Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
Camaradas, pueblo de Madrid, pueblos de toda España:
A los seis meses de guerra, merece la pena examinar un poco de cerca la situación. Merece la pena examinar de cerca la situación porque, si bien hemos dado buenos pasos en la lucha, en la guerra de liberación nacional que se desarrolla en España, también tenemos muchos tropiezos, Y debemos salir al paso de ellos, para que pueda mejorar la situación, para que podamos ganar la guerra rápidamente.
Todo está en nuestro favor si hay un poco de compresión y si hay, sobre todo, algo de inteligencia en los partidos políticos y en las organizaciones sindicales.
Ayer hubo una sesión en el Parlamento. El presidente del Gobierno hizo en ella un corto discurso, un magnífico discurso, un llamamiento a todo el pueblo de España, para que termine ya todo aquello que estorba, que perjudica la buena marcha de las cosas. Y yo quiero esta noche plantear bien estos problemas, porque son problemas que siente el pueblo entero, porque quiere terminar con ellos, y porque cada uno ha de ser un vigilante de sí mismo y de los demás para que lo que pide el Gobierno se lo demos sin regatear, porque ésa es la condición indispensable para alcanzar la victoria. Hay que dar al Gobierno del Frente Popular la confianza pedida ayer en las Cortes.
Porque si todos los diputados representan a los partidos que les otorgaron esta confianza, y se la otorgaron con gran entusiasmo, yo digo: si están todas las fuerzas políticas y sindicales representadas en el Gobierno y si este Gobierno es la verdadera expresión popular, no han de ser solamente los diputados, sino el pueblo entero quien deposite en él su confianza, y a aquel o a aquellos que no estén dispuestos a caminar en esa dirección, hay que comenzar a señalarlos como elementos que ayudan, que favorecen, directa o indirectamente, los intereses de nuestros enemigos. (Aplausos.)
Tenemos un Gobierno de Frente Popular, que es el Gobierno de todo el pueblo, y toda la ayuda, todo lo que somos y representamos detrás del Gobierno como partidos, como hombres, como antifascistas, hay que ponerlo al servicio del Gobierno, pero tenemos también otros organismos: se están constituyendo en España los Ayuntamientos, a los que hay que dar todo el poder municipal, porque en ellos está representada toda la fuerza de los partidos políticos y organismos sindicales, y desde el momento en que se constituyan los Ayuntamientos del pueblo, en Madrid, Valencia, en Alicante, donde sea, en aquello que atañe al orden municipal, sobran todos los Comités. (Aplausos.)
Camaradas, seis meses de guerra enseñan mucho más que años enteros de lectura, que años enteros de lucha. Seis meses son más que suficientes para que se comporten con toda responsabilidad los partidos políticos y las organizaciones sindicales.
Hay que ir fijando bien la situación. Y si esto ocurre así y es necesario que así se proceda con el Gobierno, con los Ayuntamientos debe procederse igual. Se están constituyendo los Ayuntamientos con representaciones de todas las fuerzas del Frente Popular, y es preciso que en cuanto los Ayuntamientos se constituyan, los Comités desaparezcan.
También como los Ayuntamientos, se han constituido Consejos, o como se les quiera llamar, de vigilancia, bajo la dirección del Ministerio de la Gobernación. Y si en este Consejo de Seguridad están representadas todas las organizaciones, como no puede haber en España más acción ejecutiva, el brazo ejecutor deben ser el Gobierno y la Dirección General de Seguridad. Hay que acabar con esa segunda justicia tomada por la mano que llega al extremo de eliminar físicamente a los individuos. En España no debe haber más que una jurisdicción ejecutiva y esa es la que debe imperar. Ninguna justicia, sea anarquista, comunista o socialista, es justicia, si no es una justicia del Gobierno.
Por otra parte, hay problemas fundamentales que están perjudicando enormemente la rapidez del triunfo. El triunfo es completamente seguro, pero queremos triunfar pronto. Tenemos todas las condiciones para que la guerra se pueda acortar o alargar, según la comprensión de los partidos y organizaciones sindicales y los hombres que tienen la responsabilidad del Gobierno. Y tenemos que fijarnos en dos cosas importantes: la industria y la agricultura, con las que vienen haciéndose ensayos por cuenta propia. Camaradas, pueblo de España, es necesario terminar con tanto ensayo. La industria debe producir todo lo que necesite la guerra, para ponerlo al servicio del frente que lo precise. Si en Cataluña se producen fusiles o cañones, no serán obligatoriamente para Cataluña; si los necesita Madrid, a Madrid se mandan; si los necesita Aragón, se mandan a Aragón. Pero para que esto ocurra es necesario que las industrias de guerra estén centralizadas en manos del Gobierno; que los Comités desaparezcan y los Sindicatos tengan un control bajo la dirección del Gobierno legítimo de la República.
