Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
La fecha del 16 de febrero quedará en la historia de la democracia española como un día de lucha gloriosa y de victoria. Y a toda victoria, a todo triunfo del pueblo, le precede forzosamente la lucha y el derramamiento de sangre. El Frente Popular, forjador de la victoria del 16 de febrero, nació como consecuencia de las luchas de octubre. De aquella derrota momentánea de los trabajadores, surgió la necesidad de unir los esfuerzos de todos los proletarios y antifascistas, única manera de contener los desmanes fascistas, primero, y de crear las condiciones para su aplastamiento, después. Comprendiendo la gravedad de la situación que se había creado después de la derrota de octubre, que trajo como consecuencia el reforzamiento momentáneo de la reacción y del fascismo, el Partido Comunista no cejó ni un solo momento en su campaña para conseguir la creación de un bloque antifascista y por su tenacidad le cabe el honor de haber sido el iniciador, el forjador del Frente Popular.
La jornada del 16 de febrero de 1936 representó el triunfo de la democracia, porque el pueblo marchó unido. La experiencia de febrero sirvió para que en la lucha armada de julio se presentaran unidos todos los antifascistas contra sus enemigos, que, llenos de odio ante los avances de las fuerzas populares, provocaron el movimiento del 18 de julio, alzándose en armas contra la República.
El 16 de febrero nos unimos para rescatar la República, defendiendo la democracia y el derecho a la libertad del pueblo. El 18 de julio, ante la traición de los generales, aliados al fascismo internacional, empuñamos juntos las armas para defender esos mismos principios constitucionales, más algo esencial para la existencia de nuestro país, su independencia ante la invasión extranjera, atacada por los incendiarios de la guerra, el fascismo alemán e italiano. Luchamos desde entonces por nuestra independencia, por la democracia, por la paz, por la cultura, y la civilización. Y en esta lucha santa, en esta cruzada en que se juega la vida o la muerte de nuestro país y el porvenir de los trabajadores, la condición fundamental para la victoria es, como ayer, la unidad antifascista.
Eso va siendo comprendido por todos los partidos y organizaciones enemigas del fascismo. La CNT ha venido, en el transcurso de la guerra, a fortalecer esta unidad antifascista, participando en las responsabilidades del Gobierno. La elocuencia de este hecho dice más que las palabras. Los camaradas anarcosindicalistas han comprendido que el esfuerzo aislado no es garantía de la victoria. Por eso caminan sobre la misma senda antifascista que las otras organizaciones y partidos: unidos para ganar la guerra. Esta unidad antifascista se ha realizado sin que nadie haya hecho abandono de sus ideales ni sacrificios que redunden en perjuicio de sus principios, y por eso será duradera. De parte nuestra haremos cuanto sea preciso para consolidar esta unidad, que permitirá acortar los plazos de la contienda actual, salvando al pueblo del hambre y la muerte, y a España de las manos del fascismo invasor.
Málaga, al caer en manos de los bárbaros fascistas, ha servido para fortalecer aún más la unidad. El golpe ha sido muy duro para no sentir vibrar nuestra alma antifascista y proponernos seriamente crear las condiciones para ganar la guerra.
El clamor popular se hace irresistible para los que aún no están convencidos de que lo primero es ganar la guerra, y que a esto hay que sacrificarlo todo. En la retaguardia no debe haber más frivolidades y ensayos prematuros de “socialización” y “colectivización”. La preocupación de los hombres de la retaguardia debe dirigirse a trazar las normas que permitan una producción ordenada con vistas a la guerra. Ayudar al Gobierno a centralizar las industrias, a coordinarlas y que todas las fábricas produzcan con ritmo acelerado para la guerra.
Crear en el pueblo la conciencia del sacrificio que la guerra impone para que la carga se reparta por todos los que combaten en los frentes y los que ayudan en la retaguardia. El caso de Málaga no debe producirnos sólo dolor; hay que extraer de él las experiencias para corregir las causas que lo han determinado. El pueblo lo exige, lo reclama. Hay que aclarar responsabilidades y proceder con energía, para que el pueblo y el ejército cuenten con garantías y no decaiga su fe y entusiasmo en la victoria. Depurar sus mandos, establecer el servicio militar obligatorio: he aquí un anhelo del pueblo, que hay que satisfacer.
El 16 de febrero, primer aniversario del triunfo electoral del Frente Popular, no puede separarse del 18 de julio, día de la traición de unos generales ambiciosos y desleales. Son dos fechas simbólicas de nuestra historia en la lucha contra el fascismo. La victoria nos correspondió en la primera, porque fuimos unidos a la lucha, la segunda nos pertenecerá también si estrechamos aún más nuestra unidad.
¡Por la creación de un gran Ejército Popular!
¡Por la unidad de todos los antifascistas, a través del Frente Popular! Ganaremos la guerra, afianzaremos la República democrática y parlamentaria y abriremos amplios cauces para construir una nueva España, próspera y feliz.