Pronunciado: El 9 de septiembre de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 3 de
febrero de 2016.
Quiero manifestarles cuán grato es para mí saludarlos aquí, en el Palacio de Gobierno de Chile, que no es un palacio; y que ahora es la casa donde el pueblo ha entrado después de la victoria del 4 de septiembre.
Quiero expresarles, como se lo hiciera presente a los compañeros vietnamitas, que por compromisos internacionales tuve que recorrer: Ecuador, Colombia y Perú, precisamente en los días en que se realizaba el encuentro de ustedes. Ello me impidió, lamentablemente, no estar para ese evento de gran importancia. Sin embargo, quiero señalarles que ha sido muy útil, porque es la primera vez en este continente y creo que en otros también, que un Presidente que representa fundamental y esencialmente a los trabajadores organizados en sus partidos políticos y en la Central Única, recorra otros países que tienen gobiernos con una posición ideológica distinta.
Políticamente era muy necesario que con nuestra presencia, con el diálogo con los Presidentes de esos países, que llamamos del Pacífico Sur, como antes lo había sido con el Presidente de Argentina, echáramos por tierra las fronteras ideológicas, fórmula destinada a presionar a los pueblos e impedir el acceso de las masas al ejercicio del Gobierno y a la conquista del poder.
Con ello ha quedado, repito, derrotada una barrera puesta a las ideas, a las doctrinas y a los pensamientos revolucionarios. Además nosotros hemos señalado que es justo puedan coexistir regímenes con distintas posiciones sobre la base del respeto a la autodeterminación y a la no intervención.
Ello, indiscutiblemente, abre el camino al diálogo entre los gobiernos y sobre todo establece un vínculo mucho más profundo entre los pueblos. Es también conveniente señalar que en este momento, mucho más claramente que en otros, hay una conciencia renovadora que se expresa de muchas maneras y de acuerdo a la realidad de cada país, para hacer posible una lucha común para hacer de América Latina un continente libre desde el punto de vista económico, con propia personalidad. Más allá de las fronteras materiales de cada uno de nuestros países está la gran frontera de este continente, potencialmente rico, hoy día pobre, en donde las grandes masas han vivido y viven postergadas, y negadas en su propia existencia.
Muchas veces he señalado los grandes déficits, que se mantiene y que se acentúan cada día, frente a la incapacidad del sistema capitalista de poder solucionarlos. En América Latina, por ejemplo, hay 140.000.000 de analfabetos y semianalfabetos.
Hay 14.000.000 de cesantes absolutos y más de 28.000.000 de gentes que sólo tienen trabajos ocasionales.
En América Latina faltan 19.000.000 de viviendas y más de 40 millones de personas viven en condiciones higiénicas muy deficientes. El 67% de los latinoamericanos se alimentan en condiciones por debajo de la dieta normal que necesita el ser humano para el desarrollo de sus actividades.
Las expectativas, desde el punto de vista de trabajo, de cultura de educación son más estrechas cada día para un mayor número de jóvenes. Basta señalar, por ejemplo, que no hay ningún país en América Latina, que haya podido crear las fuentes de trabajo necesarias para dar ocupación a los jóvenes que, año a año, necesitan ganarse la vida. Ningún país ha podido dar educación a las masas juveniles o infantiles. Un hecho, dramáticamente elocuente, puede a ustedes permitirles configurarse una idea: En América Latina hay más de 20 millones de seres humanos que no conocen la moneda como vehículo de intercambio.
En estas condiciones, cada pueblo y de acuerdo a su realidad, lucha por cambiar esas condiciones infrahumanas de existencia de vastos y amplios sectores humanos de nuestras Patrias.
Chile, de acuerdo a su propia realidad, ha encontrado un camino que es difícil que lo entienda mucha gente, que es más difícil que podamos exportar y no nos empeñamos en ello, porque para exportar Unidad Popular, los países que quieran recibirla tienen que tener organizaciones políticas sindicales, fuerzas de opinión pública y tienen que tener como expresarlos y eso no ocurre con demasiada frecuencia en los continentes en vía de desarrollo.
Además, en esta época, donde el hombre, tanto en el campo de los países del capitalismo industrial, como en los países socialistas, ha dominado la naturaleza, la distancia que separa a los países en vía de desarrollo de los países capitalistas o de los países socialistas, en lo que se refiere a las condiciones de vida y al desarrollo integral de la personalidad del hombre, se hace cada vez más ancha, más grande.
