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Escrito: El 18 de octubre de 1939.
Primera Edición: 1942 por el Socialist Workers Party de los EEUU, en el libro In Defense of Marxism.
Edición Digital: Izquierda Revolucionaria, España.
Fuente: Izquierda Revolucionaria, España.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2001.
Algunos camaradas, o antiguos camaradas, como Bruno R., olvidando pasadas discusiones y decisiones de la IV Internacional, intentan explicar psicoanalíticamente mi estimación hacia la URSS. "Como Trostky participó en la Revolución Rusa, le resulta difícil renunciar al concepto de estado obrero que implica para él la razón de su vida", etcétera. Creo que el viejo Freud, que era muy perspicaz, hubiese fruncido el ceño ante un psicoanálisis de esta especie. No arriesgo nada haciéndolo yo. Por lo menos, puedo asegurar a mis críticos que subjetiva y sentimentalmente estoy de su parte.
La conducta de Moscú, que ha sobrepasado todos los límites de la abyección y el cinismo, provoca fácilmente la rebelión en cada revolucionario proletario. La rebelión engendra necesidad de rechazo. Cuando no disponen de fuerza para la acción inmediata, los revolucionarios impacientes suelen recurrir a métodos artificiales. Así nace, por ejemplo, la táctica del terrorismo individual. Más frecuentemente se recurre a los tacos, los insultos y las imprecaciones. En el caso que nos ocupa, algunos de nuestros camaradas se inclinan manifiestamente por el terrorismo "terminológico". Sin embargo, e incluso desde este punto de vista, el mero hecho de calificar de "clase" a la burocracia es inútil. Si el batiburrillo bonapartista es una clase, resulta que no es, un aborto, sino un hijo de la historia. Si su saqueo parasitario es "explotación" en el sentido científico del término, significa que la burocracia tiene un futuro como clase indispensable para determinado modo de producción. ¡He aquí el final feliz con el que se encuentran los rebeldes impacientes que se alejan de la disciplina marxista!
Cuando un mecánico
sentimental examina un coche en el que, pongamos por caso, unos gangsters
han escapado de la policía por una mala carretera, y se encuentra
con los neumáticos reventados, el chasis roto y el motor medio gripado,
puede exclamar: "Esto no es un coche, ¡vete a saber lo que es esto!".
Una estimación de este tipo carecerá de carácter técnico
o científico, pero expresará muy bien la legítima
reacción del mecánico ante la obra de los gangsters. Supongamos
que el mecánico tiene que reconstruir ese objeto que ha denominado
"vete-a-saber-qué-es-esto". En ese caso, tendrá que empezar
por reconocer que lo que tiene delante es un coche estropeado. Determinará
qué partes están todavía bien y cuáles es preciso
reparar, para decidir por dónde empezar el trabajo. El trabajador
con conciencia de clase debe adoptar una actitud similar hacia la URSS.
Tiene perfecto derecho a decir que los gangsters de la burocracia han transformado
el estado obrero en un "vete-a-saber-lo-que-es". Pero en cuanto supera
la primera reacción y se enfrenta políticamente con el problema,
se ve obligado a reconocer que tiene ante sí un estado obrero estropeado,
con el motor de la economía gripado, pero que todavía anda
y que puede arreglarse sólo con cambiar algunas piezas. Claro que
esto es sólo una analogía. Pero no la peor que se puede hacer.
"Un estado obrero contrarrevolucionario"
Dicen algunos: "Si seguimos
considerando a la URSS como un estado obrero, tendremos que crear una nueva
categoría: el "estado obrero contrarrevolucionario". Este argumento
intenta excitar nuestra imaginación contraponiendo una buena norma
programática a una realidad miserable, repugnante incluso. ¿No
estamos hartos de ver cómo, desde 1923, la URSS juega un papel cada
vez más contrarrevolucionario en la arena internacional? ¿Hemos
olvidado la experiencia de la Revolución China, de la huelga general
inglesa de 1926 o la tan reciente de la Revolución Española?
Hay dos Internacionales obreras completamente contrarrevolucionarias. Algunos
parecen haberlo olvidado. Los sindicatos franceses, ingleses y norteamericanos
apoyan totalmente la política contrarrevolucionaria de sus burguesías
respectivas. Esto no nos impide llamarles "sindicatos", apoyar sus avances
y defenderlos contra la burguesía. ¿Por qué no podemos
utilizar el mismo método con el "estado obrero contrarrevolucionario"?
