Indice del libro

 

José Díaz Ramos

Tres años de lucha

 


Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha, Editions de la Librairie du Globe, París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov. 2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.


 

 

La unidad, clave del triunfo

Discurso pronunciado en la Plaza de Toros de Zaragoza el 1 de junio de 1936.

 

Camaradas:

Esta gran demostración del pueblo de Aragón y de los proletarios que han venido aquí desde otros lugares de España, dice bien claro cuáles son las aspiraciones de los trabajadores en la hora presente. Proclama bien alto que el proletariado no se dejará arrebatar la victoria que conquistó el 16 de febrero e indica su propósito de continuar por el camino del triunfo hacia conquistas más decisivas.

En esta gran concentración, hemos de afirmar nuestro deseo de liquidar el problema que hoy preocupa, por encima de todo, al país. Es el aplastamiento de la reacción y el fascismo. Y en este sentido, voy a permitirme llamar vuestra atención sobre estos tres puntos: ¿Cómo ha sido posible el triunfo del 16 de febrero? ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos?

El triunfo se debió a la unidad.

Es indudable que la reacción tenía bien montados sus órganos de poder. Todos recordaréis que todavía durante el período del gobierno Portela, en plena campaña electoral, se perseguía sañudamente, cruentamente, a los trabajadores y a los demócratas; se encarcelaba a los propagandistas, se asesinaba a nuestros compañeros. Pero nada pudo impedir el triunfo. ¿Y por qué, camaradas? Porque en España hay un proletariado heroico, que ha sabido luchar, que ha derramado su sangre generosamente para impedir que en nuestro país se implantase el fascismo. Porque en octubre y después de octubre el proletariado español luchó abnegadamente, y sobre todo luchó unido, para impedir que sobre nuestro país se levantara la ignominia del patíbulo y de los campos de concentración.

Luchamos juntos comunistas, socialistas y anarquistas, porque sobre todos nosotros se cernía una represión salvaje. Aprendimos entonces que podíamos y debíamos luchar juntos. Una dura experiencia nos ha hecho aprender esto. Vosotros, sin duda, conocéis casos, yo los conozco, de familias en que hay varios hermanos, uno comunista, otro socialista, otro anarquista. Y, sin embargo, todos conviven y discuten cordial y fraternalmente. Pese a su discrepancia de ideologías, si a alguno de los hermanos le ataca un enemigo, ¿qué sucede, camaradas? Pues que los otros le defienden y todos juntos se lanzan sobre el enemigo común, para aplastado. (Grandes y prolongados aplausos.)

Nuestra clase es una gran familia, compuesta por sectores que todavía piensan de distinta manera. Sin embargo, hemos luchado juntos, podemos y debemos seguir luchando juntos. Porque esta lucha conjunta de todos los trabajadores y de todos los antifascistas, de todos los hombres amantes de la libertad y del progreso, fue la que nos valió el triunfo del 16 de febrero.

Trabajadores y demócratas luchamos unidos y conseguimos la victoria. Porque queríamos y queremos una España grande, no a la manera de la reacción. La reacción dice que quiere una España grande. Nosotros la queremos; pero no para los banqueros, no para los ricos, no para los capitalistas, no para los terratenientes, sino para los hombres que trabajan, para los antifascistas, para los hombres libres. (Gran ovación.)

La aportación de los anarquistas.

Camaradas anarquistas: No os pese vuestra contribución a la victoria del 16 de febrero. Con vuestra ayuda en las urnas, conseguimos abrir las puertas a los treinta mil hermanos nuestros que estaban encarcelados. Y si aún quedan algunos, con la ampliación de la amnistía, que está a punto de aprobarse, también saldrán a la calle los que quedan.

No reincidir en los errores del año 31

Es preciso que nos demos cuenta de que en España aún sigue en pie el peligro o de la reacción y del fascismo. Para la mejor comprensión de lo que significa este peligro, es necesario que tengamos en cuenta el pasado, para no volver a incurrir en los errores del 14 de abril de 1931. Tenemos que impedir que la revolución entre en la vía muerta, que se amortigüe o ser ahogue la revolución. Eso pasó en los primeros tiempos de la República, y con ello se dio ocasión a que subieran al poder Lerroux y Gil Robles, metiéndose de contrabando en la República.

Las masas populares que implantaron la República con sus luchas y con su sangre esperaban que la República mejorara su situación económica y les diera las libertades de que estaban desposeídas.