Los ensayos “socialistas” en las industrias son muy prematuros y muy peligrosos. Se socializa una industria con toda facilidad y se puede, al mismo tiempo, demostrar que se vive magníficamente, que la industria se desarrolla muy bien, porque mientras esa industria tiene los elementos necesarios para la producción, durante un mes o dos se puede hacer todo. Pero cuando comienzan a faltar las materias primas, entonces se empieza a tambalear y se recurre al Gobierno, y si el Gobierno no puede atenderla según quieren los “socializadores”, éstos dicen que ha fracasado el Gobierno y que hay que formar un gobierno de tipo sindical.
Camaradas, estamos en guerra, y en una guerra muy seria, y no se puede jugar a la guerra. Queremos la nacionalización de toda la industria, que todo se haga bajo el control del Gobierno y que éste envíe los materiales a los frentes donde sean más necesarios.
También en la agricultura se hacen ensayos de éstos. ¿Es posible que todavía se quieran hacer ensayos en la agricultura? En este aspecto, algo va mejorando la situación.
Yo hago este llamamiento a quien queriendo hacer un beneficio no lo hace, al ir al campesino a colectivilizarle por la fuerza, a los que, haciéndolo en nombre de una ideología o de un Comité, se incautan de las cosechas y se llevan los cochinos y las gallinas. Nosotros queremos, porque es la única política que se puede seguir para ganar la guerra, que el campesino, que nunca ha sido respetado por los terratenientes, por los caciques, por el Estado, ahora, cuando tiene un respiro, como consecuencia de la situación, vea que los obreros son sus mejores amigos, sus mejores aliados. Que el Estado ayude al campesino con simientes, con maquinaria, con dinero, con todo lo que necesite para sacar de las entrañas de la tierra cuantos frutos sean necesarios para los que están en la retaguardia. Si los campesinos no se ven ayudados, si, por el contrario, ven desaparecer el fruto de su trabajo, se desalientan y dejan de sembrar la tierra, y cuando pase un poco de tiempo, veremos que ésta produce el cincuenta o sesenta por ciento menos de lo que producía antes de la guerra. Se creará una situación verdaderamente difícil, y entonces el campesino, en lugar de ser un aliado valiosísimo para ganar esta guerra, creándose un estado espiritual, más que amigo del obrero y del Estado que representa al pueblo, comenzará á mirarles con recelo y se convertirá en su enemigo. Todos debemos ayudar al campesino cuanto podamos: que trabaje la tierra que se le ha dado al desaparecer los terratenientes, y que la trabaje individual o colectivamente, como mejor prefiera. Si en algunos sitios comprende la colectivización, que la haga, y si no la comprende, que la trabaje individualmente; la ayuda del Estado será lo mismo para unos que para otros.
En la URSS después de muchos años, los campesinos han comprendido que con menos trabajo la tierra produce más. ¿Pero esto se ha hecho acaso con las armas? No; en la URSS se hizo solo en la forma de ayuda, de la magnífica ayuda que el Poder soviético prestó con maquinaria, con simientes, con todo lo que el campesino necesita para trabajar la tierra. Y cuando el campesino ve la ayuda del Gobierno que la manda la maquinaria y las simientes que necesita, entonces el campesino siembra su tierra, la trabaja con entusiasmo y le saca el máximo de producto.
Hay que acabar con los ensayos en la cuestión de la agricultura, porque ya están costando bastante caros. Si esto impide que podamos ganar la guerra más pronto, todo el pueblo, aprisa, en pie, debe señalar a los que no comprenden bien esto: que a los campesinos no se les pueden quitar los productos de la tierra, porque entonces los campesinos dirán: “No sé qué será mejor, si lo de antes o lo de ahora.” Y esto hay que evitarlo. En este sentido, hay que acabar con esta situación. Si tenemos un gobierno reconocido por el pueblo, hay que acabar con todos los “gobiernos” pequeñitos. No queremos más que un gobierno, y si el pueblo ve que no representa bien sus intereses, que nombre otro. Pero mientras sea gobierno, toda la autoridad para él, y los gobiernos pequeñitos meterlos en una espuerta y enterrados. (Aplausos.)
