V. I. Lenin

 

A LOS POBRES DEL CAMPO

Explicación a los campesinos de lo que quieren los Socialdemócratas

 

 

 


Escrito: En la primera quincena de marzo de 1903.
Primera vez publicado: Publicado por vez primera en forma de folleto en mayo de 1903, en Ginebra, por la Liga de la Socialdemocracia Revolucionaria en el Extranjero. Recibió una edición posterior en 1905.
Digitalización Digital: Julio Rodríguez, 2011.
Fuente del texto: V. I. Lenin, Obras Completas, tomo 7. Moscú: Editorial Progreso, 1981, pp. 135-216.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, Mayo de 2011.


 

 

1. LA LUCHA DE LOS OBREROS EN LAS CIUDADES

Muchos campesinos habrán oído hablar probablemente de la agitación obrera existente en las ciudades. Algunos de ellos habrán estado en las capitales y en las fábricas, y tenido ocasión de presenciar los motines, como los llama la policía. Otros conocerán a algunos de los obreros que participaron en los disturbios y que fueron confinados en aldeas por las autoridades. A poder de unos habrán llegado octavillas y folletos sobre la lucha de los obreros. Otros, por último, habrán oído hablar a personas avezadas de lo que está sucediendo en las ciudades.

Antes sólo se rebelaban los estudiantes, pero ahora se han levantado en todas las grandes ciudades miles y decenas de miles de obreros. En la mayoría de los casos, luchan contra sus patronos, contra los fabricantes, contra los capitalistas. Los obreros declaran huelgas, suspenden todos a un tiempo el trabajo en la fábrica, reclaman aumento de salarios y exigen que no se les obligue a trabajar once horas por día, ni diez, sino sólo ocho. Exigen también otras cosas que alivien la vida de los trabajadores. Quieren que los talleres estén en mejores condiciones, que en las máquinas se instalen dispositivos especiales para evitar los accidentes de quienes las manejan; que sus hijos puedan ir a la escuela, que se atienda debidamente a los enfermos en los hospitales, que las viviendas obreras sean habitaciones humanas y no perreras.

La policía interviene en la lucha obrera. Detiene a los obreros, los mete en la cárcel, los deporta sin proceso a sus pueblos natales y hasta los destierra a Siberia. El Gobierno prohíbe por medio de leyes las huelgas y las reuniones de los obreros. Pero éstos luchan contra la policía y contra el Gobierno. Los obreros dicen: ¡Nosotros, los millones de obreros, hemos doblado ya bastante nuestras espaldas! ¡Ya hemos trabajado bastante para los ricachos sin salir de la miseria! ¡Hemos permitido ya que nos saquearan bastante! ¡Queremos unirnos, unir a todos los obreros en una gran agrupación obrera (un partido obrero) y luchar, todos juntos, por una vida mejor! ¡Queremos lograr una organización nueva y mejor de la sociedad, en la que no haya ricos ni pobres y en la que todos tengan que trabajar! ¡Que no sea un puñado de ricachos, sino todos los trabajadores los que se aprovechen de los frutos del trabajo de todos! ¡Que las máquinas y otros perfeccionamientos faciliten el trabajo de todos y no sirvan para enriquecer a unos cuantos a costa de millones y millones de hombres del pueblo! Esta sociedad nueva y mejor se llama sociedad socialista. La doctrina que trata de esta sociedad se llama socialismo. Las agrupaciones de obreros constituidas para luchar por esta organización mejor de la sociedad se denominan partidos socialdemócratas. Estos partidos existen legalmente en casi todos los países (con excepción de Rusia y de Turquía), y nuestros obreros, unidos a los socialistas procedentes de la gente instruida, han organizado también un partido de este tipo: el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia.

El Gobierno lo persigue, pero el Partido existe en la ilegalidad, pese a todas las prohibiciones; edita[1] sus periódicos y libros, y organiza asociaciones clandestinas. Y los obreros no sólo se reúnen clandestinamente, sino que, además, salen a la calle en masa desplegando banderas con estas inscripciones: "¡Viva la jornada de ocho horas! ¡Viva la libertad! ¡Viva el socialismo!" El Gobierno persigue ferozmente a los obreros por esto. Hasta manda tropas para que disparen contra ellos. Los soldados rusos han asesinado a obreros rusos en Yaroslavl, Petersburgo, Riga, Rostov del Don y Zlatoúst.

Pero los obreros no se rinden. Prosiguen su lucha. Dicen: ni las persecuciones, ni la cárcel, ni la deportación o el presidio, ni la muerte, nos intimidarán. Nuestra causa es justa. Luchamos por la libertad y la felicidad de todos los que trabajan. Luchamos por liberar de la violencia, la opresión y la miseria a decenas y centenares de millones de hombres del pueblo. Los obreros van adquiriendo cada vez mayor conciencia. El número de socialdemócratas crece con rapidez en todos los países. Venceremos, pese a todas las persecuciones.

Es necesario que los pobres del campo comprendan con claridad quiénes son estos socialdemócratas, qué quieren y cómo se debe actuar en el campo para ayudarles a conquistar la felicidad del pueblo.

 

2. ¿QUE QUIEREN LOS SOCIALDEMOCRATAS?

Los socialdemócratas rusos aspiran, ante todo, a la libertad política. Necesitan esta libertad para unir amplia y abiertamente a todos los obreros rusos en la lucha por una organización nueva y mejor de la sociedad, por una sociedad socialista.

¿Qué es la libertad política?

Para comprender esto, el campesino debe, ante todo, comparar su libertad actual con el régimen de la servidumbre. Bajo el régimen de la servidumbre el campesino no podía casarse sin permiso de su terrateniente. Ahora puede contraer matrimonio sin permiso de nadie. Bajo el régimen de la servidumbre tenía que trabajar obligatoriamente para su señor durante los días que indicara el administrador de éste. Ahora el campesino puede elegir libremente para qué patrono, en qué días y por qué remuneración trabajará. Bajo el régimen de la servidumbre, el campesino no podía abandonar la aldea sin la autorización del señor. Ahora es libre de ir adonde quiera, si la comunidad se lo consiente, si no tiene deudas atrasadas, si le dan pasaporte, si el gobernador o el isprávnik no le prohíben cambiar de lugar de residencia. De modo que tampoco ahora goza el campesino de plena libertad de movimiento, que sigue siendo, todavía hoy, un semisiervo. Más adelante explicaremos en detalle por qué el campesino ruso sigue siendo un semisiervo y cómo puede salir de esta situación.

Bajo el régimen de la servidumbre, el campesino no podía adquirir propiedades sin licencia del señor, no podía comprar tierras. Ahora es libre de adquirir toda clase de propiedades (pero tampoco actualmente posee plena libertad para salir de la comunidad ni para disponer de su propia tierra como le plazca). Bajo el régimen de la servidumbre, el campesino podía ser azotado por el terrateniente. Ahora no puede ser azotado por su terrateniente, aunque hasta hoy no se ha liberado de los castigos corporales.

Esta libertad a que nos referimos se llama libertad civil; libertad para los asuntos de familia, para los asuntos personales, para lo relacionado con los bienes. El campesino y el obrero son libres (aunque no del todo) para organizar su vida familiar y sus asuntos personales, así como para disponer de su trabajo (elegir un patrono) y de sus bienes.

Pero ni los obreros rusos, ni el pueblo ruso en su conjunto gozan, hasta hoy, de libertad de administrar sus asuntos públicos. El pueblo como un todo sigue siendo un siervo de los funcionarios públicos, ni más ni menos que los campesinos lo eran de los terratenientes. El pueblo ruso no tiene derecho a elegir a los funcionarios, no tiene derecho a elegir a sus representantes, encargados de elaborar las leyes para todo el Estado. El pueblo ruso no tiene siquiera derecho a organizar reuniones para discutir los asuntos de Estado. Sin autorización de los funcionarios, que nos son impuestos sin nuestro consentimiento, lo mismo que el señor, en los viejos tiempos, designaba al administrador de la finca sin el consentimiento de los campesinos, no podemos siquiera imprimir periódicos y libros, ni hablar de los asuntos de Estado ante todos y para todos.

Así como los campesinos eran esclavos de los terratenientes, así el pueblo ruso sigue siendo todavía esclavo de los funcionarios. Así como los campesinos, bajo el régimen de la servidumbre, no gozaban de libertad civil, así el pueblo ruso sigue careciendo, todavía hoy, de libertad política. La libertad política es la libertad del pueblo para disponer de los asuntos públicos, de los asuntos de Estado. La libertad política es el derecho del pueblo de elegir a sus representantes (diputados) a la Duma de Estado[2] (parlamento). Todas las leyes deben discutirse y aprobarse, todos los impuestos y tributos deben ser fijados sola y exclusivamente por la Duma de Estado (parlamento), elegida por el mismo pueblo. La libertad política es el derecho del pueblo a elegir él mismo a todos los funcionarios, a organizar toda clase de reuniones para discutir los asuntos de Estado, a editar sin necesidad de permiso alguno los libros y los periódicos que se quiera.

Todos los demás pueblos europeos conquistaron desde hace mucho tiempo su libertad política. Sólo en Turquía y en Rusia el pueblo sigue viviendo en la esclavitud política, bajo el Gobierno del sultán y bajo el Gobierno autocrático zarista. La autocracia zarista representa el poder ilimitado del zar. El pueblo no interviene para nada ni en la estructuración ni en la administración del Estado. El zar, por sí y ante sí, promulga todas las leyes y designa a todos los funcionarios, haciendo uso de su poder unipersonal, ilimitado y absoluto. Pero el zar, por supuesto, no puede ni siquiera conocer todas las leyes de Rusia ni a todos los funcionarios de Rusia. El zar no puede ni siquiera saber lo que sucede en el país. El zar se limita, sencillamente, a ratificar la voluntad de unas cuantas decenas de funcionarios, los más poderosos y encumbrados. Un solo hombre, por mucho que lo deseara, no podría gobernar un Estado tan inmenso como Rusia. A Rusia no la gobierna el zar —la autocracia ejercida por una sola persona es sólo una manera de decir—, sino un puñado de funcionarios, los más ricos y encumbrados. El zar sólo se entera de lo que a este puñado de funcionarios le place comunicarle. No le es posible oponerse a la voluntad de este puñado de aristócratas de alta alcurnia: él mismo es terrateniente y aristócrata; ha vivido desde su infancia entre los aristócratas, quienes lo criaron y lo educaron; lo único que sabe del pueblo ruso es lo que saben también estos aristócratas cortesanos, ricos terratenientes y escasos comerciantes acaudalados que tienen acceso a la Corte.

No hay administración de subdistrito en que no se vea un cuadro representando al zar Alejandro III, padre del monarca actual. Aparece pronunciando un discurso ante los síndicos rurales que asistieron a su coronación. El zar les ordena: "¡Obedeced a vuestros mariscales de la nobleza!" El actual zar, Nicolás II, ha vuelto a decir lo mismo. Esto significa que los propios zares reconocen que sólo pueden gobernar el Estado con ayuda de los nobles, por medio de ellos. Hay que recordar bien estas palabras del zar sobre la obediencia de los campesinos a los nobles. Conviene comprender con claridad cómo mienten al pueblo quienes se esfuerzan por presentar el Gobierno zarista como el mejor de los gobiernos. En otros países -dicen- el gobierno es electivo: allí son elegidos los ricos y éstos gobiernan de modo injusto, oprimiendo a los pobres. En Rusia, en cambio, los gobernantes no son electivos, sino que el zar autocrático lo gobierna todo. El zar está por encima de todos, pobres y ricos. El zar hace justicia a todos por igual, lo mismo a los ricos que a los pobres.

Estas palabras son pura hipocresía. `Podo ruso sabe cuál es la justicia de nuestro Gobierno. Sabe si en nuestro país un simple obrero o un jornalero agrícola puede o no formar parte del Consejo de Estado. Mientras que en todos los demás países europeos, en cambio, obreros de las fábricas y jornaleros del campo han podido llegar a ser miembros de las Dumas de Estado (parlamentos) y hablar libremente a todo el pueblo sobre la calamitosa vida de los obreros y llamar a éstos a unirse y luchar por una vida mejor. Y nadie se ha atrevido a interrumpir a los elegidos por el pueblo, ni un solo policía ha osado tocarles.

En Rusia no hay gobierno electivo, están en el poder no solamente los ricos y los nobles, sino los peores entre ellos. Gobiernan los más hábiles soplones de la Corte del zar, los que mejor saben poner zancadillas, los que mienten y calumnian ante el zar, los que adulan y halagan. Y gobiernan en secreto, sin que el pueblo sepa ni pueda saber qué leyes se prepara, qué guerras se trama, qué nuevos impuestos van a decretarse, a qué funcionarios se condecorará y por qué, y a cuáles se va a destituir[3]. En ningún país existe tal multitud de funcionarios como en Rusia. Estos funcionarios se alzan como una selva sombría ante el pueblo mudo, y el simple obrero jamás logra abrirse paso a través de ella, ni consigue que se le haga justicia. Nunca sale a la luz una sola queja contra los funcionarios, por sus concusiones, saqueos y violencias, pues el papeleo burocrático se encarga de archivarla. La voz del hombre aislado nunca llega a todo el pueblo, sino que se pierde en esa selva oscura o es estrangulada en las mazmorras policíacas. El ejército de funcionarios, a quienes el pueblo no ha elegido y que no tiene por qué darle cuentas, se ha encargado de urdir una espesa telaraña, en la que la gente forcejea como las moscas[4].

La autocracia zarista es una autocracia de funcionarios. Es el sometimiento feudal del pueblo a los funcionarios, y sobre todo a la policía. La autocracia zarista es una autocracia policíaca.

He ahí por qué los obreros salen a la calle con banderas en las que se lee: "¡Abajo la autocracia!", "¡Viva la libertad política!" He ahí por qué las decenas de millones de campesinos pobres deben apoyar, hacer suyo este grito de combate de los obreros de la ciudad. Como ellos, los obreros del campo y los campesinos pobres, sin temer

las persecuciones, sin amilanarse ante ninguna clase de amenazas y violencias por parte de sus enemigos, sin desconcertarse ante los primeros reveses, deben lanzarse a la lucha decisiva por la libertad de todo el pueblo ruso, y exigir ante todo la convocatoria de una asamblea de representantes del pueblo. ¡Que el pueblo mismo elija, en toda Rusia, a sus representantes (diputados)! ¡Que estos diputados formen una asamblea suprema que constituya en Rusia un gobierno electivo, libere al pueblo de su sometimiento feudal a los funcionarios y a la policía, y le asegure la libertad de reunión, de palabra y de prensa!

Esto es lo que quieren, en primer lugar, los socialdemócratas. Ese es el significado de su primera reivindicación: libertad política[5].

Sabemos que la libertad política, la libertad para elegir representantes a la Duma de Estado (parlamento), la libertad de reunión y de prensa, por sí solas, no liberarán de repente al pueblo trabajador de la opresión y la miseria. No existen en el mundo medios capaces de liberar de repente a los pobres de la ciudad y el campo de la necesidad de trabajar para los ricos. El pueblo trabajador no puede confiar en nadie, sólo puede contar consigo mismo. Nadie liberará al trabajador de la miseria, si no se libera él mismo. Y para liberarse, los obreros deben unirse en todo el país, en toda Rusia, en una sola agrupación, en un solo partido. Pero los millones de obreros no podrán unirse si el Gobierno autocrático policiaco prohíbe todas las reuniones, todos los periódicos obreros, todas las elecciones para que los obreros designen a sus representantes. Para poder unirse deben tener el derecho de organizar toda clase de agrupaciones, gozar de libertad para asociarse, de libertad política.

La libertad política no liberará inmediatamente al pueblo obrero de la miseria, pero proporcionará a los obreros el arma para luchar contra ella. No hay ni puede haber otro medio de lucha contra la miseria que la unión de los obreros mismos. Pero sin libertad política será imposible que se unan los millones de hombres del pueblo.

En todos los países europeos en que el pueblo conquistó la libertad política, hace ya mucho tiempo que los obreros empezaron a unirse. Estos obreros, que no poseen ni tierras ni talleres, que trabajan toda la vida para otros por un jornal, se llaman en toda Europa proletarios. Hace más de cincuenta años resonó el llamamiento a la unión del pueblo obrero: "¡Proletarios de todos los países, uníos!" En los últimos cincuenta años, estas palabras han recorrido todo el mundo y se repiten hoy en decenas y cientos de miles de asambleas obreras, pueden leerse en millones de folletos y periódicos socialdemócratas publicados en todos los idiomas.

Claro está que unir en una sola agrupación, en un solo partido, a millones de obreros es una empresa dificilísima, que requiere tiempo, firmeza, tenacidad y valentía. Los obreros viven agobiados por la pobreza y la miseria, embotados por los eternos trabajos forzados que realizan para los capitalistas y los terratenientes; a menudo ni siquiera disponen de tiempo para pensar por qué viven condenados a perpetua privación y cómo podrían librarse de ella. Por todos los medios se impide que los obreros se unan: mediante la violencia descarada y brutal, en países como Rusia, donde no existe la libertad política, o negándoles el trabajo a quienes predican la doctrina socialista; o recurriendo, por último, al engaño y a la corrupción. Pero ni la violencia ni la persecución serán capaces de detener a los obreros proletarios que luchan por la grandiosa causa de liberar a todo el pueblo trabajador de la miseria y la opresión. El número de obreros socialdemócratas crece sin cesar. En un Estado vecino al nuestro, en Alemania, existe un gobierno electivo. Antes, también, en Alemania gobernaba una monarquía absoluta con poderes ilimitados. Pero hace ya mucho tiempo, más de cincuenta años, que el pueblo alemán destruyó el absolutismo y conquistó la libertad política. En Alemania, las leyes no son dictadas por un puñado de funcionarios, como en Rusia, sino por la asamblea de representantes elegidos por el pueblo, el parlamento o Reichstag, como la llaman los alemanes. Todos los varones adultos tienen derecho al voto para elegir los diputados a esta asamblea. Esto permite calcular cuántos votos fueron emitidos en favor de los socialdemócratas. En 1887 votó por los socialdemócratas la décima parte de los electores. En 1898 (año en que se realizaron las últimas elecciones al Reichstag alemán) el número de votos depositados en favor de los socialdemócratas casi se triplicó. Esa vez votó por ellos más de la cuarta parte de todos los electores. Más de dos millones de varones adultos eligieron para el parlamento[6] a diputados socialdemócratas. En Alemania, el socialismo aún se halla poco extendido entre los obreros del campo, pero ahora comienza a hacer rápidos progresos también allí. Y cuando la masa de los braceros, jornaleros y campesinos pobres e indigentes se una a sus hermanos de la ciudad, los obreros alemanes vencerán e instaurarán un régimen en el que los trabajadores no vivirán ya en la miseria y la opresión.

Ahora bien, ¿de qué manera se proponen los obreros socialdemócratas liberar al pueblo de la miseria?

Para saberlo, hay que comprender con claridad de dónde proviene la miseria a que se halla condenada la inmensa masa del pueblo en el presente régimen social. Crecen ricas ciudades, se edifican lujosas tiendas y casas, se construyen ferrocarriles, se introduce toda clase de máquinas y perfeccionamientos tanto en la industria como en la agricultura, mientras millones de hombres del pueblo no consiguen salir de la miseria y siguen trabajando toda su vida para sostener a duras penas a su familia. Más aún: el número de obreros desocupados es cada vez mayor. Aumenta constantemente, tanto en la ciudad como en el campo, la masa de gente que no logra encontrar ningún trabajo. En las aldeas esta gente sufre hambre, en las ciudades pasa a engrosar las bandas de vagos y maleantes83, vive hacinada como bestias en las covachas de los arrabales o en sótanos y tugurios espantosos, como los del mercado de Jítrov, en Moscú.

¿Cómo explicarse esto? ¿Cómo explicarse que, mientras aumentan la riqueza y el lujo, los millones y millones de seres que con su trabajo crean todas las riquezas, permanezcan en la pobreza y en la penuria? ¿Que los campesinos mueran de hambre y los obreros callejeen sin trabajo, mientras los comerciantes exportan de Rusia millones de puds de trigo y las fábricas están paradas porque no pueden vender en ninguna parte sus mercancías, pues no hallan salida para ellas?

