Pronunciado: Marzo de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2 de
febrero de 2016.
En 1971, durante la realización de la Operación Verdad en Santiago de Chile, Danilo Trelles, amigo y colaborador de Salvador Allende, sugirió al Presidente la posibilidad de realizar una entrevista filmada con Roberto Rosellini, destinada a difundirse en los canales de televisión del mundo. Los trámites se realizaron rápidamente y en pocos días arribó a Santiago el maestro Rosellini, profundamente sensibilizado por la causa del pueblo chileno.
Rosellini había preparado un cuestionario previo para someterlo a Allende, pero el Presidente no llegó a leerlo. Sus respuestas fueron, entonces, improvisadas.
Pero aun así, en su densidad conceptual resume el pensamiento político de una de las personalidades más apasionantes de nuestra época. Ofrecemos a continuación a nuestros lectores el texto de aquella entrevista histórica, realizada a pocas semanas de haber asumido Allende el gobierno y que hasta ahora permaneció inédita:
Roberto Rosellini: -Señor Presidente, sus acciones políticas, al menos en sus grandes líneas, con noticia y son conocidas. Yo quisiera saber, como hombre de la calle, cuáles son las motivaciones del hombre Allende, qué es lo que ha hecho de usted un político y el Presidente de Chile.
Salvador Allende: -Pertenezco a una familia que ha estado en la vida pública por muchos años. Mi padre y mis tíos, por ejemplo, fueron militantes del Partido Radical, cuando éste era un partido de vanguardia. Este partido nació con las armas en la mano, luchando contra la reacción conservadora.
Mi abuelo, el doctor Allende Padín, fue senador radical, vicepresidente del Senado y fundó en el siglo pasado la primera escuela laica en Chile. En aquella época fue, además, serenísimo gran maestro del orden masónico, lo que era más peligroso que hoy ser militante del Partido Comunista.
Los teóricos y el choque con la realidad
Salvador Allende: Bien pronto, pese a pertenecer a una familia de la mediana burguesía, dejé la provincia, Valparaíso, y vine a estudiar medicina a Santiago. Los estudiantes de medicina, en aquella época, se encontraban en las posiciones más avanzadas. Nos reuníamos para discutir los problemas sociales, para leer a Marx, Engels, los teóricos del marxismo.
Yo no había frecuentado la Universidad buscando ansiosamente un título para ganarme la vida. Milité siempre en los sectores estudiantiles que luchaban por la reforma. Fui expulsado de la Universidad, arrestado y juzgado, antes de ser médico, por tres cortes marciales. Fui liberado, enviado al norte de Chile y después comencé en Valparaíso mi carrera profesional.
Tuve muchas dificultades, porque aunque fui un buen estudiante y me gradué con una calificación alta, me presenté por ejemplo, a cuatro concursos en los que era el único concursante y sin embargo los cargos quedaron vacantes. ¿Por qué? por mi vida estudiantil.
En Valparaíso tuve que trabajar duramente, en el único puesto que pude desempeñar; asistente de anatomía patológica. Con estas manos he hecho mil quinientas autopsias. Sé qué quiere decir amar la vida y sé cuáles son las causas de la muerte.
Terminando mi trabajo de médico me dedicaba a organizar el Partido Socialista. Yo soy el fundador del Partido Socialista de Valparaíso. Me enorgullece haber mantenido desde cuando era estudiante hasta hoy, una línea, un compromiso, una coherencia. Un socialista no podía estar en otra barricada que en aquella en la que yo he estado toda mi vida.
En contacto con el pueblo
Roberto Rosellini: -Sorprende, aquí en Chile, el enorme margen de libertad que usted permite a la oposición.
Basta ver los diarios para darse cuenta. Casi todos los medios de información están en manos del así llamado establishment. Durante la campaña electoral usted no disponía de la televisión.
¿Qué medios, entonces, ha utilizado y utiliza ahora para hacer sentir su voz y mover al electorado?
Salvador Allende: -En primer lugar quiero recordarle que como militante de un Partido Popular yo siempre he estado ligado a la lucha del pueblo. Y las luchas del pueblo en Chile han sido muy duras, por muchos años.
