Pronunciado: El 18 de octubre de 1972.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 4 de
febrero de 2016.
Muy buenas noches estimados compatriotas:
He estimado una, obligación conversar una vez más con ustedes. Y como siempre, dialogar así improvisadamente frente a los hechos trascendentes que a ustedes y a mí me preocupan, que a Chile le interesan como pueblo y como nación.
Desde la primera vez que intervine a raíz de los acontecimientos sucedidos como consecuencia del paro de los transportistas, sostuve con tranquilidad, pero enfáticamente, que ese movimiento semi gremial, en esencia era un movimiento de contenido político, que los dirigentes de los transportistas habían cometido delitos sancionados por las leyes, y que las consecuencias de su paro pesaban extraordinariamente sobre la inmensa mayoría de los chilenos.
Los hechos me han dado absolutamente la razón. Han sido; los Tribunales de Justicia, ha sido el señor Ministro Cereceda, destacado para este caso, quien ha declarado reos a los dirigentes de los transportistas.
Es cierto que ellos han salido bajo fianza. Pero es cierto que son reos.
Ello viene a confirmar entonces lo que sostuve, que su actitud y su acción estaba dentro de los marcos que sancionan expresamente las disposiciones de la Ley de Seguridad Interior del Estado.
No hubo, de esta manera, ninguna intención, ningún propósito del Gobierno de obstaculizar legítimos derechos sindicales o gremiales.
Hubo la obligación ineludible ‐a la que nunca renunciaré‐ de establecer el orden y la normalidad, afectados por paros que en el fondo han sido claramente sediciosos.
Por ello, entonces, es conveniente ver que lamentablemente también, además de la actitud asumida por los integrantes del gremio del transporte de carga terrestre, otros sectores expresaron su solidaridad activa, o se pretendió que lo hicieran.
Pero, lo que es más y mucho más grave: se ha llegado en las últimas cuarenta y ocho horas a ejecutar actos de sabotaje, directos, que han implicado extraordinaria gravedad.
Cuatro sabotajes contra las líneas férreas; consecuencia: un volcamiento en Valparaíso y otro ‐me parece‐ cerca de Melipilla. Y destrucción, en los otros dos casos, de amplios trozos de la línea férrea.
Se voló, anoche, la copa de agua de la Comuna de Conchalí.
Se ha atentado en contra de los locales que han abierto.
Ha habido la intención de ‐también‐ impedir que los particulares que están trabajando con sus camiones y los camiones de las empresas estatales pudieran cumplir su cometido.
Se han colocado bombas, en la casa de un particular, dirigente político de San Miguel, Tito Palestro y en la industria estatizada QUIMANTU.
Lamentablemente, el Presidente de la Federación Nacional de Profesionales, Miguel Jacob Helo, fue víctima de un atentado. El conversó conmigo anteayer; me habló de las presiones que había recibido, para que hubiera un pronunciamiento determinado frente a este paro. No soy hombre capaz de decir que es responsable la oposición de esto, pero sí sostengo que jamás los sectores populares habrían cometido el atentado de que se hizo víctima a un hombre que, precisamente, no quería un pronunciamiento de la organización que preside, que fuera injusto.
Hay que pensar entonces, que nos vimos obligados a establecer el toque de queda; camino al que recurrieron gobiernos anteriores en circunstancias similares, para evitar la acción tenebrosa, irresponsable, artera, cobarde de los que amparados por las sombras de la noche recurren a procedimientos anti chilenos, absolutamente anti chilenos.
Ya Chile vivió desde el 4 de septiembre hasta el 3 de noviembre de 1970 una serie de actos que culminaron, lamentablemente, con el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, General Rene Schneider.
Hoy ¡se vuelve a usar esos procedimientos: la bomba, el sabotaje y el atentado!
El Gobierno no lo permitirá. Por eso hemos recurrido al toque de queda, como recurrimos a la cadena nacional de emisoras, no para impedir la libre expresión de un pensamiento constructivo de una opinión política. Recurrimos a ella primero, a través de una determinación del Jefe de la Zona de Emergencia. Levantada esta cadena obligatoria, las radios quedaron en su libre derecho, con la notificación de que no podían impulsar el paro, que no podían hacer una campaña destinada a ello.