Esto sucede, ante todo, porque la gran mayoría de las tierras, al igual que las fábricas, los talleres, las máquinas, los edificios, los barcos, etc., pertenecen a un puñado de ricachones. En estas tierras, en estas fábricas y talleres, trabajan decenas de millones de hombres del pueblo, y, sin embargo, fábricas, talleres y tierras son propiedad de unos miles o decenas de miles de ricos, terratenientes, comerciantes y fabricantes. El pueblo trabaja para estos ricachos por un jornal, por un salario, por un pedazo de pan. Todo lo que los obreros producen, después de cubrir su mísero sustento, va a parar a manos de los ricos, constituye su ganancia, sus "rentas". Todos los beneficios derivados del empleo de máquinas, de las mejoras introducidas en el trabajo, favorecen a los propietarios de tierras y a los capitalistas, quienes acumulan riquezas sin cuento, mientras a los trabajadores les corresponden sólo unas cuantas migajas. Los trabajadores se reúnen para trabajar; en las extensas fincas y en las grandes fábricas trabajan centenares y a veces millares de obreros. Esta labor conjunta, con el empleo de las máquinas más diversas, hace que el trabajo resulte más productivo: un solo obrero produce, así, mucho más que decenas que trabajan por separado y sin la ayuda de máquinas. Pero los que se aprovechan de este trabajo más productivo, no son los trabajadores, sino el insignificante número de grandes terratenientes, comerciantes y fabricantes.

Es frecuente oír que los terratenientes y comerciantes "dan trabajo" al pueblo, "dan" salario a la gente pobre. Se dice, por ejemplo, que a los campesinos de una localidad "les da de comer" la fábrica vecina o la finca cercana". En realidad, son los obreros quienes con su trabajo se alimentan ellos mismos y alimentan a cuantos no trabajan.

Pero por el permiso para trabajar en las tierras del terrateniente, en la fábrica o en el ferrocarril, el obrero entrega gratuitamente al propietario todo lo que produce, recibiendo sólo su mísero sustento. Esto significa, en realidad, que no son los terratenientes ni los comerciantes quienes dan trabajo a los obreros, sino éstos los que con su esfuerzo sostienen a todos, entregando gratuitamente la mayor parte de su trabajo.

Prosigamos. En todos los Estados actuales la miseria del pueblo nace del hecho de que los trabajadores producen todos los artículos con destino a la venta, con destino al mercado. El fabricante y el artesano, el terrateniente y el campesino acomodado producen tales o cuales objetos, crían el ganado, siembran y cosechan el trigo, para venderlo, para obtener dinero. El dinero es hoy, en todas partes, la fuerza principal. Todos los productos del trabajo humano se cambian por dinero. Con dinero se puede comprar todo lo que se quiera. Se puede comprar, incluso, a los hombres, es decir, obligar a quienes nada tienen a trabajar para los que poseen dinero. Antes la fuerza principal era la tierra; así sucedía bajo el régimen de la servidumbre: quien tenía la tierra tenía la fuerza y el poder. Pero ahora la fuerza principal es el dinero, el capital. Con dinero se puede comprar tanta tierra como se quiera. Y sin dinero, no se podrá hacer gran tosa, aunque se posea la tierra: no se puede comprar arados u otros implementos, no se puede comprar ganado, ropas y otras mercancías de la ciudad, y no hablemos de pagar los impuestos. Para conseguir dinero, casi todos los terratenientes hipotecan sus fincas a los bancos. Para obtener dinero, el Gobierno pide préstamos a la gente rica y a los banqueros de todo el mundo, y paga cientos de millones de rublos anuales en concepto de intereses por estos préstamos.

Por dinero, todos libran ahora una guerra feroz unos contra otros. Cada cual trata de comprar más barato y vender más caro, de aventajar al otro, de vender la mayor cantidad posible de mercancías, de rebajar los precios, de ocultar a los demás los lugares en que se puede vender con ventaja o conseguir un suministro lucrativo. En esta contienda general por obtener dinero, los que salen peor parados son las personas modestas, el pequeño artesano y el pequeño campesino, que siempre marchan a la zaga del rico comerciante o del campesino rico. Nunca tienen reservas, viven al día, y a la primera dificultad, al primer revés, se ven obligados a empeñar sus últimas pertenencias o a malvender su ganado de labor. En cuanto han caldo en las garras de un kulak o de un usurero, rara vez se encuentran con energías para soltarse del cepo, y casi siempre quedan irremisiblemente arruinados. Cada año, decenas y cientos de miles de pequeños campesinos y artesanos se ven obligados a abandonar sus chozas, a dejar su parcela por nada a la comunidad y a convertirse en obreros asalariados, en jornaleros, en peones, en proletarios. Y los ricos se enriquecen cada vez más en esta lucha por el dinero. Acumulan en los bancos millones y cientos de millones de rublos, y se lucran no sólo con su propio dinero, sino también con el de los demás, depositado en los bancos. Por las decenas o cientos de rublos que ingresan en el banco o en la caja de ahorros, la gente modesta obtiene un interés de tres o cuatro kopeks por rublo, en tanto que los ricos convierten estas decenas en millones, amplían con estos millones sus inversiones y ganan, así, hasta diez y veinte kopeks por cada rublo.

He ahí por qué los obreros socialdemócratas afirman que para poner fin a la miseria del pueblo no hay más camino que cambiar de arriba abajo el régimen existente en todo el Estado e implantar el régimen socialista, es decir, quitarles a los grandes terratenientes sus fincas, a los industriales sus fábricas y a los banqueros sus capitales, suprimir su propiedad privada y ponerla en manos de todo el pueblo trabajador en todo el Estado. Cuando se haga esto, no será la gente rica que vive del trabajo ajeno quien dispondrá del trabajo de los obreros, sino los obreros mismos y los representantes elegidos por éstos. Entonces los frutos del trabajo común y las ventajas derivadas de todos los adelantos y de las máquinas redundarán en beneficio de todos los trabajadores, de todos los obreros. Entonces la riqueza crecerá todavía más rápidamente, pues cuando trabajen para sí los obreros trabajarán mejor que ahora para los capitalistas; se acortará su jornada de trabajo, comerán y vestirán mejor, toda su vida cambiará radicalmente.

Pero cambiar el régimen existente en todo el Estado no es empresa fácil. Para ello será necesario un gran esfuerzo, una lucha larga y tenaz. Todos los ricachos, todos los propietarios, toda la burguesía[7], defenderán sus riquezas con toda su energía. Los funcionarios y el ejército defenderán a toda la clase rica porque el propio Gobierno se halla en manos de dicha clase. Los obreros deberán unirse como un solo hombre para luchar contra todos los que viven del trabajo ajeno; deberán unirse ellos y unir a todos los desposeídos en una sola clase obrera, en la clase del proletariado. La lucha será dura para la clase obrera, pero terminará indefectiblemente con la victoria de los obreros, porque la burguesía, es decir, la gente que vive del trabajo ajeno, constituye una parte insignificante del pueblo, mientras que la clase obrera representa la inmensa mayoría de éste. Obreros contra propietarios equivale a decir millones contra miles.

En Rusia los obreros también comienzan ya a unirse con vistas a esta grandiosa lucha en un solo partido, el Partido Socialdemócrata. Por muy difícil que sea unirse en secreto, escondiéndose de la policía, la unidad, pese a todo, crece y se fortalece. Y cuando el pueblo ruso conquiste la libertad política, la causa de la unidad de la clase obrera y la causa del socialismo avanzarán a paso muchísimo más rápido, con mayor rapidez todavía que hoy entre los obreros alemanes.

 

3. RIQUEZA Y MISERIA, PROPIETARIOS Y OBREROS EN EL CAMPO

Ahora ya sabemos lo que quieren los socialdemócratas. Quieren luchar contra toda la clase rica para liberar al pueblo de la miseria. Y en el campo ruso la miseria no es menor, sino tal vez mayor aún que en las ciudades. No vamos a hablar aquí de cuán grande es la miseria en el campo: todo obrero que haya estado allí y todo campesino conocen bien la penuria, el hambre, el frío y la desolación que reinan en el campo.

Pero el campesino no sabe por qué vive en la miseria, pasa hambre y se arruina, ni cómo podrá librarse de esta penuria. Para saberlo hay que comprender ante todo de dónde provienen la penuria y la miseria, tanto en la ciudad como en el campo. Ya hemos hablado brevemente de ello y nos hemos cerciorado de que los campesinos pobres y los obreros del campo deben unirse a los obreros de la ciudad. Pero esto no basta. Hay que saber, además, quiénes seguirán en el campo a los ricos, a los propietarios, y quiénes se pondrán de parte de los obreros, de los socialdemócratas. Hay que saber si son muchos los campesinos que se las arreglan tan bien como los terratenientes para amasar un capital y vivir del trabajo ajeno. Si no llegamos al fondo de este asunto, de nada servirán todos los discursos sobre la miseria, y los pobres del campo no sabrán quiénes son los que tienen que unirse entre sí y con los obreros de la ciudad, ni qué hay que hacer para que resulte una alianza sólida y el campesino no sea engañado no sólo por el terrateniente, sino tampoco por su prójimo, el mujik rico.

Para esclarecer esto, veamos ahora cuál es la fuerza de los terratenientes en el campo y cuál la de los campesinos ricos.

Comencemos por los terratenientes. Su fuerza puede calcularse atendiendo, sobre todo, a la cantidad de tierra de que son propietarios. El total de tierras de Rusia Europea, incluyendo tanto la comunal de los campesinos como las de propiedad privada, ascendía a 240 millones de deciatinas[8], aproximadamente[9] (aparte de las tierras del fisco, de las que hablaremos más adelante). De estos 240 millones de deciatinas se hallan en manos de los campesinos, es decir, de más de diez millones de familias, 131 millones de deciatinas de tierras comunales; 109 millones de deciatinas están en poder de propietarios privados, o sea, en poder de menos de medio millón de familias. Esto quiere decir que, por término medio, a cada familia campesina le corresponde 13 deciatinas, mientras que a la familia de un solo propietario privado le tocan 1218 deciatinas! Pero la desigualdad en cuanto a la distribución de la tierra es aún mucho mayor, como veremos en seguida.

De los 109 millones de deciatinas de tierra que corresponden a los propietarios privados, siete millones se hallan en poder de la Corona; es decir, son propiedad de los miembros de la familia del zar. El zar, con su familia, es el primer terrateniente, el más grande terrateniente de Rusia. ¡Una sola familia posee más tierras que medio millón de familias campesinas! Además, las iglesias y los monasterios son propietarios de cerca de seis millones de deciatinas. Nuestros popes predican a los campesinos la moderación y hasta la abstinencia, mientras ellos mismos han acaparado, por las buenas o por las malas, una cantidad inmensa de tierras.

Por si esto fuera poco, se calcula que unos dos millones de deciatinas pertenecen a las ciudades y burgos, y otra cantidad aproximadamente igual a diversas sociedades y compañías comerciales e industriales. 92 millones de deciatinas de tierra (la cifra exacta es de 91.605.845, pero daremos, para simplificar, números redondos) pertenecen a menos de medio millón (481.358) de familias de propietarios privados. La mitad de este número de familias son propietarios muy pequeños, cada uno de los cuales posee menos de diez deciatinas, y entre todos ellos menos de un millón. En cambio, dieciséis mil familias poseen más de mil deciatinas cada una, con un total de sesenta y cinco millones de deciatinas entre todas. Cuán inmensas son las extensiones de tierras que concentran en sus manos los grandes terratenientes lo indica, además, el hecho de que un poco menos de mil familias (924) ¡poseen más de diez mil deciatinas de tierra, cada una, sumando entre todas veintisiete millones de deciatinas! Es decir, que sólo mil familias poseen tanta tierra como dos millones de familias de campesinos.

Se comprende, pues, que millones y decenas de millones de hombres del pueblo estén obligados a pasar hambre y miseria, y condenados a tal suerte para siempre, mientras unos cuantos miles de ricachos tienen en sus manos tan vastas extensiones de tierra. Se comprende que mientras eso ocurra, también el propio poder del Estado, el propio Gobierno (aunque se trate del Gobierno zarista) bailen al son que les toquen los grandes terratenientes. Se comprende que los pobres del campo no tengan de quién recibir ni de dónde esperar ayuda, mientras ellos mismos no se unan, no se fundan en una sola clase para luchar tenaz y desesperadamente contra la clase terrateniente.

Debe señalarse aquí que en nuestro país hay muchísima gente (entre ella, incluso, mucha gente culta) que se ha formado una idea completamente falsa de la fuerza que representa la clase terrateniente, y que dice que "el Estado" posee todavía mucha más tierra. "Ya ahora —afirman estos malos consejeros de los campesinos— pertenece al Estado gran parte del territorio (es decir, de todas las tierras) de Rusia" (palabras tomadas del periódico Revoliutsionnaya Rossia, núm. 8, pág. 8). El error de esta gente se debe a lo siguiente. Han oído que en Rusia Europea pertenecen al fisco 150 millones de deciatinas. Y así es, en verdad. Pero se olvidan de añadir que estas tierras son en su casi totalidad tierras estériles y bosques enclavados en los lejanos confines nórdicos, en las provincias de Arjánguelsk, Vólogda, Olonéts, Viatka y Perm. En poder del fisco sólo han quedado, en verdad, las tierras que hasta ahora resultaban totalmente inservibles para el cultivo. Las tierras cultivables que se hallan en poder del fisco no llegan a cuatro millones de deciatinas. Estas tierras cultivables pertenecientes al fisco (por ejemplo, en la provincia de Samara, donde abundan bastante) son tomadas en arriendo por los ricachos, que pagan por ellas una renta muy baja, casi nada. Se quedan con miles y decenas de miles de deciatinas de estas tierras y luego las ceden en arriendo a los campesinos por una renta exorbitante.

Sí, son muy malos consejeros de los campesinos quienes aseguran que el Estado tiene muchas tierras. En realidad, quienes disponen de muchas tierras buenas son los grandes propietarios privados (incluyendo entre ellos, personalmente, al zar), y estos grandes terratenientes tienen en sus manos al propio Estado. Y mientras los pobres del campo no sepan unirse y convertirse en una fuerza temible con su unión, el "Estado" seguirá siendo un sumiso servidor de la clase terrateniente. No hay que olvidar, además, otra cosa: antes, los terratenientes eran casi exclusivamente de la nobleza. También ahora se concentra en manos de los nobles una gran extensión de tierra (en 1877-1878 se calculaba que 115.000 nobles poseían 73 millones de deciatinas). Pero la fuerza principal ha pasado a ser ahora el dinero, el capital. Los comerciantes y los campesinos acomodados adquirieron muchísimas tierras. Se calcula que en treinta años (de 1863 a 1892) los nobles perdieron tierras (es decir, vendieron más de lo que compraron) por más de 600 millones de rublos. Por su parte, los comerciantes y ciudadanos distinguidos han adquirido tierras por 250 millones de rublos. Los campesinos, cosacos y "demás lugareños" (como llama nuestro Gobierno a la gente sencilla, para no confundirla con la "gente distinguida" y con el "público selecto") han comprado tierras por 300 millones de rublos. Esto significa que los campesinos de toda Rusia adquieren, por término medio, en propiedad privada, tierras por valor de 10 millones de rublos anuales.

Es decir, que no todos los campesinos son iguales: unos sufren hambre y miseria, y otros se enriquecen. Por consiguiente, son cada vez más los campesinos ricos que se orientan hacia los terratenientes y que se pondrán al lado de los ricos contra los obreros. Y los pobres del campo, que desean unirse a los obreros de la ciudad, deben pensar bien en esto, deben averiguar si son muchos estos campesinos ricos, cuál es su fuerza y qué clase de alianza necesitamos para luchar contra ella. Hablábamos hace poco de los malos consejeros de los campesinos. Estos malos consejeros gustan de decir que los campesinos cuentan ya con una alianza. Y la alianza es, según ellos, la comunidad rural. La comunidad, aseguran, es una gran fuerza. La agrupación dentro de la comunidad da una gran cohesión a los campesinos; la organización (es decir, la unidad, la alianza) de los campesinos en la comunidad es colosal (es decir, inmensa, enorme).

Esto es falso. Es un cuento. Un cuento inventado por gente bienintencionada, pero cuento al fin y al cabo. Y si prestamos oídos a cuentos, sólo conseguiremos echar a perder nuestra causa, la causa de la alianza de los pobres del campo con los obreros de la ciudad. Es necesario que todos los que viven en la aldea miren bien lo que ocurre a su alrededor: ¿es que la agrupación en la comunidad rural se parece en algo a la alianza de los campesinos pobres para luchar contra todos los ricos, contra todos los que viven del trabajo ajeno? No, no se parece en nada, ni puede parecerse. En cada aldea, en cada comunidad rural, hay muchos braceros, muchos campesinos arruinados, y hay ricachos que contratan braceros y compran tierras "a perpetuidad". Estos ricachos forman también parte de la comunidad rural y dominan en ella, porque son fuertes. Pues bien, ¿acaso la alianza que necesitamos es una alianza de la que formen parte y en la que dominen los ricachos? No, ni mucho menos.

Lo que necesitamos es una alianza para luchar contra ellos. Eso quiere decir que la agrupación dentro de la comunidad no nos sirve.

Lo que necesitamos es una alianza voluntaria, de la que formen parte sólo quienes comprendan que deben aliarse a los obreros de la ciudad. Pero la comunidad rural no es una alianza voluntaria, sino una agrupación impuesta por el Estado. De ella no forman parte quienes trabajan para los ricachos y quieren luchar juntos contra ellos. Está compuesta por todo tipo de personas, no porque quieran estar en ella, sino porque sus padres vivían ya en las mismas tierras, trabajaban para el mismo terrateniente, y porque las autoridades los han registrado como miembros de esa comunidad. Los campesinos pobres no pueden salir libremente de ella, ni aceptar libremente en la comunidad a una persona extraña inscrita por la policía en otro subdistrito y que a nosotros, para nuestra alianza, nos convendría tal vez que estuviera aquí. No, nos hace falta una alianza completamente distinta de ésta, una alianza voluntaria en la que sólo entren los trabajadores y los campesinos pobres, para luchar contra cuantos viven del trabajo ajeno.

Están ya muy lejos los tiempos en que la comunidad rural era una fuerza. Y esos tiempos jamás volverán. La comunidad era una fuerza cuando entre los campesinos apenas había braceros o jornaleros errantes por toda Rusia en busca de un salario, cuando no había casi ricachos, cuando todos se hallaban igualmente oprimidos por el terrateniente feudal. Ahora la fuerza principal es el dinero. Por dinero luchan entre sí como bestias feroces los miembros de una misma comunidad rural. A veces los mujiks adinerados expolian y saquean a miembros de su propia comunidad más que cualquier terrateniente. Lo que ahora necesitamos no es la alianza en la comunidad, sino una alianza contra el poder del dinero, contra el poder del capital, la alianza de todos los trabajadores del campo y de los campesinos pobres de las distintas comunidades, la alianza de todos los pobres del campo con los obreros de la ciudad para luchar por igual contra los terratenientes y los campesinos ricos.

Ya hemos visto cuál es la fuerza de los terratenientes. Veamos ahora si los campesinos ricos son muchos y cuál es su fuerza.

Juzgamos la fuerza de los terratenientes por la extensión de sus fincas, por la cantidad de tierras que poseen. Los terratenientes disponen libremente de sus tierras, son libres para comprarlas y venderlas. Por eso podemos formarnos un juicio muy exacto acerca de su fuerza si conocemos la cantidad de tierras que poseen. En cambio, los campesinos no tienen hasta ahora, en nuestro país, derecho a disponer libremente de su tierra, siguen siendo semisiervos, están atados a su comunidad. De ahí que no sea posible formarse un juicio acerca de la fuerza de los campesinos ricos sobre la base de la cantidad de tierras comunales que tienen. Los campesinos ricos no se enriquecen con sus parcelas comunales, sino que compran grandes extensiones de tierras, tanto en "propiedad perpetua" (es decir, en propiedad privada) como "por cierto número de arios" (o sea, tomándolas en arriendo); las compran a los terratenientes y a otros campesinos de la misma comunidad, a quienes se ven obligados a deshacerse de la tierra, vender sus parcelas comunales para cubrir sus necesidades. De aquí que lo más acertado sea clasificar a los campesinos ricos, medios y pobres según el número de caballos de que disponen. El campesino que dispone de muchos caballos es casi siempre un campesino rico; si tiene mucho ganado de labor, ello significa que tiene también mucha sementera y mucha tierra, aparte de su parcela comunal, y dinero ahorrado. Además, estamos en condiciones de calcular cuántos campesinos, dueños de muchos caballos, existen en toda Rusia (en Rusia Europea, sin contar Siberia y el Cáucaso). Como es lógico, no debe olvidarse que en lo referente a Rusia en su conjunto, sólo podemos hablar de promedios, ya que existen muchas diferencias dentro de las distintas provincias y distritos. Por ejemplo, en las inmediaciones de las ciudades hay a menudo campesinos ricos que tienen pocos caballos. Algunos de ellos se dedican a la ventajosa explotación de la horticultura, y otros poseen pocos caballos, pero muchas vacas, cuya leche venden. Y hay también en toda Rusia campesinos que no se enriquecen con la tierra, sino con el comercio, instalando mantequerías, molinos y otras empresas. Todo el que vive en el campo conoce muy bien a los campesinos ricos de su aldea y de los contornos. Pero nosotros necesitamos saber cuántos campesinos ricos existen en toda Rusia y cual es su fuerza, para que el campesino pobre no ande a tientas, a ciegas, sino que sepa sin temor a equivocarse cómo son sus amigos y cómo sus enemigos.

