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Nahuel Moreno
Argentina: Una revolución democrática triunfante
Nuestro partido tuvo una política correcta durante todos los años previos a la Guerra de las Malvinas, que era consecuencia de sus análisis correctos. La base del análisis del partido era que éste era un régimen que a corto plazo iba inevitablemente a una crisis total y también revolucionaria. Para nosotros la clase obrera estaba derrotada, pero no había sufrido una derrota histórica: a los pocos años la clase obrera iba a volver a iniciar su contraofensiva. La consigna esencial de toda esta etapa es ¡Abajo el gobierno militar!; esa es la base de la agitación central de nuestro partido y ligamos todas las consignas a esta tarea histórica.
La crisis que se inicia con el año 1981 hace que llevemos a un plano más agitativo que nunca la necesidad de voltear al régimen militar. Todos los conflictos los orientamos a denunciar al gobierno y a plantear la necesidad histórica de voltearlo. En esto tuvimos una política diametralmente opuesta al PO, que se limitaba a una línea economista, de desarrollar las luchas parciales, y a una política democratista, sin centrarla en el problema del gobierno, en que había que luchar por voltear al gobierno y por denunciarlo en todas las actividades, en apuntar todas las baterías al logro de esta tarea fundamental, inmediata, de liquidar al régimen militar. Esta corrección de la línea del partido nos permitió enfrentar la etapa que se abrió con la Guerra de las Malvinas con una política correcta, que fue un verdadero éxito.
El partido captó con rapidez, aunque demoró unos días, quizás una semana, el significado de la Guerra de las Malvinas. El partido comprendió que en la nueva etapa la tarea principal había dejado de ser denunciar al gobierno, y que pasaba a ser el apoyo total a la guerra, el enfrentamiento al imperialismo inglés y el insertarnos en el inevitable ascenso de masas antiimperialista y revolucionario que originaría, según nuestro criterio, la Guerra de las Malvinas. La denuncia del gobierno seguía siendo una tarea esencial del partido, pero cambiando su carácter, reconociendo que el eje pasaba por la guerra y el enfrentamiento al imperialismo inglés y a su socio, el imperialismo yanqui. Se combinó la consigna de defensa del nivel de vida de los obreros y de defensa de los sectores oprimidos y represaliados por el gobierno militar con el ataque al gobierno por su incapacidad de llevar la guerra hasta el fin, por su incapacidad de atacar al imperialismo en forma total. Es decir, denunciamos al gobierno por incapaz de ser antiimperialista consecuente y llamamos a reemplazarlo para imponer un gobierno que llevara la guerra contra el imperialismo en todos los terrenos, apoyándose en la movilización del pueblo.
Creemos que esto fue un acierto histórico hecho por el partido y que fue acompañado por toda la LIT, aunque, como toda línea, con algunas dificultades en la aplicación por demorar en la comprensión del nuevo fenómeno. Lo concreto es que el partido cambia toda la estructura de su programa y su política para hacerla girar alrededor de la Guerra de las Malvinas. Este acierto se reflejó inmediatamente en la situación del partido, que se ligó al movimiento de masas, comenzó a intervenir en la legalidad que se abrió con la guerra, comenzó a meterse de lleno en grupos y organizaciones de masas que apoyaban la guerra, y esto le permitió, en uno o dos meses, ampliar su militancia al doble aproximadamente, y abrirse a la perspectiva de seguir ganando cada vez más y más, de lograr un crecimiento muy grande ampliando enormemente su esfera de influencia. Esto fue así hasta que terminó la guerra y se abrió la crisis revolucionaria.
Uno de los grandes aciertos del partido durante esta etapa ─aunque táctico, decisivo─ fue denunciar la visita del Papa y llamar a no concurrir a la misa de éste, contra todos los partidos oportunistas, inclusive el PO, que junto con toda la ultrarreacción, la Iglesia y todos los sectores burgueses que estaban en contra de combatir al imperialismo, llamaron a concurrir en masa a la misa que tenía como objetivo prepararnos para la derrota. El nuestro fue el único partido que, en base a un análisis correcto de la Guerra de las Malvinas, se opuso a esa movilización contrarrevolucionaria de masas llamada por la Iglesia y el Papa para servir al triunfo del imperialismo.
