Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
Camaradas:
Me vais a permitir que os dé las gracias a todos, a nuestro Comité Central y a todo nuestro Partido, por el interés que durante el tiempo de mi enfermedad os habéis tomado cada uno. Podéis suponer lo que para mí ha representado el estar más de cinco meses alejado del contacto vivo con nuestro Partido, con nuestros combatientes, con nuestro pueblo; pero después de todo esto, una cosa me alegra, y es que he podido recobrar la salud, de lo cual tenía unos deseos enormes, para dar mucho más, todo lo que sea posible, a nuestro Partido y a la causa antifascista; para contribuir a que cuanto antes ganemos la guerra. De esta manera, podré dedicar mucho más tiempo a las cosas del partido y estaré en muchas mejores condiciones para aportar mi grano de arena.
Estoy seguro, naturalmente, de que esta alegría la compartís vosotros, todo nuestro partido. En estas condiciones es cómo yo, después de estos cinco meses que ya pasaron, podré dar algo más de lo que daba, porque entonces estaba en malas condiciones, enfermo, un tanto raquítico; hoy, tengo una vida más sana, que está a disposición del Partido y del heroico pueblo español. (Grandes aplausos.)
No sé por qué, en estos momentos, hay cierto confusionismo; hay una situación un poco enrarecida. Pero de este Pleno ha de salir una orientación firme, categórica, para que cuando vaya por la calle un comunista, cuando vaya un militar al frente, cuando pase un obrero, un antifascista, puedan decir, con un entusiasmo ferviente, con una seguridad aplastante, que, a pesar de todas las dificultades y a pesar de toda la gravedad de la situación, a pesar de que todavía llegarán momentos más difíciles que el presente, el pueblo español triunfará sobre los invasores y sobre el fascismo interior. Que esto se sepa en España entera y en el mundo. Páginas gloriosas de heroísmo se han escrito ya en nuestra lucha; sin embargo, no son nada en comparación con las que se han de escribir.
Se reúne este Pleno del Comité Central de nuestro Partido en un momento grave en la lucha que el pueblo de España sostiene, desde hace más de quince meses, contra los generales traidores y contra la invasión del fascismo alemán e italiano. Si se examina la situación en que nos hallábamos en los primeros meses de la insurrección facciosa y de la invasión extranjera; si se examina también la situación de nuestra lucha cuando cayó el gobierno Largo Caballero y fue sustituido por el gobierno actual, y se hace una comparación con la situación de hoy, es evidente que se comprueban progresos enormes. Estos progresos se comprueban tanto en lo que se refiere al gobierno, como en lo que respecta a la organización militar y a la vida económica del país.
El primer gobierno, después de la sublevación facciosa, era un gobierno extremadamente débil; le faltaba la ligazón con las masas populares y la clara visión de la situación del país y de sus perspectivas; le faltaba la capacidad de guiar al pueblo y de resolver rápidamente, apoyándose en el entusiasmo y en la acción de las masas, los problemas de la guerra y de la revolución popular antifascista.
Surgió del gobierno Largo Caballero, gobierno que desde el primer momento gozó de los apoyos que le hubieran permitido hacer una política firme de Frente popular y llevarnos a la victoria con el consentimiento de todas las organizaciones de masas del país, y cayó por no realizar esta gran tarea.
Hoy, todavía pagamos los errores que este gobierno ha cometido, errores que tuvieron consecuencias fatales, sobre todo en el desarrollo de la guerra.
La incomprensión testaruda, el recelo partidista, la ausencia de espíritu de organización, el retraso enorme con que el jefe del gobierno se venía convenciendo de la necesidad de plantear y resolver problemas de importancia trascendental -como el de la formación de un Ejército regular-, su posición falsa en lo que se refiere a otras muchas cuestiones de orden vital; todo esto, nos permite afirmar que si la situación es grave, si todavía se comprueba un gran retraso en la organización de las condiciones de nuestra victoria, la mayor parte de la responsabilidad recae sobre la política falsa de Largo Caballero.
Derrotas graves y dolorosas, como la caída de Málaga y también la caída del Norte, sólo se explican si se tiene en cuenta esta política. Largo Caballero manifestó, como jefe del gobierno y como ministro de la Guerra, una debilidad que no exageramos al calificarla de criminal para con los enemigos del pueblo, los agentes del enemigo y los mandos traidores. Algunos de los que fueron sus consejeros, como Asensio, están hoy en la cárcel, y con un dolor profundo hemos de comprobar que si el jefe del anterior gobierno hubiese prestado atención a las advertencias que de todas partes le fueron hechas con respecto a estos señores, probablemente una parte preciosa del territorio nacional no se encontraría hoy bajo el talón del invasor extranjero. La política de Largo Caballero nos conducía a la catástrofe.
El gobierno actual, que recibió, hay que reconocerlo, una herencia grave, ha dado pasos importantes para resolver algunos de los principales problemas de la guerra. Existe hoy en nuestro país más orden, más disciplina que antes. Nuestro partido, que desde el primer momento de la lucha proclamó la necesidad de la disciplina y del orden republicanos, reconoce los éxitos logrados en esta dirección.
También estamos de acuerdo cuando el gobierno manifiesta su energía y su autoridad. Sabemos que, para dar un impulso enérgico a la vida del país, para recuperar el tiempo que se ha perdido, reparar los errores que se cometieron y marchar hacia la victoria, es precisa mucha energía. Es necesario que el gobierno dé pruebas de una energía implacable para aplastar a todos los enemigos del pueblo y depurar de agentes enemigos los mandos militares, la burocracia gubernativa y toda la retaguardia. El pueblo también lo comprende así, y en primer lugar la clase trabajadora.
Contra esta energía nadie tiene que protestar, y nadie protestará. La fuente de esta energía está en el pueblo mismo, y cuantos más esfuerzos haga el gobierno por ligarse con el pueblo en forma cada día, más estrecha, tanto más fuerte será y tanto más rápidamente podrá marchar por el camino que todos queremos: el camino de la victoria.
Pero, entiéndase bien, esta energía la desea y la quiere el pueblo contra sus verdaderos enemigos. Que no haya equivocaciones que lamentar, porque bien definido está quiénes son nuestros amigos y quiénes nuestros enemigos.
En lo que concierne a la organización y actuación militar, ya está lejos el período en que nuestro Partido, solo o casi solo, pedía con insistencia la creación de un Ejército regular con mando único como condición elemental y absoluta para poder combatir contra los rebeldes y los invasores. Hoy, este Ejército existe, y es un gran Ejército del pueblo que ya ha demostrado que sabe oponer una barrera de granito al ataque del enemigo, además de saber maniobrar y batir al enemigo en campo abierto. Nuestro Ejército tiene hoy sus mandos; muchos de ellos proceden del antiguo Ejército y son leales a la República. Yo quiero dar algunos nombres de estos militares profesionales que, ligados al pueblo, han demostrado su lealtad desde el primer momento hasta la fecha. Tenemos al general Miaja (grandes aplausos), este gran militar, que podemos decir es del pueblo y vive para el pueblo. Tenemos al general Pozas, a Rojo, Sarabia, Ortega, Cordón, Prada, Márquez, Burillo, Gallo, Moriones, Heredia, Bertomeu, Menéndez y tantos otros. (Grandes aplausos.) Tenemos también jefes militares salidos del pueblo y ligados al pueblo de una manera irrompible. Tenemos al camarada Cartón (aplausos); tenemos al camarada Modesto (aplausos); tenemos al camarada Lister (aplausos); tenemos al “Campesino” (aplausos); a Mera, Silverio Castañón, Pérez Toral, Tagüeña, Durán, del Barrio, Vivancos, y tantos otros que no cito por no hacer esta lista interminable. (Aplausos.) Pero hoy, todos por igual, son jefes y oficiales del ejército regular.
Esto quiere decir que con estos jefes de nuestro Ejército no es posible que todavía haya quien pueda pensar en un Ejército apolítico. Es un Ejército que se ha forjado en la lucha contra el fascismo y contra el invasor extranjero. El espíritu patriótico y el odio contra el fascismo son para nuestros soldados y para nuestros oficiales una sola cosa. ¡Que nadie se atreva a desviar a este Ejército de su tarea, que es arrojar del suelo de nuestra patria al invasor, aplastar para siempre al fascismo y garantizar las libertades y las conquistas revolucionarias de nuestro pueblo! ¡Que se convenzan todos que en nuestro Ejército vive, profundamente, una conciencia política y revolucionaria que no será posible desviar, y que él luchará hasta el fin con el mismo coraje, con el mismo heroísmo que lo ha hecho hasta el día de hoy: hasta ganar la guerra, entiéndase bien, y la revolución popular. (Aplausos.)
En el terreno económico, también se ha liquidado gran parte del desorden que existía, sin destruir las conquistas revolucionarias de las masas. La industria funciona, y las recientes decisiones del Comité Nacional de la más potente central sindical del país, de nuestra UGT, ofrecen al gobierno la posibilidad de eliminar hasta los últimos fenómenos del desorden del egoísmo corporativo, del derroche burocrático, y levantar el entusiasmo productivo de todas las masas.
En el campo, también se han corregido mucho los errores cometidos por quienes, no comprendiendo el carácter de nuestra lucha en el momento actual, querían imponer por la violencia a los campesinos formas de organización y de trabajo ajenas a su voluntad. La masa fundamental de los campesinos ha comprendido que la República democrática, que se basa sobre el Frente Popular, se ha impuesto como tarea histórica, antes que nada, el resolver radicalmente y para siempre el problema de la tierra, dando y garantizando la tierra a quien la trabaja y destruyendo para siempre las cadenas de esclavitud que durante siglos enteros han impedido el desarrollo y el porvenir de una sana y fuerte economía campesina. El mejoramiento de la situación en el campo ha permitido crear un principio de organización estatal de los abastecimientos y del conjunto de la vida económica del país.
Pero, camaradas, hay que reconocer que el lograr estos resultados nos ha costado mucho tiempo, demasiado tiempo, por falta de unidad, por falta de una lucha enérgica contra los enemigos del pueblo, por falta de una verdadera política del Frente Popular.
El enemigo ha aprovechado este retraso y nos ha dado algunos golpes muy duros: hemos perdido Málaga, hemos perdido Bilbao, Santander, Asturias. Pienso que, en el transcurso de los trabajos del Comité Central, los camaradas del Norte van a exponer aquí en detalle, una vez más, las causas de nuestra derrota en aquella región. Pero es necesario destacar algunos hechos que tienen una gran importancia, para hacer un balance general de nuestra lucha.
Primero. Considero falsa la opinión de quienes piensan que la pérdida del Norte era inevitable, por estar esta región aislada del resto del territorio republicano. ¡No! El Norte se hubiera salvado si, por parte de todos, y, en primer lugar, del gobierno Largo Caballero, se hubiera hecho otra política. También de Madrid hubo quien dijo que su defensa era imposible, y, a pesar de todo, Madrid se ha defendido, Madrid se ha salvado, Madrid es nuestro. El enemigo ha perdido muchos miles de hombres ante sus puertas, y fue rechazado por un pueblo entero, levantado hasta el último hombre y la última mujer, entusiasta en la defensa de su libertad.
El pabellón de nuestro Partido y de la Juventud Socialista Unificada de Madrid, el pabellón del Frente Popular, fue colocado muy alto en la lucha heroica por su defensa. El sacrificio de los comunistas, de los jóvenes socialistas unificados y de los militantes de las demás organizaciones antifascistas no fue baldío. Madrid se salvó.
¿Por qué fue posible este hecho histórico? No se produjo ningún milagro. Fue la acción enérgica de las masas. Mientras en Madrid, para organizar su defensa, todos los partidos y organizaciones se movilizaron y, a su vez, pusieron en tensión todas las energías del pueblo, incitándole, a través de millares de mítines, a la resistencia, en el Norte, y fundamentalmente en Bilbao y Santander, se prohibían los mítines, la propaganda necesaria, que hiciera comprender al pueblo el inmenso sacrificio que era necesario realizar para defender la libertad y las conquistas de la revolución. Mientras en Madrid se realizó un inmenso trabajo político en el Ejército, que permitió fortalecer la moral combativa de los milicianos y transformar las milicias en Ejército regular, en el Norte este trabajo imprescindible se consideró como “proselitismo” y siguieron las Milicias de partidos y organizaciones sindicales sin cohesión, sin mando único, sin disciplina.
Mientras en Madrid surgían los Comisarios políticos educadores de los soldados, colaboradores inmediatos de los mandos, ejemplo de autoridad y de heroísmo, en el Norte eran rechazados.
Si en el Norte se hubiese hecho participar intensamente al pueblo en las medidas y en la lucha verdaderamente popular y revolucionaria, si se hubiese realizado en el interior del Ejército un verdadero trabajo político, y los Comisarios hubiesen sido aceptados a su tiempo, para que hubiesen jugado el papel que han desempeñado y siguen desempeñando en todas las unidades de nuestro Ejército; si se hubiese ido rápidamente a la transformación de las milicias de los partidos y organizaciones en el Ejército Popular, seguramente que la situación sería hoy completamente distinta. Esto es lo que es necesario que tengan en cuenta todos los que hablan todavía de ejército apolítico, de no dar mítines, de no permitir la prensa. ¿Qué han comprendido de la situación los que así piensan?
Pero todo esto, que era una política clara, completamente clara, y que estaba garantizada por los resultados prácticos de Madrid no se ha llevado a cabo en el Norte. Se ha seguido otro método; el método que nos ha llevado a la derrota y a la pérdida de aquellas provincias. ¡Cara se ha pagado la política del gobierno vasco, la política de Aguirre y de los dirigentes nacionalistas, a la cual, desgraciadamente, dio su asentimiento el consejero del Partido Comunista vasco, Juan Astigarrabia, asentimiento que representa una complicidad con tal política! Vosotros, Comité Central, que tenéis el deber de velar por la conducta política de todos los comunistas, en el caso de Astigarrabia, por tratarse de un miembro del Comité Central, debéis pronunciaras sobre su conducta, tomando como base su propia declaración.
