¿Cuáles son los resultados fundamentales del camino histórico recorrido por el Partido bolshevique?
¿Qué nos enseña la historia del Partido Comunista (bolshevique) de la U.R.S.S.?
1) La historia del Partido bolshevique nos enseña, ante todo, que el triunfo de la revolución proletaria, el triunfo de la dictadura del proletariado es imposible sin un partido revolucionario del proletariado, libre de oportunismo, intransigente frente a los oportunistas y capituladores, y revolucionario frente a la burguesía y al Poder de su Estado.
La historia del Partido bolshevique nos enseña que el dejar al proletariado sin un partido así equivale a dejarle sin dirección revolucionaria; y el dejarle sin dirección revolucionaria equivale a hacer fracasar la causa de la revolución proletaria.
La historia del Partido bolshevique nos enseña que este partido no puede ser un partido socialdemócrata corriente del tipo de los de la Europa occidental, educado en una situación de paz social, que marcha a remolque de los oportunistas, sueña con "reformas sociales" y teme a la revolución social.
La historia del Partido bolshevique nos enseña que este partido sólo puede ser un partido de nuevo tipo, un partido marxista-leninista, el Partido de la revolución social, capaz de preparar al proletariado para los combates decisivos contra la burguesía y de organizar el triunfo de la revolución proletaria.
Eso es, en la U.R.S.S., el Partido bolshevique.
"En el periodo prerrevolucionario -dice el camarada Stalin- en el periodo de evolución más o menos pacífica, en que los partido de la Segunda Internacional representaban la fuerza predominante dentro del movimiento obrero, y las formas parlamentarias de lucha se consideraban como fundamentales, en estas condiciones, el Partido no tenía ni podía tener la grande y decisiva importancia que adquirió más tarde, bajo las condiciones de los choques revolucionarios abiertos. Kautski, defendiendo a la Segunda Internacional contra quienes la atacaban, dice que los partidos de la Segunda Internacional son instrumentos de paz y no de guerra, y que precisamente por esto resultaron ser impotentes para emprender nada serio durante la guerra, en el periodo de las acciones revolucionarias del proletariado. Y esto es totalmente exacto. Pero, ¿qué significa esto? Significa que los partidos de la Segunda Internacional son inservibles para la lucha revolucionaria del proletariado, que no son partidos combativos del proletariado que conducen a éste al Poder, sino aparatos electorales adaptados a las elecciones al parlamento y a la lucha parlamentaria. Esto explica precisamente el hecho de que, durante el periodo de predominio de los oportunistas de la Segunda Internacional, la organización política fundamental del proletariado no fuese el partido, sino la fracción parlamentaria. Es sabido que en este periodo, el partido era, en realidad, un apéndice de la fracción parlamentaria y un elemento puesto al servicio de ésta. No hace falta demostrar que, en tales condiciones y con semejante partido al frente, no se podía ni hablar de preparar al proletariado para la revolución.
Pero las cosas cambiaron radicalmente al entrar en el nuevo periodo. Este nuevo periodo es el periodo de los choques abiertos entre las clases, el periodo de las acciones revolucionarias del proletariado, el periodo de la revolución proletaria, el periodo de la preparación directa de las fuerzas para el derrocamiento del imperialismo y la toma del Poder por el proletariado. Este periodo plantea ante el proletariado nuevas tareas de reorganización de toda la labor del Partido en un sentido nuevo, revolucionario, de educación de los obreros en el espíritu de la lucha revolucionaria por el Poder, de preparación y concentración de las reservas, de alianza con los proletarios de los países vecinos, de establecimiento de sólidos vínculos con el movimiento de liberación de las colonias y de los países dependientes, etc, etc. Pensar que estas tareas nuevas pueden resolverse con las fuerzas de los viejos partidos socialdemócratas, educados bajo las condiciones pacíficas del parlamentarismo, equivale a condenarse a una desesperación sin remedio, a una derrota ineluctable. Tener que afrontar estas tareas con los viejos partidos al frente equivale a encontrarse completamente desarmados. ¿Hace falta, acaso, demostrar que el proletariado no podía resignarse a semejante situación?