Terminada la Guerra de las Malvinas, se fue incapaz de hacer un análisis de la etapa abierta con la guerra y de la situación que se atravesaba a partir de la derrota, la caída de Galtieri y la subida al gobierno de Bignone.
A medida que fueron pasando los días esta confusión se fue incrementando. El partido no comprendió que se había abierto una crisis revolucionaria en la que el poder estaba en el aire y al alcance del movimiento obrero y de masas. No se supo hacer un análisis correcto de las consecuencias de la derrota y fundamentalmente de la caída de Galtieri y la subida de Bignone. No se comprendió que, al estar el poder suspendido en el aire, teníamos que hacer un planteo de poder inmediato, urgente, como solución a la crisis. En la realidad era imposible de lograr, pero sí en la conciencia del movimiento obrero, era necesario un planteo de poder claro ante la crisis de poder. Seguimos con un planteo abstracto de ¡Abajo la dictadura! o algo por el estilo, sin decir en forma precisa que no había ningún poder y que nosotros proponíamos uno. Creemos que en ese momento hubiera sido lo adecuado ─decimos esto como una enseñanza para el futuro─ levantar Todo el poder para el Congreso de 1976. En forma más precisa, debimos haber levantado la consigna de ¡Abajo Galtieri! y ¡Gobierno del Congreso de 1976! ni bien se perdió la guerra. Creemos que este fue un grave error político que tuvo consecuencias bastante importantes sobre el futuro del partido.
Después de subir al gobierno Bignone y a medida que fueron pasando las semanas, esta confusión inicial se fue incrementando. Es así como no se dio una definición clara y categórica de la etapa, ni se sacaron conclusiones políticas ni organizativas relacionadas con esa definición. Había dudas sobre cómo definir la situación, e incluso si se había abierto una etapa de libertades democráticas y de actividad política legal. Debido a la carencia de una clara definición teórica y política de la etapa abierta, había amplios sectores del partido que habían entrado en una etapa de legalidad prácticamente total, pedían dinero para el partido timbreando casa por casa; contradictoriamente, otros sectores del partido y fundamentalmente la dirección consideraban que la etapa de la Guerra de las Malvinas, de ascenso revolucionario de masas y de otorgamiento por parte de la dictadura de libertades democráticas, se había cerrado por la culminación de la guerra y se entraba de nuevo en una etapa contrarrevolucionaria, de clandestinidad total, o en una etapa de transición, muy corta, a un inevitable golpe contrarrevolucionario, y que la clase obrera sería derrotada si este golpe se daba. Como vemos, mayor confusión no podía haber entre lo que en general la base obrera llevaba a cabo y lo que pensaba y hacía la dirección. Esta confusión y falta de claridad tuvo consecuencias funestas porque comenzó a lesionar las conquistas obtenidas y llevó al partido al borde de una crisis muy grave.
Una de las expresiones tragicómicas de esta desorientación estaba dada porque la dirección había extremado sus medidas de clandestinidad en el momento en que hacían eclosión en el país las libertades democráticas.
La confusión se comienza a superar cuando, para dar mayor claridad a la discusión, al análisis teórico-político y fundamentalmente a la orientación del partido, se formula una conclusión categórica: inevitablemente se va a elecciones y al otorgamiento de libertades democráticas que se ampliarán cada vez más.
De esta conclusión categórica surge una nueva política: había que prepararse para intervenir con todo en la legalidad y, utilizando las libertades democráticas crecientes que se estaban consiguiendo, orientarnos a intervenir en las elecciones. Estas conclusiones teóricas y políticas nos llevaron a precisar aún más las tareas y consignas que teníamos que cumplir en el terreno organizativo, pero que adquirían un profundo contenido político. Se lanzó la consigna de abrir doscientos locales públicos en ciento ochenta días y de publicar un periódico legal para lograr una venta de miles y miles de ejemplares.