Segundo. Aun si no hubiera, sido posible defender el Norte hasta el triunfo, aseguro que hubiera sido posible prolongar la resistencia dos, tres meses más, y obligar al enemigo a perder ante nuestras trincheras dos y tres veces más cantidad de hombres y de material bélico, y todos comprenderéis lo que esto hubiera significado. Pero una tal resistencia encarnizada, que agote al enemigo, sólo es posible cuando las organizaciones antifascistas se unen en un bloque de hierro para levantar toda la población en una lucha heroica, como se hizo en Madrid, y como puede hacerse siempre cuando por parte del gobierno se hace una verdadera política de cara a las masas.
Una tal resistencia no es posible cuando reina la discordia y ciertos dirigentes tienen miedo a una verdadera movilización revolucionaria de todo el pueblo.
En tercer lugar, es preciso decir aquí abiertamente que la pérdida del Norte tendrá consecuencias graves, ante las cuales no podemos cerrar los ojos. Las reservas del enemigo en hombres y en material bélico aumentan considerablemente, lo que le permitirá una mayor libertad de maniobra y concentrar fuerzas en cantidad mayor que las nuestras en un punto decisivo. Además, si no se desarrolla una acción eficaz, hay capas populares que pueden caer bajo la influencia de la propaganda desmoralizadora del enemigo y de sus agentes. Esto puede y debe evitarse. La moral de nuestro Ejército, la moral de todo nuestro pueblo, no puede decaer ni un momento, y, para ello, Madrid da el ejemplo. El camino lo ha marcado Madrid. En cada ciudad, en cada frente de lucha, en cada soldado, hay que elevar el heroísmo al máximo, hay que grabar la consigna que movilizó a Madrid para su defensa: “¡NI UN PASO ATRÁS¡” “¡NO PASARAN!”
A pesar de todo esto, a pesar de los errores cometidos y del retraso en resolver problemas vitales; a pesar de la debilidad que aún subsiste; a pesar de la caída de Málaga y del Norte, tenemos confianza y fe inquebrantables en la victoria, y esta confianza y esta fe no son cosas románticas, sino consecuencias de un examen muy frío de todos los elementos de la situación.
Conocemos las reservas inagotables de energías, de entusiasmo revolucionario y de heroísmo de nuestro pueblo.
Conocemos nuestro Ejército, y sabemos que está penetrado de la voluntad de vencer.
Conocemos los recursos de nuestro país, y sabemos que, con una sabia administración de ellos, pueden suministrar todo lo que nos falta.
Conocemos también la fuerza de nuestro partido, creación maravillosa de nuestro pueblo, guía que nunca faltará a su deber, que en cada momento sabrá levantarse para mostrar el verdadero camino, para desenmascarar a los vacilantes, a los timoratos y aplastar sin contemplaciones a los traidores. (Aplausos.)
Sabemos que nuestros hermanos de clase y de combate, los socialistas; sabemos que los anarquistas y republicanos están animados de la misma voluntad que nosotros, de luchar hasta el final, de lograr la victoria definitiva sobre el fascismo y los invasores, cueste lo que cueste. La unidad nos dará la victoria.
La situación exige de todos, en el momento actual, lo siguiente:
Primero. Que todas las fuerzas de España sean movilizadas y concentradas con el único fin de ganar la guerra; que la unidad del Frente Popular sea completa e inquebrantable.
Segundo. Que, por parte de la dirección política del país -comprendiendo en estas palabras lo mismo al gobierno que a la dirección de los partidos y demás organizaciones antifascistas-, no se cometan más errores. ¡Basta ya de errores! La sangre derramada exige de todos un mejor conocimiento de la gravedad de la situación, para aplicar las medidas justas, si es que de verdad queremos asegurar nuestro triunfo.
Tercero. Que los agentes del enemigo, los espías, la Quinta Columna, los trotskistas, traidores al pueblo, los especuladores sean aplastados con mano de hierro.
Cuarto. Que la conciencia de la gravedad de la situación actual penetre en las masas populares, soldados, obreros, campesinos, mujeres, jóvenes, todos, todos unidos y en todos se levante un entusiasmo combativo irresistible.
Quinto. Que nuestro Partido, Partido bolchevique, cumpla con energía y decisión las tareas que le indique su Comité Central y que procede, naturalmente, de la situación actual.
Vamos a entrar en el análisis de la situación actual, para sacar en conclusión cuáles son nuestras tareas.
Desde el primer momento de la insurrección facciosa, nuestro partido destacó el carácter internacional de la lucha que nuestro pueblo está sosteniendo. Hoy, está demostrado que las primeras armas que utilizó la mano criminal de los generales rebeldes, que los primeros aviones que sembraron el fuego y la muerte en nuestras ciudades indefensas salieron de Italia y Alemania algunos días antes de que estallara la sublevación militar contra el gobierno legal de la República. Desde aquel día hasta hoy, durante dieciséis meses, España es objeto de una agresión infame por parte del fascismo internacional. Unidades completas del ejército regular italiano, con sus mandos, intendencia y armamento, fueron y son continuamente enviadas a España. Los éxitos que ellos han logrado obtener, después de la derrota que nuestro ejército les ha infligido en Guadalajara, son exaltados por la prensa fascista y por el jefe del gobierno de Italia como victorias “nacionales” del fascismo italiano. Aviones italianos, que salen de aeródromos del ejército italiano, y con tripulación italiana también, bombardean nuestras ciudades, asesinan bárbaramente a mujeres y niños indefensos; armas, cuadros militares, técnicos en cantidad enorme, salen de Alemania cada día con dirección a nuestro país y permiten a los generales facciosos continuar la lucha criminal contra nuestra patria.
España se halla hoy en esta situación: dos países donde el fascismo está en el poder, le hacen la guerra, sin haberla declarado, pero abierta, descarada y bárbaramente, violando todas las leyes del derecho internacional, todo sentido de humanidad y civilización. ¿Por qué esta agresión? ¿Qué quieren estos países que nos hacen la guerra?
En primer lugar, quieren transformar España en una colonia italo-alemana, en el primer país colonial de Europa. Los generales facciosos no son otra cosa que el instrumento que ellos emplean para lograr este fin. ¿Qué significaría para nosotros si los agresores pudieran lograr su objetivo? Significaría el fin de nuestra existencia como Estado independiente, como nación unida y libre, dueña de su propia suerte.
No hay en España un solo hombre, una sola mujer, que sea indiferente ante estas perspectivas. Se rebela contra tal perspectiva toda nuestra conciencia de españoles, hijos de un pueblo que nunca toleró la agresión extranjera; toda nuestra conciencia de hombres libres y también nuestra conciencia de proletarios. Sí; nuestros obreros tienen bastante madurez ideológica y política para comprender lo que es una verdad fundamental del marxismo: que la independencia nacional es la premisa de cualquier forma de progreso social. No queremos ser, no seremos nunca el primer pueblo de esclavos de una Europa subyugada por el fascismo.
La agresión de la cual somos víctimas no está dirigida sólo contra nosotros, sólo contra España. ¡No! Objeto de esta agresión son todos los pueblos libres independientes de Europa. Y la tragedia consiste en que estos pueblos, engañados o ilusionados por las palabras de sus gobiernos, hasta ahora no han logrado comprender esta verdad.
¿Cómo es posible que no comprenda el pueblo de Francia, que precisamente es tan celoso de su independencia y de su libertad, que el día que empezó la invasión del territorio de España por los fascistas, aquel mismo día empezó la guerra del fascismo internacional contra Francia? Las posiciones que alemanes e italianos conquistan en España, intentando apoderarse de las islas del Mediterráneo y de la frontera pirenaica, son posiciones que ellos necesitan para atacar al pueblo francés en su propia casa, en su propio territorio.
Tampoco les hará falta declarar oficialmente la guerra a Francia, cuando piensen que el momento oportuno para atacarla ha llegado, puesto que ya poseen en Francia misma sus agentes, personalizados en las organizaciones fascistas y en sus jefes traidores, que actuarán como han actuado en España los Franco, los Mola, los Queipo de Llano, abriendo las puertas de la patria al invasor extranjero.
¿Cómo no comprenden ciertos dirigentes obreros de Praga, de Bruselas, de Londres y de Estocolmo, que la suerte que hoy corren nuestras ciudades, donde las mujeres y los niños son asesinados en las calles y en las escuelas por los asesinos fascistas, es la suerte que les espera mañana a todos ellos, si España es sometida, si el fascismo no encuentra en nuestro país quien le rompa la espina dorsal?
Hoy, pesa sobre nuestro pueblo la tarea gloriosa de derramar su sangre en las trincheras avanzadas de la civilización, en defensa de la libertad y de la paz de todo el mundo.
Comprendemos esta tarea y la cumplimos; pero esperamos que los pueblos de Europa que amen su libertad e independencia comprendan también que, ayudando al pueblo español a obtener la victoria sobre el fascismo, aseguran asimismo la paz y la libertad de sus propios países, aseguran sus propios intereses.
Estuvieron a nuestro lado, desde el primer momento, para ayudarnos activamente a hacer frente a la agresión fascista, dos fuerzas solas: la de la Unión Soviética y la de la parte más avanzada del proletariado internacional.
La importancia decisiva de la ayuda de la Unión Soviética es conocida por todo nuestro pueblo. Como muy bien ha dicho el señor Martínez Barrio, presidente de las Cortes y del Partido de Unión Republicana, sin la ayuda de la Unión Soviética nuestra República habría dejado ya de existir. Esto es cierto. La ayuda vino en el momento justo, permitiéndonos superar la hora crítica de nuestra lucha y resolver con nuestros esfuerzos los grandes problemas de la guerra. Sólo la Unión Soviética comprendió, en aquel momento trágico, que se jugaba la causa de la paz de todo el mundo. Sólo la Unión Soviética nos defendió abiertamente, en todas las reuniones internacionales, contra la sucia intriga de los agresores y contra la debilidad, ciega y criminal, de la diplomacia de los países democráticos.
La gratitud, el cariño de nuestro pueblo por el pueblo soviético, por el gran partido que le dirige y por su jefe, el camarada Stalin (grandes aplausos), han sido bien demostrados en la conmemoración del XX Aniversario de la Revolución Rusa. Nuestra tarea consiste en explicar cada día que la ayuda de la Unión Soviética sólo ha sido posible porque en este país el poder está en manos de la clase obrera y el socialismo ha triunfado. (Aplausos.)
La ayuda de la parte más avanzada del proletariado internacional también ha sido grande, y ha jugado, en algunos momentos, un papel de primera importancia. Eterna será también la gratitud de nuestro pueblo hacia la Internacional Comunista y su glorioso timonel, el gran luchador antifascista, camarada Dimitrov (grandes aplausos), que sin descanso ha luchado y lucha para que en la ayuda a España se unan y actúen juntas todas las fuerzas del proletariado internacional. A pesar de esta ayuda preciosa y a pesar de la simpatía que nos manifiestan todos los pueblos del mundo entero, el fascismo ha podido continuar desarrollando hasta hoy sus planes criminales de invasión. ¿Por qué? A esta pregunta quiero dar una contestación exacta, lo más completa posible, porque una justa posición en esta cuestión nos permitirá fijar con exactitud las perspectivas de nuestra lucha y nuestras tareas.
Primero. La agresión de la Italia fascista y de la Alemania hitleriana contra la República española ha podido desarrollarse hasta hoy gracias al apoyo del gobierno conservador y de la burguesía reaccionaria de Inglaterra.
También la burguesía fascista de Francia apoya a Franco y quiere la victoria de los facciosos. Los fascistas franceses son traidores a su patria y agentes descarados de los enemigos de su país. Los conservadores ingleses, si bien no se les puede hoy considerar como verdaderos fascistas, de hecho coinciden con la posición y con la política del fascismo. Animados por la defensa de sus intereses egoístas de clase, de casta, e incitados también, posiblemente, por el deseo de debilitar a Francia, aceptan el sofisma fascista de que en España la lucha es entre el fascismo y el bolchevismo. Su ceguera les impide ver que en España se lucha hoy por defender las que son reivindicaciones y conquistas fundamentales de la revolución democrático-burguesa: la libertad, la independencia nacional, la fraternidad entre los pueblos, el respeto a la moral y al derecho internacional.
La lucha que se desarrolla en España es una parte del combate mundial entre la democracia y el fascismo que quiere destruirla. Bajo la máscara de la lucha contra el bolchevismo, se reúnen en un bloque de guerra los bandidos que quieren incendiar a todo el mundo. Esto, y no otra cosa, es el eje Berlín-Roma-Tokio, y se engaña profundamente la burguesía reaccionaria de Inglaterra si cree que, apoyando a Franco y a los agresores fascistas, puede evitar la guerra mundial. No se evita la guerra incitando, favoreciendo a los que la preparan y la están haciendo. La política reaccionaria de Inglaterra no evita, sino que acelera la preparación de una guerra, en la que los bandidos fascistas se lanzarán a, la destrucción de las libertades de todas las naciones europeas.
Los conservadores ingleses, no sólo pisotean todas las tradiciones liberales, democráticas y pacifistas del pueblo inglés, sino que actúan directamente contra los intereses del pueblo inglés, que no tiene ningún interés por la guerra, que odia la guerra, que en la próxima guerra verá amenazados su bienestar, su libertad, todas sus conquistas económicas y políticas por el mismo enemigo que nos amenaza hoy a nosotros.
Segundo. La agresión fascista contra España fue y es favorecida por la falsa política de los demás países democráticos y de las fuerzas de la democracia europea en general.
