1. La Guerra ruso-japonesa. - El movimiento revolucionario de Rusia sigue su marcha ascendente. - Huelgas en Petersburgo. - Manifestación de los obreros ante el Palacio de Invierno, el 9 de enero de 1905. - Las tropas hacen fuego contra los manifestantes. -Comienza la Revolución.
A fines del siglo XIX, los Estados imperialistas comenzaron a luchar enérgicamente por el predominio en el Océano Pacífico y por el reparto de China. En esta lucha tomaba parte también la Rusia zarista. En 1900, las tropas zaristas, en unión de las tropas japonesas, alemanas, inglesas y francesas, reprimieron con indecible crueldad una insurrección popular que había estallado en China y que iba dirigida contra los imperialistas extranjeros. Con anterioridad a esto, el gobierno zarista había obligado a China a entregar a Rusia la península de Liao-tung, con la fortaleza de Port-Arthur. Rusia arrancó, además, el derecho a construir ferrocarriles en territorio chino y tendió, en el norte de Manchuria, una línea férrea: el ferrocarril de la China Oriental, enviando tropas rusas para defenderlo. La Manchuria del norte fue ocupada militarmente por la Rusia zarista. El zarismo iba acercándose cautelosamente a Corea. La burguesía rusa maquinaba planes encaminados a crear una "Rusia amarilla" en Manchuria.
En sus anexiones en el Extremo Oriente, el zarismo chocó con otra ave de rapiña, el Japón, que se había convertido rápidamente en un país imperialista y que aspiraba también a clavar su garra en el continente asiático, extendiendo sus dominios, sobre todo, a costa de China. El Japón ambicionaba también, como la Rusia zarista, adueñarse de Corea y de Manchuria. Soñaba, además, ya por aquel entonces, con apoderarse de la isla de Sajalín y del Extremo Oriente. Inglaterra, que no veía con buenos ojos el afianzamiento de la Rusia zarista en el Extremo Oriente, se inclinaba secretamente del lado del Japón. Se estaba gestando la guerra ruso-japonesa. El gobierno zarista veíase empujado a ella por la gran burguesía, ávida de nuevos mercados, y por las capas más reaccionarias de los terratenientes.
Sin aguardar a que el gobierno zarista declarase la guerra, el Japón se lanzó a ella. Por los informes del excelente servicio de espionaje que tenía montado en Rusia, calculaba que habría de enfrentarse con un adversario poco preparado. En enero de 1904, sin declaración previa de guerra, el Japón atacó inesperadamente la fortaleza rusa de Port-Arthur, infligiendo duras pérdidas a la flota rusa, que guarnecía este puerto.
Así comenzó la guerra ruso-japonesa.
El gobierno zarista especulaba con la idea de que la guerra la ayudaría a afianzar su situación política y a contener la revolución. Pero sus cálculos resultaron fallidos; la guerra sacudió todavía más los cimientos del zarismo.
El ejército ruso, mal armado y mal instruído, dirigido por generales incapaces y corrompidos, comenzó a sufrir una derrota tras otra.
La guerra servía para enriquecer a los capitalista, a los altos funcionarios y a los generales. El latrocinio florecía de un modo exuberante. Las tropas tenían pocas municiones. Justamente cuando no había bastante cartuchos, se enviaban al frente, como por burla, vagones enteros cargados de iconos. "Los japoneses nos tiran balas, nosotros les atacamos con iconos", decían amargamente los soldados. En vez de evacuar a los heridos, los trenes especiales transportaban a la retaguardia los objetos robados por los generales zaristas.
Los japoneses cercaron y luego tomaron la fortaleza de Port-Arthur. Después de infligir una serie de derrotas al ejército zarista, lo deshicieron cerca de Mukden. El ejército zarista, que constaba de 300.000 hombres, tuvo, en este descalabro, cerca de 120.000 bajas, entre muertos, heridos y prisioneros. Poco tiempo después sobrevino la derrota total y el hundimiento en el estrecho de Tsu-sima de la escuadra rusa que había sido enviada desde el Mar Báltico en socorro de Port-Arthur sitiado. El desastre de Tsu-sima representaba una catástrofe completa: de los veintidós barcos de guerra, enviados por el zar, fueron echados a pique y destruidos trece, y cuatro cayeron en poder del enemigo. La guerra estaba definitivamente perdida para la Rusia zarista.
El gobierno del zar vióse obligado a concertar una paz ignominiosa con el Japón. Este se anexionó la Corea y despojó a Rusia de Port-Arthur y de la mitad de la isla de Sajalín.
Las masas populares no querían aquella guerra, y se daban cuenta del daño que había de causar a Rusia. El pueblo pagaba muy caro el atraso de la Rusia zarista.
Bolsheviques y mensheviques adoptaron una actitud distinta ante esta guerra.
Los mensheviques, incluyendo a Trotski, descendieron a las posiciones del defensismo, es decir, abrazaron la defensa de la "patria" del zar, de los terratenientes y de los capitalistas.
En cambio, los bolsheviques encabezados por Lenin entendían que la derrota del gobierno zarista en aquella guerra de rapiña sería beneficiosa, pues conduciría al quebrantamiento del zarismo y al fortalecimiento de la revolución.
Las derrotas de las tropas zaristas pusieron al desnudo ante las más extensas masas del pueblo toda la podredumbre del zarismo. El odio contra el régimen zarista, entre las masas populares, era cada día mayor. La caída de Port-Arthur marca el comienzo de la caída de la autocracia, escribió Lenin.
El zar había querido estrangular la revolución con la guerra. Pero consiguió lo contrario. Lo que hizo la guerra ruso-japonesa fue acelerar la revolución.
En la Rusia zarista, la opresión capitalista se reforzaba con la opresión del zarismo. Los obreros no eran víctimas solamente de la explotación capitalista, de los trabajos forzados al servicio del capital, sino también de la privación de derechos que pesaba sobre todo el pueblo. Por eso, los obreros conscientes aspiraban a ponerse al frente del movimiento revolucionario de todos los elementos democráticos de la ciudad y del campo contra el zarismo. Los campesinos vivían asfixiados por la falta de tierra y por las numerosas supervivencias del feudalismo; en ellos se clavaban las garras del terrateniente y del kulak. Las nacionalidades que poblaban la Rusia zarista gemían bajo un doble yugo: el de sus propio terratenientes y capitalistas y el de los terratenientes y capitalistas rusos. La crisis económica de 1900 a 1903 había acentuado las calamidades de las masas trabajadoras, y la guerra vino a agudizarlas todavía más. Las derrotas sufridas en la guerra recrudecían el odio de las masas contra el zarismo. La paciencia del pueblo se iba agotando.
Como se ve, había causas más que suficientes para la revolución.
En diciembre de 1904, estalló una gran huelga de los obreros de Bakú, muy bien organizada y mantenida bajo la dirección del Comité Bolshevique de aquella ciudad. Esta huelga terminó con un triunfo de los obreros, gracias al cual se concertó entre éstos y los patronos de la industria petrolera el primer contrato colectivo de trabajo que registra la historia del movimiento obrero ruso.
La huelga de Bakú fue el comienzo del auge revolucionario en Transcaucasia y en una serie de regiones de Rusia.
"La huelga de Bakú -dice Stalin- fue la señal para las gloriosas acciones de enero y febrero en toda Rusia".
Esta huelga fue, en vísperas de la gran tempestad revolucionaria, como el rayo que precede a la tormenta.
Desencadenaron la tempestad revolucionaria los acontecimiento del 9 (22) de enero de 1905 en Petersburgo.
El 3 de enero de 1905 había estallado una huelga en la fábrica más importante de la capital, la fábrica Putilov (hoy "Kirov"). Esta huelga tuvo su origen en el despido de cuatro obreros. El movimiento huelguístico creció rápidamente, sumándose a él otras fábricas y empresas de Petersburgo. Pronto se convirtió en huelga general. El gobierno zarista decidió aplastar en sus mismo comienzos el movimiento, que se desarrollaba de un modo alarmante.
Ya en 1904, antes de la huelga de la fábrica Putilov, la policía había creado entre los obreros, con ayuda de un confidente, el cura Gapón, una organización titulada "Asociación de los obreros fabriles rusos". Esta organización tenía secciones en todos los distritos de Petersburgo. Al estallar la huelga, el cura Gapón propuso en las asambleas de esta sociedad un plan de provocación: el 9 de enero, todos los obreros se congregarían, para acudir en procesión pacífica, ante el Palacio de Invierno, con estandartes y retratos del zar, con objeto de entregar a éste una petición en la que se expondrían sus necesidades. El zar saldría a recibir al pueblo, y escucharía y satisfacería sus peticiones. Gapón se prestó a servir de instrumento a las maniobras de la "ojrana" zarista: tratábase de hacer un escarmiento con los obreros y ahogar en sangre el movimiento proletario. Pero el plan policíaco se volvió contra el gobierno del zar.
La petición fue discutida en las asambleas de obreros, introduciéndose en ella algunas enmiendas y modificaciones. En estas asambleas intervinieron también los bolsheviques, aunque sin presentarse abiertamente como tales. Fueron ellos quienes consiguieron que se añadiese a la petición las reivindicaciones siguientes: libertad de prensa y de palabra, libertad de asociación para los obreros, convocatoria de una Asamblea Constituyente para cambiar la forma de gobierno de Rusia, igualdad de todos ante la ley, separación de la Iglesia y el Estado, terminación de la guerra, implantación de la jornada de ocho horas y entrega de la tierra a los campesinos.
En sus intervenciones ante estas asambleas, los bolsheviques hacían ver a los obreros que la libertad no se conseguiría con súplicas al zar, sino que había que conquistarla con las armas en la mano. Les previnieron de que se haría fuego contra los obreros. Pero no lograron evitar la manifestación ante el Palacio de Invierno. Una parte considerable de los obreros creía aún que el zar les ayudaría. El movimiento se había apoderado de las masas con una fuerza enorme.
En la petición de los obreros petersburgueses se decía:
"Nosotros, obreros de Petersburgo, acudimos a ti, Señor, con nuestras mujeres, nuestros niños y nuestros padres ancianos e inválidos, a implorar de ti la verdad y tu ayuda. Vivimos en la miseria, nos oprimen, nos abruman con un trabajo agobiador, se mofan de nosotros, no nos tratan como a hombres... Lo hemos sufrido todo con paciencia, pero nos empujan cada vez más al borde de la miseria, de la esclavitud y de la ignorancia; el despotismo y la tiranía nos ahogan... Nuestra paciencia se ha agotado. Hemos llegado a ese momento terrible en que se prefiere morir a seguir soportando unos tormentos irresistibles..."
En las primeras horas de la mañana del 9 de enero de 1905, los obreros marcharon en procesión hacia el Palacio de Invierno, donde tenía su residencia el zar. Iban acompañados de sus familias, mujeres, niños y ancianos, y desfilaban con retratos del zar y estandartes de cofradías, entonando canciones religiosas, y sin armas. En total, se reunieron en las calles de Petersburgo, aquel día, más de 140.000 hombres.
Nicolás II les recibió con maneras muy poco corteses. Dio orden de disparar sobre los obreros inermes. Más de mil obreros cayeron muertos ante los fusiles de las tropas zaristas y más de dos mil resultaron heridos. Las calles de Petersburgo quedaron empapadas de sangre proletaria.
Los bolsheviques desfilaron con los obreros. Muchos de ellos cayeron muertos o fueron detenidos. Allí mismo, sobre las calles bañadas en sangre proletaria, explicaron a las masas quiénes eran los responsables de aquella matanza espantosa y cómo había que luchar contra ellos.
El 9 de enero comenzó a llamarse "Domingo sangriento". Fue una enseñanza sangrienta la que los obreros recibieron en este día. El 9 de enero murió fusilada la fe de los obreros en el zar. Comprendieron que sólo luchando podían conquistar sus derechos. Al anochecer de aquel día, en las barriadas obreras se comenzaron a levantar ya las primeras barricadas. "Ya que el zar nos ha recibido a tiros, ¡le pagaremos en la misma moneda!", decían los obreros de Petersburgo.
La horrible noticia del crimen sangriento del zar corrió como un reguero de pólvora por toda Rusia. La ira y la indignación se apoderaron de toda la clase obrera, de todo el país. No hubo ciudad donde los obreros no se declarasen en huelga en señal de protesta contra el crimen del zar y donde no formulasen reivindicaciones políticas. Ahora, los obreros se echaban a la calle con al consigna de "¡Abajo la autocracia!". En el mes de enero, el volumen de huelguistas alcanzó la enorme cifra de 440.000. En un solo mes, se pusieron en huelga más obreros que en los diez años anteriores juntos. El movimiento obrero se elevó a una altura formidable.
En Rusia había comenzado la revolución.
2. Huelgas políticas y manifestaciones obreras. - Se intensifica el movimiento revolucionario de los campesinos. - La sublevación del acorazado "Potemkin".
A partir del 9 de enero, la lucha revolucionaria de los obreros tomó un carácter más agudo y más político. De las huelgas económicas y de solidaridad, los obreros pasaron a las huelgas políticas, a las manifestaciones y, en algunos sitios, a la resistencia armada contra las tropas zaristas. En Petersburgo, Moscú, Varsovia, Riga, Bakú y en otras grandes ciudades, donde se concentraban masas considerables de obreros, las huelgas revestían un carácter más tenaz y más organizado. A la cabeza del proletariado en lucha marchaban los obreros metalúrgicos. Con sus huelgas, los destacamentos obreros de vanguardia arrastraban a las capas obreras menos conscientes y lanzaban a la lucha a toda la clase obrera. La influencia de la socialdemocracia crecía rápidamente.