Este nuevo análisis y orientación partidaria fue resistido, o mirado con escepticismo, por importantes sectores del partido; no así por la dirección partidaria que rápidamente consideró que efectivamente se estaba al borde de una grave crisis por la confusión anterior y que este análisis sencillo y categórico, aunque unilateral, nos permitía comenzar a revertir la crisis.
Por otra parte, los locales y los periódicos estaban ligados como actividades, ya que para nosotros el local se transformaba en el principal centro partidario para la principal tarea que era distribuir el periódico. Junto con este análisis, llamémoslo así, unilateral y exageradamente inmediatista de las perspectivas políticas y de las tareas del partido, se comenzó a discutir la situación, la definición de la etapa que estábamos atravesando. Llegamos a la conclusión de que era una etapa revolucionaria por la crisis objetiva del régimen y no porque hubiera un fabuloso ascenso revolucionario de masas; por el contrario, opinábamos en un primer momento que la situación revolucionaria estaba caracterizada solamente por la crisis, que se combinaba con una movilización molecular.
Esta caracterización rápidamente fue superada cuando nos dimos cuenta de que, a partir de la Guerra de las Malvinas, se había iniciado una movilización de masas, unitaria, revolucionaria, y que la etapa molecular que nosotros habíamos visto es la etapa típica después de un gran pico de ascenso, que era lo que había seguido en el pos Malvinas, pero que era inevitable la entrada de la clase obrera y que las luchas se generalizaran cada vez más. Llegamos así a una segunda definición de la situación revolucionaria argentina. Con eso comenzó a redondearse nuestra política y nuestro análisis de conjunto de la realidad argentina.
Con respecto a la consigna de gobierno, en esta etapa hubo también por parte del partido un proceso de aproximación que, al revés de la respuesta dada con respecto a las perspectivas y a la política concreta y con respecto a la definición de la situación, no fue resuelta por el partido en forma correcta.
La dirección y el partido comenzaron a tratar de adecuar la consigna de gobierno a la nueva situación revolucionaria. Se fue consciente de que la consigna ¡Abajo la dictadura! había perdido actualidad agitativa, que no era la central, la que sentía el movimiento de masas, que no respondía, entonces, a la fuerza del movimiento de masas.
Poco después, con mucho atraso (porque para nosotros era correcta para la etapa anterior) lanzamos la consigna ¡Que se vayan ya! y ¡Que el gobierno lo tome el Congreso de 1976!, asimilando, pero adecuándola al país, la gran experiencia de la Revolución Boliviana.
Hoy en día, haciendo el análisis de acuerdo a este documento, llegamos a la conclusión de que no dimos una respuesta correcta a este problema. Opinamos que entregar el poder al Congreso era una consigna que podíamos haber levantado cuando se produjo la crisis revolucionaria. Pero después que sube Bignone, se da la perspectiva electoral y se señala que se va a mantener la Constitución de 1853, no hemos denunciado el carácter de contrarrevolución democrática que significa, hoy en día, la vieja Constitución. La otra cara de la no denuncia de la maniobra del gobierno ha sido que no hemos levantado como gran consigna de poder para contraponerla a la Constitución de 1853, la de Asamblea Constituyente (creemos que estamos en mora respecto de este problema, con un tremendo atraso de un año) como la principal consigna de poder del partido para oponer a la contrarrevolución democrática, contra la elección presidencial, basada en una Constitución reaccionaria con un Senado omnipotente, elegido en su amplia mayoría por las provincias menos habitadas, menos proletarias. Frente al intento de la burguesía y los militares de recomponer el poder burgués, de superar la crisis del aparato militar a través de la Constitución de 1853, nosotros le oponemos la consigna de Asamblea Constituyente. Esperamos que este Comité Central discuta a fondo este problema fundamental, que tiene que ver con nuestras perspectivas inmediatas.