No se puede considerar sólo esta última campaña. Yo he sido candidato cuatro veces: en el 51, para mostrar, para enseñar, para hacer comprender que existía un camino distinto de aquel que estaba establecido, incluso por el Partido Socialista, del cual yo a partir de ese momento fui expulsado por no haber aceptado esa línea.
Expulsado del Partido Socialista entré en contacto con un Partido Comunista que estaba en la ilegalidad. Y así nació el embrión de aquello que es hoy la Unidad Popular: la alianza socialista-comunista. Un pequeño grupo socialista que yo representaba y los comunistas, que estaban en la ilegalidad.
En el 51, recorrí todo Chile sin ninguna ilusión electoral, pero para decirle al pueblo que la gran posibilidad consistía en la unidad de los partidos de la clase obrera, incluso con partidos de la pequeña burguesía. La fuerza de esta idea, nacida en el 51, se manifestó de manera poderosa en el año 58.
En el 58 yo perdí las elecciones por 30 mil votos. En el 64, hubiéramos vencido, si hubieran sido tres los candidatos. Pero el candidato de la derecha que era radical, prácticamente se retiró, y quedamos el señor Frei y yo. Y la derecha apoyó a Frei.
Con esto quiero subrayar que por tantos años yo he tenido un diálogo constante y permanente con el pueblo a través de los partidos populares. Y en esta última campaña organizando los comités de la Unidad Popular en cada fábrica, en los cuarteles, en las calles, en todas partes habíamos formado comités; escuelas, liceos, industrias, hospitales. Estos han sido los vehículos, los contactos, los tentáculos del pensamiento de la Unidad Popular con el pueblo.
Es por ello que aunque los medios de información eran tan restringidos como usted ha observado, pudimos alcanzar esta victoria de hoy. Se puede usar, aquí, una expresión no política, pero clara: la cosecha de la victoria es fruto de la siembra de muchos años.
Hoy, en el gobierno, pensamos en utilizar otros medios que son superiores, como la radio o la televisión, pero al mismo tiempo queremos conservar el contacto de un permanente diálogo con el pueblo.
Además, los partidos mantienen contacto con la masa a través de sus organizaciones. Y continúan funcionando los Comités de Unidad Popular. Algunos con una actividad seria, otros un poco vegetando.
Pero en el fondo nuestra gran posibilidad es precisamente la de reactivar estos comités y lograr así que los partidos no pierdan el contacto con las masas. Y yo no creo que lo pierdan. La semana próxima, por ejemplo, iremos a hablar con los mineros del cobre. Hablaremos con los compañeros para que vean cuáles son sus responsabilidades. Para indicarles que obreros, empleados y técnicos chilenos tienen el deber de comprender que el cobre es el sueldo de Chile y que por eso debemos producir más, trabajar más, adecuar la técnica a nuestra capacidad y a la realidad chilena.
Las raíces del triunfo
Roberto Rosellini: -En 1958, doce años antes de la última elección, usted perdió por un pequeñísimo margen. En aquel momento centenares de miles de trabajadores fueron espontáneamente a las calles, en la convicción de que había habido un fraude electoral. Se manejó, incluso, bajo esta presión de la opinión pública, la posibilidad constitucional de que usted fuera elegido, en vez de Alessandri. Se dice en los medios informativos que el Presidente saliente Carlos lbáñez estaba dispuesto -con el apoyo de los socialcristianos- a apoyar su candidatura si se lo hubieran pedido. Usted, ustedes, los socialistas y los comunistas que hoy están en el gobierno, en aquel momento optaron por la legalidad absoluta. Tomaron por bueno el resultado electoral y calmaron a las masas en revuelta.
Salvador Allende: -Antes de responder directamente a su demanda, quiero hacer una corrección. En el año 1958, el FRAP -que entonces se llamaba así: Frente de Acción Popular- venció en la votación masculina. Yo vencí en la votación masculina y perdí en la de las mujeres.
En 1964, no obstante que Frei fue apoyado por los sectores de la derecha, en el voto masculino quedamos en igualdad. Pero él me ganó, por un porcentaje muy elevado, entre las mujeres. Después de eso, en el 70, la verdad es que Alessandri y Tomic habían obtenido más votos que yo en proporción, en el sector femenino. Yo triunfé de lejos, entre los hombres.