Como en Alemania, como en Asturias, en el período en que el fascismo se organizaba y luchaba por tener en sus manos todo el poder, la democracia pequeñoburguesa vacila, cae, una vez más, con los ojos cerrados, en el error fatal que consiste en creer que se puede parar al fascismo cediéndole una posición tras otra. De capitulación en capitulación, los jefes socialdemócratas de Alemania y de Austria han terminado su carrera política en el campo de concentración, y los obreros, que ellos han desarmado, sufren hoy los horrores de la dictadura fascista. De capitulación en capitulación, los jefes demócratas y socialdemócratas de Francia, Inglaterra, Checoslovaquia y de los demás países democráticos, amenazan con arrojar a toda Europa en el abismo de una guerra mundial.
¿No comprenden los jefes del movimiento laborista que la tarea de la clase obrera inglesa consiste, hoy, no en marchar a la cola del gobierno conservador, sino en tomar en sus manos, enérgicamente, la defensa de los intereses del país y del pueblo inglés, olvidados o traicionados por la burguesía reaccionaria? ¿No comprenden los jefes demócratas franceses que lo que el fascismo no puede tolerar y quiere destruir son las conquistas de esa gran Revolución Francesa, cuya tradición aún vive en el alma de los obreros y campesinos franceses? El objetivo próximo e inmediato de los bandidos y asesinos fascistas es destruir la independencia de Francia.
La política del gobierno francés, desde que empezó la invasión de España, es una política de ceguera y de ayuda práctica a estos bandidos. Pero, yo creo que ha llegado ya el momento de que el pueblo francés imponga su voluntad de paz, poniendo fin a las vacilaciones de sus gobernantes.
Tercero. La ayuda activa del proletariado internacional aún no ha podido ser lo bastante amplia y enérgica, por falta de unidad y como consecuencia de la falsa política de algunos jefes de la socialdemocracia, que están ya más cerca de la burguesía imperialista y reaccionaria que del proletariado.
Sabemos que la Internacional Obrera Socialista ha aprobado muchas resoluciones sobre la ayuda a España, exponiendo posiciones justas. Sabemos que la IOS y la Federación Sindical Internacional nos han dado alguna ayuda práctica de importancia: voluntarios y oficiales socialistas que luchan en las Brigadas Internacionales, codo a codo con comunistas y republicanos. Pero sabemos también que hay gobiernos, dirigidos por socialistas, que practican, en relación con España, una política diferente de la que exponen las resoluciones de la Internacional Obrera Socialista. Hemos comprobado que los acuerdos de Annemase, que el pueblo español saludó con entusiasmo, como el comienzo de una acción unida y decisiva de todas las organizaciones del proletariado internacional, no fueron seguidos por la acción que todos esperábamos, y esto no por culpa de la Internacional Obrera Socialista, sino por la oposición de una parte de los jefes de la socialdemocracia, en particular de los ingleses, que llegaron a amenazar con la escisión de la Segunda Internacional, si ésta se hubiera decidido a marchar junto con la Internacional Comunista en la defensa de España.
Sabemos también, y queremos decirlo aquí abiertamente, que hay jefes de la socialdemocracia internacional que todavía no han comprendido qué es la unidad de acción de la clase obrera y la unidad del Frente Popular, que han permitido al pueblo español resistir victoriosamente al fascismo, y cuando vienen a España no consagran todas sus fuerzas, como sería preciso, al fortalecimiento de esta unidad, sino que, algunas veces, trabajan contra ella. Esta política falsa, estas vacilaciones, estos errores, han impedido hasta ahora que la solidaridad del proletariado internacional jugara el papel que ha jugado en los años 1919 y 1920 en su ayuda al pueblo ruso, para aplastar la intervención contrarrevolucionaria de los ejércitos imperialistas.
No sólo mítines hay que organizar en el extranjero para expresarnos la solidaridad necesaria, sino acciones de masas con objetivos concretos, inmediatos; en primer lugar, con el objetivo de impedir todo transporte de armas y municiones u otra ayuda a Franco, con el objetivo de aislar y boicotear a los agresores de España; las organizaciones obreras, particularmente del transporte marítimo y terrestre, pueden jugar aquí un papel decisivo, y a ellas nos dirigimos, pidiéndoles que actúen, que actúen pronto, y con energía, como nosotros luchamos.
En este ambiente de apoyo abierto al fascismo por la burguesía reaccionaria inglesa, de incomprensión de lo que ocurre en España, de capitulación y de vacilaciones de las fuerzas democráticas y de una parte de los jefes de la socialdemocracia, surgen proposiciones más o menos abiertas, se desarrollan maniobras oscuras con el fin de proponer y lograr un compromiso con los generales facciosos y con los invasores fascistas. Se habla de restauración monárquica, y hasta hay quien tiene preparado un pequeño rey, dispuesto a jugar el papel de “emperador”, como el que los militares japoneses han puesto sobre el trono de Manchuria, transformada en colonia japonesa.
Los últimos trabajos del Comité de No Intervención y sus proposiciones pueden también servir como máscara para las maniobras en este sentido.
¡Hay que estar alerta! Nuestro Partido tiene el deber, ante estas maniobras, de proclamar abiertamente su posición, que es la posición de todo el pueblo de España.
No puede haber paz, mientras quede un solo soldado de los ejércitos invasores pisando el suelo de nuestra patria. (Gran ovación.)
No puede haber paz, hasta que sean definitivamente aplastados todos los enemigos y todos los que tratan de implantar en España un régimen fascista.
No puede haber compromiso de ninguna suerte con los generales traidores a su patria, ni con el invasor extranjero.
Arrojar al invasor, aplastar a Franco, destruir al fascismo para siempre en nuestro país: éste es el único compromiso posible. (Gran ovación.)
En el último manifiesto de nuestro Comité Central decíamos:
En el momento en que los fascistas y sus agentes en el extranjero y en el país, con el fin de sembrar la duda y la desmoralización; difunden absurdas voces de posibles compromisos con los asesinos facciosos y con los invasores fascistas, nosotros proclamamos, seguros de interpretar el sentimiento profundo de todo el pueblo español, que en nuestro país ni un minutó podría mantenerse en el poder aquel hombre que siquiera pensara en la posibilidad de llegar a transacciones o compromisos con el enemigo.
El pueblo, estoy completamente seguro, no consentiría en nuestro gobierno la presencia de traidores.
El pueblo de España no quiere volver atrás, hacia el pasado maldito de opresión, de miseria y de vergüenza que el 17 de julio terminó para siempre en España. Nuestros campesinos no quieren volver a trabajar como esclavos y morirse de hambre para pagar sus rentas a los nobles y ociosos. Nuestros obreros nunca volverán a trabajar en un régimen de esclavitud y de absolutismo. Nuestro pueblo sabe ya lo que vale la libertad y nunca renunciará a ella.
Rechazando con indignación cualquier intento de compromiso con el enemigo que hay que aplastar, sabemos que servimos la causa de todos los pueblos, la causa del progreso y de la paz. El compromiso con el fascismo en España sería una victoria, del fascismo sobre toda Europa.
Nos sentimos lo bastante fuertes para luchar hasta que el enemigo sea definitivamente aplastado.
Tenemos también la convicción profunda de que nuestra decisión inquebrantable de continuar la lucha hasta la victoria tendrá como consecuencia movilizar nuevas fuerzas en nuestra ayuda en el terreno internacional. No hemos perdido todavía la confianza en despertar a las fuerzas de la democracia y de la paz. Y estamos seguros de que la clase obrera logrará su unidad de acción para ayudarnos.
Ya hemos visto que la resistencia heroica de Madrid, en primer lugar, que las operaciones con gran éxito de Brunete y Aragón, después, fueron seguidas de un sensible mejoramiento de nuestra situación internacional. Nuestra resistencia y nuestra victoria mostrarán el camino a todos los que tienen interés en apoyar nuestra lucha. Hay un terreno sobre el cual todos los Estados democráticos pueden unirse y actuar juntos. Es el terreno de la defensa de su propia existencia, contra el agresor de todos: el fascismo; el terreno de la defensa contra la guerra que los amenaza a todos. Hay un terreno sobre el cual pueden unirse todas las organizaciones obreras, con un programa mínimo de acción que nosotros proponemos como base de acción práctica común: impedir toda ayuda a Franco, poner fin a la intervención armada extranjera en España, restituir a la República española sus derechos internacionales, luchar por el respeto del derecho internacional.
Sobre esta base mínima pueden unirse todas las fuerzas obreras, la Internacional Socialista y la Internacional Comunista, todos los sindicatos, todas las fuerzas de la democracia y de la paz. El pueblo español, que nunca estuvo aislado, que siempre ha sentido a su lado la solidaridad del mundo entero, sabrá ajustar para siempre las cuentas a los generales traidores a su patria.
España se encuentra hoy dividida en dos zonas. Cada una de estas zonas tiene un régimen distinto. ¿Cuál es el régimen de la zona fascista? Allí continúa el régimen de opresión, de tiranía, de crímenes, anterior al 16 de febrero anterior a la República. Las castas semifeudales, la Iglesia, el ejército, los grandes capitalistas, no sólo han recuperado sus privilegios seculares sino que los han aumentado. Aquella parte de España ha vuelto a los más negros días de la Inquisición y del despotismo. El Estado que Franco intenta crear está trazado sobre los ejemplos del fascismo alemán e italiano; es decir, sobre el más espantoso terror. La Iglesia ha recuperado el predominio que tenía en España, no en los años transcurridos de este siglo, sino en la época de Felipe II. Es un delito, que se paga con la muerte, no acudir a las funciones religiosas.
La casta militar constituye otro poder semejante. Un poder con fuero propio y con autoridad para disponer a su antojo de vidas y haciendas.
Nosotros tenemos muchos datos del terror en la zona facciosa; cartas de los obreros que viven allí, referencias de los evadidos, informaciones de la prensa extranjera. Últimamente, hemos tenido también el libro Doy fe, del secretario judicial de Burgos, un hombre católico y nada sospechoso de hacer nuestra propaganda. ¿Qué nos cuenta? Las horribles matanzas de obreros y antifascistas que cometen la Guardia Civil y los fascistas por cuenta propia. Matan sin proceso, por el simple hecho de sospechar que las víctimas no son fascistas.
El poder de la llamada Junta de Burgos, apoyado en la Iglesia y en el Ejército, está al servicio de los grandes capitalistas y terratenientes. Una de sus primeras disposiciones ha sido abolir las leyes favorables a los campesinos y a los obreros agrícolas. Ha desaparecido la ley de Yunteros, las que amparaban los derechos de los arrendatarios y colonos, las que reglamentaban la jornada de trabajo en el campo y las que protegían a los obreros agrícolas y a sus organizaciones. Se ha vuelto a la jornada de sol a sol y a los salarios de hambre. Los campesinos y obreros agrícolas jóvenes, y aun adultos, han sido obligados por la fuerza a incorporarse al Ejército. El verano pasado, los soldados que no estaban en el frente fueron obligados a recoger la cosecha, y no les pagaron más que los setenta y cinco céntimos diarios que Franco paga a los hombres que obliga a combatir en sus filas.
No se publican más periódicos que los de Falange. Nadie puede expresar la más leve discrepancia. La única ley del Estado es la voluntad de Franco, jefe supremo y absoluto. Sus decisiones son indiscutibles y deben ser acatadas por todos. El estatuto del llamado partido de Falange Española y Tradicionalista de las JONS lo ha proclamado así.
La pequeña burguesía, los comerciantes, los pequeños industriales, los intelectuales, todas las capas trabajadoras, viven bajo el mismo terror. Los pequeños comerciantes y pequeños industriales sufren la usura de los bancos y de los grandes capitalistas. Nadie puede expresar su pensamiento de palabra ni por escrito, si no hace incondicional acatamiento al terror y al déspota. La justicia es asunto de la Guardia Civil y de los bandidos de Falange.
Este régimen de terror tiene una característica más bochornosa todavía. El territorio que domina Franco ha sido entregado a los invasores para que hagan de él una colonia extranjera. ¿Cómo se gobierna en la España facciosa? Franco manda; la Iglesia, el ejército y la Guardia Civil oprimen y asesinan al pueblo; los terratenientes y los grandes capitalistas explotan a los trabajadores. Pero el jefe supremo de este aparato no puede tomar ninguna decisión importante sin consultar a los dictadores extranjeros: Hitler y Mussolini. Estos comparten el poder con Franco, y en algunos sitios tienen gobernadores propios. El conde Rossi ha sido hasta hace poco el gobernador civil y militar absoluto de Mallorca, responsable sólo ante Mussolini. El embajador alemán en Salamanca tiene en toda la España facciosa un poder omnipotente; incluso decide, de acuerdo con el Estado Mayor alemán, las operaciones militares. Las mejores riquezas del país están íntegramente entregadas a los extranjeros. Los alemanes explotan las minas de hierro de Marruecos y de Euskadi. Hitler dijo en su discurso de Würtzburg, el 27 de julio de este año: “Nosotros procuramos comprar hierro en todas las partes del mundo y queremos el triunfo nacionalista español para obtener el hierro de España.” Esta es una de las razones de la invasión alemana: llevarse el hierro español.
Los italianos, por su parte, se han apoderado de las minas de carbón de Asturias, del aceite de Andalucía. En las proposiciones que Ciano llevo a Hitler en su visita a Berlín del verano último, había una propuesta concreta para el reparto de las riquezas españolas. Ciano proponía emprender inmediatamente una gran ofensiva por Pozoblanco. ¿Qué buscaba con esta ofensiva? No buscaba terminar la guerra pronto, porque los fascistas saben que una victoria en este frente no habría decidido la suerte de la guerra. Buscaban apoderarse del mercurio de Almadén y contrapesar, de éste modo, la posesión alemana del hierro de Marruecos y Euskadi.
En estas condiciones, la España facciosa es un país semicolonial. Pero, no obstante, el terror y la identidad de apetitos de los invasores, el régimen encuentra grandes dificultades. Por un lado, las masas trabajadoras, oprimidas y esclavizadas, luchan contra él en la medida de sus fuerzas: en las fábricas, en los ferrocarriles, en los campos, son muy numerosos los actos de sabotaje. Muchas veces habréis leído en la prensa que las bombas fascistas no han explotado: ésta es la obra de los obreros, de nuestros hermanos en la zona facciosa. Los fascistas ocultan bien sus datos; por eso no conocemos las proporciones del despilfarro de material en las fábricas, las voladuras de puentes, la destrucción de trenes y polvorines. Pero todo esto se hace, y lo hacen los obreros y campesinos, y muchas veces lo pagan con su vida.