Algunos compañeros se sorprenderán de nuestro actual ataque frontal a la Constitución de 1853, cuando [antes] oponíamos sus libertades a los gobiernos de Isabel y principalmente de los militares. Esa sorpresa es consecuencia de no comprender justamente el cambio revolucionario que hemos vivido. Las libertades de la Constitución, las únicas que reivindicábamos, eran muy progresivas en relación a las Actas Institucionales de la dictadura, que las abrogaban. Hoy en día la Constitución se ha vuelto la consigna fundamental de la contrarrevolución democrática, y no como antes una consigna antidictatorial.
Como ya hemos visto, logramos precisar las tareas inmediatas del partido, orientarlo, ubicarlo y al mismo tiempo definimos la situación como revolucionaria. Si se acepta la conclusión de este informe sobre la importancia que tiene para toda la etapa como consigna fundamental la de Asamblea Constituyente, habremos redondeado nuestro programa para enfrentar al gobierno Bignone.
Algo parecido nos ocurrió con la consigna de gobierno. Hoy en día, al precisar la consigna de Asamblea Constituyente, no debemos echar por la borda todo lo que avanzamos respecto de este problema. Todo comenzó con la discusión de para qué perspectiva política abríamos los locales. Abrir los locales no podía ser una perspectiva en sí misma. Tuvimos que hacer un análisis de las perspectivas electorales y partidarias en forma hipotética, llegando a la conclusión de que nuestras consignas hipotéticas eran tres: un partido obrero, o un partido socialista con influencia de masas, o la formación legal de un partido que fuera directamente el nuestro, en otra etapa.
Estas hipótesis nos llevaron a ciertas conclusiones prácticas, pero esencialmente nos plantearon la necesidad de discutir qué tipo de república y de gobierno queríamos nosotros en esta etapa.
La discusión de las perspectivas políticas y de nuestras consignas nos llevó a la conclusión de que en esta etapa no vemos otra alternativa de gobierno y de república que los socialistas. La realidad actual no nos da ninguna perspectiva concreta de plantear una república o un gobierno obrero y popular. Podemos levantar esta consigna como variante táctica de la de República o Gobierno socialista. Pero lo que no podemos levantar o decir como real [es el gobierno obrero y popular], porque no vemos ningún partido reformista ni movimiento sindical de masas independiente de la burguesía, aunque sea reformista, que nos permita plantear un gobierno obrero y popular de ellos. Por ejemplo, "gobierno de la CGT" o variantes por el estilo, con una CGT peronista que no existe legalmente, que está intervenida y dividida en dos. Creemos que, justamente por la losa peronista y el bajo nivel de la clase obrera, contradictoriamente, lo que hay que hacer propagandísticamente es señalar la necesidad del socialismo y de un gobierno socialista. Ahora le hemos agregado lo de Asamblea Constituyente.
No vimos y no vemos en esta etapa electoral la posibilidad de que se dé un partido obrero con cierta influencia de masas, ni siquiera que logre expresar un núcleo importante de activistas del movimiento sindical. Tampoco vemos que haya un sector de la dirigencia sindical, aunque sea burocrático, que se incline hacia la formación de un partido obrero como se dio en Brasil. No debemos olvidar que la política del partido en las elecciones anteriores, la del Polo obrero y socialista, tenía como objetivo ganar durante las elecciones, como candidatos, a la numerosa vanguardia originada por el Cordobazo y que en líneas generales seguía al Sitrac-Sitram. En esta etapa no existe en forma inmediata esa posibilidad, aunque no nos cerramos a que, dentro del propio proceso de apertura legal y de las elecciones o de luchas obreras, llegue un punto en que se abra esa posibilidad, que se dé una nueva vanguardia sindical, más o menos masiva, o el triunfo de dirigentes sindicales independientes, inclusive hasta reformistas, que acepten estas perspectivas. Pero no creemos que esta sea la situación ni la perspectiva hoy en día. Por eso no vemos ─para las elecciones, entiéndase bien─ la posibilidad de construir un partido con estas características.
