Archivo Marx/Engels | Indice de la Correspondencia |
Primera edición: La colección de la correspondencia de Marx y Engels se publicó por vez primera en alemán en 1934 a cargo del
Instituto Marx-Engels-Lenin de Leningrado. La segunda edición, ampliada, se realizó en inglés en
1936.
Fuente de la versión castellana de la presente carta: C. Marx & F. Engels, Correspondencia, Ediciones Política, La Habana, s.f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2010.
Traducción alternativa: http://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e25-i-94.htm.
Londres, 25 de enero de 1894
HE aquí la respuesta a sus preguntas:
1) Lo que entendemos por condiciones económicas —a las que consideramos base determinante de la historia de la sociedad— son los métodos por los cuales los seres humanos de una sociedad dada producen sus medios de subsistencia e intercambian los productos (en la medida en que exista división del trabajo). Luego, está incluida en ellas, toda la técnica de la producción y del transporte. Conforme a nuestra concepción, esta técnica determina igualmente el método de cambio y, además, la distribución de los productos, y con ello, luego de la disolución de la sociedad tribal, también la división en clases y por tanto las relaciones de señorío y servidumbre, y con éstas el Estado, la política, el Derecho, etc. En la denominación de condiciones económicas se incluyen, además, la base geográfica sobre la cual operan y los restos de etapas anteriores del desarrollo económico que realmente han sido transmitidos o que han sobrevivido (a menudo únicamente por tradición o por inercia); también, desde luego, el ambiente externo que circunda a esta forma social.
Si, como usted dice, la técnica depende en gran medida del estado de la ciencia, esta depende a su vez mucho más del estado y de las necesidades de la técnica. Cuando la sociedad tiene una necesidad técnica, ello ayuda más a la ciencia que diez universidades. Toda la hidrostática (Torricelli, etc.) surgió de la necesidad de regular las corrientes de las montañas en Italia, en los siglos XVI y XVII. En electricidad no descubrimos nada razonable hasta que no se halló su aplicabilidad técnica. Pero desgraciadamente en Alemania se ha tomado el hábito de escribir la historia de las ciencias como si estas hubiesen caído del cielo.
2) Consideramos que las condiciones económicas son las que en última instancia determinan el desarrollo histórico. Pero la misma raza es un factor económico. Mas, respecto a esto, hay dos puntos que no deben pasarse por alto:
a) El desenvolvimiento político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., se basa sobre el desarrollo económico. Pero interactúa entre sí y reactúan también sobre la base económica. No es que la situación económica sea la causa, y la única activa, mientras que todo lo demás es pasivo. Hay, por el contrario, interacción sobre la base de la necesidad económica, la que en última instancia siempre se abre camino. El Estado, por ejemplo, ejerce una influencia mediante los aranceles, la libertad de comercio, un sistema fiscal bueno o malo; e incluso la inanición e impotencia mortales del pequeño burgués alemán, provenientes de la miserable situación económica de Alemania de 1640 a 1830, y que se manifiestan en el pietismo, primero, y luego en el sentimentalismo y en el abyecto servilismo para con los príncipes, no careció de efecto económico. Fue uno de los mayores obstáculos que se oponían a la recuperación, y no desapareció sino cuando las guerras revolucionarias y napoleónicas transformaron la miseria crónica en aguda. De modo que no es que, como imaginan algunos por comodidad, la situación económica produzca un efecto automático. Los hombres hacen su propia historia, sólo que en medios dados que la condicionan, y sobre la base de relaciones reales ya existentes, entre las cuales, las relaciones económicas —por mucho que puedan ser influidas por las políticas e ideológicas— siguen siendo las que deciden en última instancia, constituyendo el hilo rojo que las atraviesa y que es el único que conduce a comprender las cosas.
b) Los propios hombres hacen su historia, pero hasta ahora no la hacen con una voluntad colectiva o de acuerdo a un plan colectivo, ni siquiera dentro de una sociedad dada, perfectamente definida. Sus esfuerzos se entrechocan, y por esta misma razón todas esas sociedades son gobernadas por la necesidad, la que es complementada por, y aparece en la forma de azar. La necesidad que aquí se impone en medio de todos los accidentes, es nuevamente y en última instancia la necesidad económica. Es aquí donde interviene la cuestión de los llamados grandes hombres. El que tal y tal hombre, y precisamente ese hombre, surja en un momento determinado en un país dado, es por supuesto puro accidente. Pero suprímaselo, y habrá demanda de un sustituto, y este será encontrado, bueno o malo, pero a la larga se le encontrará. El que Napoleón, precisamente ese corso, fuera el dictador militar que la República Francesa, agotada por su propia guerra, había tornado necesario, fue un azar; pero que si no hubiera existido Napoleón, otro habría ocupado su lugar, como lo demuestra el hecho de que siempre se encontró el hombre tan pronto como se tornó necesario: César, Augusto, Cromwell, etc. Si bien es cierto que Marx descubrió la concepción materialista de la historia, Thierry, Mignet, Guizot y todos los historiadores ingleses hasta 1850 son la prueba de que se tendía a ella, y el descubrimiento de la misma concepción por Morgan demuestra que los tiempos estaban maduros para ella y que debía ser descubierta.
Lo mismo ocurre con todos los demás accidentes, reales y aparentes de la historia. Cuanto más es alejado de la esfera económica el dominio particular que investigamos, acercándose al de la ideología puramente abstracta, tanto más lo hallaremos exhibiendo azares en su desarrollo, tanto más zigzagueante será su curva. Así y todo, usted verá que la medida de esta curva será cada vez más, casi paralela a la del desarrollo económico, cuanto más largo sea el período considerado y cuanto más amplio sea el campo tratado.
En Alemania, el principal obstáculo para la comprensión correcta es el irresponsable descuido de la historia económica en la producción literaria. Es tan difícil, no solamente desacostumbrarse a las ideas de la historia que le machacan a uno en la escuela, sino, y mucho más, reunir los materiales necesarios. ¿Quién ha leído, por ejemplo, al viejo G. von Gülich, cuya árida colección de documentos contiene, sin embargo, tanto material para aclarar innumerables hechos políticos?
Por otra parte, el hermoso ejemplo que diera Marx en El Dieciocho Brumario debiera, según creo, proveerle a usted bastante bien de informaciones sobre sus preguntas, precisamente por tratarse de un ejemplo práctico. También yo creo haber tocado ya, la mayor parte de los puntos en Anti-Dühring, I, caps. IX-XI y II, caps. II-IV, así como en III, cap. I o en prefacio, y luego en el último capítulo de Feuerbach.
Le pido que no sopese con excesivo cuidado cada una de las palabras que anteceden; recuerde el conjunto. Lamento no disponer de tiempo para elaborar lo que estoy escribiendo, en forma tan rigurosa como la que me obligaría su publicación.
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[1] Debido a que esta carta se publicó por primera vez sin indicación del destinatario en la revista Der Sozialistische Akademiker («El académico socialista»), Nº 20, 1895, cuyo redactor era H. Starkenburg, en diversas ediciones, incluso nuestra fuente y sus precedentes, se menciona erroneamente a Starkenburg como el destinatario. El destinatario real fue aclarado en ediciones posteriores de Editorial Progreso de Moscú —por ej. Marx & Engels, Obras Escogidas en tres tomos (1974). (N. de marxists.org)