Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
Camaradas, antifascistas todos:
Nuestro partido tiene el deber de hablar, decir constantemente, cada día, cada hora, cada minuto, al proletariado de Madrid y de toda España, a los antifascistas todos, qué momentos vivimos, dónde estamos y hacia dónde caminamos. Y hasta conseguir nuestro propósito, que en este momento es que cada obrero y cada antifascista ocupe su puesto en la defensa de Madrid, no cejaremos ni de hablar en mítines, ni de escribir en los periódicos, ni de hacer todo lo necesario, porque para nosotros la única cosa que tenemos que hacer ahora es que Madrid, tomando estas medidas y cada uno cumpliendo con su deber, pueda ser la garantía -aunque los fascistas se puedan acercar a él- de que Madrid jamás podrá ser tomado por los fascistas.
Por eso es necesario plantear ante vosotros dónde estamos y hacia dónde caminamos. En la guerra civil y en toda guerra hay reveses y éxitos. Nosotros, en los primeros momentos de la guerra, tuvimos grandes éxitos contra el enemigo. Fue en Madrid donde, debido al heroísmo del proletariado, se le pudo vencer en veinticuatro horas; en Valencia, Cataluña, Albacete, Alicante y otras provincias de España le pudimos vencer también. Rápidamente, el enemigo fue acorralado en otras provincias, nosotros estábamos totalmente a la ofensiva en los primeros momentos de la guerra; pero viéndose perdido, y como la causa de los fascistas no es una causa exclusivamente de ellos, sino que tiene relación también especialmente con Alemania, Italia y con Portugal, viendo la causa de los fascistas españoles perdida, salieron en ayuda de ellos, dándoles armamentos y víveres, todo aquello que podía robustecerles, para ver si podían seguir dominando la situación para aherrojar a la España popular y democrática.
Y gracias a esta ayuda, el enemigo ha conseguido ciertos éxitos en la lucha contra el pueblo. Tenemos que decir en qué consisten esos éxitos, porque tenemos que crear las condiciones de organización y disciplina que nos hacen falta para hacerle frente de una manera victoriosa. Hay un sector, todo el sector de la parte de Talavera, en que el enemigo, con cierta facilidad, ha hecho avances importantes, con la intención, con el propósito de tomar Madrid. Hemos visto cómo tomó Mérida, Badajoz, Oropesa, Talavera, y por ese procedimiento de avance lo tenemos muy cerca de Madrid. ¿Es que el querer ocultar esos éxitos del enemigo sobre el ejército del pueblo, en estos momentos, no sería contraproducente y causa de que continuásemos viviendo una vida alegre y confiada, porque se piense que el Madrid popular tiene entusiasmo para impedir que el enemigo pueda conseguir sus propósitos? El entusiasmo es mucho; pero no es suficiente para derrotar al enemigo. Necesitamos conseguir de cada obrero, de cada obrera, de cada demócrata, el cumplimiento de su deber, y para conseguir esto no pararemos de decir: ¡Cada obrero tiene que saber manejar un arma, un fusil, una pistola, una ametralladora, la bomba de mano, y que no la deje nadie de utilizar! Es necesario que en las fábricas, desde mañana mismo, después de la jornada de trabajo, los obreros -con instructores- aprendan el manejo del fusil y la instrucción militar y así podremos decir: Con este complemento, agregándole el entusiasmo, no hacemos ninguna movilización esporádica, sin ninguna organización, sino que con toda urgencia -porque el enemigo está cerca de Madrid- en el momento en que sea preciso, saldrá todo el mundo, organizado en batallones, para arrojar a los fascistas a cuatrocientos o quinientos kilómetros de Madrid. (¡Muy bien!)
Por eso en estos momentos en que hay que reconocer los éxitos del enemigo sobre nosotros, consideramos de capital importancia la movilización del proletariado de Madrid, para que la población toda se dé cuenta de que vivimos en guerra, de que se están librando cerca de Madrid batallas que tienen una gran importancia para el desenlace victorioso de la situación actual. Considero que la movilización hecha ayer -y que cada día será mayor-, en que las mujeres madrileñas han desfilado con todo entusiasmo, la movilización de los sindicatos de la UGT es el comienzo de lo que hay que conseguir en Madrid; que no haya nadie inactivo, que cada uno cumpla con su deber. Decía el camarada Antón que en Madrid hay trescientos cincuenta mil proletarios; si cada uno se pone en pie de guerra, ocupando el puesto que le corresponde, ni cien mil, ni ciento cincuenta mil o doscientos mil enemigos pertrechados con los armamentos que tengan pasarán, porque no seríamos inactivos, sino que conseguiríamos tener en nuestras manos las armas para rechazar a esos enemigos bien pertrechados por los alemanes y por los italianos. (Aplausos.)