En último término, un estado obrero es un sindicato que ha
conseguido el poder. La diferencia de actitud entre ambos casos es que
los sindicatos tienen una larga historia, y ya nos hemos acostumbrado a
considerarlos como realidades, no como "categorías" de nuestro programa.
Y el estado obrero es ya una realidad, que no depende para nada de nuestro
programa.
¿Imperialismo?
¿Debemos llamar "imperialismo"
a la actual expansión del Kremlin? Primero, hemos de establecer
el contenido social de este término. La historia ha conocido el
"imperialismo" romano basado en el esclavismo, el imperialismo de los señores
feudales, el del comercio y la industria capitalistas, el imperialismo
de la monarquía zarista... La fuerza motora de la oligarquía
de Moscú es indudablemente el ansia de aumentar su poder, su prestigio,
sus ganancias. Este es un elemento del "imperialismo", en el amplio sentido
de la palabra, que caracterizó a las monarquías, oligarquías,
castas dominantes, estamentos medievales y clases en el pasado. Sin embargo,
en la literatura contemporánea, al menos en la marxista, el imperialismo
se define como una política expansionista para financiar el capital,
con un contenido económico muy determinado. Emplear el término
"imperialismo" para la política exterior del Kremlin, sin especificar
claramente lo que significa, equivale a equiparar la política de
la burocracia bonapartista con la del capital monopolista, sobre la base
de que ambos utilizan la fuerza militar como medio de expansión.
Semejante identificación, que sólo puede crear confusión,
es mucho más propia de socialdemócratas pequeñoburgueses
que de marxistas.
Continuación de la política
imperialista de los Zares
El Kremlin participa en un
nueva partici6n de Polonia, el Kremlin se apodera de los países
bálticos, el Kremlin se vuelve sobre los Balcanes, Persia y Afganistán;
en otras palabras, el Kremlin continúa la política imperialista
de los Zares. ¿No tenemos derecho, por tanto, a calificar de imperialista
la política del Kremlin? Pero este argumento histórico-geográfico
no es más convincente que los otros. La revolución proletaria,
nacida en el imperio de los Zares, intentó desde el principio, y
lo consiguió durante un tiempo, conquistar los países bálticos;
intentó penetrar en Rumania y en Persia y una vez llegó con
sus ejércitos hasta Varsovia (1920). Las líneas de expansión
de la Revolución fueron las mismas que las del zarismo, porque la
revolución no cambió las condiciones geográficas.
Precisamente por esto, los mencheviques de entonces hablaron del "imperialismo
bolchevique", calcado de la diplomacia zarista. Los demócratas pequeñoburgueses
repiten hoy este argumento. Repito: no tenemos ninguna razón para
imitarlos.
¿Agentes del imperialismo?
Sin embargo, junto al problema
de cómo denominar la política expansionista de la URSS, está
el del apoyo que el Kremlin está prestando al imperialismo de Berlín.
Antes que nada, es preciso establecer aquí que -en ciertas condiciones,
hasta un cierto punto y de determinada forma- hasta un estado obrero sano
tendría que apoyar inevitablemente el imperialismo, porque le sería
completamente imposible romper las cadenas de relaciones de un mundo imperialista.
El pacto de Brest-Litovsk indudablemente reforzó temporalmente a
Alemania contra Francia y Gran Bretaña. Un estado obrero aislado
no tiene más remedio que maniobrar entre los campos imperialistas
hostiles. Maniobrar implica apoyar temporalmente a uno contra el otro.
Saber en cada momento a quién puede resultar más provechoso
o menos peligroso apoyar, no es una cuestión de principio, sino
de cálculo práctico y de visión de conjunto. Las inevitables
desventajas de prestar apoyo a un estado burgués contra otro se
equilibran con mucho por el hecho de que esto permite al estado obrero
aislado continuar existiendo.
Pero hay maniobras y maniobras.
En Brest-Litovsk el gobierno soviético sacrificó la independencia
nacional de Ucrania a cambio de salvar el estado obrero. Nadie hablaría
de sacrificio de Ucrania, porque todos los trabajadores conscientes comprendieron
su carácter forzoso. El caso de Polonia es completamente diferente.
