Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
El gran triunfo obtenido el día 16 de febrero por la clase obrera y las masas antifascistas de España ha rendido ya y rendirá grandes frutos para todas las masas laboriosas de nuestro país. Hemos obtenido ya la amnistía; treinta mil hermanos revolucionarios nuestros han vuelto a sus hogares, después de sufrir largos meses de prisión, después de soportar toda clase de torturas y de vejaciones. Hemos obtenido ya la readmisión de los millares y millares de obreros y campesinos represaliados que habían sido despedidos y arrojados a la calle por su actividad revolucionaria y por su participación en el pasado movimiento insurreccional de octubre de 1934. Tanto la amnistía como la readmisión de los represaliados, las hemos obtenido gracias al triunfo del 16 de febrero y a la formidable presión y movimiento de masas que le acompañaron en los días posteriores a dicho triunfo electoral.
Por los mismos métodos y medios estamos dispuestos a obtener otras grandes ventajas para las masas trabajadoras de nuestro país; el cumplimiento íntegro y rápido del programa que ha servido de plataforma electoral para el Frente Popular, el castigo de los responsables inspiradores y ejecutores de la feroz represión del movimiento revolucionario de Octubre; la indemnización a sus víctimas, la entrega de la tierra a quienes la trabajan, la anulación de las leyes reaccionarias votadas por las Cortes reaccionarias también y por el Gobierno cedista-radical durante su usurpación del Poder en el último bienio.
El triunfo electoral del día 16 de febrero crea grandes condiciones para el desarrollo rápido y el crecimiento del movimiento obrero y revolucionario antifascista; abre amplios cauces para el desarrollo ulterior de la revolución democrático-burguesa y su transformación en revolución socialista.
Pero el triunfo de las masas populares de España tiene un gran significado, no sólo nacionalmente, sino también internacionalmente. Nuestro triunfo, especialmente si sabemos administrarlo y ampliarlo, puede tener y tendrá una gran influencia y resultados prácticos favorables para todo el movimiento revolucionario internacional, ante todo para la lucha contra la reacción, el fascismo y la guerra.
En primer lugar: nuestro triunfo y los medios que hemos utilizado para obtenerlo confirman plenamente la justeza de la línea política y táctica trazada por el VII Congreso Mundial de nuestra Internacional Comunista, y tan magistralmente expresadas y formuladas por nuestro gran Dimitrov, en sus discursos ante dicho comicio mundial:
“... Somos militantes combatientes de la clase obrera -ha dicho Dimitrov-, y estamos obligados a dar una contestación a la pregunta que atormenta a millones de obreros: "¿Cabe impedir, y por qué medios, la victoria del fascismo?" Y nosotros contestamos a esos millones de obreros: Sí, camaradas, puede cerrarse el paso al fascismo. Es absolutamente posible. ¡Ello depende de nosotros mismos, de los obreros, de los campesinos, de los trabajadores todos!”
“El impedir la victoria del fascismo depende ante todo de la actitud combativa de la propia clase obrera, de la cohesión de sus fuerzas en un ejército combatiente que luche unido contra la ofensiva del capital y del fascismo. El proletariado, al establecer su unidad de lucha, paralizaría la influencia del fascismo sobre los campesinos, sobre la pequeña burguesía urbana, sobre la juventud y los intelectuales; conseguiría neutralizar a una parte y hacer pasar a su lado a la otra... Ello depende de la política justa de la clase obrera respecto a los campesinos y a las masas pequeñoburguesas de la ciudad. Hay que tomar a estas masas tal como son y no como nosotros quisiéramos que fuesen. Sólo en el transcurso de la lucha superarán sus dudas y vacilaciones, solamente si sabemos tratar con paciencia sus inevitables vacilaciones.”
“En la movilización de las masas trabajadoras para la lucha contra el fascismo, tenemos como tarea especialmente importante la creación de un extenso Frente Popular Antifascista, sobre la base del frente único proletario. El éxito de toda la lucha del proletariado va íntimamente unido a la creación de la alianza de lucha del proletariado trabajador con las masas más importantes de la pequeña burguesía urbana, que forman la mayoría de la población, incluso en los países industrialmente desarrollados.”
La realidad española, las condiciones que han motivado el triunfo de la clase obrera y masas populares de España sobre el fascismo confirman plenamente, sobre la práctica, las tesis formuladas por la IC. La experiencia española no puede, pues, dejar de servir como ejemplo y enseñanza para todos los demás países, indicándoles el camino que deben seguir para evitar la victoria del fascismo o para derrocarlo allí donde, gracias a la desunión del proletariado y de las masas populares, ha podido llegar al Poder.
En segundo lugar, nuestro triunfo del día 16 de febrero y los motivos que lo han ocasionado influirán grandemente y tendrán alcances incalculables, ante todo, sobre nuestros países vecinos: Francia y Portugal.
El golpe que hemos asestado al fascismo en España ha encontrado un eco profundo en todas las masas antifascistas francesas. En nuestro triunfo, los camaradas franceses encuentran una plena confirmación de la justeza y acierto del camino que ellos, los primeros, emprendieron: el camino del Frente Único y del Frente Popular, como baluarte de lucha contra el fascismo y la reacción. Si los camaradas franceses, y ante todo los comunistas, pueden sentirse orgullosos por habernos indicado el camino que lleva a la derrota del fascismo, nosotros, siguiendo este camino, les hemos demostrado en la práctica cómo lo hemos derrotado. Es evidente que la lucha electoral del próximo mes de abril en Francia se realizará bajo la influencia y signo del triunfo de los obreros y masas populares de España y dará también el triunfo al Frente Popular francés.
No menos repercusión y alcance tendrá nuestro triunfo del 16 de febrero sobre la lucha de los obreros y masas populares de Portugal, que gimen bajo el yugo de la dictadura de Oliveira Salazar. He aquí cómo enjuicia la repercusión de nuestro triunfo en Portugal don Bernardino Machado, ex presidente de la República portuguesa, actualmente desterrado de su país:
“Ha sido profunda la emoción causada en Portugal por el resultado de las elecciones de diputados al Parlamento español... Una figura eminente de la mentalidad portuguesa me escribe: "Portugal, puede decirse que está de fiesta. No sabemos hasta dónde llegará el efecto producido por la victoria de las izquierdas republicanas en España. Lo cierto es que la dictadura lo considera como un auténtico cataclismo... Si hubiese entre nosotros elecciones como las que acaban de efectuarse en España, todas las formaciones dictatoriales, políticas, financieras y clericales, todos esos plagios antinacionales, sin consistencia jurídica alguna propia, sufrirían la más aniquiladora derrota.".” (“La Voz” de Madrid, 28 de febrero de 1936).
Nuestra victoria del 16 de febrero animará, no cabe duda, a los obreros y masas populares lusitanos en su lucha contra la odiosa dictadura. Pero nosotros, obreros antifascistas españoles, tenemos grandes deberes para con los camaradas portugueses. ¡Nuestra más amplia solidaridad y ayuda práctica a los camaradas portugueses, en su lucha por la derrota de la dictadura y por su liberación!
No menos alcance tendrá nuestro triunfo en los países americanos de habla española, y ante todo en los más avanzados: Argentina, Brasil, Uruguay y Chile. La emoción que nuestra victoria del día 16 ha producido en todos los círculos antifascistas y antiimperialistas de los países sudamericanos es enorme. El corresponsal de “Heraldo de Madrid” en Buenos Aires describe en los siguientes términos, el 26 de febrero, la repercusión que las primeras noticias de nuestro triunfo han tenido en la Argentina:
“Buenos Aires está viviendo un día de emoción indescriptible. Las cuarenta estaciones de radio del país, simultáneamente, cada cinco minutos, informan a la población del desarrollo del escrutinio. Las ediciones de los diarios se agotan con rapidez y las sirenas siguen atrayendo a las pizarras a miles de ciudadanos. Los hombres de izquierdas opinan que la victoria del Frente Popular tendrá una influencia favorable no sólo en América Latina, sino en el mundo entero, especialmente en Francia. Los Frentes Populares que se están organizando en Brasil, Paraguay, Chile, y aquí, en la Argentina, parcialmente, serán pronto un hecho. España acaba de señalar el camino para detener a la reacción, al fascismo y al catolicismo cómplice.” (“Heraldo de Madrid”, del 26 de febrero de 1936.)
Los países de la América Latina son actualmente el escenario de grandes movimientos y lucha de masas contra el imperialismo y sus vasallos, los gobiernos de traición nacional. El reciente levantamiento en armas del pueblo brasileño, dirigido por la Alianza Nacional Libertadora, la magnífica y victoriosa huelga de la construcción y la última huelga general de Buenos Aires; los movimientos huelguísticos y antiimperialistas en Uruguay, Chile y demás países de la América Latina demuestran que las masas populares de aquellos países, gobernados por hombres como Vargas, Justo, Terra, Alessandri, hombres vendidos al imperialismo, se organizan y se aprestan a la lucha contra el yugo imperialista, por su liberación nacional, por la revolución popular.
Como consecuencia del movimiento revolucionario y antiimperialista y de la decisión cada vez mayor de esas masas de unirse para la lucha, han aumentado también la persecución y el terror por parte de sus gobiernos reaccionarios y antinacionales. Conocidos son la persecución y el terror de que es objeto el pueblo brasileño después de derrotado, pero no vencido, el último movimiento insurreccional antiimperialista, la tortura de que es víctima y la amenaza de muerte que pesa sobre el héroe nacional del pueblo brasileño, Luis Carlos Prestes. Conocida es también la maniobra de gran envergadura emprendida por la reacción uruguaya (expulsión de la embajada soviética de Montevideo, falsificación de documentos con fines de provocación, etcétera), para justificar la persecución del movimiento de emancipación nacional de las masas del Uruguay. Conocido es el terror reinante en la Argentina, la inhabilitación del Partido Comunista argentino para participar en las últimas elecciones legislativas, colocándolo de hecho fuera de la ley; las vejaciones y torturas más refinadas y medievales de que son víctimas los obreros revolucionarios y comunistas argentinos por la “Comisión Especial contra el Comunismo”, institución criminal-policíaca protegida por Melo y Justo, agentes del imperialismo. Conocido es el terror que sufren los obreros y antifascistas de Chile y la libertad de que, en cambio disfrutan allí los agentes del nazismo hitleriano. Conocida es, por último, la gran acción de conjunto emprendida últimamente por todos los gobiernos reaccionarios de la América Latina contra el movimiento comunista, como, en general, contra el movimiento antiimperialista y antifascista.