Justamente porque es propagandística no hay ninguna razón para que abandonemos al PO la consigna de Partido Obrero, es decir, que la clase obrera necesita su propio partido e ir al gobierno.
Aunque Partido Obrero es mucho más propagandístico, porque ni siquiera roza a una vanguardia de cierta importancia, de cualquier manera no tenemos por qué abandonar la vieja consigna nuestra de Polo obrero y socialista o Partido obrero y socialista, es decir que somos el partido obrero y socialista. Decimos que debemos utilizar esta fórmula algebraica justamente porque no sabemos a través de qué canales se expresará la tendencia inevitable a la independencia y al gobierno de clase. Esto no quiere decir que concordemos con el análisis evolutivo del PO de que la clase obrera argentina inevitablemente debe pasar por un estadio, la etapa del partido obrero, para después llegar al partido socialista.
La inviabilidad del partido obrero en la etapa inmediata nos llevó a barajar las otras dos posibilidades, que no se contradecían: llamar a la formación de un partido socialista. Una de las posibilidades de esta consigna era que algunos sectores mínimos de la juventud estudiantil y del movimiento obrero, y grupos que se reclamaban del socialismo, aceptaran levantar junto con nosotros listas y una candidatura presidencial socialista independiente. Nosotros considerábamos y seguimos considerando que, si esta variante se daba, era un gran progreso porque podía tener un eco muy importante que sería capitalizado en su amplia mayoría por nosotros. Seguimos creyendo que esta perspectiva tenía alguna probabilidad y que, si se hubiera dado, habría sido un gran avance para nuestro partido, para el desarrollo de un partido revolucionario en el país. No interesaba que eso significara el acuerdo con corrientes centristas u oportunistas: la campaña por una Argentina socialista y por la independencia de clase, socialista, era por sí sola progresiva.
Varios hechos demuestran que era una hipótesis probable. En contraposición a individuos o sectores inexistentes que apoyaran un partido obrero, todas las corrientes socialistas se han venido fortificando. Este proceso no es lo suficientemente fuerte y multitudinario como para que haya triunfado nuestra línea de listas unitarias socialistas, pero existe. El eje de nuestra campaña comenzó a ser la consigna Por una Argentina Socialista. Esta consigna era tácticamente útil para ver si se formaba un Frente Socialista para las elecciones, y señalaba una perspectiva débil pero real ─al revés de la irreal de partido obrero─ que no obviaba la línea estratégica de construcción de nuestro partido, sino más bien la concretaba. Nuestro partido era el más consecuentemente socialista porque planteaba una lista socialista en oposición a todos los partidos burgueses, y que la Argentina sólo superaba su crisis si tenía un gobierno socialista y comenzaba a construir el socialismo, y éste era el punto estratégico fundamental nuestro para toda la etapa que se abrió después de la Guerra de las Malvinas.
La tercera variante, la de que sólo quedaba nuestro partido, no chocaba con la táctica de llamar a un frente por la unidad socialista. Esa tercera variante era la de construir una organización socialista legal que le permitiera intervenir en las elecciones a nuestro partido, unido a aquellos sectores que estaban de acuerdo en la táctica electoral de un frente socialista separado de todas las variantes burguesas y populistas. Hay que tener en cuenta que, en el momento en que se lanzó la idea de este frente, de este partido legal, no se sabía bien cuál iba a ser la actitud del gobierno y de la justicia controlada por el gobierno en relación al reconocimiento legal de los partidos. El planteo de unidad socialista, esa táctica electoral, nos era útil, entonces, para un problema más profundo: la intervención legal electoral directa de nuestro partido.
