Alberto Flores Galindo


 

Don Jorge Basadre: La terca apuesta por el sí

 

 


Fuente del Texto:  Alberto Flores Galindo, "Don Jorge Basadre: La terca apuesta por el sí", en El Caballo Rojo (suplemento dominical de El Diario de Marka), Año 2, No. 60, 5 de julio de 1981 , Lima - Perú, págs. 4-5.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2024.
Transcripción y HTML: Juan R. Fajardo, mayo de 2024.



  
 

 


El rasgo más relevante en la obra de Jorge Basadre —como elogio o reproche— ha sido siempre su empeño por afirmar, responder positivamente, señalar soluciones y encontrar salidas. Así el Perú como nación no sólo sería, en sus primeros escritos, un problema a encarar sino también una posibilidad que podía entreverse rastreando su pasado.

Este razonamiento diferenció a Basadre de muchos intelectuales de su generación, pero sobre todo de los contemporáneos de González Brada, para quienes el nombre Perú era sinónimo de una frustración colectiva. En cierta manera la Historia de la República podría leerse como una vasta réplica de la crítica àcida esgrimida por don Manuel: ese intelectual cuya vida fue escindida por la guerra del Pacífico, que en artículos, conferencias y ensayos, con frases cuidadosamente elaboradas, proporcionó a los jóvenes peruanos de la década de 1920 —uno de los cuales era Basadre— la imagen de una historia republicana que se iniciaba con el festín “plutocrático" del guano para desembocar luego en la catástrofe de la guerra, atribuida en definitiva a una clase que trató de erigirse a costa de las grandes mayorías campesinas. González Prada intuye, como lo había hecho antes Juan Bustamante, que el verdadero país está distanciado de la capital y que hace falta encontrarlo en las montañas andinas, pero su crítica no consigue vincularse con ningún movimiento social (el fracaso de la Unión Nacional); por lo que al final de su vida quedará como el profeta solitario, sin seguidores, inmerso en una sociedad que parecía renuente al cambio, frente a la cual sólo queda la asunción de un anarquismo demasiado personal, fruto casi exclusivo de lecturas europeas (Kropotkine, por ejemplo).

Esa sensación de frustración que González Prada trasmite a Félix del Valle cuando éste lo entrevista en 1916 (“Me he convencido de que toda lucha por ideas es estéril en nuestro medio") se encuentra reiterada hasta el cansancio en otros autores, como el poeta Martínez Luján o el joven ensayista Víctor Andrés Belaúnde, quien empleando una metáfora poco original, compara a los intelectuales de su generación con especies de Sancho Panzas incapaces de enfrentar a los molinos de viento del país; de manera similar Francisco García Calderón le confesaría a José de la Riva Agüero su pesimismo ante un lugar como el Perú donde toda empresa parece de antemano condenada al fracaso. Tras de estas reflexiones se puede entrever la derrota de 1879, la ocupación de Lima, el tratado de 1883; pero un “desgarramiento" interior similar —para emplear un término de Mariátegui— se encuentra también en autores anteriores y posteriores: es la imagen, por ejemplo, del país “jodido" que Zavalita, el personaje de Conversación en la Catedral, encuentra en el tono gris de Lima y que repite como una letanía angustiosa.

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Basadre se sublevó contra todo esto. No lo entenderíamos sin considerar que su infancia trascurrió en Tacna, bajo los años de la ocupación chilena: en 1903, en esa provincia fronteriza, el Perú era en primer lugar una elección; había nacido en un territorio distante e incierto, donde se debía optar entre ser peruano o chileno. Desde allí —una ciudad mesocrática, sin los abismales conflictos andinos o las querellas partidarias de la capital—, el país acabó confundiéndose con la utopía, con una promesa que aunque no había sido refrendada en la experiencia cotidiana, estaba pendiente y podía ejecutarse algún día. El problema nacional deriva en un problema de fronteras en función del cual se relegan los conflictos de clase o de cultura. Así lo entendieron en esos momentos Basadre, Porras, Jiménez Borja, empeñados en eruditas investigaciones sobre los límites del Perú, en colaborar con la Cancillería en la cuestión con Chile a pesar de las discrepancias que mantenían con Leguía o en escribir testimonios tan conmovedores como Infancia en Tacna.

Esta imagen del problema nacional es fundamental para entender el derrotero político de Basadre. El socialismo por el que optó en su juventud nunca fue demasiado radical: en las páginas de Amauta rechazaba el im-perialismo pero admitía la necesidad de ciertas inversiones americanas (1); quería compatibilizar algunos elementos de la economía de mercado con el modelo de una sociedad planificada. Aunque, como todos, él también sintió esa gran emoción colectiva que fue la revolución de octubre, temía que ei comu-nismo implicase la imposición de orientaciones externas sobre la política peruana (2). Cuando publica Perú: problema y posibilidad podría haber sido definido como una especie de social-demócrata, un simpatizante de ese calmado socialismo centro europeo de principios de siglo.