Esta resolución del Jefe de Zona no fue cumplida y fue el propio Comandante del Ejército de Chile, General Carlos Prats quien solicitó del Gobierno se restableciera la cadena nacional. Y lo hemos hecho.
Además, el General Bravo, Jefe de la Zona de Emergencia, llamó a los directores de diarios pidiéndoles, diciéndoles, expresándoles que ni él ni Chile estaban acostumbrados, a una censura previa, entregando a su propia responsabilidad el que no publicaran noticias alarmantes o alarmistas, que no se creara mayor confusión o se diera una imagen distinta a la que estamos viviendo.
Los diarios, ustedes los leen, ustedes los compran, ustedes saben lo que han publicado, y nadie, absolutamente nadie podría osar decir que no hay la más amplia libertad y además nadie podría decir que ciertos diarios se han atenido a una norma ética que les indicara el Jefe de la Zona de Emergencia.
Pero, la realidad es muy clara. Se quiso parar este país. Y no se paralizó este país. Ni se va a paralizar este país.
Se quiso impedir una vida normal de Chile. Herir a Chile en su economía y en los derechos de los habitantes. Han sido duras, muy duras estas horas.
Cientos de chilenos han visto dificultades para adquirir alimentos.
Hemos tenido que hacer un esfuerzo ímprobo para llevar el petróleo a las industrias y la bencina a las bombas, para satisfacer la demanda de los conductores de vehículos, de los microbuses y los particulares.
Hemos tenido que realizar, sin cansancio, una faena increíble que ha contado con el apoyo voluntario de la juventud, para desatochar los puertos y las estaciones de ferrocarriles, cargadas de mercaderías, depositadas ahí porque no había en qué transportarlas.
Los artículos de consumo perecibles han sido traídos de cualquier manera. Un porcentaje no bajo de ellos no ha podido utilizarse, pero han llegado los alimentos mínimos, para las necesidades mínimas, con grandes dificultades.
Pero la vida de Chile ha continuado.
No ha habido una sola industria paralizada: ni el cobre, ni el hierro ni el salitre ni el petróleo ni el carbón.
La inmensa mayoría de las industrias de este país caminan.
Y si un patrón ‐en mala hora‐ quiso agregar su granito de arena a esta etapa, empleados y obreros fueron a trabajar y se sigue produciendo.
Contra los que quisieron paralizar a Chile está el esfuerzo de los que quieren que Chile, siga caminando, en las faenas, en el servicio público, en la escuela, en el hospital.
Yo les puedo asegurar a ustedes que me escuchan que no ha habido un servicio público detenido, ninguna oficina fiscal paralizada.
Yo sé que, lamentablemente, por antecedentes que no tuvieron o por pasión política en un sector determinado los médicos de Santiago y de Valparaíso declararon una huelga, un paro.
Los hospitales han funcionado; con menos médicos, trabajando más y con el personal agregando su sacrificio con generosidad. Pero, todos los enfermos, en los consultorios, han sido atendidos. Y todos los que necesitaban hospitalización han llegado a los hospitales.
Es cierto que en algunos servicios ingenieros y técnicos han acatado órdenes de paro, pero es cierto que en esos servicios o actividades ha habido ingenieros y técnicos que están haciendo su trabajo y el de otros.
No hay un solo servicio que se haya paralizado. Ni se va a paralizar. ¿Por qué? Porque ha quedado en claro, evidentemente en claro, que los que en un momento inicial creyeron que efectivamente este Gobierno había atropellado derechos sindicales o gremiales han llegado a la evidencia de que esto nunca fue así y nunca será así agrego yo.
Por eso, es que mientras se pretendía obtener la solidaridad y el paro de distintas actividades, fundamentalmente profesionales, nosotros dialogábamos; dialogábamos, por ejemplo, con los dirigentes de autobuseros, de taxis y taxibuses.
