistas extranjeros y los guardias blancos burgueses y terratenientes. La República Soviética y su Ejército Rojo fueron aplastando una tras otra a todas las criaturas de la Entente: Kolchak, Yudenich, Denikin, Krasnov y Wrangel, y arrojaron de Ucrania y Bielorrusia a otra más, a Pilsudski, rechazando con ello la intervención armada extranjera y limpiando de tropas intervencionistas todo el territorio soviético.
Por tanto, la primera agresión armada del capital internacional contra el país del socialismo terminó con una bancarrota completa de aquel.
Los partidos derrotados por la revolución, los socialrevolucionarios, los mensheviques, los anarquistas, los nacionalistas, apoyaron durante el periodo de la intervención armada a los generales blancos y a los intervencionistas, organizaron complots contrarrevolucionarios contra la República de los Soviets y actos de terrorismo contra los militantes soviéticos. Estos partidos, que antes de la Revolución de Octubre habían llegado a tener cierta influencia entre la clase obrera, durante el periodo de la guerra civil quedaron completamente desenmascarados a los ojos de las masas del pueblo como partidos contrarrevolucionarios.
El periodo de la guerra civil y de la intervención armada marca el hundimiento político de estos partidos y el triunfo definitivo del Partido Comunista en el País Soviético.