Y cuando hablo en este sentido no lo hago con ánimo de ofender a ninguna organización política ni sindical. Lo que quiero es que estén bien compenetrados con esta necesidad los que tienen en su mano la dirección. Que no se dé el caso de que puedan escapar a la acción de esos organismos los individuos que obran por su cuenta, y después se diga que una determinada organización no tiene nada que ver con ellos. Las organizaciones deben ser responsables de los actos de sus afiliados porque las directivas son nombradas para eso por los sindicatos, y si no saben hacerlo que les suspendan de su cargo.
Nuestro partido tiene tal confianza en todos sus miembros, que si alguno se descarría y hace alguna cosa que no esté bien, se le llama la atención, y si el caso tiene alguna gravedad, se le expulsa del partido, porque en el Partido Comunista no cabe quien no cumpla bien (Aplausos.)
Hay otra cosa que atañe a la economía de España. Han surgido nuevos caseros. Antes, era evidente que los caseros explotaban al inquilino. Exigían el pago de los alquileres, incluso a los obreros parados y enfermos, y si no pagaban los lanzaban a la calle. Pero hoy ha surgido un nuevo tipo de caseros. En Madrid, por ejemplo, hay una determinada organización que cobra mil quinientas casas cada mes. Y no solamente las cobra, sino que si antes el viejo casero presentaba el recibo el día 4 o 5 del mes, hoy ellos lo presentan el día primero, y si no se paga amenazan con las pistolas. Esto no es posible que pueda continuar. No hay organización, sea quien sea, autorizada para cobrar rentas de casas.
Es muy justo que las organizaciones, autorizadas por el Gobierno, tengan una casa de las incautadas en condiciones para trabajar como partido u organización sindical. Pero todas las demás casas deben pasar al Ministerio de Hacienda, al Gobierno, a quien sea, y que nadie en absoluto, ni Comités ni organizaciones, puedan cobrar las rentas de las casas por más tiempo. Ese dinero de los inquilinos debe ir a parar al Estado para continuar haciendo obras en la finca o para manejar el dinero atendiendo a las necesidades de la guerra. Hay que terminar con los nuevos caseros, pues esto no habla bien en favor de las organizaciones que actúan de esta manera..
Todas estas cosas es necesario plantearlas a los seis meses de guerra, pues aunque hemos dado algunos pasos buenos en el sentido de la unidad del Ejército, es necesario vencer las dificultades que aún entorpecen nuestra marcha.
Hay también una cuestión fundamental: la cuestión del transporte. El transporte crea muchas dificultades en las necesidades de la guerra. No solamente las del frente, sino las de la retaguardia. Debe haber un organismo que trabaje bajo la dirección del Gobierno, para que cuando se necesiten cien o doscientos camiones para transportar el trigo de una provincia a otra, o enviar tropas, o lo que sea necesario, lleguen a la hora que se necesite. No se puede permitir que haya dificultades para transportar harina o municiones porque cada organización quiera tener en su casa, uno diez camiones y la otra veinte; de esa manera no habrá camiones ni para la guerra, ni para las necesidades de la retaguardia. Hay que centralizado todo bajo la dirección del Gobierno. Todo el transporte para las necesidades de la guerra, y el que no lo haga así ayuda, consciente o inconscientemente, a los enemigos, a los fascistas.
Las armas, para los que quieran combatir.
Después de señalar algunas de las dificultades apuntadas, que yo creo harán por evitar los partidos políticos y organizaciones sindicales, la situación puede mejorar mucho y muy rápidamente en los frentes. Pero en la retaguardia también se necesita mejorar un poco la situación.