Me enviaron una carta haciéndome preguntas y contesté con una carta. En esa carta quedó en claro, por ejemplo, frente a su preocupación si se iba a crear un complejo único de transporte en Aysén, que el Gobierno nada había decidido, y que era sólo una opinión del Instituto de Fomento de Aysén.
Frente a la pregunta acerca de qué rol tendrían en el Gobierno las actividades de los transportistas precisé con claridad nuestro pensamiento, y dije cuál era nuestro criterio, que no pensábamos ¡y nunca habíamos pensado! estatizar el camión, los dos camiones, la pequeña empresa o la mediana empresa, porque no hay grandes empresas que tienen como actividad el ramo de transporte.
Fui honesto para decir que jamás diría que el Gobierno renunciaba, si mañana lo necesitaba, a crear una empresa de transportes. Pero, no nacional sino una empresa de transportes para una actividad determinada, en determinada región. Pero, al mismo tiempo agregué que en este país había todavía posibilidades para esa empresa y otras muchas empresas particulares, porque necesitamos más camiones, más gente que trabaje. Quedó precisado también, entonces, nuestro criterio.
Se me preguntó si íbamos a intervenir más empresas y agregué que ya se había decretado la devolución de las compañías interprovinciales Tas‐Choapa y Chile‐Bus, y los decretos con relación con Flecha Verde, Galgo Azul, Asociación Melipilla, y que también se había dispuesto el cese de la intervención en la parte del transporte de la Empresa Miguel Calvo, de Concepción.
Me preguntaron si el Comité Nacional del Transporte, que preside el Almirante, señor Huerta, sería el nexo entre el Gobierno y el transportista. Contesté, categóricamente, que sí.
Se me preguntó si efectivamente o no se entregarían los camiones que construye o arma Fiat, en Casablanca y reiteré que sí.
Se me dijo si estaba dispuesto a retirar las querellas contra los dirigentes de transportistas declarados reos. Y dije que sí, una vez que se hubiera normalizado, más que eso, tan sólo que se diera la orden de volver al trabajo.
Cuando alguien pensó, que junto con los aspectos gremiales, había aspectos políticos que yo eludía, las resoluciones del Gobierno precisan que nunca quisimos ocultar nada.
Se ha dicho, por ejemplo, que nosotros queremos terminar con las transmisiones de Radio Minería. El Ministro del Interior, compañero Jaime Suárez, ha conversado con el Senador democratacristiano, Benjamín Prado, y han llegado a un acuerdo que yo ratificaré y Radio Minería de Viña del Mar seguirá funcionando.
Se ha dicho, que he sido yo, el que a través de un decreto, he caducado la concesión de Radio Agricultura de Los Ángeles. No es así, estimados compatriotas.
El Gobierno del señor Frei dictó un decreto para darle un plazo preciso, categórico, a Radio Agricultura de Los Ángeles, para que cumpliera determinadas exigencias. Pasó el plazo, no se cumplió con esas exigencias, y nosotros hicimos efectivo el decreto y caducó la concesión. Si ellos quieren volver a tener su canal, que lo pidan, que cumplan con la Ley.
Se ha dicho que nosotros queremos quebrar la Papelera de Puente Alto; jamás ha sido ese nuestro propósito.
He dicho reiteradamente, que nunca recurriré a caminos abiertos que signifiquen limitar la libertad de información y de prensa. Aquí se ha reunido un organismo como la SIP, mundialmente conocido, que representa intereses patronales empresariales que nosotros como organización no aceptamos, no acatamos sus resoluciones, ni damos jerarquía a sus determinaciones.
Sin embargo, se reunieron en Chile y a pesar de los intereses que representa y de los vínculos que tiene, no se atrevió ‐por cierto‐ a decir que en este país no había libertad de prensa y de información.
No se habló tan sólo de los peligros y posibilidades que podía tener la Papelera, sino que fijaban, precio a esa empresa.