En el orden político, los antagonismos de Falange Española con los tradicionalistas han llegado a tomar caracteres sangrientos. Las bandas de unos y otros han andado a tiros en Pamplona, en Zaragoza y en los propios frentes. Entre los empresarios fascistas extranjeros también se manifiestan contradicciones: las contradicciones inevitables del imperialismo. Además, alemanes e italianos se unen para invadir España, pero cada uno de ellos mira de reojo cómo llevarse la mayor parte de la presa.
Dentro de un sistema tan lleno de contradicciones y antagonismos, no es posible la edificación de un Estado sólido y permanente ni la convivencia civil de un país civilizado, ni la libertad y el bienestar de los trabajadores, ni el desarrollo de las fuerzas del progreso. Si España fuera sometida a este régimen, caería cada vez más en la barbarie, hasta convertirse en un país miserable y destrozado, cuyos despojos se disputarían a dentelladas los imperialistas europeos.
Ningún español que ame de veras a España, que desee su independencia y su prosperidad, puede permanecer indiferente ante estas perspectivas de destrucción y de barbarie que el fascismo tiende sobre nuestro país. En la zona facciosa viven miles y miles de españoles honrados, que ven y sienten de cerca los horrores de aquella situación. Ellos tienen que ayudarnos a establecer en toda España el régimen de libertad, de democracia, de bienestar, de progreso y de paz que anhela todo el pueblo español. ¿Cómo ayudamos? Entorpeciendo la producción; impidiendo que los explotadores fascistas se aprovechen al máximo de nuestras fábricas y de nuestras minas; obstaculizando lo más posible los abastecimientos de tropas; proporcionándonos informaciones de carácter militar, político y económico; destruyendo cuanto pueda servir al enemigo para sus movimientos militares; saboteando la producción de guerra, la labranza de los campos; y la recogida de las cosechas; haciendo una activa propaganda entre las masas trabajadoras de la zona facciosa, para que los que aún no han comprendido la diferencia profunda entre el régimen de opresión y de sangre de la zona facciosa y el régimen de libertad y democracia de nuestra España, se incorporen a la acción activa de todo el pueblo contra los invasores. Pero esto exige por nuestra parte, por parte del gobierno y de todos los partidos y organizaciones antifascistas, que les ayudemos intensamente, desarrollando más ampliamente la campaña de propaganda hasta inundar todo el territorio enemigo.
Con ello, llevaremos aliento a nuestros hermanos que viven en territorio faccioso, para seguir la lucha contra los invasores y los traidores a la patria.
No hacer esto es no comprender nada del carácter de nuestra guerra.
Para expulsar al extranjero, es necesaria la unión de todos los españoles que quieran la independencia de su patria; la lucha de todo el pueblo por la independencia nacional.
La España libre y feliz que estamos conquistando es para que la disfruten todos los españoles honrados, todos los que no la hayan traicionado y vendido al fascismo extranjero; los que hoy trabajan y luchan a nuestro lado y los que viven en el infierno fascista.
Veamos ahora nuestro propio régimen. Por primera vez en la historia, el pueblo de España ha organizado, en la zona leal, un régimen democrático más sólido y más efectivo. Nuestro régimen político, social y económico tiene las características de una verdadera democracia. ¿Sobre qué bases se sienta esta democracia? En nuestra España, se han destruido ya los viejos privilegios de castas, las antiguas camarillas políticas, el aparato feudal de las masas, el dominio de la Iglesia en la vida política, el poder de los caciques y la tiranía sangrienta de la Guardia Civil. Luchamos por destruir todas las raíces del fascismo en el orden político y económico.
Hoy, no existen grandes señores con derechos heredados a la explotación de los trabajadores y al dominio de España. Las fábricas, las tierras, los bancos están en manos de los obreros y campesinos, en manos del gobierno del frente Popular. El aparato de represión que les sostenía ha quedado deshecho. Las fuerzas armadas no están ya al servicio de una casta privilegiada, sino al servicio del pueblo. Tampoco existe el dominio de la Iglesia en la vida política; la Iglesia ha perdido todos sus bienes, toda su influencia en el Estado y toda su participación en las funciones sociales y educativas. Una nueva cultura, un horizonte lleno de perspectivas ha abierto la República a todo nuestro pueblo ansioso de saber. Ya no hay caciques, esos hombres que eran los amos de todo, particularmente de la libertad de los trabajadores.
Nuestra democracia se basa también en la participación activa de las masas en la vida política del país. ¿Qué discuten hoy los obreros en los sindicatos, en las asambleas, en los comités? Discuten los problemas políticos, los problemas de la guerra y de la revolución; señalan la manera de resolverlos, adoptan decisiones que transmiten al gobierno y a todos los representantes del Estado. Esto también se hace en muchos países capitalistas; pero en éstos las decisiones que adoptan los trabajadores se quedan sobre el papel. En nuestra República democrática y parlamentaria de nuevo tipo, muchas de ellas tienen, en cambio, su aplicación en la realidad. Todos tendréis presente en la memoria la reciente Conferencia de Mujeres Antifascistas. Delegadas de millares y millares de mujeres, que apenas hace dos años vivían apartadas de las preocupaciones políticas del país, han discutido los problemas fundamentales del momento y han trazado directrices para resolverlos, colaborando así, con entusiasmo y eficacia, con el gobierno en la obra de ganar la guerra y de consolidar nuestro régimen de libertad y de bienestar. ¿Cuándo se ha permitido en nuestro país una conferencia semejante? Esta intervención de las mujeres en la vida política es un dato característico del despertar político de las masas. (Grandes aplausos.)
Contamos con un gran desarrollo de las organizaciones de masas. ¿Por qué han crecido todas estas organizaciones en proporciones tan enormes? Naturalmente, no es por casualidad. Es porque las masas obreras y antifascistas sienten hoy la necesidad de participar en la vida política del país. Van a las organizaciones con deseos de capacitarse para la dirección de la vida económica del país y para ayudar al gobierno.
¿Qué ha pasado en este tiempo con los viejos partidos de la burguesía? ¿Qué queda de aquellos partidos conservadores o pretendidamente liberales, que representaban los intereses de los grandes capitalistas, de los terratenientes y de la Iglesia? No queda nada; todos ellos han muerto bajo la avalancha del despertar político de las masas populares.
Surge, en cambio, la organización política más vasta y más profunda que ha tenido jamás el pueblo español: el Frente Popular. En el Frente Popular, a través de los partidos y organizaciones, están uniéndose todas las capas del pueblo, las masas obreras y campesinas, la pequeña burguesía democrática y revolucionaria, los intelectuales, todos los hombres liberales, y demócratas del país. Se vinculan a él con el anhelo de realizar las aspiraciones que el pueblo ha tenido y por las que ha sostenido una lucha de siglos, con triunfos y derrotas transitorias.
Nuestro Frente Popular recoge de la historia de España las aspiraciones de los liberales y progresistas que desde las Cortes de Cádiz han venido luchando, con fugaces momentos de victoria, por liberarse de la opresión absolutista e inquisitorial, las aspiraciones, aplastadas durante medio siglo, de los fundadores de la primera República, las aspiraciones del pueblo que luchó contra la tiranía sangrienta de Fernando VII, de Cánovas, de los reaccionarios monárquicos, clericales y militares; los anhelos de independencia nacional que inspiraron a las masas en la guerra contra Napoleón; las aspiraciones de las masas obreras que han luchado con las armas en la mano en la Semana Trágica de Barcelona, en el año 1917, en Asturias y Madrid, en las jornadas gloriosas de 1934 y en mil episodios heroicos de las luchas obreras; la aspiraciones nacionales de los pueblos de Cataluña, Euskadi y Galicia, oprimidos por el despotismo monárquico.
Nuestro Frente Popular recoge todas estas aspiraciones del pueblo; por ellas lucharon nuestros padres, nuestros abuelos, y nosotros los españoles de hoy, que también hemos luchado por ellas, nos unimos bajo una sola bandera para realizarlas.
Es la primera vez que todas las fuerzas políticas del pueblo se unen sobre la base de un programa común de reivindicaciones, que abarca a todas las capas del pueblo laborioso y que puede desarrollarse sin límites.
Esto es nuestro Frente Popular: la organización de la lucha contra el fascismo, contra los opresores tradicionales y contra los invasores. Su función no ha terminado todavía ni puede terminar en mucho tiempo. No ha terminado ni puede terminar hasta que no haya realizado las reivindicaciones que han llevado a él las grandes masas del pueblo; porque el Frente Popular no es una simple coalición de partidos ni la reunión de unos cuantos dirigentes: es una política, un programa, una plataforma de realizaciones; porque el Frente Popular, como órgano que aglutina a todas las fuerzas antifascistas, es una necesidad sentida por todos. Jamás llegó a alcanzar la idea de la unión antifascista, sobre la base del Frente Popular, mayor extensión.
Los periódicos de todos los partidos, de todas las organizaciones sindicales expresan este sentimiento de unidad, aunque -hay que declararlo- algunos de ellos se han enzarzado en una polémica bizantina alrededor de una frase. Lo importante en la discusión sobre el Frente Popular no es si debe llamarse Frente Popular Antifascista o Frente Popular a secas; lo fundamental es el contenido, el objeto que perseguimos al agruparnos; es el cómo llegara la coincidencia que nos permita unimos cuanto antes a todos: a todos, entiéndase bien.
Queremos convencer a los que dudan de la eficacia de esta forma de unidad, ampliándola a la CNT y a la UGT. Nada tenemos, ni hemos tenido nunca, contra la participación de la CNT en el Frente Popular. Queremos trabajar juntos con los camaradas anarquistas; queremos que entre nosotros no existan más que lazos de fraternidad, y, juntos con las otras fuerzas antifascistas, repartimos el peso de la gran tarea de conducir a nuestro pueblo a la victoria. (Aplausos.)
Esto no es una idea de ahora: en el Pleno de nuestro Comité Central de marzo dije, en mi informe:
“Queremos colaborar asiduamente con los camaradas anarquistas, no sólo durante la guerra, sino después de ganar la guerra, y lo queremos hoy, con el fin de ganar la guerra, y mañana también, con el fin de construir con ellos una España nueva, una España grande, libre y feliz, una España en que puedan vivir y gozar ellos como nosotros, como todo el pueblo antifascista.”
El despertar político de las masas y su incorporación activa a la vida política del país han determinado el crecimiento enorme de nuestro partido.
¿Por qué se ha desarrollado nuestro Partido en proporciones grandes y reúne hoy en sus filas centenares de miles de los mejores luchadores y combatientes antifascistas? Porque las masas han visto en el Partido Comunista una fuerza de dirección política consecuente, un guía seguro del pueblo en la conquista de un régimen de libertad y de justicia.
Nuestro Partido continúa las mejores tradiciones del socialismo español, de la vieja y heroica lucha de las masas obreras y campesinas contra sus opresores, y marcha perfectamente unido con el viejo Partido Socialista. Nuestra unión con el Partido Socialista ha creado ya las condiciones de madurez y de unificación necesarias para ir a la fusión de ambos partidos en un partido único del proletariado y de los campesinos más avanzados. ¿Qué significa la creación del partido único, con respecto a nuestra democracia? La creación del partido único no es un hecho antidemocrático; no tiene nada de común con el totalitarismo fascista; no se trata de un partido que obligue por la fuerza a todos los trabajadores a pertenecer a él, bajo amenaza del terror. El partido único será una fuerza democrática y revolucionaria. En él tendrá el pueblo español su guía, su dirección y su conductor más firme y consecuente.
La creación del Partido único no significará, la supresión o absorción de los demás partidos, sino la creación de una fuerza de orden, de disciplina consciente y de apoyo al gobierno y a las reivindicaciones de las masas; será el cimiento del Frente Popular, porque aportará a la unión de todas las fuerzas antifascistas en el Frente Popular la fuerza de la unidad política del proletariado.
Sobre la base del Partido único, el Frente Popular podrá desarrollarse cada vez más y más atrayendo a las organizaciones antifascistas a los millares de trabajadores que aún no están en ellas, y haciendo cada vez más eficaz su colaboración con el gobierno.
¿Cómo fortalecer nuestra democracia? Con una consulta al pueblo.
Camaradas: en el momento actual, precisamente porque estamos en una situación grave, que exige una atención máxima de todas las fuerzas del pueblo, la democracia de nuevo tipo antifascista que hemos instaurado tiene que ser fortalecida. ¿Cómo? Aumentando la participación de las masas que militan, en los partidos y organizaciones en la vida política del país, y no sólo de los jefes y dirigentes de estos partidos y sindicatos.
Aún hay grandes masas sin partido o inorganizadas que es necesario despertar, organizar y dirigir; en la medida que las incorporemos a la vida política activa, reforzaremos nuestro frente de lucha contra el fascismo.
Pero la tarea de intensificar la incorporación a la vida política activa de las grandes masas sin partido e inorganizadas, no es la tarea de un solo partido, no; es una tarea de todas las organizaciones antifascistas del Frente Popular. Es el Frente Popular quien tiene que movilizar a todas las capas antifascistas, para que participen activamente en las cuestiones políticas del país.
Esta movilización y actividad democrática de las grandes masas tiene que reflejarse también en los organismos representativos, como son los Consejos provinciales y locales, y con mucho más motivo en el Parlamento.
¿Es que en estos organismos se reflejan hoy exacta y completamente el estado político, la correlación de fuerzas, la opinión del pueblo?
