Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la U.R.S.S.

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EL PARTIDO BOLSHEVIQUE EN LA LUCHA POR LA INDUSTRIALIZACIÓN SOCIALISTA DEL PAÍS (1926-1929)

1. Las dificultades del periodo de la industrialización socialista y la lucha contra ellas. - Formación del Bloque antibolshevique trotskista-zinovievista. - Actuación antisoviética de este Bloque. - Su derrota.

Después del XIV Congreso, el Partido desplegó la lucha por llevar a la práctica la línea general del Poder Soviético respecto a la industrialización socialista del país.

En el periodo de restauración de la Economía, el problema consistía en sacar de su postración, ante todo, a la agricultura, en obtener de ésta materias primas y artículos alimenticios y en poner en movimiento, en restaurar la industria, en restaurar las fábricas y empresas industriales existentes.

El Poder Soviético resolvió con relativa facilidad estos problemas.

Pero el periodo de restauración de la Economía presentaba tres grandes fallas.

En primer lugar, sólo existían las viejas fábricas y empresas industriales, con su técnica vieja y atrasada, que podían quedar inservibles en seguida. Planteábase el problema de equipar de nuevo estas fábricas y empresas industriales con arreglo a la nueva técnica.

En segundo lugar, el periodo de restauración de la Economía se encontró con una industria cuya base era demasiado reducida, pues entre las fábricas y empresas industriales existentes se echaban de menos decenas y centenares de fábricas de construcción de maquinaria, absolutamente necesarias para el país, fábricas que no existían entonces y que era indispensable construir, ya que sin ellas no puede existir una verdadera industria. Planteábase, por tanto, el problema de crear esas fábricas y de equiparlas con una técnica moderna.

En tercer lugar, el periodo de restauración de la Economía se preocupaba, primordialmente, de la industria ligera, a la que desarrolló y puso a flote. Pero este desarrollo de la industria ligera seguía apoyándose en una industria pesada pobre, aparte de que otras exigencias del país reclamaban también, para su satisfacción, una industria pesada progresiva. Planteábase, pues, el problema de hacer pasar a primer plano, en adelante, la industria pesada.

Todos estos nuevos problemas eran los que la política de la industrialización socialista tenía que resolver.

Era necesario construir de nuevo toda una serie de ramas industriales, desconocidas en la Rusia zarista: construir nuevas fábricas de máquinas y herramientas, de automóviles, de productos químicos, metalúrgicas; organizar una producción propia de motores y de material para la instalación de centrales eléctricas; incrementar la extracción de metales y de carbón, pues así lo exigía la causa del triunfo del socialismo en la U.R.S.S.

Era necesario crear una nueva industria de guerra, construir nuevas fábricas de artillería, de municiones, de aviación, de tanques y de ametralladoras, pues así lo exigían los intereses de la defensa de la U.R.S.S., bajo las condiciones del cerco capitalista.

Era necesario construir fábricas de tractores, fábricas de maquinaria agrícola moderna, abasteciendo de ella a la agricultura, para dar a los millones de pequeños campesinos individuales la posibilidad de pasar a la gran producción coljosiana, pues así los exigían los intereses del triunfo del socialismo en el campo.

Todo esto era lo que tenía que resolver la política de la industrialización, pues en ello consistía, precisamente, la industrialización socialista del país.

Es indudable que la construcción de obras básicas tan gigantescas no podía realizarse sin una inversión de miles de millones. Para ello, no había que contar con empréstitos extranjeros, pues los países capitalistas se negaban a concederlos. Había que acometer esta empresa con los propios recursos del país, sin la ayuda de fuera. Y el País Soviético no era todavía, por aquel entonces un país rico.

En esto estribaba una de las principales dificultades de este periodo.

Los países capitalistas solían crear su industria pesada a expensas de los recursos de afluían a ellos desde fuera: a costa del saqueo de las colonias, de las contribuciones impuestas a los pueblos vencidos y de los empréstitos extranjeros. El país de los Soviets no podía recurrir, por principio, para financiar la industrialización, a esas sucias fuentes de ingreso que brinda el saqueo de los pueblos coloniales o de los pueblos vencidos. En cuanto a los empréstitos extranjeros, la negativa de los países capitalistas a concedérselos cerraba a la U.R.S.S. este camino. Había que encontrar los recursos necesarios dentro del país.

Y en la U.R.S.S. se encontraros estos recursos. La U.R.S.S. descubrió fuentes de acumulación desconocidas en todos los Estados capitalistas. El Estado Soviético disponía de todas las fábricas y empresas industriales, de todas las tierras, confiscadas por la Revolución Socialista de Octubre a los capitalistas y terratenientes, del transporte, de los bancos, del comercio exterior e interior. Las ganancias obtenidas por las fábricas y empresas industriales del Estado, por el transporte, por el comercio, por los bancos ya no las consumía la clase parasitaria de los capitalistas, sino que se invertían en seguir desarrollando la industria.

El Poder Soviético había anulado las deudas zaristas, por las que el pueblo tenía que pagar todos los años cientos de millones de rublos oro, solamente en concepto de intereses. Al abolir la propiedad de los terratenientes sobre la tierra, el Poder Soviético liberó a los campesinos de la obligación de abonar todos los años a los terratenientes cerca de 500 millones de rublos oro, a que ascendían las rentas de la tierra. Los campesinos, libres de esta carga, podían ayudar al Estado a construir una nueva y poderosa industria. Para ello, estaban vitalmente interesados en disponer de tractores y de maquinaria agrícola.