Veamos, pues, cuántos son los campesinos ricos, dueños de muchos caballos, y cuántos los pobres. Ya hemos dicho que, en total, se calcula que existen en toda Rusia cerca de diez millones de familias campesinas. El número de caballos que poseen ascenderá, probablemente, a unos quince millones (hace catorce años, el número era de diecisiete millones, pero en la actualidad hay menos). En consecuencia, corresponden quince caballos, como promedio, por cada diez familias. Pero el asunto es que unos, muy pocos, disponen de muchos caballos, en tanto otros, la mayoría, cuentan con pocos o con ninguno. Los campesinos sin caballo suman no menos de tres millones, y casi tres millones y medio poseen sólo un caballo. Trátase de campesinos arruinados por completo o de campesinos pobres. Los llamamos los pobres del campo. Su número es de seis millones y medio sobre un total de diez, o sea, ¡casi las dos terceras partes! Vienen luego los campesinos medios, que poseen una yunta de ganado de labor cada uno. Estos campesinos, suman cerca de dos millones de familias y poseen en total casi cuatro millones de caballos. Y en seguida van los campesinos ricos, que disponen de más de una yunta. Son como un millón y medio de familias, pero disponen, en conjunto, de siete millones y medio de caballos[10]. Por tanto, una sexta parte de las familias campesinas, aproximadamente, posee la mitad de la cantidad total de caballos.

Ahora que sabemos esto, podemos formarnos un juicio bastante exacto acerca de la fuerza de los campesinos ricos. Su número es muy reducido: en las diversas comunidades rurales, en los diversos subdistritos, no pasan de una o dos decenas por cada cien familias. Pero estas pocas familias son las más ricas. De aquí que posean, en toda Rusia, casi tantos caballos como todos los demás campesinos juntos. Esto quiere decir que sus sementeras representan también casi la mitad de la superficie total sembrada por los campesinos. Estos labradores cosechan mucho más trigo del necesario para el consumo de sus familias. Venden grandes cantidades de trigo. Destinan su trigo no sólo al consumo, sino en su mayor parte a la venta, para obtener dinero. Estos campesinos pueden acumular dinero; lo depositan en las cajas de ahorros y en los bancos; también adquieren tierras en propiedad. Ya hemos visto cuántas tierras compran cada año los campesinos en toda Rusia: casi todas las tierras van a parar a manos de estos pocos campesinos ricos. Los pobres del campo no pueden pensar en comprar tierras, sino en buscar la manera de no morir de hambre. Con frecuencia carecen del dinero necesario para comprar trigo, y no digamos para adquirir tierras. De ahí que los bancos en general y el Banco Campesino en particular no ayuden a adquirir tierras a todos los campesinos, ni mucho menos (como aseguran a veces quienes tratan de engañar al mujik o quienes pecan por exceso de simpleza), sino sólo a un número insignificante de ellos, a los campesinos ricos. Y de ahí también que los malos consejeros del mujik a quienes nos referíamos más arriba no digan la verdad acerca de la compra de tierras cuando aseguran que éstas pasan del capital al trabajo. La tierra no puede transferirse en modo alguno al trabajo, es decir, al hombre carente de bienes que vive de su trabajo, por la sencilla razón de que la tierra se paga con dinero. Y a la gente pobre nunca le sobra el dinero. La tierra sólo pasa a manos de los campesinos ricos en dinero, al capital, a aquellos contra quienes deben luchar los pobres del campo, aliados a los obreros de la ciudad.

Los campesinos ricos no sólo compran tierras a perpetuidad, sino que, sobre todo, las toman en arriendo porm cierto número de años. Privan de tierras a los campesinos pobres, al tomar en arriendo grandes extensiones. Por ejemplo, en un solo distrito de la provincia de Poltava (el de Konstantinograd) se calculó cuánta tierra habían tomado en arriendo los campesinos ricos. ¿Y qué resultados se obtuvieron? Los que arrendaban de 30 deciatinas en adelante por familia eran muy pocos, dos familias por cada quince. Y sin embargo, estos ricachos concentraban en sus manos la mitad de toda la tierra arrendada, y a cada uno de ellos le correspondían, por término medio, ¡75 deciatinas de tierra en arriendo! En la provincia de Táurida se calculó la cantidad de tierra arrendada al fisco por las comunidades campesinas, y que era acaparada por los ricachos. Y resultó que éstos, cuyo número no pasaba de una quinta parte de todas las familias, acaparaban las tres cuartas partes del total de tierras arrendadas. La tierra se arrienda en todas partes por dinero, el dinero se halla sólo en manos de unos cuantos ricachos.

Además, los propios campesinos ceden hoy en arriendo muchas tierras. Se desprenden de sus parcelas comunales porque no tienen ganado, ni simiente ni medios ton que cultivar la hacienda. Sin dinero no se puede hoy hacer nada, aunque se tenga tierra. Por ejemplo, en el distrito de Novoúzensk, provincia de Samara, de cada tres familias de campesinos ricos, una y a veces dos toman en arriendo parcelas en su propia comunidad o en otras. Los que ceden sus parcelas comunales a otros son campesinos que carecen de caballo o sólo tienen uno. En la provincia de Táurida, una tercera parte de las familias campesinas ceden en arriendo a otros sus parcelas comunales. Se traspasa en arriendo la cuarta parte de todas las parcelas campesinas, un cuarto de millón de deciatinas: Y de este cuarto de millón, ¡150.000 deciatinas (las tres quintas partes) van a parar a manos de los campesinos ricos! De nuevo volvemos a ver aquí si la comunidad es de alguna utilidad para los pobres del campo. En la comunidad rural, el que tiene el dinero tiene la fuerza. Y lo que nosotros necesitamos es la alianza de los campesinos pobres de todas las comunidades.

Y lo mismo que con la compra de tierras, engañan también a los campesinos diciéndoles que pueden comprar a bajo precio arados, segadoras y toda clase de aperos perfeccionados. Se organizan almacenes y arteles de los zemstvos, y se dice: los aperos perfeccionados mejoran la suerte del campesino. No es más que un embuste. Todos esos aperos agrícolas perfeccionados sólo están al alcance de los ricachos, y los pobres casi no los ven. ¡Cómo pensar en arados y segadoras, cuando ni siquiera pueden comer! Toda esa cacareada "ayuda a los campesinos" es una ayuda que se presta a los ricachos, y nada más. Y a la masa de campesinos pobres que carecen de tierras, ganado y ahorros no se la ayuda ofreciéndole aperos mejores y más baratos. Por ejemplo, en un distrito de la provincia de Samara se hizo un recuento de los aperos perfeccionados de que disponían los campesinos ricos y los pobres. Se descubrió que sólo una quinta parte de las familias, es decir, las más acomodadas, concentraban casi las tres cuartas partes del total de aperos modernos, en tanto que para los pobres, es decir, para la mitad de las familias campesinas, sólo quedaba la trigésima parte. En este distrito los campesinos sin caballo y con un solo caballo suman 10.000 familias sobre un total de 28.000; estas 10.000 familias sólo poseen siete aperos perfeccionados de los 5.724 correspondientes a todo el distrito. ¡Siete de los 5.724: he ahí la proporción en que los pobres de la aldea participan en los perfeccionamientos de la hacienda rural, en la difusión de estos arados y segadoras que, según se afirma, ayudan a "todos los campesinos"! ¡Eso es lo que los pobres del campo pueden esperar de quienes hablan del "mejoramiento de la economía campesina"!

Por último, una de las peculiaridades principales del campesino rico es que contrata a braceros y jornaleros. Los campesinos ricos, a semejanza de los terratenientes, viven también del trabajo ajeno. Al igual que los terratenientes, se enriquecen a costa de la ruina y el empobrecimiento de la masa campesina. Lo mismo que los terratenientes, procuran exprimir a sus propios braceros la mayor cantidad posible de trabajo y pagarles el menor salario posible. Si millones de campesinos no se viesen totalmente arruinados y obligados a trabajar para otros, a buscar un jornal, a vender su fuerza: de trabajo, los campesinos ricos no podrían existir ni explotar sus fincas. No podrían quedarse con las parcelas comunales "abandonadas", ni encontrarían en ninguna parte jornaleros. En toda Rusia el millón y medio de campesinos ricos contratan, por cierto, a no menos de un millón de braceros y jornaleros. Es evidente que en la gran lucha entre la clase de los propietarios y la clase de quienes nada poseen, entre los patronos y los obreros, entre la burguesía y el proletariado, los campesinos ricos se pondrán al lado de los propietarios, contra la clase obrera.

Ahora ya conocemos la situación y la fuerza de los campesinos ricos. Examinemos cómo viven los campesinos pobres.

Hemos dicho que entre los pobres del campo se cuenta la inmensa mayoría, casi las dos terceras partes de las familias campesinas de Rusia. Por empezar, hay no menos de tres millones de familias sin caballo, y es probable que hoy sean más, quizá tres millones y medio. Cada año de hambre, de malas cosechas, arruina a decenas de miles de haciendas. La población crece, crece la densidad, mientras que las mejores tierras están ya acaparadas por los terratenientes y los campesinos ricos. Cada año el pueblo se arruina más y más, emigra del campo a las ciudades y a las fábricas, pasa a engrosar las filas de los braceros y los peones. Un campesino sin caballo es ya un campesino completamente arruinado. Es un proletario. No vive ya (si se puede llamar a esto vivir, pues más exacto sería decir que va tirando) de la tierra, de su hacienda, sino del trabajo asalariado. Es el hermano del obrero de la ciudad. Al campesino sin caballo no le sirve de nada la tierra: la mitad de las familias carentes de caballo renuncian a sus parcelas comunales; a veces las entregan incluso gratis a la comunidad (¡y algunos hasta pagan la diferencia entre los impuestos y la cosecha que se espera recoger!), sencillamente porque no están en condiciones de cultivar su tierra. Los campesinos sin caballo siembran una deciatina, y a lo sumo dos. Se ven siempre en la necesidad de comprar trigo (si tienen con qué), pues el cosechado por ellos no les alcanza para alimentarse. No es mucho mejor la situación de los campesinos con un solo caballo, que en toda Rusia suman cerca de 3 millones y medio de familias. Hay, por supuesto, excepciones, y ya hemos dicho que alguno que otro campesino con un solo caballo vive pasablemente, o incluso Llega a enriquecerse. Pero no hablamos de las excepciones, ni de lugares aislados, sino de toda Rusia. No cabe duda de que la gran masa de los campesinos con un solo caballo vive en la pobreza y en la penuria. Estos campesinos pueden llegar a sembrar, incluso en las provincias agrícolas, de tres a cuatro deciatinas de tierra, rara vez cinco; y tampoco les alcanza su propio cereal. Ni siquiera en los años buenos comen mejor que los campesinos sin caballo; por consiguiente, andan siempre mal alimentados, siempre hambrientos. Su hacienda está en completa decadencia, su ganado es malo y mal alimentado, y no tiene fuerza para trabajar la tierra como es debido. ¡En la provincia de Vorónezh, por ejemplo, el campesino con un solo caballo no puede invertir en toda su hacienda (aparte del forraje para el ganado) más de veinte rublos por año! (El mujik rico gasta diez veces más.) ¡Veinte rublos por año para pagar el arriendo de la tierra, comprar ganado, reparar su arado y los demás aperos, pagar al pastor y todo lo demás! ¿Acaso puede llamarse hacienda a eso? Es un agobio constante, un trabajo forzado, un eterno tormento. Es natural, entonces, que haya también muchos campesinos con un solo caballo que cedan en arriendo sus parcelas comunales. Un indigente poco provecho puede sacarle a la tierra. Sin dinero, de la tierra no se obtiene no ya el dinero, sino ni siquiera lo necesario para alimentarse. Y para todo hace falta dinero: para comer, para vestirse, para gastarlo en la hacienda, para pagar impuestos. En la provincia de Vorónezh, el campesino con un caballo gasta sólo en impuestos, por lo general, dieciocho rublos anuales, y cuenta en total, para atender a todos sus gastos, con 75 rublos anuales. Sólo por mofa se puede hablar, en estas condiciones, de compra de tierras, de aperos perfeccionados o de bancos agrícolas: estas cosas no' han sido inventadas para el campesino pobre.

¿De dónde, entonces, sacar el dinero? No tiene más remedio que buscar un "ingreso" en otro lado. El campesino con un solo caballo, lo mismo que el que no posee ninguno, puede ir tirando gracias sólo a un "ingreso adicional". ¿Y qué significa esto? Significa ponerse a trabajar para otro, trabajar por un salario. Significa que el campesino con un solo caballo ha dejado de ser en parte un propietario, para convertirse en asalariado, en proletario. Por eso se da a estos campesinos el nombre de semiproletarios. También ellos son hermanos de los obreros de la ciudad, pues lo mismo que a éstos los despluma a mansalva cualquier patrono. Tampoco para ellos hay otra salida, otra salvación que unirse a los socialdemócratas para luchar contra todos los ricachos, contra todos los propietarios. ¿Quién trabaja en la construcción de los ferrocarriles? ¿A quién saquean los contratistas? ¿Quién tumba los árboles en los bosques y arrastra los troncos río abajo? ¿Quiénes trabajan como braceros? ¿Quiénes se ganan la vida como jornaleros? ¿Quiénes ejecutan las faenas menos calificadas en las ciudades y en los puertos? Son todos los pobres que afluyen de la aldea. Son los campesinos que tienen un solo caballo o ninguno. Son los proletarios y semiproletarios del campo. ¡Y cuántos son en toda Rusia! Se calcula que cada año se extienden en toda Rusia (exceptuando el Cáucaso y Siberia) ocho y a veces hasta nueve millones de pasaportes. Son todos obreros migratorios, que salen de la aldea en busca de trabajo. Campesinos sólo de nombre; en realidad son asalariados, obreros. Todos ellos deben unirse en una sola alianza con los obreros de la ciudad, y cada rayo de luz y de saber que penetre en la aldea vendrá a reforzar y consolidar esta alianza.

Hay, además, algo que no debe olvidarse, en lo que a los "ingresos adicionales" se refiere. Todos los funcionarios y quienes piensan en la manera de éstos son aficionados a emplear la frase de que el campesino, el mujik, "necesita" dos cosas: tierra (pero no mucha; ¡por otra parte, no habría de dónde sacarla, ya que la han acaparado los ricachos!) e "ingresos adicionales". De aquí que, según dicen, para ayudar a la gente del pueblo conviene instalar en la aldea más industrias artesanales, "proporcionar" a la gente más "ingresos adicionales". Estos discursos son pura hipocresía.

Para los pobres, ingreso significa trabajar por un salario. "Proporcionar ingresos" al campesino significa convertirlo en obrero asalariado. ¡Bonita ayuda, por cierto! Para los campesinos ricos hay otras maneras de obtener "ingresos", que requieren un capital; por ejemplo, instalar un molino o cualquier otra empresa, comprar una trilladora, dedicarse al comercio u otras cosas por el estilo. Confundir estos ingresos de la gente de dinero con el trabajo asalariado de los pobres es engañar á éstos. Los ricachos, como es natural, salen ganando con cualquier engaño; a ellos les conviene presentar las cosas como si todos los "ingresos" estuviesen al alcance de todos los campesinos. Pero quien realmente quiere favorecer a los pobres, les dirá toda la verdad y sólo la verdad.

Ahora nos queda por hablar de los campesinos medios. Ya hemos visto que en general, en el conjunto de Rusia, debe considerarse campesino medio al que cuenta con una yunta de animales de labor, y sabemos que de diez millones de hogares campesinos, unos, dos millones corresponden a campesinos medios. El campesino medio ocupa una posición intermedia entre el rico y el proletario; por eso se le da ese nombre. Y vive también medianamente: en los años buenos se mantiene a flote con' lo que saca de su tierra, pero la miseria siempre lo acecha. Tiene muy pocos ahorros o ninguno. Por eso la situación de su hacienda es muy precaria. Le resulta difícil conseguir dinero: a duras penas saca de su hacienda lo que necesita, y cuando lo saca, apenas le alcanza. Ir a buscar un ingreso significa descuidar su hacienda, con lo que se arruina definitivamente. Sin embargo, son muchos los campesinos medios que no pueden salir adelante sin ayuda de un ingreso adicional, que necesitan trabajar por un salario, dejarse sojuzgar por el terrateniente o hundirse en deudas. Y rara vez logra el campesino medio desembarazarse de las deudas que contrae, pues sus ingresos no son seguros como los del campesino rico. Por eso, cuando las contrae es como si se echase una soga al cuello. Jamás consigue saldarlas y acaba arruinándose por completo. El campesino medio es el que más cae en las garras del terrateniente, quien para los trabajos a destajo necesita valerse de mujiks que no estén arruinados, que dispongan de una yunta de caballos y de los aperos necesarios para el cultivo. Al campesino medio no le es fácil marcharse a otro lado y cae, por ello, en las garras del terrateniente por una serie de conceptos: por el trigo, por los pastizales, por el arriendo de los recortes de tierras y por el dinero prestado durante el invierno. Y además del terrateniente y el kulak, oprime también al campesino medio su vecino rico, quien no desperdicia nunca la ocasión de adelantársele en el arriendo de la tierra y de oprimirlo de una u otra manera. Esa es la vida del campesino medio: ni chicha ni limonada. No llega a ser un verdadero propietario, ni es tampoco un auténtico obrero. Todos los campesinos medios tratan de igualarse a los patronos, quieren ser propietarios, pero son muy pocos quienes lo logran. Son contados los que emplean a braceros o jornaleros, que logran enriquecerse con el trabajo ajeno, prosperar cabalgando sobre las espaldas de otros. La mayoría de los campesinos medios carecen de dinero para contratar a otros; ellos mismos se ven obligados a trabajar por un salario.

En todas partes donde comienza la lucha entre los ricos y los pobres, entre los propietarios y los obreros, el campesino medio queda entre dos fuegos, y no sabe hacia dónde ir. Los ricachos lo llaman a su lado y le dicen: también tú eres un amo, un propietario, y no debes mezclarte con la chusma de los obreros. Estos, por su parte, le hablan así: también a ti te despojarán y estafarán los ricachos, y no tienes otra salvación que ayudarnos en la lucha contra los ricos. Esta disputa en torno del campesino medio se libra por doquier, en todos los países en que los obreros socialdemócratas luchan por la emancipación del pueblo trabajador. En Rusia, esta disputa apenas comienza ahora. Por eso debemos estudiar bien este problema y comprender con claridad a qué engaños recurren los ricachos para atraerse a los campesinos medios; debemos aprender a desenmascarar esos engaños y ayudar al campesino medio a conocer a sus verdaderos amigos. Si los obreros socialdemócratas rusos marchan desde ahora por el camino correcto, crearemos mucho antes que nuestros camaradas alemanes una sólida alianza entre los obreros del campo y los obreros de la ciudad, y alcanzaremos rápidamente la victoria sobre todos los enemigos del pueblo trabajador.

 

4. ¿CON QUIEN DEBE IR EL CAMPESINO MEDIO? ¿CON LOS PROPIETARIOS Y LOS RICOS, O CON LOS OBREROS Y LOS POBRES?

Todos los propietarios, toda la burguesía, se esfuerzan por atraer a su lado al campesino medio, prometiéndole toda suerte de medidas para mejorar su hacienda (arados baratos, bancos agrícolas, roturación de pastizales, venta a bajo precio de ganado, de abonos, etc.) e induciéndolo a participar en todo género de asociaciones agrícolas (cooperativas, como las llaman los libros), que agrupan diversos tipos de propietarios, con el fin de mejorar los métodos de cultivo. De este modo, la burguesía procura desviar de la alianza con los obreros al campesino medio, y aun al pequeño campesino, al semiproletario; procura inducirlos a que se pongan de parte de Ios ricos, de la burguesía, en su lucha contra los obreros, contra el proletariado.

Los obreros socialdemócratas contestan a esto: mejorar la hacienda está muy bien; nada hay de malo en que puedan comprarse arados baratos; hoy todo comerciante avisado trata de vender más barato para atraerse compradores. Pero cuando se les dice a los campesinos pobres o medios que mejorar su hacienda y abaratar los arados los ayudará a todos ellos a salir de la penuria y a ponerse en pie, sin tocar para nada a los ricos, se los engaña. Todas estas mejoras, abaratamientos y cooperativas (asociaciones para comprar y vender mercancías) benefician mucho más a los ricos. Estos se vuelven más fuertes aún, oprimen aún más tanto a los campesinos pobres como a los medios. Mientras los ricos lo sigan siendo, mientras tengan en sus manos la mayor parte de la tierra, del ganado, de los aperos y del dinero, no sólo los campesinos pobres, sino tampoco los medios, podrán salir jamás de la penuria. Alguno que otro mujik medio podrá escalar la riqueza con ayuda de estas mejoras y de estas cooperativas, pero en cambio todo el pueblo y todos los campesinos medios se hundirán todavía más en la miseria. Para que todos los mujiks medios puedan llegar a ser ricos, hay que acabar con los más ricos de todos, y esto sólo podrá lograrlo la alianza de los obreros de la ciudad con los pobres del campo.