Ahora, en el 58, las condiciones eran distintas. La Unidad Popular, en aquella época, era representada sobre todo por socialistas y comunistas. Y aun si hubiéramos ganado -gracias al voto masculino- la composición del Congreso era distinta de la actual. Los partidos Conservador, Liberal y Radical eran la mayoría. No había ninguna posibilidad, aun con el apoyo demócrata cristiano, de que yo venciese al Congreso.
Todo, absolutamente, todo, estaba dispuesto en Chile de modo tal de asegurar la victoria de Alessandri. Además, existía una tradición según la cual el Congreso siempre ratificó a quien venciera en las elecciones. Se imagina cuán difícil era suponer que un Congreso en el cual no teníamos la mayoría, hubiera podido romper con esta tradición, para elegir -en el 58- un candidato socialista apoyado exclusiva mente por el Partido Comunista. Si nosotros hubiésemos lanzado al pueblo a la lucha se habría desatado una represión violenta.
Aunque es cierto que el Presidente Ibáñez personalmente expresó simpatía por mi candidatura, no intervino ni me apoyó decididamente. Ni yo le pedí eso. No había ninguna condición, ninguna posibilidad concreta.
Ahora, sí creo que hemos demostrado conciencia política. Aquella misma noche yo les dije a los trabajadores que habíamos perdido una batalla, pero no la guerra. Y debíamos seguir preparándonos. Creo que este precedente, entre otros, es lo que ahora me permite tener autoridad moral. La gente sabe que soy un político realista y que, además, mantengo las promesas.
Una revolución por vías legales
Roberto Rosellini: -Cierto. La prueba es irrefutable. Usted intenta una revolución legal, en plena observancia de las reglas democráticas que tantos otros movimientos revolucionarios desprecian. En general, para la opinión pública, para el hombre de la calle, cuando se dice marxismo se dice dictadura del proletariado. ¿Por qué piensa usted distinto?
Salvador Allende: -Pienso que efectivamente para la opinión común es así. Pero quien ha leído un poco a los teóricos del marxismo (y yo no soy un teórico del marxismo, pero soy un hombre político que he aprendido en la lucha sin haber dejado de leer, porque creo que no puede haber acción revolucionaria sin teoría revolucionaria) sabe perfectamente que cada país tiene su propia realidad. A esta realidad hay que adecuar la táctica, con un fin estratégico definido.
¿Cómo se entiende la revolución desde un punto de vista sociológico? Una clase social que es minoritaria cesa de tener en sus propias manos el poder y la fuente del poder porque otra clase social, que es mayoritaria y que ha estado políticamente oprimida y económicamente frustrada, lo asume.
Nosotros hemos declarado de frente al país que haremos una revolución por vías legales.
Nosotros no dijimos que seríamos la izquierda del sistema. Dijimos que cambiaremos el régimen capitalista para abrir el camino al socialismo, porque sabemos perfectamente que el socialismo no se puede implantar por decreto.
Entonces, sobre la base de la realidad chilena, en un país donde la conciencia civil tiene una determinada fuerza por tradición, la Fuerza Armada un sentido profesional preciso, donde la institucionalidad tiene un peso y un contenido bien definido (por ejemplo el Congreso chileno funciona desde hace más de 120 años. Calcule usted qué otro país de América Latina, o incluso de Europa, tiene algo similar…). Pues bien, frente a esta realidad chilena la única posibilidad es la electoral.
Ahora, dentro de esta realidad y de las leyes de la democracia burguesa o de la república liberal, nosotros podemos cambiar las instituciones. Esto lo establece la Constitución actual.
Por ejemplo: si surgieran serias dificultades con el Congreso, siempre dentro del ámbito de las normas constitucionales, podré presentar un proyecto de disolución.
El Congreso seguramente lo rechazará. Entonces yo puedo hacer un llamado al pueblo, a través de un plebiscito, un referéndum. Y si el pueblo aprueba el referéndum, el Congreso será disuelto. Convocaré a elecciones para un nuevo Congreso y seguramente, si vencimos en el plebiscito, tendremos mayoría en el nuevo Congreso. Entonces este Congreso aprobará las leyes que el gobierno popular quiera aprobar.
