OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III |
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EL GABINETE TARDIEU*
La crisis ministerial ha seguido en Francia el curso previsto. Después de una tentativa de reconstrucción del cartel de izquierdas y de otra tentativa de concentración de los partidos burgueses, Tardieu ha organizado el gabinete con las derechas y el centro. Es casi exactamente, por sus bases parlamentarias, el mismo gabinete, batido hace algunos días, el que se presenta a la cámara francesa, con Tardieu a la cabeza. La fórmula Briand-Tardieu, que encontraba más benigno al sector radical-socialista, ha sido reemplazada por la fórmula Tardieu-Briand. Tardieu era en el ministerio presidido por Briand el hombre que daba el tono a la política interior del gobierno. En la cartera del interior, se le sentía respaldado por el consenso de la gran burguesía. Pero, ahora, la fórmula no se presta ya al menor equívoco. Cobra neta y formalmente su carácter de fórmula semi-fascista. Tardieu, jefe de la reacción, ocupa directamente su verdadero puesto; a Briand se le relega al suyo. La clase conservadora necesita en la presidencia del Consejo y en el Ministerio del Interior a un político agresivo; en el Ministerio de Negocios Extranjeros puede conservar al orador oficial de los Estados Unidos de Europa. El fascismo, sin duda, no puede vestir en Francia el mismo traje que en Italia. Cada nación tiene su propio estilo político. Y la tercera República ama el legalismo. El romanticismo de los camelots du rol y del anti-romántico Maurras encontrará siempre desconfiada a la burguesía francesa. Un lugarteniente de Clemenceau, un parlamentario como André Tardieu, es un caudlilo más de su gusto que Mussolini. La burguesía francesa se arrulla a sí misma desde hace mucho tiempo con el ritornello aristocrático de que Francia es el país de la medida y del orden. Hasta hoy, Napoleón es un personaje excesivo para esta burguesía, que juzgaría un poco desentonada en Francia la retórica de Mussolini La Francia burguesa y pequeño-burguesa es esencialmente poincarista. A un incandescente condottiero, formado en la polémica socialista, prefiere un buen prefecto de policía. Y al rigor del escuadrismo fascista, el de polizontes y gendarmes. Los radicales-socialistas han rehusado su apoyo a Tardieu. Pero no de un modo unánime. La colaboración con Tardieu ha obtenido no pocos votos en el grupo parlamentario radical-socialista. El briandismo no escasea en el partido de Herriot, Sarrault y Daladier, si no como séquito de Arístides Briand, al menos como adhesión y práctica de su oportunismo político. La presencia en el gabinete Tardieu de un republicano-socialista como Jean Hennesy, propietario de "L'Oeuvre" y "Le Quotidien" que no vaciló en recurrir en gran escala a la demagogia cuando necesitaba un trampolín para subir a un ministerio, podría tener no pocos duplicados. A Tardieu no le costaría mucho trabajo hacer algunas concesiones a la izquierda burguesa para asegurarse su concurso en el trabajo de fascistización de Francia. La duración del gabinete Tardieu depende de que Briand y los centristas lleguen a un compromiso estable respecto a algunos puntos de política internacional. Este compromiso garantizaría al ministerio Tardieu una mayoría ciertamente muy pequeña; pero a favor de la cual trabajaría el oportunismo de una parte de los radicales-socialistas y el hamletismo de los socialistas. A Tardieu le basta obtener los votos indispensables para conservar el poder. Cuenta, desde ahora, con su pericia de Ministro del Interior para apelar a la consulta electoral en el momento oportuno. Está ya averiguado que con la composición parlamentaria actual, no es posible un ministerio radical-socialista. Si tampoco es posible un gobierno de las derechas, las elecciones no podrán ser diferidas. Tardieu tiene menos escrúpulos que Poincaré para poner toda la fuerza del poder al servicio de sus intereses electorales. El problema político de Francia, en lo sustancial, no se ha modificado. A la interinidad Brian-Tardieu, va a seguir la interinidad Tardieu-Briand. Es cierto que la estabilización capitalista es, por definición, una época de interinidades. Pero Tardieu ambiciona un rol distinto. No se atiene como Briand al juego de las intrigas y acomodos parlamentarios. Quiere ser el condottiere de la burguesía en su más decisiva ofensiva contra-revolucionaria. Y si continúa la abdicación de los elementos liberales de esa burguesía, que han asistido sin inmutarse en la República de los derechos del hombre al escándalo de las prisiones preventivas, Tardieu impondrá definitivamente su jefatura a las gentes que aún hesitan para aceptarla:
NOTA:
* Publicado en Mundial, Lima, 8 de Noviembre de 1929, en la sección "Lo que el cable no dice".
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