Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
La sesión de las Cortes de la República que se ha celebrado el día primero de febrero en el refectorio del viejo Monasterio de Montserrat, tiene una enorme importancia en el desarrollo de nuestra guerra.
El discurso que pronunció el camarada Negrín dando cuenta de la actuación del gobierno a los representantes del pueblo, está penetrado de un espíritu nuevo, como habrá advertido todo el que conozca la vida política de nuestro país. La decisión y energía con que el presidente del Consejo de Ministros ha rechazado, una vez más, los intentos y planes turbios de “pactos, arreglos y componendas” con el enemigo; el acierto con que ha sabido destacar la labor positiva realizada por los hombres que en su equipo ministerial constituyen el apoyo más activo y más firme de la política del Frente Popular; la exaltación entusiasta del heroísmo de nuestro pueblo y del Ejército que ha salido de sus entrañas, y el tono general de serenidad, fuerza y optimismo, son cosas que nosotros saludamos y que saludan con satisfacción todos los obreros, todos los trabajadores, todos los antifascistas de España.
Esta sesión parlamentaria se ha celebrado en un momento en que la solución dada a algunos problemas muy agudos de la guerra y de nuestra vida nacional, con la participación activa de las masas populares, ha creado en el país una atmósfera muy diferente de la que existía hace algunos meses. Se han dado pasos bastante importantes en el camino de la unidad. Se ha acabado, en gran parte, con los residuos de los “incontrolados”. Se ha liquidado el intento escisionista del grupo Largo Caballero. Se ha puesto fuera de la ley al POUM, agencia de espionaje fascista. La “Quinta Columna” ha recibido serios golpes y se continúa trabajando para aplastarla radicalmente. Lo hecho para crear un Ejército, una masa de fuerzas de reserva, nos ha permitido llevar a cabo una operación como la de Teruel, deshaciendo los planes de “gran” ofensiva del enemigo. No es extraño si, en esta situación, los países democráticos nos manifiestan más abiertamente que antes su simpatía. La demostración de nuestra fuerza los está convenciendo, más de lo que pudo hacerlo la demostración de la justicia de nuestra causa. No es extraño que también en nuestro país gentes que ayer estaban perdiendo la fe en la victoria demuestren hoy haberla recuperado.
Sin embargo, todos estos hechos positivos no deben impedir que concentremos nuestra atención y la de todo el pueblo en un problema de importancia tan vital como es, el del porvenir de nuestra lucha. Ya hemos tenido ocasión de afirmar, después de la toma de Teruel, que no hay que creer que nuestras primeras victorias acabarán con la invasión extranjera en nuestro país. Al contrario, nuestras primeras victorias, demostrando al enemigo cuál es nuestra fuerza real, le incitarán a buscar y movilizar nuevos y grandes recursos, a enviar contra nosotros nuevas armas, centenares de cañones, decenas y decenas de aviones y unidades militares más fuertes y más numerosas. Así, pues, menos alegría y más vigilancia y preparación.
Todos los que conocen el desarrollo de nuestra guerra hasta hoy estarán de acuerdo en comprobar que el retraso en plantear y resolver algunas de las tareas fundamentales esto que nos ha causado más daño. Si, hemos marchado adelante y obtenido victorias; pero, ninguna de ellas ha tenido un carácter decisivo, y esto se debe a que hemos perdido demasiado tiempo en corregir errores fatales.
Si hubiéramos estado todos unidos, particularmente las organizaciones obreras, por lo menos como lo estamos hoy; si todos los sectores antifascistas se hubieran convencido con la necesaria rapidez de la necesidad del Ejército regular, del mando único, de la disciplina, etc.; si desde las primeras semanas de la guerra los gobiernos anteriores hubieran tenido una política justa, de movilización de las masas populares, de depuración de los mandos para evitar o reducir los casos de traición, etc., claro es que el fascismo no hubiera podido avanzar hasta las puertas de Madrid. Si hubiéramos tenido durante la ofensiva de Guadalajara, por ejemplo, solamente la mitad de las reservas que tenemos hoy, claro es que no sólo habríamos hecho correr a las divisiones italianas en la Alcarria, sino que hubiéramos asestado al enemigo un golpe mucho más importante. Hoy tenemos reservas considerables pero el fascismo también ha acumulado fuerzas poderosas; no hemos logrado ganarle terreno con tal rapidez que nos permitiera dar a nuestros éxitos un carácter decisivo. Y el responsable de esa lentitud, de ese retraso en el ritmo de nuestro trabajo, no es el pueblo, ese pueblo que todo el mundo admira por su coraje y su acertada iniciativa política.