La revolución depende de los trabajadores
Roberto Rosellini: -En su discurso del primero de mayo, usted ha invocado a la conciencia popular para comprender que el camino hacia las metas prefijadas es largo y duro. Y usted ha afirmado, además, que no admitirá una aristocracia obrera. ¿Podría ampliar este concepto?
Salvador Allende: -En efecto, he dicho que para garantizar el proceso revolucionario en Chile es fundamental que se intensifique la participación de los trabajadores, esencialmente la de los campesinos y los obreros, a todos los niveles del Estado. Usted sabe que hemos creado un consejo nacional. De la base han surgido consejos locales, provinciales, y así los campesinos -me refiero a los trabajadores de la tierra- junto con los pequeños propietarios y los técnicos del Estado establecen los planes de producción y cuáles son los terrenos agrícolas que deben ser expropiados. Existe una participación directa de los campesinos porque son ellos los que harán producir la tierra, son ellos los que abren el surco, los que siembran, en fin, son ellos quienes -aun sin haber hecho siquiera el primer año de escuela elemental- tienen, por así decir, el afecto a la tierra y saben qué es la tierra.
En el campo obrero, hemos dicho que en el sector nacionalizado, en el sector que llamamos de capital social, los obreros participarán directamente en la dirección de la empresa, junto con representantes del Estado. Y este directorio que representará a los obreros será electo en asamblea de los propios obreros. Es algo distinto de la organización sindical, que continuará funcionando pero sin participar en la dirección de la empresa.
Ahora, por ejemplo, tendremos el sector del cobre nacionalizado y por cierto lo tendremos: los obreros deberán comprender que el cobre es suyo, de los trabajadores del cobre, pero como parte del pueblo. Deberán comprender también que los excedentes económicos que provengan del cobre no los podremos dedicar exclusivamente a aumentar sueldos y salarios de obreros, empleados y técnicos del cobre. Simplemente debemos asignarles a ellos una parte, que en el caso del cobre es mínima. El resto debemos utilizarlo para el desarrollo económico, a fin de que -junto con las ganancias de las otras empresas monopolizadas- se puedan crear los recursos necesarios para elevar las condiciones materiales de vida del pueblo.
Si los obreros del cobre no comprenden esto, es grave. Si para una fábrica de botones, el país no tiene de qué preocuparse. Pero sí para el cobre, el acero o el carbón. Las consecuencias para el país son muy duras. Los trabajadores deben tomar conciencia de que, como pueden ejercer una presión fuerte sobre el gobierno, no deben hacer uso de esta fuerza, porque éste es su gobierno, ellos mismos son gobierno.
Este es el motivo por el que no aceptamos que haya trabajadores privilegiados, que haya una aristocracia obrera en el sentido de la remuneración o del tratamiento especial. Por ello he hablado a los trabajadores. De ellos -les he dicho- depende el futuro de la Revolución Chilena.
Esto es, fundamentalmente, lo que he expuesto el primero de mayo.
El drama de América Latina
Roberto Rosellini: -Agradezco su respuesta. Y quiero plantearle otra pregunta. Nosotros, italianos, siempre vimos a la América del Norte y del Sur como un continente que ofrece enormes oportunidades de bienestar a los trabajadores europeos, en particular a nosotros que vivíamos en un país pobre que produjo muchos emigrantes. Pero en estos últimos 30 o 40 años Sudamérica se ha empobrecido, mientras que nosotros nos hemos enriquecido. Si es justa mi observación, ¿cómo explica este fenómeno histórico?
Salvador Allende: -Creo que cuanto sucede en América Latina está directamente ligado al proceso de concentración capitalista, fundamentalmente en los países industrializados. Nosotros definimos al imperialismo como la última fase del capitalismo. El capital financiero de los países industrializados busca un terreno de inversión en los países donde se pueden recabar más ganancias, mayores márgenes de utilidad.
