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Escrito: En 1940.
Primera edición: En 1940, como parte de la biografía Portrait of Stalin.
Esta edición: Marxists Internet Archive, febrero de 2001
El 21 de diciembre de 1879, en el pueblo de Didi-Lilo, cerca de Tiflis, Ekaterina Dzhugashvili, que era de origen alano, le dio a su marido, Visarión Dzhugashvili, un hijo al que llamaron Iosif, José, y apodaron afectuosamente Sosó. Casi no se sabe nada del padre. De cepa campesina, fue artesano, zapatero; tal vez, bebedor. El niño parece haber sido educado por la madre, que quería que se instruyera. De una escuela provinciana pasó al seminario de Tiflis para volverse sacerdote, pues esta era la única carrera que se ofrecía a los jóvenes del pueblo. Ekaterina Dzhugashvili acabó sus días hace pocos años en el modesto departamento de la antigua residencia de los virreyes del Cáucaso. Se saben muy pocas cosas sobre la infancia y la adolescencia del seminarista. Georgia, pobre y desprovista de medios de comunicación, sufría en aquella época de varios yugos sobrepuestos. La administración rusa trataba a los georgianos como pueblo conquistado, pero se sometían mal, pues eran demasiado orgullosos, demasiado buenos tiradores. Sus propios príncipes, arruinados en su mayoría, eran cazadores, bebedores, aventureros, orgullosos como los hidalgos de la decadencia de España y los maltrataban voluntaria, paternalmente. Vivían en la miseria y la opresión, eran sacudidos por revueltas periódicas y alimentaban su alma con relatos de la resistencia al invasor del norte. Siete años antes que José Dzhugashvili llegase al seminario un rector-arcipreste había sido apuñalado por un seminarista. El ferrocarril de Bakú acababa de llegar a Tiflis; en torno a las primeras industrias mecanizadas nacía un proletariado miserable y fatigado al que los seminaristas, ellos mismos convertidos al socialismo por el Manifiesto comunista de Karl Marx, aportaban con ardor un nuevo ideal. Hagamos notar que el Manifiesto, escrito en Francia a principios del desarrollo industrial de Occidente, podía aplicarse bastante bien a un país donde el capitalismo hacía brutalmente su aparición. El seminario de Tiflis ya había formado varios hombres llamados a desempeñar un papel en la historia, como Noé Jordania, fundador de la socialdemocracia georgiana, y Chjeidze, que en 1917 debía presidir el soviet de Petrogrado. La enseñanza religiosa era ritual y limitada, e inferior en mucho a la enseñanza revolucionaria, por elemental que fuese ésta. Dzhugashvili se volvió ateo en el seminario al leer algo sobre Darwin; al comprender los esquemas más claros del Manifiesto se consideró marxista. Así, la revuelta natural que incubaba su generación tomó en él una forma consciente.
No se sabe si fue expulsado del seminario o si su madre lo sacó de ahí como lo sigue sosteniendo ella, por razones de salud. Este detalle podría tener una importancia psicológica. ¿Dio muestras de ser un hábil simulador para parecer inteligente, o fue expulsado, pero por incapacidad? Los archivos del seminario existen y si no se ha querido sacar nada de ahí es, ciertamente, con razón.
Estamos entre 1898 y 1900. La vieja santa Rusia imperial, señorial, burocrática y campesina ha entrado en, las tormentas de la industrialización. Señalemos brevemente algunas fechas. 1861: emancipación --más bien teórica-- de los siervos por un decreto de Alexandr II. El "zar liberador" murió en 1881, en una calle de San Petersburgo, despedazado por las bombas del partido de la "Voluntad del Pueblo", que se limitaba a exigir una constitución. Se ahorcó a los regicidas y se proclamó, bajo Alexandr III, la autocracia "inquebrantable". El terrorismo se extinguió, pero las huelgas iban a multiplicarse. La industria rusa, ampliamente alimentada por los capitales extranjeros, se benefició, en su desarrollo, con todos los recursos, materias primas, mercados, mano de obra a precios irrisorios de un vasto país primitivo. ¿Por qué fabrica revolucionarios en serie? Porque los contrastes sociales son extremadamente marcados. La burguesía creciente es embromada por las instituciones burocráticas y aristocráticas del Antiguo Régimen, a las que aprende a odiar. Las clases medias de las ciudades no tienen derechos ni porvenir y he aquí que es de ellas de donde salen los intelectuales. El campesinado, totalmente abajo en la escala social, carece de tierras, de recursos, de todo. El campesinado el que proporciona obreros a las manufacturas y a las fábricas, donde se trabaja hasta catorce horas al día. En 1898 fue necesaria una huelga en la capital para que los tejedores obtuvieran la jornada de 11 horas y media. El pago de los salarios dependía, a menudo, de la arbitrariedad patronal.