Veámoslo:
El Parlamento actual fue elegido en una época en que el gobierno de la reacción estaba en el Poder. La mayoría de los diputados ha desaparecido; unos, porque se han pasado al enemigo; otros porque han sido asesinados por los fascistas. Una gran parte de las masas populares que hoy intervienen en la lucha contra el fascismo no pudo participar en las elecciones; no pudo expresar libremente su opinión. Es indudable que el pueblo español votó contra el fascismo el 16 de febrero, que, a pesar de la opresión reaccionaria, las masas eligieron una mayoría antifascista. Pero después del 18 de julio se han producido cambios profundos en la vida del país; masas enormes, que antes eran obligadas por las coacciones del poder a permanecer apartadas de la vida política del país, participan hoy en ella con gran actividad e incluso defienden la libertad, y la democracia con las armas en la mano. Y bien: ¿se reflejan exactamente todos estos cambios en el Parlamento actual? No. El Parlamento actual no refleja, exactamente, todos los cambios que se han producido en las relaciones de clase en el país durante el período de la guerra civil.
Por otra parte, es evidente que la sublevación de los fascistas españoles, apoyada en las tropas de ocupación italianas y alemanas, han levantado contra ella a todo el pueblo español que lucha por su independencia nacional. Pero la propaganda fascista, la prensa reaccionaria e incluso algunos políticos conservadores ingleses y otros reaccionarios franceses dicen que nuestro pueblo está sometido a una dictadura comunista, que no sé qué diablo de dictadores rojos impiden que se manifieste libremente su opinión. En estas condiciones, una consulta democrática al pueblo, organizada bajo la bandera del Frente Popular, tendría la significación de un verdadero plebiscito nacional y demostraría al mundo entero la verdad; demostraría que, en el momento mismo en que los Estados burgueses democráticos permiten la agresión del fascismo alemán e italiano al pueblo español, éste, en su inmensa mayoría, está al lado del gobierno del Frente Popular, de la democracia y contra el fascismo.
Esta consulta democrática al pueblo movilizaría más todavía a las masas en la lucha contra el fascismo; aumentaría su entusiasmo; aumentaría y consolidaría la autoridad del gobierno del Frente Popular; crearía las condiciones para terminar victoriosamente la guerra cuanto antes.
Tenemos muchos ejemplos de consultas al pueblo realizadas en período de guerra y precisamente para reforzar la lucha revolucionaria del pueblo contra sus enemigos. Tenemos el ejemplo de la Unión Soviética, donde se eligieron los soviets y se organizó todo un sistema político, basado sobre la más amplia actividad de las masas en el momento mismo en que se organizaban las victorias en los frentes de la guerra civil. Tenemos también el ejemplo de la gran Revolución Francesa: las elecciones a la Convención Nacional coincidieron con el punto más alto del entusiasmo revolucionario de las masas, con triunfos decisivos en la lucha armada contra el invasor extranjero.
En nuestra propia guerra, tenemos el ejemplo de Madrid de 1936: fue la movilización política del pueblo lo que salvó a Madrid. La actividad política de las masas corrigió los errores de los gobernantes y de los comités, impuso una solución justa de problemas tan graves como el del Ejército Popular, la creación de las reservas, las fortificaciones, la organización general de la defensa. Estos ejemplos demuestran que la movilización política de las grandes masas populares sólo puede contribuir a aumentar enormemente nuestra capacidad combativa y la fuerza del gobierno. (Aplausos.)
Ningún partido, ninguna organización antifascista puede tener miedo a una consulta electoral, a una más amplia actividad política de las masas.
¿Quiénes son los únicos que pueden temerla? Los políticos personalistas y sus grupos incondicionales, los que se alegran de las alternativas desfavorables de la guerra y pretenden utilizarlas como arma contra el gobierno y contra el Frente Popular; los que defienden a los traidores y espías del POUM. Éstos son los únicos que pueden tener miedo a consultar al pueblo. (Grandes aplausos.)
¿Por qué?
Porque serían repudiados por la inmensa mayoría del pueblo. Porque quedaría demostrado que esos elementos no tienen arraigo alguno en las masas populares.
El gobierno, por el contrario, sacaría de su contacto con las masas una fuerza mayor, más poderosa, para continuar la guerra hasta la victoria.
Yo repito aquí las palabras del gran Stalin: “Mientras mantengamos el contacto con el pueblo, contaremos con todas las posibilidades de ser invencibles.” Esa es la única razón. (Aplausos.)
La necesidad de una consulta al pueblo proviene también, en lo que respecta a los Consejos Provinciales y a los Ayuntamientos, del origen mismo de estos organismos. ¿Cómo fueron constituidos los Consejos Provinciales y los Ayuntamientos actuales? Fueron nombrados por decreto del gobierno; su misma composición política demuestra que no corresponde a la situación actual de las fuerzas políticas del país.
Los ayuntamientos y los Consejos Provinciales tienen hoy a su cargo tareas muy complicadas. Tienen que resolver los problemas del abastecimiento, del transporte urbano, del alojamiento de la población civil y de los evacuados, de la higiene, etc. Estos problemas reclaman, para resolverlos eficazmente, la participación de todas las fuerzas del Frente Popular.
Crear en los organismos provinciales y locales del gobierno una normalidad democrática; no es sino vincularlos más estrechamente a las grandes masas populares.
En cuanto al nuevo Parlamento que pueda elegirse, su significación antifascista será más acentuada. ¿Qué representan las Cortes actuales? Yo bien sé que representan la voluntad antifascista del pueblo español, pero esta voluntad puede expresarse hoy una vez más y de manera más formidable todavía. La consulta al pueblo será la prueba palpable de nuestra fuerza, de nuestra solidaridad y de la confianza en nosotros mismos.
Contra las objeciones que pudieran hacerse a la convocatoria electoral, yo me adelanto a la respuesta.
Estos temores, si lo hay, son infundados. Por el contrario, se reforzará la unidad. Porque una consulta al pueblo no debe ser motivo de lucha entre diferentes fracciones del frente antifascista, sino servir para estrechar más su unidad. La consulta al pueblo tampoco crearía una diferencia política entre la retaguardia y los frentes, porque los soldados -lo deben comprender todos bien- también deben votar. (Grandes aplausos.) En la Unión Soviética los soldados tienen voto. También los jóvenes, desde la edad de dieciocho años, tienen derecho a votar, pues bien ganado lo tienen por lo que aportan a la lucha contra el fascismo. (Aplausos.) Las fuerzas antifascistas que en el régimen anterior se abstenían de participar en las luchas electorales participarán hoy en la consulta con gran entusiasmo, y de este modo se incorporarán con mayor firmeza aún al Frente Popular.
Todas las fuerzas antifascistas verán en la consulta electoral el medio de fortificar más todavía el frente de lucha contra el fascismo y contra los invasores.
Esta enorme movilización política de las grandes masas populares repercutirá, sin duda, en la zona facciosa. Las masas oprimidas por el fascismo verán la diferencia de un régimen en el que sólo hay para ellos hambre, opresión y muerte, con un régimen democrático, en el que las masas participan activamente en la creación de los organismos del poder; verán la diferencia que hay entre nuestra España democrática y parlamentaria y la España oprimida y hambrienta de Franco. De este modo, fortaleciendo nuestra democracia, le damos un buen golpe al enemigo.
Después de este Pleno del Comité Central, nuestro partido planteará la cuestión de la consulta electoral a los otros partidos y organizaciones antifascistas. (Aplausos.) Yo estoy seguro de que la consulta al pueblo nos va a dar armas poderosas para obtener la victoria. (Grandes aplausos.)
La grave situación actual, que he analizado anteriormente, nos crea necesidades imperiosas. Tenemos que hacer frente a estas necesidades con el mismo espíritu de sacrificio, con la misma decisión con que nuestro pueblo ha afrontado todas las graves situaciones de la guerra.
En el momento actual, la necesidad más imperiosa es la de fortalecer nuestro Ejército. Nuestro Ejército se ha forjado en la lucha, organizándose sin abandonar los combates. Esta circunstancia ha determinado que aún no hayan podido corregirse, aunque el gobierno ha hecho mucho en este sentido, todas sus debilidades. Tenemos que mirar al Ejército como lo que es: como un Ejército regular, surgido de las antiguas milicias de combatientes, pero que ya es muy diferente del primitivo Ejército de voluntarios. Ahora, es un Ejército de reclutas, de todo el pueblo.
¿Cuáles son sus debilidades?
La primera es no ser todavía, en algunos frentes, un verdadero Ejército regular; la segunda es que de una manera general carece de un dominio suficiente del arte militar, y la tercera, que aún no se le ha depurado a fondo. Estas son las principales debilidades, que debemos corregir inmediatamente, porque en la medida en que sean corregidas con mayor rapidez, aumentaremos su capacidad combativa y nos acercaremos más pronto a la victoria.
¿Cómo hay que corregirlas?
Primero. Hay que dotarlo de una enorme cantidad de reservas. Nuestro pueblo es una inmensa cantera de combatientes antifascistas. Miles y miles de hombres jóvenes y aptos para las armas quieren ir a combatir a los frentes contra el fascismo; quieren defender en las trincheras la independencia nacional. A pesar de su juventud, han conocido los horrores de la época reaccionaria; saben lo que ocurre en la zona facciosa; son hijos de obreros y campesinos, de antifascistas; muchos de ellos han luchado contra el fascismo antes de la guerra o se han incorporado a la lucha después de julio. Estos jóvenes, lo mismo que los adultos aptos para las armas, tienen un alto espíritu combativo, desean repetir la gesta de sus abuelos, que lucharon también por la independencia nacional y expulsaron de España al invasor. Con ellos, hay que formar muchos batallones, muchas brigadas que sean las reservas inagotables de nuestro Ejército; que impidan que en una nueva oportunidad, nuestras tropas no puedan continuar victoriosamente una acción por falta de tropas de reemplazo.
Pero estas reservas, para que puedan ser utilizadas con eficacia al entrar en fuego, necesitan conocer perfectamente el manejo de las armas, los movimientos militares, la manera de aprovechar el terreno, en resistir y en avanzar, entrenándolas en el frente a través de una política de relevo. Nuestro Ejército debe caracterizarse, desde el primer soldado hasta el último, por su combatividad, por su movilidad.
Segundo. Tenemos que fortificar nuestros frentes. Entiéndase bien: yo hablo de la necesidad de las fortificaciones, teniendo en cuenta la situación actual. Fortificar los frentes, las costas y las ciudades es necesidad normal de la guerra. Todo Ejército que esté combatiendo al enemigo necesita disponer de un buen sistema de defensas y fortificaciones. Pero en la situación actual, en que la guerra va a desarrollarse muy pronto con la intensidad con que no se ha desarrollado hasta ahora, la necesidad de las fortificaciones es más grande. Hace falta construir fortificaciones más poderosas. El enemigo cuenta con medios de combate muy superiores a los que contaba en los primeros meses de guerra, y aun en los días de noviembre, cuando se acercaba a Madrid. Las fortificaciones que tienen que resistir sus ataques deben estar en relación con los elementos de guerra de que dispone el enemigo.
La consigna de no ceder un palmo de territorio vale también para las piedras y para las defensas que protejan nuestros frentes. Contra ellas tienen que estrellarse los ataques enemigos; en ellas tiene que ser aniquilada la ferocidad de los invasores.
Construir fortificaciones y defensas es un deber de guerra de todo el pueblo. No sólo deben construirlas todos los antifascistas, estén o no enrolados en los batallones especiales de fortificación. Madrid nos ha demostrado que la movilización general en la población para construir fortificaciones, que el trabajo voluntario en las obras de defensa, da muy buenos resultados. Pero en la situación actual, las fortificaciones no pueden construirse como se construyeron en los días de noviembre en Madrid. Hoy, sólo pueden construirse bajo la dirección técnica y el control del gobierno. El gobierno se ocupa de ello. Pero, para facilitar su labor, para colaborar con él, todos los hombres aptos deben ponerse a su disposición para que los utilice en la medida que sea necesario. Los sindicatos, las organizaciones obreras y antifascistas deben dar también al gobierno las máximas facilidades. Yo estoy seguro de que el gobierno no vacilará en utilizar el concurso de todos.
Tercero. Hay que elevar la capacidad técnica de nuestro Ejército.
¿Qué significa esto? Significa que la capacitación no debe detenerse en los mandos; que no sólo los oficiales y jefes necesitan adquirir rápidamente una sólida preparación técnica; que no sólo los cabos y sargentos necesitan hacer un trabajo intensivo de capacitación para sustituir a los cuadros superiores en los momentos necesarios. Los soldados también la necesitan. No me refiero a la instrucción militar normal que debe dárseles a los reclutas; me refiero a la instrucción técnica que la guerra moderna exige a los simples soldados. Hoy se combate con máquinas y con elementos que hacen necesario que el soldado tenga una preparación adecuada para poder combatir con eficacia, lo mismo cuando resiste que cuando ataca. El fascismo alemán e italiano ha enviado contra el pueblo español los mejores elementos de combate; los está probando en esta guerra. Esto obliga a preparar a nuestros soldados de acuerdo con las características de aquellos elementos.
Naturalmente, la capacitación tiene que ser más honda y más rápida en lo que respecta a los oficiales. La mayoría de la oficialidad de nuestro Ejército proviene de las filas obreras y antifascistas; no ha tenido ninguna educación militar antes de la guerra; se ha formado en la guerra misma; apenas ha tenido tiempo de adquirir los conocimientos más elementales, y muchos de ellos los ha adquirido en las propias trincheras. Ahora, hace falta que se la capacite técnicamente con la mayor rapidez y que se la ponga en condiciones de ser por sus conocimientos técnicos, la verdadera conductora de un gran Ejército, como ya lo es por su bravura y heroísmo.
¿Por qué señalo con tanta insistencia la necesidad de la capacidad técnica de nuestro Ejército? ¿Por qué insiste tanto nuestro Partido en plantear este problema? Porque es una necesidad imperiosa para nuestra victoria, y porque esta necesidad se hace más fuerte en la situación actual. Pero también porque la guerra nos ha demostrado que nuestros soldados, si están bien instruidos y tienen mandos eficientes, son superiores al enemigo. Y esta superioridad necesitamos crearla y aumentarla para obtener la victoria.