De aquí la necesidad de un nuevo partido, de un partido combativo, de un partido revolucionario, lo bastante intrépido para conducir a los proletarios a la lucha por el Poder, lo bastante experto para orientarse en las condiciones complejas de la situación revolucionaria y lo bastante flexible para eludir todos y cada uno de los escollos que se interponen en el camino hacia sus fines.
Sin un partido así no se puede ni pensar en el derrocamiento del imperialismo, en la conquista de la dictadura del proletariado.
Este nuevo partido es el Partido del leninismo" (Stalin, "Problemas del Leninismo", págs. 62-63, ed. rusa).
2) La historia del Partido nos enseña, asimismo, que el Partido de la clase obrera no puede cumplir su misión de dirigente de su clase, no puede cumplir su misión de organizador y dirigente de la revolución proletaria, si no posee la teoría de vanguardia del movimiento obrero, si no posee la teoría marxista-leninista.
La fuerza de la teoría marxista-leninista consiste en que da al Partido la posibilidad de orientarse dentro de la situación, de comprender el nexo interno que une los acontecimientos que le rodean, de prever la marcha de los acontecimientos y discernir, no sólo cómo y hacia dónde se desarrollan los acontecimientos en el presente, sino también cómo y hacia dónde habrán de desarrollarse en el porvenir.
Sólo un partido que posee la teoría marxista-leninista puede avanzar con paso firme y conducir hacia adelante a la clase obrera.
Por el contrario, un partido que no posee la teoría marxista-leninista, vese obligado a vagar a tientas, pierde la seguridad en sus actos y no es capaz de conducir a la clase obrera hacia delante. Podría pensarse que el poseer la teoría marxista-leninista significa aprender concienzudamente las conclusiones y las tesis contenidas en las obras de Marx, Engels y Lenin, aprender a citarlas oportunamente y contentarse con esto, creyendo que las conclusiones y las tesis aprendidas se adaptan a cualquier situación, a todos los casos de la realidad. Pero este modo de abordar la teoría marxista-leninista es completamente falso. La teoría marxista-leninista no puede considerarse como un conjunto de dogmas, como un catecismo, como un símbolo de la fe; ni a los marxistas, como eruditos pedantes y exegetas. La teoría marxista-leninista es la ciencia del desarrollo de la sociedad, la ciencia del movimiento obrero, la ciencia de la revolución proletaria, la ciencia de la edificación de la sociedad comunista. Y, como ciencia, no está ni puede estar estancada, sino que se desarrolla y se perfecciona. Es evidente que, en su desarrollo, no puede menos de enriquecerse con la nueva experiencia, con los nuevos acontecimientos, y que algunas de sus tesis y conclusiones no pueden menos de cambiar a lo largo del tiempo, no pueden dejar de ser reemplazadas por nuevas tesis y conclusiones, con arreglo a las nuevas condiciones históricas.
Poseer la teoría marxista-leninista no significa, ni mucho menos, aprenderse todas sus fórmulas y conclusiones y aferrarse a la letra de ellas. Para poseer la teoría marxista-leninista hace falta, ante todo, aprender a distinguir entre su letra y su esencia.
Poseer la teoría marxista-leninista significa asimilar la esencia de ella y aprender a aplicarla para resolver los problemas prácticos del movimiento revolucionario en las diversas condiciones de la lucha de clases del proletariado.
Poseer la teoría marxista-leninista significa saber enriquecer esta teoría con la nueva experiencia del movimiento revolucionario, saber enriquecerla con nuevas tesis y conclusiones, saber desarrollarla e impulsarla, sin retroceder ante la necesidad de reemplazar, partiendo de la esencia de la teoría, algunas de sus tesis y conclusiones, caducas ya, por otras nuevas, con arreglo a la nueva situación histórica.
La teoría marxista-leninista no es un dogma, sino una guía para la acción.
