Ché fue un hombre del siglo XXI.
Aunque su nombre resplandece en la historia "solo" como un genio
militar, el desarrollo político y social de los pueblos, que brotará como un
torrente de la lucha de liberación, lo tendrá que situar como el
revolucionario más completo de nuestra época.
Ernesto Guevara y Fidel Castro aparecen en el escenario continental en un
momento histórico en que el imperialismo norteamericano ejerce sin contrapeso
su dominación sobre nuestros países; ordena masacres en forma sistemática;
cambia a gobiernos corrompidos por otros más inmorales; los gobernantes
tradicionales se disputan el triste cetro de quién es más lacayo y servil y
se presencia el grotesco espectáculo de veinte manos extendidas pidiendo
limosna a Estados Unidos; los pueblos son dirigidos por núcleos claudicantes,
políticamente petrificados y fatalistas, incapaces de catalizar a esa cantera
generosa y rica que es la masa, para iniciar la gran aventura de nuestra
independencia definitiva.
Existe desencanto, frustración y desconfianza.
En medio de esa noche negra de coloniaje y opresión, la Revolución
Cubana, victoriosa sangre de pueblo hecho poder, muestra un camino para
sacudir las cadenas. Camino duro, cruel y largo, pero el único real para
triunfar: la lucha amada.
Enérgicamente derriba viejos y nuevos mitos creados por fuerzas
seudorrevolucionarias que, al enquistarse dentro del sistema, se convierten en
parte de él. Cuando más, tratan de introducir reformas para perfeccionarlo.
En la práctica se olvidan de que el imperialismo es nuestro principal enemigo
y que hay que combatirlo hasta extirparlo de raíz.
América oprimida, patria con líderes sin vigencia, se nuclea entonces esperanzada tras la bandera de los nuevos conductores: Ché y Fidel. Ché se identifica con el pueblo y se funde con él para emerger más enriquecido ideológicamente, más puro. A su vez el pueblo se identifica con el Ché y trata de formarse en su ejemplo. Y esa revolución, considerada como fenómeno "excepcional", remece a las masas adormecidas por principios ideológicos monstruosamente deformados.
Ché rescata la ideología revolucionaria, la coloca en su justo lugar, le da interpretaciones correctas y la enriquece con aportes teóricos que tendrán vigencia mientras exista opresión imperialista. Después entramos de lleno al mundo del hombre nuevo, que él se empeñó en formar, tipificó y representó con su ejemplo de heroísmo que ahora motoriza a juventudes de todos los continentes. La huella de su humanismo está impresa en todos sus actos. Constructor de vanguardia de la sociedad socialista cubana, destruyó implacablemente el falso concepto de excepcionalidad que se le otorgó a esta revolución. Porque no creía en esta supuesta excepcionalidad, sistematiza el pensamiento bolivariano de que "la Patria es América" impulsando a nuestros pueblos a convertir este continente oprimido en un escenario de la guerra antiimperialista tan importante como el heroico Vietnam.
Ché no dudó jamás de que en América Latina son más fuertes los factores que nos unen de los que nos separan: tenemos un lenguaje común: excepto en Brasil; tradiciones, costumbres v tradición socioeconómicas similares. Somos explotados brutalmente por el imperialismo. La democracia es una simple ficción. Estamos gobernados por tiranos, y los países que tenían débiles rasgos de democracia burguesa los han trocado en masacres horrendas, hambre y cárcel para el pueblo.
Heredamos de los españoles colonialistas las formas feudales de la explotación de la tierra. El desarrollo del capitalismo crea nuevas situaciones y los patrones latifundistas se alían con el imperialismo para crear el capital financiero y monopolista cuyo radio de acción es mundial. Se pasa la etapa del colonialismo económico generosamente calificado de "subdesarrollado" por los economistas domésticos.
El subdesarrollo no es otra cosa que la explotación, el saqueo de nuestras riquezas por la potencia imperial, el subempleo, la cesantía, el hambre y la miseria. En todos los países latinoamericanos, excepto Cuba, el panorama es idéntico.