El Kremlin no ha planteado nunca la cuestión de que estuviese obligado
a sacrificar Polonia. Por el contrario, se jacta cínicamente de
su astucia, lo que atenta a los más elementales sentimientos democráticos
de las clases oprimidas de todo el mundo y debilita enormemente la situación
internacional de la Unión Soviética. ¡La transformaci6n
económica de los países ocupados no compensa esto ni en la
décima parte!
Toda la política exterior
del Kremlin se basa, por lo general, en un pícaro adorno del imperialismo
"amigo", y esto significa sacrificar los intereses fundamentales del movimiento
obrero mundial a cambio de ventajas secundarias e inestables. Después
de haber drogado durante cinco años a los trabajadores con slogans
como la "defensa de las democracias", Moscú es hoy cómplice
de la política de pillaje de Hitler, Esto no convierte a la URSS
en un estado imperialista, pero Stalin y su Comintern son, sin duda, los
agentes más valiosos con que cuenta el imperialismo.
Si queremos definir exactamente
la política exterior del Kremlin, debemos decir que es la política
de la burocracia bonapartista de un estado obrero degenerado, en un
entorno imperialista. Esta definición no es tan corta ni tan
sonora como "política imperialista", pero, en cambio, es más
precisa.
El mal menor
La ocupación de la
Polonia del Este por el Ejército Rojo es seguramente un mal menor
en comparación con la ocupaci6n de otros territorios por los nazis.
Pero este "mal menor" se obtuvo porque Hitler se aseguró previamente
un mal mucho mayor. Si alguien prende fuego, o ayuda a prender fuego a
una casa y luego salva a cinco de sus diez ocupantes para convertirlos
en sus propios semi-esclavos, se produce un "mal menor" que si se hubiesen
quemado los diez. Pero no está claro que este pirómano merezca
una medalla por el rescate. Y si se la dieran, debería tirarla inmediatamente,
como el héroe de una novela de Víctor Hugo.
"Misioneros armados"
Robespierre dijo una vez
que a la gente no le gustan los misioneros con bayonetas. Pero lo que quería
decir es que es imposible imponer a un pueblo ideas o instituciones
revolucionarias por la fuerza de las armas. Esto no significa, sin embargo,
que sea inadmisible intervenir militarmente en un país para cooperar
con la revolución. Pero una intervención de este tipo, derivada
de una política revolucionaria internacional, debe ser entendida
por el proletariado internacional y debe corresponder a los deseos de las
masas trabajadoras en cuyo territorio entran las tropas revolucionarias.
La teoría del socialismo en un solo país no puede crear esta
solidaridad internacional activa, la única capaz de justificar y
preparar la intervención armada. El Kremlin plantea y resuelve el
problema de la intervención militar como hace toda su política;
completamente al margen de las ideas y sentimientos de la clase trabajadora
internacional. Por ello, los últimos "éxitos diplomáticos"
del Kremlin le comprometen monstruosamente y han creado la confusión
en las filas del proletariado de todo el mundo.
Insurrección en dos frentes
Pero, planteando así
la cuestión -dicen algunos camaradas- ¿es adecuado hablar
de la defensa de la URSS y de las provincias ocupadas? ¿No sería
más correcto llamar a los obreros y campesinos de toda Polonia a
luchar, tanto contra Hitler, como contra Stalin? Naturalmente, eso es muy
atractivo. Si surge simultáneamente la revolución en Alemania
y en la URSS, incluidas las nuevas provincias ocupadas, se resolverían
muchos problemas de un golpe. Pero no podemos basar nuestra política
sólo en lo más favorable, en la mejor combinación
de circunstancias. El problema es: ¿qué hacemos si Hitler,
antes de ser aplastado por la revolución, ataca Ucrania antes de
que la revolución haya destruido a Stalin? ¿Deberán
luchar en este caso los partidarios de la IV Internacional contra Hitler,
lo mismo que lucharon en las filas de la España republicana contra
Franco? Estamos totalmente, y en el más amplio sentido, por una
Ucrania libre, tanto de Hitler, como de Stalin. Pero, ¿qué
hacer si, antes de haber obtenido esa independencia, Hitler intenta apoderarse
de esa Ucrania que está bajo el dominio de la burocracia stalinista?