Las manifestaciones del Primero de Mayo dieron origen, en diversos sitios, a choques con la policía y las tropas. En Varsovia, los manifestantes fueron recibidos a tiros y hubo varios cientos de muertos y heridos. Los obreros de Varsovia respondieron al llamamiento de la socialdemocracia polaca, contestaron a la matanza con una huelga general de protesta. Durante todo el mes de mayo no cesaron las huelgas y las manifestaciones. En las huelgas de mayo tomaron parte, en Rusia, más de 200.000 obreros. La huelga general se extendió a los obreros de Bakú, Lodz e Ivánovo-Vosnesensk. Cada vez eran más frecuentes los choques entre los obreros huelguistas y las tropas del zar. Choques de éstos se produjeron en una serie de ciudades, como Odesa, Varsovia, Riga, Lodz, etc.
En el gran centro industrial de Polonia, Lodz, la lucha asumió un carácter especialmente agudo. Los obreros de Lodz llenaron las calles de esta ciudad de barricadas, en las que lucharon contra las tropas zaristas durante tres días (del 22 al 24 de junio de 1905). Aquí, la acción armada se fundió con la huelga general. Lenin consideraba estos combates como la primera acción armada de los obreros en Rusia.
Entre las huelgas producidas durante el verano, se destacó principalmente la de los obreros de Ivánovo-Vosnesensk. Esta huelga duró desde fines de mayo hasta comienzos de agosto de 1905, o sea cerca de dos meses y medios. Tomaron parte en ella unos 70.000 obreros, entre los que figuraban muchas mujeres. Dirigió esta huelga el Comité bolshevique de la región Norte. En los arrabales de la ciudad, a orillas del río Talka, se reunían casi diariamente miles de obreros. En estas asambleas discutían sus problemas y necesidades. En ellas hacían uso de la palabra los bolsheviques. Para aplastar la huelga, las autoridades zaristas ordenaron a las tropas disolver a los obreros, haciendo fuego contra ellos. Cayeron muertas varias decenas de obreros, y hubo cientos de heridos. Fue proclamado el estado de guerra en la ciudad de Ivánovo. Pero los obreros se mantenían firmes, sin reanudar el trabajo. Pasaban hambre con sus familias, pero no cedían. Sólo el agotamiento más extremo les obligó a entrar de nuevo a trabajar. Esta huelga templó a los obreros. Reveló ejemplos maravillosos de valentía, de firmeza, de abnegación y de solidaridad por parte de la clase obrera. Sirvió de verdadera escuela de educación política para los obreros de Ivánovo-Vosnesensk.
Durante esta huelga, los obreros de Ivánovo crearon un Soviet de delegados que fue, de hecho, uno de los primeros Soviets de diputados obreros de Rusia.
Las huelgas políticas pusieron en pie a todo el país.
Tras de la ciudad, comenzó a levantarse el campo. Los campesinos comenzaron a agitarse en la primavera de 1905. Marchaban en grandes muchedumbres contra los terratenientes, destruyendo sus posesiones, sus fábricas de azúcar y sus destilerías, pegando fuego a sus palacios y casas señoriales. En una serie de comarcas, los campesinos se apoderaron de las tierras de los terratenientes, procedieron a la tala en masa de los bosques y exigieron que les fuesen adjudicadas las tierras señoriales. Los campesinos confiscaron el trigo y otros productos almacenados por los terratenientes y los repartieron entre los hambrientos. Los terratenientes, aterrados, huían a la ciudad. El gobierno zarista envió a los soldados y a los cosacos para ahogar las insurrecciones campesinas. Las tropas disparaban contra los campesinos, detenían, apaleaban y torturaban a sus "instigadores". Pero los campesinos no cejaban en su lucha.
El movimiento campesino comenzó a extenderse por todo el centro de Rusia, por la región del Volga y por Transcaucasia, principalmente en Georgia.
Los socialdemócratas iban penetrando cada vez más en el campo. El Comité Central del Partido lanzó una proclama encabezada así: "¡Campesinos, escuchad nuestra palabra!". Dirigieron hojas a los campesinos los Comités socialdemócratas de Tver, Saratov, Poltava, Chernígov, Ekaterinoslav, Tiflis y muchas otras provincias. Los socialdemócratas organizaban en las aldeas mítines y círculos políticos, y creaban Comités de campesinos. En el verano de 1905, estallaron en una serie de comarcas huelgas de obreros agrícolas, organizadas por los socialdemócratas.
Pero esto no era más que el comienzo de la lucha en el campo. El movimiento campesino sólo había prendido en 85 distritos, lo que representaba la séptima parte, aproximadamente, de los distritos de la Rusia europea zarista.
El movimiento obrero y campesino, unido a la serie de derrotas de las tropas rusas en la guerra ruso-japonesa, repercutió sobre el ejército. Este baluarte del zarismo comenzó a tambalearse.
En junio de 1905 estalló una sublevación en la escuadra del Mar Negro, a bordo del acorazado "Potemkin". Por aquellos días, el "Potemkin" estaba fondeado no lejos de Odesa, donde los obreros habían declarado la huelga general. Los marinos sublevados ajustaron las cuantas a los oficiales más odiados por ellos y pusieron rumbo a Odesa. El "Potemkin" se pasó al campo de la revolución.
Lenin atribuía a esta sublevación una importancia muy grande. Reputaba necesario que los bolsheviques dirigiesen este movimiento y lo enlazasen al movimiento de los obreros, de los campesinos y de las guarniciones locales.
El zar envió contra el "Potemkin" varios barcos de guerra, pero la tripulación de estos buques se negó a disparar contra sus camaradas sublevados. Durante varios días ondeó en el acorazado "Potemkin" la bandera roja de la revolución. Pero en aquellos tiempos, en 1905, el Partido bolshevique no era aún el partido único que dirigía el movimiento, como más tarde, en 1917. En el "Potemkin" había no pocos mensheviques, socialrevolucionarios y anarquistas. Por eso, aunque en la sublevación tomaron parte algunos socialdemócratas, los sublevados no tuvieron una dirección certera y suficientemente experta. Una parte de los marinos vacilaba en los momentos decisivos. Los demás buques de la escuadra del Mar Negro no se unieron a la sublevación. Falto de carbón y de provisiones, el acorazado revolucionario vióse obligado a retirarse hacia las costas de Rumania y entregarse a las autoridades de ese país.
La insurrección de los marinos del "Potemkin" terminó con una derrota. Los marinos sublevados, que cayeron más tarde en manos del gobierno zarista, fueron entregados a los tribunales. Algunos de ellos fueron ejecutados y otros enviados a presidio. Pero el solo hecho de la sublevación tuvo una importancia extraordinaria. La insurrección del "Potemkin" fue la primera acción revolucionaria de masas que se produjo en el ejército y en la flota, la primera gran unidad de tropas zaristas que se pasó al lado de la revolución. Esta sublevación hizo que los obreros, los campesinos y, sobre todo, las propias masas de soldados y marinos viesen más clara y más cercana la idea del paso del ejército y la marina al lado de la clase obrera, al lado del pueblo.
El paso de los obreros a las huelgas políticas y a las manifestaciones de masas, el recrudecimiento del movimiento campesino, los choques armados del pueblo con la policía y las tropas y, finalmente, la sublevación en la escuadra del Mar Negro: todo indicaba que estaban madurando las condiciones para la insurrección armada del pueblo. Esto obligó a la burguesía liberal a ponerse en pie enérgicamente. Alarmada ante la revolución, pero al mismo tiempo asustando al zar con ella, pretendió llegar a un acuerdo con él contra la revolución y planteó la necesidad de decretar algunas pequeñas reformas "en favor del pueblo" para "aplacar" a éste, sembrar la discordia entre las fuerzas de la revolución y atajar con ello los "horrores de la revolución". "Es necesario cortar tierra a los campesinos, pues de otro modo nos cortarán a nosotros el pescuezo", decían los terratenientes liberales. La burguesía liberal se disponía a compartir el Poder con el zar. "Mientras el proletariado lucha, la burguesía pretende acercarse cautelosamente al Poder", escribía Lenin en aquellos días, refiriéndose a la táctica de la clase obrera y a la de la burguesía liberal.
El gobierno zarista seguía aplastando el movimiento obrero y campesino con una violencia brutal. Pero no podía desconocer que con los simples medios represivos era imposible sofocar la revolución. Por eso, sin abandonar la represión, comenzó a recurrir a las maniobras de rodeos. Por una parte, con ayuda de sus agentes provocadores, empezó a azuzar a los pueblos de Rusia unos contra otros, organizando pogromos judíos y matanzas entre armenios y tártaros. De otro lado, prometió convocar una "Asamblea representativa" - en la forma de "Zemski Sabor"[1] o la Duma del Estado-, encargando al ministro Buliguin que redactase el proyecto de esta Asamblea, pero con la condición de que no había de tener facultades legislativas. Todas estas medidas iban dirigidas a sembrar la discordia entre las fuerzas de la revolución y a apartar de ésta a las capas moderadas del pueblo.
Los bosheviques declararon el boicot a la Duma buliguiniana, proponiéndose como objetivo echar por tierra esta caricatura de representación popular.
Por el contrario, los mensheviques acordaron no hacer fracasar la Duma y consideraron necesario participar en ella.
3. Discrepancias tácticas entre los bolsheviques y los mensheviques. - El III Congreso del Partido. - El libro de Lenin "Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática". - Fundamentos tácticos del Partido Marxista.
La revolución puso en movimiento a todas las clases de la sociedad. El viraje provocado por la revolución en la vida política del país, las hizo salir de sus viejas posiciones estancadas y las obligó a reagruparse con arreglo a la nueva situación. Cada clase, cada partido, esforzábase en trazar su táctica, su línea de conducta, su relación con las demás clases y con el gobierno. Hasta el gobierno zarista se vio obligado a elaborar, cosa insólita en él, una nueva táctica, consistente en prometer la convocatoria de una "Asamblea representativa", la Duma buliguiniana.
También el Partido socialdemócrata se vio en la necesidad de trazar su línea táctica. Así lo exigía la marcha ascendente de la revolución. Así lo exigían también los problemas prácticos impostergables que se planteaban ante el proletariado: organización de la insurrección armada, derrocamiento del gobierno zarista, instauración de un gobierno provisional revolucionario, participación de la socialdemocracia en este gobierno, relaciones con los campesinos y con la burguesía liberal, etc. Era necesario trazar la táctica marxista de la socialdemocracia, una táctica única y bien meditada.
Pero, gracias al oportunismo y a la labor escisionista de los mensheviques, la socialdemocracia rusa hallábase, en aquellos momentos, escindida en dos fracciones. Aun no podía considerarse la escisión consumada, pero, aunque formalmente estas dos fracciones no fuesen todavía dos partidos distintos, de hecho se parecían mucho a dos partidos, cada cual con sus propios organismos centrales y sus propios órganos en la prensa.
Contribuía a ahondar la escisión el hecho de que a las viejas discrepancias de los mensheviques con la mayoría del Partido en materia de organización vinieron a sumarse otras discrepancias nuevas, que afectaban a los problemas tácticos.
La falta de un Partido unido traducíase en la falta de unidad en cuanto a su táctica.
Cabía resolver la situación convocando inmediatamente el III Congreso ordinario del Partido, para establecer en él una táctica única, obligando a la minoría a aplicar honradamente los acuerdos del Congreso y a someterse a las decisiones de la mayoría. Esta solución fue, en efecto, la que propusieron los bolsheviques a los mensheviques. Pero éstos no querían ni oír hablar del Congreso. En vista de esto y considerando como un crimen el seguir teniendo al Partido sin una táctica sancionada por su órgano supremo y obligatoria para todos sus afiliados, los bolsheviques decidieron tomar en sus manos la iniciativa de convocar el III Congreso.
Fueron invitados a enviar a él sus delegados todas las organizaciones del Partido, tanto las bolsheviques como las mensheviques. Pero los mensheviques se negaron a participar en el Congreso y decidieron convocar otro por su cuenta. No lo llamaron congreso, sino conferencia, por el reducido número de delegados que a él acudieron, pero fue en realidad un congreso, el congreso del partido menshevique, cuyos acuerdos se consideraban obligatorios para todos los mensheviques.
En abril de 1905, se reunió en Londres el III Congreso del Partido Socialdemócrata de Rusia. Asistieron a él 24 delegados, en nombre de 20 Comités bolsheviques. Hallábanse representadas en él todas las grandes organizaciones del Partido.
El Congreso condenó a los mensheviques, considerándolos como "una parte que se había separado del Partido", y pasó a los problemas del orden del día, que versaban sobre la táctica del Partido.
Al mismo tiempo se reunía en Ginebra la conferencia de los mensheviques.
"Dos congresos, dos partidos", tales eran los términos en que Lenin enjuiciaba la situación.
Tanto el congreso como la conferencia examinaron, en el fondo, los mismo problemas tácticos, pero los acuerdos que recayeron sobre estos problemas fueron diametralmente opuestos. Las dos distintas series de resoluciones votadas en el congreso y en la conferencia ponían al descubierto, en toda su profundidad, las discrepancias tácticas existentes entre el III Congreso del Partido y la Conferencia menshevique, entre los bolsheviques y los mensheviques.
He aquí los puntos fundamentales de estas discrepancias.