La burguesía le dice al campesino medio (e incluso al pequeño): te venderemos tierras baratas y arados a bajo precio, pero a cambio de ello nos venderás tu alma, renunciarás a luchar contra todos los ricos.

El obrero socialdemócrata dice: si de veras te ofrecen mercancías a bajo precio, ¿por qué no comprar, si tienes dinero? Este es un asunto comercial. Pero el alma nunca debe venderse. Renunciar a luchar al lado de los obreros de la ciudad contra toda la burguesía equivale a seguir siempre en la miseria y la penuria. Con el abaratamiento de las mercancías sale ganando todavía más el rico, que se enriquece todavía más. Y a quien carece de dinero, de poco le sirve que le ofrezcan cosas baratas, mientras no le quite ese dinero a la burguesía.

Pongamos un ejemplo. Los partidarios de la burguesía prodigan elogios a todo género de cooperativas (asociaciones para comprar barato y vender con ganancia). Y hasta hay quienes, llamándose "socialistas-revolucionarios", gritan también, como un eco de la burguesía, que lo que más necesitan los campesinos son cooperativas. También en Rusia comienzan a imponerse todo género de cooperativas, aunque en nuestro país hay todavía pocas, y no abundarán mientras no gocemos de libertad política. En Alemania, en cambio, hay muchas cooperativas de todo tipo entre los campesinos. Pero veamos a quién ayudan en particular estas asociaciones. En toda Alemania hay 140.000 agricultores organizados en cooperativas para la venta de leche y de productos lácteos, agricultores que poseen, en total (empleando una vez más números redondos, para simplificar),1.100.000 vacas. Se calcula que en toda Alemania hay cuatro millones de campesinos pobres. De ellos, sólo 40.000 participan en las cooperativas, lo que quiere decir que sólo un campesino pobre de cada cien goza de los beneficios de esas cooperativas. En total, estos 40.000 campesinos pobres disponen únicamente de 100.000 vacas. Hay además un millón de agricultores medianos, de campesinos medios, de los cuales están organizados en las cooperativas 50.000 (o sea, cinco de cada cien), que reúnen 200.000 vacas. Por último, existe un tercio de millón de agricultores ricos (incluyendo terratenientes y campesinos ricos en bloque); de éstos, forman parte de las cooperativas 50.000 (¡diecisiete personas de cada cien!), ¡con un total de 800.000 vacas!

He aquí a quién ayudan, ante todo y sobre todo, las cooperativas. He aquí cómo tratan de engañar a los mujiks quienes gritan que la salvación del campesino medio reside en esas asociaciones para comprar barato y vender con un beneficio. ¡A qué bajo precio pretende la burguesía "arrancar" al mujik a la influencia de los socialdemócratas, quienes llaman al campesino pobre y al campesino medio a unirse a ellos!

En Rusia comienzan a organizarse también distintas asociaciones para fabricar quesos y otros productos lácteos. Y también entre nosotros abundan las personas que gritan: lo que necesita el mujik son arteles, la unión en la comunidad y las cooperativas. Pero observen a quién benefician esos arteles y esas cooperativas, esos arriendos comunales. En nuestro país, de cada cien familias hay no menos de veinte que carecen de vacas; alrededor de treinta poseen sólo una: estas familias venden leche espoleadas por la amarga necesidad, y dejan sin ella a sus niños, que pasan hambre y mueren como moscas. Pero los mujiks ricos poseen 3 ó 4 vacas, y aún más, y en sus manos se concentra la mitad de todo el ganado vacuno de los campesinos. En estas condiciones, ¿a quién puede beneficiar la fabricación de quesos por las cooperativas? No cabe duda de que beneficia ante todo a los terratenientes y a la burguesía campesina. No cabe duda de que a éstos les resulta beneficioso que los campesinos medios y los pobres se inclinen a su lado, que consideren como camino para salir de la penuria no la lucha de todos los obreros contra la burguesía, sino la aspiración de unos cuantos pequeños propietarios aislados a salir de esta situación y pasarse a las filas de los ricos.

Esta aspiración es apoyada y estimulada de todos los modos posibles por los partidarios de la burguesía, disfrazados de partidarios y amigos del pequeño campesino. Y hay mucha gente ingenua que no ve al lobo bajo la piel de cordero, y repite el engaño de la burguesía, en la creencia de que con ello ayuda al campesino pequeño y medio. Tratan de demostrar, por ejemplo, en sus libros y en sus discursos que la pequeña hacienda agrícola es más ventajosa y rentable, que la pequeña hacienda agrícola prospera; por eso, se nos dice, abundan tanto, por doquier, los pequeños agricultores, por eso éstos se aferran con tanta fuerza a la tierra (y no porque las mejores tierras están ya acaparadas por la burguesía y todo el dinero se halla también en sus manos, ¡mientras los campesinos pobres se hacinan y pasan privaciones toda la vida en su puñado de tierra!). El pequeño campesino necesita poco dinero, dice esta gente de palabra melosa; el campesino pequeño y el medio son más laboriosos y ahorrativos que el grande y además saben vivir de un modo más frugal: en vez de comprar heno para el ganado, se arreglan con paja; en lugar de comprar una máquina cara, madrugan más para trabajar más y reemplazar a la máquina; en vez de pagar dinero a otros por cualquier reparación, aprovechan las fiestas para empuñar el hacha y hacer de carpinteros, y todo les sale más barato que al gran propietario; en vez de mantener un caballo caro o un buey, se las arreglan para arar con una vaca. En Alemania, todos los campesinos pobres aran con vacas; ¡en nuestro país la gente es tan pobre, que unce al arado no sólo a las vacas, sino a veces incluso a hombres y mujeres! ¡Y qué ventajoso, qué barato resulta todo esto! ¡Cuán digno de encomio es que el campesino pequeño y el medio sean tan laboriosos y diligentes, vivan con tan poco, no sepan lo que es la molicie, no piensen en el socialismo, sino sólo en atender a su hacienda! ¡Estos campesinos no se inclinan hacia los obreros que organizan huelgas contra la burguesía, sino que ponen sus ojos en la gente rica y procuran llegar a ser personas respetables! ¡Si todos fuesen tan laboriosos y diligentes, si todos viviesen con tan poco, si no se entregaran a la bebida, si ahorrasen más dinero y gastasen menos en ropas, si no procrearan tantos hijos, todo el mundo viviría mejor y no habría pobreza ni penuria!

¡Esas son las dulces palabras que la burguesía susurra al campesino medio, y no faltan ingenuos que creen en ellas e incluso las repiten[11]. En realidad, estas dulces palabras son un engaño, una burla de que se hace objeto a los campesinos. Esta gente melosa llama hacienda agrícola barata y ventajosa a la penuria, a la triste miseria que obliga al campesino pobre y al medio a trabajar de la mañana a la noche, a escatimar cada pedazo de pan, a negarse cualquier gasto de dinero por insignificante que sea. ¡Es claro que no puede haber nada más "barato" ni más "ventajoso" que usar tres años seguidos los mismos pantalones, andar descalzo en verano, reparar el arado con una cuerda y alimentar a la vaca con la paja podrida arrancada a la techumbre! ¡Habría que obligar a cualquier burgués o campesino rico a manejar esa "barata" y "ventajosa" hacienda agrícola, y ya veríamos cuán pronto se olvidaba de sus dulces palabras!

Quienes ensalzan la pequeña hacienda agrícola intentan a veces ayudar al campesino, pero en realidad lo perjudican. Con sus almibaradas palabras engañan al mujik corno se engaña al pueblo con la lotería. Explicaré en seguida qué es la lotería. Supongamos que poseo una vaca que vale 50 rublos. Quiero venderla por medio de una lotería, de modo que ofrezco a todos billetes de un rublo cada uno. ¡Por un rublo pueden obtener una vaca! La gente se deja tentar y los rublos Llueven. Cuando logro juntar cien rublos, procedo al sorteo: el número del billete que salga premiado ganará la vaca por un rublo, y los demás se irán con las manos vacías. ¿Puede decirse que esta vaca le ha salido "barata" a la gente? No, le ha salido muy cara, pues pagó por ella el doble de su valor, porque dos personas (el organizador de la lotería y el ganador de la vaca) se enriquecieron sin el menor trabajo a costa de las noventa y nueve que perdieron su dinero. Por tanto, quienes afirman que la lotería es ventajosa para el pueblo, lo engañan. Y exactamente del mismo modo engañan a los campesinos quienes les prometen liberarlos de la miseria y la penuria por medio de todo género de cooperativas (asociaciones para vender con beneficio y comprar barato), de todo género de mejoras de la agricultura, de todo tipo de bancos, etcétera. En la lotería gana uno y los demás pierden, y otro tanto ocurre aquí: un campesino medio se las ingenia para llegar a ser rico, pero noventa y nueve de sus compañeros se pasan toda la vida doblando el espinazo y, en vez de salir de la miseria, se arruinan cada vez más. Que cada vecino de la aldea se fije bien en su comunidad y en cuantos lo rodean, y nos diga si muchos campesinos medios consiguen enriquecerse y salir de la penuria. ¡Cuántos son, en cambio, los que no consiguen salir de pobres en toda la vida! ¡Y cuántos los que se arruinan y se ven obligados a abandonar la aldea! En toda Rusia se calcula, como hemos expuesto, que no hay más de dos millones de haciendas campesinas medias. Supongamos que a las diferentes asociaciones para comprar barato y vender con beneficio pertenecieran diez veces más campesinos que ahora. ¿Qué sucedería? En el mejor de los casos, que cien mil campesinos medios se convertirían en campesinos ricos. ¿Qué significa esto? Significa que se enriquecerían, a lo sumo, cinco campesinos medios por cada cien. ¿Y los noventa y cinco restantes? Tendrían que seguir viviendo con tantos aprietos como antes, y mucho más aún, iy los pobres se arruinarían todavía más!

La burguesía, como es natural, sólo quiere que el mayor número posible de campesinos pequeños y medios siga a los ricos, crea en la posibilidad de librarse de la pobreza sin necesidad de luchar contra la burguesía, confíe en su diligencia, en su frugalidad, en su posibilidad de enriquecerse, y no en la alianza con los obreros del campo y de la ciudad. La burguesía se empeña en alentar en el mujik esta fe y esta esperanza engañosas, para embaucarlo con todo género de palabras melosas.

Para revelar cómo engaña esta gente de dulces palabras, basta con formularles tres preguntas:

Primera pregunta. ¿Puede el pueblo trabajador librarse de la miseria y la penuria, cuando en Rusia, de 240 millones de deciatinas de tierras laborales, 100 millones se hallan en poder de propietarios privados, y 65 millones de deciatinas pertenecen a 16.000 grandes terratenientes?

Segunda pregunta. ¿Puede el pueblo trabajador librarse de la miseria y la penuria, cuando un millón y medio de haciendas campesinas ricas (de un total de diez millones) han acaparado la mitad de las sementeras de los campesinos, de sus caballos, de su ganado, y mucho más de la mitad de las reservas y ahorros pecuniarios de los campesinos? ¿Cuando esta burguesía del campo sigue enriqueciéndose cada vez más, oprimiendo a los campesinos pobres y medios, enriqueciéndose con el trabajo ajeno, con el trabajo de los braceros y jornaleros? ¿Cuando seis millones y medio de haciendas campesinas están compuestas por campesinos pobres, arruinados, siempre hambrientos, que deben ganarse un amargo pedazo de pan trabajando en lo que sea por un jornal?

Tercera pregunta. ¿Puede el pueblo trabajador librarse de la miseria y la penuria, cuando la fuerza principal es hoy el dinero, cuando todo puede comprarse por dinero: fábricas y tierras, y hasta los hombres, convertidos en trabajadores asalariados, en esclavos asalariados? ¿Cuando no es posible vivir ni cultivar la tierra sin dinero? ¿Cuando el pequeño campesino, el campesino pobre, tiene que luchar con el gran propietario para obtener dinero? ¿Cuando unos cuantos miles de terratenientes, comerciantes, industriales y banqueros han concentrado en sus manos cientos de millones de rublos y disponen, además, de todos los bancos, en los que se encuentran depositados miles de millones de rublos?

Estas preguntas no podrán eludirse con dulces palabras acerca de las ventajas de la pequeña hacienda agrícola o de las cooperativas. Para ellas sólo cabe una respuesta: la verdadera "cooperación" que puede salvar al pueblo obrero es la alianza de los pobres del campo con los obreros socialdemócratas de la ciudad, para luchar contra toda la burguesía. Y cuanto antes se amplíe y fortalezca esta alianza, antes se dará cuenta el campesino medio de lo engañosas que son las promesas burguesas, antes se pondrá el campesino medio de nuestro lado.

La burguesía lo sabe y por eso, aparte de sus palabras melosas, difunde las más diversas mentiras acerca de los socialdemócratas. Dice que éstos tratan de quitar sus propiedades al campesino medio y al pequeño campesino. Eso es mentira. Los socialdemócratas sólo se proponen quitar sus propiedades a los grandes propietarios sólo a quienes viven del trabajo ajeno. Los socialdemócratas no quitarán nunca sus propiedades a los agricultores pequeños y medios que no emplean a obreros asalariados. Los socialdemócratas defienden y amparan los intereses de todo el pueblo trabajador, y no sólo los de los obreros de la ciudad, que son los más conscientes y los más unidos, sino también los de los obreros del campo, así como los de los pequeños artesanos y campesinos que no contraten a obreros, no se inclinen hacia los ricos y no se pasen al lado de la burguesía. Los socialdemócratas luchan por todo lo que signifique mejoras en la vida de los obreros y los campesinos, que puedan aplicarse inmediatamente, antes de haber destruido la dominación de la burguesía, y que faciliten la lucha contra ella. Pero los socialdemócratas no engañan a los campesinos, les dicen toda la verdad. Y les advierten de antemano, con toda franqueza, que mientras domine la burguesía no habrá mejora capaz de librar al pueblo de la penuria y la miseria. Para que todo el pueblo sepa qué son y qué quieren los socialdemócratas, éstos han elaborado su programa[12]. Un programa es la explicación breve, clara y precisa de todas las cosas a las que un partido aspira y por las cuales lucha. El Partido Socialdemócrata es el único que presenta un programa claro y preciso para que todo el pueblo lo conozca y lo vea, y para que el Partido agrupe sólo a quienes deseen de veras luchar por emancipar a todo el pueblo trabajador del yugo de la burguesía, y que, además, entiendan adecuadamente a quiénes hay que aliarse para esta lucha y cómo es necesario librarla. Los socialdemócratas piensan, por otra parte, que el programa debe explicar, de manera directa, franca y exacta, de dónde provienen la penuria y la miseria del pueblo trabajador, y por qué la unidad de los obreros es cada vez más amplia y fuerte. No basta con decir que se vive mal y con llamar a la rebelión: eso puede hacerlo cualquier charlatán, y con ello nada se gana. Es menester que el pueblo trabajador sepa a fondo por qué causas padece miseria y a quiénes necesita aliarse a fin de luchar para librarse de la penuria.

Ya hemos dicho lo que quieren los socialdemócratas; hemos dicho también de dónde provienen la penuria y la miseria del pueblo trabajador; y asimismo hemos dicho contra quién deben luchar los pobres del campo y a quiénes deben aliarse para librar esta lucha.

Pasamos a exponer en seguida qué mejoras podemos conquistar ya ahora, tanto en la vida de los obreros como en la de los campesinos, por medio de la lucha.

 

5. ¿QUE MEJORAS RECLAMAN LOS SOCIALDEMOCRATAS PARA TODO EL PUEBLO Y PARA LOS OBREROS?

Los socialdemócratas luchan por emancipar a todo el pueblo trabajador de toda expoliación, de toda opresión y de toda injusticia. Para emanciparse, la clase obrera debe, en primer lugar, unirse. Y para unirse debe tener libertad para unirse, el derecho de unirse, debe tener libertad política. Ya hemos dicho que el Gobierno autocrático representa la esclavización del pueblo por los funcionarios y la policía. Por lo tanto, la libertad política le es necesaria a todo el pueblo, a excepción del puñado de cortesanos, peces gordos y magnates con acceso a la Corte. Pero quienes más necesitan la libertad política son los obreros y los campesinos. Los ricos pueden eludir la arbitrariedad y el despotismo de los funcionarios y la policía por medio de sobornos. Los ricos pueden conseguir que sus quejas lleguen muy arriba. Por eso la policía y los funcionarios se permiten menos vejaciones con los ricos que con los pobres. Los obreros y los campesinos carecen de dinero para sobornar a la policía y los funcionarios, carecen de medios para quejarse ante nadie y para pagar pleitos. A los obreros y los campesinos nadie los librará de los desmanes, el despotismo y los atropellos de la policía y los funcionarios, mientras no haya en el Estado un gobierno electivo, mientras no haya una asamblea popular de diputados. Sólo esta asamblea nacional de diputados de todo el pueblo podrá liberar a éste de la esclavización por los funcionarios. Todo campesino consciente debe apoyar a los socialdemócratas, que reclaman del Gobierno zarista, ante todo y sobre todo[13], la convocatoria de una asamblea popular de diputados. Los diputados deberán ser elegidos por todos, sin distinción de estamentos, sin diferencias entre pobres y ricos. La elección deberá ser libre, sin injerencia alguna por parte de los funcionarios, y su desarrollo deberá ser vigilado por personas de confianza, y no por los guardias rurales ni por los jefes de los zemstvos. De este modo, los diputados que representen a todo el pueblo podrán discutir las necesidades de éste e implantar en Rusia un sistema mejor[14].

Los socialdemócratas exigen que la policía sea despojada del poder de encarcelar a cualquiera sin intervención de los tribunales de justicia. Se debe castigar con severidad a los funcionarios que procedan a detenciones arbitrarias. Para terminar con el despotismo de los funcionarios, es preciso que los elija el propio pueblo, de tal manera que cada cual pueda denunciar directamente ante los tribunales a cualquier funcionario. Mientras no sea así, ¿qué se consigue con quejarse del guardia rural al jefe del zemstvo o de éste al gobernador? Como es natural, el jefe del zemstvo se limita a encubrir al guardia rural, y a su vez es encubierto por el gobernador, y encima se castigará al denunciante, metiéndolo en la cárcel o enviándolo a Siberia. Los funcionarios no comenzarán a sentir miedo hasta que en Rusia (como ocurre en todos los demás Estados), cualquier ciudadano goce del derecho a denunciarlos ante la asamblea popular, o ante los tribunales elegidos, a hablar libremente de sus necesidades, o a escribir en la prensa acerca de ellas.

El pueblo ruso vive todavía en una dependencia feudal de los funcionarios. ¡Sin autorización de éstos no se puede llevar a cabo una reunión ni publicar un libro o un periódico! ¿Acaso no es esto una dependencia feudal? Y si no es posible organizar reuniones ni publicar libremente libros, ¿cómo obtener justicia contra los funcionarios y los ricachos? Por supuesto, los propios funcionarios son quienes prohíben que se publique libros al servicio de la verdad y se pronuncie palabras veraces acerca de la miseria del pueblo. Este mismo folleto del Partido Socialdemócrata ha debido publicarse y difundirse clandestinamente. A quien se le encuentre un ejemplar será acusado ante los tribunales e irá a dar con sus huesos en la cárcel. Pero los obreros socialdemócratas no temen esto, y cada vez imprimen y distribuyen entre el pueblo más libros al servicio de la verdad. ¡Y no habrá cárceles ni persecuciones capaces de detener la lucha por la libertad del pueblo!

Los socialdemócratas exigen que se acabe con los estamentos y que todos los ciudadanos del Estado gocen exactamente de los mismos derechos. En Rusia existen hoy estamentos tributarios y otros exentos de tributos, estamentos privilegiados y no privilegiados, nobles y pecheros, para los segundos subsiste inclusive el látigo. En ningún país del mundo sufren tales vejaciones el obrero y el campesino. En ningún país del mundo, salvo en Rusia, rigen distintas leyes para los distintos estamentos. ¡Ya es hora de que el pueblo ruso exija que el mujik posea todos los derechos de que goza el noble! ¿No es ignominioso que más de cuarenta años después de haberse abolido la servidumbre siga empleándose el látigo, siga habiendo estamento tributario?