Pues bien, Uds. deben saberlo, el Gobierno a comienzo de año aumentó en un 19% el precio de los productos de la Papelera. Hace 6 días atrás, habiéndolo anunciado hace 20 días, el Ministro de Economía ‐no como consecuencia del paro‐ sino por convicción justa de los organismos técnicos del Estado‐ dictó un nuevo aumento de 93%, al que hay que sumar el 19% anterior. Pero además, ‐hay que agregar un 18% más, porque se ha mantenido estable el precio de la energía, porque se ha mantenido fijo el precio del combustible; porque se le ha dado un área preferencial de cambios para sus exportaciones.
Según los técnicos, la suma de 19, de 93 y de 18% ‐que representarían las medidas a que he aludido‐ totalizan un 130%.
Es el más alto reajuste de precios, otorgado a una empresa.
A los transportistas se les dio un 120%; al resto del sector privado se le concedieron alzas que fluctúan entre un 70% y un 85%. ¡A la Papelera, un 130%!
Además, yo me reuní con 25 dirigentes sindicales de la Papelera. Ellos hicieron presente que, a su juicio, ellos partían de la base de un aumento de un 93%, que no era suficiente.
Yo no tenía los datos exactos en ese momento, pero les aseveré que creía que el aumento alcanzaba a un 140%. Recibí sus estudios, les dije que les iba a contestar ‐y lo haré‐; estudiaré sus antecedentes y sus estudios.
Los técnicos del Gobierno juzgarán los argumentos de los unos y de los otros, pero yo les puedo decir a Uds. que el Gobierno nunca recurrirá a arteros procedimientos para impedir que el papel llegue a los diarios, aunque él se destine injustamente para denigrar al Gobierno y nuestra labor.
Cabe entonces destacar con satisfacción, que cientos y miles de chilenos ‐primitivamente impresionados por la propaganda‐ vieron qué no había exactitud en la acusación de violación de derechos y normas constitucionales, ni violación a los principios de respeto a la actividad gremial.
Lamentablemente, el comercio ha mantenido su paro, hoy también, el Ministro ha declarados reos a dirigentes del comercio.
Nosotros invocamos la Ley, no la aplicamos. Nosotros decimos que se cometen delitos; bien, un poder independiente, el Judicial, que juzga y determina, determinó que estos comerciantes deben ser sancionados; han sido declarados reos, como un periodista y Regidor por Santiago, que también ha sido declarado reo.
Si no hubiéramos tenido razón, si la Ley no nos amparara no habría ocurrido lo que ha ocurrido.
Pero a un Gobierno nadie lo puede censurar si recurre, precisamente, a la Ley, para impedir que se quiebre la democracia, para impedir que se camine por el desnivel que puede conducirnos al fascismo, para impedir ese enfrentamiento que se pretende.
Lo he dicho, lo sostengo: agotaré mis energías, mi decisión, mi voluntad, para impedir un enfrentamiento entre chilenos. Yo he recurrido y recurriré, para defender al Estado y la democracia chilena, y al orden, a las atribuciones que la Ley le entrega al gobernante, y a sus instituciones; Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones.
Llevamos ya cerca de siete días de este hecho ‐el más grave que ha ocurrido en los últimos años en nuestro país‐. Las Fuerzas Armadas y Carabineros han tenido una ímproba labor; todos los días, los Carabineros, han debido gastar sus energías para impedir los desmanes contra taxis, contra microbuses, contra los locales comerciales que han abierto, o han tenido que acompañar a funcionarios de DIRINCO para que se abran los locales. Los grupos provocadores, creando dificultades, sobre todo en el centro de Santiago, han obligado a actuar a la fuerza policial. Ha habido gases lacrimógenos y ello implica cerrar los locales que han abierto, pero no hay un herido grave y por cierto, ‐con qué satisfacción lo digo‐, no hay un muerto por la acción de Carabineros. En otros gobiernos, enfrentados no a una huelga sediciosa ni a un paro tan amplio, hubo la movilización de las fuerzas y las consecuencias las conoce el país: en El Salvador, en la José María Caro, en Pampa Irigoin de Puerto Montt y en las calles de Santiago.