Hasta la segunda revolución rusa (febrero), los marxistas de todos los países partían del criterio de que la república democrática parlamentaria era la forma de organización política de la sociedad más conveniente para el periodo de transición del capitalismo al socialismo. Es cierto que Marx había señalado ya en la década del 70 del siglo pasado que la forma más conveniente de la dictadura del proletariado no era la república parlamentaria, sino una organización política del tipo de la Comuna de París. Pero, desgraciadamente, esta indicación de Marx no fue desarrollada en sus obras y cayó en el olvido. Además, la autorizada declaración hecha por Engels en su crítica del proyecto de programa de Erfurt, en 1891, de que "la república democrática... es... la forma específica para la dictadura del proletariado", no dejaba lugar a duda en el sentido de que los marxistas seguían considerando la república democrática como la forma política de la dictadura del proletariado. Esta tesis de Engels sirvió más tarde de orientación a todos los marxistas, incluyendo a Lenin. Sin embargo, la revolución rusa de 1905 y, sobre todo, la de febrero de 1917 destacaron una forma nueva de organización política de la sociedad: los Soviets de diputados obreros y campesinos. Basándose en el estudio de la experiencia de las dos revoluciones rusas y partiendo de la teoría del marxismo, Lenin llegó a la conclusión de que la forma política mejor para la dictadura del proletariado no es la República democrática parlamentaria, sino la república de los Soviets. En abril de 1917, en el periodo de transición de la revolución burguesa a la revolución socialista, Lenin lanzó, basándose en esto, la consigna de organizar la república de los Soviets, como la mejor forma política de la dictadura del proletariado. Los oportunistas de todos los países se aferraban a la república parlamentaria, acusando a Lenin de volver la espalda al marxismo y hundir la democracia. Pero era Lenin, naturalmente, y no los oportunistas, quien representaba el auténtico marxismo y dominaba la teoría marxista, ya que, mientras los oportunistas tiraban de ella hacia atrás y convertían una de sus tesis en un dogma, Lenin la impulsaba, enriqueciéndola con la nueva experiencia.
¿Qué habría sido del Partido, de la revolución proletaria, del marxismo, si Lenin se hubiera plegado a la letra del marxismo, en vez de decidirse a sustituir una de sus viejas tesis, formulada por Engels, por la nueva tesis de la república de los Soviets, que era la que correspondía a la nueva situación histórica? El Partido habría vagado en las tinieblas, los Soviets habrían sido desorganizados, no tendríamos hoy un Poder Soviético, y la teoría marxista habría sufrido un serio descalabro. Con ello, habría salido perdiendo el proletariado y habrían salido ganando sus enemigos.
El oportunismo no consiste siempre en renegar abiertamente de la teoría marxista o de alguna de sus y conclusiones. A veces, el oportunismo se manifiesta en el intento de aferrarse a determinadas tesis aisladas del marxismo, que han comenzado ya a envejecer, y de convertirlas en dogmas, para contener de este modo el desarrollo ulterior del marxismo y con él, consiguientemente, el desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado.
Sin exageración se puede afirmar que, después de la muerte de Engels, los únicos marxistas que impulsaron la teoría del marxismo y la enriquecieron con la nueva experiencia, bajo las nuevas condiciones de la lucha de clases del proletariado, fueron el formidable Lenin y, después de él, Stalin y los demás discípulos de Lenin.
Precisamente por eso, porque Lenin y los leninistas impulsaron la teoría marxista, el leninismo es el desarrollo ulterior del marxismo, el marxismo que corresponde a las nuevas condiciones de la lucha de clases del proletariado, el marxismo de la época del imperialismo y de las revoluciones proletarias, el marxismo de la época del triunfo del socialismo en la sexta parte de Globo.
El Partido bolshevique no habría podido triunfar en octubre de 1917, si sus cuadros de vanguardia no hubiesen poseído la teoría del marxismo, si no hubiesen sabido ver en esta teoría una guía para la acción, si no hubiesen sabido impulsar la teoría marxista, enriqueciéndola con la nueva experiencia de la lucha de clases del proletariado.