Los socialdemócratas exigen plena libertad de movimiento y de ocupación para el pueblo. ¿Qué quiere decir libertad de movimiento? Quiere decir que el campesino debe ser libre de ir adondequiera, trasladarse adonde le plazca, establecerse en cualquier aldea o en cualquier ciudad, sin pedir permiso a nadie. Quiere decir también que es preciso en Rusia suprimir los pasaportes internos (que en otros Estados se han suprimido mucho tiempo atrás), que ningún guardia, ningún funcionario pueda impedir a campesino alguno residir y trabajar donde mejor le parezca. El mujik ruso se halla todavía tan esclavizado por los funcionarios, que no puede trasladarse libremente a la ciudad, ni instalarse en otras tierras sin permiso. ¡El ministro ha ordenado que los gobernadores no permitan los traslados no autorizados! ¡El gobernador sabe mejor que el mujik a dónde le conviene a éste ir! ¡El mujik es un niño pequeño, no puede moverse sin tutor! ¿Acaso no es esto una dependencia feudal? ¿Acaso no es un insulto al pueblo el que cualquier vástago de la nobleza venido a menos pueda ordenar a un agricultor adulto, dueño de sus tierras, lo que debe hacer?

Hay un libro titulado Las malas cosechas y las calamidades del pueblo (es decir, el hambre), escrito por el actual "ministro de Agricultura", señor Ermólov. En este libro se dice abiertamente que el mujik no debe cambiar de residencia cuando en el lugar donde reside los señores terratenientes necesiten mano de obra. El ministro habla con claridad y sin ambages; cree que el mujik no escuchará tales palabras o no las comprenderá. ¿Por qué permitir que la gente se marche, cuando los señores terratenientes necesitan mano de obra barata? Cuanto más apretado viva el pueblo, mejor para los terratenientes; cuanto mayor sea su penuria, más bajo resultará su salario, más sumisamente soportará todas las privaciones. Antes, los administradores cuidaban de los intereses de los señores; hoy cuidan de ellos los jefes de los zemstvos y los gobernadores. Antes, los primeros ordenaban dar de latigazos en la cuadra a los siervos; hoy son los segundos quienes ordenan azotar a los campesinos en las oficinas administrativas del subdistrito.

Los socialdemócratas exigen que se suprima el ejército regular y que sea sustituido por la milicia popular y el armamento general del pueblo. El ejército regular es un ejército separado del pueblo y adiestrado para disparar contra él. Si a los soldados no se los encerrara durante años en el cuartel y no se los entrenara tan inhumanamente en su oficio, ¿podrían disparar contra sus hermanos, los obreros y los campesinos? ¿Podrían marchar contra los mujiks hambrientos? Para defender al Estado contra la agresión del enemigo no hace falta en modo alguno un ejército regular; basta con una milicia popular. Si todos los ciudadanos del Estado estuviesen armados, ningún enemigo sería temible para Rusia. Y el pueblo se vería libre del yugo del militarismo: para sostenerlo se invierten cientos de millones de rublos por año, dinero que se extrae al pueblo; por eso son tan grandes los impuestos y por eso la vida se vuelve cada vez más difícil. El militarismo fortalece todavía más el poder de los funcionarios y de la policía sobre el pueblo. Es necesario para saquear a pueblos extranjeros; por ejemplo, para arrebatar territorios a los chinos. Esto no alivia la situación del pueblo, sino que, por el contrario, la empeora, debido a los nuevos impuestos. La sustitución del ejército regular por el armamento general del pueblo significará un gran alivio para todos los obreros y campesinos.

Y también significará un alivio inmenso para ellos la supresión de los impuestos indirectos, que los socialdemócratas exigen. Llámense impuestos indirectos a los que no gravan en forma directa la tierra o la propiedad, sino que son pagados indirectamente por el pueblo, mediante un recargo sobre los precios de las mercancías. El fisco grava con impuestos el azúcar, el vodka, el querosene, las cerillas y los demás objetos de consumo; estos impuestos los pagan al fisco los comerciantes o los fabricantes, pero no, como fácilmente se comprende, de su propio bolsillo, sino del dinero que abonan los compradores. Se recargan los precios del azúcar, del vodka, del queroseno y de las cerillas, y todo el que compra una botella de vodka o una libra de azúcar paga, además del precio de la mercancía, el impuesto correspondiente. Por ejemplo, si ustedes pagan, digamos, catorce kopeks por una libra de azúcar, cuatro (aproximadamente) representan el impuesto: el fabricante de azúcar se encargó de abonar por anticipado el impuesto al fisco y ahora se reembolsa, a costa de cada comprador, la suma que ha pagado. Así pues, los impuestos indirectos son impuestos que gravan los objetos de consumo, y que paga el comprador de éstos en forma de recargo sobre el precio. Se dice a veces que los impuestos indirectos son los más justos, pues uno paga en relación con lo que compra. Esto no es cierto. Los impuestos indirectos son los más injustos, ya que al pobre le resultan mucho más gravosos que al rico. El rico cuenta con ingresos diez y hasta cien veces mayores que el campesino o el obrero. ¿Pero quiere decir que el rico necesita cien veces más azúcar, o diez veces más vodka, o cerillas, o querosene? Es claro que no. Una familia rica podrá comprar dos veces, a lo sumo, tres veces más querosene, vodka o azúcar que una familia pobre. Lo cual significa que los ricos pagan en concepto de impuestos una parte menor de sus ingresos que los pobres. Supongamos que los ingresos de un campesino pobre sean de doscientos rublos por año y que compre, por valor de sesenta rublos, objetos gravados con impuestos, cuyo precio encarece por ello (el azúcar, las cerillas, el querosene pagan el impuesto sobre el consumo, que el industrial debe abonar al fisco antes de lanzar sus productos al mercado; en el caso del vodka, un monopolio del Estado, el fisco elevó directamente el precio; los precios del percal, el hierro y otras mercancías encarecieron porque estos artículos importados no pueden entrar en Rusia sin pagar elevados aranceles). De los sesenta rublos indicados, calculamos que veinte corresponden a los impuestos. Ello significa que por cada rublo que gana, el campesino pobre entrega diez kopeks para pagar impuestos indirectos (sin incluir los directos, tales como los de rescate, los tributos de pechería, las contribuciones de la tierra, los impuestos municipales y los del subdistrito y de la comunidad). El campesino rico tiene un ingreso, supongamos, de mil rublos; compra mercancías gravadas con impuestos indirectos por valor de ciento cincuenta rublos, de los cuales cincuenta corresponden, digamos, al pago de los impuestos. Quiere decir que el ricacho paga en concepto de impuestos indirectos sólo cinco kopeks por cada rublo de ingresos. Cuanto más rica es una persona, menos impuestos indirectos paga en proporción a sus ingresos. Los impuestos indirectos son, por lo tanto, los más injustos de todos. Son los impuestos que pesan sobre los pobres. Los campesinos y los obreros juntos forman las 9/10 partes del total de la población y pagan las 9/10 ó las 8/10 partes de todos los impuestos indirectos. ¡En cambio, no obtienen, probablemente, más de las 4/10 partes de todos los ingresos! Pues bien, los socialdemócratas exigen la supresión de los impuestos indirectos y la implantación del impuesto progresivo sobre los ingresos y las herencias. Es decir, que cuanto mayores sean los ingresos, mayores deberán ser los tributos. Quien tenga mil rublos de ingresos, que pague, digamos, un kopek por rublo; el que tenga dos mil, dos, y así sucesivamente. Los que tengan ingresos más bajos (por ejemplo, de cuatrocientos rublos para abajo) no pagarán nada. Los que tengan ingresos más altos pagarán también el impuesto más elevado. Este impuesto, el impuesto de utilidades, o más exactamente impuesto progresivo de utilidades, sería mucho más equitativo que los impuestos indirectos. Por eso los socialdemócratas propugnan la abolición de los impuestos indirectos y la implantación del impuesto progresivo de utilidades. Pero corno es natural, todos los propietarios, toda la burguesía, se oponen a tal impuesto y luchan contra él. Y sólo la sólida alianza de los pobres del campo con los obreros de la ciudad logrará arrancar a la burguesía esta mejora.

Por último, otra mejora muy importante para todo el pueblo, y en particular para los pobres del campo, será la instrucción gratuita de los niños, que exigen también los socialdemócratas. En la actualidad hay en las aldeas mucho menos escuelas que en las ciudades y, además, en todas partes sólo las clases ricas, sólo la burguesía, encuentran la posibilidad de dar a sus hijos una buena instrucción. Únicamente la instrucción gratuita y obligatoria de todos los niños podrá salvar al pueblo, por lo menos en parte, de su actual estado de ignorancia. Los pobres del campo son los que más sufren por la ignorancia y los que más necesitan la instrucción. Pero como es natural, lo que necesitamos es una verdadera instrucción, una instrucción libre, y no la que quieren imponer los funcionarios y los popes.

Los socialdemócratas exigen, asimismo, que todos posean pleno e ilimitado derecho a practicar la religión que mejor les parezca. De los países europeos, sólo Rusia y Turquía siguen manteniendo leyes bochornosas contra quienes practican otra religión que no sea la ortodoxa, contra los cismáticos, los miembros de diversas sectas y los judíos. Estas leyes, o bien prohíben profesar determinada religión, o prohíben difundirla, o privan de algunos derechos a quienes la profesan. Todas estas leyes son las más inicuas, despóticas y vergonzosas que se conocen. Todos deben ser plenamente libres no sólo para profesar la religión que mejor les parezca, sino para propagar su religión o cambiarla por otra. Ningún funcionario deberá tener derecho ni siquiera a preguntar a nadie por su religión, ya que se trata de un asunto de conciencia en el que nadie debe inmiscuirse. No debe existir ninguna religión ni Iglesia "dominante". Todas las religiones y todas las iglesias deben ser iguales ante la ley. Los sacerdotes de las distintas confesiones deben ser sostenidos por los creyentes de su propia religión, pero el Estado no tiene que ayudar con el dinero del fisco a ninguna religión, ni mantener a sus sacerdotes, ni a los ortodoxos, ni a los cismáticos, ni a los miembros de las sectas, ni a ningunos otros. Por esto luchan los socialdemócratas, y mientras estas medidas no sean aplicadas sin reservas ni subterfugios, el pueblo no se verá libre de las ignominiosas persecuciones policíacas por motivos religiosos, ni de las dádivas policiacas, no menos ignominiosas, en favor de determinada religión.

* * *

Hemos pasado revista a las mejoras que los socialdemócratas aspiran a conquistar para todo el pueblo, y en particular para los pobres. Examinemos ahora cuáles son las mejoras que se proponen obtener para los obreros, no sólo para los de las fábricas y las ciudades, sino también para los del campo. Los obreros fabriles viven más hacinados; trabajan en grandes talleres; les es más fácil aprovechar la ayuda que les brindan los socialdemócratas instruidos. Por estas razones, los obreros de la ciudad se lanzaron a la lucha contra los patronos mucho antes que los demás, y conquistaron mejoras más importantes y la promulgación de las leyes fabriles. Pero los socialdemócratas luchan por que estas mejoras se hagan extensivas a todos los obreros: tanto a los kustares, que trabajan para sus patronos a domicilio, lo mismo en la ciudad que en la aldea, como para los obreros asalariados ocupados por los pequeños maestros y artesanos, para los obreros de la construcción (carpinteros, albañiles, etc.), para los obreros de la industria forestal, para los peones y también, exactamente lo mismo, para los obreros agrícolas. Todos estos obreros comienzan ahora a unirse, a lo largo de toda Rusia, siguiendo a los de las fábricas y con ayuda de ellos, para luchar por mejores condiciones de vida, por una jornada de trabajo más corta y por salarios más altos. Y el Partido Socialdemócrata se plantea el objetivo de apoyar a todos los obreros en su lucha por una vida mejor, de ayudarles a organizar (a unir) en sólidas agrupaciones a los obreros más firmes y más seguros, ayudarles haciéndoles Llegar folletos y octavillas, enviando obreros con experiencia para que orienten a los nuevos y ayudarles, en general, en todas las formas posibles. Cuando gocemos de libertad política, tendremos también en la asamblea popular de diputados gente nuestra, diputados obreros, socialdemócratas, quienes, al igual que sus camaradas de otros países, exigirán la promulgación de leyes en beneficio de los obreros.

No vamos a enumerar aquí todas las mejoras que el Partido Socialdemócrata aspira a conquistar para los obreros; estas mejoras se enumeran en el programa y se explican en detalle en el folleto titulado La causa obrera en Rusia. Bastara con que mencionemos aquí las más importantes. La jornada de trabajo no deberá exceder de ocho horas diarias. Un día por semana deberá ser de asueto, y se dedicará al descanso. Quedarán prohibidos por completo el trabajo en horas extraordinarias y los trabajos nocturnos. Los niños deberán recibir instrucción gratuita hasta los 16 años, razón por la cual no será licito que se los admita en un empleo hasta dicha edad. El trabajo de la mujer será prohibido en las tareas nocivas para la salud. El patrono deberá indemnizar a los obreros por cualquier accidente que sufran en el trabajo, por ejemplo, en los casos de accidentes sufridos por los que trabajan en las trilladoras, las aventadoras, etc. El salario se pagará a todos los obreros semanalmente, y no una vez cada dos meses o por trimestres, como suele ocurrir con los obreros contratados para las faenas agrícolas. Es muy importante para el obrero recibir su paga con puntualidad, todas las semanas, y además, en dinero contante y no en mercancías. Los patronos son muy aficionados a hacer que los obreros acepten en concepto de pago todo tipo de mercancías de desecho, y además a precios exorbitantes; para terminar con estos abusos, la ley debe prohibir en absoluto que el salario se pague en especie. Además, al llegar a la vejez, los obreros deberán percibir un subsidio del Estado. Los obreros sostienen con su trabajo a todas las clases ricas y al Estado, razón por la cual tienen el mismo derecho a una jubilación que los funcionarios, quienes ya la perciben. Para que los patronos no abusen de su situación ni infrinjan las normas establecidas en beneficio de los obreros, se nombrará inspectores no sólo en las fábricas, sino también en las grandes fincas de los terratenientes y, en general, en todas las empresas en que trabajen obreros asalariados. Pero estos inspectores no serán funcionarios, ni los nombrarán los ministros o los gobernadores; tampoco estarán al servicio de la policía. Los inspectores serán elegidos por los obreros, y el fisco pagará sus emolumentos a estos representantes de los obreros elegidos libremente por ellos y que gocen de su confianza. Estos delegados elegidos por los obreros deberán velar también por que las viviendas obreras se hallen en buen estado, por que los patronos no obliguen a los obreros a vivir en perreras o en cuevas (como suele ocurrir con los obreros agrícolas), por que se respeten las normas sobre descanso obrero, etc. Pero no debe olvidarse al respecto que ningún delegado elegido por los obreros prestará utilidad alguna mientras no haya libertad política mientras la policía sea omnipotente y no sea responsable ante el pueblo. Todo el mundo sabe que la policía detiene hoy sin mandato judicial, no sólo a los delegados obreros, sino también a cualquier obrero que se atreve a hablar en nombre de todos, a denunciar las infracciones de la ley y a llamar a los obreros a la unión. Pero cuando tengamos libertad política, los delegados obreros realizarán una labor muy beneficiosa.

Debe prohibirse en absoluto a todos los patronos (fabricantes, terratenientes, contratistas o campesinos ricos) que efectúen arbitrariamente descuento alguno de los salarios de los obreros, por ejemplo, por trabajo defectuoso, en concepto de multas, etc. Es ilegal y arbitrario que los patronos efectúen a su antojo descuentos de los salarios. Por ningún concepto ni mediante ningún descuento podrá el patrono disminuir el salario del obrero. El patrono no puede ser al mismo tiempo juez y parte (¡vaya un juez, que se embolsa los descuentos efectuados a los obreros!), sino recurrir a un verdadero tribunal, integrado por representantes elegidos por los obreros y por los patronos, sobre una base paritaria. Sólo estos tribunales podrán juzgar equitativamente las quejas de los patronos contra los obreros y las de los obreros contra los patronos.

Tales son las mejoras que los socialdemócratas aspiran a conquistar para toda la clase obrera. Los obreros que trabajen en cada finca, en cada empresa, para cada contratista, deberán reunirse y discutir con personas de su confianza cuáles son las mejoras a que aspiran y qué reivindicaciones desean plantear (éstas diferirán, por supuesto, en las diferentes fábricas y empresas, entre los diferentes contratistas, etc.).

Los comités socialdemócratas ayudan a los obreros de toda Rusia a formular sus reivindicaciones con claridad y precisión, y a imprimir octavillas en los que se explican esas reivindicaciones, para que las conozcan todos los obreros, los patronos y las autoridades. Cuando los obreros defiendan estas reivindicaciones unidos como un solo hombre, a los patronos no les quedará más remedio que ceder y aceptarlas. Los obreros de la ciudad han logrado ya imponer muchas reivindicaciones por este camino, y ahora comienzan también a unirse (a organizarse) y a luchar por las suyas los kustares, los artesanos y los obreros agrícolas. Mientras no gocemos de libertad política, sostendremos esta lucha en secreto, a escondidas de la policía, que prohíbe todo tipo de octavillas y agrupaciones obreras. Pero cuando hayamos conquistado la libertad política, llevaremos adelante esta lucha con mayor amplitud y a los ojos de todos, para que todo el pueblo trabajador, a lo largo de toda Rusia, se una y, unido, se defienda de cualesquiera vejaciones. Cuanto mayor sea el número de obreros que se agrupen en el Partido Obrero Socialdemócrata, mayor será su fuerza, y antes lograrán liberar plenamente a la clase obrera de toda opresión, de todo tipo de trabajo asalariado, de todo lo que sea trabajar en beneficio de la burguesía.

* * *

Ya hemos dicho que el Partido Obrero Socialdemócrata no lucha sólo por mejoras para los obreros, sino también para todos los campesinos. Veamos ahora cuáles son las mejoras a que aspira.

 

6. ¿QUE MEJORAS RECLAMAN LOS SOCIALDEMOCRATAS PARA TODOS LOS CAMPESINOS?

Para lograr la plena emancipación de todos los trabajadores, los pobres del campo, aliados a los obreros de la ciudad, deberán luchar contra toda la burguesía, incluyendo a los campesinos ricos. Los campesinos ricos procuran por todos los medios pagar a sus braceros lo menos posible y obligarlos a trabajar más tiempo y más duramente; por su parte, los obreros del campo y de la ciudad deben esforzarse por que los braceros arranquen a los campesinos ricos mejores salarios, condiciones de trabajo más humanas y el descanso necesario. Dicho en otros términos, los pobres del campo deberán crear sus propias agrupaciones, al margen de los campesinos ricos; de esto ya hemos hablado, y no dejaremos de repetirlo.

Ahora bien, en Rusia todos los campesinos, tanto los ricos como los pobres, siguen siendo todavía, en muchos aspectos, siervos : todos ellos forman un estamento inferior, ignorante, tributario; se hallan subordinados a los funcionarios de la policía y a los jefes de los zemstvos; trabajan muy a menudo para el señor, en pago por el uso de las tierras recortadas, de los abrevaderos, los pastizales y prados, exactamente lo mismo que trabajaban para el señor sus antepasados, bajo el régimen de la servidumbre. Todos los campesinos aspiran a emanciparse de este nuevo estado de servidumbre, todos aspiran a conquistar la plenitud de derechos, todos odian a los terratenientes, que aun ahora los obligan a hacer prestaciones personales, a "pagar con su trabajo" a los señores nobles por el derecho de usar los abrevaderos, los pastizales y prados, a trabajar "por los daños" causados por su ganado en las tierras del señor y a mandar a su mujer a segar los campos de éste, por "el solo honor de servirlo".  Pero todas estas prestaciones pesan más sobre el mujik pobre que sobre el rico. A veces, el campesino rico se libra mediante un rescate de trabajar para el señor, aunque, a pesar de ello, también la mayor parte de los campesinos ricos son oprimidos por los terratenientes. Ello quiere decir que los pobres del campo tienen que luchar contra la privación de derechos, contra todo tipo de prestaciones personales y de pago en trabajo, en unión de los campesinos ricos. Sólo nos emanciparemos de todo sojuzgamiento, de toda miseria, cuando hayamos derrotado a toda la burguesía (incluyendo a los campesinos ricos). Pero hay un tipo de sojuzgamiento del que nos liberaremos antes, pues también a los campesinos ricos los subleva. En Rusia hay todavía muchos lugares y distritos donde todos los campesinos en conjunto son tratados como siervos. Por eso todos los obreros rusos y todos los pobres del campo deben luchar con todas sus fuerzas en dos direcciones: por una parte, aliados a todos los obreros contra todos los burgueses; por la otra, contra todos los funcionarios destacados en la aldea, contra los terratenientes feudales, en alianza con todos los campesinos. Si los pobres del campo no forjan su propia alianza, al margen de los campesinos ricos, éstos los engañarán, no los tendrán en cuenta y, al convertirse en terratenientes, no sólo dejarán sin tierras a los campesinos que no poseen nada, sino que no les reconocerán ni siquiera la libertad de asociarse. Y si los pobres del campo no luchar en unión de los campesinos ricos contra el sojuzgamiento feudal, seguirán atados, encadenados a un lugar, y no disfrutarán tampoco de plena libertad para unirse a los obrero de las ciudades.