La IV Internacional contesta: defenderemos de Hitler la Ucrania esclavizada
por Stalin.
"Defensa incondicional de la URSS"
¿Qué significa
defensa "incondicional" de la URSS? Significa que no le ponemos condiciones
a la burocracia. Significa que, independientemente de los motivos o causas
de la guerra, defendemos las bases sociales de la URSS, si se ven amenazadas
por el imperialismo.
Algunos camaradas preguntan:
¿y si mañana la URSS invade la India y empieza a cargarse
un movimiento revolucionario, les apoyaremos? Esta pregunta no es del todo
coherente. En primer lugar, no está claro por qué implicar
a la India. Es más sencillo preguntar: ¿y si el Ejército
Rojo amenaza a los obreros y campesinos de la URSS que se pongan en huelga
contra la burocracia, lo apoyaremos o no? La política exterior es
una continuación de la interna. Nunca hemos prometido apoyar todas
las acciones del Ejército Rojo, que es un instrumento en manos de
la burocracia bonapartista. Hemos prometido defender la URSS en tanto que
estado obrero, y sólo lo que hay dentro de ella, que es característico
de un estado obrero.
Un casuista inveterado puede
argumentar: Si el Ejército Rojo, independientemente de la clase
de "trabajo" que esté realizando en la India, es derrotado por los
insurgentes indios, esto debilitaría a la URSS. Le responderíamos:
La derrota de un movimiento revolucionario en la India, con la cooperación
del Ejército Rojo, significaría un peligro mucho mayor para
las bases sociales de la URSS que un contratiempo episódico de un
destacamento contrarrevolucionario del Ejército Rojo en la India.
La IV Internacional debe distinguir en cada caso cuándo el Ejército
Rojo no es más que un arma en manos de la reacción bonapartista
y cuándo está defendiendo las bases sociales de la URSS.
Un sindicato dirigido por
reaccionarios organiza una huelga para impedir el acceso de los negros
a una determinada rama de la industria, ¿apoyaríamos una
huelga tan vergonzosa? Naturalmente, no. Pero imaginemos que los amos,
aprovechándose de esta huelga, tratan de aplastar los sindicatos
y de impedir toda defensa organizada de los trabajadores. En este caso,
defenderemos los sindicatos como cuestión de principio, a pesar
del carácter reaccionario de su dirección. ¿Por qué
no podemos aplicar a la URSS esta misma política?
La norma fundamental
La IV Internacional ha establecido
definitivamente que, en todos los países imperialistas, estén
aliados o en contra de la URSS, los partidos proletarios deben desarrollar
durante la guerra la lucha de clases con el propósito de tomar el
poder. Al mismo tiempo, el proletariado no debe perder de vista los intereses
de la defensa de la URSS (y de las revoluciones en las colonias) y, en
caso necesario, pronunciarse por la acción más decisiva,
por ejemplo, huelgas, sabotaje, etcétera. Las relaciones de poder
han cambiado sensiblemente desde que la IV Internacional formuló
esta norma, pero su validez permanece. Si mañana Inglaterra o Francia
amenazan Moscú, los trabajadores ingleses y franceses deben tomar
las medidas más decisivas para impedir los envíos de armas
y soldados. Si Hitler, obligado por la lógica de la situación,
tiene que mandar ayuda militar a Stalin, los trabajadores alemanes, por
el contrario, no deberán recurrir a las huelgas y los sabotajes.
No creo que haya otra solución.
¿"Revisión del marxismo"?
A algunos camaradas les sorprendió
que yo hablase en mi artículo ("La URSS en guerra") del "colectivismo
burocrático" como de una posibilidad teórica. Han visto en
ello una completa revisión del marxismo. Se trata de un malentendido
aparente. La concepción marxista de la necesidad histórica
no tiene nada que ver con el fatalismo. El socialismo no se va a realizar
"por sí mismo", sino que será el resultado de la lucha de
fuerzas vivas, clases y partidos. La ventaja crucial del proletariado en
esta lucha reside en que él representa el progreso histórico,
mientras que la burguesía encarna la reacción y la decadencia.
Esta es la fuente de nuestra fe en la victoria. Pero tenemos perfecto derecho
a preguntarnos: ¿qué sucederá si vencen las fuerzas
de la reacción?