Criticando a los marxistas alemanes de Norteamérica que habían tomado en sus manos la dirección del movimiento obrero norteamericano, escribía Engels:
"Los alemanes no han sabido hacer de su teoría la palanca que pusiese en movimiento a las masas norteamericanas. En su mayoría, ni ellos mismos comprenden esta teoría y se comportan con ella de un modo doctrinario y dogmático, creyendo que hace falta aprendérsela de memoria, y que basta con esto para afrontar todas las situaciones de la realidad. Para ellos, esta teoría es un dogma y no una guía para la acción" (C. Marx y F. Engels, t. XXVII, pág. 606).
Criticando a Kamenev y a algunos viejos bolsheviques que, en abril de 1917, se aferraban a la vieja fórmula de la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y de los campesinos, en un momento en que el movimiento revolucionario había rebasado esta fórmula y exigía el paso a la revolución socialista, Lenin escribía:
"Nuestra doctrina no es un dogma, sino una guía para la acción, han dicho siempre Marx y Engels, burlándose con razón de los que aprenden de memoria y repiten mecánicamente las "fórmulas", que, en el mejor de los casos, sólo sirven para señalar las tareas generales, que se modifican necesariamente con la situación económica y política concreta de cada fase especial del proceso histórico... Es necesario asimilarse la verdad indiscutible de que el marxista debe tomar en cuenta la vida real, los hechos precisos de la realidad y no continuar aferrándose a la teoría del día anterior..." (Lenin, t. XX, págs. 100-101, ed. rusa).
3) La historia del Partido nos enseña, además, que el triunfo de la revolución proletaria es imposible sin el aplastamiento de los partidos pequeñoburgueses que actúan dentro de las filas de la clase obrera y empujan a las capas rezagadas de ésta en los brazos de la burguesía, quebrantando con ello la unidad de la clase obrera.
La historia del Partido es la historia de la lucha contra los partidos pequeñoburgueses y de su aplastamiento: contra los socialrevolucionarios, mensheviques, anarquistas y nacionalistas. Sin vencer a estos partidos y expulsarlos de las filas del proletariado, no hubiera sido posible conseguir la unidad de la clase obrera, y sin la unidad de la clase obrera, el triunfo de la revolución proletaria habría sido irrealizable.
Sin el aplastamiento de estos partidos, que al principio laboraban por el mantenimiento del capitalismo y, más tarde, después de la Revolución de Octubre, por su restauración, habría sido imposible mantener la dictadura del proletariado, derrotar a la intervención armada extranjera y edificar el socialismo.
No tiene nada de casual el hecho de que todos los partidos pequeñoburgueses, que para engañar al pueblo se bautizaban con el nombre de partidos "revolucionarios" y "socialistas" -los socialrevolucionarios, los mensheviques, los anarquistas, los nacionalistas- pasasen a ser partidos contrarrevolucionarios ya antes de la Revolución Socialista de Octubre, para convertirse más tarde en agentes de los servicios de espionaje extranjeros, en una banda de espías saboteadores, agentes diversionistas, asesinos y traidores a la patria.
"En la época de la revolución social -dice Lenin-, la unidad del proletariado sólo puede realizarla el Partido revolucionario extremo del marxismo, sólo puede realizarse por medio de una lucha implacable contra todos los demás partidos" (Lenin, t. XXVI, pág. 50, ed. rusa).
4) La historia del Partido nos enseña, asimismo, que el Partido de la clase obrera no puede mantener la unidad y la disciplina dentro de sus filas, no puede cumplir con su misión de organizador y dirigente de la revolución proletaria, no puede cumplir su misión de constructor de la nueva sociedad socialista, sin una lucha intransigente contra los oportunistas dentro de sus propias filas, sin el aplastamiento de los capituladores en su propio seno.
La historia del desarrollo de la vida interna del Partido bolshevique es la historia de la lucha contra los grupos oportunistas dentro del Partido y de su aplastamiento: contra los "economistas", mensheviques, trotskistas, bujarinistas y portavoces de las desviaciones nacionalistas.