Al principio, los pobres del campo deben descargar sus golpes contra los terratenientes y sacudirse aunque sólo sea el yugo más feroz, el más pernicioso, el yugo de los señores; en esta lucha estarán a su lado muchos campesinos ricos y partidarios de la burguesía, por la sencilla razón de que todos se sienten ya hartos de la soberbia de los terratenientes. Pero tan pronto como hayamos cortado las alas al poder de los terratenientes, el campesino rico levantará cabeza y, con ánimo de apoderarse de todo, alargara sus garras, por cierto ya bien afiladas y que hasta ahora no han permanecido ociosas. Quiere decir que no hay que dormirse, sino sellar una alianza fuerte e indestructible con los obreros de la ciudad. Estos ayudarán a derribar al terrateniente de su viejo pedestal feudal, y a bajar los himnos al campesino rico (como ya han bajado los humos, en parte, a sus patronos, los fabricantes). Sin aliarse a los obreros de la ciudad, jamás se emanciparán los pobres del campo de todas las formas de sojuzgamiento, penuria y miseria; además de los obreros, nadie los ayudará, y de nadie pueden fiarse, como no sea de ellos mismos. Hay, sin embargo, algunas mejoras que podemos alcanzar antes, que podríamos lograr ya ahora, en los mismos comienzos de esta grandiosa lucha. En Rusia queda todavía mucho de un tipo de sojuzgamiento que en todos países ha terminado largo tiempo atrás: el sojuzgamiento de los funcionarios v de los terratenientes, el sojuzgamiento feudal, del que todos los campesinos rusos pueden emanciparse ahora mismo.

Veamos cuáles son las mejoras que el Partido Obrero Socialdemócrata aspira a conquistar en primer lugar, antes que nada, para librar a todos los campesinos rusos del más feroz sojuzgamiento feudal y dejar a los pobres del campo las manos libres para que puedan luchar contra toda la burguesía rusa.

La primera reivindicación del Partido Obrero Social-demócrata es esta: suprimir inmediatamente todos los pagos en concepto de rescate, todos los tributos y todos los censos que en la actualidad pesan sobre los campesinos "tributarios". Cuando los comités de nobles y el Gobierno noble del zar "liberaron" a los campesinos de la servidumbre, los campesinos fueron obligados a rescatar sus propias tierras, la pagar las tierras que venían trabajando desde tiempo inmemorial! Esto era, en realidad, un robo. Los comités de nobles robaron descaradamente a los campesinos con la ayuda del Gobierno zarista. En muchos lugares, el Gobierno zarista envió a las tropas para imponer por la fuerza las actas reglamentarias, y se impuso castigos militares a los campesinos que se resistían a aceptar las "míseras" parcelas comunales, muy recortadas. De no haber sido por la presión de las tropas, por las torturas y los fusilamientos, jamás habrían podido los comités de nobles despojar a los campesinos de un modo tan insolente como durante la abolición de la servidumbre. Los campesinos no deben olvidar jamás cómo los engañaron y estafaron los comités de terratenientes, de nobles, ya que todavía hoy, cuando se trata de dictar nuevas leyes para los campesinos, el Gobierno zarista recurre siempre al nombramiento de comités de nobles o de funcionarios. Hace poco el zar lanzó su manifiesto (del 26 de febrero de 1903), en el que promete revisar y perfeccionar las leyes referentes a los campesinos. ¿Quiénes serán los encargados de revisarlas y perfeccionarlas? ¡Una vez más los nobles, una vez más los funcionarios! Los campesinos no dejarán de ser engañados mientras no impongan la constitución de comités campesinos para aliviar la vida de la población del campo. ¡Bastante han mandado ya sobre los campesinos los terratenientes, los jefes de los zemstvos y todo tipo de funcionarios! ¡Bastante ha durado ya esta dependencia feudal de cualquier guardia rural, de los vástagos degenerados de los señores, llámense jefes de los zemstvos, jefes de policía o gobernadores! Los campesinos deben exigir que se les dé libertad para manejar por sí mismos sus asuntos, para pensar, proponer y aplicar por sí mismos sus nuevas leyes. Los campesinos deben reclamar comités campesinos libres y electivos, y mientras no lo logren se verán siempre engañados y despojados por los nobles y los funcionarios. Nadie liberará a los mujiks de los funcionarios sanguijuelas si no se liberan ellos mismos, si no se unen para tomar sus asuntos en sus propias manos.

Los socialdemócratas no se limitan a exigir la plena e inmediata supresión de todos los pagos en concepto de rescate, de todos los tributos y todo género de prestaciones, sino que reclaman, además, la devolución al pueblo del dinero que le ha sido arrebatado por el pago de dichos rescates. Desde el día en que fueron emancipados de la servidumbre por los comités de nobles, los mujiks de toda Rusia pagaron ya cientos de millones de rublos. Los campesinos deben reclamar que les devuelvan ese dinero. ¡Que el Gobierno decrete un impuesto especial sobre los grandes terratenientes de la nobleza, que se quite las tierras a los monasterios y a la Corona (es decir, la familia del zar), y que la asamblea popular de diputados disponga de este dinero en beneficio de los campesinos! En ningún lugar del mundo como en Rusia sufren los campesinos una vejación tan grande, una depauperación tan tremenda, un azote tan terrible que los condena por millones a morir de hambre. El campesino ha llegado en Rusia a semejante extremo porque, tras haberlo despojado los camités de nobles, lo siguen expoliando año tras año, obligándolo a pagar los viejos tributos a los herederos de los antiguos señores, estrujándolo con los rescates y los tributos. ¡Que los saqueadores respondan por sus tropelías! ¡Que se haga pagar a los grandes terratenientes de la nobleza para que se pueda prestar ayuda eficaz a los hambrientos! Lo que el mujik hambriento necesita no es caridad, no es una limosna. Que se le devuelva el dinero que año tras año ha venido pagando a los terratenientes y al Estado. Cuando eso se logre, podrán la asamblea popular de diputados y los comités campesinos socorrer de verdad a los hambrientos.

Además, el Partido Obrero Socialdemócrata exige la inmediata abolición de la caución solidaria y de todas las leyes que impiden a los campesinos a disponer de sus tierras. El manifiesto del zar del 26 de febrero de 1903 promete la abolición de la caución solidaria. Se ha dictado ya una lev en tal sentido. Pero no basta. Es necesario que también se deroguen inmediatamente todas las leyes que impiden al campesino disponer libremente de sus tierras. De otro modo, aunque se suprima la caución solidaria, el campesino no será del todo libre, seguirá siendo un semisiervo. El campesino debe adquirir plena libertad para disponer de sus tierras, para entregarlas o venderlas a quien mejor le parezca, sin permiso de nadie. Y esto no se establece en el decreto del zar; cualquier noble, comerciante o pequeño burgués puede disponer libremente de su tierra, y el campesino no. El mujik es un niño pequeño. Hay que ponerle al lado al jefe del zemstvo para que lo cuide, como una niñera. ¡Hay que prohibir al mujik que venda su lote de tierra comunal, no sea que malgaste el dinero! Así razonan los señores feudales, y no faltan bobalicones que les crean y que, deseando el bien para el mujik, digan que es necesario prohibirle que venda la tierra. Hasta los populistas (de quienes hemos hablado más arriba) y otros que se llaman a sí mismos "socialistas-revolucionarios", se muestran de acuerdo con esto y opinan que es preferible que nuestro mujik siga siendo un poquito siervo antes que autorizarlo a vender su tierra.

Los socialdemócratas afirman: Testo es pura hipocresía, es una actitud feudal, simples palabras almibaradas! Cuando conquistemos el socialismo, cuando la clase obrera haya triunfado sobre la burguesía, toda la tierra será común, y nadie, entonces, tendrá derecho a venderla. Pero hasta que ese día llegue, ¿qué? ¡El noble y el comerciante pueden vender la tierra, y el campesino no? ¡Van a ser libres el noble y el comerciante, mientras se sigue manteniendo al campesino en estado de semisiervo? ¡Va a seguir obligándose al campesino a pedir permiso a la autoridad?

Esto es un engaño, aunque se envuelva en frases melosas, un puro engaño.

Mientras se permita al noble y al comerciante vender la tierra, debe concederse también al campesino pleno derecho a vender la suya y a disponer de ella con absoluta libertad, exactamente lo mismo que el comerciante y el noble.

Cuando la clase obrera haya triunfado sobre toda la burguesía, confiscará la tierra a los grandes propietarios y organizará en las grandes fincas haciendas colectivas, para que la tierra sea cultivada en común por los trabajadores, quienes elegirán libremente a personas de su confianza para ocupar los cargos administrativos. Contarán con la maquinaria necesaria para hacer más llevaderas sus faenas y trabajarán por turnos ocho (o aun seis) horas diarias. Y entonces, incluso el pequeño campesino que quiera seguir trabajando solo, a la manera antigua, no trabajará para el mercado, para vender sus productos al primero que llegue, sino para la cooperativa de obreros: entregará a ésta el trigo, la carne y las legumbres, y los obreros le suministrarán a cambio, sin dinero, máquinas, ganado, abonos, ropas y cuanto necesite. No habrá, entonces, Lucha entre los grandes y los pequeños propietarios por el dinero; nadie trabajará por un salario en la tierra de otro, sino que todos los trabajadores laborarán para sí mismos, y todos los adelantos quc se introduzcan en los métodos de producción y toda la maquinaria redundarán en beneficio de los mismos trabajadores, aliviarán su trabajo y mejorarán su vida.

Pero toda persona sensata se dará cuenta de que el socialismo no puede implantarse en una hora: para ello es preciso librar una lucha desesperada contra toda la burguesía, contra todos y cada uno de los gobiernos; para ello, es menester unir en una sólida e indestructible alianza a todos los obreros de la ciudad, a lo largo de toda Rusia, y con ellos a los pobres del campo. Es esta una causa grandiosa, y por una causa así se puede sacrificar con gusto la vida entera. Pero mientras no hayamos conquistado el socialismo, el gran propietario seguirá luchando contra el pequeño por el dinero. Pues bien, ¿acaso el grande va a ser libre para vender su tierra, y el pequeño no? Repetimos: los campesinos no son niños pequeños y nadie tiene por qué llevarlos de la mano; a los campesinos se les debe conceder, sin limitación alguna, todos los derechos de que disfrutan ya los nobles y los comerciantes.

Se dice también que la tierra que se halla en poder de los campesinos no es suya, sino de la comunidad de que forman parte. Y a nadie se le puede permitir que venda la tierra comunal. También esto es puro engaño. ¿Acaso los nobles y los comerciantes no poseen también sus sociedades? ¿Acaso no se agrupan también en compañías que como tales compran tierras, fábricas y lo que les parezca? ¿Por qué, entonces, a nadie se le ocurre someter a restricciones a las sociedades de nobles, y en cambio, cuando se trata del mujik, cualquier canalla de la policía se las ingenia para inventar restricciones y prohibiciones? El campesino jamás recibió nada bueno de manos de los funcionarios; lo único que recibió de ellos fueron palos, exacciones y vejaciones. Jamás los campesinos podrán esperar beneficio alguno, mientras no tomen su suerte en sus propias manos, mientras no conquisten la plena igualdad de derechos y la plena libertad. Si los campesinos desean que sus tierras sean de propiedad comunal, nadie se atreverá a impedírselo, y ellos mismos, por acuerdo voluntario, constituirán una sociedad formada por quienes ellos quieran y como quieran, v redactarán, con absoluta libertad, el contrato social que mejor les parezca. iY que no se le ocurra a ningún funcionario meter las narices en los asuntos comunales de los campesinos! ¡Que nadie se atreva a cavilar e inventar restricciones y prohibiciones para el mujik!

* * *

Finalmente, los socialdemócratas aspiran a conquistar otra mejora para los campesinos. Quieren desde ahora mismo, inmediatamente, poner coto al sojuzgamiento feudal, a la opresión señorial que pesa sobre el mujik. Claro está que no podremos acabar con todo tipo de sojuzgamiento mientras exista la pobreza, y no se acabará con la pobreza mientras las tierras y las fábricas sigan en manos de la burguesía, mientras la fuerza principal del mundo sea el dinero; es decir, mientras no se implante la sociedad socialista. Pero en Rusia, todavía subsiste en el campo mucho sojuzgamiento, y un sojuzgamiento verdaderamente feroz, que ya no existe en otros países, aunque tampoco en éstos se haya implantando el socialismo. En Rusia hay todavía mucho sojuzgamiento feudal, que beneficia a todos los terratenientes y agobia a todos los campesinos, y con el que se puede y se debe acabar ahora mismo, inmediatamente, sin esperar a más.

Expliquemos a qué llamamos sojuzgamiento feudal.

Cualquiera que viva en la aldea conoce casos como los que siguen. Las tierras del señor lindan con las de los campesinos. En el momento de la emancipación, se les recortó a éstos tierras que les eran necesarias: pastizales, bosques y abrevaderos. Los campesinos no pueden arreglárselas sin estas tierras que les fueron recortadas, sin los pastizales, sin los abrevaderos. Les agrade o no, deben acudir al terrateniente y pedirle que le dejen llevar el ganado a beber, a pastar, etc. Pero resulta que el terrateniente no explota su finca, tal vez no tiene dinero y vive sólo de lo que saca de sojuzgar a los campesinos. Estos trabajan gratuitamente para él a cambio del permiso para usar aquellas tierras recortadas, aran las tierras del señor con su caballo, le recogen el trigo y le siegan el prado, trillan y en algunos lugares llegan incluso a abonar las tierras del terrateniente con su estiércol, o le entregan cierta cantidad de tejido casero, huevos y aves. ¡Exactamente lo mismo que bajo el régimen de la servidumbre! Entonces los campesinos formaban parte del dominio feudal del señor y trabajaban gratis para él, y ahora siguen haciendo lo mismo, con mucha frecuencia en las mismas tierras de antes, que los comités de nobles arrebataron a los campesinos en el momento de la emancipación. Sigue siendo la misma prestación personal. Los propios campesinos denominan a estas faenas, en algunas provincias, bárschina o pánschina (azofra). Pues bien, esto es lo que nosotros llamamos sojuzgamiento feudal. En el momento de la emancipación de la servidumbre los comités de terratenientes, de nobles expresamente arreglaron las cosas de modo tal que pudieran seguir oprimiendo a los campesinos a la manera antigua. Se recortaron en forma intencional las tierras comunales concedidas a los mujiks, se incrustaron las tierras del terrateniente como una cuña entre las de los mujiks, con el fin de que éstos no pudieran siquiera soltar sus gallinas sin invadir tierras ajenas; asentaron a los campesinos, deliberadamente, en las peores tierras, lograron que las de los terratenientes bloquearan el paso a los abrevaderos, en una palabra, arreglaron las cosas de manera que los campesinos se encontraran como en una trampa, para poder seguir estrujándolos impunemente. Son muchas, incontables, las aldeas rusas en que los campesinos siguen siendo oprimidos por los terratenientes, vecinos, igual que en los tiempos de la servidumbre. En estas aldeas tanto el mujik rico como el pobre se hallan atados de pies y manos a merced del terrateniente. Esto causa penalidades mucho mayores al campesino pobre que al rico. El campesino rico posee a veces su tierra propia, y en vez de ir él mismo, manda un bracero a trabajar en las tierras del señor. Pero el campesino pobre no tiene escape, y el terrateniente lo hace trizas. El campesino pobre, así sojuzgado, no puede ni respirar, le es imposible marcharse de allí para escabullirse de trabajar para el señor, y no puede ni pensar en unirse libremente, en una alianza, en un partido, con todos los pobres de la aldea y obreros de la ciudad.

¿Quiere decir que no hay ningún camino para acabar desde ahora mismo, sin tardanza, con semejante sojuzgamiento? El Partido Obrero Socialdemócrata ofrece a los campesinos dos caminos para alcanzar ese fin. Pero repetimos que sólo el socialismo podrá emancipar a todos los pobres de todas las formas de sojuzgamiento, pues mientras el socialismo no triunfe los ricos seguirán siendo fuertes y seguirán sojuzgando de un modo o de otro a los pobres. Es imposible acabar por completo con el sojuzgamiento en todas sus formas, de golpe y porrazo, pero sí se puede poner coto en considerable medida al sojuzgamiento más feroz y más abominable, al sojuzgamiento feudal, que agobia a los campesinos pobres, medios e incluso ricos; es posible obtener un inmediato alivio para los campesinos.

Los caminos para lograrlo son dos.

El primero consiste en la libre elección de tribunales, integrados por personas de confianza, representantes de los peones agrícolas y los campesinos más pobres, así como de los campesinos ricos y los terratenientes.

El segundo es la libre constitución de comités campesinos. Estos comités no sólo deberán poseer el derecho de deliberar y adoptar medidas de todo género para suprimir las prestaciones personales y eliminar todos los restos del régimen de la servidumbre, sino también de confiscar a los señores las tierras que recortaron a los campesinos y devolverlas a éstos[15].

Analicemos un poco más en detalle cada uno de estos dos caminos. Los tribunales de libre elección, integrados por personas de confianza, examinarán todas las quejas que les lleguen de los campesinos contra la opresión a que se los somete. Tendrán el derecho a rebajar el precio pagado por el arriendo de la tierra, cuando los terratenientes lo hayan elevado excesivamente, aprovechándose de la miseria de los campesinos. Y también tendrán el derecho a eximir a los campesinos de todos los pagos abusivos; por ejemplo, cuando el terrateniente contrata al mujik en invierno para trabajar en los meses de verano, a mitad de precio, el tribunal examinará el asunto y fijará el pago justo. Estos tribunales deberán estar formados, por supuesto, no por funcionarios, sino por personas de confianza libremente elegidas, debiendo figurar en ellos, indefectiblemente, representantes de los peones agrícolas y de los pobres del campo, en número igual al de los que representen a los campesinos ricos y a los terratenientes. Los mismos tribunales entenderán también en todos los conflictos entre obreros y patronos. Los obreros, y con ellos todos los pobres del campo, defenderán mejor sus derechos ante estos tribunales, se unirán con más facilidad y verán con mayor claridad quiénes son los hombres más seguros y leales, los que apoyan a los pobres y a los obreros.

Más importante aún es el segundo camino. Nos referimos a los comités campesinos libres, elegidos entre los representantes de los peones y los campesinos pobres, medios y ricos de cada distrito !o varios comités por distrito, si los campesinos lo estiman necesario; cabe también la posibilidad de que se constituyan comités campesinos en cada subdistrito y en cada aldea de importancia). Nadie sabe mejor que los propios campesinos el sojuzgamiento que sobre ellos pesa. Nadie sabrá, mejor que ellos, desenmascarar a los terratenientes que siguen viviendo gracias al sojuzgamiento feudal. Los comités campesinos decidirán qué tierras recortadas, qué prados, qué pastizales, etc., han sido arrebatados injustamente a los campesinos, y si estas tierras deben serles devueltas en forma gratuita o mediante el pago de una indemnización, por cuenta de la alta nobleza, a quienes las hayan comprado. Los comités permitirán a los campesinos, por lo menos, escapar de las redes en que los envolvieron muchísimos comités de nobles, de terratenientes. Liberarán a los campesinos de la injerencia de los funcionarios, demostrarán que los campesinos mismos quieren y pueden solucionar sus asuntos; les ayudarán a ponerse de acuerdo sobre sus propias necesidades y a elegir a los hombres mejores, capaces de mantenerse lealmente al lado de los pobres del campo y en favor de su alianza con los obreros de la ciudad. Los comités campesinos serán el primer paso para lograr que hasta en las aldeas más remotas los campesinos se abran camino y tomen su destino en sus propias manos.

Por eso los socialdemócratas advierten a los campesinos:

¡No se fíen de ningún comité de nobles, de ninguna comisión de funcionarios!

¡Exijan una asamblea de diputados de todo el pueblo!

¡Exijan la constitución de comités campesinos!

¡Exijan plena libertad para publicar libros y periódicos de todo tipo!