Los marxistas han formulado
un número incalculable de veces la alternativa: o el socialismo
o la vuelta a la barbarie. Tras la "experiencia" italiana, se ha repetido
miles de veces: o fascismo o comunismo. El paso al socialismo no puede
dejar de parecernos más complicado, más heterogéneo,
más contradictorio, de lo que se previó en el esquema histórico
general. Marx habló de la dictadura del proletariado y su superación
posterior, pero no dijo nada sobre su degeneración. Hemos observado
y analizado por primera vez la experiencia de tal degeneración.
¿Es esto revisionismo?
La marcha de los acontecimientos
ha demostrado que el retraso de la revolución socialista engendra
indudables fenómenos de barbarie: desempleo crónico, pauperización
de la pequeña burguesía, fascismo y guerras de exterminio
que no abren ningún camino viable. ¿Qué nuevas formas
sociales y políticas puede adoptar esta barbarie, si aceptamos teóricamente
que la humanidad es incapaz de elevarse hasta el socialismo? Estamos en
mejores condiciones que Marx para responder a esta pregunta. La nueva era
bárbara está limitada por el fascismo y la degeneración
del estado obrero. Una alternativa de este tipo -socialismo o servidumbre
totalitaria- no sólo tiene una enorme importancia teórica,
sino también agitativa, pues a su luz la necesidad del socialismo
aparece con mayor claridad.
Si tenemos que hablar de
revisión de Marx, es realmente la de esos camaradas que hablan de
un nuevo tipo de estado "ni burgués ni obrero". Precisamente porque
la alternativa que yo planteo les obliga a llevar su pensamiento hasta
sus últimas consecuencias lógicas, algunos de estos críticos,
asustados por las conclusiones de su propia teoría, me acusan...
de revisionismo. Prefiero creer que es una broma.
El derecho al optimismo revolucionario
Demostraba claramente en
mi artículo "La URSS en guerra" que la perspectiva de un sistema
de explotación ni obrero ni burgués, es decir, "colectivismo
burocrático", es la perspectiva de la total derrota y decadencia
del proletariado internacional, la perspectiva del más profundo
pesimismo histórico. ¿Existen razones auténticas para
adoptar esta perspectiva? No está de más inquirir sobre el
asunto entre nuestros enemigos de clase.
En el número semanal
del bien conocido periódico France Soir, de 31 de agosto de 1939,
hay un reportaje muy instructivo sobre una entrevista entre Hitler y el
embajador francés, Coulondre, celebrada el 25 de agosto. (La fuente
de informaci6n debe ser el propio Coulondre.) Hitler se jacta del pacto
que ha firmado con Stalin ("un pacto realista") y "lamenta" la sangre francesa
y alemana que se desperdiciará.
"Pero -objeta Coulondre-
Stalin se expone por los dos lados. El verdadero ganador (en caso de guerra)
va a ser Trotsky, ¿no cree usted"?
"Lo sé -responde el
Fuhrer-, pero como Francia e Inglaterra dan a Polonia completa libertad
de acción...", etc.
Estos caballeros han tenido
a bien ponerle un nombre individual a los que esperan la revolución.
Pero ésta no es la esencia de esta dramática conversación,
justo en el momento en que se rompían las relaciones diplomáticas.
"La guerra va a provocar inevitablemente la revolución", dice el
representante de la democracia imperialista, temblando de pies a cabeza
y tratando de atemorizar a su adversario. "Lo sé -responde Hitler-,
lo sé", como si se tratara de una cuestión decidida hace
ya mucho tiempo. ¡Sorprendente diálogo!
Los dos, Hitler y Coulondre,
representan la barbarie que avanza sobre Europa. Ninguno de ellos duda
que su barbarie será derrotada por la revolución socialista.
Las clases dominantes de todos los países capitalistas del mundo
son hoy conscientes de ello. Su total desmoralización es uno de
los elementos más importantes de la correlación de fuerzas
actual. El proletariado tiene una dirección joven y todavía
ilusionada. Pero la dirección de la burguesía apenas se tiene
en pie. Al principio de una guerra que no pueden impedir, estos caballeros
están convencidos de antemano del colapso de su régimen.
¡Este hecho debe de ser para nosotros fuente de un invencible optimismo
revolucionario!
18 de octubre de 1939.