La historia del Partido bolshevique nos enseña que todos estos grupos capituladores eran, en el fondo, agentes del menshevismo dentro del Partido, sus satélites y continuadores. Al igual que los mensheviques, cumplían la misión de servir de vehículo a la influencia burguesa dentro de la clase obrera y del Partido. Por eso, la lucha por la liquidación de estos grupos dentro del Partido era la continuación de la lucha por la liquidación del menshevismo.
Sin aplastar a los "economistas" y a los mensheviques, jamás se habría logrado edificar el Partido y conducir a la clase obrera a la revolución proletaria.
Sin aplastar a los trotskistas y bujarinistas, jamás se habría logrado preparar las condiciones necesarias para al edificación del socialismo.
Sin aplastar a los portavoces de las desviaciones nacionalistas de todos los matices, jamás se habría logrado educar al pueblo en el espíritu de internacionalismo, no se habría logrado defender la bandera de la fraternal amistad entre los pueblos de la U.R.S.S., no se habría logrado edificar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Podría pensarse que los bolsheviques han consagrado demasiado tiempo a luchar contra los elementos oportunistas dentro del Partido, que han exagerado la importancia de estos elementos. Pero esto es completamente falso. No es posible tolerar en el seno del Partido el oportunismo, como no es posible tolerar la existencia de una úlcera en un organismo sano. El Partido es el destacamento dirigente de la clase obrera, su fortaleza de avanzada, su Estado Mayor de combate. No es posible permitir que en el Estado Mayor dirigente de la clase obrera haya gentes pusilánimes, oportunistas, capituladores y traidores. Luchar a vida o muerte contra la burguesía, teniendo dentro del propio Estado Mayor, dentro de la propia fortaleza, a capituladores y traidores, es caer en la situación de quien se ve tiroteado desde el frente y desde la retaguardia. Fácil es comprender que la lucha, en estas condiciones, sólo puede conducir a una derrota. El modo más fácil de tomar una fortaleza es atacarla desde dentro. Para conseguir el triunfo, lo primero que hace falta es limpiar el Partido de la clase obrera, su Estado Mayor dirigente, su fortaleza de avanzada, de capituladores, desertores, esquiroles y traidores.
No tiene nada de casual el hecho de que los trotskistas, los bujarinistas, los portavoces de desviaciones nacionalistas, luchando contra Lenin y contra el Partido, hayan acabado como acabaron los partidos menshevique y socialrevolucionario: convirtiéndose en agentes de los servicios de espionaje fascistas, convirtiéndose es espías, en saboteadores, en asesinos, en agentes diversionistas, en traidores a la patria.
"No es posible triunfar en la revolución proletaria, no es posible defenderla, teniendo en las propias filas a reformistas, a mensheviques. Esto es evidente en el terreno de los principios. La experiencia de Rusia y de Hungría lo confirma palpablemente... En Rusia, hemos atravesado muchas veces por situaciones difíciles en que el régimen soviético habría sido infaliblemente derrotado, si hubiesen quedado mensheviques, reformistas, demócratas pequeñoburgueses dentro de nuestro Partido..." (Lenin, t. XXV, págs. 462-463, ed. rusa).
"Si nuestro Partido -dice el camarada Stalin- ha conseguido forjar dentro de sus filas una unidad interior y una cohesión nunca vista, se debe, ante todo, al hecho de que supo limpiarse a tiempo de la escoria del oportunismo, arrojar del Partido a los liquidadores y mensheviques. Para desarrollar y consolidar los partidos proletarios, hay que depurar sus filas de oportunistas y reformistas, de socialimperialistas y socialchovinistas, de socialpatriotas y socialpacifistas. El Partido se fortalece depurándose de los elementos oportunistas" (Stalin, "Problemas del Leninismo", pág. 72, ed. rusa).
5) La historia del Partido nos enseña, además, que el Partido no puede cumplir su misión de dirigente de la clase obrera, si, perdiendo la cabeza con los éxitos, comienza a vanaglorariarse, si deja de advertir las deficiencias de su labor, si teme reconocer sus errores, si teme corregirlos a su debido tiempo abierta y honradamente.