Cuando todo el mundo tenga el derecho a expresar libremente sus opiniones y sus deseos, sin temor a nadie, ante la asamblea de diputados de todo el pueblo, ante los comités campesinos y en la prensa, se verá muy pronto quién está de parte de la clase obrera y quién de parte de la burguesía. Actualmente, la inmensa mayoría de la gente no piensa siquiera en eso; algunos ocultan su verdadero modo de pensar, otros no se han formado todavía una opinión y otros engañan a sabiendas. Pero cuando conquistemos ese derecho, todo el mundo pensará en estas cosas, nadie necesitará ocultar lo que piensa y todo se esclarecerá sin demora. Ya hemos dicho que la burguesía atrae a su lado a los campesinos ricos. Cuanto antes y más completamente se logre acabar con el sojuzgamiento feudal, cuanto mayores libertades consigan arrancar los campesinos, antes se unirán entre sí los pobres del campo y antes se unirán los campesinos ricos a toda la burguesía. ¡Que se unan! Nosotros no lo tememos, aunque sabemos muy bien que los campesinos ricos saldrán fortalecidos de esta unión. También nosotros nos unimos, y nuestra alianza —la alianza de los campesinos pobres con los obreros de la ciudad— abarcará muchísimas más personas, será la alianza de decenas de millones contra la de cientos de miles. Sabemos también que la burguesía se esforzará (ya lo hace desde ahora) por atraer también a su lado a los campesinos medios e incluso a los pequeños campesinos; procurará engañarlos, ganárselos, desunirlos, les prometerá a cada uno de ellos encaminarlos también hacia la riqueza. Ya hemos indicado con qué recursos y con qué engaños se atrae la burguesía al campesino medio. Por lo tanto, debemos de antemano abrir los ojos a los pobres del campo y fortalecer su alianza peculiar con los obreros de la ciudad, contra toda la burguesía.

Cada habitante de la aldea debe mirar con los ojos bien abiertos lo que pasa a su alrededor. ¡Con cuánta frecuencia el mujik rico habla contra el señor, contra el terrateniente! ¡Cuántas veces se queja de que se oprime al pueblo, de que la tierra permanece ociosa en poder de los señores! ¡Cómo le gusta murmurar (sin levantar la voz, en privado (que la tierra debería estar en manos de los mujiks!

Pero ¿podemos creer lo que dicen los ricos? No. No quieren las tierras para el pueblo, sino para sí mismos. Ya son dueños de mucha tierra, unas veces comprada y otras arrendada, pero no les basta. Esto significa que los campesinos pobres no tendrán que marchar mucho tiempo al lado de los ricos, contra los terratenientes. Sólo podremos dar juntos el primer paso; luego nuestros caminos se separarán.

Por eso hay que establecer una clara distinción entre ese primer paso y los otros que deberemos dar, y el paso final, el más importante de todos. El primer paso en el campo será la plena emancipación de los campesinos, la conquista de plenos derechos, la constitución de comités campesinos para que les restituyan los recortes[16]. El último paso será el mismo en la ciudad como en el campo: confiscaremos todas las tierras y todas las fábricas a los terratenientes y a la burguesía, y edificaremos la sociedad socialista.[17] Entre el primer paso y el último tendremos que librar una larga lucha, y quien confunda el primer paso con el último debilitará esa lucha y pondrá, sin advertirlo él mismo, una venda sobre los ojos de los pobres del campo.

El primer paso lo dan los campesinos pobres junto a todos los campesinos en general. Tal vez se queden al margen algunos kulaks; tal vez haya un mujik entre cien al que no le indigne ningún tipo de sojuzgamiento. Pero la gran masa marchará unida y compacta, porque el objetivo es el mismo para todos: los campesinos necesitan la igualdad de derechos. El sojuzgamiento feudal los ata a todos de pies y manos. En cambio, el paso final no lo darán todos los campesinos juntos: al llegar a ese punto, los campesinos ricos se volverán contra los braceros. Al llegar a ese punto, será necesaria una poderosa alianza de los campesinos pobres con los obreros socialdemócratas de la ciudad. Quien diga a los campesinos que pueden dar simultáneamente el primer paso y el último, engaña al mujik. Pierde de vista la gran lucha que se desarrolla entre los propios campesinos, la gran lucha entre los pobres del campo y los campesinos ricos.

Por eso los socialdemócratas no prometen a los campesinos desde el primer momento el oro v el moro. Por eso reclaman, ante todo, plena libertad para la Lucha, para la grandiosa lucha de todo el pueblo, de toda la clase obrera, contra toda la burguesía. Por eso señalan un primer paso, pequeño, pero seguro.

Hay quienes piensan que nuestra reivindicación de crear comités campesinos para poner coto al sojuzgamiento y para restituir los recortes, es una especie de cerca o barrera. Como si dijésemos: detente aquí y no vayas más allá. Esa gente no ha comprendido lo que se proponen los socialdemócratas. La exigencia de constituir comités campesinos para limitar el sojuzgamiento y devolver los recortes no es una barrera. Es una puerta. Una puerta por la que es preciso pasar para ir más adelante, para marchar por el camino ancho y despejado, hasta el fin, hasta la plena emancipación de todo el pueblo trabajador de Rusia. Mientras los campesinos no atraviesen esa puerta, seguirán sumidos en la ignorancia, en el sojuzgamiento, carecerán de plenos derechos y de plena y verdadera libertad, no podrán siquiera distinguir con claridad entre ellos mismos quién es el amigo del obrero y quién el enemigo. Por eso los socialdemócratas señalan esa puerta y dicen que, antes que nada, todo el pueblo tiene que presionar contra ella hasta derribarla y dejar el paso libre. Pero hay personas que se llaman populistas y socialistas-revolucionarios y que, animadas también de buenas intenciones hacia el mujik, alborotan, gritan y agitan los brazos, desean ayudar, pero ¡no ven esa puerta! Son tan ciegos que llegan a decir: no hay que conceder al mujik el derecho a disponer libremente de su tierra. ¡Quieren lo mejor para el mujik, pero a veces razonan igual que los defensores del régimen de la servidumbre! De amigos como ésos no hay que esperar mucha ayuda. ¿De qué sirve desear el bien del mujik, si ni siquiera son capaces de ver con claridad la primera puerta que es preciso derribar? ¿De qué sirve que también aspiren al socialismo, si no ven cómo hay que salir al camino de la lucha libre del pueblo por el socialismo, no sólo en la ciudad, sino también en el campo; no sólo contra los terratenientes, sino también contra los campesinos ricos dentro de la comunidad rural?

Por eso los socialdemócratas señalan con tanta insistencia esa puerta, que es la primera y la más cercana. En esta etapa, lo difícil no es expresar un montón de buenas intenciones, sino señalar el camino correcto, comprender claramente cómo hay que dar el primer paso. Durante los últimos cuarenta años, todos los amigos del mujik han venido hablando y escribiendo que el campesino ruso vive aplastado baja el sojuzgamiento, que sigue siendo un semisiervo. Mucho antes de que aparecieran los socialdemócratas en Rusia, todos los amigos del mujik escribieron innumerables libros en los que describían los vergonzosos procedimientos a que recurrían los terratenientes para robarle los recortes ele tierra y esclavizarlo. En la actualidad, todas las personas honestas entienden que es menester ayudar al mujik sin pérdida de tiempo, en seguida; que es urgente por lo menos aliviarle esa esclavitud; hasta los funcionarios de nuestro Gobierno policiaco comienzan a hablar de ello. El problema es: ¿cómo abordar el asunto, cómo dar el primer paso, cuál es la primera puerta que hay que derribar?

Las personas más diversas (entre las que quieren bien al mujik) ofrecen dos respuestas diferentes a esta pregunta. Todos los proletarios rurales deben tratar de entender cada una de estas dos respuestas y formarse una opinión definida y firme acerca de ellas. Una de las respuestas es la que ofrecen los populistas y los socialistas revolucionarios. Lo primero –dicen– es desarrollar entre los campesinos todo tipo de cooperativas. Hay que fortalecer la comunidad rural. No se debe conceder al campesino el derecho a disponer libremente de su tierra. Que la comunidad rural tenga mayores derechos, Tic toda la tierra de Rusia pase poco a poco a pertenecer a la comunidad[18]. Se debe facilitar a los campesinos, por todos los medios, la compra de tierras, para que éstas vayan pasando más fácilmente del capital al trabajo.

La otra respuesta es la que ofrecen los socialdemócratas. Ante todo, el campesino debe conquistar todos los derechos de que gozan el noble y el comerciante, sin excepción alguna. El campesino debe tener pleno derecho a disponer libremente de su tierra. Para acabar con el más ignominioso sojuzgamiento, deben constituirse comités campesinos para la devolución de los recortes[19]. No necesitamos la unión en la comunidad, sino la unión de los campesinos pobres de las diferentes comunidades rurales de toda Rusia, la alianza de los proletarios del campo con los proletarios de la ciudad. Todos los tipos de cooperativas y la compra de tierras por la comunidad redundarán siempre, sobre todo, en favor de los campesinos ricos, y servirán para engañar a los campesinos medios.

El Gobierno ruso se da cuenta de que es preciso aliviar la situación de los campesinos, pero trata de salir del paso con unas cuantas bagatelas, quiere hacerlo todo por medio de sus funcionarios. Los campesinos deben estar en guardia, pues las comisiones de funcionarios los volverán a engañar, lo mismo que los engañaron los comités de nobles. Deben exigir la libre elección de comités campesinos. Lo importante no es esperar que los funcionarios brinden ayuda, sino que los mismos campesinos tomen su suerte en sus propias manos. No importa que al comienzo no demos más que un paso y sólo nos liberemos del sojuzgamiento más feroz, lo importante es que los campesinos adquieran conciencia de su fuerza, que lleguen libremente a un acuerdo común y se unan. Ninguna persona honesta negará que los recortes sirven muy a menudo para el más despiadado sojuzgamiento feudal. Ninguna persona honesta negará que nuestra reivindicación es la primordial y la más justa: que los campesinos elijan libremente sus comités, sin la injerencia de los funcionarios, para acabar con todo el sojuzgamiento feudal.

En los libres comités campesinos (como también en la libre asamblea de diputados de toda Rusia), los socialdemócratas harán cuanto esté a su alcance para consolidar la alianza peculiar de los proletarios del campo con los proletarios de la ciudad. Los socialdemócratas defenderán todas las medidas en beneficio de los proletarios del campo, y una vez dado el primer paso, los ayudarán a dar cuanto antes, y lo más unidos que sea posible, el segundo y el tercero, y así sucesivamente, hasta el final, hasta el triunfo total del proletariado. Pero ¿podemos saber ya hoy, de antemano, qué reivindicaciones estarán al orden del día en relación con el segundo paso que mañana haya que dar? No, no es posible saberlo, por la sencilla razón de que no sabemos qué actitud adoptarán mañana los campesinos ricos y muchas personas instruidas que se ocupan de todo tipo de cooperativas y del traspaso de la tierra del capital al trabajo.

Puede ocurrir que el día de mañana no lleguen a un entendimiento con los terratenientes y quieran descargar el golpe final sobre el poder de éstos. ¡Magnífico! Los socialdemócratas verían esto con muy buenos ojos, y aconsejarán al proletariado del campo y de la ciudad que exija la confiscación de todas las tierras de los terratenientes y su entrega al Estado libre del pueblo. Los socialdemócratas velarán atentamente por que en ese momento los proletarios del campo no sean engañados, por que sus fuerzas se robustezcan todavía más para la lucha definitiva por la liberación total del proletariado.

Pero puede ser que las cosas sucedan de otro modo. Y esto quizá sea lo más probable. Es posible que el día de mañana los campesinos ricos y muchas personas instruidas, una vez que se ponga coto al peor sojuzgamiento, se unan a los terratenientes, y que entonces toda la burguesía rural se alce contra todo el proletariado del campo. En esas condiciones, sería ridículo luchar sólo contra los terratenientes. Si ello ocurriera, tendríamos que luchar contra toda la burguesía y exigir, ante todo, la mayor libertad y el mayor alcance para esa lucha, exigir mejores condiciones de vida para los obreros, a fin de facilitar esa Lucha.

En todo caso, suceda así o de otro modo, nuestro deber primordial, fundamental e indefectible será, fortalecer la alianza de los proletarios y semiproletarios del campo con los proletarios de la ciudad. Y para poner en pie esta alianza necesitamos desde ahora, inmediatamente, la plena libertad política para el pueblo, la completa igualdad de derechos para los campesinos y la abolición del sojuzgamiento feudal. Y cuando esta alianza se haya creado y fortalecido, desenmascararemos cualquier engaño a que recurra la burguesía para atraer a su lado al campesino medio, daremos fácil y rápidamente el segundo paso, el tercero y el paso final contra toda la burguesía, contra las fuerzas del Gobierno, marcharemos inconteniblemente hacia la victoria y conquistaremos pronto la plena liberación de lodo el pueblo trabajador.

 

7. LA LUCHA DE CLASES EN EL CAMPO

¿Qué es la lucha de clases? Es la lucha de una parte del pueblo contra otra, la lucha de la masa de los que carecen de derechos, de los oprimidos y los trabajadores, contra los privilegiados, los opresores y los parásitos; la lucha de los obreros asalariados o proletarios, contra los propietarios o la burguesía. En el campo ruso siempre se ha sostenido y sigue empeñada hoy esta gran lucha, aunque no todos la perciban ni todos comprendan su significado. Cuando existía la servidumbre, toda la masa campesina luchaba contra sus opresores, contra la clase terrateniente, amparada, defendida y sostenida por el Gobierno zarista. Los campesinos no podían unirse, vivían en aquel tiempo sumidos en la ignorancia, no contaban con el apoyo y la fraternidad de los obreros de las ciudades. Pero a pesar de todo luchaban como sabían y como podían. No temían las bestiales persecuciones del Gobierno, no los arredraban los feroces castigos ni las balas, no prestaban oídos a los popes, quienes les juraban y perjuraban que el régimen de la servidumbre estaba santificado por las Sagradas Escrituras y legitimado por Dios (así, en efecto, se expresó entonces el metropolita Filaret); los campesinos se levantaban en armas, unas veces aquí y otras veces allá., hasta que por último el Gobierno tuvo que ceder, por miedo a que se produjera una insurrección general de todos los campesinos.

La servidumbre fue abolida, pero no del todo. Los campesinos siguieron privados de derechos, continuaron siendo un estamento inferior, tributario, ignorante; siguió clavándose en ellos la zarpa del sojuzgamiento feudal. Y los campesinos siguen rebelándose, siguen exigiendo la plena y verdadera libertad. Entre tanto, después de la abolición de la servidumbre surgió y se desarrolló una nueva lucha de clases, la lucha del proletariado contra la burguesía. Creció la riqueza, se construyeron ferrocarriles y grandes fábricas, las ciudades se hicieron todavía más populosas y lujosas, pero todas estas riquezas se concentraban en manos de un puñado de gente, mientras el pueblo, cada día más pobre, más arruinado y hambriento, se desesperaba por ganar un jornal trabajando para otros. Los obreros de la ciudad comenzaron la nueva y grandiosa lucha de todos los pobres contra todos los ricos. Los obreros de la ciudad, unidos en el Partido Socialdemócrata, entablan su lucha con tenacidad, perseverancia y firmeza, avanzan paso a paso, se preparan para el grande y definitivo combate y exigen la libertad política para todo el pueblo.

Por último, llegó a agotarse también la paciencia de los campesinos. En la primavera del año pasado, 1902, los campesinos de Poltava, Járkov y otras provincias se sublevaron contra los terratenientes, se apoderaron de sus graneros, se repartieron sus bienes, entregaron a los hambrientos el trigo sembrado y recogido por el mujik, pero apropiado como suyo por el terrateniente, y exigieron una nueva distribución de la tierra. Cansados ya de la opresión feroz de que eran víctimas, se lanzaron en busca de una suerte mejor. Decidieron –y con absoluta razón– que valía más caer peleando contra los opresores que morir ignominiosamente, extenuados por el hambre. Pero los campesinos no alcanzaron la suerte mejor que buscaban. El Gobierno zarista declaró sencillamente que eran unos amotinados y saqueadores (por haber confiscado a los terratenientes saqueadores el trigo sembrado y recolectado por los campesinos), y envió contra ellos a las tropas, como si se tratara de dar la batalla al enemigo; los campesinos fueron derrotados, fueron fusilados, asesinados a montones, bestialmente apaleados, a veces hasta la muerte, torturados como ni siquiera los turcos torturaban a sus enemigos, los cristianos. Los enviados del zar, los gobernadores, eran los que con mayor saña los atormentaban, como verdaderos verdugos. Los soldados violaban a las mujeres y a las hijas de los campesinos: Y como remate, los campesinos tuvieron que comparecer ante un tribunal de funcionarios, fueron condenados a pagar a los terratenientes la suma de ochocientos mil rublos, y en esos infames juicios secretos, no se permitió siquiera que los defensores denunciaran cómo habían sido torturados y martirizados les campesinos por los enviados del zar, por el gobernador Obolenski y otros sicarios zaristas.

Los campesinos luchaban por una causa justa. La clase obrera rusa honrará siempre la memoria de los mártires fusilados y apaleados hasta la muerte por los lacayos zaristas. Esos mártires fueron combatientes por la libertad y la felicidad del pueblo trabajador. Los campesinos fueron derrotados, pero seguirán rebelándose una y otra vez, sin amilanarse ante la primera derrota. Los obreros conscientes se esforzarán por dar a conocer la lucha de los campesinos, con la mayor amplitud posible, al pueblo trabajador de la ciudad y del campo, y los ayudarán a prepararse para una nueva y más victoriosa lucha. Los obreros conscientes empeñarán todas sus fuerzas en ayudar a los campesinos a comprender claramente por qué .fue aplastada la primera insurrección campesina (1902), y qué debe hacerse para que la victoria sea de los campesinos y los obreros, y no de los sicarios zaristas.

La insurrección campesina fue aplastada porque era el levantamiento de una masa ignorante e inconsciente, un levantamiento sin reivindicaciones políticas claras y definidas, es decir, sin la reivindicación de un cambio de régimen estatal. La insurrección campesina fue aplastada porque no había sido preparada. La insurrección campesina fue aplastada porque los proletarios del campo no habían forjado todavía su alianza con los proletarios de la ciudad. Estas son las tres causas de la primera derrota campesina. Para que la insurrección triunfe, debe ser consciente y preparada de antemano; debe extenderse a toda Rusia y realizarse en alianza con los obreros de la ciudad. Y cada paso en la Lucha de los obreros de las ciudades, cada folleto o periódico socialdemócratas, cada discurso dirigido por un obrero consciente a los proletarios del campo, acercan la hora en que se repetirá la insurrección, para terminar en la victoria.

Los campesinos se levantaron inconscientemente, sencillamente porque ya no podían seguir aguantando, porque no querían morir en silencio y sin resistencia. Era tanto lo que sufrían por los saqueos, la opresión y los martirios, que no podían creer ni por un minuto en los vagos rumores que les hablaban de la clemencia del zar; no podían dejar de pensar que toda persona sensata reconocerla como justo que el trigo se repartiera entre los hambrientos, entre los que se habían pasado la vida trabajando para otros, sembrando y cosechando el trigo, y que ahora morían de hambre junto a los rebosantes graneros "del señor". Los campesinos olvidaban, al parecer, que las mejores tierras, que todas las fábricas e industrias, han sido acaparadas por los ricos, por los terratenientes y la burguesía precisamente para eso, para que el pueblo hambriento se encuentre obligado a trabajar para ellos. Olvidaban que en defensa de la clase rica no sólo predican los popes, sino que se alza también el Gobierno zarista, con todo su cortejo de funcionarios y soldados. El Gobierno zarista se encargó de recordárselo a los campesinos. El Gobierno zarista enseñó a los campesinos, con una crueldad bestial, qué es el poder del Estado, a quién sirve y a quién defiende. A nosotros nos toca recordar más a menudo esta lección a los campesinos, para que entiendan fácilmente por qué hay que cambiar el régimen estatal, por qué necesitamos la libertad política. Las insurrecciones campesinas dejarán de ser inconscientes cuando sea mayor el número de los que comprendan esto, cuando cada campesino que sabe leer y escribir, y que piensa por su cuenta, conozca las tres reivindicaciones principales por las que hay que luchar ante todo. La primera de estas reivindicaciones es la convocatoria de una asamblea de diputados de todo el pueblo para instaurar en Rusia un gobierno popular electivo, y no un gobierno autocrático. La segunda, libertad para publicar todo tipo de libros y periódicos. La tercera, reconocimiento legal de la plena igualdad de derechos entre los campesinos y los demás estamentos, y constitución de comités campesinos para acabar, antes que nada, con todos los restos de opresión feudal. Estas son las reivindicaciones primordiales y fundamentales de los socialdemócratas, y a los campesinos no les resultará difícil, ahora, comprender estas reivindicaciones, entender por dónde hay que empezar la lucha por la libertad del pueblo. Y cuando los campesinos comprendan estas reivindicaciones, entenderán también que es necesario prepararse de antemano, larga, tenaz y perseverantemente, para la lucha, no en forma individual, sino junto con los obreros de las ciudades, con los socialdemócratas.

Cada obrero, cada campesino consciente debe agrupar a su alrededor a los camaradas más sensatos, seguros y audaces. Debe explicarles qué quieren los socialdemócratas, para que todos comprendan qué lucha hay que librar y qué reivindicaciones es preciso plantear. Los socialdemócratas conscientes deben comenzar a enseñar a los campesinos la doctrina socialdemócrata, poco a poco y con prudencia, pero sin flaquear; darles a leer folletos socialdemócratas y explicarles su contenido en pequeñas reuniones de personas dignas de confianza.

