A mi amada esposa Maria de Jesús Pastora Rodríguez Terán y a mis cuatro queridos hijos Carlos Ernesto, Yudmila, Patricia y Rene Isaac que vivieron tantos momentos difíciles a consecuencia de la osadía de su padre de participar en la lucha libertaria.
A mis padres que no alcanzaron a ver que su hijo sobrevivió, y que dondequiera que se encuentren sepan que los amé y que aún los conservo en mi corazón.
A mis hermanos de sangre, sobre todo Raúl y a mis hermanos de lucha que cayeron en combate y como un homenaje para ellos y con el reclamo siempre presente de los desaparecidos.
De los desaparecidos nadie sabe dónde están ahora, no tienen tumba, están dispersos de la patria. Nadie sabe dónde enterraron los asesinos estos cuerpos, pero ellos saldrán de la tierra a cobrar la sangre caída en la resurrección del pueblo.
Mi agradecimiento al Doctor Ramón Gil Olivo por su valiosa colaboración en la corrección metodológica del texto. Al Licenciado Luis Fernando Martínez Hernández por su paciencia en la captura de la información vertida en este texto. Al Doctor Ramiro Vázquez por su aliento e impulso para la realización de este trabajo y al Doctor Mario Rivas Souza por la claridad que me dio con sus conocimientos técnicos y científicos forenses.
No son las calles lo que duele sino lo que dejamos en ellas, Un encuentro fortuito que determinó toda nuestra existencia y ya jamás fuimos los mismos, un libro convertido en cenizas abandonado en un baldío, un compañero desangrando herido prófugo sin brújula ni puerta donde entrar para curar las profundas heridas. No son las calles lo que duele, son los muertos nuestros muertos los que no me dejan dormir ni vivir y a veces ni morir. - Enrique Macías Loza. |