Línea táctica del III Congreso del Partido. El Congreso entendía que, a pesar del carácter democráticoburgués de la revolución que se estaba desarrollando y a pesar de que ésta no podía, en aquellos momentos, salirse del marco de las medidas compatibles con el capitalismo, su triunfo total interesaba de un modo primordial al proletariado, pues el triunfo de esta revolución le daría la posibilidad de organizarse, de educarse políticamente, de adquirir experiencia y hábitos de dirección política de las masas trabajadoras, y de pasar de la revolución burguesa a la revolución socialista.
La táctica del proletariado, encaminada al triunfo total de la revolución democráticoburguesa, sólo podía ser apoyada por los campesinos, ya que éstos no conseguirían desembarazarse de los terratenientes y obtener sus tierras más que con el triunfo completo de la revolución. Los campesinos eran, pues, los aliados naturales del proletariado.
La burguesía liberal no estaba interesada en el triunfo completo de esta revolución, ya que necesitaba del Poder zarista como látigo contra los obreros y los campesinos, a los que temía más que a nada, por lo cual se esforzaría en mantener el zarismo, aunque restringiendo un poco sus prerrogativas. Por tanto, la burguesía liberal procuraría poner fin al asunto mediante un acuerdo con el zar, sobre la base de una monarquía constitucional.
La revolución sólo podrá triunfar si se pone a la cabeza de ella el proletariado; si éste, como jefe de la revolución, sabe asegurar su alianza con los campesinos; si se aísla a la burguesía liberal; si la socialdemocracia toma parte activa en la organización de la insurrección popular contra el zarismo; si, como resultado de una insurrección triunfante, se instaura un gobierno provisional revolucionario, capaz de extirpar las raíces de la contrarrevolución y de convocar una Asamblea Constituyente de todo el pueblo, y si la socialdemocracia no rehusa, en condiciones propicias, participar en este gobierno provisional revolucionario para llevar a su término la revolución.
Línea táctica de la conferencia menshevique. Puesto que se trata de una revolución burguesa, sólo puede tener como jefe a la burguesía liberal. A ella y no a los campesinos es a quien tiene que acercarse el proletariado. Para esto, lo más importante es no asustar a la burguesía liberal con actitudes revolucionarias y no darle pretexto para volver la espalda a la revolución, la cual se quebrantará, si la burguesía liberal se desvía de ella.
Es posible que la insurrección triunfe, pero la socialdemocracia, después del triunfo de la insurrección, deberá quedarse al margen para no atemorizar a la burguesía liberal. Es posible que, como resultado de la insurrección, se instaure un gobierno provisional revolucionario, pero la socialdemocracia no deberá participar en él en modo alguno, ya que este gobierno no será, por su carácter, un gobierno socialista, y, sobre todo, porque la participación en él de la socialdemocracia y su actitud revolucionaria podrían asustar a la burguesía liberal y socavar con ello la revolución.
Desde el punto de vista de las perspectivas de la revolución, sería mejor convocar cualquier asamblea representativa, un "Zemski Sobor" o una Duma de Estado, a la que se podría someter a la presión de la clase obrera desde afuera para convertirla en una Asamblea Constituyente o empujarla a convocar ésta.
El proletariado tiene sus intereses propios y peculiares, intereses puramente obreros, de los cuales debe preocuparse, sin intentar erigirse en jefe de la revolución burguesa, que es una revolución política general y que afecta, por tanto, a todas las clases y no al proletariado solamente.
Tales eran, en breves palabras, las dos tácticas de las dos fracciones del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia.
En su histórico libro titulado "Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática", Lenin hace la crítica clásica de la táctica menshevique y fundamenta de un modo genial la táctica bolshevique.
Este libro apareció en julio de 1905, o sea a los dos meses del III Congreso del Partido. A juzgar por el título de la obra, podría creerse que Lenin sólo examina en ella los problemas tácticos del periodo de la revolución democráticoburguesa, y que su crítica se refiere únicamente a los mensheviques rusos. Pero, en realidad, al criticar la táctica de los mensheviques, pone también al desnudo la táctica del oportunismo internacional y al fundamentar la táctica marxista en el periodo de la revolución burguesa y trazar las diferencias entre ésta y la revolución socialista, formula también los fundamentos de la táctica del marxismo en el periodo de transición de la revolución burguesa a la revolución socialista.
He aquí las tesis tácticas fundamentales desarrolladas por Lenin en su obra "Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática".
1) La tesis táctica fundamental que informa la obra de Lenin es la idea de que el proletariado puede y debe ser el jefe de la revolución democráticoburguesa, el dirigente de la revolución democráticoburguesa en Rusia.
Lenin reconocía el carácter burgués de esta revolución, puesto que, según él señalaba, "no estaba en condiciones de salirse inmediatamente del marco de una transformación puramente democrática". Pero entendía que no era un movimiento de arriba, sino una revolución popular, que ponía el movimiento a todo el pueblo, a toda la clase obrera y a todos los campesinos. Por eso, reputaba como una traición a los intereses del proletariado los intentos de los mensheviques de rebajar la importancia de la revolución burguesa para la clase obrera, de menoscabar el papel del proletariado en ella y descartar de ella a las fuerzas proletarias.
"El marxismo -escribía Lenin- no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución burguesa, a no participar en ella, a entregar su dirección a la burguesía, sino que enseña, por el contrario, que debe participar del modo más enérgico y más decidido en la lucha por el democratismo proletario consecuente, en la lucha por llevar a término la revolución" (Lenin, t. VIII, pág. 58, ed. rusa).
"No debemos olvidar -escribía Lenin más adelante- que en estos momentos no hay ni puede haber otro medio de acercarse al socialismo que la libertad política completa, la República democrática" (Obra citada, pág. 104).
Lenin preveía dos posibles desenlaces para la revolución:
a) O la revolución terminaba con el triunfo completo sobre el zarismo, con el derrocamiento de éste y la instauración de la República democrática, o
b) si la revolución no era lo bastante fuerte, podía terminar con un arreglo entre el zar y la burguesía a costa del pueblo, con cualquier Constitución menguada, o mejor dicho, con cualquier caricatura constitucional.
El proletariado hallábase interesado en que la solución fuese la mejor, a saber: la del triunfo decisivo sobre el zarismo. Pero, para que esta solución fuese posible, era necesario que el proletariado supiese convertirse en jefe, en dirigente de la revolución.
"El desenlace de la revolución -escribía Lenin- depende del papel que desempeñe en ella la clase obrera: de que se limite a ser un mero auxiliar de la burguesía, aunque sea un auxiliar poderoso por la intensidad de su empuje contra la autocracia, pero políticamente impotente, o de que asuma el papel de dirigente de la revolución popular" (Obra citada, pág. 32).
Lenin entendía que el proletariado contaba con todas las posiblidades necesarias para dejar de ser auxiliar de la burguesía y convertirse en dirigente de la revolución democráticoburguesa. Estas posibilidades se cifraban, según Lenin, en lo siguiente:
En primer lugar, "el proletariado, siendo, como es por su situación, la clase más avanzada y la única consecuentemente revolucionaria, está llamado por ello a desempeñar el papel dirigente en el movimiento general democrático revolucionario de Rusia" (Lenin, t. VIII, pág. 75, ed. rusa).
En segundo lugar, el proletariado tiene su propio partido político, independiente de la burguesía, que le permite fundirse "en una fuerza política unida e independiente" (Obra citada, pág. 75).
En tercer lugar, el proletariado se halla más interesado en el triunfo decisivo de la revolución que la burguesía, ya que "en cierto sentido, la revolución burguesa es más beneficiosa para el proletariado que para la burguesía" (Obra citada, pág. 57).
"A la burguesía -escribía Lenin- le conviene apoyarse en algunas de la supervivencias del viejo régimen contra el proletariado; por ejemplo, en la monarquía, en el ejército permanente, etc. A la burguesía le conviene que la revolución burguesa no barra demasiado resueltamente todas las supervivencias del viejo régimen, sino que deje en pie algunas de ellas; es decir, que esta revolución no sea del todo consecuente, no se lleve hasta el final, no sea decidida e implacable... A la burguesía le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democráticoburgués se establezcan lentamente, gradualmente, prudentemente, de un modo cauto, por medio de reformas y no por la vía de la revolución...; que estos cambios desarrollen lo menos posible la independencia, la iniciativa y la energía revolucionarias del pueblo sencillo, es decir, de los campesinos y principalmente de los obreros, pues de otro modo a estos últimos les será tanto más fácil "cambiar de un hombro a otro el fusil", como dicen los franceses, es decir, dirigir contra la propia burguesía el arma que pone en sus manos la revolución burguesa, la libertad que ésta les da, las instituciones democráticas que brotan en el terreno limpio de feudalismo. Por el contrario, a la clase obrera le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democráticoburgués se introduzcan no por medio de reformas, sino por la vía revolucionaria, pues el camino reformista es el camino de las dilaciones, de los aplazamientos, de la agonía dolorosa y lenta de los miembros podridos del organismo popular, y los que más y primordialmente sufren con este proceso de agonía lenta, son el proletariado y los campesinos. El camino revolucionario, en cambio, es el camino que consiste en la operación más rápida y menos dolorosa para el proletariado, en la eliminación directa de los miembros podridos, el camino de mínimas concesiones y cautelas con respecto a la monarquía y a sus instituciones repelentes, ignominiosas y podridas, que envenenan la atmósfera con su descomposición" (Obra citada, págs. 57-58).
"Precisamente por eso -continúa Lenin- el proletariado lucha en vanguardia por la República, rechazando con desprecio los consejos necios e indignos de él de quienes le dicen que tenga cuidado de no asustar a la burguesía" (Obra citada, pág. 94).
Para que la posibilidad de que el proletariado dirija la revolución se convierta en realidad, para que el proletariado se erija de hecho en jefe, en dirigente de la revolución burguesa, tienen que darse, por lo menos, según Lenin, dos condiciones.
En primer lugar, es necesario que el proletariado cuente con un aliado que se halle interesado en el triunfo decisivo sobre el zarismo y que esté dispuesto a colocarse bajo la dirección del proletariado. Esta exigencia va implícita en la propia idea de dirección, pues el dirigente deja de serlo cuando no tiene a quien dirigir y el jefe, cuando no tiene a quien mandar. Este aliado, según Lenin, eran los campesinos.
En segundo lugar, es necesario que la clase, que se halla en pugna con el proletariado por dirigir la revolución, por erigirse en su único dirigente, sea eliminada de la liza de la dirección y aislada. También esto va implícito en la misma idea de dirección, que excluye la posibilidad de admitir dos dirigentes de la revolución. Esta clase era, según Lenin, la burguesía liberal.
"Sólo el proletariado -escribía Lenin- puede ser un luchador consecuente por el democratismo. Pero, sólo pude luchar victoriosamente por el democratismo a condición de que las masas campesinas se unan a su lucha revolucionaria" (Obra citada, pág. 65).
Y más adelante:
"Entre los campesinos hay, al lado de los elementos pequeñoburgueses, una masa de elementos semiproletarios. Esto les hace ser también inestables, obligando al proletariado a fundirse en un Partido rigurosamente de clase. Pero la instabilidad de los campesinos es radicalmente distinta de la inestabilidad de la burguesía; pues en este momento concreto los campesinos se hallan menos interesados en que se mantenga indemne la propiedad privada que en arrebatar a los terratenientes sus tierras, que son una de las principales formas de aquella propiedad. Sin convertirse por ello en socialistas ni dejar de ser pequeños burgueses, los campesinos son susceptibles de actuar como los más perfectos y radicales defensores de la revolución democrática. Los campesinos procederán inevitablemente así, siempre y cuando la marcha de los acontecimientos revolucionarios que iluminan su camino no se quiebre demasiado pronto por la traición de la burguesía y la derrota del proletariado. Los campesinos se convertirán inevitablemente, bajo dicha condición, en un baluarte de la revolución y de la República; ya que sólo una revolución plenamente victoriosa puede darle al campesino todo en materia de reforma agraria, todo cuanto el campesino quiere, con lo que sueña y lo que realmente necesita" (Obra citada, págs. 94-95).
Analizando las objeciones de los mensheviques, quienes afirmaban que semejante táctica, la trazada por los bolsheviques, "obligará a las clases burguesas a volver la espalda a la revolución, con lo cual reducirá el alcance de ésta", y caracterizándolas como "una táctica de traición a la revolución", como "la táctica de convertir al proletariado en un lamentable apéndice de las clases burguesas", Lenin escribía:
"Quien comprenda verdaderamente cuál es el papel de los campesinos en la revolución rusa victoriosa, será incapaz de decir que el alcance de la revolución se reduce si la burguesía le vuelve la espalda, pues, en realidad, la revolución rusa no comenzará a adquirir su verdadero alcance, no comenzará a adquirir la mayor envergadura revolucionaria posible en la época de la revolución democráticoburguesa, hasta que la burguesía no le vuelva la espalda y el elemento revolucionario activo no sea la masa campesina, en unión del proletariado. Para ser llevada consecuentemente a su término, nuestra revolución democrática debe apoyarse en fuerzas capaces de contrarrestar la inevitable inconsecuencia de la burguesía, es decir, capaces precisamente de "obligarla a volver la espalda" (Obra citada, págs. 95-96).
Tal es la tesis táctica fundamental sobre el proletariado como jefe de la revolución burguesa, la tesis táctica fundamental sobre la hegemonía (papel dirigente) del proletariado en la revolución burguesa, desarrollada por Lenin en su obra "Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática".