Una tercera cuestión decisiva, en la que el partido tuvo una certera política de clase, ha sido nuestra política de denuncia sistemática de la Multipartidaria, así como de la contrarrevolución democrática que se trata de consumar con el llamado a elecciones para imponer un fuerte gobierno constitucional asentado en la Constitución democrática burguesa. Es así como denunciamos la marcha de la Multipartidaria y todos los acuerdos de ésta con el gobierno, subrayando que la Multipartidaria de hecho cogobernaba. Hoy en día hemos profundizado este análisis, que creemos fue un acierto, al integrarlo a la caracterización de que hubo una revolución triunfante. Como consecuencia de esa revoución triunfante la Multipartidaria es el verdadero sostén del gobierno. Nada lo demuestra mejor que la declaración oficiosa de un dirigente de la CGT Azopardo de que no vale la pena hacer ninguna huelga general más porque, al no apoyar la Multipartidaria, no tiene ninguna posibilidad de triunfo.
Esta crítica sistemática y esta denuncia de la Multipartidaria las concretamos en el llamado a no concurrir a la marcha de ésta, pues tenía como objetivo quitarle al movimiento obrero la bandera de la lucha contra la dictadura, pero afirmando el plan que habían elaborado juntas de dar elecciones para fin de año. El intento era salvar de nuevo al gobierno del embate de la huelga general, desviando al movimiento de masas hacia su marcha, que tenía como objetivo confirmar el acuerdo logrado con el gobierno de hacer elecciones a fin de año y, al mismo tiempo, fortificar a los partidos políticos burgueses ante el movimiento obrero y de masas.
Este planteo de Argentina Socialista, de denunciar a la Multipartidaria, al oportunismo y a los partidos que se reclaman de la clase obrera, fundamentalmente el PC, provocó una grave desviación de tipo obrerista, de centrar nuestra denuncia fundamentalmente en la burguesía nacional.
Esta desviación se daba dentro de una estructura de consignas en la cual entraba una de carácter antiimperialista que era el No pago de la deuda, que fue una gran conquista teórico-política del partido. Pero los actos nos permitieron corroborar la existencia de esta desviación y superarla con la aprobación del documento que señala los trazos generales de la revolución argentina, la combinación de sus tareas y consignas fundamentales, que tienen que arrancar de la lucha contra el imperialismo, concretada en la lucha por una segunda independencia. El grado de endeudamiento del país y de dominio del mismo por parte del imperialismo, ha llevado a un primer plano teórico y político la tarea de lograr la independencia nacional.
Este nuevo análisis ha logrado darle un eje preciso y claro a todo nuestro programa y nuestra política.
Tuvimos un éxito verdaderamente importante, tanto con los locales como con el periódico. En referencia a los locales, logramos trescientos y no doscientos en los seis primeros meses de existencia del nuevo partido. El periódico rápidamente logró vender entre veinticinco y treinta mil ejemplares en forma sistemática con los padrones.
Estos dos grandes éxitos fueron acompañados por otro de enorme importancia, que fue el de haber logrado cincuenta y tres mil afiliaciones, posiblemente a la fecha unas cincuenta y cinco mil o algo más. Estas afiliaciones, al revés del año 1973, son profundamente políticas: son obreros, trabajadores, mujeres y jóvenes que están por nuestro partido, por el socialismo.
Estos grandes éxitos han planteado serios problemas de orientación ─hacia qué sectores trabajamos─ y organizativos ─cómo logramos abarcar y llegar a esta pequeña franja, grande para nosotros, que se nos abre en el movimiento obrero y popular─. Creemos que el éxito de las afiliaciones, la venta del periódico y los locales se debe a que existe una poderosa franja de vanguardia política que se inclina a ser captada por nosotros, por dos razones: porque repudian a los partidos políticos burgueses y a la burocracia sindical, o porque simpatizan con el socialismo, o por ambas razones. El partido en este momento está saltando a otra etapa donde se tendrán que solucionar estos graves problemas para ir al logro de los seiscientos locales y de los cuarenta mil periódicos como mínimo, lo que significará una atención concentrada de los afiliados y del padrón de periódicos vendidos. En este problema entran multitud de factores que hacen muy complicado darle una solución.
