Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
Después de la reunión del Comité Nacional del PSOE
Al dar término a sus trabajos el Comité Nacional del Partido Socialista Obrero Español, nos apresuramos a decir que el balance de estos trabajos nos parece francamente positivo, desde el punto de vista de los intereses de la guerra que estamos librando, es decir, desde el punto de vista de los intereses más vitales y profundos de nuestro pueblo. Lo que más se debe destacar es que, al examinar la situación del país y la situación internacional, el Comité Nacional del Partido Socialista ha afirmado una vez más que la resistencia y la guerra deben continuar hasta la victoria.
Esta afirmación clara y enérgica hecha por el órgano supremo de un Partido que cuenta en sus filas con decenas de millares de trabajadores, que representa, junto con el Partido Comunista, la parte más activa y mejor del proletariado de nuestro país y que, con aquél, orienta al máximo organismo proletario de España, la Unión General de Trabajadores -afirmación de resistencia y de lucha hasta el fin que, a su vez, ha hecho también la CNT- viene a confirmar una vez más la voluntad inquebrantable de nuestro pueblo de no ser víctima de maniobras oscuras, cuyo resultado no podría ser otro que la capitulación vergonzosa y la entrega al enemigo. Los combatientes en el frente y todo el pueblo en la retaguardia saludan con entusiasmo esta afirmación de fe en la victoria y de voluntad de lucha.
Es un golpe nuevo que, de esta manera, se asesta a los vacilantes y a los cobardes, y a todos los que, cubriéndose con una u otra bandera, de una u otra forma, intentan romper el frente de nuestra resistencia.
Tiene especial importancia la firme posición del Partido Socialista Obrero Español, sobre todo en estos momentos en que hay destacados elementos de la socialdemocracia internacional que, a propósito de este mismo problema, de la resistencia y la victoria indiscutible de nuestro pueblo, no solamente vacilan, sino que adoptan posiciones que nada tienen de común con la que es propia de todo nuestro pueblo. Estos hombres no comprenden los problemas de España ni los problemas de la política europea en general. Les falta, lo mismo que a los capituladores de nuestro país, la fe en la clase obrera y en la energía inagotable de un pueblo que no quiere ser esclavizado. Y si el camarada Lamoneda, secretario general del Partido Socialista Obrero Español, ha afirmado con acierto que nadie es más parecido a un comunista que un socialista, nosotros podemos añadir que la historia del movimiento obrero español se ha desarrollado de tal manera, que hoy el socialista de nuestro país está mucho más cerca del comunista de su propia tierra que del derechista y capitulador del extranjero, aunque este último milite en las filas de la socialdemocracia.
Desde el punto de vista de la situación política interior, esta decisión del Comité Nacional del Partido Socialista Obrero Español constituye un nuevo fortalecimiento del gobierno de Unión Nacional que, presidido por el doctor Negrín, miembro de la nueva Comisión Ejecutiva del gran partido hermano, dirige con acierto y con el apoyo entusiasta de todo el pueblo nuestra resistencia tenaz y victoriosa.
Por lo que nos afecta directamente, como comunistas, como Partido que comparte con el socialista las amarguras y alegrías que la guerra proporciona, por la enorme responsabilidad que ambos partidos tenemos ante el pueblo y ante la historia, yo no, puedo dejar de saludar otros aspectos positivos de las resoluciones del Comité Nacional del Partido Socialista, al expresar éste “su deseo de que las relaciones entre el Partido Socialista y el Comunista, lejos de enfriarse, sean cada día más cordiales y estrechas”.
Otra resolución en sentido contrario hubiera sido una insensatez, pero el Partido Socialista ha sabido recoger las partes positivas del trabajó de unidad que a la guerra han aportado socialistas y comunistas, haciendo que la balanza se incline hacia este lado positivo.
Reafirmar la unidad de socialistas y comunistas, significa llevar a las trincheras, a las fábricas y al campo nuevos bríos para seguir la lucha sin tregua hasta la victoria; representa un paso adelante en el mantenimiento de la unidad del pueblo.
La unidad de socialistas y comunistas no debe romperse jamás. Si, por desgracia para la República y para el pueblo, los dos grandes partidos de la clase obrera llegaran a desunirse, el fascismo operaría con enorme facilidad, porque lo haría contra unas fuerzas políticas faltas de cohesión, que gastarían sus energías en luchas intestinas. La unidad de socialistas y comunistas será siempre, pues, la garantía de una firme política de guerra y de la victoria.
Es indudable que si para esto es necesaria la unidad de socialistas y comunistas de manera indisoluble, la unidad interna del Partido Socialista no lo es menos. Por eso, el acuerdo firme y enérgico del Comité Nacional del Partido Socialista de ordenar “a todos los organismos del partido que tomen las medidas adecuadas para asegurar la compenetración de todos los militantes, sin tolerar la organización y el funcionamiento de tendencias o fracciones” es otra de las partes positivas del hecho histórico que comentamos. Nosotros, comunistas, deseamos, al igual que los socialistas, que la unidad interior del partido hermano sea rápidamente un hecho. Deseamos que la unidad interior del Partido Socialista sea tan potente como es la del Partido Comunista. Sin esta unidad no puede haber ejecución de una política de Partido, y sus resoluciones no podrán ser aplicadas si en el interior del partido reina la indisciplina.
En más de una ocasión, el Partido Comunista, en sus resoluciones, ha manifestado su deseo de trabajar con todos los socialistas. Por esta razón, convencidos del obstáculo que representan las fracciones y las tendencias en el seno de un Partido para el desarrollo de su trabajo, declaramos con toda sinceridad nuestra satisfacción por los beneficios que ha de reportar el restablecimiento de la unidad interior del Partido Socialista, en primer lugar, al propio Partido Socialista, a la unidad con el Partido Comunista y a la guerra.
Nuestros dos partidos, el pueblo entero, la guerra, exigen de nosotros, socialistas y comunistas, que no perdamos tiempo en el trabajo en común para ayudar a resolver los grandes problemas que en nuestro país están planteados. No bastan los progresos que se han obtenido en la formación de nuestro potente Ejército desde el 18 de julio hasta hoy. La fase actual de nuestra guerra exige mayores esfuerzos para consolidar nuestro Ejército, aumentar sus efectivos y preparado en condiciones de arrollar al enemigo.
No bastan los progresos que se hayan obtenido en la ordenación de la industria de guerra y de los problemas económicos. No podemos olvidar que se aproxima el invierno y debemos garantizar, en unión de todas las fuerzas antifascistas del país, la continuación, con ventaja de la guerra, dotando al Ejército de lo indispensable para su abastecimiento y abrigo y para la alimentación del pueblo.
Éstas son tareas urgentes en las que socialistas y comunistas jugarán uno de los papeles más fundamentales, y para ello es necesaria la unidad. La unidad sin reservas, y realizada en todas partes, en el Ejército, en las fábricas, en los Ayuntamientos; en el campo, en los sindicatos y en los órganos de dirección de ambos partidos. Yo os aseguro, camaradas socialistas, que los comunistas sabrán cumplir su misión, como hasta aquí, en el trabajo de unidad con vosotros. Pues la unidad, afirmo una vez más, de socialistas y comunistas es condición indispensable para la victoria.