En 1876 se llevó a cabo, en una plaza de San Petersburgo, la primera manifestación de estudiantes socialistas bajo la insignia de la bandera roja. En 1892 se forman los primeros círculos socialistas en los que se encuentran, entre otros estudiantes, Vladimir Ulianov, que luego será Lenin, y su compañera Nadiezhda Krúpskaia. En 1887 el hermano de Vladimir, Aleksander, fue ahorcado por haber participado en un complot terrorista en el qué también se hallaban implicados dos jóvenes polacos, Bronislaw y José Pilsudsky... En 1896 León Bronstein, que luego sería Trotsky, funda un círculo obrero en el sur de Rusia. Desde 1894 existe un partido socialdemócrata ruso, aunque todavía insignificante. Sus fundadores se hallan en prisión, donde leen a Marx. Lenin escribe en prisión su primer folleto. Luego se fuga de Siberia y se va a Munich a redactar Iskra (La chispa), para agrupar a la juventud militante. Pese a su sólida apariencia, todo el viejo imperio entra poco a poco en fermentación. En la Europa de ese tiempo es el único Estado que se puede comparar, a causa de su régimen interior, con los Estados totalitarios de hoy. Su secular robustez parece desafiar al tiempo. Es precisa la audacia de los jóvenes cirujanos apasionados para osar decir que el paciente, ese coloso, ha sido atacado por un mal mortal.
La verdad estalla en 1905. El imperialismo ruso, que progresa sin cesar en Asia desde hace varios siglos, llegó a los bordes del Pacífico. En las fronteras de Manchuria y Corea choca con el imperialismo japonés, nacido de la revolución de 1868. En un año los rusos sufren en los campos de batalla de Manchuria, en Liao-Yang y Mukden, irreparables derrotas. Su flota, llegada de Europa, es destruida en el estrecho de Tsushima por el almirante Tojo. Pierden la fortaleza de Port Arthur. Independientemente del valor de los mujiks, a los que se les han dado fusiles, pierden todo porque el estado de los transportes es inverosímil y la corrupción de los funcionarios es comparable con la incapacidad de los generales de la corte. La incuria del régimen se agrava con sus contradicciones políticas, que hacen desear la derrota a gran parte de la población ilustrada. De esta derrota nace una Jacquerie,es decir, la arremetida de los campesinos contra las tierras señoriales. Los nidos de los señores arden, los atentados, las huelgas, los motines militares se producen por centenas. El 17 de octubre de 1905 una huelga general espontánea obliga al zar Nikolai II a conceder a su pueblo un régimen constitucional cuasiparlamentario y libertades democráticas... A estos días de alegría les siguen días de sangre; y es entonces cuando la reacción, tras haberse recuperado, gracias a la fidelidad del grueso del ejército, reprime despiadadamente las insurrecciones, hace pedazos el levantamiento de Moscú, hace arrestar al Soviet, es decir al Consejo de diputados obreros de San Petersburgo, presidido por el joven revolucionario llamado León Trotsky que acaba de decretar la jornada de ocho horas...
La primera Revolución rusa fue una prodigiosa llamarada. Produjo, por millares, combatientes, héroes, ideólogos, políticos, fanáticos, aventureros. Todos los nombres que entraron en la historia unos doce años más tarde ya entonces figuraron en un buen lugar excepto el de José Dzhugashvili. En el Cáucaso, sin embargo, la tormenta tuvo tal violencia que arrasó con todo durante algunos momentos y la revolución gobernó el país, con excepción de algunos islotes.
Dzhugashvili tiene veintiséis años. Milita en los círculos social-demócratas de Tiflis, de Batumi, en el Mar Negro, de Bakú, en el Mar Caspio, bajo diversos seudónimos, de los cuales prefiere uno, significativo: Koba, que tomó del personaje de una novela. Esto, que data de su primera juventud, revela tal vez el único impulso que tuvo hacía un destino patético. Sabemos que escribía versos detestables y se nos ha asegurado que existen, y que se le conocieron tragedias de un movimiento y una grandilocuencia impetuosas, a la manera del escritor polaco, entonces de moda, Pzybychevsky, que a su vez se inspiraba en Nietzsche. Si estos ensayos literarios existen están bien ocultos y, sin duda, con razón. Sobre la actividad revolucionaria de Koba se sabe poco. Biógrafos tan atentos como Boris Suvorin y León Trotsky (en una gran obra aún inédita) han estudiado, línea por línea, la vasta documentación existente y no han encontrado nada notable, aunque sí han advertido muchos puntos oscuros.
Dzhugashvili fue empleado del observatorio de Tiflis, pero vivió sobre todo de la vida pobre y azarosa del militante, más o menos alimentado a expensas de las pequeñas organizaciones que también eran muy pobres. Afiliado al círculo del Partido Obrero Socialdemócrata de Tiflis, desde 1898 se hizo notar, entre los obreros del depósito de ferrocarriles, por su carácter antisocial --e incluso se ha escrito intrigante--; y en 1908 tuvo que abandonar la pequeña capital para ir a militar a Batumi. Tal vez había sido expulsado del grupo de Tiflis por haber calumniado a algunos de sus miembros con el fin de adquirir él mismo más autoridad. Un viejo revolucionario georgiano que le conoció en esa época me decía: "Era un muchachito desenvuelto. Capaz. Pero soberanamente socarrón, que sabía muy bien sembrar la cizaña..." En Batumi fundó un círculo de obreros, participó en una huelga, a la que siguió una manifestación en la calle, donde corrió la sangre. La represión, severa, no lo golpeó sino con moderación y esto prueba que en todo aquello desempeñó un oscuro papel o que se mostró muy hábil para hacer que otros actuaran sin que el fuera percibido.