Con ello, el partido marxista se situaba en un punto de vista nuevo ante los problemas de la táctica en la revolución democráticoburguesa, punto de vista que se distinguía profundamente de las posiciones tácticas que hasta entonces figuraban en el arsenal marxista. Anteriormente, el problema se reducía a que, en las revoluciones burguesas, por ejemplo, en las de los países occidentales, el papel dirigente quedase en manos de la burguesía, viéndose el proletariado reducido, de mejor o de peor grado, al papel de auxiliar suyo, y los campesinos convertidos en reserva de la burguesía. Los marxistas consideraban esta combinación como algo más a menos inevitable, haciendo en el acto la reserva de que el proletariado debía defender, en este trance, todo lo posible, sus reivindicaciones inmediatas de clase y tener su partido político propio. Ahora, dentro de la nueva situación histórica, el problema se planteaba, con arreglo al punto de vista de Lenin, de un modo nuevo: el proletariado pasaba a ser la fuerza dirigente de la revolución burguesa, la burguesía era desplazada de la dirección del movimiento revolucionario, y los campesinos se convertían en la reserva del proletariado.
La creencia de que Plejanov "era también partidario" de la hegemonía del proletariado responde a un equívoco. Plejanov coqueteaba con la idea de la hegemonía del proletariado, y aunque es cierto que la reconocía de palabra, de hecho era contrario a la esencia de esta idea. La hegemonía del proletariado implica el papel dirigente de éste en la revolución burguesa, con una política de alianza entre el proletariado y los campesinos y una política de aislamiento de la burguesía liberal, siendo así que Plejanov era, como sabemos, contrario a esta política de aislamiento de la burguesía liberal, partidario de una política de acuerdo con esta burguesía y contrario a la política de alianza entre el proletariado y los campesinos. En realidad, el punto de vista táctico de Plejanov era el punto de vista menshevique, que consistía en negar la hegemonía del proletariado.
2) Lenin consideraba como el medio más importante para derrocar el zarismo y conquistar la República democrática, la insurrección armada victoriosa del pueblo. Entendía, al contrario de los mensheviques, que "el movimiento revolucionario democrático general planteaba ya la necesidad de la insurrección armada", que "la organización del proletariado para la insurrección" ya "estaba a la orden del día, como una de las tareas esenciales, fundamentales y necesarias del Partido", que era necesario "tomar las medidas más enérgicas para armar el proletariado y asegurarle la posibilidad de tomar en sus manos la dirección inmediata de la insurrección" (Lenin, t. VIII, pág. 75, ed. rusa).
Para llevar a las masas a la insurrección y hacer ésta extensiva a todo el pueblo, Lenin consideraba necesario lanzar a las masas las consignas, los llamamientos adecuados para desplegar su iniciativa revolucionaria, para organizarlas con vistas a la insurrección y desorganizar el aparato del Poder del zarismo. Estas consignas eran, según él, los acuerdos tácticos del III Congreso del Partido, a cuya defensa se consagraba su obra "Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática".
He aquí cuáles eran estas consignas:
a) Empleo de las "huelgas políticas de masas, que pueden tener gran importancia en el comienzo y en el mismo transcurso de la insurrección" (Obra citada, pág. 75).
b) "Implantación inmediata, por la vía revolucionaria, de la jornada de 8 horas y de otras reivindicaciones inmediatas de la clase obrera" (Obra citada, pág. 88).
c) "Organización inmediata de Comités campesinos revolucionarios para implantar", por vía revolucionaria, "todos los cambios democráticos", hasta llegar a la confiscación de las tierras de los terratenientes (Obra citada, pág. 88).
d) Armamento del proletariado.
Dos puntos interesa especialmente destacar aquí:
En primer lugar, la táctica de la implantación revolucionaria de la jornada de 8 horas en la ciudad y de los cambios democráticos en el campo; es decir, su implantación sin contar con las autoridades, sin contar con la ley, prescindiendo de las autoridades y de la legalidad, destrozando las leyes vigentes e instaurando un orden nuevo por la propia fuerza de las masas, por su propia voluntad. Era éste un nuevo medio táctico cuya aplicación paralizaba el aparato de Poder del zarismo y desataba la actividad y la iniciativa creadora de las masas. Sobre la base de esta táctica surgieron los comités revolucionarios de huelga en la ciudad y los comités revolucionarios de campesinos en el campo, que habían de convertirse más tarde en los Soviets de diputados obreros y en los Soviets de diputados campesinos, respectivamente.
En segundo lugar, el empleo de las huelgas políticas de masas, el empleo de las huelgas políticas generales, que más tarde, en el transcurso de la revolución, habían de desempeñar un papel de primer orden para la movilización revolucionaria de las masas. Era ésta un arma nueva e importantísima en manos del proletariado, arma desconocida hasta entonces en la actuación de los partidos marxistas y que había de adquirir más tarde carta de naturaleza.
Lenin entendía que, como resultado de la insurrección victoriosa del pueblo, el gobierno zarista habría de ser sustituido por un gobierno provisional revolucionario. La misión de este gobierno provisional revolucionario consistiría en afianzar las conquistas de la revolución, en aplastar la resistencia de la contrarrevolución y en realizar el programa mínimo del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Lenin entendía que sin esto era imposible conseguir un triunfo decisivo sobre el zarismo. Y, para cumplir con esta misión y lograr un triunfo decisivo sobre el zarismo, el gobierno provisional revolucionario debía ser, no un gobierno como otro cualquiera, sino el gobierno de la dictadura de las clases victoriosas, de los obreros y los campesinos, la dictadura revolucionaria del proletariado y de los campesinos. Remitiéndose a la conocida tesis de Marx, según la cual "la estructura provisional de todo Estado después de la revolución exige la dictadura, y una dictadura enérgica", Lenin llegaba a la conclusión de que, si se quería asegurar el triunfo decisivo sobre el zarismo, el gobierno provisional revolucionario no podía ser más que la dictadura del proletariado y de los campesinos.
"El triunfo decisivo de la revolución sobre el zarismo -escribía Lenin- es la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos... Este triunfo será, precisamente, una dictadura; es decir, deberá apoyarse inevitablemente en la fuerza de las armas, en las masas armadas, en la insurrección, y no en estas o en las otras instituciones creadas "por la vía legal", "por la vía pacífica". Sólo puede ser una dictadura, porque la implantación de los cambios inmediatos y absolutamente necesarios para el proletariado y los campesinos provocará una resistencia desesperada por parte de los terratenientes, de la gran burguesía y del zarismo. Sin dictadura será imposible aplastar esta resistencia, rechazar los intentos contrarrevolucionarios. Pero no será, naturalmente, una dictadura socialista, sino una dictadura democrática. Esta dictadura no podrá tocar (sin pasar por toda una serie de grados intermedios de desarrollo revolucionario) las bases del capitalismo. Podrá, en el mejor de los casos, introducir cambios radicales en la distribución de la propiedad de la tierra a favor de los campesinos, implantar un democratismo consecuente y completo, hasta llegar a la República, desarraigar no sólo de las costumbres campesinas, sino también de los hábitos fabriles, todos los rasgos asiáticos y serviles, iniciar un mejoramiento serio en la situación de los obreros y elevar su nivel de vida, y finalmente -lo último en el orden, pero no en importancia- prender la hoguera revolucionaria en Europa. Semejante triunfo no convertirá aún, ni mucho menos, nuestra revolución burguesa en socialista; la revolución democrática no se saldrá inmediatamente del marco de las relaciones económico-sociales burguesas, pero, no obstante esto, tendrá una importancia gigantesca para el desarrollo futuro de Rusia y del mundo entero. Nada elevará a tal altura la energía revolucionaria del proletariado mundial, nada acortará tan considerablemente el camino que conduce a su victoria total, como este triunfo decisivo de la revolución que se ha iniciado ya en Rusia" (Obra citada, págs. 62-63).
En lo tocante a la actitud de la socialdemocracia ante el gobierno provisional revolucionario y a la posibilidad de que aquella participase en él, Lenin defendía íntegramente el correspondiente acuerdo del III Congreso del Partido, que decía así:
"Con arreglo a la correlación de fuerzas y a otros factores que no es posible fijar con precisión de antemano, es admisible la participación de representantes de nuestro Partido en el gobierno provisional revolucionario, con el fin de luchar implacablemente frente a todos los intentos contrarrevolucionarios y defender los intereses propios y peculiares de la clase obrera; condición necesaria para esta participación es el control riguroso del Partido sobre sus representantes y el mantenimiento inquebrantable de la independencia de la socialdemocracia, que aspira a la revolución socialista completa y es, por tanto, irreconciliablemente enemiga de todos los partidos burgueses; independientemente de que sea o no posible la participación de la socialdemocracia en el gobierno provisional revolucionario, se debe propagar entre las más extensas capas del proletariado la idea de que es necesario que el proletariado armado, dirigido por la socialdemocracia, presione constantemente al gobierno provisional, con el fin de mantener, consolidar y extender las conquistas de la revolución" (Obra citada, pág. 37).
A las objeciones de los mensheviques de que el gobierno provisional sería, a pesar de todo, un gobierno burgués y de que no era posible admitir la participación de los socialdemócratas en semejante gobierno, a menos que se quisiese cometer el mismo error que había cometido el socialista francés Millerand al entrar a formar parte del gobierno de la burguesía francesa, Lenin contestaba, haciendo ver que los mensheviques confundían dos cosas distintas y revelaban su incapacidad para abordar el problema como marxistas: en Francia, se trataba de la participación de los socialistas en un gobierno burgués reaccionario y en una época en que no existía una situación revolucionaria dentro del país, lo cual obligaba a los socialistas a no participar en aquel gobierno; en cambio, en Rusia, tratábase de la participación de los socialistas en un gobierno burgués revolucionario, que luchaba por el triunfo de la revolución, en un momento en que ésta se hallaba en su apogeo, circunstancia que hacía admisible, y, bajo condiciones propias, obligada la participación de los socialdemócratas en él, para dar la batalla a la contrarrevolución, no sólo "desde abajo" y desde afuera, sino también "desde arriba" y desde dentro del gobierno.
3) Al luchar por el triunfo de la revolución burguesa y por la conquista de la República democrática, Lenin no pensaba, ni mucho menos, detenerse en la etapa democrática y reducir el alcance del movimiento revolucionario a la consecución de los objetivos democráticoburgueses. Por el contrario, entendía que, inmediatamente después de conseguidos los objetivos democráticos, habría de comenzar la lucha del proletariado y de las demás masas explotadas por la revolución socialista. Lenin sabía esto y consideraba deber de la socialdemocracia tomar todas las medidas encaminadas a que la revolución democráticoburguesa comenzara a transformarse en revolución socialista. Si Lenin reputaba necesaria la dictadura del proletariado y de los campesinos, no era para poner fin a la revolución después de coronada la victoria sobre el zarismo, sino para prolongar todo lo posible el estado de revolución, para destruir íntegramente los vestigios de la contrarrevolución, para hacer que la llama de la revolución prendiese en Europa y, después de lograr que, durante este tiempo, el proletariado se educase políticamente y se organizase en un gran ejército, comenzar a pasar directamente hacia la revolución socialista.
Refiriéndose al alcance de la revolución burguesa y al carácter que el partido marxista debe darle, Lenin escribía:
"El proletariado debe llevar a término la revolución democrática, atrayéndose a la masa de los campesinos, para aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El proletariado debe consumar la revolución socialista, atrayéndose a la masa de los elementos semiproletarios de la población, para destrozar por la fuerza la resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía. Tales son las tareas del proletariado, que los neo-iskristas (es decir, los mensheviques. N. de la R.) se representan de un modo tan mezquino en todos sus razonamientos y acuerdos sobre el alcance de la revolución" (Lenin, t. VIII, pág. 96, ed. rusa).
Y más adelante:
"¡A la cabeza de todo el pueblo, y en particular de los campesinos, por la libertad total, por la revolución democrática consecuente, por la República! ¡A la cabeza de todos los trabajadores y explotados por el socialismo! Tal debe ser, en la práctica, la política del proletariado revolucionario; esta es la consigna de clase que debe informar y determinar la solución de todos los problemas tácticos, de todos los pasos prácticos del Partido obrero durante la revolución" (Obra citada, página 105).
Para que no quedase ninguna duda, dos meses después de aparecer su libro "Las dos tácticas", en su artículo titulado "La actitud de la socialdemocracia ante el movimiento campesino", Lenin exponía:
"De la revolución democrática comenzaremos a pasar inmediatamente, en la medida de nuestras fuerzas, de las fuerzas del proletariado consciente y organizado, a la revolución socialista. Nosotros somos partidarios de la revolución ininterrumpida. No nos quedaremos a mitad de camino" (Obra citada, pág. 186).
Era éste un nuevo punto de vista ante el problema de las relaciones entre la revolución burguesa y la revolución socialista, una nueva teoría de la reagrupación de fuerzas en torno el proletariado, al terminar la revolución burguesa, para pasar directamente a la revolución socialista; la teoría de la transformación de la revolución democráticoburguesa en revolución socialista.
Al trazar este nuevo punto de vista, Lenin se apoyaba, en primer lugar, en la conocida tesis de Marx sobre la revolución ininterrumpida, tesis incluída en la "Circular de la Liga de los Comunistas", redactada a fines de la década del 40 del siglo pasado, y en segundo lugar en la conocida idea de Marx sobre la necesidad de combinar el movimiento revolucionario campesino con la revolución proletaria, expresada en una carta dirigida a Engels en 1856, en la que se dice: "Todo el problema, en Alemania, dependerá de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria con una especie de segunda edición de la guerra campesina". Estas ideas geniales de Marx no habían sido desarrolladas más tarde por Marx y Engels, y los teóricos de la Segunda Internacional tomaron todas las medidas para sepultarlas y enterrarlas en el olvido. A Lenin le tocó en suerte la tarea de sacar de nuevo a la luz estas tesis olvidadas de Marx y de restaurarlas en toda su plenitud. Pero en su obra de restauración de estas tesis no se limitó, ni podía limitarse, pura y simplemente, a repetirlas, sino que las desarrolló y las elaboró en una teoría armónica de la revolución socialista, añadiendo, como aspecto obligado de esta, un nuevo factor: el de la alianza del proletariado y de los elementos semiproletarios de la ciudad y del campo, como condición para el triunfo de la revolución proletaria.