Combatientes los tenemos en todos los frentes. El de Madrid es el más apremiante. Es el que mejor representa la fuerza y el heroísmo de nuestros combatientes. Es el que representa la epopeya que ha llenado de asombro y de emoción a todos los pueblos del mundo. Podemos asegurar que los combatientes de Madrid no dejarán pasar al enemigo. Pero no en todos los frentes hay la misma situación, y se nos olvida la necesidad de hacer un Ejército regular organizado, disciplinado y con las reservas necesarias para poder relevarse en aquellos sectores en que la situación lo exija, cuando los combatientes están cansados. Se necesitan reservas, se necesita hacer un ejército en condiciones de poder relevar a los que están en los frentes. Pero todavía hay gentes sin controlar y que van y vienen al frente como el que va y viene a una romería o a una fiesta. Esto no puede ser, El que está en el frente tiene que estar en el frente hasta que se lo manden. Al que abandone su puesto sin tener en cuenta las necesidades del frente, sin obedecer al mando único; al que haga esto, se le deben quitar rápidamente las armas, para entregarlas a aquellos que quieran luchar. Las armas no son para lucirlas, sino para dispararlas contra el enemigo. (Aplausos.)
Por eso, en relación con la retaguardia, nosotros consideramos que no es suficiente el Ejército Popular en el sentido del voluntariado. No; en esta guerra de liberación nacional de España, los españoles -y al decir españoles no me refiero a Franco ni a Mola ni a sus lacayos sangrientos, porque esos no son españoles- necesitamos imponemos la obligación de aportar cada uno su grano de arena en esta lucha para la defensa y la independencia de nuestra patria.
El camarada Thorez os hablaba de la Brigada Internacional. Yo no asistí a aquella conversación a que él aludía; pero hablé, en cambio, con un compañero alemán de la misma brigada, que tenía sesenta y seis años, y cuando nos vio venir, lleno de alegría, nos dijo: “Estamos en España yo y mis tres hijos, en el frente de Madrid.” Y yo pensé: estos tres muchachos extranjeros y su padre están luchando por la independencia de España, mientras en Murcia, en Alicante, en Valencia y otras poblaciones, hay miles de españoles jóvenes, sanos y fuertes, que no luchan. Un camarada periodista extranjero me preguntaba: “¿Cómo es posible que, con la guerra que hay en España, se vean tantos jóvenes en la calle que no están movilizados?” Tiene razón al extrañarse de que suceda esto. Por eso queremos que se cree, no solamente el Ejército Popular, sino el Ejército obligatorio. Porque con el Ejército obligatorio podremos tener todas las reservas necesarias y al mismo tiempo impediremos que puedan pasearse con tanta tranquilidad, por las calles más anchas de Valencia, Barcelona y de otras capitales y otros pueblos, tantos hombres que debieran estar en el frente. (Aplausos.)
Servicio militar obligatorio, porque la lucha es por el bienestar y la independencia de España, y el que no quiera luchar voluntariamente que vaya a la fuerza. (Aplausos.)
En este sentido nos queda todavía mucho por hacer, y lo más grave puede consistir en que lo hagamos cuando ya sea tarde. Hay que hacerlo pronto, para que todos en absoluto, ocupando el puesto que a cada uno le corresponda en la vanguardia, en el frente o en la retaguardia, estén en la guerra de verdad y no jugando a la guerra. Todos, absolutamente todos, debemos ayudar. Hay que formar reservas. Muchos hombres que sepan manejar las armas, el fusil, la ametralladora; que conozcan la organización y la disciplina. Hay quien dice que no hay bastantes armas. Pero las habrá para todo el que sepa manejarlas. En España sabemos fabricar armas. Hay quien creía que España era un país muy atrasado, y se ha podido comprobar que sabemos construir aviones mucho mejores que los de nuestros enemigos. Lo primero, es saber manejar las armas. Armas las tendremos, porque trabajaremos sin descanso. Pero si no cumplimos nuestro deber y nos limitamos a paseamos luciendo la blusa de miliciano y adornándonos con una pistola del nueve, no haremos nada de provecho.
Quiero plantear ahora la necesidad de apoyar, no sólo a los campesinos, sino también a los pequeños industriales y comerciantes. También en este aspecto hay que acabar con los abusos. Todos los que sean nuestros aliados, todos los antifascistas, todos los que quieran luchar por la independencia de España, deben encontrar en nosotros acogida y apoyo y no se puede tolerar que se les haga víctimas de abusos.
En la España republicana ya no hay terratenientes, ni grandes capitalistas. El alto clero ya no domina la situación, ni hay grandes banqueros. Todas las conquistas democráticas hay que consolidarlas sobre la base del respeto y la ayuda a la pequeña propiedad. Hay que trabajar en esta dirección. Para eso se ha constituido el Frente Popular y para eso tenemos un gobierno de Frente Popular.