Como decía, la ola de terror y de barbarie que azota actualmente a los países americanos es, precisamente, el resultado del incremento cada vez más poderoso del movimiento revolucionario, del movimiento comunista, del incremento del movimiento de unidad de clase y popular. El hecho de que el Partido Socialista argentino, uno de los partidos socialistas más fuertes del continente americano, y también de los más reformistas, haya tenido que pronunciarse, bajo la presión de las masas y ante la insistencia incansable del Partido Comunista argentino, en favor de la formación de un Frente Popular antiimperialista y antifascista, demuestra que el movimiento popular emancipador de la Argentina y de los demás países americanos crece y se amplía, pese a las persecuciones de que es objeto.
La victoria de los obreros y masas populares de España del día 16 de febrero servirá de ejemplo para las masas explotadas y oprimidas de la América Latina, indicándoles el camino a seguir para su triunfo. En nuestro Octubre de 1934, seguido del 16 de febrero de 1936, las masas populares del Brasil tienen una demostración real de que al movimiento revolucionario de las masas se le puede derrotar temporalmente, pero jamás se le puede vencer; de que las masas brasileñas, continuando la lucha, reforzando y ampliando su alianza nacional libertadora, obtendrán la libertad de su héroe nacional Luis Carlos Prestes y demás combatientes revolucionarios y antiimperialistas y obtendrán su 16 de febrero. Las masas populares argentinas pueden convencerse a través de nuestro Octubre y de nuestro 16 de febrero de que un Doval o un Cussel, por muy verdugos que sean y por mucho que apliquen sus métodos bárbaros de represión, no son capaces de acabar con el movimiento revolucionario de las masas; de que la revolución, pese a todos los verdugos y traidores, sigue su desarrollo ascendente y marcha decididamente hacia su triunfo.
Nuestra victoria del 16 de febrero tendrá, pues, un gran alcance e influirá favorablemente sobre el desarrollo de los movimientos emancipadores de los países americanos ligados, por el idioma y las costumbres, a la España trabajadora y popular.
En tercer lugar, nuestro triunfo del 16 de febrero y la política exterior que el gobierno Azaña promete realizar, y que bajo la vigilancia y la presión de las masas realizará, reforzarán el frente de los países de Europa que luchan por la paz, frente de paz encabezado por la Unión Soviética. España, en lo sucesivo, ayudará a hacer de la Sociedad de Naciones un arma eficaz contra la guerra, contra las provocaciones y aventuras guerreras del fascismo italiano, alemán, del militarismo japonés y sus aliados. El triunfo del Frente Popular en España, al que seguirá el triunfo del Frente Popular en Francia, puede ser el comienzo de la formación de un frente de países decididamente antifascistas en Europa, contra el de los países subyugados por el régimen más feroz: el fascismo.
Muy significativo a este respecto es el manifiesto del Comité Español de la Unión Universal por la Paz, firmado entre otras personalidades por don Manuel Azaña, actual jefe del Gobierno español, como miembro de la mesa permanente de dicho Comité y publicado en la prensa de Madrid del 25 de febrero. Dicho manifiesto, entre otras cosas, dice:
“Defenderla (la paz) no supone simplemente maldecir de la guerra y cruzarse de brazos. Hay que organizar la paz, poniendo a su servicio cuantas voluntades detesten la guerra… Tampoco basta decir que se está al lado de la Sociedad de Naciones. Es preciso poner a la institución ginebrina en condiciones de realizar su función, para que las obligaciones derivadas del pacto se hagan más precisas y eficaces y no se vacile o retroceda en la aplicación de aquellas sanciones indispensables para hacer imposible la guerra.” (Manifiesto del Comité Español de la Unión Universal por la Paz.)
No menos interesante es la opinión de otro miembro de la mesa permanente, firmante del manifiesto y presidente del Comité Español de la Unión Universal por la Paz, don Ángel Ossorio y Gallardo, destacado jurisconsulto español, hombre de ideas profundamente conservadoras:
“…Apetezco el triunfo de los Frentes Populares en Francia y en todas partes. Hay que tocar a rebato para poner en pie a todas las democracias e incluso procurar conciertos internacionales entre ellas. Y esto lo pienso como hombre conservador, porque los pueblos no pueden ser conservados sino por el vigor y el empuje de los pueblos mismos. Si las democracias no inspiran al mundo ni le gobiernan, retrocederemos tres o cuatro siglos, o caeremos en la anarquía.” (“Hoja Oficial del Lunes”, de Madrid, 9 de marzo.)
También son importantes las declaraciones hechas en este sentido por el jefe del Gobierno, señor Azaña, y por el ministro de Estado, señor Barcia, según las cuales “el Gobierno español, cumpliendo el pacto del Frente Popular, está dispuesto a ponerse decididamente al lado de la Sociedad de Naciones” y el Gobierno español se propone “establecer y normalizar rápidamente las relaciones diplomáticas y comerciales con la URSS”. Estas declaraciones tienen tanta más importancia, cuanto que la política exterior del gobierno Gil Robles y Lerroux y de toda la prensa reaccionaria de España era francamente favorable al fascismo italiano y alemán y abiertamente hostil a la Sociedad de Naciones, a la URSS y a todos los países que luchan por la paz.
Claro está que todas esas declaraciones sólo tendrán un valor efectivo y real, todas esas perspectivas sólo se transformarán en realidades en la medida en que el movimiento de las masas en la calle, apoyado por los diputados comunistas y socialistas en el Parlamento, presione y obligue al Gobierno a cumplir sus promesas, de acuerdo con el pacto de Frente Popular.
Como se ve, el triunfo del Frente Popular en España, logrado el 16 de febrero, puede tener un amplio alcance, tanto nacional como internacionalmente. Ahora bien, ¿cómo ha sido posible este triunfo del Frente Popular?, y ¿qué debemos hacer para conservar el triunfo del 16 de febrero y ampliarlo?
De esto hablaremos en los próximos artículos.
Los cuatrocientos setenta y tres diputados que componen el Parlamento español se descomponen así:
Frente Popular | Actualmente | Anteriormente | Diferencia |
Partidos republicanos de izquierdas | 158 | 62 | +96 |
Partidos Obreros | 110 | 59 | +51 |
Total | 268 | 121 | +147 |
Centro y Derecha | Actualmente | Anteriormente | Diferencia |
Partidos de centro | 48 | 139 | +91 |
Partidos de derecha | 157 | 21 | +56 |
Total | 205 | 352 | -147 |
La modificación de las fuerzas, con arreglo a los partidos más importantes, es la siguiente:
Frente Popular | Actualmente | Anteriormente | Diferencia |
Izquierda Republicana (Azaña) | 81 | 7 | +74 |
Unión Republicana (M. Barrio) | 36 | 23 | +13 |
Esquerra (IR de Cataluña) | 29 | 23 | +6 |
Partido Socialista | 88 | 58 | +30 |
Partido Comunista | 17 | 1 | +16 |
Otros partidos de izquierda | 18 | 9 | +9 |
Centro y Derecha | Actualmente | Anteriormente | Diferencia |
Partido Radical (Lerroux) | 8 | 80 | -72 |
CEDA (Gil Robles) | 94 | 113 | -19 |
Partido Agrario | 13 | 39 | -26 |
Partido Liberal Demócrata | 1 | 9 | -12 |
Lliga (Derecha de Cataluña) | 11 | 23 | -12 |
Partido Conservador | 3 | 18 | -15 |
Partidos Monárquicos | 24 | 32 | -8 |
Otros partidos de derecha y centro | 51 | 38 | +13 |
El número de diputados correspondientes a los partidos socialista y comunista, especialmente en lo que se refiere a este último, no refleja, ni mucho menos, la influencia y la fuerza verdaderas que tienen en el país. Tanto uno como otro, para facilitar la formación del Frente Popular, y en parte porque las negociaciones entre los republicanos y las fuerzas obreras han sido llevadas por dos representantes del Partido Socialista, centrista el uno y derechista el otro, tuvieron que hacer grandes sacrificios en la distribución de candidatos por cada partido.
Los partidos de derecha han sufrido un fracaso, y no sólo como tales partidos, pues sus jefes han sido derrotados personalmente en todas o en casi todas partes, lo que demuestra su impopularidad. Así, por ejemplo, Gil Robles se ha presentado en tres provincias y ha sido derrotado en dos, una de ellas Madrid (centro de la vida política del país); su acta por Salamanca, la única que ha sacado, está también protestada, debido a los grandes chanchullos que las derechas han cometido, y la Cámara tendrá que resolver. Lerroux se ha presentado en dos provincias, una de ellas Barcelona, y en ambas ha sido derrotado. Calvo Sotelo, jefe de los monárquicos, se ha presentado en dos provincias; ha sido derrotado en Madrid, y su acta por Orense será seguramente anulada por la Cámara. Martínez de Velasco, jefe de los agrarios, Cambó, Jefe de la Lliga Catalana, han sido derrotados, y asimismo Melquiades Álvarez. Esto quiere decir que han sido derrotados todos los jefes del antiguo “bloque gubernamental”. Maura, jefe de los conservadores, ha conseguido un acta en la segunda vuelta, gracias a los votos de la CEDA y de los monárquicos. Primo de Rivera, “jefe nacional” de la “Falange Española”, organización típicamente fascista, compuesta por “señoritos” y pistoleros a sueldo (los asesinos de Juanita Rico y de Joaquín de Grado), se ha presentado en siete u ocho provincias, y en todas ellas ha salido derrotado. También han sido derrotados todos los “personajes” del estraperlo y los exministros del Gabinete “imparcial” de Portela, y el acta de este último está en peligro.
El triunfo de las fuerzas de izquierda es mucho mayor si se tienen en cuenta las enormes dificultades que éstas tuvieron que vencer para realizar su propaganda, para obtener el triunfo en las urnas, primero, y luego, lo más importante de todo, para no dejárselo arrebatar, a fuerza de pucherazos, falsificación de actas, etc., por las fuerzas de derecha del gobierno.