Este punto de vista hizo añicos las posiciones tácticas de la socialdemocracia de los países occidentales, que partía del supuesto de que después de la revolución burguesa las masas campesinas, sin excluir a las masas pobres del campo, se apartarían necesariamente de la revolución, por lo cual la revolución burguesa iría, forzosamente, seguida de un largo periodo de tregua, de un largo periodo "pacífico", que duraría de 50 a 100 años o más y durante el cual el proletariado sería explotado "pacíficamente" y la burguesía se enriquecería "legítimamente" hasta que llegase el momento de la nueva revolución, de la revolución socialista.
Era ésta una nueva teoría de la revolución socialista realizada, no por el proletariado aislado contra toda la burguesía, sino por el proletariado-dirigente, aliado a los elementos semiproletarios de la población, representados por los millones de hombres de las "masas trabajadoras y explotadas".
Según esta teoría, la hegemonía del proletariado en la revolución burguesa, mediante la alianza del proletariado y de los campesinos, debía convertirse gradualmente en la hegemonía del proletariado en la revolución socialista, mediante la alianza del proletariado y de las demás masas trabajadoras y explotadas, y la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos prepararía el terreno para la dictadura socialista del proletariado.
Este punto de vista echó por tierra la teoría en boga de los socialdemócratas europeos occidentales, que negaban las posibilidades revolucionarias de las masas semiproletarias de la ciudad y del campo y partían del supuesto de que "fuera de la burguesía y el proletariado, no vemos otras fuerzas sociales en las que puedan apoyarse, en nuestro país, las combinaciones oposicionistas y revolucionarias" (Palabras de Plejanov, típicas de los socialdemócratas de la Europa occidental).
Los socialdemócratas de la Europa occidental entendían que en la revolución socialista el proletariado estaría solo contra toda la burguesía, sin aliados, frente a todas las clases y capas no proletarias. No querían tener en cuenta el hecho de que el capital no explota solamente a los proletarios, sino que explota también a millones de hombres de las capas semiproletarias de la ciudad y del campo, asfixiadas por el capitalismo y susceptibles de convertirse en aliados del proletariado en su lucha por emancipar a la sociedad del yugo capitalista. Por eso, los socialdemócratas europeos occidentales opinaban que en Europa no habían madurado aún las condiciones para la revolución socialista y que estas condiciones sólo podían considerarse maduras cuando el proletariado representase la mayoría dentro de la nación, la mayoría dentro de la sociedad, como resultado del ulterior desarrollo económico de ésta.
Este punto de vista podrido y antiproletario de los socialdemócratas de la Europa occidental era el que la teoría de la revolución socialista preconizada por Lenin venía a echar por tierra.
En la teoría de Lenin no se llegaba aún directamente a la conclusión de que era posible el triunfo del socialismo en un solo país por separado. Pero se contenían ya en ella todos o casi todos los elementos fundamentales necesarios para llegar, más tarde o más temprano, a dicha conclusión.
Como es sabido, Lenin llegó a esta conclusión en 1915, es decir, diez años más tarde.
Tales son las tesis fundamentales sobre táctica, desarrolladas por Lenin, en su histórica obra "Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática".
La importancia histórica de este libro consiste, ante todo, en que vino a destruir ideológicamente el punto de vista táctico pequeñoburgués de los mensheviques, pertrechando a la clase obrera de Rusia con las armas necesarias para el desarrollo futuro de la revolución democráticoburguesa, para la nueva acometida contra el zarismo, y dando a los socialdemócratas rusos una perspectiva clara sobre la transformación necesaria de la revolución burguesa en la revolución socialista.
Pero la importancia de la obra de Lenin no se reduce a esto. Su valor inapreciable reside en haber enriquecido el marxismo con una nueva teoría de la revolución y en haber echado los cimientos de la táctica revolucionaria del Partido bolshevique, gracias a la cual pudo el proletariado de nuestro país, en 1917, triunfar sobre el capitalismo.
4. La Revolución prosigue su marcha ascendente. - La huelga política general de octubre de 1905 en toda Rusia. - Repliegue del zarismo. - El mensaje del zar. - Aparecen los Soviets de diputados obreros.
Hacia el otoño de 1905, el movimiento revolucionario se extendió a todo el país, cobrando, además, un brío arrollador.
El 19 de septiembre estalló en Moscú una huelga de los obreros tipógrafos. De Moscú se extendió a Petersburgo y a otras ciudades. En Moscú fue apoyada por los obreros de otras industrias y se convirtió en una huelga general de carácter político.
En los primeros días de octubre comenzó la huelga en el ferrocarril de Moscú a Kazán. Al día siguiente, estaban en huelga los obreros de todo el nudo ferroviario de Moscú. Pronto la huelga se extendió a todos los ferrocarriles del país. Pararon también los empleados de Correos y Telégrafos. Los obreros de diversas ciudades de Rusia re reunieron en grandes mítines y acordaron abandonar el trabajo. La huelga iba extendiéndose de una fábrica a otra, de una empresa a otra, de una ciudad a otra y de una a otra región. Hacían causa común con los obreros huelguistas los pequeños empleados, los estudiantes, los intelectuales, abogados, ingenieros, médicos, etc.
La huelga política general de octubre se extendió a toda Rusia, se comunicó a casi todo el país, hasta a las comarcas más remotas, y arrastró a casi todos los obreros, hasta las capas más atrasadas. En esta huelga general de carácter político tomaron parte cerca de un millón de hombres, contando solamente los obreros industriales, sin incluir a los ferroviarios, los empleados de Correos y Telégrafos ni otras ramas de trabajo, que dieron también un gran contingente de huelguistas. Toda la vida del país quedó paralizada. El gobierno veíase atado de pies y manos.
La clase obrera marchaba a la cabeza de la lucha de las masas populares contra la autocracia.
La consigna de los bolsheviques sobre la huelga política de masas daba sus frutos.
La huelga general de octubre puso de manifiesto la fuerza, la potencia del movimiento proletario, y obligó al zar, muerto de miedo, a lanzar su mensaje del 17 de octubre de 1905. En este mensaje, el zar prometía al pueblo "las bases inconmovibles de las libertades políticas: inviolabilidad efectiva de la personalidad, libertad de conciencia, de palabra, de reunión y de asociación". Prometía, además, convocar una Duma legislativa, concediendo derechos electorales a todas las clases de la población.
La fuerza de la revolución se encargó, pues, de barrer la Duma puramente consultiva de Buliguin. La táctica bolshevique de boicot contra esta caricatura de parlamento había sido acertada.
Sin embargo, el mensaje del 17 de octubre era una maniobra para engañar a las masas del pueblo, una añazaga del zar, una especie de respiro que éste necesitaba para aturdir a los incautos, ganar tiempo, acumular fuerzas y luego descargar un golpe contra la revolución. El gobierno zarista, aunque prometía de palabra conceder la libertad, no daba nada sustancial al pueblo. De momento, los obreros y campesinos no habían recibido del gobierno otra cosa que promesas. En vez de la gran amnistía política que se esperaba, el 21 de octubre fue amnistiado solamente un puñado de presos políticos. Al mismo tiempo, con objeto de sembrar la discordia entre las fuerzas del pueblo, el gobierno organizó una serie de sangrientos pogromos de judíos, en los que perecieron miles y miles de seres, creó varias bandas policíacas, como la "Unión del pueblo ruso", la "Liga del Arcángel San Miguel", etc., destinadas a reprimir la revolución. Estas organizaciones, en las que llevaban la voz cantante los terratenientes y comerciantes reaccionarios, los popes y algunos elementos presidiables del hampa, fueron bautizadas por el pueblo con el nombre de "Centurias Negras". Los individuos de estas bandas, en colaboración con la policía, apaleaban y asesinaban impunemente a obreros avanzados, a intelectuales y estudiantes revolucionarios, pegaban fuego a los locales y disolvían a tiros los mítines y las manifestaciones. A esto se reducían, por el momento, los resultados tangibles del mensaje del zar.
Entre el pueblo circulaba por aquel entonces esta copla acerca del mensaje del zar:
"El zar, todo asustado,
ha lanzado un mensaje:
libertad a los muertos,
los vivos a la cárcel."
Los bolsheviques hacían ver a las masas que el mensaje del zar era una celada. Fustigaban como una provocación la conducta del gobierno después de dar el mensaje. Llamaban a los obreros a las armas, a preparar la insurrección armada.
Los obreros dedicábanse aún más enérgicamente a formar sus milicias armadas. Comprendían claramente que aquella primera victoria del 17 de octubre, arrancada por la huelga política general, les obligaba a seguir desplegando sus esfuerzos, a seguir luchando por el derrocamiento del zarismo.
Lenin, enjuiciando el mensaje del 17 de octubre, lo caracterizaba como un momento de cierto equilibrio provisional de fuerzas, en el que el proletariado y los campesinos, habiendo arrancado al zar aquel mensaje, no tenían aún fuerza para derribar el zarismo, pero éste no podía ya gobernar exclusivamente con los medios antiguos y veíase obligado a prometer de palabra "libertades políticas" y una Duma "legislativa".
En los días agitados de la huelga política de octubre, bajo el fuego de la lucha contra el zarismo, la iniciativa creadora revolucionaria de las masas obreras forjó una nueva y poderosa arma: los Soviets de diputados obreros.
Los Soviets de diputados obreros, asambleas de delegados de todas las fábricas y empresas industriales, eran una organización política de masas de la clase obrera sin precedente en el mundo. Estos Soviets, que aparecieron por vez primera en 1905, habían de ser el prototipo del Poder Soviético, creado por el proletariado, bajo la dirección del Partido bolshevique, en 1917. Los Soviets eran una nueva forma revolucionaria, fruto de la inventiva popular. Fueron creados exclusivamente por las capas revolucionarias de la población, saltando por encima de todas las leyes y normas del zarismo. Fueron obra de la iniciativa propia de las masas, lanzadas a la lucha contra el régimen zarista.
Los bolsheviques veían en los Soviets el germen del Poder revolucionario. Y entendían que la fuerza y la importancia de los Soviets dependían de la fuerza y de los éxitos de la insurrección.
Los mensheviques no consideraban a los Soviets ni como órganos incipientes del Poder revolucionario ni como órganos de la insurrección. Veían en ellos, simplemente, órganos de autonomía local, una especie de ayuntamientos urbanos democratizados.
El 13 (26) de octubre de 1905, efectuáronse en todas las fábricas y empresas industriales de Petersburgo las elecciones al Soviet de diputados obreros. Por la noche, se celebró la primera sesión del Soviet. Poco después del de Petersburgo, se organizó el Soviet de diputados obreros de Moscú.
El Soviet de diputados obreros de Petersburgo, por ser el del centro industrial y revolucionario más importante de Rusia, el de la capital del Imperio zarista, estaba llamado a desempeñar un papel decisivo en la revolución de 1905. Pero su mala dirección, que estaba en manos de los mensheviques, le impidió cumplir con su misión. Como es sabido, por aquel entonces Lenin no se hallaba aún en Petersburgo, sino que continuaba en el extranjero. Los mensheviques, aprovechándose de su ausencia, se deslizaron en el Soviet de Petersburgo y se adueñaron de su dirección. En estas condiciones, no es extraño que los mensheviques Jrustaliev, Trotski, Parvus y otros consiguiesen poner el Soviet de Petersburgo en contra de la política de la insurrección. En vez de acercar a los soldados al Soviet e incorporarlos a la lucha general, exigieron que fuesen alejados de Petersburgo. En vez de armar a los obreros y prepararlos para la insurrección, el Soviet daba vueltas y más vueltas sin moverse del sitio y adoptaba una actitud negativa ante la preparación del movimiento insurreccional.
Totalmente distinto fue el papel que desempeñó en la revolución el Soviet de diputados obreros de Moscú. El Soviet de Moscú llevó a cabo desde los primeros días de su existencia una política revolucionaria consecuente. La dirección de este Soviet estaba en manos de los bolsheviques. Gracias a éstos, surgió en Moscú, al lado del Soviet de diputados obreros, un Soviet de diputados soldados. El Soviet de Moscú se convirtió en el órgano de la insurrección armada.
Durante los meses de octubre a diciembre de 1905, creáronse Soviets de diputados obreros en una serie de grandes ciudades y en casi todos los centros obreros. Hubo intentos de organización de Soviets de diputados de soldados y marinos y de fusión de éstos con los diputados obreros. En algunos sitios, surgieron Soviets de diputados obreros y campesinos.
La influencia de los Soviets era inmensa. A pesar de que a menudo habían brotado de un modo espontáneo, sin estar estructurados ni tener una composición coherente, actuaban como Poder. Los Soviets implantaron por vía de hecho la libertad de prensa y la jornada de 8 horas, y se dirigieron al pueblo incitándole a no pagar los impuestos al gobierno zarista. En algunos casos, procedían a confiscar el dinero del erario zarista y lo invertían en las necesidades de la revolución.
5. La insurrección armada de diciembre. - Es derrotada la insurrección. - La Revolución se repliega. - La primera Duma. - El IV Congreso (de unificación) del Partido.