En este sentido, yo me permito llamar la atención de las organizaciones para que en ningún momento se pueda debilitar la unidad de acción entre las fuerzas obreras. Nosotros queremos mantener y mantenemos buenas relaciones con el Partido Socialista, con los anarquistas, con la UGT y la CNT.
Pero queremos reforzar mucho más todavía estos vínculos fraternales, porque en la medida que los reforcemos tendremos una fuerza mucho más en condiciones de salir al paso de aquellos que atropellan a nuestros aliados y perturban la marcha victoriosa de la guerra, perjudicando la marcha del comercio y de la industria.
Hay quien piensa que los comunistas quieren, después que hayamos ganado la guerra, ir a la “segunda vuelta”, y dar la batalla a los anarquistas. Esto es falso. Es una monstruosidad. Nosotros queremos luchar juntos y disfrutar juntos la victoria. Y nos duele en el alma cuando vemos una lucha de anarquistas con comunistas, de socialistas con anarquistas. Nosotros no queremos esto. La lucha entre hermanos no debe ser, porque se debilitan nuestras fuerzas, que necesitamos tener bien aceradas para lanzarlas como una catapulta contra el enemigo común. Ahora, cuando en el campo enemigo tenemos el ejemplo de que se pelean falangistas y requetés, ¿cuál debe ser nuestra contestación? Unificar nuestras fuerzas, porque cuando el enemigo se descompone, nosotros tendremos una fuerza mayor abrazándonos comunistas, anarquistas y todos los elementos del Frente Popular. Y cuando se cometan hechos de la naturaleza que hemos explicado, podremos decir: Esos que así obran no pertenecen a ninguna de nuestras organizaciones. Pero, al mismo tiempo, queremos también reforzar el Frente Popular, reforzarlo bien, con todas las fuerzas de carácter democrático, con todas las fuerzas progresivas, con todos los hombres que están luchando por la libertad de España, uniéndolas de la manera que decía el presidente de la República, señor Azaña, en su discurso de hace pocos días: “Las fuerzas que luchan juntas, todas las fuerzas del Frente Popular, deben continuar luchando juntas, no sólo hasta la victoria, sino después de la victoria.”
Esto es lo que queremos, como condición indispensable para el triunfo, porque no hay razón para decir que ya no es necesario un gobierno de Frente Popular. Necesitamos el Frente Popular para ayudar a respaldar al Gobierno. Con este instrumento vamos a forjar la victoria.
Éste es el sentido con el que estamos defendiendo con todo coraje la República democrática, parlamentaria. Una república que no es al modo de las repúblicas anquilosadas que conocemos de otros países, sino una república de nuevo tipo, erigida sobre la base de liquidar lo que ha sido liquidado ya en nuestro territorio: los grandes terratenientes, los grandes capitalistas, los banqueros y los fascistas. Lo que hace falta es consolidar estas conquistas de carácter democrático, y lo primero que necesitamos para consolidar esta situación es ganar la guerra. Las armas están por entero en manos del pueblo. Hay quien dice que queremos llevar al pueblo a la república antigua. Cuando el pueblo tiene las armas en la mano, no hay república antigua que valga, porque el pueblo, después de ganar la guerra, dirá la última palabra. Dirá qué régimen quiere darse. Ahora, hay que ganar la guerra, y después España será un país libre, independiente, feliz, y todo el mundo tendrá que comprender que la fuerza de la razón está en el trabajo y en los trabajadores.
El Gobierno pide, y tiene derecho a pedir, que le demos lo que necesita para ser un Gobierno fuerte, con prestigio y con autoridad. ¿Lo haremos así? El pueblo, inteligente y seguro de su fuerza, sabrá señalar muy seriamente a los que no cumplan con su deber en estos momentos ante la gravedad de la situación. Queremos ganar la guerra para salvar la vida y el pan de nuestros hermanos. ¿Y cómo se puede ganar la guerra rápidamente? Con trabajo, disciplina y organización. A trabajar, pues, todas las organizaciones políticas y sindicales y ya veréis qué pronto ganamos la guerra. El enemigo es fuerte. Para vencerle, necesitamos toda la fuerza de las armas, pero necesitamos también la fuerza de la unión y de la disciplina. Sabremos demostrar que el enemigo puede ser batido y aniquilado. Pero todo bajo la dirección de nuestro Gobierno.
¡Viva el Gobierno legítimo de la República! ¡Viva el Frente Popular! ¡Viva la unidad de todo el pueblo antifascista de España! (Gran ovación.)