El Partido es invencible, si no teme la crítica ni la autocrítica, si no disimula los errores y deficiencias de su labor, si enseña y educa los cuadros con el ejemplo de los errores del trabajo del Partido y sabe corregir estos errores a tiempo.
El Partido se hunde, si oculta sus errores, si disimula sus lados flacos, si encubre sus defectos con una falsa exhibición de prosperidad, si no tolera la crítica y la autocrítica, si se deja penetrar del sentimiento de la fatuidad, si se deja llevar por el narcisismo y comienza a dormirse sobre los laureles.
"La actitud de un partido político ante sus errores es -dice Lenin- uno de los criterios más importantes y más fieles de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar minuciosamente la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es en lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la clase primero, y después a las masas" (Lenin, t. XXV, pág. 200, ed. rusa).
Y más adelante:
"Todos los partidos revolucionarios que se han hundido hasta ahora, se han hundido por dejarse llevar del engreimiento y no saber ver en que consistía su fuerza y por temor a hablar de sus debilidades. Pero nosotros no nos hundiremos, porque no tenemos miedo a hablar de nuestras debilidades y aprenderemos a superarlas" (Lenin, t. XXVII, págs. 260-261, ed. rusa).
6) Finalmente, la historia del Partido, nos enseña que, sin mantener amplios vínculos con las masas, sin fortalecer constantemente estos vínculos, sin saber escuchar atentamente la voz de las masas y comprender sus necesidades más torturantes, sin ser capaz, no sólo de enseñar a las masas, sino también de aprender de ellas, el Partido de la clase obrera no puede ser un verdadero partido de masas, capaz de arrastrar consigo a las masas de millones de la clase obrera y de todos los trabajadores.
El Partido es invencible, si -como dice Lenin- sabe "ligarse, aproximarse, por decirlo así, fundirse, en cierto grado, con las más grandes masas trabajadoras, en primer término, proletarias, pero también con la masa trabajadora no-proletaria" (Lenin, t. XXV, pág. 174, ed. rusa).
El Partido se hunde, si se encierra en su estrecha concha de partido, si se desliga de las masas, si se cubre de moho burocrático.
"Se puede reconocer como norma -dice el camarada Stalin- que, mientras conserven el contacto con las grandes masas del pueblo, los bolsheviques serán invencibles. Y, al contrario, en cuanto se desliguen de las masas y pierdan el contacto con ellas, en cuanto se dejen cubrir por la herrumbre burocrática, perderán toda su fuerza y quedarán anulados.
Los griegos de la antigüedad tenían en su mitología un héroe famoso, Anteo, que era, según la leyenda, hijo de Poseidón, dios de los mares y de Gea, diosa de la tierra. Anteo quería mucho a su madre, que lo había dado a luz y lo había criado y educado. No existía héroe al cual no hubiera vencido dicho Anteo. Se consideraba como un héroe invencible. ¿En qué consistía su fuerza? Consistía en que, siempre que se sentía a punto de verse vencido en la lucha contra un enemigo, tocaba la tierra, su madre, que lo había dado a luz y criado, y ésta le infundía nuevo vigor. Pero Anteo tenía su punto débil: era el peligro de verse separado de la tierra. Sus enemigos conocían esta debilidad suya y lo acechaban. Y he aquí que un día, un enemigo se aprovechó de esta debilidad, venciéndole. Este enemigo era Hércules. ¿Cómo lo venció? Lo separó de la tierra y lo levantó en vilo, quitándole la posibilidad de tocar la tierra y ahogándole así en el aire.
A mí me parece que los bolsheviques recuerdan a Anteo, el héroe de la mitología griega. Los mismo que Anteo, son fuertes, porque mantienen contacto con su madre, las masas, las que los dieron a luz, los criaron y educaron. Y mientras mantengan el contacto con su madre, el pueblo, cuentan con todas las posibilidades de ser invencibles.
En esto está la clave de por qué la dirección bolshevique es invencible" (Stalin, "Sobre las deficiencias del trabajo del Partido").
Tales son las enseñanzas fundamentales del camino histórico recorrido por el Partido bolshevique.