Con un pueblo como el nuestro, aunque la guerra dure todavía uno o dos años, estamos seguros de poder resistir victoriosamente, como lo ha proclamado el camarada Negrín en su discurso pronunciado ante las Cortes. Pero el problema que yo quiero plantear aquí no es el problema de los años que podemos resistir victoriosamente, sino el problema de lo que debemos hacer, desde hoy, desde mañana, para ganar la guerra más rápidamente, para acortar los plazos de la guerra. Este problema no se resolverá si, como continuación y desarrollo de la obra del gobierno actual, no se toman las más enérgicas medidas para marchar con mayor rapidez que el enemigo, para adelantarnos a él, poniéndonos en condiciones de disponer de una fuerza mucho más grande que la suya, bien instruida, bien armada, técnica y moralmente lista para el combate.
Concretamente, nuestro Partido plantea una vez más, con toda energía, tres tareas fundamentales:
1º la creación de nuevas reservas;
2º la solución del problema de las industrias de guerra, y
3º la intensificación en gran escala del trabajo político en los frentes y en la retaguardia.
No quiero entrar en detalles técnicos relativos a la manera de crear e instruir nuevas reservas. Sólo afirmamos que las reservas que tenemos hoy deben ser multiplicadas. Estas reservas constituyen lo que pudiéramos llamar el Ejército de la resistencia y de los primeros éxitos. Necesitamos el Ejército de las victorias decisivas. Debemos levantar y organizar el Ejército de las victorias decisivas. Y la falta o escasez de armas no puede servir de excusa para aplazar esta tarea. Decía Lenin que con un solo fusil se pueden instruir cuarenta hombres, y nuestro Ejército Popular posee hoy decenas y centenares de cuadros para la instrucción. ¡Todo el pueblo en armas para terminar la guerra rápidamente! Ésta es la consigna de hoy, y no estaría mal si la adopción de medidas enérgicas de creación de nuevas reservas obligara a los sindicatos y a los partidos a interesarse más seriamente en muchos problemas de la retaguardia y de la producción.
En cuanto se refiere a la industria de guerra, nuestro Partido afirma que el problema de su organización y desarrollo es el más agudo, podríamos decir el problema central de la guerra en su fase actual. Tiene razón el camarada Negrín cuando dice que no puede comprar en el extranjero todo lo que necesitamos. Debemos y podemos fabricar en nuestro país, con nuestros recursos, las armas que necesitamos, y estas armas deben ser suficientes para que no se produzca nunca la situación que existió algunas veces en el Norte, cuando nuestra heroica infantería se vio obligada a retroceder debido a la superioridad de armamento del enemigo. Al contrario, la superioridad de armamento debe estar de nuestra parte. Es decir, que el gobierno debe tomar las medidas de centralización del aparato productivo que se precisan y que un voto de las Cortes le autoriza a tomar; que se debe hacer un gran trabajo de depuración de los cuadros de la industria de guerra y que las masas obreras y campesinas y los técnicos deben ser movilizados para la producción.
La intensificación del trabajo político, tanto en el frente como en la retaguardia, es hoy más necesaria que el pan que comemos o el aire que respiramos. En los frentes, para elevar al máximo el entusiasmo, el heroísmo de cada combatiente, enseñar a los soldados a no retroceder y hacer imposible de esta manera toda sorpresa del enemigo. En la retaguardia, para que todo el pueblo aporte a la causa común cuanta más energía pueda, para que se luche con más fuerza contra la “Quinta Columna”, para que los sacrificios inevitables sean soportados con serenidad y el gobierno encuentre el apoyo, la ayuda necesaria por parte de todos los trabajadores. Hay que recordar una y otra vez el ejemplo de Madrid, que se salvó por el trabajo político que hicimos todos unidos, los partidos políticos y los sindicatos, en estrecha colaboración con los órganos de gobierno.
Claro es que estas tres tareas fundamentales no se pueden resolver con palabras, sino, que exigen una labor permanente, bien dirigida por el gobierno con un ritmo rápido y seguro, apoyada por los sindicatos y por los partidos del Frente Popular. La solución de estas tareas fundamentales exige de las masas nuevos esfuerzos y ha de desencadenar una nueva ola formidable no sólo de trabajo, sino de entusiasmo productivo y de férrea disciplina. Por eso no hay duda de que estas tres tareas las resolveremos más pronto en la medida en que marchemos más rápidamente por el camino de la unidad. Si volvemos nuestra mirada atrás y consideramos la evolución de la situación en los últimos meses, será fácil comprobar que el mejoramiento, cuyos resultados registramos hoy, empieza a manifestarse, aproximadamente, en el momento en que los Partidos socialista y comunista se acercan y firman el pacto de unidad de acción. La unidad de acción ha sido el hecho que ha movilizado y disciplinado a nuevas fuerzas del pueblo, que ha desencadenado el entusiasmo, que ha enseñado a todo el pueblo el camino a seguir. Demos un nueva paso firme, decidido, hacia la unidad de acción de las dos centrales sindicales, hacia la unidad de los dos partidos, hacia el Partido único de la clase obrera. Iniciaremos de esta manera, sin duda, una nueva fase de la guerra, la fase decisiva de la guerra, en la que nuestras armas asestarán al enemigo golpes de los que no podrá levantarse jamás, y el pueblo unido todo en el Frente Popular, marchará seguro hacia la victoria.