Ahora, en la fase inicial de la semi-independencia política de nuestros pueblos, Inglaterra hizo inversiones, en el caso de Chile en el salitre. Después, los Estados Unidos entraron en competencia con Inglaterra y comenzaron las inversiones norteamericanas.
Los países en vías de desarrollo son países que venden materias primas. Vendemos a poco precio y compramos a precios caros. Al importar debemos pagar el salario y el sueldo del obrero y el técnico norteamericano. Así, los términos de intercambio han sido siempre perjudiciales para América Latina y para Chile.
El proceso de inflación hace que nos veamos constreñidos a suministrar cada vez más materias primas para importar la misma cantidad de productos terminados. Esta es la realidad de nuestro país. Por eso se agranda continuamente la distancia que separa a los países industrializados, entendiendo con esto a los países capitalistas, de los países en vías de desarrollo.
Este es el gran drama de nuestros países, aparte del hecho que del punto de vista de las relaciones económico-financieras la situación para estos países no puede ser más difícil.
En el último decenio es más lo que ha salido de los países de América Latina que lo que ha entrado. Este drama es lo que hace que América Latina se empobrezca cada vez más, mientras se consolida el capital extranjero, fundamentalmente el capital internacional, que extrae de estos países ganancias extraordinarias, en comparación con los réditos de sus propios países.
La nacionalización del cobre
Roberto Rosellini: -Se avecina para usted la etapa de las nacionalizaciones. La del cobre, fundamentalmente, tocará a los intereses norteamericanos. ¿Cómo cree que podrán evolucionar las relaciones con Estados Unidos y cuáles son sus previsiones?
Salvador Allende: -Usted ha tocado, señor Rossellini, uno de los problemas más complicados. En realidad hemos dicho y repetido constantemente que cuando pretendemos -y lo haremos- nacionalizar las riquezas fundamentales de Chile, actualmente en manos del capital extranjero, no intentamos actuar contra los Estados Unidos. Sentimos afecto y respeto por el pueblo de los Estados Unidos, por su historia. Creo que los dirigentes políticos chilenos y latinoamericanos conocemos muy bien el pensamiento de Washington, de Jefferson y fundamentalmente de Lincoln. Además, conocemos sus escritores, sus artistas…
Pero la realidad es otra. Nosotros tenemos necesidad sobre todo del excedente de nuestra economía, que hoy sale de nuestras fronteras. Puedo, por ejemplo, decirle que en 60 años han salido de Chile 9 mil 800 millones de dólares y que todo el capital social de Chile ha sido evaluado en 10 mil millones. O sea, prácticamente un Chile entero ha salido de nuestra frontera para reforzar a las grandes empresas.
Vale decir que se da el hecho, increíble, de que países que van a mendigar una cierta cantidad de millones de préstamos son exportadores de capitales. Bueno, nosotros pensamos que el pueblo y el gobierno norteamericanos deben comprender que nosotros procederíamos de la misma manera si los capitales fueran soviéticos o japoneses o franceses o italianos. Que no tenemos prevenciones ni contra los Estados Unidos ni contra su pueblo.
Nosotros, por ejemplo, estamos dispuestos a firmar un contrato para venderle a los Estados Unidos cien o doscientas mil toneladas de cobre si tienen necesidad. Pero el cobre debe ser nuestro, porque es fundamental para Chile. Ahora, ¿cuál es el fondo del problema? El problema es que, lógicamente, no debemos indemnizar, porque no intentamos apropiarnos de esta riqueza, sino que intentamos pagar lo que efectivamente debe pagarse.
Y debemos estudiar caso por caso para saber cuáles han sido las inversiones iniciales, cuáles los aportes efectivos de capital, cuáles han sido las ganancias, cuáles las reinversiones, qué ampliaciones se han hecho sobre la base de créditos que pesan sobre la compañía.
Las compañías tienen, en este momento, deudas por 670 millones de dólares. Nosotros no estamos procediendo a priori con una actitud agresiva y esto lo debe de comprender el Departamento de Estado norteamericano.
Hay un problema y es que las compañías están cubiertas por un seguro, contratado con un organismo estatal norteamericano. Lógicamente los norteamericanos piensan que si no se paga la indemnización que la compañía considera que corresponde, deberá intervenir para pagarla la compañía aseguradora. Y para pagar este seguro, si el monto es muy elevado, el Congreso deberá recurrir a la imposición de nuevos impuestos al ciudadano norteamericano.