En el Perú, salvo el intento de Ulloa y del Barzo en 1919, no existió, a diferencia de Chile o Argentina, un socialismo de la II Internacional. Este vacío podía alentar el proyecto de Basadre, en torno al cual en cierta manera se constituyó en 1930 Acción Republicana, organización política que editó un periódico, El Perú. Pero ese partido de centro, moderado, apenas regionalista, terminó siendo inviable en un país extrapolado bajo los efectos de la crisis económica; aunque en realidad las tensiones venían desde antes, cuando, en 1928 se enfrentaron el marxismo de Mariátegui y el aprismo de Haya. Jorge Basadre le habría reprochado a Mariátegui su falta de interés por el problema de las “provincias cautivas", pero tampoco toleraba ese “americanis-mo" de Haya que llevó a la confraternización entre estudiantes peruanos y chilenos, o ese afán por pensar en términos de continente y no 'de nación., Pero del aprismo se distanció además por no aceptar el caudillismo de su jefe.

Las discrepancias con José Carlos Mariátegui no lo alejaron de la tertulia de Washington-izquierda ni de la colaboración con Amauta. Desde luego no podía estar entre los organizadores del Partido Socialista en 1928, pero sí persistió entre los amigos y colaboradores de Mariátegui, al lado de José María Eguren o Es-tuario Núñez. Frente a los 7 Ensayos buscó diferenciar su posición elaborando un texto donde incidía en aspectos que consideraba descuidados (la historia política), reprochaba supuestos excesos (el indigenismo frente al mestizaje) y sobre todo se empeñaba en vislumbrar el futuro, señalar el posible camino de solución del “problema nacional". Perú: problema y posibilida fue un voto a favor, como también lo fue el libro de Mariátegui, ambos conscientemente diferenciados de González Prada; pero en los 7 Ensayos se trataba en cierta manera de una elaboración colectiva confeccionada día a día, en las páginas de revistas o periódicos, en polémica con otros escritores como García Calderón o Villarán, mien-tras que en el caso de Basadre se trató de la elaboración de un intelectual formado más en las bibliotecas y archivos que en la vida cotidiana, que se enfrentaba a la oligarquía pero no conseguía insertarse en el movimiento social. Un hombre que ante esos dos grandes remolinos que seducían a los intelectuales y las masas —el aprismo o el comunismo— quiso enarbolar un tercer camino que adolecía de un cierto anacronismo. Años después, refiriéndose a los dirigentes de Acción Republicana, Basadre diría que “con toda su sinceridad, su limpieza y su buena fe, resultaron ser políticos sólo en sus horas extras, pues sus bufetes, sus oficinas o la vida familiar ocupaban la mayor parte de su tiempo y cometieron, sobre todo, el pecado capital de no acercarse al pueblo".

Muerto José Carlos Mariátegui en abril de 1930, la revista Amauta sufrió un cambio sustancial en su orientación, que según Martínez de la Torre era el ingreso a una tercera etapa: la primera fue al inicio, la segunda vino después de la polémica con Haya y ésta significaba el abandono de las divagaciones intelectuales por una definición “clasista". Los supuestos sucesores de Mariátegui no heredaron con entusiasmo una publicación donde se había dado cabida a poetas surrealistas y reproducidos artículos de Sorel o Freud; pero el antiintelectualismo, el menosprecio a esos pequeñoburgueses entre los cuales terminaba incluido Basadre, acabó liquidando a la revista que bajo la nueva conducción sólo alcanzó a imprimir tres números más.

Después de la experiencia efímera de Acción Republicana, Basadre tendría que escoger entre permanecer en el Perú, donde su vocación afirmativa sentía la desazón de no encontrar un derrotero preciso en ese “país desorientado" o salir al extranjero, para perfeccionar sus conocimientos como bibliotecario y después como historiador. Escogió por lo segundo. El intelectual terminó por derrotar al posible político. Quizás en esos días que pasó Basadre en Estados Unidos, Alemania o España recordó las reflexiones de Mariano Ibérico sobre la soledad: “El hombre moderno es pues un solitario en el tiempo. Y en su soledad estriban su grandeza y su deficiencia. Su grandeza porque una gran soledad es el precio de una libertad orgullosa y completa. Su deficiencia, porque la soledad destruye el sentido y la dirección y tiende a mantener el espíritu en una indiferente inmovilidad" (3).

Basadre, a diferencia de Francisco García Calderón, consiguió vencer a la “inmovilidad", al tedio vital, al estancamiento. Casi alejado de partidos o de grupos, escribió sobre literatura incaica, el derecho, la sociedad colonial, y sobre todo extendió y prolongó, en sucesivas ediciones desde 1939, ese mapa imposible del Perú que es su Historia de la República. Su vocación afirmativa, alejada de las clases populares, en el contexto de un país donde Riva Agüero y Belaúndé ocupaban el lugar que antes tuvo Mariátegui, es decir, donde la derecha había recobrado los predios intelectuales, derivó en una imagen del país donde la afirmación soslayó los conflictos socia-les o étnicos y donde el socialismo fue en cierta manera contrapuesto a la “promesa de la vida peruana". Dicho en otras palabras, el futuro enfrentado al pasado, la política divergiendo de la historia. Aquí la terca apuesta por el sí de Basadre se alejó de Mariátegui y, paradójicamente, terminó aproximándose a la soledad final de González Prada.

 

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1.- Jorge Basadre, “Mientras ellos se extienden", en Amauta, n. 9, mayo de 1927, p. 13.

2.- Jorge Basadre, Equivocaciones, Lima, 1928, p. 56.

3.- Mariano Ibérico, El nuevo absoluto, Lima, 1926, p. 218. Quizá no sea prescindible recordar que este libro fue editado por Mariátegui en el sello editorial Minerva.