Pasar a la ofensiva

Ante una situación como la presente, es necesario que las masas del pueblo se mantengan unidas. El Gobierno, fuertemente ayudado por los obreros y los campesinos, tiene el deber de hacer frente a sus enemigos y a los de los trabajadores. El Gobierno tiene que actuar contra la reacción y el fascismo, que en estos momentos están envalentonados. Hay que pasar a la ofensiva contra las fuerzas de la contrarrevolución. Es preciso afianzar las fuerzas de la democracia. Y para ello, el Gobierno tiene que acabar con los mandos reaccionarios, con los jefes monárquicos y fascistas dentro del Ejército, con los jueces fascistas y con toda clase de enemigos de la República, que lo son más aún de los trabajadores. (Aplausos.) Porque es una vergüenza que aún continúen al frente de regimientos, monárquicos tan caracterizados como Franco y Goded, y hay que limpiar el Ejército de esos elementos, para que no se repitan los errores del año treinta y uno.

Pero, claro, me interesa subrayar, camaradas, que todo esto no puede hacerlo el Gobierno solo. La lucha de las masas es la única garantía eficaz de que se hará implacablemente todo lo que debe hacerse para barrer a la reacción y al fascismo. Yo espero que, si el Gobierno ve en nosotros el ánimo resuelto y la voluntad decidida a hacerlo y a exigirlo, meterá mano de una vez a todos estos enemigos de la República y de los trabajadores.

¡Democracia “para todos”, no!

Nosotros, camaradas, no podemos estar conformes con esa falsa concepción de la democracia que consiste en dejar a los enemigos del pueblo hacer lo que se les antoje. ¡Eso, no! Cuando la reacción y el fascismo estaban en el Poder, millares de los mejores camaradas nuestros estaban en las cárceles. Los periódicos obreros, y hasta algunos republicanos, suspendidos. ¿Acaso es democracia dejar que ellos, después de haber oprimido y ensangrentado al país, se paseen libremente por las calles? ¡No! Las celdas que ocuparon nuestros hermanos deben ser ocupadas ahora por los elementos reaccionarios, y hay que proceder con mano dura contra su prensa, que alienta el pistolerismo, que arma moral y materialmente el brazo de los que atentan contra la República.

Nosotros decimos que hay que acabar con esa falsa democracia, que deja organizarse a las fuerzas que más tarde han de luchar para estrangular a la República y a las libertades populares. (Aplausos.)

Democracia sí, para nosotros, para los trabajadores, para el pueblo: pero no para los enemigos de los trabajadores y del pueblo. (Aplausos) No hay democracia para los verdugos de la democracia. Nada de tolerancia con los que bombardean a la República. ¡Amplias libertades para los trabajadores, para los obreros, y campesinos y para las fuerzas que han derramado su sangre por la República y por las libertades del pueblo!

¡Unidad, unidad y unidad!

Hablemos ahora de lo más importante, de la unidad de los trabajadores. Ya está hecha la unidad sindical, en lo que se refiere a la UGT y, a la CGTU. Y ahora, después del Congreso de la CNT, se dibuja la posibilidad de llegar a la inteligencia, a la unidad de acción entre las dos centrales sindicales.

Las Juventudes están unidas. Y yo respondo a las magníficas palabras del camarada Carrillo, diciéndole que esa organización y ese movimiento de la nueva generación deben ser tal cual ellos los defienden, sin esa sujeción mecánica a los partidos que castra la voluntad. Ningún partido puede meterse en el bolsillo a la organización unificada. Puede, sí, orientarla; pero esto sólo en la medida en que intérprete los sentimientos revolucionarios de la juventud trabajadora. (Aplausos.)

Y esta unidad de las Juventudes vamos a extenderla a los partidos. Nosotros, interpretando los deseos de los trabajadores, luchamos por un Partido único del proletariado. En una palabra, luchamos y laboramos por aglutinar, por cohesionar al proletariado por medio de la unidad sindical y de la organización política. Con ello, fortaleceremos el papel dirigente del proletariado en la revolución democrática y prepararemos las condiciones para el triunfo definitivo.

Cumplir rápidamente el Pacto del Bloque Popular

Todos sabéis que, antes de las elecciones, se concertó un pacto entre los elementos republicanos y las fuerzas obreras. De este pacto, que -ya lo sabéis- no fue obra exclusiva nuestra ni refleja por entero, ni mucho menos, los deseos y las aspiraciones de los trabajadores, se han cumplido algunas cosas. Se ha puesto en práctica la amnistía (aun cuando todavía quedan en las cárceles algunos camaradas, que saldrán con la ampliación); los represaliados han sido readmitidos, los metalúrgicos recobran su semana de cuarenta y cuatro horas.