Las condiciones objetivas, entonces, para la liberación continental, están dadas por los factores enumerados, por la represión brutal y desmedida, por el odio que se acumula cada vez con más fuerza en el pueblo. Como valor subjetivo sólo falta la conciencia (elemento tan indispensable en cada análisis que se haga sobre el Ché) de que la victoria sobre el imperialismo mediante la lucha armada llegará tarde o temprano, que es el único camino posible para alcanzar la libertad.
La excepcionalidad no existe. Sólo ha cambiado la "calidad" de la lucha. Ahora será más sangrienta, sin tregua, más dura, como se demostró ya en las montañas de Ñancahuazú. El imperialismo aprendió su lección. No está desprevenido.
Por eso Ché escoge a Bolivia como foco inicial de la gesta libertadora continental. Sus misérrimas condiciones de vida son producto de la fría explotación imperialista en complicidad con los gobernantes lacayos. Aquí está todo por hacer; desde una revolución agraria que cree formas de vida modernas y satisfaga las necesidades del pueblo, hasta un desarrollo industrial sólido, que lo independice de la importación de productos manufacturados esenciales, vendidos a precio de usura y en condiciones humillantes.
Hombre de fina percepción, el Ché comprende que es inhumano que una
población de cuatro millones de habitantes consuma apenas 1.800 calorías
diarias por persona, cuando el consumo necesario para subsistir en condiciones
adecuadas es de 3.000 calorías; que se consuma 30 litros de leChé o
productos lácteos por persona al año, cuando en los países desarrollados el
consumo es de 300 litros; que el 10% de la población no tenga casa donde
vivir, y que las que existen, incluyendo las de los oligarcas y corrompidos
del régimen, sean malas, no reúnan condiciones de salubridad, porque el 86%
de ellas no están dotadas de instalaciones de agua en su interior, y que el
42% de la población muera de desnutrición o por enfermedades parasitarias.
Esta es otra de las causas principales de su viaje a Bolivia.
La grandeza del Ché resalta con más nitidez cuando interpreta a Marx,
"monumento de la inteligencia humana'”, como acostumbraba a definirlo,
para normar todos sus actos y para desarrollar dentro de la sociedad cubana y,
por qué no decirlo, en una masa tan heterogénea como es la europea, la asiática
y la americana, una conciencia que permita al hombre obtener una verdadera
liberación en toda su extensión. Y eso es el comunismo. Porque a la luz de
los hechos nadie podrá discutir ya que el Ché fue un verdadero comunista, el
mejor de todos, en una época en que la lucha ideológica lleva al mundo a
sucesivas guerras (Cuba, Corea, Argelia y Vietnam).
De esta conciencia decantada o, en términos no exagerados, purificada,
derivan conceptos económicos que colocan a Marx no en calidad de fetiche, de
ideas que pierden su sentido original, sino en posición de pensamiento vivo y
activo. Lo mismo hace con Lenin.
Ejemplos son la NEP, la teoría del valor y la planificación socialista. ¡Cuántos
economistas famosos, cuya palabra era considerada ley, caen pulverizados por
los disparos conceptuales del Ché!
Con rigurosa seriedad científica demuestra que la NEP (nueva política económica de la URSS) es una concepción leninista transitoria para desarrollar las bases da la sociedad soviética. Es un repliegue táctico en un momento especial de la historia del primer país socialista del mundo. Sin embargo, en forma dogmática y ligera, muchos economistas y dirigentes de la política económica de varios países socialistas, la aplicaron o la aplican otorgándole validez universal permanente. Consecuencias de ese falso análisis son los retrasos y altibajos económicos que surgen más tarde en los países socialistas. Por eso defiende con firmeza la dirección política económica partiendo de que "el comunismo es una meta de la humanidad que se alza conscientemente".