Vemos cómo el enemigo se propone cercar a Madrid, cómo se propone conquistar nuestra capital, y debemos explicar, aunque sea muy someramente, algunas de las condiciones que necesitamos para conseguir aplastar al enemigo. Necesitamos, en primer lugar, un plan de conjunto, un plan bien meditado por los mandos militares, por los que tienen la obligación de realizarlo, para todas las operaciones, para todos los frentes de España. Necesitamos también -hasta aquí, todavía no lo tenemos, pero tenemos las bases- un ejército regular bien disciplinado, que cuando el mando tenga la confianza de este ejército de milicianos, de este ejército regular, de la voz de mando, diga lo que hay que hacer, se movilicen en esa dirección; un Ejército en esas condiciones lo necesitamos rápidamente en España. ¿Sabéis por qué? Porque la guerra civil ha tomado el carácter de lanzar a miles de hombres a la batalla. En los primeros momentos eran cien, doscientos hombres; pero ahora son muchos miles de hombres del bando enemigo y muchos miles de hombres del bando nuestro, y para poder manejar a esos miles de hombres hace falta una disciplina, y el que se oponga a ella, llámese anarquista, llámese comunista, llámese socialista o como se llame, trabaja para el enemigo, y esto no lo podemos consentir en estos momentos. (Aplausos.)
Necesitamos un ejército de esta naturaleza, y yo estoy seguro que los obreros están dispuestos a tener una disciplina y a crear este Ejército regular y dotarlo de mandos seguros. Yo he podido apreciar en algunos frentes de aquí, del centro, algunos mandos que no pelean con fe, que no tienen fe en la victoria, que no pelean con ese entusiasmo con que tiene que pelear todo antifascista en los momentos presentes. Y por eso el problema de los mandos seguros, de los mandos que sientan la causa del pueblo, es de vital importancia. A tales mandos se les debe acatamiento y disciplina. Sólo así crearemos un Ejército fuerte. Es preciso ese Ejército, en estos momentos en que nos lo jugamos todo; porque si triunfa el enemigo, no quedará un solo antifascista, y desaparecerá la alegría de tantas mujeres como van por las calles dando alientos a los hombres. Si el fascismo llegara a triunfar, sería todo destrozado, se acabaría la alegría para el pueblo. Yo he pasado por Alemania y la impresión que de allí se saca es la de un cementerio; ahora bien, ese cementerio no lo queremos para España; queremos un país alegre, en que haya pan, paz y libertad. Por eso luchamos contra los facciosos de nuestro país y contra las naciones fascistas que les ayudan.
Para vencer, necesitamos que los mandos sean valientes, que estén ligados a ese Ejército regular, que estén compenetrados con los obreros que en estos momentos representan y formarán ese Ejército. Si hay pusilánimes, nuestro Partido Comunista y vosotros nos ayudaréis en la tarea de apartarlos de sus puestos y de poner en ellos a obreros capaces... (Grandes aplausos.) Queremos vencer, y venceremos.
Necesitamos, por el propio carácter de esta guerra civil, los comisarios políticos. ¿Cuál es la misión de los comisarios políticos en el frente? Su misión es, pegándose al mando, ayudarle en todo lo que sea necesario y vigilar el cumplimiento de las órdenes dadas. No es que el comisario político quiera ser un segundo mando militar; no; mando militar debe haber uno solo; pero el comisario debe vigilar bien, para que el mando sepa cumplir con su deber. Un hombre político nombrado por el Ministerio de la Guerra, como hay ya muchos en el frente, tiene la misión de hablar al miliciano, al soldado del ejército regular, con cariño; hablarle de tal manera, que le compenetre con todo el Ejército que está en el frente; debe preocuparse de si los que están en el frente tienen comida, tienen todo lo necesario; porque en España no escasean víveres, ni ropas para que el miliciano esté abrigado; porque muchas veces los que están en primera fila se llevan veinticuatro horas sin comer. ¡Que llegue la comida a tiempo, que llegue la ropa a tiempo, y ya veréis cómo los milicianos pelean de verdad! (Una voz: “¡Eso es verdad!” Aplausos.)
