Pronunciado: El 4 de septiembre de 1973.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 10 de
febrero de 2016.
Hace tres años, los trabajadores chilenos sorprendían, al país y al mundo, con el resultado de la elección presidencial.
Se preguntaban todos si el pueblo, limpio vencedor en las urnas, sería capaz de llevar a cabo la empresa que se había propuesto.
Tras muchos años de esfuerzo, de reveses y éxitos parciales, si dura fue la lucha para llegar al Gobierno, teníamos claro que, más había de serlo la que tendría que enfrentar la ejecución del programa de transformaciones más ambiciosas y profundas de la historia nacional.
Hoy, a tres años de esa fecha, podemos medir todo lo que hemos sido capaces de hacer, para construir un nuevo orden y dejar atrás las estructuras de la oligarquía agraria, del gran capital monopólico y financiero, de la sumisión de nuestras riquezas básicas a la explotación extranjera.
No ha sido tarea fácil.
Enemigos tenaces, constantes, existían antes de la elección.
Después de ésta, cuando el pueblo estaba en el Gobierno, se alzaron con más vehemencia, al verse heridos en sus intereses, al ver hundirse el mundo de sus privilegios.
Al paso del pueblo se fueron colocando obstáculos, unos aquí y otros en el exterior.
Ardua empresa la de construir frente a un adversario que gastó sus mejores empeños en no dejarnos gobernar.
Después de tres años, el cuadro está claro.
El pueblo, más maduro, más consciente, con más experiencia, más resuelto qué nunca a avanzar sin tropezar.
Frente a él, un adversario que también ha cambiado.
Pero, mientras el pueblo ha cambiado en calidad, para mejorar su capacidad de construir una nueva realidad económica y política, el adversario ha desarrollado sus tácticas.
Si antes del 4 de septiembre se usó la campaña del terror psicológico, hoy se la acompaña del atentado: el terrorismo efectivo, contra vidas humanas, bienes públicos y privados.
La reacción está demostrando que, para atajar el avance del pueblo, no vacila en recurrir a prácticas fascistas.
Pero, hoy como ayer, como hace tres años, Chile entero y el mundo están contemplando nuestra capacidad para seguir adelante, frente a un adversario que recurre a todo para derrotar al pueblo, aun a riesgo de destruir la Patria.
Los que crearon ayer el sistema de Gobierno que nos rige, no aceptan hoy ser gobernados y quieren destruirlo.
Los que apoyaron ayer las Instituciones del régimen para mantenerse en el Gobierno, consideran hoy que ya no les sirven para sus intereses.
Llegan a dejar reemplazar sus partidos políticos por grupos aventureros.
No vacilan en atacar a los Rectores de las Universidades, a la propia Iglesia, a su Cardenal.
Nada los detiene, sino nuestra propia fuerza, unidad y convicción por lo que estamos luchando.
Han roto, o intentan romper, todas las formas de la convivencia.
La legalidad ya no les sirve, y la pisotean.
Desde el Congreso invocan solemnemente el golpe de Estado, crimen de lesa Patria, impulsando irresponsablemente a la guerra civil.
Pero ya hemos demostrado nuestra capacidad de avanzar, en medio de las mayores dificultades económicas y políticas.
Los trabajadores derrotaron, en octubre, el paro sedicioso.
En Marzo impidieron que la legalidad se usara para destituir al Gobierno legítimo.
Después, estamos viendo el asalto contra el Pueblo y su Gobierno, con nuevos procedimientos, nuevos en Chile, viejos en el mundo, pero gastados y derrotados por los pueblos demócratas.
En las barbaries provocadas por el fascismo, ante nuestros propios ojos, hay una fuerza de represión brutal, ejercitada con tal crueldad, que constituye una muestra de lo que sería capaz de hacer contra los trabajadores, si tuviera el Gobierno en sus manos.
Es una muestra mínima de su desprecio por la democracia, por la vida de los hombres, mujeres y niños; de su odio, de su insaciable capacidad de destrucción.
Ayer lunes, fueron sepultados dos de sus víctimas: Un joven que recién se asomaba a la vida, un voluntario de la Patria, que cargaba y descargaba sacos de harina para dar pan a un vasto sector de Santiago, privado de él por el paro criminal de los transportistas.
Hoy, las llamas consumieron la sede del Partido Radical, el más viejo de nuestra vida republicana.
En este tercer aniversario surgen, como símbolo de capacidad revolucionaria y constructiva del pueblo, los voluntarios de la Patria, exponentes de la madurez de los trabajadores, de la toma de conciencia de los jóvenes, de la entereza de nuestras mujeres.
Trabajadores de Chile: el invierno está terminando, y aparecen ante nosotros horizontes económicos promisorios.
En los últimos años, recibimos el castigo, del bajo precio del cobre en el mercado internacional.
Hoy, alcanza cifras altas que nos proporcionarán las divisas indispensables para importar materias primas y bienes de consumo.
La producción, de Chuquicamata, el mes de agosto, ha sido la más elevada de la historia.
Las siembras de este invierno duplican la superficie sembrada el año pasado.
Tenemos que repetirlo en las siembras de primavera.
De éste modo, la mayor producción minera, agrícola e industrial, la organización y capacidad creadora de los trabajadores, lograra detener el año próximo, la inflación y el desabastecimiento.
Al mismo tiempo, su voluntad de lucha derrotará la huelga anti patriótica de un sector de camioneros; su gran capacidad de trabajo impedirá que el nuevo paro nacional de la burguesía detenga el país.
A Chile solo lo paran los trabajadores. Y sus mujeres mostrarán, con su esfuerzo abnegado, donde está la mujer del pueblo, cuando la insolencia de las reaccionarias salta por la calle, a lamentar la pérdida del mundo feliz que las rodeaba en medio de la miseria de la mujer campesina, de la mujer del obrero, de la mujer pobladora. Es ella la que le da su tibia ternura al hijo de nuestro Chile, a su hijo, al ciudadano del mañana.
En la unidad combativa de trabajadores y demócratas, tiene Chile su más preciosa reserva, en defensa de las libertades democráticas, patrimonio de todo el pueblo.
Siempre he pensado que el día más feliz, será aquel en que el trabajador pueda estudiar, producir y progresar tranquilo y seguro del futuro de él y de los suyos, de sus hijos, el futuro del pueblo, del futuro nuestro, del futuro de Chile.
Ahora, compatriotas, debo decirles, con franqueza de gobernante y de compañero: tenemos que estar alertas, muy alertas, sin perder la serenidad, con la cabeza fría, y el corazón ardiente.
Enfrentamos una grave conspiración.
Nuestra tarea principal es derrotarla por Chile y su destino.
Al despedirme, les repito lo que les dijera hace justamente tres años: A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del Pueblo, con la lealtad del Compañero Presidente.