La lucha revolucionaria de las masas siguió desarrollándose con una fuerza enorme durante los meses de octubre y noviembre de 1905. El movimiento de huelgas obreras seguía su curso.
En el otoño de 1905 cobró amplias proporciones la lucha de los campesinos contra los terratenientes. El movimiento campesino abarcaba ya más de una tercera parte de los distritos de todo el país. En las provincias de Saratov, Tambov, Chernígov, Tiflis, Kutaís y algunas otras se desarrolló una verdadera insurrección campesina. A pesar de esto, las masas campesinas no tenían aún suficiente empuje. El movimiento campesino adolecía de falta de organización y de dirección.
Crecía también la agitación entre las masas de soldados en una serie de ciudades, como Tiflis, Vladivostok, Tashkent, Samarcanda, Kursk, Sujum, Varsovia, Kiev y Riga. Estalló también una sublevación entre los marinos de Cronstadt y en la escuadra del Mar Negro, en Sebastopol (noviembre de 1905). Pero estas sublevaciones, aisladas, fueron aplastadas por el zarismo.
En algunas unidades del ejército y de la flota, el motivo que daba origen a las sublevaciones era, no pocas veces, la grosería de los oficiales, la mala calidad del rancho ("revueltas de garbanzos"), etc.
La masa de los marinos y soldados sublevados no tenía aún clara conciencia de la necesidad de derribar el gobierno zarista y de proseguir enérgicamente la lucha armada. Los soldados y marinos sublevados abrigaban aún un espíritu demasiado pacífico y generoso: con frecuencia, cometían el error de poner en libertad a los jefes y oficiales detenidos, al estallar la sublevación, dejándose llevar de las promesas y de los subterfugios del mando.
La revolución entraba de lleno en la fase de la insurrección armada. Los bolsheviques habían llamado a las masas a la insurrección armada contra el zar y los terratenientes, explicándoles la inevitable necesidad de acudir a ella. Sin darse punto de reposo, se pusieron a preparar la insurrección armada. Desplegando su labor revolucionaria entre los soldados y los marinos, crearon dentro del ejército organizaciones militares del Partido. En una serie de ciudades se formaron milicias armadas de obreros, enseñándose a sus componentes a manejar las armas. Fue organizada la compra de armas en el extranjero y su transporte clandestino a Rusia. En estas actividades tomaron parte prestigiosos militantes del partido.
En noviembre de 1905, Lenin regresó a Rusia. Ocultándose de los gendarmes y espías zaristas, tomó personalmente parte, durante aquellos días, en la preparación de la insurrección armada. Sus artículos, publicados en el periódico bolshevique "Novaia Zhisn" ("Vida Nueva"), daban orientaciones para el trabajo diario del Partido.
Por aquel entonces, el camarada Stalin desplegaba una formidable labor revolucionaria en Transcaucasia. Desenmascaraba y deshacía a los mensheviques, como enemigos de la revolución y de la insurrección armada, y preparaba tenazmente a los obreros para la lucha decisiva contra la autocracia. En un mitin celebrado en Tiflis el día que fue hecho público el mensaje del zar, Stalin dijo a los obreros.
"¿Qué necesitamos para conseguir un verdadero triunfo? Necesitamos tres cosas: armamento, armamento y más armamento"
En diciembre de 1905, se reunió en Tammerfors (Finlandia) la conferencia de los bolsheviques. Aunque formalmente bolsheviques y menshevique formaban parte del mismo partido, del Partido socialdemócrata, de hecho representaban dos partidos distintos, cada cual con sus órganos centrales correspondientes. En esta conferencia fue donde se conocieron personalmente Lenin y Stalin. Hasta entonces, se habían mantenido constantemente en relaciones, por medio de cartas o a través de camaradas.
Entre los acuerdos de Tammerfors hay que señalar aquí dos: uno, sobre el restablecimiento de la unidad del Partido, escindido de hecho en dos, y otro, sobre el boicot a la primera Duma, a la llamada Duma de Witte.
Como por aquellos días había estallado ya en Moscú la insurrección armada, la conferencia, por consejo de Lenin, se apresuró a terminar sus tareas y los delegados regresaron a sus respectivas localidades, para tomar parte personalmente en la insurrección.
Pero tampoco el gobierno zarista se dormía. También él se preparaba para la lucha decisiva. Después de concertar la paz con el Japón, aliviando con ello su difícil situación, el gobierno zarista pasó a la ofensiva contra los obreros y los campesinos. Proclamó el estado de guerra en una serie de provincias, a las que afectaba la insurrección campesina, dio órdenes brutales -"¡nada de prisioneros!", "¡no escatimar cartuchos!"- y ordenó la detención de los dirigentes del movimiento revolucionario y la disolución de los Soviets de diputados obreros.
Los bolsheviques de Moscú y el Soviet de diputados obreros de esta capital, dirigido por ellos y vinculado a grandes masas obreras, acordaron en vista de esto llevar a cabo la preparación inmediata de la insurrección armada. El 5 (18) de diciembre, el Comité de Moscú tomó el acuerdo de proponer al Soviet declarar la huelga general de carácter político, para luego, en el transcurso de la lucha, convertirla en insurrección. Este acuerdo fue apoyado por mítines obreros de masas. El Soviet de Moscú, sometiéndose a la voluntad de la clase obrera, decidió por unanimidad declarar la huelga general.
El proletariado de Moscú contaba, al comenzar la insurrección, con su propia milicia: cerca de mil hombres, más de la mitad de los cuales eran bolsheviques. Existían también milicias en una serie de fábricas de Moscú. El número total de milicianos de que disponían los revolucionarios era de unos dos mil. Los obreros contaban con que podrían neutralizar y dividir a las tropas de la guarnición, haciendo pasar a su campo a una parte de ella.
El 7 (20) de diciembre comenzó la huelga política en Moscú. No se consiguió, sin embargo, que la huelga se extendiese a todo el país; en Petersburgo, no se encontró el apoyo necesario, lo que contribuyó a debilitar, desde el primer momento, las posibilidades de éxito de la insurrección: El ferrocarril de Nicolás, hoy de Octubre, hallábase en manos del gobierno zarista. El tráfico en esta línea ferroviaria no se paralizó, y el gobierno pudo transportar de Petersburgo a Moscú los regimientos de la Guardia para aplastar la insurrección.
La guarnición de Moscú estaba vacilante. Los obreros se habían lanzado al movimiento insurrecional, confiando, en parte, en el apoyo de la guarnición. Pero los revolucionarios perdieron tiempo, y el gobierno zarista pudo triunfar de las revueltas en la guarnición.
El 9 (22) de diciembre se levantaron en Moscú las primeras barricadas. Pronto estuvieron cubiertas de barricadas las calles de la ciudad. El gobierno zarista puso en acción la artillería. Concentró tropas, cuyo número excedía en una desproporción arrolladora al de las fuerzas de los revolucionarios. Durante nueve días, unos cuantos miles de obreros armados mantuvieron una lucha heroica. Para poder ahogar la insurrección, el zarismo vióse obligado a traer tropas de Petersburgo, de Tver y del territorio Oeste. Los órganos dirigentes del movimiento habían sido, en parte, detenidos y, en parte, aislados en la víspera del día en que comenzó la lucha. El Comité bolshevique de Moscú fue detenido. La acción armada se convirtió en una insurrección de distritos sueltos, sin conexión entre sí. Carentes de un centro de dirección y sin un plan general de lucha en toda la ciudad, los distritos luchaban, fundamentalmente, a la defensiva. Y ésta fue, como más tarde había de hacer notar Lenin, una de las razones fundamentales de la debilidad de la insurrección de Moscú y una de las causas de su fracaso.
La insurrección adquirió un carácter especialmente tenaz y encarnizado en la barriada de Krasnaia Presnia en Moscú. Esta barriada era la fortaleza principal, el centro de la insurrección. Era allí donde estaban concentradas las mejores milicias, dirigidas por los bolsheviques. Pero fue sometida a sangre y fuego, anegada en sangre y reducida a escombros por los incendios provocados por la artillería. La insurrección de Moscú quedó aplastada.
La insurrección no quedó circunscrita a Moscú. El movimiento revolucionario insurreccional se extendió también a otras ciudades y regiones, como Krasnoyarsk, Motovilija (Perm), Novorosisk, Sormovo, Sebastopol y Cronstadt.
Tomaron también parte en la lucha armada las nacionalidades oprimidas de Rusia. La insurrección prendió en casi toda Georgia. Estalló también una gran insurrección en Ucrania, en la cuenca del Donetz: en Gorlovka, Alexandrovsk y Lugansk (hoy Voroshilovgrado). En Letonia, la lucha fue tenacísima. En Finlandia, los obreros crearon su guardia roja y se lanzaron también a la insurrección.
Pero todas estas insurrecciones fueron, al igual que la de Moscú, aplastadas con una crueldad inhumana por el zarismo.
Los mensheviques y los bolsheviques enjuiciaron de un modo distinto la insurrección armada de diciembre.
El menshevique Plejanov lanzó al Partido, después de la insurrección armada, este reproche: "No había que haber empuñado las armas". Los mensheviques exponían que la insurrección era innecesaria y perjudicial, que en las revoluciones se pude prescindir de la insurrección y que el éxito no se logra con insurrecciones armadas, sino por medios pacíficos de lucha.
Los bolsheviques estigmatizaron este juicio como una traición. Ellos entendían que la experiencia de la insurrección armada de Moscú no hacía más que confirmar la necesidad de una lucha armada victoriosa de la clase obrera. Contestando al reproche de Plejanov cuando decía que "no había que haber empuñado las armas", Lenin escribió:
"Por el contrario, lo que se debió hacer fue empuñar las armas más resueltamente, con más energía y mayor acometividad, explicar a las masas la imposibilidad de una huelga puramente pacífica y la necesidad de una lucha armada intrépida e implacable" (Lenin, t. X, pág. 50, ed. rusa).
La insurrección de diciembre de 1905 marca el punto culminante de la revolución. En diciembre, la autocracia zarista infligió a la insurrección una derrota. Después del fracaso de la insurrección de diciembre, comenzó el viraje hacia el repliegue gradual de la revolución. La marcha ascendente de ésta cesó, comenzando su descenso gradual.
El gobierno zarista se apresuró a aprovecharse de esta derrota para estrangular la revolución. Los verdugos y los carceleros zaristas comenzaron su faena sangrienta. En Polonia, en Letonia, en Estonia, en la Transcaucasia, en Siberia, por todas partes hicieron estragos las expediciones de castigo.
Pero la revolución aun no estaba aplastada. Los obreros y los campesinos revolucionarios, replegábanse poco a poco y luchando. Nuevas capas de obreros eran arrastradas a la lucha. El número de obreros huelguistas fue, en 1906, de más de un millón; en 1907, 740.000. En el primer semestre del año 1906, el movimiento campesino se extendía a cerca de la mitad de los distritos de la Rusia zarista; en el segundo semestre de dicho año, a una quinta parte. La agitación dentro del ejército y de la flota continuaba.
En su lucha contra la revolución, el gobierno zarista no se limitó a la simple represión. Después de alcanzar los primeros éxitos por la vía represiva, decidió asestar un nuevo golpe a la revolución, mediante la convocatoria de una nueva Duma, "legislativa". Mediante esta maniobra, aspiraba a desviar a los campesinos de la revolución, haciéndola así fracasar. En diciembre de 1905, el gobierno zarista dictó una ley sobre la convocatoria de una nueva Duma, "legislativa", a diferencia de la antigua Duma "consultiva" de Buliguin, que había fracasado gracias al boicot de los bolsheviques. La ley electoral zarista era, naturalmente, antidemocrática. Las elecciones no tenían carácter general. Quedaba privada en absoluto de voto más de la mitad de la población, por ejemplo: las mujeres y más de dos millones de obreros. El voto no era igual. Los electores se clasificaban en cuatro "curias", como se decía en el lenguaje de la época: la agraria (terratenientes), la urbana (burguesía), la campesina y la obrera. Las elecciones no eran directas, sino de varios grados. De hecho, el voto no era secreto. La ley electoral garantizaba un predominio formidable en la Duma a un puñado de terratenientes y capitalistas sobre los millones de obreros y campesinos.
Con la Duma, el zar pretendía desviar a las masas de la revolución. Una parte considerable de los campesinos creía, en aquel tiempo, en la posibilidad de obtener la tierra por medio de la Duma. Los kadetes, los mensheviques y los socialrevolucionarios engañaban a los obreros y a los campesinos, haciéndoles creer que era posible conseguir el régimen que el pueblo necesitaba sin insurrección y sin revolución. Para luchar contra este engaño de que se hacía objeto al pueblo, los bolsheviques declararon y llevaron a cabo la táctica de boicotear la primera Duma, en cumplimiento de acuerdo tomado en la Conferencia de Tammerfors.
Los obreros empeñados en la lucha contra el zarismo, exigían, al mismo tiempo, la unidad de las fuerzas del Partido, la unificación del Partido del proletariado. Los bolsheviques, pertrechados con el acuerdo de unidad tomado en la Conferencia de Tammerfors, que ya conocemos, apoyaron esta aspiración de los obreros y propusieron a los mensheviques convocar un Congreso de unificación del Partido. Bajo la presión de las masas obreras, los mensheviques no tuvieron más remedio que acceder a la unificación.