De la aplicación mecánica de la NEP nacen graves contradicciones que el Ché no vacila en atacar, una vez que las ha detectado, sin temor a que los teóricos equivocados lo combatan despiadadamente. Así es posible presenciar discusiones de elevado nivel en las que el Ché planta una bandera que para nosotros tendrá una vigencia permanente, cuando dice:
"Sí, el estímulo material se opone al desarrollo de la conciencia, pero es una gran palanca para obtener logros en la producción. ¿Debe entenderse que la atención preferente al desarrollo de la conciencia retarda la producción? En términos comparativos, en una época dada es posible, aunque nadie ha hecho los cálculos pertinentes; nosotros afirmamos que en tiempo relativamente corto el desarrollo de la conciencia hace más por el desarrollo de la producción que el estímulo material, y lo hacemos basados en la proyección general del desarrollo de la sociedad para entrar al comunismo, lo que presupone que el trabajo deja de ser una penosa necesidad para convertirse en un agradable imperativo".
Ante los ojos asombrados del mundo crece y se desarrolla ahora una nueva sociedad socialista, la de Cuba, mejorada, heroica, solidaria con todas las luchas de liberación, que practica activamente el internacionalismo proletario, que vence las dificultades porque tiene una conciencia desarrollada: la que Ché, Fidel y los más esclarecidos dirigentes le dieron en el exacto momento histórico.
Por esta razón no hablamos del Ché como una cosa muerta: sus ideas están vigentes. Al hablar de Ché no podemos dejar de mencionar a Fidel, ni al hablar de Fidel podemos dejar de mencionar a Ché.
La influencia que ha ejercido el Ché en la juventud de varios continentes, su magnetismo personal y su grandeza se acrecentaron hasta convertirse en una leyenda apasionante, que movilizó al imperialismo a presionar a través de sus medios publicitarios para que se anunciara donde estaba.
Paralelamente se inició una campaña publicitaria fabulosamente orquestada y sostenida durante largo tiempo, con el objetivo de tratar de disminuir su figura y neutralizar, aunque fuera levemente, el impacto político, militar y emocional que provocaría su aparición dirigiendo la lucha de liberación en algún lugar del mundo. Con este objeto se inventaron rencillas entre Ché y Fidel, discrepancias entre Ché y la Revolución Cubana (que era parte de él mismo), presentándolo como un hombre "herido en su amor propio", "despreciado, atacado por sus ex-amigos". En esta forma el gesto grandioso del Ché, su responsabilidad dirigiendo un foco guerrillero, podría aparecer mezquino, personalista y hasta resentido.
Este problema preocupó al imperialismo desde el año 1965, y desde entonces hasta ahora, a poco más de un año de su muerte, la CIA ha empleado diversos agentes y medios para desarrollar esta labor. El más notorio de estos agentes, por los medios de difusión que se pusieron a su alcance, es el abogado de nacionalidad argentina Ricardo Rojo, autor de un folleto titulado "Mi amigo el Ché".
Es infantil presumir que el Ché pudiese haberme entregado una lista de sus amigos. Es indudable que un revolucionario sólo considera amigos a sus camaradas de lucha. Y en este sentido el Ché fue siempre categórico, para delimitar dónde empezaba y dónde terminaba la amistad. Ejemplos notorios se pueden encontrar en todos sus escritos, partiendo de los episodios guerreros de la Sierra Maestra, hasta su Diario en Bolivia. Ché era un hombre capaz de emocionarse y en su vida de guerrillero y conductor de pueblos siempre tuvo un gesto sentido, una palabra cariñosa para sus amigos. Y amigo del Ché fue "Patojo", el revolucionario guatemalteco que murió combatiendo por la libertad de su patria. Amigo del Ché era Camilo, el legendario guerrillero de la Sierra Maestra. A otros hombres los quiso en un sentido diferente, como quiere un padre a sus hijos. Es el caso de Tuma y Rolando.
Frente a figuras tan limpias y heroicas, ¿pudo el Ché alguna vez considerar "su amigo" a un individuo de una línea política tan zigzagueante y tortuosa como Ricardo Rojo? que es el mismo que comerció con la vida y memoria de los guerrilleros de Salta, que esperó la muerte de la madre del Ché para inventar diálogos y conversaciones con ella y con su hijo.