Nosotros somos pueblos que llegamos tarde a la revolución industrial, a la revolución mercantil, y por cierto que hemos llegado más tarde todavía, a la revolución científico-tecnológica.
De allí la importancia que tiene que en Chile, sobre la base de la vieja lucha del pueblo no ha sido un hecho ocasional que nos hayamos unido. Chile fue uno de los tres países en el mundo en que hubo un gobierno de Frente Popular en 1938. En ese gobierno del Frente Popular estaban presentes muchos de los partidos, la totalidad de los partidos que hoy forman la base fundamental de la Unidad Popular.
Puedo señalar que mientras, lamentablemente, el Frente Popular español devino en la guerra civil y el Frente Popular francés nada significó en el proceso de desarrollo revolucionario de Francia y de otros países de Europa, el Frente Popular chileno cumplió una etapa de progreso haciendo posible el acceso de la clase media al ejercicio del Gobierno, desplazando a los grupos oligárquicos y creando las bases de un proceso de desarrollo de la industria pesada sobre la base del Estado, controlando éste el petróleo, la electricidad y el acero. Además, en esa época, se organizó la Central Única de Trabajadores. Ustedes pueden ver que desde esa época hasta ahora el pueblo ha seguido luchando y, con etapas de distinto tipo, siempre ha quedado en pie la conciencia que es fundamental: la unidad.
Esencialmente hemos dado dos batallas, sobre todo unidos comunistas con socialistas y grupos de la pequeña burguesía, el 58 y el 64 hasta dar la batalla del 70, en que el pueblo obtuvo mayoría en las urnas, ratificada después por el Congreso, sobre la base de un programa muy definido, esencialmente anti‐imperialista, con un contenido nacionalista, constructivo y no chauvinista y destinado, fundamentalmente, a hacer la revolución chilena dentro de los cauces legales y de la realidad institucional y jurídica de Chile. Esto, indiscutiblemente, para mucha gente no podía ser realidad y aun para algunas gentes que les gusta teorizar sin conocer la teoría, este no es o no sería un proceso revolucionario.
Sin embargo, cuando en Chile las mayorías, expresan fundamentalmente por la clase obrera, el campesinado, sectores juveniles, el hombre de trabajo, englobando en esta denominación a: empleados, técnicos, profesionales, pequeños comerciantes, industriales, agricultores, alcanzan el Gobierno y cuando desde el Gobierno se dan pasos decisivos para conquistar el poder ‐porque también muchas veces le dijimos al pueblo que una cosa era tener el Gobierno y otra cosa era tener el poder, cuando en el camino hacia el poder hemos estatizado las riquezas fundamentales en manos del capital foráneo‐ todas las riquezas mineras son del pueblo chileno: carbón, hierro, acero, petróleo, salitre, cobre.
Además hemos decretado la muerte anticipada del latifundio, el próximo año no quedará uno solo. Este año hemos expropiado 1.400.000 hectáreas. Hemos estatizado la Banca, controlado el comercio de exportación e importación. En manos del Estado está todo el proceso financiero monetario y cuando hemos nacionalizado algunos monopolios importantes, tanto de capitales extranjeros como nacionales y sobre todo cuando en todas las esferas del Gobierno está la clase obrera representada en sus partidos populares y en sus organizaciones, especialmente la Central Única, en el Ministerio, en las Intendencias, en las Gobernaciones, en las Cajas de Previsión, en la dirección de las empresas estatizadas, ya sea en los cargos de Gerentes y en los Directorios de esas empresas, podemos decir que estamos caminando dentro de nuestra propia realidad, a construir una sociedad distinta. Ustedes, que tienen un nivel político bastante alto, saben perfectamente bien que el socialismo no se construye de la noche a la mañana. Además el pueblo tiene conciencia de ello. Es interesante también que ustedes tengan conciencia de que esto ha sido posible en Chile, primero por mitad de los partidos, segundo, por el desarrollo político de las masas chilenas, y además, por una fuerte conciencia que hace que vastos sectores respeten las instituciones fundamentales de este país.
Quiero señalarles, por ejemplo, que el Congreso de Chile tiene 160 años de vida ininterrumpida. Pocos países en el mundo, aun de la vieja Europa, pueden demostrar un hecho como este, que es posible que alguna gente, desde el punto de vista de los conceptos revolucionarios, puedan no darle importancia, pero que tiene importancia frente a la realidad que confrontan otros pueblos, porque un Congreso auténticamente representativo, aun del estado democrático burgués, es una tribuna, es una posibilidad de diálogo, es una trinchera, donde se pueden ir planteando las críticas al régimen y al sistema donde se puedan abrir perspectivas para el futuro.