Esa es la misión del comisario político, misión muy interesante, que debe tenerse en cuenta en todos los frentes: cuando falte la comida y falte la ropa, haremos lo mismo que hicieron los marinos de Cronstadt: un pedazo de pan lo repartían entre veinte marinos ¿es que los milicianos de España no se iban a repartir la comida? ¿Es que los milicianos de España no iban a pelear con la misma gana? Yo creo que sí, pero que eso ocurra cuando falte, porque la comida debe llegar a ellos antes que a nadie. (Aplausos.) Para eso pedimos a todos los comunistas que estén pendientes en cada momento de esta necesidad y de esta ayuda que puede necesitarse en los frentes y también en la retaguardia.
La misión de los comunistas, en tiempo de guerra, es hacer de cada comunista, de cada dirigente político, bien del Comité Central, bien de los cuadros medios, o de las células, un dirigente militar, que se adentren en ellos las necesidades militares, que vivan la guerra, porque si nosotros nos paramos en otras cuestiones, considerando que somos hombres políticos por encima de todo, y no ayudamos a las necesidades de la guerra, es tiempo que aprovecha el enemigo. Y nosotros debemos estar militarizados porque éste es nuestro deber, y al que no comprenda eso, debemos plantearle: camarada, o haces esto o no podrás estar dentro del Partido Comunista. (Aplausos.)
Necesitamos hacer comprender, aunque yo creo que ya es bien comprendido por todos, qué sería de nuestro pueblo, qué sería de Madrid y de toda España, caso de que triunfase el fascismo. El fascismo lo destroza todo. ¿Es que el fascismo o la lucha contra el fascismo es una cosa que interesa solamente a los trabajadores, que sólo a ellos les interesa vencer en esta guerra? No hay que ir mucho más lejos. También los empleados, la pequeña burguesía, los campesinos, la burguesía media, tienen que luchar porque el fascismo, donde triunfa, liquidar los partidos obreros, los partidos republicanos de la pequeña burguesía y de la burguesía media, porque el fascismo es el representante de los grandes monopolios, industriales y financieros, de los grandes terratenientes; el fascismo representa una minoría de gente negra de cada país, y nosotros debemos interesar a todas esas capas que he mencionado, y tenemos que hacerla, haciéndoles comprender que si triunfa el fascismo perderán lo que tienen, y vivirán una vida precaria, atenazados por las garras de los grandes tiburones del capital, y debemos conseguir que bajo la dirección del proletariado luchen todas estas capas en los momentos presentes, y para ello hay que conseguir que, por ofuscación o por lo que sea, no vean en el proletariado a su enemigo, sino a un aliado, porque esas capas sociales tienen también su misión que cumplir en esta lucha a muerte contra el fascismo. (¡Muy bien! Aplausos.)
Para impedir que pueda triunfar el fascismo ya hemos dado algunas normas de lo que tenemos que hacer todos los trabajadores de Madrid. Hoy, me refiero especialmente a las mujeres, porque la mujer tiene un papel fundamental que cumplir. Las mujeres tenéis hijos, tenéis hermanos, tenéis maridos y padres; vosotras no debéis retener a esos hijos, hermanos y padres en esta lucha formidable que se desarrolla en España; al contrario, plantearles con todo cariño que cumplan con su deber en el sector que les corresponda, en el frente en que tengan que combatir, porque, caso de triunfar el fascismo, veríais a vuestros hijos, a vuestros padres asesinados por los fascistas o condenados a vivir una vida miserable, tratando de ocultar por las calles el ser republicano, el ser comunista, el ser socialista o el ser antifascista. Yo pregunto a las mujeres que están en este local, ¿es posible vivir así y que llegue el momento de no tener nada que dar de comer a vuestros hijos, ni que haya forma de que los eduquéis, y que, sin embargo, les inculquen las normas fascistas? En Alemania, los niños de los fascistas asaltan las casas de los niños que llaman rojos; es suficiente que no sean fascistas destacados para que los metan en un saco, les ahoguen y los presenten en jaulas a las “figuras representativas” de los fascistas, y yo os digo, mujeres de Madrid: Antes de pasar por esos procedimientos de “enseñanza” de los fascistas, que se pongan en pie de guerra vuestros hombres, y así salvarán definitivamente la situación de vuestros niños, que estarán alegres y serán sanos, porque comerán lo suficiente para vivir. Mujeres madrileñas, hacedlo así, si queréis cumplir con vuestro deber, y entonces podremos decir: Ya se pueden acercar los fascistas, porque estamos seguros de que serán alejados muchísimos kilómetros, y cuando haya retrocedido el enemigo en Madrid salvaremos a España, para hacer de ella un país libre y feliz si cumplimos con nuestro deber. (Aplausos.)