No me hubiese referido a las calumnias de Rojo contra Ché y las supuestas divergencias con la Revolución Cubana, pues ellas ni siquiera son novedosas, si no fuera que alguna gente de buena fe pudiere considerar que el relato mal intencionado de Rojo estuviese escrito por un amigo y porque algunos párrafos presentados, para que aparezcan verosímiles, no pueden ser desmentidos por sus protagonistas porque ya están muertos.
Afortunadamente, por la misma fuerza moral del Ché, que guiaba todos sus actos, y por su conducta heroica, demostrada en muchas batallas, ninguna leyenda tortuosa urdida por la CIA o por sus agentes, algunos de los cuales con audacia y descaro se autotitulan "amigos", podrá empañar su querida figura o manchar su paso de revolucionario por Cuba, donde dejó un pueblo que lo ama.
La identificación entre Ché y Fidel, el respeto y cariño mutuos, eran indestructibles. No es casual que el Ché, hombre que odiaba los halagos personales o para otros, haya escrito sobre Fidel:
"Tiene las características de gran conductor que, sumadas a sus dotes personales de audacia, fuerza y valor, y a su extraordinario afán de auscultar siempre la voluntad del pueblo, lo han llevado al lugar de honor y de sacrificio que hoy ocupa. Pero tiene otras cualidades importantes, como son su capacidad de asimilar los conocimientos y experiencias para comprender todo e! conjunto de una situación dada, sin perder de vista los detalles y su inmensa fe en el futuro, v su amplitud de previsión para prevenir los acontecimientos y anticiparse a los hechos, viendo siempre más lejos y mejor que sus compañeros. Con estas grandes cualidades cardinales, con su capacidad de aglutinar, de unir, oponiéndose a la división que debilita; su capacidad de dirigir a la cabeza de todos la acción del pueblo; su amor infinito por él, su fe en el futuro y capacidad de preverlo, Fidel Castro hizo más que nadie en Cuba para construir de la nada el aparato, hoy formidable, de la Revolución Cubana".
¡Cuánta sinceridad hay en este juicio! Para nosotros que convivimos con el Ché hasta la batalla final, que aprendimos a conocerlo como ser humano integral, como soldado, comandante y camarada insuperable, las obligaciones de la Revolución Cubana -vanguardia de nuestra Patria Americana- son más grandes.
Así también la identificación de Fidel con el Ché, del pueblo cubano con el Ché, son absolutas. Nadie mejor que Fidel para sintetizar el dolor que causó su muerte:
".. .Nos duele no sólo que se haya perdido como hombre de acción, nos duele lo que se ha perdido como hombre virtuoso, nos duele lo que se ha perdido como hombre de exquisita sensibilidad humana, y nos duele la inteligencia que se ha perdido. Nos duele pensar que tenía sólo 39 años en el momento de su muerte, nos duele pensar cuántos frutos de esa inteligencia y de esa experiencia que se desarrollaba cada vez más, hemos perdido la oportunidad de percibir.
"Desde el punto de vista revolucionario, desde el punto de vista de nuestro pueblo, ¿cómo debemos mirar nosotros el ejemplo del Ché? ¿Acaso pensamos que lo hemos perdido? Cierto es que no volveremos a ver nuevos escritos, cierto es que no volveremos a escuchar de nuevo su voz. Pero el Ché le ha dejado al mundo un patrimonio, un gran patrimonio; nosotros -que lo conocimos tan de cerca-, podemos ser en grado considerable herederos suyos".
Nosotros, guerrilleros del E.L.N., queremos aspirar también a ese honor. Y ningún camino más puro, más honesto, que reiniciar la lucha continental en el escenario que lo dejó impreso en el sitial más alto de la historia:
Bolivia. ¡VICTORIA O MUERTE!.
Bolivia, 1969.