En esta lucha que Chile ha vivido, nosotros hemos avanzado más que otros países latinoamericanos, y ensayado los gobiernos típicamente capitalistas y también el gobierno reformista de la Democracia Cristiana.
Por eso es importante decir que nosotros señalamos una perspectiva y una posibilidad diferente. Frente a las fórmulas del capitalismo y del reformismo, levantamos el movimiento popular unitario para hacer posible un Gobierno Popular, democrático, pluralista, nacional y revolucionario, que abriera camino al socialismo. La presencia de la juventud ha sido un factor dinámico muy importante. Sobre todo el año 69 y en el 70 los cuadros juveniles universitarios iniciaron un gran proceso de reforma en la Universidad, que esencialmente planteaba la crítica a la Universidad colocada en la superestructura social para reclamar una Universidad comprometida con el pueblo y con los cambios y las transformaciones que el pueblo reclamaba y pedía, o exigía.
Los jóvenes han participado no sólo para crear esas perspectivas de una Universidad distinta sino volcándose en el contacto con la juventud trabajadora y campesina, y para llevar a las barriadas populares, a los grupos marginales, las ideas y el pensamiento de la Unidad Popular.
Y esto lo hemos hecho honestamente, sin engañar a nadie. Nuestros adversarios supieron a tiempo lo que íbamos a hacer, y nuestros partidarios también, en el sentido de que íbamos a caminar por una ruta prefijada, y que íbamos a respetar las conquistas individuales y colectivas que el pueblo ganara.
La libertad de prensa, de reunión, de asociación, para todos, sabiendo, indiscutiblemente, que estas libertades, que estos derechos que el pueblo conquistó, iban a ser usados muy duramente en contra nuestra por los grupos opositores nacional e internacionalmente. Pero hemos tenido confianza en la unidad, en la voluntad de lucha del pueblo. Hemos tenido la seguridad de que las Fuerzas Armadas chilenas: Ejército, Marina, Aviación, Fuerzas Policiales y de Carabineros, se mantendrían, como siempre han estado, al margen de las contingencias políticas, como instituciones profesionales respetando la voluntad expresada en las urnas y la Constitución, Para muchos esto es un fenómeno un poco extraño, pero para nosotros es una grata realidad. Por eso también es que los primeros actos de orden internacional, cumpliendo con el pensamiento del programa o con lo contemplado en el programa, fue restablecer relaciones con Cuba, con la República Popular China, con la República Democrática Alemana, con el Norvietnam, con Corea, con Nigeria, con Mongolia. Hemos dicho muy claramente que queremos tener las mejores relaciones con todos los pueblos del mundo. Lo único que pedimos es que se respete la voluntad del pueblo chileno para darse el Gobierno que estime que más le conviene. Nosotros respetaremos a todos los que nos respeten.
En este país mandan los chilenos y nadie más. Esta no es tierra de nadie, esta es tierra nuestra, sin fronteras sobre la base de comprender bien lo que representa la solidaridad y la ayuda en la lucha emancipadora de los pueblos, pero sin meternos en los problemas contingentes de los países. Por eso para mí ha sido muy satisfactorio este encuentro de Ustedes y que hayan podido convivir con nuestras gentes, con nuestra juventud, con nuestros campesinos, con nuestros obreros, con nuestras compañeras, que hayan visto lo que este Gobierno y lo que no puede hacer todavía y que hayan tomado conciencia cabal de que nuestra lucha es dura y difícil, que tenemos enemigos muy poderosos y con enormes intereses, pero que lo vamos hacer implacablemente sin vacilaciones, sin posiciones demagógicas, sin sectarismo y fundamentalmente, haciendo que la juventud comprenda que ella en definitiva va a ser la que va a desarrollar la plenitud de una sociedad distinta: una sociedad socialista.
Por suerte nuestros jóvenes saben que ésta no es una querella de generaciones, que es una lucha de clases entre explotados y explotadores y oprimidos y opresores, dentro y fuera, individualmente y como país. Por eso es que tenemos confianza y así como tenemos conciencia de que la batalla de otros pueblos es nuestra propia batalla, así queremos que se entienda que nuestra batalla es también la batalla de otros pueblos que luchan por su independencia.