Camaradas: Id por las calles, de Madrid; que cada una de vosotras sea una propagandista de cada mujer que no comprenda lo que la espera en caso de triunfar el fascismo; educadla en este sentido, porque todavía hay mujeres que no saben lo que es el fascismo y que dicen que si llegase a entrar tal vez no hiciese las cosas criminales que se dicen; explicad les mucho, repito, porque en la medida en que sepáis hacer les ver claro en esta dirección, cada mujer será una animadora de los hombres. Que esto se diga en las calles, que se diga lo que es el fascismo, porque nosotros no debemos esperar a que pueda triunfar para que se sepa lo que es el fascismo. Tenemos la experiencia de otras ciudades y de los sitios donde domina; ciudades de cien mil habitantes que han tenido una cifra de diez mil muertos. Y si entrasen en Madrid, ¿cuántos serían los que morirían? Serían cien mil personas que serían pasadas por las armas. Si nos disponemos a perder la vida en el frente de combate, no seríamos cien mil, sino cien, quinientos o dos mil los que muriésemos; pero habríamos vencido al fascismo en nuestra organización, en esta guerra maldita que han desencadenado los enemigos de España. (Aplausos.)
Algunas palabras, aunque sean pocas, sobre la ayuda internacional a los antifascistas españoles. Todos sabéis, es una cosa conocida, cómo el enemigo, cómo los fascistas reciben armas y municiones de los países de la reacción; pero nosotros tenemos ya ayuda internacional. En Francia, en Inglaterra, en Bélgica, y en otra serie de países los obreros antifascistas se movilizan, tenemos también la ayuda de los pueblos de la Unión Soviética, que habéis visto que cada vez con más rapidez traen para los españoles comida, mantequilla; que traen bacalao, azúcar; que traen zapatos y ropa para los niños, ¡y con qué alegría lo traen para los revolucionarios españoles! Cada día vienen más barcos, y tengo la seguridad de que vendrán cada día más, porque la solidaridad de cariño de la Unión Soviética por nuestra causa, que es la de toda la humanidad, es un cariño sin límites. (Durante largo rato, el público puesto en pie, aplaude frenéticamente, dando vivas a Stalin, a la URSS, al Partido Comunista de España y al camarada Díaz.)
Termino con unas palabras más para recordar de nuevo a todos los comunistas -teniendo en cuenta la movilización de los obreros y antifascistas de Madrid- que mañana no debe haber una sola fábrica en la que no se enseñe la instrucción militar y el manejo de las armas, una o dos horas cada tarde. Y los domingos, yo comprendo lo mismo que todos vosotros, con qué alegría se marcha al campo a descansar del trabajo de la semana; pero los momentos presentes no son de descanso; ahora, hay que darlo todo, hay que trabajar sin descanso, y si estamos en la fábrica una o dos horas aprendiendo el manejo del fusil o de la ametralladora o cómo se tiran las bombas de mano, el domingo todo el campo debe estar lleno de obreros de Madrid, pero no comiendo tranquilamente o descansando en la forma habitual, sino haciendo la instrucción militar. ¡Todo el trabajo para la guerra! Después de vencer, podremos ir a descansar al campo con mucha satisfacción. En esta guerra tenemos que darlo todo.
¡Y ahora a militarizarse, a hacer la instrucción y a saber disparar las armas de la guerra! Los comunistas tienen el deber de lograr que lo haga así todo el pueblo de Madrid para que tengamos en seguida un ejército poderoso marchando hacia el enemigo. Entonces, podremos decir que no volverán a pensar en venir a Madrid; podremos decir, como dijo el marino de la película: “¿Queréis Petrogrado? ¡Pues volved a Petrogrado!”, porque tenía la seguridad de que el escarmiento que se les había dado no les había dejado ganas de volver. Y ¡ay de ellos! si intentan volver algún día, porque entonces no sólo no les quedarían ganas de volver, sino que desaparecerían para siempre. (Grandes aplausos.)
Nosotros haremos de Madrid nuestro Petrogrado.
Así que camaradas: ¡viva el Madrid militar y triunfante! (Aplausos entusiastas, que duran largo rato. El público puesto en pie entona “La Internacional”.)