En verdad pienso que debemos llegar a un acuerdo. Hemos tenido otros acuerdos con empresas norteamericanas, aquí en Chile. Hemos llegado a un acuerdo con la Bethlehem y hemos comprado las minas de hierro que nos interesaban y no ha habido ningún conflicto, ningún problema.
Trataremos, y lo haremos, con la compañía de teléfonos, para hacer una empresa mixta o para nacionalizarla. Pero estamos procediendo dentro de las leyes y de la soberanía de Chile. Y sólo reclamamos respeto por la autodeterminación de los pueblos y por su soberanía y esperamos que no surjan conflictos, porque no tenemos intención de crearlos.
Pero tampoco es nuestra intención tener una actitud de sumisión o de mendicidad. Ejercemos un derecho de país soberano y procederemos sobre la base de las leyes chilenas. Además, damos garantías a las compañías. Se establecerá el monto de la suma a pagar y un Tribunal especial en el cual predominarán los representantes del Poder Judicial. ¿Qué mayor garantía que ésa? Yo creo que no se puede ceder ni dar más.
Relaciones con los cristianos
Roberto Rosellini: -Si no recuerdo mal, el programa del gobierno demócrata cristiano que lo precedió ponía el acento sobre la recuperación de los recursos naturales de Chile, incluyendo el rescate del cobre del control extranjero. Se hablaba de la dignidad del pobre, de Reforma Agraria y de otras reformas amplias. Usted retoma estos mismos temas. ¿En qué cosa se diferencia?
Salvador Allende: -La diferencia está entre la palabra y los hechos. La Democracia Cristiana ha hablado de un régimen comunitario, que no ha definido con mayor precisión. Nosotros no reconocemos otra alternativa que capitalismo o socialismo. Además, yo lo he dicho, más que hablar de revolución es necesario hacerla. Creo que ésta es la diferencia fundamental entre la Democracia Cristiana y nosotros.
Roberto Rosellini: -¿Cómo son sus relaciones con los católicos?
Salvador Allende: -Las relaciones del movimiento popular chileno con la Iglesia católica son excelentes. Voy a darle una demostración de la actitud nueva, del nuevo criterio, no diré sólo de la tolerancia de la Iglesia. En Chile, cuando un Presidente asume el gobierno se rea liza un Te Deum.
Tradicionalmente éste es realizado -como es natural- en la Catedral metropolitana. Cuando el cardenal de la Iglesia chilena, Raúl Silva Enríquez vino a hablarme, yo le dije que deseaba que se hiciese el Te Deum, pero que fuera ecuménico. No sólo aceptó, sino que en la Catedral metropolitana católica estuvieron presentes los dignatarios de ladas las Iglesias. Creo que éste ha sido uno de los hechos más significativos para demostrar la amplitud de criterio de la Iglesia católica chilena y su plena adhesión al nuevo pensamiento, que rompe fronteras antiguas y tradicionales.
Si usted piensa en las declaraciones de los obispos chilenos y latinoamericanos reunidos en Medellín recordará una en la que se subraya con extrema claridad que la Iglesia está del lado de los explotados y lucha por mejorar las condiciones de vida y existencia de las grandes masas populares latinoamericanas. Usted comprenderá la importancia de esta nueva realidad.
En fin, quisiera hacerle observar que ha sido un hecho de gran repercusión nacional e internacional la presencia del cardenal de la Iglesia católica chilena en la manifestación del primero de mayo. Y no sólo su presencia, que ya era suficiente, sino el mensaje que fue leído, donde se decía, con una alusión muy clara, que la única cosa que la Iglesia deseaba era que el pueblo no olvidara que la Iglesia de Cristo era la Iglesia del hijo del carpintero.
Para resumir: usted comprende que por los hechos, por las actitudes de la Iglesia nosotros siempre tuvimos el más profundo e ilimitado respeto. Pero ahora -como cosa nueva- podemos subrayar con profunda alegría que hay un contacto muy directo entre la Iglesia, el pueblo y el gobierno de Chile. Además, 80 sacerdotes han hecho pública su decisión de contribuir a construir el socialismo en nuestro país.