Nosotros sabemos que es dura la lucha nuestra, pero no puede compararse el heroísmo de otros pueblos, fundamentalmente, al de los compañeros vietnamitas. Por eso, con qué satisfacción ‐yo que tuve la posibilidad de viajar a Vietnam, yo que tuve la suerte y el honor y esa expresión puede usarse no en el sentido burgués‐ de conocer a Ho Chi Minh, de conversar con él, yo que he podido tratar a muchos hombres y mujeres de importancia significativa en la lucha social, en la dirección política, en el campo artístico o cultural, como revolucionarios, les puedo decir, a ustedes, que nunca he tenido una impresión más profunda, más honda que la que tuve cuando conversé con Ho Chi Minh, no sólo porque, como una deferencia especial ‐estando enfermo y grave‐ se levantó de su lecho para conversar con nosotros, dos chilenos que llegamos allá, sino porque siendo, ya un anciano, mantenía clara su inteligencia y era un símbolo de lo que es un auténtico revolucionario, por su sencillez, por su modestia, por su bonhomía y su transparencia. Mirándolo, yo pensaba lo que habla sido su vida, su lucha, sus sacrificios, y cómo ese hombre simbolizaba todas las facetas que puede tener una recia personalidad: como escritor, como poeta, como teórico, como organizador de su partido, como organizador del pueblo, como estadista y como guerrero. Con todos esos atributos, y con el respeto, el cariño, (mucho más que el respeto: hay muchos hombres que inspiran respeto, pero pocos inspiran un cariño respetuoso de su pueblo), ahí está Ho Chi Minh, a quien yo oí cien veces o mil veces llamar el tío Ho, como símbolo de lo que puede la constancia y la voluntad de un hombre que estaba afianzado en la fuerza heroica de su pueblo, que a lo largo de su historia siempre tuvo que combatir contra enemigos tan poderosos y tan diversos y que hoy día es el ejemplo del heroísmo combatiente y de la dignidad.
Yo he querido, no rendir un homenaje, sino decir estas palabras finales, para expresarles a ustedes compañeros, cómo y de qué manera el Movimiento Popular chileno aprecia la lucha de otros pueblos y cómo tiene fe en que ustedes también, en cualquiera latitud que estén, se preocuparán de nuestra destino, de nuestro futuro; y contaremos con su ayuda solidaria moral, frente a las horas que serán difíciles. No fue fácil el primer triunfo; si durante muchos años luchamos por una victoria, alcanzada ‐repito‐ no con las armas, sino con el voto, si fue bastante duro desde el día de la victoria en las urnas, hasta el día en que tomamos el Gobierno, porque la reacción recurrió a todos los medios y procedimientos para impedirlo, incluso el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, General Schneider; es más duro todavía, esta etapa en que empezamos a construir una nueva vida, una nueva sociedad, en que tenemos que hacer entender a millones de chilenos y a millones de gentes en este continente, que el camino nuestro es un camino justo y la meta ambiciosa es también justa: el socialismo.
Por eso, compañeros, yo reitero, como Presidente de Chile ‐como Compañero Presidente cómo ha sido de satisfactoria para nuestro pueblo, para el pueblo hecho Gobierne, la presencia de ustedes en Chile. Es la casa abierta para los hombres que en otras latitudes, con mucho más sacrificio que nosotros, también han luchado por nosotros y siguen haciéndolo. Porque no hay fronteras en la lucha del hombre por su dignidad; por eso es bueno que la juventud se reúna, preocupada, apasionada, por los grandes problemas de la sociedad y del hombre, precisamente en los momentos en que en muchos países, lamentablemente, muchos jóvenes recurren al escapismo, al exhibicionismo, al droguismo, como una manera de derrotar su frustración y su desaliento. Ustedes y nosotros tenemos la obligación de comprender la responsabilidad que significa sentirse revolucionario o ser revolucionario; yo sé que la presencia de ustedes aquí, ha fortalecido la convicción que es profunda, de nuestros compañeros jóvenes, y sé también que el pueblo que ha dialogado con ustedes en las poblaciones, en los sindicatos, en las escuelas o en el campo, tiene la sensación de que una fuerza joven, una savia nueva levantando viejas, pero siempre renovadas concepciones, está presente para hacer posible un hombre distinto, el hombre del siglo XXI. Por eso, compañeros, gracias, por lo que nos trajeren, en su decisión combatiente, juvenil, en su alegría, en sus cantos, en la madurez prematura de algunos, y gracias porque se llevan el cariño del pueblo de Chile y la convicción de que seguirán los chilenos siendo leales al compromiso contraído de hacer posible una vida distinta para el hombre y la mujer de la Patria. (Aplausos)