Nosotros hemos tratado ‐y lo hemos conseguido‐, de impedir el enfrentamiento. Hemos dicho a los trabajadores ‐que con una abnegación increíble han estado trabajando y produciendo más en sus fábricas y en sus industrias‐, que no vayan al centro de Santiago, que no vayan al centro de las capitales de provincias. Le hemos dicho a los campesinos que se queden en sus tierras; que trabajen, que siembren más en la siembra de primavera. Y nuestra voluntad ha sido respetada, y nuestra petición ‐no nuestra orden‐ ha sido cumplida.
A la juventud, en lugar de decirle que salga con sus cantos y sus gritos a enfrentarse a otras juventudes que no piensan como ella, le hemos dicho que vaya, y ha ido, a las descargas en las estaciones, a cargar en los laboratorios para llevar los medicamentos. Con qué satisfacción yo puedo decir que se han movilizado más de dos mil quinientos jóvenes de Santiago, diariamente, viernes, sábado, domingo, y hoy día un número menor por sus obligaciones de estudios, pero, también numerosa.
Trabajos voluntarios de obreros, empleados, técnicos, señalan una gran conciencia y una gran voluntad. Ello ha permitido que las medidas esenciales del Gobierno, destinadas a alimentos, a materias primas básicas, a combustibles y a productos farmacéuticos, hayan podido llegar a la población.
Frente a los hechos ocurridos, el Ministerio de Economía ha determinado la protección policial para los locales abiertos, sanción pecuniaria para los que no abran, reparto directo de alimentos a las poblaciones si es necesario ‐cosa que no creo, porque hemos mejorado bastante en la distribución y porque los comerciantes detallistas han encontrado en las JAP y en las poblaciones, la ayuda, la comprensión y el apoyo para su tarea‐. Por eso, también, en aquellas partes donde sea necesario, se organizarán los economatos en las empresas. Pero ello, no como una política permanente, porque no pensamos sustituir al comercio detallista, así como no hemos pensado jamás estatizar las actividades de los transportistas, y sería bueno que no se especule innoblemente con iniciativas‐ que nunca el Gobierno ha querido tomar.
Somos claros: ahí está nuestro Programa. Lo que dijimos que íbamos a hacer, lo hemos hecho; recuperar para Chile sus riquezas fundamentales, profundizar la Reforma Agraria, estatizar los monopolios de las industrias estratégicas y fundamentales para el país, controlar ‐en función de un presupuesto de divisas‐ el comercio de exportación e importación, nacionalizar la Banca.
Dijimos que haríamos un Área Social de la Economía, con empresas estatizadas y empresas mixtas, y un amplísimo campo para la actividad, privada. Y eso sido así.
En Chile hay treinta y cinco mil empresas. No creo que se hayan paralizado diez empresas productivas. Grandes empresarios de la construcción quisieron paralizar las faenas; los obreros están trabajando, y hemos tomado medidas para intervenir esas empresas.
No se va a paralizar la construcción, ni la actividad que tienen esos empresarios. Yo pienso que también ellos deben meditar.
Cuatro o cinco empresas, ‐y no más‐, han sido intervenidas. Es un derecho y una obligación hacerlo si disminuyen la producción, si provocan un lockout; la ley nos faculta entonces para impedir que se paralicen.
No ha habido un paro, ni lo habrá. Además, porque pienso que algunos gremios que no tuvieron la información oportuna, ya la han recibido y han visto que nosotros estamos proclives al diálogo. Así lo muestra el acuerdo logrado con los autobuseros, con los taxistas y con los taxibuseros; así lo muestra nuestro empeño en no perseguir a la gente, sino en hacerle entender el camino equivocado que siguieron, y que hay gente que quiere, en este país, quebrar el régimen institucional.
Hemos, dialogado nosotros hoy, por ejemplo, con cinco mil mujeres, en el salón más grande del edificio de la UNCTAD.