Treinta mil presos en las cárceles; miseria y desesperación en los hogares proletarios y campesinos; pobreza de recursos económicos y financieros; estado de excepción durante dos años; censura rigurosa para la prensa de izquierda; coacciones, despidos, desahucios y amenazas por parte de las derechas contra los obreros y campesinos que votasen a las izquierdas, toda clase de dificultades y de obstáculos por parte del gobierno “imparcial” de Portela Valladares y sus aliados, las derechas, para la propaganda de las fuerzas de izquierda; ambiente de terror en los pueblos, bandas de pistoleros organizados de Falange Española y de la JAP (Juventudes de Gil Robles); detenciones y amenazas de muerte contra los propagandistas y candidatos de izquierdas (detención de la “Pasionaria”, de Uribe, comunistas, de Medrano, joven comunista, de Rufilanchas, y otros socialistas y republicanos de izquierda). El día de las elecciones, la mayoría de los pueblos estaban tomados militarmente por la guardia civil, que impedía el acceso a las urnas a los electores izquierdistas y a los interventores del Frente Popular que iban a controlar la marcha de las votaciones: he ahí las condiciones en que las fuerzas de izquierda tuvieron que realizar la lucha electoral.
En cambio, las fuerzas de derecha gozaban de plena libertad de movimientos para realizar su propaganda calumniosa y sus agresiones contra los elementos de izquierda. La misma censura, tan dura para las izquierdas, no impedía, sin embargo, a las derechas, lanzar toda clase de calumnias, mentiras e insultos contra los partidos y hombres obreros y republicanos de izquierda. Las derechas, con ayuda de la guardia civil y del aparato “electorero” bien montado por sus caciques, fueron los dueños de los pueblos durante la campaña electoral y él día de las elecciones.
La política electoral del gobierno Portela Valladares era franca y abiertamente favorable para las derechas. En su mayor parte, los candidatos portelistas iban coaligados con los candidatos de derecha y, por consiguiente, disfrutaban de todas las ventajas que el aparato estatal y oficial puede proporcionar. La política de Portela, inspirada, protegida y dirigida, aunque no oficialmente, pero sí de hecho, por el presidente de la República Alcalá Zamora, tendía -oficialmente- a la creación de un Partido “centro”, contra derechas e izquierdas, pero de hecho, a obstaculizar el triunfo de las izquierdas y favorecer al de las fuerzas fascistas y reaccionarias. Centenares de ejemplos y de casos ocurridos confirman que las candidaturas de las derechas gozaban de la tutela y benevolencia del Gobierno. Incluso en la misma noche del 16 de febrero, al conocerse los primeros resultados favorables para el Frente Popular, el señor Portela, jefe del Gobierno, anunció por la radio que el resultado de las elecciones era notoriamente, decididamente favorable para las fuerzas de centro-derecha. Este anuncio “oficial” tenía como fin sembrar el pesimismo y el desconcierto entre las masas de la izquierda, a fin de evitar que estas masas se lanzasen a la calle a impedir que las derechas falsificasen cifras y los resultados de las votaciones, como generalmente hacen, cuando el resultado en las urnas no les es favorable. Gracias al llamamiento enérgico hecho a las masas por el Frente Popular y a la actividad sin igual desplegada por el Partido Comunista en todas partes de España; gracias a las grandes manifestaciones que se formaron en Madrid y en todas las ciudades la misma noche del 16 de febrero y en los días posteriores, gracias a la constante vigilancia de las masas, fue posible cortar y desbaratar las maniobras de las derechas, deshacer sus intentos de falsificar las actas y asegurar que el resultado de las urnas fuese respetado. Sólo en las provincias donde la vigilancia de las masas fue, por diversas razones (persecuciones, deportaciones, amenazas, etcétera) insuficiente, pudieron las fuerzas de la reacción confeccionar un resultado favorable para ellas. Tal fue el caso en las provincias de Orense, Toledo, Baleares, Salamanca, etcétera, donde han “triunfado” las derechas.
El mismo Gil Robles, en un mitin celebrado en Zaragoza el día 13, es decir, tres días antes de las elecciones, no tenía ningún inconveniente en declarar y asegurar que la CEDA triunfaría porque “hemos triunfado (las derechas) en el Parlamento y en los comicios y ahora en la calle; porque la calle es nuestra”.
El “Petit Parisien” del 22 de febrero, a los seis días de las elecciones, publicaba una entrevista con Gil Robles, en la cual éste “explicaba” los motivos del triunfo del Frente Popular en los siguientes términos:
“1º El pueblo votó de una manera sentimental por las izquierdas, recordando sólo a los hombres que están en las cárceles, en el deseo de que sean libertados.
2° Los sindicalistas de la CNT y de la FAI, que no votan nunca, tomaron esta vez parte en la votación. Hacia las dos de la tarde, se les vio afluir bruscamente a las urnas, obedeciendo, sin duda, a una orden.
3° Muchos electores de derechas se abstuvieron. No creyeron que era preciso molestarse. Estaban seguros de la victoria contra la revolución. La calma casi anormal que reinó antes de las elecciones les tranquilizó y engañó y se abandonaron a un optimismo perezoso.
4° Nosotros, en fin, carecíamos de mártires. No teníamos presos. No habíamos erigido figuras.” (“Petit Parisien”, del 22 de febrero.)
Esta “explicación”, aparte de ser falsa en su mayor parte, demuestra cómo él “jefe” de la CEDA quiere ocultar los verdaderos motivos de su derrota por medio de una declaración superficial, sin sentido y sin lógica. Veamos:
“El pueblo votó de una manera sentimental, con el deseo de libertar a sus presos”, dice Gil Robles. Claro está que el pueblo, al votar por el Frente Popular, votaba por la amnistía y por la libertad de sus presos. Pero es falso que el pueblo haya votado únicamente por “sentimentalismo”. ¿Cómo explicarse, entonces, que este pueblo “sentimental” no haya votado a las derechas, ya que éstas también “prometieron” la amnistía, el “perdón” para los engañados? Recientes están los carteles que las derechas pegaron en las fachadas de toda España, declarando que, en caso de triunfar, votarían la amnistía para los presos engañados por sus cabecillas; recientes están las declaraciones del propio Gil Robles en este sentido. En su discurso de Zaragoza, el 13 de febrero, Gil Robles, entre aplausos y gritos, de “¡Jefe!, ¡Jefe!”, declaraba solemnemente:
“Hay partidos que pretenden captar sentimentalmente a algunos sectores de opinión con la bandera de la amnistía. Yo tengo que repetir que nosotros votaremos la amnistía para los engañados, para los infelices, pero no como una esponja que borre los delitos. No para los cabecillas, a quienes exigiremos toda la responsabilidad. Como cristianos, el perdón para los engañados; como gobernantes, él castigo para los que han sido inductores.”
E incluso después del triunfo de las izquierdas en las elecciones y al votar la representación de la CEDA en la Diputación Permanente de las Cortes “en favor” de la amnistía, explicó su voto en la siguiente forma:
“Basa (la CEDA) este voto concedido al gobierno en las razones en que se fundó para incluir en su programa electoral la amnistía para los agentes de la rebelión y autores de delitos políticos y sociales...” (“Ahora” de Madrid, 22 de febrero.)
Está, pues, demostrado que también la CEDA había incluido en su programa electoral la cuestión de la amnistía, ¿Por qué, entonces, no votó el pueblo a la CEDA?
El pueblo no votó sentimentalmente, sino conscientemente. El pueblo comprendía que los mismos verdugos que habían condenado a los presos y que habían dimitido por no poder obtener las cabezas de algunos “cabecillas”, no podían otorgar la amnistía, que eso del “perdón cristiano” era nada más que demagogia jesuítica. El pueblo comprendió que libertar a sus presos sólo podía hacerlo el pueblo mismo, por medio de sus representantes, el Frente Popular, por medio de su voto en las urnas y de su movimiento en la calle. El pueblo no distingue entre “cabecillas” y “engañados”; todos, los dirigentes y la masa, han luchado por la libertad del pueblo, contra el fascismo. El pueblo, pues, votó conscientemente y la actitud consciente del pueblo significa, y la práctica lo ha demostrado, la derrota de la reacción y del fascismo.
“Los sindicalistas y anarquistas votaron obedeciendo una orden” dice Gil Robles. Esta afirmación es también falsa. Es evidente que los obreros sindicalistas y anarquistas votaron, pero de ninguna manera se puede afirmar que hayan votado “obedeciendo una orden”. La única “orden” que los obreros, al votar, obedecían era la de su conciencia de clase. Ninguna organización anarquista, como tal, llamó a sus partidarios a votar. Las organizaciones anarquistas, algunas de ellas sólo, declararon que no harían campaña abstencionista, dejando a sus militantes en libertad para que cada cual procediese de acuerdo con los dictados de su conciencia. Y los obreros anarquistas, cumpliendo con estos dictados votaron. Hay más: algunos periódicos anarquistas llegaron incluso, unos días antes de las elecciones, a continuar su campaña de abstencionismo. Está claro, que por parte de la CNT y de la FAI no medió esa orden de votar de que habla Gil Robles.
Pero aunque esta orden hubiese existido, no creo que tengamos que avergonzarnos de los votos de nuestros hermanos anarquistas. Sus votos no son ilícitos. Todo lo contrario; estamos orgullosos de la actitud de los camaradas anarquistas que, dándose cuenta de la gravedad del momento, unieron sus votos a los de todo el proletariado y las masas antifascistas de España. En cambio, a Gil Robles debía darle vergüenza haber sacado, como lo hizo, a los frailes y monjas de los conventos mandándoles a votar por las derechas, y a comprar votos. Aquí sí que medió una orden de arriba, una orden de Roma. Vergüenza debía darles a esos jesuitas de la CEDA obligar a las “ovejas de Dios”, a gentes que “han abandonado voluntariamente” el reino de la tierra para dedicarse enteramente al “reino de Dios”, á meterse en los asuntos de los “pecadores de la tierra”.