Yo sé que el Gobierno está llevando a cabo algunas medidas favorables a los campesinos. Por ejemplo, los asentamientos. Se han aprobado en el Parlamento algunas leyes beneficiosas, que significan el cumplimiento de una parte del pacto, en lo tocante al problema de la tierra. Pero esto no basta. Es preciso que el Gobierno se dé cuenta de que un problema de los más fundamentales, de los más decisivos para la tranquilidad del país y para la justicia es dar la tierra a los campesinos, desposeyendo de ella, sin indemnización, a los grandes terratenientes. Con esto se minará una de las bases materiales sobre la que descansan la reacción y el fascismo. Son estos terratenientes los que conspiran contra la República y se fugan con los millones al extranjero. ¡Pues a quitarles los millones y las tierras! (Grandes aplausos.)

A los que se les coja en la frontera con dinero robado al pueblo y a la economía de España, no se les deben poner multas ni limitarse a confiscarles el producto de su robo. No; hay que aplicarles otra justicia: ponerles en condiciones de tener que trabajar para comer. (Aplausos.) Todo este sabotaje se acaba, camaradas, con el cumplimiento rápido y eficaz del pacto del Bloque Popular.

Responsabilidad para los asesinos de Octubre

Se ha cumplido, como digo, una parte del pacto. Ha habido detenciones de fascistas; hay un atisbo de sanciones contra los jueces y magistrados que conculcan la justicia del pueblo, convirtiéndola en persecución contra los trabajadores y en amoroso alcahueteo para los asesinos fascistas. Hay alguna que otra medida contra los reaccionarios dentro del ejército y de los cuerpos armados.

Pero todo esto no es suficiente. La situación de las masas exige mayor rapidez y mayor energía en el cumplimiento del pacto. No se han exigido todavía las responsabilidades. Todavía se pasa por la vergüenza y la indignación de ver a los responsables de crímenes monstruosos pasearse libremente por la calle. Todavía no está encarcelado el gobierno de octubre, aún no están en la cárcel Lerroux y Gil Robles, con toda su cohorte de cómplices, verdugos y sayones. Nosotros, con el pueblo, decimos que hay que juzgarlos y encarecerlos. (Aplausos) El pueblo exige que se juzgue a los verdugos del proletariado.

De dónde hay que sacar el dinero para los parados

En España hay un millón de parados. Hay hambre, y miseria. Y el Gobierno tiene que adoptar medidas urgentes para remediar esta situación. Se dice que no hay dinero. Pero si hay de dónde sacarlo.

Nosotros no vamos a exigir al Gobierno que tome medidas socialistas o comunistas, que él no puede realizar y que tampoco están en el pacto. Sólo le vamos a pedir medidas que entren de lleno en su significación republicana y democrática y en el espíritu del pacto sellado con nosotros. Medidas de carácter democrático auténtico, eso es lo que pedimos.

Una de ellas es la expropiación de las riquezas de la Iglesia. Nosotros no vamos contra la religión. Todos los que quieran sostener el culto, son libres de hacerlo; pero habrán de pagarlo. Ya sabemos que los trabajadores no iban a sostenerlo. Repito que respetamos los sentimientos religiosos. Lo que no podemos respetar es que la Iglesia y los dignatarios de la Iglesia, que dicen predicar el amor a los pobres, detenten riquezas fabulosas, en un país en que hay miles y miles de hombres que sufren hambre y miseria. Esas cuantiosas riquezas que posee la Iglesia son robadas al pueblo. ¿De dónde proceden? Proceden del latrocinio, de concesiones hechas a la Iglesia y a las órdenes monásticas por los reyes y por los déspotas, a costa de la miseria del pueblo. Esas riquezas deben ser expropiadas y destinadas al fondo contra el paro. (Grandes aplausos.)

¡Que paguen los ricos!

El problema del paro es urgentísimo. Y no se diga que no hay dinero, pues ya hemos señalado de dónde se puede sacar alguno. Pero no es esto todo. Los ricos deben pagar. No se puede sacar el dinero del hambre y de las espaldas doloridas del pueblo.

Otra medida, que no es socialista ni comunista, sería la de establecer, por ejemplo, un impuesto progresivo sobre el gran capital, en esta proporción:

El pequeño capital y el pequeño ahorro de la gente modesta no deben tributar

De 250 mil pesetas a 500 mil, el 3 %. De 500 mil a un millón, el 5%. De un millón a dos millones, el 7 %. De dos millones a cuatro millones, el 9 %. De cuatro millones a ocho millones, el 12 %. De ocho millones a quince millones, el 15 %. De quince millones a veinte millones, el 20 %.