Salimos de allí para hacerlo con ‐cuántos, no sé‐, todo lo que cabe en el Teatro Municipal, diciendo, además que había mil o mil quinientas personas afuera. En el Teatro Municipal, repleto de profesionales, dijimos nuestro pensamiento a los técnicos y profesionales, no sólo de izquierda sino también independientes. Les dijimos que para nosotros era una gran preocupación que se pudiera crear entre los médicos, por ejemplo, una distancia en el seno de un mismo equipo quirúrgico, un mismo equipo de atención, de medicina interna, que deben siempre trabajar en el diálogo. Que no queríamos tampoco que entre los ingenieros y los técnicos, y los obreros, o entre ingenieros de ideas “A”, e ingenieros de ideas “B”, se crearan distancias.
Pensamos que una información justa haría meditar a muchos, que el país estaba por sobre errores o intenciones. Que aquí hay una gran conciencia democrática; que esta gran conciencia democrática estaba incrustada en la tradición de Chile y en la decisión de la inmensa mayoría de los chilenos de defender esta democracia.
Yo he actuado para ello; para impedir que se rompa el régimen, constitucional; para impedir que se barrene la democracia; para impedir, que sobre la imagen de que la libertad podría mañana suprimirse porque no va a haber papel, de hecho se aplaste la libertad de pensar.
¿Qué Gobierno podría reemplazar al nuestro? ¿Podría haber un Gobierno más amplio, más democrático? ¿O tendría que haber una dictadura implacable?
¿Qué partido político democrático, puede imaginarse, que si resquebrajaran las bases de sustentación de este Gobierno, podría sustituirse sin elección?
Aquí en Chile se ha creado una amplia conciencia sobre la necesidad de cambios, de transformaciones. Aquí está presente una voluntad distinta, en millones de chilenos, que no se puede aplastar.
Aquí están las Fuerzas Armadas con su conciencia profesional, con su espíritu de sacrificio, con su lealtad a la Constitución y a la Ley, como Carabineros e Investigaciones.
Por eso, me inquieta que todavía algunos no entiendan lo que está pasando. Tengo aquí en mi mano, por ejemplo, este fierrito doblado, que llaman “miguelito” y hay en La Moneda, en Carabineros e Investigaciones, no menos de 1.500 “miguelitos” ‐que forman la gran familia de los “miguelitos”‐ y que demuestra que alguien, o muchos, o no pocos, financiaron, los mandaron hacer y los usan. Con ellos, anoche paralizaron un convoy que llevaba petróleo, y como consecuencia de ello se rompió un neumático del camión, que pudo volcarse. El camión que iba atrás llevaba bencina.
Ante esta situación, los conscriptos y el Suboficial de la Marinería tuvieron que actuar.
Y al no detenerse dos vehículos, hubo un serio accidente que costó la vida de un mecánico. No obedecieron a la autoridad; primero habían pasado, lanzaron estos “miguelitos”, se produjo el accidente y después pasaron autos que lanzaron improperios contra las Fuerzas Armadas y sucedió lo que he dicho.
Pero, desde Aysén hasta Arica, en los puentes y en los caminos, donde pasan los convoyes qué llevan alimentos, petróleo, bencina, están los tenebrosos “miguelitos”, que otros más tenebrosos que ellos, los pagan y los usan.
Tengo aquí en mi mano otro hecho que quiero denunciar: sin pie de imprenta, se ha hecho una lista que dice: “Ojo chilenos, estos son los conspiradores”. Y sigue una lista con los nombres de políticos conocidos.
¿Por qué no hay pie de imprenta? ¿Por qué no hay firmas? ¿Acaso no se hicieron una serie de volantes, sin pie de imprenta, o consignas que no obedecían a nada orgánico, entre el 4 de septiembre y el 3 de noviembre de 1970?
Esto, seguramente, estará destinado a decir que alguien, o algunos partidos, o el propio Gobierno ha querido denunciar ante la opinión pública. El Gobierno no usa estos procedimientos, y pienso que los partidos de izquierda tampoco.