“Muchos electores de las derechas se han abstenido” afirma Gil Robles. Esta afirmación es absolutamente falsa. Ante todo, tengo que confesar que no comprendo a qué alude Gil Robles cuando dice que antes de las elecciones reinó una “calma casi anormal” ¿Se referirá acaso a la detención de decenas de interventores del Frente Popular en la provincia de Córdoba u otras provincias, en la noche de la víspera del 16 de febrero? ¿O acaso a las detenciones en masa de los fijadores y repartidores de propaganda del Frente Popular en Madrid y otras provincias? ¿O acaso al castillo de naipes que él mismo construyó, haciendo creer a sus partidarios que las masas populares podían estar al lado de los verdugos?
Decía que la afirmación de Gil Robles de que los electores derechistas se abstuvieron no es cierta, y lo demostraré. Aún no se conoce el porcentaje exacto de los votantes en las diversas provincias de España, pero los datos ya conocidos demuestran todo lo contrario; demuestran que el porcentaje de los votantes ha sido esta vez mayor que en las elecciones de 1933. Así, por ejemplo, el porcentaje de los votantes en 1933 fue, en Madrid, del 75,02 por ciento; en Barcelona, del 60,15 por ciento; en Málaga, del 51,76 por ciento; en Badajoz, del 74 por ciento. En las elecciones pasadas, estas provincias dieron un porcentaje de votantes del 77,48 por ciento; 69 por ciento; 80 por ciento, y 75 por ciento, respectivamente. Es seguro que a medida que se vayan conociendo las cifras de las demás provincias, éstas confirmarán el aumento de la votación en estas elecciones últimas. ¿Que hubo abstenciones? Desde luego que las hubo.
Pero, afirmar, por ejemplo, que los cien mil electores que se abstuvieron en Madrid son únicamente elementos de derechas, sólo cabe en la cabeza de un epiléptico, de un “jefe” fracasado como Gil Robles.
“Las derechas -dice Gil Robles- carecíamos de mártires.” ¿Y “los niños de los guardias civiles a quienes los revolucionarios sacaron los ojos”? ¿Y “las mujeres de los guardias civiles a quienes los revolucionarios cortaron los pechos y abrieron la barriga”? ¿Y los “vales” que el Comité revolucionario de San Claudio había expedido para “violar mujeres”? ¿Y “los curas descuartizados por los revolucionarios para vender su carne en los establecimientos de Sama de Langreo”? ¿Y “las doncellas enterradas vivas después de atropelladas”? Todas esas “víctimas” de que habló la prensa reaccionaria durante un año y medio y el gobierno de Lerroux-Gil Robles en su libro oficial La revolución de octubre de 1934 en España, ¿no podían servir de mártires para la campaña electoral de Gil Robles?
Todavía el 13 de febrero, ¡tres días antes de las elecciones!, Velarde, verdugo mayor de Asturias, en un banquete que le dieron en Madrid, declaraba que “los jefes de la revolución fueron crueles y cobardes”. He aquí lo que este hijo de Torquemada declaró días antes de las elecciones:
“Así se luchó en Oviedo, sin que los sublevados respetaran los hogares, las mujeres ni los niños. Los seiscientos muertos de la fuerza pública son un exponente de la crueldad con que se luchó. Y en cuanto a las pruebas de crueldad, yo he visto las huellas del guardia de Asalto quemado vivo por los revolucionarios en el campo de San Francisco, después de rociarle con gasolina. Yo he visto los cadáveres de noventa y seis guardias civiles rematados y mutilados bárbaramente en Sama, cuando todos o casi todos habían quedado heridos. El teniente coronel de Carabineros, el ingeniero Riego, los ocho hermanos de la Doctrina Cristiana y tantas otras víctimas inocentes hablan bien claro del humanitarismo de los marxistas españoles. Riego, como es sabido, trabajó lo indecible y dedicó grandes cantidades (hasta producir con un déficit considerable) a beneficiar a los obreros. Su cadáver, sin embargo, presentaba fracturados todos los huesos, porque al agarrarse a las puertas del cementerio fue brutalmente apaleado. Las demás víctimas padecieron horrorosos tormentos antes de morir. Se vieron obligados a cavar sus tumbas, mientras los revolucionarios les disparaban a las piernas para hacerles bailar mientras realizaban tan trágica labor.” (“El Debate”, de Madrid, 14 de febrero.)
Todo eso, lo que “vio” su compinche Velarde, ¿no era suficiente para que Gil Robles pudiese erigir figuras y exponer mártires en su campaña electoral? ¿O es que el propio Gil Robles reconoce que toda su prensa, Velarde y demás verdugos, al hablar de las “crueldades” cometidas por los revolucionarios, mentían vil y canallescamente? Éste es el único punto donde Gil Robles levanta el velo y sin querer dice una verdad, pero incompleta. Para completarla, hay que decir que donde hay mártires, forzosamente tiene que haber también martirizadores, verdugos. Y en efecto, los sargentos Vázquez, los Sirval, las Aída Lafuente y los millares de mártires y héroes anónimos de la epopeya de Asturias pertenecen a nuestro campo, al campo de los obreros y del Frente Popular; los Doval, los Velarde, los López Ochoa y los cientos y cientos de verdugos están en el campo de las derechas; verdugos todos ellos inspirados, pagados y protegidos por Gil Robles, Lerroux y demás enemigos públicos del pueblo trabajador de España.
Como se ve, la declaración de Gil Robles, a pesar de ser superficial y poco seria, deja, sin embargo, traslucir una parte de las verdades. En efecto, fueron las mismas derechas, con su política económica catastrófica, con sus traiciones, sus asesinatos y torturas, sus robos, etcétera, las que prepararon el ambiente y crearon las condiciones para el triunfo del Frente Popular. Pero de esto hablaremos en el próximo artículo.
Son múltiples y diversos los factores que intervinieron y crearon una situación favorable para el triunfo de las fuerzas de izquierda en la última contienda electoral del día 16 de febrero, en España. Todos ellos pueden, sin embargo, resumirse en los siguientes:
1° Ningún problema planteado por la revolución democrático-burguesa había sido resuelto, sino que, por lo contrario, todos habían sido empeorados y agravados por la insoportable situación política, social y económica que las derechas, con su política reaccionaria y nefasta, habían creado a las masas trabajadoras, a los obreros, campesinos, empleados, pequeños comerciantes e industriales.
2° Las masas habían sacado una gran experiencia de todas sus luchas anteriores, y principalmente del movimiento insurreccional de Octubre del 34 y de la epopeya de Asturias.
3° La línea política y táctica del Partido Comunista de España prendió en las masas, en su conciencia, y, como consecuencia de ello, fue un hecho la realización de la unidad sindical, la unidad de acción y la formación del Frente Popular.
Los dos años del gobierno radical-cedista se caracterizaron por su permanente estado de excepción. Todas las conquistas de los obreros y campesinos les fueron arrebatadas. Las huelgas y movimientos de los obreros y campesinos por reivindicaciones y mejoras inmediatas fueron bárbaramente sofocados y aplastados. Las agresiones y los asesinatos de obreros por parte de las bandas fascistas protegidas por el Gobierno, eran un fenómeno “normal” y cotidiano en España. Persecución y clausura de los centros y organizaciones obreros. Suspensión de la prensa obrera. Prohibición de reuniones y mítines obreros. La ferocidad y barbarie de los gobernantes llegaron a su punto máximo después de la derrota del movimiento insurreccional de Octubre de 1934. Más de cien condenados a muerte, treinta mil presos y torturados, millares y millares de obreros y antifascistas españoles desterrados. Toda España se había convertido en un cementerio, en una prisión. La miseria y el hambre se apoderaron de los hogares obreros y campesinos. No había una sola casa obrera o campesina en España que no tuviese al padre, al marido, al hermano o al hijo muerto, asesinado, preso o torturado y vejado.
Paralelamente al terror y a la represión desencadenados por el Gobierno radical-cedista, y protegidos por éste, los terratenientes y los capitalistas, los patronos realizaron un ataque a fondo contra los salarios de los obreros, contra sus condiciones de vida y de trabajo, ya míseras de por sí. El mismo Gil Robles, después de su fracaso del 16 de febrero, se ha visto obligado a reconocer que
“hay también muchos [capitalistas y propietarios] que, con un egoísmo suicida, tan pronto llegaron a tener las derechas participación en el Gobierno, bajaron jornales, elevaron rentas, intentaron desahucios injustos y olvidaron la triste experiencia de los años 1931-1933...”. (“El Debate”, de Madrid, 6 de marzo.)
Gil Robles cada vez que se ve obligado a decir una verdad, la dice incompleta. En efecto, no se trata solamente de capitalistas que se “aprovecharon de la situación para bajar los salarios, etcétera”, sino de toda una política llevada por el gobierno radical-cedista; de un ataque contra las condiciones económicas de los obreros, campesinos y pequeña burguesía, inspirado, dirigido y protegido por el Gobierno. Desde el Poder, las derechas, su parlamento y su gobierno, votaron unas leyes y anularon otras, con el fin de facilitar la ofensiva de los patronos contra los obreros y campesinos.
Veamos. Las derechas, desde el Parlamento y desde el Gobierno, prepararon una nueva ley de Asociaciones y dejaron en suspenso de hecho la existente, y con ello hicieron más difícil la defensa de los obreros. Anularon la ley de Términos municipales, dando rienda suelta a los patronos para servirse de mano de obra barata de forasteros, dejando en la miseria, en el paro y sin jornal a los obreros de las localidades. Prepararon una nueva ley de Jurados mixtos, anulando de hecho la anterior, y con eso facilitaron a los patronos la posibilidad de disponer a su antojo de la vida y la suerte de los obreros. En consecuencia, las bases de trabajo elaboradas en 1932 por las organizaciones obreras fueron destrozadas. Los salarios de los obreros en las ciudades bajaron de diez y doce pesetas a cinco y a cuatro. Los jornales, en el campo descendieron verticalmente, de seis y nueve pesetas hasta una peseta cincuenta céntimos para los hombres y sesenta céntimos para las mujeres; por una jornada de trabajo “de sol a sol”. Las represalias contra los obreros organizados no cesaron, y antes que dar un jornal de hambre a los obreros españoles, los patronos prefirieron traer obreros portugueses, contratados a razón de cincuenta céntimos por día y “comida” o trasladar a los obreros hambrientos de un rincón de España a otro.