Pero la doctrina socialdemócrata no debe explicarse sólo en los libros, sino a la luz de cada ejemplo, de cada caso de opresión y de cada injusticia que surjan cerca de nosotros. La doctrina socialdemócrata es la doctrina de la lucha contra toda opresión, contra toda depredación, contra toda injusticia. Sólo es verdadero socialdemócrata quien, conociendo las causas de la opresión, lucha durante toda su vida contra todos los casos en que se manifiesta. ¿Cómo? Los socialdemócratas conscientes, reunidos en su ciudad o en su aldea, deberán decidir ellos mismos cómo hacer esto para que reporte el mayor beneficio a la clase obrera. Pondré como ejemplo uno o dos casos. Supongamos que un obrero socialdemócrata llegue de visita a su aldea, o que simplemente acierte a encontrarse en una aldea que no es la suya. La aldea entera se halla, como la mosca atrapada en la tela de araña, en las garras de un terrateniente vecino; siempre vivió en ese estado de sojuzgamiento, sin poder librarse ni escaparse de él. Hay que elegir en el acto a los campesinos más inteligentes, sensatos y seguros, a los que buscan justicia y no se dejan amedrentar por el primer esbirro policiaco, y explicarles de dónde proviene ese sojuzgamiento irremediable que pesa sobre ellos, mostrarles cómo los terratenientes engañaron a los campesinos y los despojaron por medio de los comités de nobles, hablarles acerca de la fuerza de los ricos y del apoyo que les presta el Gobierno zarista, y exponer cuáles son las reivindicaciones de los obreros socialdemócratas. Cuando los campesinos entiendan todo este mecanismo, nada complicado, tendrán que discutir, todos unidos, si es posible oponer una resistencia conjunta a este terrateniente, si es posible presentarle las primeras y fundamentales reivindicaciones (del mismo modo que los obreros, en la ciudad. presentan sus reivindicaciones a los patronos). Si el terrateniente sojuzga a un pueblo grande o a varias aldeas, lo mejor sería conseguir que el comité socialdemócrata más cercano, por medio de personas de confianza, enviara una octavilla en la que el comité explique, desde el principio, qué sojuzgamiento pesa sobre los campesinos y qué exigen éstos en primer término (que se rebajen las rentas de la tierra, que las contrataciones para el invierno se ajusten a las tarifas de jornales existentes v no se pague la mitad de dichas tarifas, que no se apliquen penas abusivas por los daños causados por el ganado en las tierras del señor, que se ponga coto a los abusos, etc., etc.). Con tal octavilla todos los campesinos que sepan leer se darán cuenta en seguida de qué se trata, y se encargarán de explicárselo a quienes no saben leer. De esta manera, los campesinos comprenderán con claridad que los socialdemócratas están con ellos y que condenan toda depredación. Comenzarán entonces a entender qué mejoras, por pequeñas que sean todavía, pero mejoras al fin y al cabo, es posible lograr ya ahora, inmediatamente, si se mantienen unidos, y qué notables avances podrán lograrse en todos los ámbitos del Estado por medio de la lucha conjunta con los obreros de la ciudad, con los socialdemócratas. Los campesinos comenzarán, así, a prepararse cada vez más para esta gran lucha, empezarán a aprender cómo hay que saber encontrar a personas seguras y cómo es preciso sostener sus reivindicaciones. Tal vez en alguna ocasión puedan organizar una huelga, como lo hacen los obreros de la ciudad. Es verdad que en el campo esto resulta más difícil, mas pese a todo es posible, a veces, y en otros países hubo huelgas victoriosas en el campo, por ejemplo en la época de cosecha, en que los terratenientes y los labradores ricos necesitan obreros a toda costa. Si los campesinos pobres se preparan para la huelga, si de antemano se han puesto de acuerdo sobre las reivindicaciones generales, y si estas reivindicaciones han sido bien explicadas en octavillas u oralmente en las reuniones, todos se mantendrán unidos como un solo hombre, y al terrateniente no le quedará más remedio que ceder, o por lo menos moderará algo su voracidad. Si la huelga es unánime y se declara en el momento oportuno, al terrateniente e incluso a la autoridad con sus tropas les será difícil encontrar una solución, pues el tiempo corre, el terrateniente se verá abocado a la ruina, y en estas condiciones se avendrá muy pronto a razones. Se trata, claro está, de algo nuevo, y en general las cosas nuevas no salen bien desde el principio. Tampoco los obreros de las ciudades sabían, al comienzo, mantener la lucha unidos, no sabían qué reivindicaciones presentar, sino que se dedicaban simplemente a destrozar las máquinas y las fábricas. Pero ahora ya han aprendido a luchar unidos. Todas las cosas nuevas hay que aprenderlas. Ahora los obreros saben que sólo se puede lograr una mejora inmediata si se mantienen unidos; entretanto, el pueblo se inclina cada vez más a la resistencia conjunta y se prepara cada vez más para el grande y decisivo combate. También los campesinos aprenderán cómo hay que dar una respuesta a los más feroces depredadores, cómo hay que unirse para exigir mejoras, prepararse poco a poco, tenazmente y en todas partes, para la gran batalla por la libertad. El número de obreros y campesinos conscientes crecerá sin cesar, los grados de socialdemócratas en el campo se harán cada vez más vigorosos, y cada caso de sojuzgamiento del señor, cada caso de extorsión del pope, de bestialidad policíaca o de abuso de las autoridades servirá para abrir más y más los ojos al pueblo, para enseñarle a oponer una resistencia unida, para habituarlo a la idea de que hay que cambiar por la fuerza el régimen estatal existente.

Ya decíamos al iniciar este folleto que el pueblo trabajador de las ciudades se lanza ahora a las calles y a las plazas, exige abiertamente, ante todo el mundo, la libertad, e inscribe en sus banderas y grita "¡Abajo la autocracia!". No está lejano el día en que el pueblo trabajador de la ciudad se levante, no sólo para desfilar gritando por las calles, sino para el gran combate final; el día en que los obreros, como un solo hombre, exclamen: "¡O morir en la lucha o triunfar en la libertad!"; en que el puesto de los centenares de muertos y caídos en la lucha sea ocupado por miles de combatientes aun más resueltos. Ese día se levantarán también los campesinos, a lo largo de toda Rusia, y acudirán en ayuda de los obreros de la ciudad, lucharán hasta el final por la libertad campesina y obrera. Y entonces no habrá bandas del zar capaces de soportar esa ofensiva. ¡El triunfo será del pueblo trabajador, y la clase obrera avanzará por el ancho y despejado camino que conduce a la emancipación de todos los trabajadores de cualquier género de opresión! ¡La clase obrera se valdrá de la libertad para luchar por la victoria del socialismo!

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PROGRAMA DEL PARTIDO OBRERO SOCIALDEMOCRATA DE RUSIA, 

PROPUESTO POR EL PERIODICO "ISKRA" CONJUNTAMENTE CON LA REVISTA "ZARIA"

Ya hemos explicado qué es un programa, para qué hace falta y por qué el Partido Socialdemócrata es el único que presenta un programa claro y definido. La aprobación definitiva del programa corresponde de manera exclusiva al congreso de nuestro Partido, es decir, a la asamblea de representantes de cuantos militan en él. Este congreso lo prepara actualmente el Comité de Organización. Pero muchísimos comités de nuestro Partido se han declarado ya abiertamente de acuerdo con Iskra, reconociendo a este periódico como el órgano dirigente. Por tanto, nuestro proyecto (o propuesta) de programa puede servir muy bien para dar a conocer con toda exactitud, antes de celebrarse el congreso, lo que quieren los socialdemócratas, por lo cual consideramos necesario ofrecer e] texto íntegro de este proyecto como apéndice a nuestro folleto.

Es cierto que no todos los obreros comprenderán sin una explicación lo que se plantea en el programa. Muchos grandes socialistas trabajaron para crear la doctrina socialdemócrata, a la que dieron forma definitiva Marx y Engels; mucho tuvieron que sufrir los obreros de todos los países para adquirir la experiencia que nosotros queremos aprovechar, que deseamos sirva de base a nuestro programa. Los obreros deben, pues, estudiar la doctrina socialdemócrata para estar en condiciones de entender cada una de las palabras del programa, del que es su programa, su bandera de Lucha. Y los obreros comprenden y asimilan con singular facilidad el programa socialdemócrata, pues en él se habla de lo que todo obrero consciente ha vivido y experimentado. Nadie debe dejarse asustar por cualquier "dificultad" con que tropiece para entender el programa: cuanto más se adentre cada obrero en su lectura, y cuanto mayor sea su experiencia en la lucha, más a fondo lo entenderá. Todos deben meditar y discutir el programa de los socialdemócratas en su integridad, sin perder de vista en ningún momento todo lo que quieren los socialdemócratas y lo que piensan acerca de la emancipación de todo el pueblo trabajador. Los socialdemócratas quieren que todo el mundo conozca con claridad y exactitud, hasta el final, la verdad acerca de lo que es el Partido Socialdemócrata.

No podemos detenernos a explicar aquí en detalle todo el programa. Para ello haría falta un folleto especial. Nos limitaremos a señalar brevemente de qué habla el programa, y aconsejamos al lector que recurra a la ayuda de dos libros. Uno es el escrito por el socialdemócrata alemán Karl Kautsky, con el título de El programa de Erfurt, y que ha sido traducido al ruso. Otro es el del socialdemócrata ruso, L. Mártov, y se titula La causa obrera en Rusia. Estos dos libros ayudarán a comprender todo nuestro programa.

Ahora designaremos cada parte de nuestro programa con una letra especial (véase el programa más abajo), e indicaremos de qué se habla en cada una de ellas.

A) Desde el comienzo mismo se habla de que el proletariado lucha en el mundo entero por su emancipación, y de que el proletariado ruso no es sino un destacamento del ejército mundial que forma la clase obrera de todos los países.

B) En seguida se expone cuál es el régimen burgués en casi todos los países del mundo, entre ellos Rusia. Cómo se hunde en la pobreza y en la miseria la mayoría de la población, que trabaja para los terratenientes y capitalistas; cómo se arruinan los pequeños artesanos y los campesinos, mientras crecen las grandes fábricas; cómo explota el capital al obrero, y también a su mujer y sus hijos; cómo empeora la situación de la clase obrera y aumentan la desocupación y la miseria.

C) Luego se habla de la unión de los obreros, de su lucha y de la gran meta de esta lucha: liberar a todos los oprimidos y acabar por completo con todo tipo de opresión de los ricos sobre los pobres. Esta parte explica también por qué la clase obrera es cada vez más fuerte, y por qué triunfará indefectiblemente sobre todos sus enemigos, sobre todos los defensores de la burguesía.

D) A continuación se dice para qué fueron creados los partidos socialdemócratas en todos los países, cómo ayudan a la clase obrera a sostener su lucha, cómo unen y orientan a los obreros, los ilustran y preparan para el gran combate.

E) Seguidamente se explica por qué en Rusia el pueblo vive peor que en otros países; cuál es el peor de los males, la autocracia zarista, y cómo lo primero que necesitamos es derrocarla e instaurar en Rusia un gobierno electivo del pueblo.

F) ¿Qué mejoras deberá aportar a todo el pueblo este gobierno electivo? De ello hablamos en el presente folleto y de ello se habla también en el programa.

G) Después, el programa señala qué mejoras hay que conquistar inmediatamente para toda la clase obrera, de modo que pueda vivir mejor y luchar con mayor libertad por el socialismo.

H) En el programa se señalan en especial las mejoras que es necesario conquistar en primer término para todos los campesinos, al objeto de que los pobres del campo puedan desplegar con mayores facilidades y libertad la lucha de clase contra la burguesía rural y contra toda la burguesía

I) Por último, el Partido Socialdemócrata advierte al pueblo para que no dé crédito a las promesas o palabras melosas de la policía ni de los funcionarios, sino que luche firmemente por la inmediata convocatoria de una libre asamblea de diputados de todo el pueblo.

 

 

 

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[1] En la edición de 1905, desde aquí hasta el fin del párrafo, el texto decía lo siguiente: "Ahora el Gobierno nos promete libertad de palabra y de reunión e inmunidad personal, pero esas promesas son un engaño. La policía ha empezado otra vez a disolver las reuniones. Los periódicos obreros son clausurados nuevamente; los socialdemócratas son arrestados y retenidos en la cárcel. En Cronstadt, Sebastopol, Moscú, el Cáucaso, el Sur, y en toda Rusia, se fusila a quienes luchan por la libertad". Ed.

[2] Aquí, en las págs. 142 y 145 y adelante del presente volumen, las palabras "Duma de Estado" fueron sustituidas, en la edición de 1905, por "asamblea popular de diputados". Ed.

[3] En la edición de 1905 se incluyó aquí el siguiente texto: "¿Quién declaró la guerra a los japoneses?81 El Gobierno. ¿Preguntó éste al pueblo si quería pelear por las tierras de Manchuria? No, nada le preguntó, porque el jefe del Estado gobierna al pueblo por intermedio de sus funcionarios. Así, el pueblo está hundido en la miseria a causa de la penosa guerra que le impuso el Gobierno. Han perecido cientos de miles de jóvenes soldados, y sus familias pasan hambre; la flota rusa está destrozada, las tropas rusas fueron expulsadas de Manchuria; se gastó más de dos mil millones de rublos (lo que equivale a cien rublos por familia, de los 20 millones de hogares de Rusia). El pueblo no necesita las tierras de Manchuria. El pueblo no quería la guerra. Pero el Gobierno de funcionarios le impuso su voluntad y lo obligó a librar esta guerra vergonzosa, infame y destructora". —Ed.

[4] En la edición de 1905, después de la palabra "moscas" se había agregado la siguiente nota al pie de página: "Esta autoridad sin límites, ejercida por los funcionarios, se llama gobierno burocrático, y los funcionarios son la burocracia". Ed.

[5] En la edición de 1905 se había agregado aquí lo siguiente: "El Gobierno prometió convocar a los representantes del pueblo para integrar la Duma de Estado. Pero su promesa fue un engaño más. Lo que el Gobierno se propone, bajo el pretexto de convocar la Duma, no es reunir a los auténticos representantes del pueblo, sino a los funcionarios selectos, los nobles, terratenientes y comerciantes. Los diputados populares deben ser elegidos libremente, pero el Gobierno no permite las elecciones libres, clausura los periódicos obreros, prohíbe las reuniones y mítines, persigue a la Unión Campesinas82, arresta y retiene en la cárcel a los representantes electos de los campesinos. ¿Acaso puede haber elecciones libres si la policía y los jefes de los zemstvos continúan burlándose de los obreros y los campesinos?

"Los diputados deben ser elegidos por todo el pueblo, a fin de que los votos de los nobles, los terratenientes y los comerciantes no superen a los de los obreros y campesinos. Los nobles y los comerciantes son miles, los campesinos suman millones. Y tal como la prepara el Gobierno, la Duma de Estado es una asamblea sin elecciones igualitarias. Las elecciones que ha fraguado son astutas y darán como resultado que los nobles y los comerciantes se quedarán con casi todas las bancas, mientras que a los obreros y campesinos no les tocaría ni un diputado de cada diez. Es una Duma falsificada, una Duma policíaca; una Duma de funcionarios y señores. Una auténtica asamblea de diputados populares sólo se logra mediante elecciones libres, con el sufragio igual, de todo el pueblo. Por eso los obreros socialdemócratas declaran: ¡Abajo la Duma! ¡Fuera esa asamblea falsificada! ¡Lo que necesitamos es una asamblea auténtica, libre, con diputados de todo el pueblo, y no con representantes de los nobles y los comerciantes! ¡Lo que necesitamos es una Asamblea Constituyente netamente popular, a fin de que el pueblo imponga ampliamente su voluntad a los funcionarios, y no los funcionarios al pueblo!" Ed.

[6] En la edición de 1905 después de la palabra "parlamento" se había incluido la siguiente frase: "En 1903 votaron por los socialdemócratas 3 millones de varones adultos". Ed.

[7] Burgués significa propietario. Burguesía es el conjunto de los propietarios. Gran burgués es el gran propietario. Pequeño burgués, el pequeño propietario. Burguesía y proletariado quiere decir lo mismo que propietarios y obreros, ricos y pobres, los que viven del trabajo ajeno y los que trabajan para otros por un salario.

[8] La deciatina es una medida agraria rusa equivalente a 1,0925 hectáreas. Ed.

[9] Todas estas cifras acerca de la cantidad de tierras y las que daremos después son muy anticuadas. Se refieren a los años 1877-1878.

No poseemos, sin embargo, datos más recientes. El Gobierno ruso sólo puede vivir en las tinieblas, y esto explica por qué en nuestro país se elaboran tan pocas estadísticas completas y veraces sobre la vida del pueblo en todo el Estado.

[10] Repetimos una vez más que estas cifras son números redondos, datos puramente aproximativos. Es posible que los campesinos ricos no sumen exactamente un millón y medio de familias, sino un millón y cuarto, un millón y tres cuartos, o incluso dos millones. La diferencia no es grande. Lo importante no es calcular cada uno de los millares o cientos de miles, sino comprender con claridad cuál es la fuerza de los campesinos ricos y cuál su situación, para saber discernir entre los amigos y los enemigos, para no dejarse engañar con cuentos o palabras vacías, sino conocer con exactitud tanto la situación de los campesinos pobres como, en especial, la de los ricos.

Cada trabajador del campo debe fijarse bien en lo que pasa en su subdistrito y en los vecinos. Y comprobará entonces que nuestros cálculos son exactos; que, por término medio, el resultado es el mismo en todas partes: de cada cien familias hay unas diez o a lo sumo veinte de campesinos ricos, unas veinte de campesinos medios, y el resto son campesinos pobres.

[11] Entre nosotros, en Rusia, estos ingenuos que desean el bien del mujik y, sin embargo, se dejan llevar a veces por estas canciones, se llaman "populistas" y también "partidarios de la pequeña hacienda agrícola". Y tras ellos, por sus pocas luces, marchan los "socialistas-revolucionarios". También en Alemania abunda la gente melosa. Uno de ellos, Eduard David, escribió no hace mucho un voluminoso libro, en el que dice que la pequeña hacienda agrícola es incomparablemente más ventajosa que la grande, ya que el pequeño campesino no tiene gastos superfluos y no usa caballos para arar, sino que se las arregla con la misma vaca que le da leche.

[12] Véase al final de este trabajo el Apéndice: Programa del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, propuesto por el periódico socialdemócrata Iskra y la revista Zariá.

[13] La frase encerrada entre asteriscos fue sustituida en la edición de 1905 por la siguiente: "adherirse a la exigencia de que sea impostergable". -Ed.

[14] En la edición de 1905 se agregó aquí el siguiente pasaje:

"Ya hemos dicho que la Duma de Estado no es una auténtica asamblea de deputados del pueblo, sino un engaño de la policía, porque las elecciones no son iguales (los nobles y los comerciantes son mayoría en comparación con los campesinos y los obreros), ni tampoco libres; el garrote de la policía se hace sentir. La Duma no es una asamblea popular de diputados, es el lugar de reunión policíaca de los nobles y los comerciantes. La Duma de Estado no se reúne para garantizar la libertad del pueblo y una dirección ejercida por representantes elegidos por éste, sino para engañar a los obreros y campesinos, y esclavizarlos más y mejor. El pueblo no necesita una Duma integrada por funcionarios, sino una Asamblea Constituyente elegida por el voto igual de todos los ciudadanos".-Ed.

[15] En la edición de 1905 se había agregado aquí el siguiente texto:

"Los comités campesinos deberán tener el derecho de confiscar todas las tierras a los terratenientes c propietarios privados en general, y la asamblea popular de diputados decidirá qué destino se dará a las tierras que pasen a ser propiedad de todo el pueblo". -Ed.

[16] En la edición de 1905 se habían agregado aquí las palabras: "y para confiscar toda la tierra a los terratenientes". -Ed.

[17] En la edición de 1905, el párrafo en bastardilla había sido sustituido por lo siguiente: "aboliremos la propiedad privada de la tierra y las fábricas, y estableceremos la sociedad socialista". -Ed.

[18] En la edición de 1905, aquí se había agregado la siguiente frase: "La tierra será confiscada a los terratenientes y entregada en forma equitativa sólo a quienes la trabajan". -Ed.

[19] En la edición de 1905, a continuación se intercala el siguiente texto: "Los comités campesinos estarán facultados para confiscar todas las tierras a los terratenientes. Los diputados del pueblo, a su vez, determinarán cómo se procederá con la tierra del pueblo. Por lo que a nosotros respecta, debemos bregar para lograr que la sociedad sea socialista, sin olvidar que mientras impere el poder del dinero, el poder del capital, la distribución equitativa de la tierra, sea cual fuere la forma en que se aplique, no librará al pueblo de la miseria".-Ed.