Pero hay algo mucho más grave todavía. Coincidiendo con esta etapa de convulsión artificial, creada con esta preparación sediciosa, con esta pre‐insurgencia que va decayendo, porque no ha habido algún paro ‐porque la movilización ha vuelto a su cauce normal, a pesar de todas las presiones, porque seguramente, mañana el comercio piense que no puede continuar en esa labor que implica lesionar a miles de chilenos que necesitan comprar determinados artículos.
Que además significa un drama para los empleados de comercio, que tienen un porcentaje de las ventas y que han declarado que quieren trabajar‐ digo, hay algo grave, que viene del extranjero.
Pero antes quiero precisar con claridad, que en mi primera o segunda intervención dije que serían, sancionados los extranjeros que actuaran deliberadamente, incitando a la huelga y al paro. Y lo mantengo.
Pero no he dicho que vayamos a echar a los extranjeros que tienen un local y no lo abren por temor. He dicho que hay extranjeros, cuyos antecedentes conocemos, que han actuado, y que además tienen antecedentes en Investigaciones, pruebas de que son o han sido agentes de actividades comerciales no muy licitas.
Se ha publicado una lista que no obedece a una determinación. Si Investigaciones entregó antecedentes para decir que algunas personas estaban en la actividad sediciosa, de esta lista todos fueron llamados al Ministerio del Interior. Y el Subsecretario del Interior les dijo: “Estos cargos hay contra Uds. ¿Cuáles son sus descargos?” Yo conoceré los cargos y los descargos. Si los cargos son graves, será la justicia la que determine las sanciones. Y si no hay necesidad de la justicia, si son muy claros y no hay necesidad de descargos convincentes, yo haré llamar a mi presencia a esos extranjeros, y les diré la resolución que tome.
No se pretenda, entonces, especular con que aquí habrá una persecución indiscriminada. Una cosa distinta es, decirle a los que viven en Chile, al amparo de nuestras leyes, que tienen la comodidad que les da su trabajo, pero al mismo tiempo el hecho de estar en esta tierra, que ellos deben respetar las leyes y la convivencia pacífica de los chilenos.
Pero hay algo mucho más grave, gravísimo, que señala hasta donde, desde fuera, y desde dentro crean un clima, dan la sensación de que lo que acontece en Chile tiene caracteres de caótico.
Tengo a mi mano, una comunicación despachada por la Agencia DPA, que la voy a leer y que ha sido publicada en diarios de Venezuela y en diarios de las capitales de diversos países latinoamericanos. Dice así: “Militares y civiles luchan cuerpo a cuerpo en las calles de Santiago”.
Y no ha habido ninguna lucha, ni a la distancia, ni cuerpo a cuerpo entre militares y civiles.
Desde luego, los militares no están en las calles de Santiago y tampoco ha habido enfrentamiento con Carabineros, porque no hay ningún herido ni ningún muerto.
“Dinamitados y totalmente destruidos cuatro supermercados en Santiago”.
Ningún supermercado, ninguna tienda, ninguna boutique, ninguna tiendecita, ningún quiosco, ha sido destruido.
“Voladas tres vías, farreas en Chile”.
Es cierto. Ya están reparadas. Los trenes corren.
“Once muertos en violentos incidentes en Chile”.
Once muertos, fíjense Uds. Once muertos. ¿Qué pensarán los que lean en el extranjero esta noticia? Pero hay algo más: el cable que transmitió una emisora venezolana informó, citando a la Radio Belgrano de Buenos Aires ‐agrega que deja sujeto a confirmaciones posteriores‐ que la Base Naval de Talcahuano, situada a unos 500 kilómetros al sur de Santiago, se había alzado, colocándose al lado de los civiles, que están luchando en las calles en defensa de la democracia.
Vean Uds. Piensen Uds. Mediten Uds. Desde Santiago, se envía esta información que se reproduce en el extranjero. Y en el extranjero se dice que son noticias que envía Radio Belgrano de Buenos Aires.
Una Base Naval sublevada. Prácticamente una guerra civil. Y aquí no ha ocurrido ni remotamente nada, de lo que con insidia malévola, con torpeza infinita y con maldad incalculable, aseveran los que quisieran que esto ocurriera: enfrentamiento entre civiles que defienden la democracia y las Fuerzas Armadas que imponen la violencia.