Ya sabemos que esto no es una medida socialista; pero no hay duda de que, con su aplicación, se obtendría una cantidad importante de millones, que servirían para absorber el paro forzoso. (Grandes aplausos.)

Huelgas, las necesarias, y bien organizadas

El proletariado necesita mejorar su situación. No nos cansaremos de repetirlo. Y es lógico que para ello aplique el arma poderosa de que dispone para obtener un aumento de salario y mejores condiciones de trabajo: la huelga. Así, pues, los trabajadores no tienen más remedio que luchar por sus reivindicaciones inmediatas por medio del arma de la huelga.

Sin embargo, no conviene a los intereses del proletariado y de la revolución que se declaren huelgas por cualquier motivo sin antes meditar bien sobre las posibilidades de resolver los conflictos sin apelar a este procedimiento. La huelga es un arma formidable, que hay que saber esgrimir diestramente, para que no sirva a fines distintos de los que interesan a los trabajadores y al pueblo. Antes de ir a la huelga es necesario agotar todas las formas posibles de lucha. Y una vez decidido que sólo con la huelga se pueden obtener las reivindicaciones de justicia, entonces declararla, pero siempre bajo el signo de la unidad y del control férreo de las organizaciones. Porque ahora estamos en un período en que los patronos provocan y atizan las huelgas por conveniencias políticas de sabotaje y en que hay elementos fascistas que se introducen como agentes provocadores en algunas organizaciones para servir los fines de la reacción. (Grandes aplausos.)

Las Alianzas Obreras y Campesinas

Todo lo que el proletariado y los campesinos tienen que conseguir, han de lograrlo por medio de la unificación, cada día más estrecha, de sus fuerzas. El camarada Largo Caballero habló en Cádiz sobre la necesidad de constituir las Alianzas en las fábricas, en los talleres, en el campo y, en general, en todos los centros de producción. En esta necesidad coincidimos todos los trabajadores, porque es la única forma de impulsar y desarrollar la revolución y consolidar sus frutos. Las Alianzas Obreras y Campesinas tienen que ser creadas inmediatamente. Y puesto que estamos de acuerdo en cuanto a su necesidad y en cuanto al procedimiento, yo os digo: ¡Camaradas, manos a la obra!

Mantener y reforzar el Bloque Popular

A la par que organizamos y consolidamos la unidad dentro del campo obrero y la alianza revolucionaria de los obreros con los campesinos, es preciso mantener y reforzar la inteligencia de los trabajadores con los republicanos de izquierda para destruir la reacción y el fascismo. Para ello, hay que fortalecer, manteniéndolos en constante actividad, los Bloques Populares. No hay que romper el Bloque Popular.

Lejos de romperlo, hay que robustecerlo y llevado a todos los ámbitos del país, creando una tupida red de Bloques Populares en las provincias, en las localidades, en las barriadas, en los lugares de trabajo, por toda España. Quien intente provocar la ruptura del Frente Popular, es un enemigo de los trabajadores. Con nuestra organización en las Alianzas Obreras y Campesinas y dentro de los Bloques Populares, apoyaremos, respaldaremos e impulsaremos la acción del Gobierno, contra la reacción y el fascismo, y le recordaremos en todo momento la necesidad de poner en práctica, rápidamente, el pacto del Bloque Popular.

Hacia el triunfo definitivo

Luchamos por dar al proletariado español el arma que necesita para la victoria: el Partido único. En esta lucha, estamos asistidos calurosamente por el camarada Largo Caballero, y no podemos estar con los que se oponen a esta necesidad de la revolución.

Termino, camaradas, diciendo: Estamos librando una gran batalla en estos momentos contra la reacción. El problema está planteado entre la democracia y el fascismo, y la garantía de que triunfará la causa de la libertad es la unidad de todos los trabajadores y de las fuerzas de la democracia.

Camaradas anarquistas, socialistas, comunistas y sin partido: Somos una gran familia, una única familia, una misma clase. Luchemos juntos, con toda decisión, para conquistar un mundo nuevo, como lo es la gran patria del socialismo, como lo es la Unión Soviética, donde, bajo el régimen socialista, viven felizmente ciento setenta millones de seres.

El camino del triunfo es el camino de la unidad.

(Formidable ovación. Grandes vivas al Partido Comunista y a José Díaz.)