Las derechas votaban millones de pesetas para el clero, para las compañías ferroviarias, para el ejército, para la guardia civil, la policía y las fuerzas de represión y, mientras tanto, el paro aumentaba y el presupuesto para obras públicas se reducía. Según las estadísticas oficiales, en España había, en 1933, 586.000 parados y, en 1935, 780.242.
¡Doscientos mil más! Esto, según las estadísticas oficiales. Pero la realidad nos dice que en España hay más de millón y medio de obreros en paro forzoso.
En el presupuesto de 1933, figuraban para Obras Públicas 873 millones de pesetas, mientras que, en el año 1935, tan sólo se destinaban para estos fines 628 millones.
Las derechas votaron la ley de Restricciones (economías a cuenta de los obreros, empleados, campesinos y pequeña burguesía), elaborada por el ex ministro de Hacienda y ex jefe del gobierno radical-cedista, Chapaprieta. Como consecuencia de esa ley, fueron arrojados a la calle centenares de empleados y funcionarios modestos y el sueldo de los demás fue rebajado considerablemente. Estas mismas derechas, que votaron esa ley de Restricciones contra los empleados modestos, se negaron, sin embargo, a aprobar la ley de Derechos Reales, elaborada por el mismo Chapaprieta y que significaba un aumento insignificante de los impuestos para los ricos. El propio Chapaprieta se vio obligado a dimitir y a declarar que
“aquellos mismos que en la Cámara me aplaudían calurosamente cuando se discutía la ley de Restricciones, ahora, en formas diversas, dificultan mi labor, y hoy, 9 de diciembre, está la casi totalidad del presupuesto sin dictaminar, y una, "modesta” reforma de Derechos Reales lleva, a pesar de las "concesiones hechas por mí", varios días discutiéndose en el Congreso, sin asistencia de diputados y sin número bastante para las votaciones nominales.” (Declaraciones publicadas en la prensa de Madrid el 9 y 10 de diciembre de 1935.)
Las derechas arruinaron la economía nacional y hundieron el comercio exterior de España. Mientras que en todo el mundo el año 1935 se destacó por un cierto aumento de la producción y por cierta mejora en la coyuntura comercial, en España, bajo el gobierno de la CEDA y de los radicales, tanto la producción como el comercio exterior bajaron y el saldo negativo del comercio exterior aumentó. He aquí las cifras de los diversos países y las de España:
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1932 | 1935 | Último mes de 1935 | Diferencia en % | |
Alemania |
53,3 | 92,4 | 101,4 | Aumento 73,4 |
Japón |
97,8 | 138,6 | 139,9 | " 41,9 |
Hungría |
76,9 | 107,8 | 114,0 | " 40,2 |
Finlandia |
83,8 | 115,8 | 114,8 | " 39,0 |
Italia |
66,0 | 92,1 | 87,2 | " 37,7 |
Estados Unidos |
53,8 | 74,0 | 79,0 | " 37,5 |
Canadá |
58,1 | 79,9 | 84,1 | " 37,5 |
Chile |
87,0 | 119,1 | 129,9 | " 36,9 |
Suecia |
79,1 | 107,5 | 109,1 | " 35,9 |
Grecia |
100,0 | 136,1 | 159,4 | " 34,9 |
Dinamarca |
91,0 | 120,5 | 123,0 | " 32,4 |
Rumania |
88,5 | 114,0 | 109,5 | " 28,8 |
Inglaterra |
83,5 | 104,2 | 103,2 | " 24,8 |
Polonia |
53,9 | 65,8 | 68,7 | " 22,1 |
Austria |
64,3 | 76,8 | 81,2 | " 19.4 |
Noruega |
92,4 | 103,6 | 110,9 | " 12,1 |
Checoslovaquia |
63,5 | 67,2 | 72,6 | " 5,8 |
Bélgica |
69,1 | 70,4 | 76,9 | " 1,9 |
Países Bajos |
62,3 | 66,0 | 63,0 | " 5,9 |
Francia |
69,0 | 66,8 | 68,1 | Disminución 3,2 |
España |
88,4 | 85,3 | 82,6 | " 3,5 |
(“Boletín mensual de Estadística de la Sociedad de Naciones” 1935, núm. 12, Rundschau, 9.) |
En cuanto al comercio exterior de España, debido a la política de “contingentes”, etcétera, las importaciones bajaron de 1.548.424.000, en 1933, a 1.393.370.000 pesetas. En cambio, las importaciones aumentaron de 1.935.350.000, en 1933, a 2.098.425.000 pesetas en 1935. Esto significa que el Gobierno radical-cedista impuso a la pobre economía española, en 1935, un déficit de 705 millones de pesetas, es decir, superior al de 1933 en un 178 por ciento. (Estadísticas oficiales del comercio exterior, febrero de 1936.)
No cabe la menor duda de que las víctimas de esa política catastrófica de la reacción española han sido los obreros, los campesinos y la pequeña burguesía.
Pero España es un país eminentemente agrícola. El problema del campo, de los campesinos sin tierra, es el problema cardinal de nuestro país. ¿Cuál fue la política de las derechas y qué consecuencias tuvo en el campo?
Hela aquí:
Las derechas votaron, en marzo de 1935, la ley de Arrendamientos Rústicos. Como consecuencia de esta ley, más de cien mil arrendatarios fueron lanzados a la miseria más espantosa, desahuciados de sus tierras, no obstante haber cumplido sus obligaciones como tales. Sólo en Vizcaya hubo más de dos mil desahucios; es decir, que fueron arrojadas al arroyo más de dos mil familias campesinas que llevaban más de cien años laborando la tierra en las condiciones más míseras.
A fines del año 1934, las derechas votaron la ley de Yunteros. El resultado de esta ley fue que en abril de 1931 más de treinta mil familias campesinas, con yuntas y sin tierras, después de enormes sacrificios, fuesen expulsadas de los campos extremeños, quedando en la miseria más desesperada.
En marzo de 1935 votaron la ley de Trigos. Esta ley representaba el robo más descarado contra los pequeños productores agrícolas y suponía un ingreso superior a cuatrocientos millones de pesetas para los acaparadores, terratenientes y fabricantes de harina. Más de veinticinco millones de quintales métricos de trigo de los campesinos pobres y medios fueron “malvendidos en competencia ilícita -según “El Debate”-, aunque justificada”, con una pérdida de diecisiete o dieciocho pesetas en cada quintal métrico. Sólo los terratenientes lograron vender su trigo a buen precio a las juntas provinciales, creadas por ellos mismos, y con dinero del Estado (de los modestos contribuyentes).
Durante los dos años de gobierno radical-cedista, el Instituto de Reforma Agraria no hizo ni un solo asentamiento. La ley de Reforma de la Reforma Agraria, la ley de Acceso a la Propiedad de la Tierra y otras sólo favorecieron a los terratenientes y condujeron al campesino pobre y medio a la mayor miseria. El gobierno Lerroux-Gil Robles permitía que los ahorros de los ricos quedasen en los bancos. Más de ocho mil millones de pesetas había en las cuentas corrientes de los bancos, mientras los modestos productores no lograban crédito barato.
La poca autonomía que había sido otorgada a Catalunya por las Cortes Constituyentes fue abolida y anulada por el gobierno cedista-radical. Los ayuntamientos vascos fueron destituidos y procesados. La opresión de los pueblos de Catalunya y de Euskadi aumentó hasta el extremo.
Toda la España trabajadora y popular fue reducida y sometida a la mayor miseria. Toda la España popular gemía bajo el yugo de los verdugos cedistas y radicales. Y mientras esto ocurría, mientras el pueblo iba pereciendo lentamente de hambre y de terror, los gobernantes asaltaban las arcas del Estado, sacaban a subasta pública las “influencias oficiales” y los ministros se enriquecieron con el “estraperlo”, el asunto “Tayá” y otros negocios sucios. Los radicales y los cedistas en el Poder se habían repartido los papeles; mientras los primeros se dedicaban al robo, a vaciar las cajas del Estado, los otros se dedicaban al asesinato, votaban condenas de muerte, condenas de treinta, de veinticinco años, etcétera.
Ésta fue la situación del pueblo trabajador de España durante los dos años del gobierno radical-cedista. Las masas trabajadoras, los obreros, y campesinos, los pequeños productores, industriales y comerciantes vieron prácticamente lo que significa el fascismo en el poder y pudieron convencerse del porvenir negro que les esperaba si la CEDA llegaba a apoderarse íntegramente del Estado. Las amenazas de las derechas, en caso de triunfar, aumentaron. “ABC”, el órgano de los monárquicos, anunciaba una lista de mil quinientos dirigentes comunistas, socialistas y republicanos de izquierda a quienes, en caso de triunfar las derechas, se debía eliminar para asegurar “la tranquilidad de España”. Gil Robles y sus huestes anunciaban diariamente sus propósitos negros en caso de triunfar. Velarde, en el banquete ya mencionado, declaró que “la primera obligación de las próximas Cortes era declarar fuera de la ley a todos los partidos marxistas españoles”. Las mismas declaraciones hizo Gil Robles en todos los mítines. Y al hablar de “partidos marxistas”, las derechas españolas se referían no sólo a los partidos obreros, sino a todos los partidos republicanos de izquierda, que se atreven a pensar sin someterse a lo que manda el Vaticano.
Ante el pueblo trabajador de España se planteó con toda su crudeza este dilema: “ser o no ser”, “luchar y vencer o sucumbir”. Las masas trabajadoras de España prefirieron lo primero. ¿Pero cómo luchar y cómo vencer?
El movimiento insurreccional de octubre de 1934, la gloriosa epopeya de Asturias, que costó al pueblo trabajador de España más de cinco mil muertos, treinta mil presos y torturados y decenas de millares de represaliados, sirvió de una grande y valiosa experiencia para su lucha. El triunfo del 16 de febrero es la continuación de la lucha entre la revolución y la contrarrevolución. Las grandes masas obreras, campesinas y populares, gracias sobre todo a la intensa e incansable labor de nuestro Partido Comunista, no desaprovecharon las ricas experiencias de Octubre y de Asturias.
La derrota de Octubre y la heroica defensa por los obreros asturianos, durante quince días, de la Comuna de Asturias, demostró a las masas obreras de toda España que la primera e indispensable condición para el triunfo contra el fascismo es la unidad en la lucha, la unidad de clase, la unidad de acción entre los obreros socialistas, comunistas, anarquistas y sin partido; la unidad de acción de los obreros con todas las masas explotadas y oprimidas, con las masas de pequeños campesinos, pequeños comerciantes y productores. Ésta fue la gran experiencia de octubre de 1934. Asturias demostró de lo que es capaz el proletariado, cuando lucha unido.