Lenin era partidario de la unificación, pero de una unificación en la cual no se eludiesen las discrepancias referentes a los problemas de la revolución. Causaban gran daño al Partido los conciliadores (Bogdanov, Krasin y otros), con sus esfuerzos por demostrar que entre los bolsheviques y los mensheviques no existían discrepancias importantes. Luchando contra los conciliadores, Lenin exigía que los bolsheviques se presentasen en el Congreso con su propia plataforma, para que los obreros pudiesen ver claramente cuáles eran las posiciones de los bolsheviques y sobre qué bases se operaba la unificación. Los bolsheviques formularon esta plataforma y la pusieron a discusión entre los miembros del Partido.
En abril de 1906 se reunió en Estocolmo (Suecia) el IV Congreso del P.O.S.D.R., que se conoce con el nombre de Congreso de Unificación. Tomaron parte en este Congreso 111 delegados con voz y voto, en representación de 57 organizaciones de base del Partido. Además, asistieron a él representantes de algunos partidos socialdemócratas nacionales: 3 del "Bund", 3 del Partido socialdemócrata polaco y 3 de la organización socialdemócrata de Letonia.
A consecuencia de la represión que se desató contra las organizaciones bolsheviques durante la insurrección de diciembre y después de ella, no todas pudieron enviar sus delegados al Congreso. Además, los mensheviques habían acogido en sus filas, durante los "días de la libertad" del año 1905, una masa de intelectuales pequeño burgueses, que no tenían la menor afinidad con el marxismo revolucionario. Basta indicar que los menshevique de Tiflis (donde había pocos obreros industriales) enviaron al Congreso el mismo número de delegados que la organización proletaria más fuerte, que era la de Petersburgo. Así se explica que en el Congreso de Estocolmo, los mensheviques contasen, aunque en proporción insignificante, con la mayoría.
Esta composición del Congreso determinó el carácter menshevique de los acuerdos tomados por él respecto a toda una serie de problemas.
En este Congreso se estableció una unificación puramente formal. En el fondo, bolsheviques y mensheviques siguieron manteniendo sus ideas y sus organizaciones propias e independientes.
Los problemas más importantes discutidos en el IV Congreso fueron: el problema agrario, la apreciación del momento y de las tareas de clase del proletariado, la actitud ante la Duma y los problemas de organización.
A pesar de tener mayoría en el Congreso, los mensheviques viéronse obligados, para no enfrentarse con los obreros, a reconocer la fórmula de Lenin en cuanto al primer artículo de los estatutos, sobre la condición de miembro del Partido.
En el problema agrario, Lenin defendió la nacionalización de la tierra, pero sólo la consideraba posible si triunfase la revolución, si se derrocase al zarismo. En estas condiciones, la nacionalización de la tierra facilitaría al proletariado, aliado a los campesinos pobres, el paso a la revolución socialista. La nacionalización de la tierra exigía la expropiación sin indemnización (confiscación) de toda la tierra de los terratenientes en provecho de los campesinos. El programa agrario de los bolsheviques llamaba a los campesinos a la revolución contra el zar y los terratenientes.
Muy otras eran las posiciones de los mensheviques. Estos defendía el programa de la municipalización. Según este programa, las tierras de los terratenientes no se adjudicarían a las colectividades de campesinos, ni siquiera se entregarían en disfrute a éstos, sino que se pondrían a disposición de los municipios (es decir, de los organismos locales o Zemstvos). Los campesinos que quisiesen tierra tendrían que arrendarla, cada cual con arreglo a sus propios medios.
El programa menshevique de la municipalización era un programa oportunista y, por ello, pernicioso para la revolución. No podía movilizar a los campesinos para una lucha revolucionaria, no tenía en miras la supresión completa de la propiedad feudal de la tierra. El programa menshevique implicaba una solución bastarda de la revolución. Los mensheviques no querían alzar a los campesinos a la revolución.
El Congreso aprobó por mayoría de votos el programa menshevique.
Pero donde los mensheviques pusieron más al desnudo su fondo antiproletario y oportunista fue al discutir la resolución presentada sobre la apreciación del momento y sobre la Duma. El menshevique Martinov se manifestó francamente en contra de la hegemonía del proletariado en la revolución. Contestando a los mensheviques, el camarada Stalin planteó el problema tajantemente.
"O hegemonía del proletariado o hegemonía de la burguesía democrática: así es como está planteado el problema dentro del Partido y en esto es en lo que estriban nuestras discrepancias".
En cuanto a la Duma, los mensheviques la preconizaban en su resolución como el mejor medio para resolver los problemas de la revolución y para liberar al pueblo del zarismo. Por el contrario, los bolsheviques consideraban la Duma como un apéndice importante del zarismo, como una pantalla para cubrir las lacerías del régimen zarista y que éste se cuidaría de quitar de en medio tan pronto como le resultase molesta.
Del Comité Central del Partido elegido en el IV Congreso, formaban parte 3 bolsheviques y 6 mensheviques. Para la redacción de órgano central fueron elegidos exclusivamente mensheviques.
Era evidente que la lucha intestina del Partido continuaría.
La lucha entre bolsheviques y mensheviques recrudeció todavía más después del IV Congreso. En las organizaciones locales, formalmente unificadas, era muy corriente que el informe acerca del Congreso corriese a cargo de dos oradores, uno bolshevique y otro menshevique. Como resultado de la discusión de las dos líneas, la mayoría de los afiliados a la organización votaba, en los más de los casos, con los bolsheviques.
La realidad se encargaba de demostrar cada vez más la razón de los bolsheviques. El Comité Central menshevique elegido en el IV Congreso iba revelando cada vez más claramente su oportunismo y su total incapacidad para dirigir la lucha revolucionaria de las masas. Durante el verano y el otoño de 1906, la lucha revolucionaria de las masas volvió a recrudecer. En Cronstadt y en Sveaborg se sublevaron los marinos. Estalló la lucha de los campesinos contra los terratenientes. Y el C. C. menshevique deba consignas oportunistas, que no eran seguidas por las masas.
6. Disolución de la primera y convocatoria de la segunda Duma. - El V Congreso del Partido. - Disolución de la segunda Duma. - Causas de la derrota de la primera revolución rusa.
Como la primera Duma no resultó ser lo bastante sumisa, el gobierno zarista procedió a disolverla en el verano de 1906. El gobierno recrudeció todavía más la represión contra el pueblo, envió por todo el país expediciones de castigo, que sembraban por todas partes el terror, y proclamó su decisión de convocar en breve plazo la segunda Duma. El gobierno zarista mostraba ya claramente su insolencia. Ya no temía a la revolución, pues veía que ésta iba en descenso.
Los bolsheviques tuvieron que decidirse acerca del problema de tomar parte en la segunda Duma o boicotearla. Y al hablar de boicot, no se referían meramente a la simple abstención electoral, sino a una campaña de boicot activo. Veían en este boicot activo un medio revolucionario para poner en guardia al pueblo contra los intentos del zar de desviarle del camino revolucionario, para traerle al camino "constitucional" zarista; el medio de hacer fracasar estos intentos y de organizar una nueva acometida del pueblo contra el zarismo.
La experiencia de boicot contra la Duma buliguiniana había puesto de manifiesto que el boicot "era la única táctica acertada, confirmada plenamente por los acontecimientos" (Lenin, t. X, pág. 27, ed. rusa). Aquel boicot había sido coronado por el éxito, pues no sólo había puesto al pueblo en guardia contra los peligros que le acechaban por el camino constitucional zarista, sino que había conseguido hacer fracasar la Duma ya antes de nacer. Tuvo éxito, porque se había puesto en práctica en la etapa ascendente de la revolución y apoyándose en sus avances, y no en la etapa del descenso revolucionario, pues sólo bajo las condiciones del auge de la revolución era posible hacer fracasar la Duma.
El boicot contra la Duma de Witte, o sea contra la primera Duma, se aplicó después del fracaso de la insurrección de diciembre; cuando ya el zar había salido vencedor, es decir, cuando ya había que suponer que la revolución declinaba.
"Pero, de suyo se comprende -escribía Lenin- que este triunfo (el del zar. N. de la R.) no podía considerarse aún por aquel entonces, como decisivo. La insurrección de diciembre de 1905 tuvo su continuación en toda una serie de insurrecciones en el ejército, desarticuladas y parciales, y huelgas, que se produjeron durante en verano de 1906. La consigna del boicot contra la Duma de Witte era una consigna de lucha encaminada a concentrar y generalizar estas insurrecciones" (Lenin, t. XII, pág. 20, ed. rusa).
El boicot contra la Duma de Witte no logró hacerla fracasar, aunque socavase considerablemente la autoridad de la Duma y quebrantase la fe de una parte de la población en ella. Y no logró hacerla fracasar, porque este boicot se había llevado a cabo, como después se vió ya claro, en la etapa del descenso, de declinación de la revolución. He aquí por qué el boicot contra la primera Duma, establecido en 1906, no tuvo éxito. En su célebre folleto titulado "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", dice Lenin, refiriéndose a aquel boicot:
"El boicot de los bolsheviques contra el "parlamento" en el año 1905 enriqueció al proletariado revolucionario con una experiencia política extraordinariamente preciosa, haciéndole ver que, en la combinación de las formas legales e ilegales, de las formas parlamentarias y extraparlamentarias de lucha es, a veces, conveniente y hasta obligado saber renunciar a las formas parlamentarias... Lo que constituyó ya un error, aunque no grande y fácilmente corregible, fue el boicot por los bolsheviques de la "Duma" en 1906... De la política y de los partidos se puede decir -con las variaciones correspondientes- lo mismo que de los individuos. No es inteligente quien no comete errores. Hombres que no cometan errores no los hay ni puede haber. Inteligente es quien comete errores que no son muy graves y sabe corregirlos bien y pronto" (Lenin, t. XXV, págs 182-183, ed. rusa).
Por lo que se refiere a la segunda Duma, Lenin entendía que, teniendo en cuenta la nueva situación y el descenso del movimiento revolucionario, los bolsheviques "debían someter a revisión el problema del boicot de la Duma" (Lenin, t. X, pág. 26, ed. rusa).
"La historia enseña -escribía Lenin- que cuando se reúne la Duma, cabe desplegar una agitación provechosa desde su interior y en torno a ella; que dentro de la Duma es posible llevar a cabo la táctica de acercamiento a los campesinos revolucionarios contra los kadetes" (Obra citada, pág. 29).
De todo esto se desprendía que es necesario no sólo saber avanzar resueltamente y en primera línea, cuando la revolución se halla en su etapa ascendente, sino también saber replegarse con acierto y apurando el terreno, cuando la etapa ascendente de la revolución cesa, cambiando de táctica con arreglo a los cambios operados en la situación; y replegarse no en desorden, sino de un modo organizado, con serenidad, sin pánico, aprovechando hasta las más pequeñas posibilidades para salvar los cuadros de la furia de la contrarrevolución, reorganizándose, acumulando fuerzas y preparándose para un nuevo ataque contra el enemigo.
Los bolsheviques decidieron participar en las elecciones a la segunda Duma.
Pero no iban a ella para intervenir en las tareas orgánicas "legislativas", coaligados a los kadetes, como lo hicieron los mensheviques, sino para utilizarla como tribuna al servicio de la revolución.
En cambio, el Comité Central menshevique hizo un llamamiento para que se pactasen acuerdos electorales con los kadetes y se les apoyase en la Duma, considerando a ésta como un organismo legislativo, capaz de poner un freno al gobierno zarista.
La mayoría de las organizaciones del Partido se manifestó en contra de la política del C.C. menshevique. Los bolsheviques exigieron que se convocase un nuevo Congreso del Partido.
En mayo de 1907 se reunió en Londres el V Congreso del Partido. Por aquel entonces, el P.O.S.D.R. (en unión de las organizaciones socialdemócratas nacionales) contaba ya con 150.000 afiliados. Asistieron al Congreso, en total, 336 delegados; de ellos, 105 bolsheviques y 97 mensheviques. Los restantes representaban a las organizaciones socialdemócratas nacionales: a la socialdemocracia polaca y letona y al "Bund", que habían sido admitidos dentro del P.O.S.D.R. en el Congreso anterior.
Trotski intentó formar en este Congreso su grupito centrista, es decir, semimenshevique, como grupo aparte, pero nadie se prestó a seguirle.
Como los bolsheviques arrastraban con ellos a los polacos y a los letones, disponían de una sólida mayoría en el Congreso.
Uno de los problemas fundamentales sobre los que giró la lucha en el Congreso fue el de las relaciones con los partidos burgueses. Este problema había sido ya objeto de lucha entre los bolsheviques y los mensheviques en el II Congreso. El Congreso enjuició con el criterio bolshevique a todos los partidos no proletarios -centurias negras, octubristas, kadetes y socialrevolucionarios- y trazó frente a ellos una táctica bolshevique.
El Congreso aprobó la política de los bolsheviques, y tomó el acuerdo de mantener una lucha implacable, tanto contra los partidos de las centurias negras -la "Unión del pueblo ruso", los monárquicos, el Consejo de la nobleza unificada- como contra la "Unión del 17 de octubre" (octubristas), el partido comercial-industrial y el partido de la "Renovación pacífica", que eran todos partidos netamente contrarrevolucionarios.
Respecto a la burguesía liberal, al partido cadete, el Congreso preconizó una lucha irreconciliable de desenmascaramiento contra él. Acordó que era necesario desenmascarar el "democratismo" hipócrita y farisaico del partido cadete y luchar contra los intentos de la burguesía liberal de ponerse a la cabeza del movimiento campesino.