Cuarto. Hay que depurar a fondo los mandos del Ejército.
Ya se ha hecho bastante; nuestro ejército ya no tiene con tanta frecuencia aquellos mandos que en los primeros meses de la guerra, y mucho después, nos traicionaban a la luz del día; ya no son tan frecuentes los actos de sabotaje, consistentes en enviar las armas a un sitio y las municiones a otro, o en crear obstáculos para que no pudieran funcionar los servicios de aprovisionamiento. Pero la situación actual exige que se lleve a cabo una depuración tan rigurosa, que permita descubrir hasta el último emboscado, hasta el último espía o agente del enemigo, por muy oculto que esté. No descubro ningún secreto si digo que el enemigo hace todo lo posible por infiltrar sus agentes en las filas de nuestro Ejército, sobre todo aprovechando los últimos llamamientos de quintas. El enemigo nos ha demostrado que trabaja bien en el espionaje y la provocación.
Debemos tener el ojo muy alerta. Vigilar, vigilar y vigilar sin descanso; hay que saber cómo viven, qué hacen durante todas las horas del día y de la noche muchos de los que pertenecen al Ejército, los que trabajan en los organismos militares, en las fábricas de guerra, en todo lo que se relacione con el Ejército, y en cuanto se descubra a un agente fascista, a un enemigo emboscado, aplastarlo sin piedad. (Aplausos.)
Quinto. Nuestro Ejército debe tener una moral de sacrificio y de victoria, porque la victoria sólo podremos obtenerla a costa de sacrificios heroicos, y éstos tienen que ser más grandes para nuestros soldados. La guerra será larga y dura. Pero también fueron muy duros los días de noviembre en Madrid, y los pasamos victoriosamente. ¿Por qué hemos detenido durante un año al enemigo a las puertas de Madrid? Porque los defensores de Madrid comprendieron, en el momento preciso, que la victoria sólo se obtiene con sacrificios. No sólo con el sacrificio de la vida de quien tenga el honor de caer en las trincheras, sino también con el sacrificio constante, de cada hora, para resistir sin fatigas ni desalientos las penalidades de la lucha. Esta moral nos la da la convicción de que estamos luchando por una causa sagrada. Es la convicción que debemos infundir a nuestro ejército por medio de la propaganda, de nuestro trabajo diario en sus filas, de nuestro ejemplo en la retaguardia.
Otra necesidad de nuestro Ejército es la intensificación de la labor del Comisariado. Yo la señalo, aunque tantas veces la hemos señalado, porque nunca será bastante la insistencia en demostrar a todos, al pueblo y al Ejército, la importancia capital de la obra de los Comisarios, y mucho más en los momentos actuales, en que es preciso sostener entre nuestras tropas una moral muy alta. Los Comisarios son el alma política de nuestro Ejército, los que alientan su heroísmo, los que mantienen su compenetración ideológica, los que estimulan su fe, y al lado del mando militar, le conducen a la victoria. En un Ejército como el nuestro no puede prescindirse del Comisario ni disminuirse su papel. Pero, para que la labor de los Comisarios de todos sus frutos es preciso que se liquiden ciertos métodos burocráticos, que, a veces, impiden todavía que realicen un buen trabajo político y militar. (Ovación.)
Hay que acabar con el Comisario señorito, que jamás vio un frente, que nunca trató a los soldados, pero no hay que juzgar al Comisariado a través de este tipo de comisario. El Comisariado es una institución de la que no puede prescindir nuestro Ejército, porque el cuerpo de Comisarios ha sabido verter su sangre al lado de los mandos y de los soldados, y ha sido y será uno de los factores fundamentales de la victoria de nuestro ejército popular.
No ceder ni una sola pulgada más de nuestro territorio; acumular e instruir nuevas fuerzas en cantidades enormes; prepararse para las luchas decisivas: éstas son las consignas con las que nuestro Ejército debe hacer frente victoriosamente a la gravedad de la situación actual.
Ligado a los problemas del Ejército, está el problema de la industria de guerra. ¿Qué hemos hecho en este sentido? Ya se han logrado algunos progresos. Nuestra industria de guerra existe. Pero, ¿es suficiente para satisfacer las necesidades de la situación actual? No. Se ha comenzado a creada con mucho retraso, y, cuando se ha comenzado, no se ha ido con la rapidez y energía que eran necesarias. Todo el pueblo está convencido hoy de que la necesidad de disponer de una potencia industria de guerra es inaplazable; la reclaman los combatientes, los obreros, todo el que anhela crear rápidamente las condiciones de la victoria. ¿Por qué, entonces, no se toman las medidas para creada y desarrollada en la proporción que es necesaria? Porque todavía existe cierta lentitud para resolver los problemas de la guerra.
Sin embargo, el de la industria de guerra no admite más retraso. Hay que afrontarlo resueltamente y con el ánimo de resolverlo con la rapidez que la situación exige. Yo afirmo que este problema no se podrá solucionar satisfactoriamente, si no se plantea con toda energía. Hay que tomarlo por la base. La primera cuestión que urge resolver es la de nacionalizar las industrias básicas. ¿Cómo podría crearse una potente industria de guerra, si las fábricas y talleres que son precisos para ello no están en poder del Estado y bajo el control absoluto del gobierno? Yo no creo que hoy haya nadie que se oponga a la nacionalización, o que trate de obstaculizada. Aquí tengo algunos párrafos de un manifiesto de la Federación Nacional de las Industrias Siderometalúrgicas de la CNT, fechado el 23 de octubre.
¿Qué dicen en este manifiesto los obreros de la Confederación Nacional del Trabajo?
“...Estamos dispuestos, como siempre, a cooperar en todas las formas y con quien sea que honradamente esté dispuesto a ello, para ayudar con nuestros brazos a todos nuestros compañeros que, en los campos de batalla, están dando la vida por la destrucción definitiva del fascismo.”
“Como final, recopilando las conclusiones de nuestro último Pleno Nacional de la Industria, en que decimos: primero, ofrecer incondicionalmente la colaboración entusiasta de los metalúrgicos de la CNT al gobierno, para lograr la victoria sobre el fascismo.”
La CNT declara que no es un obstáculo para que el gobierno proceda rápidamente y tome las medidas pertinentes que permitan crear la industria de guerra que necesitamos.
¿Se opone la UGT?
¡No! Todo lo contrario. En la última resolución de su Comité Nacional declara:
“Que con toda urgencia se proceda a la nacionalización de las industrias básicas.”
“Que se adapten a la producción de guerra aquellas industrias que sus características lo permitan y lo aconsejen las circunstancias.”
Esta declaración de los obreros metalúrgicos de la CNT y del Comité Nacional de la UGT tenemos qué interpretarla como el deseo de dar toda clase de facilidades para la creación y desarrollo de la industria de guerra.
¿Qué temores, qué reparos puede tener el gobierno para no decidirse a nacionalizar las industrias de guerra y todas aquellas que sean consideradas básicas?
La historia está llena de ejemplos que pueden marcar una pauta.
Todos los países han tomado, en época de guerra, las medidas más enérgicas para asegurar el abastecimiento de armas y municiones a sus ejércitos con sus propios medios. Durante la Gran Guerra, Francia, Inglaterra y los Estados Unidos pusieron bajo el control absoluto del Estado todas las fábricas y talleres que podían ser utilizados en la industria de guerra. El Ministerio de Municiones, que regentó Lloyd George en Inglaterra, tomó en sus manos todas las fábricas que podían serle útiles, y en los Estados Unidos el propio Estado se incautó de gran parte del aparato fabril de la nación para dedicarlo a la fabricación de armas y municiones. ¿Por qué se tomaron estas medidas? Porque la creación de una potente industria de guerra tiene que hacerse, sobre la base de poner en manos del Estado todas las fábricas y talleres que sean precisos.
Para desarrollar nuestra industria de guerra en la medida de las necesidades de nuestro ejército, tenemos que nacionalizar las industrias básicas.
Y, unida a esta medida, debe ir la de militarización del personal de las industrias de guerra y de los transportes. Todos los trabajadores, que intervienen, en ellas deben estar al servicio directo de la guerra y, naturalmente, bajo el control del Ministerio de Defensa, que es quien conoce las necesidades inmediatas del ejército.
Estas medidas no anulan el carácter democrático de nuestro régimen; no están dirigidas contra el pueblo, contra las masas obreras y campesinas y sus organizaciones. No están dirigidas contra las conquistas que las masas han logrado en el terreno económico y político en sus luchas contra el fascismo. Al contrario, constituyen una defensa de la democracia, una defensa de las conquistas de la revolución.
El problema de la industria de guerra, como el de la producción en general, es en gran parte un problema de colaboración y de entusiasmo colectivo de las masas. Los obreros que se dedican a la producción de guerra deben ver, constantemente, que su esfuerzo y su capacidad son recompensados con distinciones y con mayores salarios.
En la industria de guerra hace falta la misma moral que en el Ejército; que los obreros estén convencidos de que, fabricando armas y municiones, luchan también como los soldados en los frentes, de que deben dedicar al trabajo el mismo heroísmo y la misma abnegación que los combatientes en las trincheras. Yo sé que lo están.
Para que se avive el entusiasmo productivo de las masas es preciso, también, realizar una lucha implacable contra el burocratismo y por la depuración de los aparatos ministeriales; arrojar de ellos a los enemigos abiertos o encubiertos.
Si se quiere tener una buena industria de guerra bien organizada y dirigida, tiene que estar, naturalmente, bajo la dirección y control de un ministerio especial. Las funciones que debe realizar el organismo encargado de ella son muy amplias. Por esto yo señalo la conveniencia de crear el Ministerio de Industria de Guerra.
Otro de los problemas que hay que acometer sin vacilaciones, con toda energía, es el de la lucha contra los espías, contra la “Quinta Columna”.
Tenemos que emprender una lucha a muerte contra los enemigos del pueblo en nuestra retaguardia. Éstos son más peligrosos que los enemigos descubiertos, los fascistas que están frente a nuestras trincheras. De éstos se encargan nuestros soldados y nuestros cañones. Pero los emboscados, los provocadores, los espías nos atacan en la sombra y por la espalda.
Los principales enemigos del pueblo en la retaguardia son los trotskistas; son los enemigos más encarnizados de nuestra causa, los agentes directos de Franco en nuestras filas. ¿Cuál es la labor de los trotskistas en nuestra retaguardia? Minar las bases de la unión antifascista, desmoralizar a los obreros, servir de espías. Las relaciones de los trotskistas con Franco, los servicios de espionaje y de provocación que el POUM presta al fascismo se han demostrado ya suficientemente. Los numerosos descubrimientos de la policía lo han comprobado. Contra los provocadores del POUM, no sólo existen ya las pruebas políticas de los artículos de su prensa, de sus discursos, de las hojas clandestinas, que reparten; existen las pruebas criminales de las claves, las cartas y los documentos encontrados por la policía en sus locales y en poder de sus dirigentes.
¿Qué son los trotskistas descubiertos últimamente en Barcelona, según la nota oficial del jefe superior de policía de aquella ciudad, publicada en la prensa, más que una partida de bandidos?
Precisamente, este descubrimiento ha demostrado la extensión del espionaje y la ruindad de la traición trotskista.
Con estos criminales no se puede tener piedad ninguna. Hay que aplastarlos con el mismo rigor con que se aplasta a los fascistas. (Ovación.)
El gobierno ha tomado ya algunas medidas: los descubrimientos de la policía, el encarcelamiento de los dirigentes del POUM, la entrega de muchos de ellos al Tribunal de Espionaje y Alta Traición son hechos positivos en defensa de nuestra causa. Pero aún hace falta mayor energía por parte del gobierno, por parte del Ministerio de la Gobernación y, particularmente, del Ministerio de Justicia. (Gran ovación.) ¿Quién puede pedir ya más pruebas para juzgar a estos bandidos? ¿Qué antifascista honrado pide más pruebas cuando se descubre a un espía con cartas cifradas y documentos militares? No; ya no hacen falta más pruebas. Todos debemos considerar al POUM como una organización clandestina al servicio de Franco. Tenemos la obligación de descubrirla. Los descubrimientos de la policía han probado que los falangistas y los “poumistas” trabajan unidos en el espionaje y en la ilegalidad. Pues bien; si trabajan juntos, hay que aplastarlos juntos. (Gran ovación.)
Lo que se ha dado en llamar “Quinta Columna” está campando hoy por sus respetos. Cada día que pasa, la organización de los espías, de los provocadores y traidores se fortalece. Se descubren organizaciones de este tipo no solamente en las ciudades, sino dentro del aparato mismo del Estado, en los órganos de seguridad del Estado, en el Ejército, en los tribunales.
Y, a pesar de ello, sigue tratándose con benevolencia a los complicados, a los acusados de traición. Los tribunales no condenan con la severidad con que los propios códigos exigen que se castigue al traidor. El espía, el provocador, si es condenado, lo es a penas que le permiten recobrar pronto su libertad y reforzar su trabajo.
El pueblo pide qué el pelotón de ejecución funcione para acabar con los traidores y los terroristas, con los especuladores y agiotistas. (Aplausos.) ¿Por qué, lo exige así? Porque ya ha costado bastante sostener una política débil contra nuestros enemigos de la retaguardia.
¡Todo para la guerra!
¡Todo para la guerra!
Con esta consigna tenemos que movilizar todas las fuerzas de la producción, todos los recursos y todas las energías del país.
La condición indispensable del orden y de la disciplina en la economía es una severa política contra el derroche, contra el burocratismo, por la intensificación del trabajo. Desde los más altos puestos del gobierno hasta los más humildes de una fábrica, todos los obreros y antifascistas que intervienen en la administración del país y en la producción deben ser activos vigilantes del ahorro en el empleo de materiales y en los gastos en general; enemigos encarnizados del burocratismo; entusiastas propagandistas de la intensificación del trabajo.