Y el espíritu de lucha de las masas, su combatividad, no cesó ni un solo momento después de Octubre. A pesar de las penas de muerte y de las condenas de cárcel, a pesar de la miseria que se cernía sobre los hogares obreros, las masas no dejaron de luchar. En pleno estado de terror y de asesinatos, los obreros de Asturias y de otras muchas provincias realizaban huelgas. El anhelo de todas las masas, durante ese último período después de Octubre, era la unidad de acción, el frente único. La confraternización entre los obreros socialistas, comunistas y anarquistas crecía. Los obreros de las diversas tendencias y partidos se reconocieron en la lucha y se convencieron de que sólo unidos podemos dar la batalla decisiva a la reacción y al fascismo, de que sólo unidos en la lucha podemos esperar el triunfo.
A realizar el frente único, a realizar la unidad de acción, a formar el Frente Popular, a vencer todos los obstáculos que se interponían en este camino, impidiendo que las masas fuesen unidas a la lucha, fue a lo que nuestro Partido Comunista dedicó sus mejores energías durante todo el período siguiente a octubre de 1934. La propia situación política y económica de las masas trabajadoras, su experiencia de Octubre, facilitaban la labor del Partido Comunista. Se realizó la unidad sindical entre la UGT y la CGTU, se estableció el contacto entre el Partido Comunista y el Partido Socialista, se formó el Frente Popular, y gracias a esto que como pudimos triunfar el 16 de febrero.
Pero a todo esto nos referiremos ya en nuestro próximo artículo.
El artífice del Frente Popular y, por consiguiente, el organizador del triunfo electoral de las fuerzas de izquierda ha sido el Partido Comunista. El Partido Comunista ha sido y sigue siendo el campeón más incansable en la lucha por la unidad proletaria, por la unidad de acción de las masas obreras y masas antifascistas y el organizador de las futuras y próximas victorias decisivas del proletariado y de los campesinos españoles.
Nuestro Partido Comunista, aunque se desarrolla y crece rápidamente, no es aún, numérica y orgánicamente, la fuerza decisiva del proletariado español, pero política e ideológicamente constituye la fuerza orientadora de todo el movimiento revolucionario de nuestro país. Y nuestro Partido Comunista no sólo ejerce su influencia sobre las masas obreras sin partido y los obreros socialistas de base, sino incluso sobre sus dirigentes. Es la justa política de nuestro partido la que obliga a los dirigentes reformistas y centristas del Partido Socialista a batirse en retirada y la que ayuda y empuja cada vez más a los dirigentes del ala izquierda de dicho partido, a adoptar posiciones revolucionarias y a pronunciarse cada vez más claramente por las soluciones revolucionarias de las necesidades actuales de la clase obrera de España, y por los métodos revolucionarios para obtenerlas. También en España “los comunistas -como decía el camarada Dimitrov en el VII Congreso de la IC-, aunque numéricamente sean pocos, son el motor de la actividad combativa del proletariado”.
Ya a fines del año 1934, poco después del movimiento insurreccional de Octubre, cuando la sangre de nuestros hermanos caídos en Asturias estaba aún caliente, cuando la pena de muerte se cernía sobre las cabezas de centenares de nuestros mejores combatientes de toda España, nuestro partido, después de hacer un análisis de las experiencias de Octubre y de la situación de la clase obrera y de las masas trabajadoras de España, planteó y puso en el centro de sus actividades y como tarea inmediata para los obreros y antifascistas españoles la lucha por la unidad de la clase obrera y su ligazón con todas las masas antifascistas. En una serie de documentos y cartas dirigidos a la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español y, más tarde, en abril de 1935, en una carta abierta dirigida “A los obreros socialistas, comunistas, anarquistas y sindicalistas de España, de Catalunya, de Euskadi, de Galicia y de Marruecos”, suscrita por el Partido Comunista de España y por nuestros partidos hermanos de Francia y de Italia, nuestro partido resumía las tareas del momento en los siguientes términos:
“La creación de las Alianzas Obreras y Campesinas como base de la unidad revolucionaria de las masas en la lucha por el Poder está planteada actualmente por los comunistas en el centro de su acción política. Los comunistas declaran que el frente de la revolución debe, al mismo tiempo, abarcar a todos los elementos, que, no encontrando lugar en las Alianzas Obreras y Campesinas, estén prestos, sin embargo, a luchar efectivamente por cerrar el camino a la contrarrevolución fascista. Es necesario, pues, crear, en unión de esos elementos, un amplio Frente Popular Antifascista, cuyo objetivo principal sea no solamente la lucha por la liberación de los presos políticos, por la restauración de todas las libertades democráticas, por dar la tierra a los campesinos y por la liberación de las nacionalidades oprimidas, sino también por la instauración de un Gobierno provisional revolucionario que, apoyándose sobre las Alianzas Obreras y Campesinas, desarrollándolas, rompa las bases de la contrarrevolución fascista, encarcele a los jefes fascistas, disuelva sus organizaciones y abra el camino para el desarrollo ulterior de la revolución.”
Como consigna inmediata, nuestro partido planteó a las masas la lucha por la disolución de las Cortes de la contrarrevolución y la convocatoria de nuevas elecciones, amplias y democráticas.
Por todos los medios posibles, en millares y millares de manifiestos clandestinos, octavillas, periódicos, en mítines ilegales, en mítines obreros, en conversaciones con los trabajadores en fábricas y talleres, etcétera, nuestro partido divulgó su posición y orientó a las masas en su lucha diaria. En todas las provincias de España, las organizaciones de nuestro partido desarrollaron una labor formidable y múltiple para reconstituir las Alianzas Obreras y Campesinas destruidas durante el movimiento de Octubre, para crearlas allí donde aún no existían; un trabajo enorme para la creación de un Bloque Popular Antifascista. Como resultado de este trabajo, continuo y tenaz, nuestro partido y sus organizaciones provinciales y locales han conseguido ligarse estrechamente a los obreros socialistas y anarquistas, a las organizaciones locales y provinciales del Partido Socialista, y establecer contacto con los republicanos de izquierda y demás elementos antifascistas.
En muchas provincias de España, las Alianzas Obreras y Campesinas, aunque con grandes deficiencias y debilidades, empezaron a funcionar y jugaron un papel importante en las diversas campañas de agitación y en las movilizaciones obreras contra el terror y las penas de muerte, así como en las luchas diarias de los obreros. También se formó la Concentración Popular Antifascista, compuesta por el Partido Comunista, diversas organizaciones obreras y algunos partidos republicanos de izquierda, no participando en ella, sin embargo, el Partido Socialista en el plano nacional, pero sí, en cambio, algunas agrupaciones socialistas provinciales y locales en el plano provincial y local.
Y cuando, en el mes de junio de 1935, el gobierno Lerroux-Gil Robles, bajo la presión de las masas, se vio obligado a levantar el estado de guerra y a dejar un poco de legalidad relativa a las organizaciones obreras, nuestro partido organizó en Madrid el primer mitin legal, en el cual fijó nuevamente su posición clara frente a la situación del país, propugnando por la creación de un amplio bloque de todas las fuerzas obreras y antifascistas para hacer frente a la reacción y para luchar por las libertades democráticas y por la disolución de las Cortes de la contrarrevolución. En dicho mitin, celebrado el 2 de junio, el secretario general del Partido Comunista dijo lo siguiente:
“Nosotros, Partido Comunista, luchamos y lucharemos siempre por la realización de nuestro programa máximo, por la implantación del Gobierno Obrero y Campesino en España, por la dictadura del proletariado en nuestro país. Pero en estos momentos de grave peligro que amenaza a los trabajadores, con el fascismo dueño de los resortes principales del Estado, declaramos que estamos dispuestos a luchar unidos con todas las fuerzas antifascistas sobre la base de un programa mínimo de obligatorio cumplimiento para cuantos entren en la Concentración Popular Antifascista.”
La posición de nuestro partido ha sido, pues, desde un principio y durante todo el tiempo, clara y definida: la organización de una amplia red de Alianzas Obreras y Campesinas en los lugares de trabajo, en los pueblos y aldeas, como expresión y como órgano del Frente Único de los obreros y campesinos, y en torno a estas Alianzas, un amplio Bloque Popular de todos los elementos que verdaderamente estén, dispuestos a luchar contra el fascismo y la reacción y por las libertades democráticas del pueblo trabajador.
Nuestra posición y nuestras consignas fueron comprendidas y bien acogidas por las masas obreras. Por encima de la voluntad y a pesar de la resistencia de la dirección nacional del Partido Socialista, las Alianzas Obreras y Campesinas se desarrollaron; en todas las regiones de España se formaron organismos de enlace entre las organizaciones comunistas y socialistas y se entablaron conversaciones con los elementos republicanos y antifascistas. La masa obrera y antifascista comprendió las consignas de nuestro partido, pero no así la dirección del Partido Socialista. Nuestras cartas dirigidas a la Comisión Ejecutiva Nacional del Partido Socialista quedaron en su mayor parte sin contestación, y nuestras proposiciones fueron sistemáticamente rechazadas. La Comisión Ejecutiva Nacional del Partido Socialista se limitó a la formación de un Comité de Enlace entre el Partido Comunista y el Partido Socialista, pero rechazando todas las propuestas de nuestros representantes en dicho Comité, encaminadas a desarrollar una verdadera acción y lucha de masas. La posición de los dirigentes socialistas, tanto los del ala reformista y centrista como los de la izquierda, fue completamente negativa y opuesta a la formación y desarrollo de las Alianzas Obreras y Campesinas y del Frente Popular Antifascista, como un amplio frente de lucha.