Por la integración latinoamericana
Roberto Rosellini: -Creo que se puede constatar que la tendencia tradicional de los países latinoamericanos ha sido la de tener principalmente relaciones con los Estados Unidos. Entiendo que ustedes aspiran a comenzar una nueva era de relaciones libres con todo el mundo. ¿Es así?
Salvador Allende: -Bolívar decía: “Los Estados Unidos quieren sujetarnos en la miseria en nombre de la libertad”. Y Martí ha dicho frases mucho más duras. No quiero repetirlas, porque en realidad yo distingo entre el pueblo norteamericano y sus pensadores y la actitud a veces transitoria de algunos de sus gobernantes y la política del Departamento de Estado y los intereses privados que han contado con apoyo norteamericano.
En realidad, la doctrina Monroe consagró un principio: “América para los americanos”. Pero éste no ha sido efectivamente observado, porque en América del Norte hay un desarrollo económico que no hay en Centro y Sudamérica. El problema no ha sido resuelto sobre la base de igualdad de intereses, de comunidad de intereses. Defender el principio de “América para los americanos” a través de la doctrina Monroe ha querido decir siempre “América para los norteamericanos”.
Conocemos bien el drama de América del Sur, que siendo un continente potencialmente rico, es un continente pobre, fundamentalmente por la explotación de que es víctima por parte del capital privado norteamericano.
Roberto Rosellini: -Quisiera profundizar sobre ese movimiento que se percibe, no articulado claramente, que la Iglesia llama ecumenismo, que Chile ha intentado promover con la “diplomacia del ping-pong” y que, antes, la Conferencia de Bandung había intentado facilitar ofreciendo la mediación de los países del Tercer Mundo a los dos grandes bloques en conflicto.
Salvador Allende: -Nosotros luchamos fundamentalmente por la integración de los países latinoamericanos.
Creemos que es justo el camino indicado por los padres de la Patria, que soñaron la unidad latinoamericana para poder disponer de una voz continental frente al mundo. Esto naturalmente no impide que miremos no sólo con simpatía sino también en profundidad el significado de la presencia del pensamiento del Tercer Mundo. Podría sintetizar mi pensamiento en respuesta a su pregunta diciendo que luchamos antes que nada por hacer de América un auténtico continente en sus realizaciones y por ligarnos cada vez más a los países del Tercer Mundo. Es claro que creemos que el diálogo es fundamental. Los pueblos como el nuestro luchan por la paz y no por la guerra. Por la cooperación económica y no por la explotación. Por la convivencia social y no por la injusticia.
Confianza en el hombre
Roberto Rosellini: -De todas estas ideas, la de la convivencia pacífica ha creado, en la práctica, nuevas confusiones, nuevos dramas y ahora todos sienten la necesidad de superarla. Con la empresa lunar, nos hemos visto como lo que somos, nuestra tierra es un barquito que navega en el universo hacia la inmensa lejanía. Nosotros, los hombres, somos los pasajeros y estamos ligados a su destino. ¿Cuál es nuestro futuro?
Salvador Allende: -Usted propone un tema que, a mi entender, es el de la capacidad de la inteligencia del hombre. Si el hombre de los países industrializados ha llegado, como usted recuerda, a la luna, es porque ha sido capaz de dominar la naturaleza. El problema es que, si bien es justo que el hombre ponga los pies sobre la luna, es más justo que los grandes países -para hablar simbólicamente- pongan los pies sobre la tierra y se den cuenta que hay millones de seres humanos que sufren hambre, que no tienen trabajo, que no tienen educación.
Por eso pienso que el hombre del siglo XXI debe ser un hombre con una concepción distinta, con otra escala de valores, un hombre que no sea movido esencial y fundamentalmente por el dinero, un hombre que piense que existe para la fortuna una medida distinta, en la cual la inteligencia sea la gran fuerza creadora.
Quiero decirle que tengo confianza en el hombre, pero en el hombre humanizado, el hombre fraterno y no el que vive de la explotación de los otros.