Cuando nosotros abrimos los locales, una de las objeciones más fuertes que se nos hizo fue la de que abandonábamos la vieja trayectoria sindical y obrera del partido. Nosotros, por el contrario, opinábamos que la apertura de los locales cambiaba cualitativa y cuantitivamente nuestra ligazón con el movimiento obrero. Nos permitía ampliar en cincuenta o cien veces nuestra ligazón con la clase obrera. Y eso iba a significar mayor ligazón sindical, no menor, como sostenían los compañeros. Los locales nos permitían establecer un vínculo político en la clase obrera, en su barrio, que nos iban a llevar inevitablemente al movimiento sindical, a través de nuestros militantes, de nuevos militantes y nuevos simpatizantes sumados a los viejos. Esta concepción dialéctica de la penetración en el movimiento sindical se ha visto totalmente confirmada por los hechos. El partido está barajando la posibilidad de lograr imponer alrededor de mil quinientos dirigentes sindicales (una consigna propuesta es la de dos mil) en las próximas elecciones a nivel de delegados, comisiones internas y dirigentes de los cuerpos directivos de los sindicatos. Hoy en día no hay sindicato donde no tengamos decenas y decenas de militantes o simpatizantes, en vez de unidades como anteriormente, si exceptuamos bancarios y algunos otros gremios de clase media. Pero lo que es más importante no sólo es que vemos decenas y decenas de militantes sino que muchos de ellos los captamos en los barrios y ya son dirigentes sindicales. Dejando de lado que al publicar un periódico sistemático ya su propia venta penetra en los lugares de trabajo.
El partido hoy día maneja dos padrones, uno de barrio y otro de lugares de trabajo, llevados por la propia realidad de nuestro trabajo. Tiene que elaborar un tercero, de los lugares de trabajo en su zona.
Los grandes éxitos del partido, el hecho de que hoy día tengamos entre mil y dos mil cuadros medios (hay discrepancias en el análisis de los compañeros de dirección respecto de las cifras, pero estos son los extremos que todos aceptan), pueden ocultar un grave error de método que ha tenido nuestro partido en toda esta etapa de aciertos ─no hablamos de las etapas críticas y de confusión─. Todos los aciertos se hicieron por una vía aproximativa, de tipo empírica y analítica. El partido no ha tenido el método correcto, marxista, de comenzar por discutir exhaustivamente las etapas, sus consignas fundamentales y, a partir de ahí, derivar todas sus otras conclusiones. Por el contrario, ha tenido un método que, dada la gravedad de la crisis, ha sido muy útil porque nos permitió ir dando respuestas más o menos correctas a casi todos los problemas, pero con un retraso considerable, consecuencia de no haber sido capaces de hacer análisis de conjunto en el momento oportuno que nos dieran respuestas generales con respecto al carácter de la etapa. Hemos tenido reflejos muy lentos, pero lo que es más grave es el método empírico. Es así como no se empezó por definir la etapa como situación revolucionaria ni tampoco precisar la consigna de gobierno central para la etapa. Se empezó por definir un aspecto de la etapa: que íbamos a elecciones e iba a haber cada vez más democracia, y un aspecto esencial, fundamental, de la etapa abierta, como era que se iban a conquistar libertades democráticas, para orientarnos a abrir locales y periódico. Fuimos capaces de darnos una política correcta, de tipo organizativo, pero fuimos totalmente incapaces de dotarnos de la consigna de Asamblea Constituyente para combatir la contrarrevolución democrática, que va avanzando paulatinamente a medida que se acerca el cumplimiento de la Constitución de 1853. Fuimos incapaces de comprender esta marcha, este curso contrarrevolucionario para oponerle una consigna adecuada. De hecho hemos capitulado al curso contrarrevolucionario al no desenmascararlo. Lo mismo ocurre con todos los otros aciertos. Y estos errores empíricos explican también la profunda desviación obrerista que se dio. Decimos todo esto porque lo más grave que podría surgir de este informe, que culmina con el logro de tan colosales éxitos, es que la dirección en cualquiera de las etapas haya estado a la altura de los acontecimientos.