Los dirigentes reformistas del Partido Socialista, que eran contrarios a la revolución y a la dictadura del proletariado, como único medio de derrocar el régimen capitalista, y que eran también contrarios al Frente Único y a la unidad de acción de los obreros socialistas y comunistas, se opusieron terminantemente a la constitución de las Alianzas Obreras y Campesinas, que significaban el frente único de todos los obreros, sin distinción de partido. En cuanto al Frente Popular, los derechistas y centristas lo consideraban necesario, pero no como un frente de lucha contra el fascismo, sino como una segunda edición del “Pacto de San Sebastián”; es decir, como un bloque de los partidos obreros y republicanos de izquierda cuya dirección debía estar en manos de los republicanos, por tratarse de una revolución democrático-burguesa, y en el que los partidos obreros debían ayudar a los republicanos a llegar al Poder. ¡Nada de hegemonías de las fuerzas proletarias en el Frente Popular, nada de contenido revolucionario de dicho frente!
También la posición de los dirigentes izquierdistas del Partido Socialista, en su mayor parte, fue en un principio opuesta a las Alianzas Obreras y al Frente Popular. Los izquierdistas consideraban a las Alianzas Obreras como órganos de insurrección únicamente, y como el momento de la insurrección (Octubre) ya había pasado, las Alianzas -decían- no tenían ya ninguna misión que cumplir y, por tanto, no se las debía fomentar. Su posición con respecto a las Alianzas Obreras y Campesinas era la consecuencia y la continuación lógica de su posición de antes de octubre de 1934 y de su concepto falso de las fuerzas de la revolución, del carácter de la revolución en España y de los órganos de dicha revolución. Antes de octubre de 1934, los dirigentes izquierdistas del Partido Socialista confundían y sustituían la consigna de la dictadura del proletariado por la de dictadura del Partido Socialista. En vísperas de Octubre, su consigna era: ¡Todo el poder para el Partido Socialista!, en vez de: ¡El poder para los obreros y campesinos, para las Alianzas Obreras y Campesinas!, que era la de nuestro partido. Después de Octubre, y a pesar de la valiosa experiencia que nos ha dado Asturias, los dirigentes izquierdistas siguieron manteniéndose en la misma posición falsa, y como para ellos el Partido Socialista seguía siendo el único a quien correspondía el Poder, era lógico que se pronunciasen en contra de las Alianzas Obreras y Campesinas, por cuanto éstas representan los órganos embrionarios de lucha por y del poder de los obreros y campesinos de todas las tendencias y partidos; seguían asignando al Partido Socialista el papel que corresponde atada la clase obrera y campesina. En cuanto al Frente Popular, los izquierdistas no comprendían la posibilidad de la constitución de un bloque de obreros y republicanos con fines revolucionarios, con la hegemonía y dirección del proletariado en dicho bloque únicamente admitían la posibilidad de aliarse a los republicanos cuando se planteaba la cuestión de ir unidos a las elecciones.
Durante mucho tiempo, los dirigentes reformistas siguieron en su posición negativa y hostil al frente único proletario y a la unidad de acción antifascista, y los dirigentes izquierdistas aferrados a su incomprensión y posición confusa con respecto a los problemas fundamentales de la revolución y a las tareas inmediatas de los obreros revolucionarios.
Pero el VII Congreso de la Internacional Comunista ayudó mucho al Partido Comunista de España en su labor de esclarecimiento de los problemas. La claridad meridiana con que el VII Congreso de la IC y especialmente el camarada Dimitrov planteó y explicó los problemas de la clase obrera, la lucha contra el fascismo, etcétera, hicieron vacilar a los dirigentes socialistas de izquierda en su posición, les hicieron reflexionar y les ayudaron a comprender y a darse cuenta de la verdadera situación de España, y de esta manera, a acercarse cada vez más y a ver con simpatía la posición de nuestro partido ante los diversos problemas de la revolución y de la lucha contra el fascismo en España. A partir del VII Congreso de la IC fue cuando las relaciones entre nuestro partido y el ala izquierda del Partido Socialista se hicieron cada vez más efectivas y estrechas. Frente al silencio en que la Comisión Ejecutiva Nacional del Partido Socialista, los reformistas y los centristas se obstinaban ante nuestras proposiciones de unidad de acción, el ala izquierda, por medio de su órgano “Claridad”, las acogía con simpatía y se pronunciaba cada vez más abiertamente y con menos confusionismo en favor de las Alianzas Obreras y Campesinas y también en favor del Frente Popular Antifascista.
La unidad sindical ya realizada, la fusión de la CGTU con la UGT a propuesta y gracias a la lucha de la primera, estrechó aún más los lazos entre nuestro partido y el ala izquierda del Partido Socialista, encabezada por el camarada Largo Caballero. La realización de la unidad sindical ha servido de ejemplo práctico (el ingreso en la UGT de muchos sindicatos autónomos, el hecho de plantearse la posibilidad de unidad de acción entre la UGT y la CNT, etc.), para toda la masa obrera y también para los dirigentes del ala izquierda del Partido Socialista, de los grandes beneficios que el proletariado puede obtener luchando unido.
Nuestro trabajo continuo e incansable en pro del frente único proletario; la política justa desarrollada por nuestro partido; la labor formidable desplegada por nuestras organizaciones entre los obreros socialistas; nuestro acercamiento y nuestro trabajo cerca de los dirigentes del ala izquierda del Partido Socialista; la gran resonancia que el VII Congreso de la Internacional Comunista ha tenido entre los obreros socialistas de España; todo ha contribuido a que, al llegar el momento de la lucha electoral, los dirigentes socialistas se pronunciasen en favor del frente único proletario y de la formación de un Frente Popular para la lucha en común contra las fuerzas de la reacción y del fascismo. Sólo gracias a la línea política justa de nuestro partido, que prendió en la masa obrera y también en los dirigentes socialistas de izquierda, ha sido posible constituir el Frente Popular. Y este Frente Popular, con todos sus defectos y debilidades, ha jugado un papel decisivo en la lucha electoral y ha dado el triunfo a las fuerzas de izquierda.
De esto trataremos en nuestro próximo y último artículo.
En España, el Frente Popular, a pesar de no ser aún un verdadero frente amplio de lucha antifascista, tal como lo caracterizó el camarada Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista, qué tenga por fuerza-guía a la clase obrera y por garantía el Frente Único proletario, ha sido capaz de proporcionar la victoria electoral a las fuerzas coaligadas en él.
El Frente Popular, en España, se ha constituido, y sigue siendo hasta hoy, una especie de coalición electoral de las fuerzas obreras y republicanas de izquierda. Con excepción del Partido Comunista, y en parte -aunque no con toda la claridad que se precisa- del ala izquierda del Partido Socialista, los dirigentes de todos los otros partidos que participan en el Frente Popular (no las masas, pues éstas ven en el Frente Popular no sólo un frente electoral, sino también extraelectoral), lo consideran como una coalición electoral y no aspiran a otra cosa. Los dirigentes reformistas y centristas del Partido Socialista se han mostrado durante el período de octubre de 1934, durante el período preelectoral y, ahora, después de las elecciones, como enemigos pronunciados del Frente Único proletario, de la unidad de acción de la clase obrera y de las masas campesinas, y del Frente Popular, como frente de lucha antifascista, que tiene por tarea liquidar las bases materiales de la reacción y el peligro del fascismo, desarrollar la revolución democrática hasta sus últimas consecuencias y crear las premisas para la instauración del gobierno obrero y campesino. El Partido Socialista, su dirección, reformista, ha abogado siempre por la creación del Frente Popular como coalición electoral, y después de las elecciones sigue manteniendo su posición en el sentido de que el Frente Popular debe ser sostenido solamente con fines parlamentarios, para facilitar y coordinar el trabajo de los diversos grupos de la mayoría del Parlamento.
Sólo el Partido Comunista ha mantenido una posición justa y firme en esta cuestión, propugnando por que el Frente Popular sea un frente de lucha no sólo en las elecciones y en el Parlamento, sino principalmente en la calle, un frente que organice y agrupe a todas las masas trabajadoras y que sirva como garantía para el cumplimiento por parte del Gobierno del pacto electoral y para llevar adelante el cumplimiento y la solución de todos los problemas vitales de los obreros, campesinos y masas trabajadoras de España. El Partido Comunista ha luchado por dar al Frente Popular este carácter y lo ha conseguido en parte, si no en el terreno nacional, por lo menos en muchas provincias y localidades. El Partido Comunista ha luchado y sigue luchando por organizar el frente único proletario y poner a éste como base, como garantía del Frente Popular Antifascista.
El Frente Popular, en España se ha constituido, pues, cuando el frente único proletario no estaba aún plasmado; con la enemistad de los reformistas del Partido Socialista en lo que respecta a su contenido revolucionario. Pues bien; a pesar de eso, los resultados que este Frente popular, con todas sus debilidades, ha traído para el triunfo del día 16 de febrero, son enormes y valiosos. Sólo el hecho de haberse puesto en contacto el Partido Comunista con el Partido Socialista, y con los partidos republicanos de izquierda, ha contribuido para que la clase obrera, las extensas masas campesinas y el pueblo trabajador en general se agrupen en torno a este Frente Popular y aseguren de este modo su triunfo. Y este hecho precisamente servirá para las masas como una lección práctica de los grandes beneficios que se obtienen con la unidad de acción y facilitará considerablemente al Partido Comunista y a la izquierda del Partido Socialista su tarea y su trabajo por establecer el Frente Único proletario y convertir el Frente Popular en una verdadera y amplia organización de lucha antifascista.
En el VII Congreso de la Internacional Comunista, el camarada Dimitrov, al destacar el significado del Frente Único, nos decía lo siguiente:
“Las acciones conjuntas de los partidos de ambas Internacionales contra el fascismo no se limitarían a ejercer una influencia sobre sus afiliados actuales, sobre los comunistas y socialdemócratas: ejercerán también una influencia poderosa sobre las filas de los obreros católicos, anarquistas y no organizados, incluso sobre aquellos que momentáneamente son víctimas de la demagogia fascista.”
Y más adelante, agregaba:
“El potente Frente Único del proletariado ejercería una enorme influencia sobre todas las demás capas del pueblo trabajador, sobre la pequeña burguesía urbana, sobre los intelectuales. El Frente Único infundiría a los sectores vacilantes fe en la fuerza de la clase obrera.”
Los resultados que hemos obtenido en España atestiguan la completa justeza de la apreciación del camarada Dimitrov. En efecto, la unidad de acción, aunque con deficiencias, entre el Partido Comunista y el Partido Socialista, y el Frente Popular, han arrastrado a todos los obreros de diversas tendencias, a los obreros inorganizados y a las amplias masas no proletarias a la lucha contra la reacción.