Cuando las Fuerzas Armadas y Carabineros, instituciones de que dispone el Estado, están actuando con un tino tal, que no ha habido ni una sola víctima, y lo único que quiere el Gobierno es que se imponga el orden y la tranquilidad, para que la gente trabaje en este orden y esta tranquilidad; respetando los legítimos derechos ciudadanos; respetando la libertad, porque basta leer la prensa, para darse cuenta de que es cierto lo que sostengo. Y basta ver la vida del país, donde funciona un Poder Judicial independiente, donde funciona un Congreso donde el Gobierno es minoría, donde, funcionan todas las actividades ciudadanas.
Sin embargo, se miente de esta manera, lesionando fuertemente a Chile, frente a aquellos que no nos conocen y no saben cuál es nuestra tradición.
Yo pienso que hemos superado la tentativa fascista; yo pienso que mucha gente engañada ya sabe lo que se pretendió y no se alcanzará.
Tengo la certeza de que algunos gremios, que pudieran haber tomado determinaciones ‐como es el caso de los pilotos de LAN‐ para un paro solidario del viernes, comprenderán su error. No pueden 120 pilotos dar la imagen de un país, cuya Línea Aérea se paraliza por problemas que no ocurren en nuestro país.
Piensen estos 120 pilotos, que aquí, en este momento, hay 3 millones 600 mil chilenos trabajando en las minas, en las industrias, en las escuelas, en las universidades, en el campo, en el comercio, en el transporte colectivo y marítimo, en los puertos. Piensen que estas grandes empresas estratégicas del petróleo, de electricidad funcionan.
Aquí nada ha ocurrido que pueda justificar entonces, que se lesione a Chile con una imagen, que yo sé que estos pilotos no quieren dar.
Por ello, como tengo la convicción de que se va quebrando lo que arteramente algunos ‐una minoría ínfima‐ quisieron, vuelvo a llamar, con una palabra serena y tranquila, a organismos e instituciones, para que entiendan qué es lo que se quiso hacer y cuál ha sido la actitud del Gobierno, de las Fuerzas Armadas y de Carabineros.
Para que se den cuenta cómo ha procedido Investigaciones; para que no olviden que han sido los trabajadores, los técnicos, los profesionales con sentido patriótico y nacional, los que han trabajado y seguirán trabajando. Para que tengan presente la actitud generosa de la juventud en su trabajo voluntario.
Llamo, inclusive, públicamente ‐en mi llamado no hay sino un sentido patriótico, a la propia Democracia Cristiana. Yo sé que la inmensa mayoría de ellos no quiere la alteración del régimen; les digo que quiero que sepan, que mientras yo sea Presidente de Chile, la democracia permitirá el juego legítimo de las mayorías y las minorías nacionales.
Que en este país habrá elecciones, como siempre las hubo; correctas y limpias ‐mientras yo sea Presidente‐. Como las hubo también cuando hubo otros hombres en el cargo que hoy tengo.
Llamo entonces al país, a comprender que hay que superar esta hora dura y mirar que desde fuera, la agresión contra Chile aumenta, no sólo en estos cables, sino en la demanda de las empresas transnacionales, que ayer lo hicieron en Francia, lo están haciendo en Holanda y querrán, posiblemente, hacerlo en Suecia.
Pero el hombre de Chile debe sentir la solidaridad ‐podría decir sin exagerar‐ de muchos Gobiernos y de millones y millones de seres humanos. Y el ejemplo de los obreros portuarios do Le Havre se reproduce en Holanda, y seguramente mañana en Suecia o en otra parte.
Son los trabajadores que dicen que entienden la lucha de Chile por su independencia económica y su dignidad, frente a la agresión imperialista.
Es la hora de Chile. Es la hora dura. Es la hora de que los chilenos miren a la Patria y pesen su responsabilidad. Yo sigo con la confianza infinita, creyendo en el destino que todos juntos podemos elaborar y crear para nuestro país.
Buenos noches.