La garantía suprema de la victoria final es la unidad del pueblo, de todas las fuerzas antifascistas. En este sentido tenemos que registrar hoy algunos progresos. Después de la caída del gobierno Largo Caballero se manifestó la tendencia a la formación de un bloque de oposición al gobierno del Frente Popular. El eje de este bloque era el grupo derrotado de Largo Caballero, que ha caído bajo la influencia del trotskismo, y que por un lado se ligaba al trotskismo contrarrevolucionario, mientras por el otro hacía esfuerzos por atraer a la CNT a una política antigubernamental. Los camaradas anarquistas habrán visto ya en la tendencia del grupo Largo Caballero una política contraria a los intereses de la causa antifascista; nosotros creemos que ya es hora de que los camaradas anarquistas rompan definitivamente con ese grupo que ha pretendido arrastrarlos a una acción contra el gobierno.
¿Qué representa hoy el grupo Largo Caballero?
Representa el centro de atracción de todos los descontentos, de todos los cansados, de los que han perdido la fe en la victoria, de los que no creen en el pueblo. Son nombres que nunca han tenido confianza en las fuerzas del pueblo para ganar la guerra. Hoy, resentidos por haber salido del gobierno, despechados por sus fracasos, atacan al gobierno; intentan dividir a las fuerzas antifascistas; pretenden desalentar a las masas que luchan con todo entusiasmo, seguras de la victoria. Sus frases “extremistas” ocultan su desaliento, su desconfianza, su falta de fe. Esta política derrotista sólo puede crear un ambiente en el cual prospere la idea del compromiso.
A esta misma política corresponden las tentativas de escisión que el grupo Largo Caballero ha llevado a cabo en el seno de la UGT. Nosotros, tenemos que combatir encarnizadamente a todo el que intente dividir a la UGT. La unidad de la UGT es sagrada.
Quien intente romperla, quien maniobre para dividir sus filas, como lo ha hecho el grupo Largo Caballero, hace una política ajena por completo a los intereses del pueblo español.
El grupo Largo Caballero lucha también contra el Frente Popular. Es el complemento de su política escisionista y derrotista. No es una casualidad el que este grupo se haya convertido en el protector oficial del general Asensio y de los “poumistas”. Sus vinculaciones con Asensio y con los espías trotskistas son parte de su misma política.
Ataca también a la Unión Soviética, el amigo más fiel y desinteresado del pueblo español. Todos recordareis el discurso del Pardiñas en Madrid. Es el ataque más brutal que se ha lanzado a la Unión Soviética desde nuestra España; desde la España en que todo el pueblo vibra de amor y agradecimiento hacia la Unión Soviética y sus dirigentes.
Yo estoy seguro de que los obreros socialistas de la antigua izquierda no están de acuerdo con la política de este grupo. Estoy seguro de ello, porque lo vemos en las resoluciones y en los acuerdos de las asambleas formadas por los obreros que estaban con Largo Caballero. La resolución de la asamblea de Transportistas de Madrid, el acuerdo de unidad de la asamblea de Ejecutivas de Alicante; la actitud contra la escisión de las Federaciones de Industria de la UGT, son buenos ejemplos de que los obreros socialistas de la antigua izquierda repudian hoy al grupo escisionista y derrotista de Largo Caballero. Yo les invito desde aquí a hacer más firme, más resuelta aún su actitud contra esa política. Los obreros socialistas de la antigua izquierda no deben dejarse desorientar por las palabras; deben fijarse en los hechos.
Contra esa política, contra la política de división de las masas, de ataque al gobierno y de lucha contra el Frente Popular, nuestra línea consiste en fortalecer la unidad en todas sus formas.
Nuestro Partido es el campeón de la unidad. Nuestro Partido sostiene en alto la bandera de la unidad, porque es la bandera de la victoria.
La unidad de todo el pueblo sólo puede realizarse en el Frente Popular.
¿Qué, debe ser el Frente Popular? El Frente Popular debe ser un organismo de ayuda y apoyo al gobierno y de movilización y unificación de todas las capas populares. Ha habido casos en que un organismo del Frente Popular ha intentado transformarse en un órgano ejecutivo y de gobierno. Pero ésta no es su función, ni puede tolerarse que los comités del Frente Popular se conviertan en sustitutos de las autoridades legítimas del gobierno y de los Ayuntamientos.
Ahora, se ha reorganizado el Comité Nacional del Frente Popular. Este es un buen ejemplo. Pero yo tengo que decir que no es todavía sino un principio, un primer paso, y bastante tímido. Todos los organismos del Frente Popular tienen que ser puestos en gran actividad. Bajo el control del Comité Nacional, todos los comités provinciales y locales del Frente Popular, reorganizándose los que estén en suspenso por las circunstancias, y creándose donde no existan, tendrán que funcionar dentro de los límites de su propia esfera de acción que es la de colaboradores de las autoridades legítimas del gobierno, de los Consejos provinciales y de los Ayuntamientos.
El eje de la política de nuestro Partido son sus relaciones con el Partido Socialista. Nosotros consideramos que la unión con los socialistas es una necesidad histórica indispensable para ganar la guerra y consolidar y desarrollar la revolución. Por eso queremos, y trabajamos por ella, la fusión de ambos partidos en un partido único. Nadie debe creer que el acuerdo de socialistas y de comunistas va dirigido contra otro partido u organización antifascista. Por el contrario, la unión de socialistas y comunistas, es un paso firme, que favorece la unión antifascista y robustece el Frente Popular. Por eso interesa a todos los demás partidos y organizaciones antifascistas; todos deben mirarla con simpatía y estar en guardia contra los que quieran sembrar la discordia entre nosotros.
Los enemigos de la unidad, enemigos, por tanto, del Partido Único, para crear recelos entre comunistas y socialistas, hablan de absorción, de desplazamiento. No creo que esta campaña divisionista haga mella entre los compañeros socialistas. Pero, por si alguno de los camaradas socialistas tiene alguna duda, por si la cizaña divisionista ha mordido en su ánimo, yo declaro, una vez más, que el Partido Comunista, no quiere absorber a ningún otro partido; los comunistas no quieren desplazar a nadie. En el Partido Único, hay sitio para todos; todos son necesarios; todos tenemos que trabajar juntos en las grandes tareas que tendrá el Partido Único, el partido que se formará por la fusión cordial y en plan de igualdad de los partidos hermanos.
Algunos compañeros socialistas no han comprendido todavía completamente la necesidad de un acercamiento a la CNT y a los compañeros anarquistas. Tienen ciertos recelos, vacilan. Esos compañeros no aprecian, sin duda, debidamente el valor de las modificaciones que han experimentado en el transcurso de la guerra las posiciones ideológicas y políticas de los anarquistas.
Pero, para evitar recelos, para que los compañeros socialistas comprendan bien mi pensamiento, afirmo, al mismo tiempo, que nuestro deseo de colaboración y acercamiento al campo anarquista no significa, de ninguna manera, una maniobra contra el Partido Socialista; no significa que disminuya nuestro deseo de unión con los socialistas y nuestra decisión de ir con ellos hasta el fin, hasta la fusión.
Desde el principio de la guerra hasta hoy, se ha producido en nuestro país un acontecimiento político que tiene una gran importancia. Me refiero a la evolución del anarquismo español. Antes de la guerra, los camaradas anarquistas tenían una posición intransigentemente antigubernamental. Durante la guerra, esta posición se ha modificado sustancialmente, por las enseñanzas mismas de los hechos; los camaradas anarquistas han llegado a colaborar como ministros en un gobierno del Frente Popular. Al principio de la guerra, los anarquistas eran enemigos del Ejército regular y sostenían la teoría de que al fascismo debían vencerlo las milicias de organizaciones y partidos; tampoco aceptaban el mando único; no querían poner la industria en manos del gobierno ni someterla a ningún control del Estado.
Estas posiciones han sido modificadas. Los anarquistas forman hoy parte del Ejército regular, se subordinan a los mandos y a las organizaciones militares; reconocen la necesidad del mando único; muchas organizaciones de la CNT han expresado su deseo de que la industria sea nacionalizada y de que el gobierno asuma la dirección de la industria de guerra. ¿Qué representa esta suma de hechos que marcan la evolución más profunda del anarquismo español?
Representa la incorporación de las masas de la CNT al bloque político de lucha contra el fascismo, al conjunto de fuerzas que ha de consolidar y desarrollar la revolución popular.
El carácter positivo de esta evolución de los anarquistas hace que hoy podamos plantear como problemas prácticos e inmediatos:
Primero. La incorporación definitiva de la Confederación Nacional del Trabajo al Frente Popular.
Segundo. El acercamiento cada vez más estrecho entre la UGT y la CNT hasta la conclusión de una pacto entre estos dos organismos que no sólo sea un pacto formal, de no agresión, como el realizado por Largo Caballero, sino un pacto sustancial, de realizaciones prácticas con relación a los problemas fundamentales de la guerra y de la producción en general. Un pacto que tenga como perspectiva la fusión a través del trabajo en común de las dos grandes centrales sindicales de nuestro país.
Nosotros, los comunistas, estamos dispuestos a colaborar con los anarquistas en todos los campos de nuestra actividad. Sólo les pedimos, y se lo pedimos abiertamente, que rompan con los enemigos de la unidad, que tomen posiciones claras contra ellos. Les pedimos también un mayor control en sus filas. Todavía hay dirigentes anarquistas que no han abandonado completamente la vieja táctica, que piensan en la posibilidad de realizar las mismas acciones.
No. La evolución que he señalado y que ha dado ya buenos ejemplos, tiene que realizarse con todas sus consecuencias.
Nada de métodos antiguos, de formas de lucha que si eran ineficaces bajo el imperio de la reacción, hoy tendrían un nombre muy duro, muy duro. Los dirigentes anarquistas que mejor han comprendido las nuevas circunstancias, que reconocen las necesidades del momento, de la guerra y de la revolución, deben convencer a los más rezagados hasta hacerles emprender el verdadero camino que se debe seguir.
Nuestra línea continuará siendo la de la colaboración más estrecha con los anarquistas, en el Ejército y en las organizaciones económicas.
Al mismo tiempo que la unidad del pueblo en el Frente Popular, hay que fortalecer y estrechar más la unidad de todos los pueblos de España en la lucha por la independencia nacional. ¿Cómo se estrecha y fortalece esta unidad? Con el respeto absoluto a las libertades y a las aspiraciones de esos pueblos. Hay que tener un respeto absoluto por las libertades de Cataluña. Porque Cataluña lucha al lado de España precisamente para defender estas libertades y acrecentarlas. En la medida en que respetemos las libertades de Cataluña y tengamos una comprensión cordial de los problemas catalanes, Cataluña intensificará su colaboración con España, y, juntos los dos pueblos, trabajaremos y lucharemos para ganar la guerra.
Un magnífico ejemplo de unidad nos lo han dado los jóvenes. Yo saludo con verdadera satisfacción la creación de la Alianza Juvenil Antifascista. Saludo también a la JSU, que ha sido la iniciadora y la más constante defensora de la unidad de toda la juventud española, y saludo también al Comité Nacional de la Juventud Socialista Unificada, a los dirigentes de la juventud que, después de haber dado un magnífico ejemplo de unidad y de haber estado desde el primer momento en los frentes de combate, se han reincorporado al Ejército. La juventud ocupa así su puesto en la vanguardia de la lucha. (Gran ovación.)
Miles de jóvenes han caído. Muchos otros miles los han reemplazado en las trincheras. Toda nuestra guerra está llena del heroísmo de nuestra juventud. Debemos estar seguros de que los jóvenes españoles de todas las tendencias, que están con las armas en la mano, no cederán un paso al enemigo. (Grandes aplausos.)
Unidad de todas las fuerzas antifascistas, de todas las fuerzas del pueblo para ganar la guerra, para consolidar y desarrollar la revolución popular. Esto -yo lo afirmo aquí una vez más- es la idea central de nuestra política de guerra, de nuestra política revolucionaria: la unión de todo el pueblo español es la más segura garantía de la victoria. (Estruendosa ovación.)
Una vez analizados aquellos problemas que considero más importante exponer ante el Comité Central en los momentos actuales, pasemos a hablar de nuestro Partido. Siempre, naturalmente, es obligado, en cada reunión del Comité Central, hablar del Partido, puesto que es éste quien lo celebra, pero hablamos siempre de los progresos y también de los defectos y de las debilidades. En este Pleno del Comité Central me vais a permitir que, fundamentalmente, dedique casi toda esta parte a las deficiencias y a la manera de mejorar el trabajo. ¿Por qué? Porque así lo exige la situación. Tenemos un gran Partido, pero este gran Partido necesita reforzar en estos momentos ciertas condiciones de trabajo, que yo espero que una vez planteadas ante el Comité Central, y cuando éste termine, van a constituir, en relación con los problemas planteados, la base fundamental de nuestro trabajo, que debe conocer todo comunista, todo obrero, todo campesino, todo intelectual, todo combatiente, todo el pueblo antifascista.
Creo que no es necesario, ante nuestro Comité Central, destacar una vez más lo que para nosotros, comunistas, es una verdad elemental: que la realización de las tareas que tiene planteadas todo nuestro pueblo, en la grave situación actual, no es posible sin un trabajo continuo, tenaz, de nuestro Partido. Lo que hay que destacar es lo que la situación actual exige de nuestro Partido, de todos sus órganos, desde el Comité Central y el secretariado del Partido, hasta la última célula de todos sus militantes, sin excepción alguna: una tensión máxima de todas sus fuerzas, de toda su capacidad política y de trabajo, de toda su voluntad de resistencia y de lucha. Una vez más, como en Madrid en noviembre de 1936, nuestro trabajo, junto, al de nuestros aliados, hermanos de clase y amigos, decidirá toda la situación. La situación actual exige el fortalecimiento y el desarrollo de nuestro Partido, en todos los campos de su actividad, sobre la base de una política justa. Para lograr este resultado no estará mal si en este Pleno nuestro Comité Central somete la actividad del Partido a un examen crítico, con el fin de discutir errores, debilidades, tendencias e ideas falsas, e indicar el camino para superarlas.