Por lo que se refiere a los partidos llamados populistas o de trabajo (socialistas populares, agrupación de trabajo y socialrevolucionarios), el Congreso recomendaba que se desenmascarasen sus intentos de disfrazarse de socialistas. Al mismo tiempo, admitía la posibilidad de establecer acuerdos concretos con estos partidos para luchar conjunta y simultáneamente contra el zarismo y la burguesía kadete, ya que aquellos partidos eran, por aquel entonces, democráticos y reflejaban los intereses de la pequeña burguesía de la ciudad y del campo.
Ya antes de celebrarse el Congreso, los mensheviques habían lanzado la propuesta de convocar un llamado "Congreso obrero". El plan menshevique consistía en convocar un congreso en el que tomasen parte, con los socialdemócratas, los socialrevolucionarios y los anarquistas. Se pretendía que el tal Congreso "obrero" crease una especie de "partido sin partido" o una especie de "amplio" partido obrero pequeñoburgués sin ningún programa. Lenin desenmascaró este pernicioso intento de los mensheviques, que iba encaminado a liquidar el Partido Obrero Social Demócrata y a diluir el destacamento de vanguardia de la clase obrera entre la masa pequeñoburguesa. El Congreso condenó enérgicamente la consigna menshevique del "Congreso obrero".
En las deliberaciones del V Congreso del Partido ocupó un lugar especial el problema de los sindicatos. Los mensheviques defendían la "neutralidad" de los sindicatos; es decir, manifestábanse en contra del papel dirigente del Partido en el movimiento sindical. El Congreso rechazó la propuesta de los mensheviques y aprobó la resolución presentada por los bolsheviques sobre los sindicatos. En esta resolución se señalaba que debía lucharse por que la dirección ideológica y política de los sindicatos estuviese en manos del Partido.
El V Congreso marcó un gran triunfo de los bolsheviques en el movimiento obrero. Pero los bolsheviques no se dejaron llevar del engreimiento ni se durmieron sobre los laureles. No era esto lo que Lenin les enseñaba. Sabían que tendrían que seguir luchando en los sucesivo contra los mensheviques.
En su artículo "Apuntes de un delegado", publicado en 1907, el camarada Stalin enjuiciaba así los resultados del Congreso:
"La unificación efectiva de los obreros más avanzados de toda Rusia en un único partido extensivo a todo el país bajo la bandera de la socialdemocracia revolucionaria: he aquí el sentido del Congreso de Londres, su carácter general".
En este artículo, el camarada Stalin aporta datos sobre la composición del Congreso. Los delegados bolsheviques representaban, fundamentalmente, a los grandes centros industriales (Petersburgo, Moscú, Ural, Ivánovo-Vosnsensk y otros). En cambio, los mensheviques acudieron al Congreso representando a las regiones de pequeña producción, en las que predominaban los obreros artesanos, los semiproletarios, así como también a una serie de regiones puramente campesinas.
"Es evidente -exponía el camarada Stalin, haciendo el balance del congreso- que la táctica de los bolsheviques es la táctica de los proletarios de la gran industria, la táctica de las regiones donde las contradicciones de clase aparecen más nítidas, y la lucha de clases es más tajante. El bolshevismo es la táctica de los auténticos proletarios. Y, por otra parte, no es menos evidente que la táctica de los mensheviques es, predominantemente, la táctica de los obreros artesanos y de los semiproletarios campesinos, la táctica de aquellas regiones en que los antagonismos de clase aparecen velados y la lucha de clases disimulada. El menshevismo es la táctica de los elementos semiburgueses del proletariado. Así lo indican los números" (Actas del V Congreso del P.O.S.D.R., XI y XII, 1935).
Después de disolver la primera Duma, el zar creyó tener en la segunda un instrumento más dócil. Pero tampoco ésta colmó sus esperanzas. En vista de ello, decidió disolver también esta Duma y convocar la tercera, restringiendo todavía más los derechos electorales, en la esperanza de tener en ella un instrumento más sumiso.
Poco después del V Congreso del Partido, el gobierno zarista dio el llamado golpe de Estado del 3 de junio, disolviendo la segunda Duma. La fracción socialdemócrata de la Duma, compuesta de 65 diputados, fue detenida y deportada a Siberia. Se dictó una nueva ley electoral. El derecho de voto de los obreros y campesinos sufrió nuevas restricciones. El gobierno zarista seguía atacando.
El ministro zarista Stolypin desplegaba su sangrienta represión contra los obreros y campesinos. Miles de obreros y campesinos revolucionarios morían fusilados o ahorcados por los destacamentos de castigo. En los calabozos zaristas eran torturados y martirizados millares de revolucionarios. Las organizaciones obreras, sobre todo las de tendencia bolshevique, eran perseguidas con una crueldad especial. Los sabuesos zaristas buscaban el rastro de Lenin, que vivía clandestinamente en Finlandia. Querían clavar su garra sangrienta en el jefe de la revolución. En diciembre de 1907, arrostrando un peligro enorme, Lenin logró trasladarse de nuevo al extranjero, a la emigración.
Comenzaron los terribles años de la reacción stolypiniana.
La primera revolución rusa había terminado, pues, con una derrota.
A ello contribuyeron las causas siguientes:
1. La revolución no contaba aún con una sólida alianza de los obreros y los campesinos contra el zarismo. Los campesinos pusiéronse en pie para la lucha contra los terratenientes, contra los cuales estaban decididos a aliarse con los obreros. Pero aun no comprendían que era imposible derrocar a los terratenientes sin derrocar al zar; no comprendían que éste hacía causa común con aquéllos, y había una parte considerable de campesinos que aun creía en el zar y que cifraba sus esperanzas en la Duma zarista. Por eso, muchos campesinos no quisieron aliarse a los obreros para derrocar al zarismo. Los campesinos tenían más fe en el partido oportunista de los socialrevolucionarios que en los verdaderos revolucionarios, en los bolsheviques. Como resultado de esto, la lucha de los campesinos contra los terratenientes no llegó a adquirir la suficiente organización. Lenin escribía:
"... los campesinos actuaron demasiado desperdigados, demasiado desorganizadamente y poco a la ofensiva, siendo ésta una de las causas cardinales del fracaso de la revolución". (Lenin, t. XIX, pág. 354, ed. rusa).
2. La resistencia de una parte considerable de los campesinos a marchar de acuerdo con los obreros por el derrocamiento del zarismo se dejó sentir también en la conducta del ejército, formado, en su mayoría, por hijos de campesinos vestidos con el uniforme militar. En algunas unidades aisladas del ejército zarista se produjeron brotes de rebeldía y sublevaciones, pero la mayoría de los soldados siguió ayudando al zar a ahogar las huelgas y las insurrecciones de los obreros.
3. Tampoco los obreros actuaron con la necesaria unanimidad. Los destacamentos de vanguardia de la clase obrera desplegaron en 1905 una heroica lucha revolucionaria. Pero las capas más atrasadas -los obreros de las provincias menos industriales y los que vivían en la aldeas- se ponían en movimiento más lentamente. Su participación en la lucha revolucionaria se intensificó especialmente en 1906, pero por entonces ya la vanguardia de la clase obrera se hallaba quebrantada.
4. Aunque la clase obrera la fuerza de vanguardia, la fuerza fundamental de la revolución, dentro de las filas del Partido de la clase obrera no existían la unidad y la cohesión necesarias. El P.O.S.D.R., el partido de la clase obrera, hallábase escindido en dos grupos: el de los bolsheviques y el de los mensheviques. Los bolsheviques mantenían una línea consecuentemente revolucionaria y llamaban a los obreros al derrocamiento del zarismo. Los mensheviques, con su táctica oportunista, frenaban la revolución, sembraban el confusionismo entre una parte considerable de los obreros y escindían el proletariado. Por eso los obreros no actuaron siempre en la revolución de un modo unánime, y la clase obrera, por carecer aún de unidad dentro de sus propias filas, no pudo erigirse en verdadero jefe de la revolución.
5. La autocracia zarista contaba, para ahogar la revolución de 1905, con la ayuda de los imperialistas de occidente de Europa. Los capitalistas extranjeros temían por sus capitales invertidos en Rusia y por sus fabulosas ganancias. Temían que, si triunfaba en Rusia la revolución, se lanzasen también a ella los obreros de otros países. He aquí lo que movió a los imperialistas de la Europa occidental a ayudar al zar-verdugo. Los banqueros de Francia le concedieron un gran empréstito para aplastar la revolución. El emperador de Alemania tenía preparado un ejército de muchos miles de hombres para intervenir en ayuda del zar de Rusia.
6. Una ayuda importante para el zar fue la paz con el Japón, concertada en septiembre de 1905. Su derrota en la guerra y los avances amenazadores de la revolución obligaron al zar a apresurar la firma de la paz. La derrota en la guerra ruso-japonesa había quebrantado al zarismo, pero la firma de la paz fortaleció la situación del zar.
RESUMEN
La primera revolución rusa representa toda una etapa histórica en el desarrollo de Rusia. Esta etapa histórica consta de dos periodos. En el primer periodo, la revolución, aprovechándose del quebrantamiento del régimen zarista, derrotado en los campos de Manchuria, sigue su marcha ascendente y pasa de la huelga general de carácter político, en octubre, a la insurrección armada; en diciembre, barre la Duma buliguiniana y arranca al zar una concesión tras otra. En el segundo periodo, el zar, después de rehacerse, gracias a la firma de la paz con el Japón, se aprovecha del miedo de la burguesía liberal a la revolución y de las vacilaciones de los campesinos, les echa a éstos como una limosna la Duma de Witte y pasa a la ofensiva contra la clase obrera y la revolución.
Los tres años que, sobre poco más o menos, duró la revolución (1905 a 1907) fueron, para la clase obrera y los campesinos, una escuela tan fecunda de educación política como no hubieran podido serlo treinta años de evolución pacífica y normal. Lo que no habían conseguido hacer ver decenas y decenas de años de desarrollo pacífico, lo hicieron ver claramente esos pocos años de revolución.
La revolución puso de manifiesto que el zarismo era el enemigo jurado del pueblo, un mal que sólo podía curarse con la tumba.
La revolución enseñó que la burguesía liberal no buscaba su aliado en el pueblo, sino en el zar; que era una fuerza contrarrevolucionaria; y que el pactar con ella equivalía a traicionar al pueblo. La revolución enseñó que el jefe de la revolución democráticoburguesa sólo podía serlo la clase obrera, que sólo ella era capaz de desalojar a la burguesía liberal, a los kadetes, de emancipar a los campesinos de su influencia, de aplastar a los terratenientes, de llevar a término la revolución y de allanar el camino hacia el socialismo.
La revolución enseñó, finalmente, que pese a sus vacilaciones, los campesinos trabajadores son la única fuerza importante capaz de aliarse a la clase obrera.
Durante la revolución lucharon dentro del P.O.S.D.R. dos líneas políticas: la de los bolsheviques y la de los mensheviques. Los bolsheviques ponían rumbo al desencadenamiento de la revolución, al derrocamiento del zarismo por la vía de la insurrección armada, a la hegemonía de la clase obrera, al aislamiento de la burguesía kadete, a la alianza con los campesinos, a la formación de un gobierno provisional revolucionario con representantes de los obreros y los campesinos, al desarrollo de la revolución hasta la victoria final. Por el contrario, el derrotero que seguían los mensheviques era el del estrangulamiento de la revolución. En vez del derrocamiento del zarismo mediante la insurrección, preconizaban su reforma y "mejoramiento"; en vez de la hegemonía del proletariado, la hegemonía de la burguesía liberal; en vez de la alianza con los campesinos, la alianza con la burguesía kadete; en vez de un gobierno provisional revolucionario, la Duma, como centro de las "fuerzas revolucionarias" del país.
Así fue como los mensheviques se hundieron en la charca del reformismo, convirtiéndose en vehículo de la influencia burguesa sobre la clase obrera y pasando a ser, de hecho, agentes de la burguesía en el campo proletario.
Los bolsheviques demostraron ser la única fuerza marxista revolucionaria que había en el Partido y en el país.
Como es lógico, después de producirse discrepancias tan graves, el P.O.S.D.R. apareció, de hecho, escindido en dos partidos, el partido bolshevique y el partido menshevique. El IV Congreso no hizo cambiar en nada la situación de hecho existente dentro del Partido. No hizo más que mantener y afianzar un poco su unidad formal. El V Congreso representó un paso de avance en el sentido de la unificación efectiva del Partido, unificación que, además, se llevó a efecto bajo la bandera bolshevique.
Haciendo el balance del movimiento revolucionario, el V Congreso del Partido condenó la línea menshevique, como una línea reformista, y aprobó la línea bolshevique, como la línea marxista revolucionaria. Con esto confirmó, una vez más, lo que había sido ya confirmado por toda la marcha de la primera revolución rusa.
La revolución puso de manifiesto que los bolsheviques saben avanzar, cuando así lo exige la situación, y que han aprendido a avanzar en vanguardia llevando con ellos el pueblo al asalto. Pero puso de relieve, asimismo, que los bolsheviques saben también replegarse ordenadamente, cuando la situación toma un carácter desfavorable, cuando la revolución declina, y han aprendido a replegarse certeramente, sin pánico y sin precipitación, para mantener indemnes sus cuadros, acumular fuerzas y, después de rehacerse con arreglo a la nueva situación, lanzarse de nuevo al ataque contra el enemigo.
No es posible vencer al enemigo, si no se sabe atacar certeramente.
No es posible evitar un descalabro en caso de derrota, si no se sabe retroceder certeramente, replegándose sin pánico y en perfecto orden.
[1] Asamblea de representantes de estamentos en Rusia. Se convocaba en los siglos XVI y XVII para conferenciar con el gobierno. (N. del T.).