Han sido la unidad de acción y el Frente Popular los que han contribuido a que los obreros anarquistas se inclinen y se incorporen a la lucha contra el fascismo y la reacción. Los obreros anarquistas, en su inmensa mayoría, han votado. Y no sólo han votado, sino que en muchas provincias han participado activamente en la propaganda y en los trabajos prácticos de la campaña electoral. Tenemos casos, como los de las provincias de Cádiz y de Zaragoza, donde los obreros anarquistas han sido los que han dado el triunfo al Frente Popular. En estas provincias, donde la influencia anarquista en el movimiento obrero es aún considerable, la reacción había vencido siempre y se las consideraba como sus baluartes. Gracias a las campañas abstencionistas de los anarquistas, la reacción había logrado siempre triunfar en esas provincias. La provincia de Cádiz, por ejemplo, siempre había dado el triunfo a los monárquicos y a Primo de Rivera. Y lo mismo Zaragoza. Esta vez, y gracias a la participación de los obreros anarquistas en las elecciones, la reacción ha sufrido una derrota. Y al hablar de los obreros anarquistas hay que reconocer que no se trata únicamente de una cuestión sentimental, de la cuestión de votar simplemente, sino de todo un proceso de revolucionarización que desde hace algún tiempo se viene operando entre ellos. La constitución de las Alianzas Obreras y Campesinas, su eficacia como órganos de lucha por el Poder en Asturias, la fusión de la CGTU con la UGT, la formación del Frente Popular y, en general, todo el trabajo de esclarecimiento y de organización llevado a cabo por el Partido Comunista han obligado a los obreros anarquistas a reflexionar sobre la necesidad de la unidad y sobre la ineficacia y utopía de los métodos anarquistas. He aquí una carta publicada en “Mundo Obrero” del 6 de marzo último, firmada por un obrero anarquista, que nos demuestra cuál es el ambiente y el espíritu que reinan actualmente entre vastos sectores de los obreros anarquistas. Este obrero anarquista escribe:
“Compañeros comunistas: Ante el panorama político-social, que presenta el mundo, y en particular España, las experiencias del pasado y, más concretamente, la insurrección de octubre del 34, yo, ante las razones expuestas, siento la necesidad de rectificar mi pasado y descender de los olímpicos sueños utópicos del anarquismo a la realidad. No pretendo negar la importancia del ideal anarquista ni de los hombres que nos han precedido dentro del anarquismo; pero creo en la necesidad de un período transitorio (dictadura del proletariado), hasta que los pueblos se encuentren en condiciones de vivir la anarquía. Las experiencias realizadas en otros países ponen de relieve que para contrarrestar la reacción fascista, que no es ni más ni menos que los últimos despojos del capitalismo, pero que dispone de un formidable aparato represivo, es necesaria la unión de todos los trabajadores ante la amenaza de una posible dictadura negra. Ante este peligro, opongámonos uniendo todas nuestras fuerzas para que en España no se repitan los casos vergonzosos de Italia y Alemania. Los momentos actuales no son para soñar, sino para estar muy alerta; los problemas no son solamente nacionales, sino mundiales. No debemos perder de vista la actitud de Italia en África, ni una posible agresión del Japón y Alemania contra la Unión Soviética, el único país donde la clase trabajadora llegó a conquistar sus destinos. ¡Viva la Unión de todos los trabajadores! Firma: S. de la Rok. Madrid, 4 de marzo de 1936.”
Hemos trascrito íntegra la carta del camarada anarquista, porque sabemos que de su opinión participan hoy muchos millares de obreros anarquistas, que, gracias a las experiencias pasadas, se encaminan cada vez más resueltos por la senda revolucionaria que señala el Partido Comunista. Este hecho, claro está, plantea ante el Partido Comunista la necesidad de intensificar su trabajo entre los obreros anarquistas, a fin de facilitar cuanto antes, su incorporación orgánica a las filas de los combatientes por la revolución.
La unidad de acción de los obreros y el Frente Popular ha arrastrado también a grandes masas de mujeres a la lucha activa contra la reacción y el fascismo y por el triunfo electoral. Han sido las mujeres trabajadoras y antifascistas las que han ganado la batalla del 16 de febrero. Y no sólo por dar sus votos al Frente Popular o por formar la mayoría del censo electoral en España, sino por su participación activa en la propaganda, en las movilizaciones y en la lucha contra los fascistas. A este respecto podríamos indicar una infinidad de verdaderas heroínas en Asturias, en Málaga y en todas las provincias de España. Jamás se han conocido movilizaciones tan amplias y tan grandiosas de mujeres en España como esta vez durante la campaña electoral y después del triunfo del 16 de febrero. Las mujeres proletarias se han incorporado definitivamente a las filas de la lucha de clases. Y no podía ser de otra manera. Son las mujeres, las madres, esposas, hermanas e hijas las que más han sentido en su propia carne el dolor de la represión, las que más han comprendido el significado de la amenaza fascista y las que mas decididamente se han opuesto a sus avances y han contribuido a cerrarle el paso.
Ha sido también el Frente Popular el que arrastró a la lucha a los elementos de la pequeña burguesía, a los trabajadores en general, y el que ha contribuido a que todos esos elementos se mantengan firmes, disciplinados, frente a los enemigos, la reacción y el fascismo.
Como decimos, la eficacia de las Alianzas Obreras y Campesinas en Asturias y la del Frente Popular en la contienda electoral del 16 de febrero son dos ejemplos que sirven a las masas españolas como experiencia de lo que significa la unidad de acción, y son también los factores que animan a esas masas a luchar con más energía por la unidad completa del movimiento obrero revolucionario para obtener nuevos triunfos, triunfos decisivos.
Hemos triunfado el día 16 de febrero. Con este triunfo, hemos infligido un duro golpe a la reacción y al peligro fascista en España. La reacción y el fascismo han sufrido una derrota, pero aún no están vencidos. Para vencerlos, tenemos que liquidar sus bases materiales: confiscar la tierra de los grandes terratenientes, nacionalizar los bancos, confiscar las tierras y propiedades de la Iglesia y de las órdenes religiosas, disolver las organizaciones reaccionarias y fascistas y desarmar sus bandas, depurar el Ejército de los mandos reaccionarios y fascistas, etcétera. Pero esto sólo podrá hacerlo un gobierno revolucionario de Frente Popular, bajo la dirección del proletariado.
El gobierno actual de Azaña es, un gobierno republicano de izquierda. El pacto que ha servido de plataforma electoral para el Frente Popular es insuficiente. Descontando la amnistía y la readmisión de los represaliados, ya realizadas en su mayor parte, dicho pacto no contiene ninguna solución real y definitiva de los problemas fundamentales de la revolución democrática. Pero el cumplimiento de dicho pacto puede aliviar momentáneamente la difícil situación de la clase obrera y de los campesinos y crear las condiciones para la formación de un gobierno revolucionario dispuesto y capaz de dar soluciones definitivas a los problemas que la revolución democrática tiene planteados. Por eso, la misión de los obreros revolucionarios consiste en apoyar al gobierno actual en la medida en que éste cumpla el pacto, y obligarle, por todos los medios posibles, a que su cumplimiento se lleve a cabo con toda rapidez, de acuerdo con las exigencias del momento y las necesidades de las masas. Debemos luchar contra toda clase de manifestaciones de impaciencia exagerada y contra todo intento de romper el Frente Popular prematuramente. El Frente Popular debe continuar. Tenemos todavía mucho camino que recorrer juntos con los republicanos de izquierda.
No hay que disolver el Frente Popular, sino todo lo contrario: reforzarlo y convertirlo en un verdadero frente de lucha antifascista; extender y vivificar las Alianzas Obreras y Campesinas en todo el país; conseguir la unidad sindical íntegra y la unidad orgánica y política del proletariado: he aquí las condiciones que pueden asegurar el logro de las aspiraciones de las masas trabajadoras españolas, la terminación de la revolución democrático-burguesa. A la realización de estas tareas, a la organización de la revolución, es a lo que con más energía se dedica en los momentos actuales el Partido Comunista de España.
Para realizar estas tareas, el Partido Comunista se ha dirigido al Partido Socialista, proponiéndole la constitución de un Comité de Enlace, sobre la base de un programa que facilite el desarrollo de la revolución democrática y la lleve hasta sus últimas consecuencias. Esta proposición ha quedado sin contestación por parte de la dirección actual reformista y centrista del Partido Socialista. Pero, en cambio, ha sido acogida favorablemente por el ala izquierda de dicho partido. Las masas del Partido Socialista repudian la actitud de la actual ejecutiva reformista y ven en la línea de Largo Caballero la que más se acerca a la senda revolucionaria, a la senda del Partido Comunista y de la Internacional Comunista.
El ala izquierda del Partido Socialista ha obtenido últimamente triunfos considerables sobre los elementos reformista, y es seguro que el próximo congreso del Partido Socialista se pronunciará en favor del Frente único proletario, en favor de las Alianzas Obreras y Campesinas y de la unidad orgánica y política del proletariado. Esto ayudará enormemente al Partido Comunista en su labor de organización de la revolución y nos ofrece grandes perspectivas para el porvenir.
De un lado, el crecimiento rápido e impetuoso del Partido Comunista, que cuenta ya con sesenta mil afiliados en todo el país (sólo en las últimas seis semanas después del 16 de febrero han ingresado en nuestro Partido treinta mil afiliados nuevos, y esto es solamente el comienzo, porque el chorro está abierto), y de otro lado, la línea revolucionaria, que va ganando terreno en el Partido Socialista, son los dos factores que nos aseguran que muy pronto tendremos en España una amplia red de Alianzas Obreras y Campesinas, una vasta organización de los órganos de lucha por y del Poder obrero y campesino, enfrente al Poder de la burguesía.
La consolidación de los Frentes Populares, sin romperlos prematuramente; la organización del Frente Único proletario en las Alianzas Obreras y Campesinas; la unidad sindical; la unificación de las Juventudes Comunistas y Socialistas en una sola organización amplia de la juventud trabajadora; la unidad orgánica y política del proletariado y la formación del Partido Bolchevique único: he aquí el camino que nos conducirá hacia el Octubre español victorioso.