El orgullo por el gran desarrollo de nuestro Partido, especialmente después del mes de julio de 1936, es una cosa legítima y que no está en contradicción con la modestia, que ha de ser cualidad de los verdaderos revolucionarios. El hecho de que nuestro Partido haya despertado, organizado y llevado a una vida política activa a masas que antes estaban desorganizadas y pasivas, es, ante nuestros ojos y ante los ojos de todos los antifascistas, un mérito. Pero hay que tener siempre presente cómo hemos logrado este hecho. Esto fue porque los militantes de nuestro partido, en momentos en que los gobernantes faltaban a su tarea, se lanzaron con todas sus energías a la solución de los problemas vitales para nuestro pueblo y dieron, una ayuda decisiva en la solución de algunos de ellos.
En nuestro Partido, en su línea política y en su actuación cotidiana, algunas capas populares encontraron la defensa más firme de sus intereses inmediatos y de sus aspiraciones. En fin, todo el pueblo de España vio que en cada instante de la lucha el Partido Comunista ponía por encima de todo los intereses generales de todo el pueblo y la causa de la unidad de todas las fuerzas antifascistas.
Hoy, la situación en que trabajamos es una situación nueva, diferente de las anteriores; diferente, en modo particular, de la de los primeros meses de la lucha contra el fascismo. Es preciso comprender las características de esta nueva situación y trabajar como ellas exigen, cosa que muchos de nuestros camaradas, muchas de nuestras organizaciones, todavía no han logrado comprender del todo.
Algunos de los peligros que amenazan a nuestro Partido están vinculados a su mismo crecimiento. El camarada Stalin, el grande y glorioso jefe del proletariado mundial, ha llamado muchas veces la atención de los comunistas sobre los peligros que llevan aparejados los éxitos.
“Los éxitos, como todo en el mundo -dice Stalin-, tienen también sus lados sombríos. En las gentes poco expertas en política, los grandes éxitos engendran, no pocas veces, la incuria, la benevolencia, el engreimiento, un sentimiento excesivo de confianza en sí mismo, la afectación, la fanfarronería.”
Y si bien es verdad que los éxitos obtenidos por nosotros no son ni lejanamente comparables a los grandiosos triunfos de la construcción socialista que ha logrado el gran Partido Bolchevique, me parece que estas palabras de Stalin pueden tener también una significación actual para nuestro Partido. También en nuestro Partido hay el peligro de que los éxitos y el crecimiento del Partido hagan perder la cabeza a algunos camaradas poco expertos en política.
Este peligro se ha manifestado de una manera bastante clara, particularmente -y quiero que prestéis mucha atención a esto- después de la caída del gobierno Largo Caballero, caída en la cual nuestro Partido, como todos conocen, ha jugado, efectivamente, un papel de primer orden. En algunos camaradas se formó entonces la opinión falsa de que nuestro Partido podía convertirse en el único factor de la situación actual, lo que significaba entrar en contradicción con nuestra línea política fundamental, que es una línea de alianza firme, de colaboración estrecha, hasta la fusión, con el Partido Socialista, y de consolidación y extensión del Frente Popular.
Otros camaradas, bajo la influencia de críticas y ataques injustos que se dirigían contra nuestro Partido, se dejaban arrastrar a fórmulas falsas, según las cuales el Partido Comunista debería, fatalmente, en la etapa actual de la revolución, enfrentarse con todas las otras fuerzas políticas de nuestro país. Tales teorías son falsas, porque olvidan que el papel de nuestro Partido consiste precisamente en lo contrario: en ayudar a la unificación de todas las fuerzas antifascistas.
Quizá bajo la influencia de estas teorías falsas, algunos periodistas del Partido olvidan a veces la moderación con que deben desarrollarse hoy las discusiones y polémicas de prensa, cuando no están dirigidas contra los enemigos del pueblo y sus agentes, los enemigos de la unidad y del Frente Popular.
Quiero llamar también la atención de todos los camaradas sobre la posibilidad de que se manifiesten en nuestro Partido, hoy, en una situación grave, difícil, complicada, ciertas impaciencias que pongan en peligro la unidad del movimiento obrero y el desarrollo del Frente Popular. Nunca hay que olvidar que en nuestro país no existe un régimen soviético ni un régimen de dictadura del proletariado y que nuestro Partido ni tiene ni puede tener en sus manos todo el poder.
El gobierno actual es un gobierno de coalición de diferentes partidos del Frente Popular. Es claro que no siempre sus decisiones pueden corresponder totalmente con la posición de nuestro Partido, pero podemos afirmar que, hasta hoy, no hay ninguna decisión o medida del gobierno que impida a nuestro Partido trabajar, con toda su fuerza, por el fortalecimiento del Ejército, por el desarrollo de una sólida industria de guerra y, sobre todo, por el fortalecimiento de la unidad antifascista, del Frente Popular. A la cabeza de nuestro Partido está su Comité Central, está su Buró Político, que ya han dado bastantes pruebas de ser celosos vigilantes de los intereses del pueblo, y en los cuales deben tener confianza completa todos los militantes. (Aplausos.)
Algunas veces, en vez de reaccionar de una manera nerviosa ante una u otra medida del gobierno, perdiendo la visión completa de la situación, es preciso que nuestros camaradas piensen más seriamente, más profundamente, en la manera de cómo se deben aprovechar las fuerzas y posiciones de nuestro Partido para lograr los objetivos comunes de todas las fuerzas antifascistas de España.
Para eliminar todos estos errores, vacilaciones y tendencias falsas es preciso que todos los militantes del Partido se acuerden, siempre, de que la política del Partido Comunista de España es y debe ser una política firme y consecuente de Frente Popular. Que esto no se olvide jamás.
¿Qué significa esto, desde el punto de vista del trabajo práctico del Partido? Esto significa, esencialmente, dos cosas:
Primera. Que el Partido debe mantener en todo momento el contacto más estrecho con las masas, ser el defensor más enérgico de sus intereses y del interés general de nuestro pueblo, en su lucha contra el fascismo y la invasión extranjera.
Segunda. Que el Partido no debe hacer nada que vaya contra la unidad de todas las fuerzas antifascistas; que debe ser el mejor campeón de la unidad cada día más estrecha de estas fuerzas.
En lo que concierne al primer punto, entiendo que se debe luchar sin piedad contra toda forma de burocratización del Partido. Esto es también un peligro. En el momento en que muchos camaradas son llamados a ocupar puestos en el aparato del Estado, altos mandos militares, etc., conservar en ellos la sencillez de militante revolucionario y el contacto inmediato con la masa popular es una virtud del comunista. Esto es una necesidad absoluta, si se quiere evitar el peligro de que se produzcan degeneraciones oportunistas. El fortalecimiento de nuestros vínculos con las masas significa también trabajar más en los sindicatos.
Eliminar estas debilidades es una tarea inmediata a cumplir, en la cual cada organización deberá concentrar lo mejor de sus fuerzas. También en la masa femenina, a pesar del trabajo realizado, hay un terreno enorme que cultivar, máximo en el momento en que la incorporación en masa de la mujer a la producción se impone como una medida para ganar la guerra.
El fortalecimiento de nuestros vínculos con las masas exige también que se trabaje con más intensidad entre los sin partido, para evitar que se conviertan en un semillero de descontentos o sean presa de la propaganda del enemigo. Encontrar nuevas formas de organización de estas masas, adaptarlas a cada capa de la población y a cada situación local, es una tarea de la más grande importancia.
En lo que concierne al segundo punto, creo que hay que recomendar a nuestros camaradas que algunas veces sean más modestos, lo que les permitirá jugar un papel más eficaz junto con los socialistas, con los republicanos, con los anarquistas, etc. Luchando por la unidad, continuaremos desarrollándonos y fortaleciendo nuestras filas.
Quería también recordar aquí que el crecimiento de nuestro Partido ha sido más rápido de lo que nosotros podíamos esperar. En consecuencia, muchas de las posiciones que hemos logrado no están todavía sólidamente conquistadas. El desarrollo del Partido tiene un poco el carácter de espontaneidad, y para consolidar nuestras filas es preciso mucho, mucho trabajo. No debemos olvidar que la situación en que se desarrolla la revolución española y se combate en esta guerra por nuestra independencia nacional es muy complicada. No son muchos los camaradas de los cuales podríamos decir que sabrían orientarse independientemente -entiéndase bien-, en los virajes rápidos que puedan esperarnos en el porvenir.
Por esto, el trabajo para la formación de cuadros del Partido fuertes ideológica y políticamente formados, debe ser acelerado en todas sus formas.
Esto significa, no solamente que se deben organizar escuelas en el centro y en cada organización local. Esto significa que se deben abrir las puertas al avance de nuevos cuadros en los puestos de dirección del partido, en todos los grados de la organización. Queremos que se ponga fin, de una vez y para siempre, a la situación en que se hallan muchas de nuestras organizaciones, donde todo el trabajo de dirección está concentrado en manos de un número extraordinariamente reducido de camaradas.
¡Adelante los jóvenes, que nunca han cubierto puestos de dirección, pero que tienen una capacidad de trabajo y de dirección que sacan del contacto con las masas en el lugar mismo de trabajo y en los sindicatos! (Grandes aplausos.)
Esta crítica va dedicada también a los camaradas que dirigen nuestra organización de Madrid. En una ciudad como Madrid, con una organización tan rica en fuerzas magníficas, y en experiencias, y que tiene raíces tan profundas en el pueblo, no es posible que la actividad de dirección del Partido se concentre en uno, dos o tres camaradas.
¡Más audacia en la elevación de nuevos cuadros a puestos de dirección! (Aplausos.)
Los comités provinciales que acaban de perder elementos dirigentes, por haber sido movilizados, deben seguir esta directriz, y ésta será una manera de acelerar el desarrollo y el fortalecimiento del partido.
Un magnífico ejemplo nos lo han dado los dirigentes de las JSU, constituyendo una nueva dirección de su organismo con elementos jóvenes, que en la nueva tarea que les incumbe se formarán como dirigentes.
¡Al Comité Nacional de las JSU, que, incorporándose a filas ha dado un ejemplo de disciplina a todo nuestro pueblo, envío desde esta tribuna el saludo más fervoroso del Comité Central de nuestro Partido! (Gran ovación.)
La última cuestión, sobre la cual quiero llamar vuestra atención y la de todo el Partido, es la vigilancia revolucionaria. El mismo crecimiento del Partido nos impone ser vigilantes. No solamente existe el peligro de que elementos trotskistas y otros enemigos del pueblo penetren en nuestras filas; existe también el peligro de que penetren en la mente de camaradas jóvenes o nuevos e inexpertos elementos extraños a nuestra ideología, que es la ideología del marxismo y del leninismo, como nos fue enseñada por Marx, Engels, Lenin y Stalin. Hay enemigos del pueblo que piensan que el hecho de tener en su bolsillo el carnet del Partido puede permitirles ocultarse mejor para continuar su obra criminal de desorganización, de desmoralización, quizá también de provocación y espionaje. El Partido debe ser el más vigilante en la limpieza de sus filas y, al mismo tiempo, colaborar con todas las demás organizaciones antifascistas en el gran trabajo común de lucha contra la provocación. La posesión del carnet del Partido no siempre es suficiente para demostrar que se es digno de confianza absoluta. Es necesario el trabajo, el contacto con las masas y, además, el control severo de los dirigentes del Partido, particularmente sobre los elementos que ocupan puestos de responsabilidad en el aparato del Estado, en el ejército, en los sindicatos. La observación atenta, el estudio del pasado de cada militante y de su vida actual son instrumentos indispensables de este control.
Camaradas: Todos los problemas, todas las tareas que he indicado en esta última parte de mi informe, dedicada al desarrollo del Partido, se pueden concentrar en un problema único: el de la unidad del Partido. La tensión enorme de nuestras fuerzas que la situación actual exige, podremos lograrla si estamos unidos, compactos, disciplinados como un verdadero ejército. La unidad del Partido es nuestro bien supremo, es lo que nos ha permitido hasta ahora lo que nos permite y permitirá, en el porvenir, hacer frente a las situaciones más graves, reaccionar rápidamente ante problemas y situaciones nuevas. Sería una ventaja demasiado grande para el fascismo si esta unidad fuera quebrantada. Pero no será quebrantada nunca, porque sus cimientos no consisten solamente en la disciplina y preparación ideológica de los miembros del Partido, sino también en la convicción profunda, que penetra hasta el último de nuestros militantes, de que la línea de nuestro Partido es justa, corresponde exactamente a la situación actual, interpreta exactamente las aspiraciones e intereses de la clase obrera y del pueblo de España, y de que a la justeza y firmeza de esta línea política; bajo la dirección de la Internacional Comunista, se unen la firmeza y el acierto de nuestro Comité Central, que en los momentos más graves ha sabido cumplir perfectamente su tarea de dirigir al Partido entero por el camino justo y mostrar la senda del triunfo, junto con nuestros hermanos socialistas, a toda la clase obrera y a todo el pueblo español.
¡Camaradas del Comité Central!
He examinado los problemas que, a mi entender, son tos más fundamentales en la situación actual. A vosotros os los someto para su discusión, seguro de que nuestras resoluciones sobre los mismos alumbrarán el camino a todo nuestro partido, a todo nuestro pueblo en la lucha implacable contra el fascismo.
Sólo me resta una cosa. Gritar:
¡Viva la unidad de nuestro Partido!
¡Viva el Partido Único del Proletariado!
¡Viva el Frente Popular!
¡Viva el Ejército de la victoria!
(El Pleno del Comité Central contesta clamorosamente a estos vivas y los subraya con una formidable ovación que dura varios minutos. Todos, en pie, entonan la “Internacional”)