El Estado Soviético disponía de todas estas fuentes de ingresos. De ellas podían salir cientos y miles de millones de rublos para construir la industria pesada. Lo único que hacía falta era abordar el problema de un modo rentable e implantar un severísimo régimen de economía en materia de gastos, racionalizar la producción, reducir los precios de costo de ésta, acabar con los gastos improductivos, etc.

Y así fue, en efecto, como procedió el Poder Soviético.

Gracias al régimen de economía que se siguió, cada año eran más considerables los recursos que se acumulaban para invertirlos en obras básicas. Y así, fue posible acometer la construcción de empresas tan gigantescas como la Central eléctrica del Dnieper, el ferrocarril del Turquestán a Siberia, la fábricas de tractores de Stalingrado, las fábricas de herramientas, la fábrica de automóviles "AMO" (hoy, fábrica "Stalin"), etc.

En 1926-1927, se invirtieron en la industria cerca de mil millones de rublos; tres años después, se pudieron invertir ya en ella unos 5.000 millones.

La obra de la industrialización seguía avanzando.

Los países capitalistas veían en el fortalecimiento de la Economía socialista de la U.R.S.S. una amenaza para la existencia del sistema capitalista. En vista de esto, los gobiernos imperialistas tomaron todas las medidas imaginables para ejercer una nueva presión sobre la U.R.S.S., para impedir, frustrar, o, por lo menos, amortiguar, la marcha de la industrialización en la Unión Soviética.

En mayo de 1927, los conservadores ingleses, los reaccionarios que estaban en el Poder, organizaron un asalto de provocación contra la Sociedad Soviética para el Comercio con Inglaterra ("Arkos"). El 26 de mayo de 1927, el gobierno conservador inglés rompió las relaciones diplomáticas y comerciales con la U.R.S.S.

El 7 de julio de 1927, un guardia blanco ruso, súbdito polaco, asesinó en Varsovia al Embajador de la U.R.S.S., camarada Voikov.

Al mismo tiempo, los espías y agentes diversionistas ingleses emboscados en el territorio de la U.R.S.S. arrojaron varias bombas contra un club del Partido en Leningrado, hiriendo a 30 personas, a varias de ellas gravemente.

En el verano de 1927, se produjeron casi simultáneamente asaltos contra las embajadas y delegaciones comerciales de la U.R.S.S. en Berlín, Pekín, Shanghai y Tientsín.

Esto vino a aumentar las dificultades con que tenía que luchar el Poder Soviético.

Pero la U.R.S.S. no se rindió a la presión y rechazó fácilmente los asaltos provocadores de los imperialistas y de sus agentes.

No fueron menores las dificultades que originaron al Partido y al Estado Soviético los trotskistas y demás elementos de la oposición, con su trabajo de zapa. No en vano decía el camarada Stalin, por aquel entonces, que contra el Poder Soviético "se formaba una especie de frente único, que va desde Chamberlain hasta Trotski". A pesar de los acuerdos del XIV Congreso del Partido y de las promesas de lealtad hechas por la oposición, sus secuaces no deponían las armas. Lejos de ello, intensificaban cada vez más su labor escisionista y de zapa.

En el verano de 1926, los trotskistas y los zinovievistas se unieron en un bloque antibolshevique, agruparon en torno a este bloque a los restos de todos los grupos de oposición derrotados y sentaron las bases para su partido clandestino antileninista, infringiendo con ello gravemente los estatutos del Partido y los acuerdos de sus Congresos, que prohibían la formación de toda clase de fracciones. El Comité Central del Partido advirtió que si este bloque antibolshevique, formado a imagen y semejanza del célebre Bloque menshevique de agosto, no era disuelto, sus componentes podían acabar mal. Pero los elementos que formaban el bloque no cejaron.

En el otoño del mismo año, en vísperas de la XV Conferencia del Partido, realizaron una salida en las asambleas del Partido organizadas en las fábricas de Moscú, Leningrado y otras ciudades, intentando imponer al Partido una nueva discusión. Al mismo tiempo, sometieron al juicio de los afiliados al Partido una plataforma que no era más que una copia de la consabida plataforma trotskista-menshevique, antileninista. Los afiliados al Partido salieron enérgicamente al paso de los elementos de la oposición y en algunos sitios los expulsaron de las asambleas, sin andarse con rodeos. El Comité Central volvió a advertir a los componentes del bloque que el Partido no podía seguir tolerando su labor de zapa.

Los elementos de la oposición presentaron al Comité Central una declaración suscrita por Trotski, Zinoviev, Kamenev, Sokolnikov, en la que condenaban su labor fraccionaria y prometían mantener en lo sucesivo una actitud leal para con el Partido. No obstante, el bloque siguió existiendo de hecho y sus componentes no cejaron en su actuación clandestina contra el Partido. Siguieron amañando a retazos su partido antileninista, montaron una imprenta clandestina, percibían cotizaciones entre sus secuaces y difundían su plataforma.

En relación con esta conducta de los trotskistas y zinovievistas, la XV Conferencia del Partido (noviembre de 1926) y el Pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (diciembre de 1926) pusieron a discusión la cuestión del bloque trotskista-zinovievista y en sus acuerdos estigmatizaron a los componentes de este bloque, como elementos escisionistas que en su plataforma habían descendido hasta las posiciones mensheviques.

Pero tampoco esta lección aprovechó a los componentes del bloque. En 1927, en el momento en que los conservadores ingleses rompían las relaciones diplomáticas y comerciales con la U.R.S.S., aquellos elementos volvieron a intensificar sus ataques contra el Partido. Amañaron una nueva plataforma antileninista, la llamada "plataforma de los 83", y comenzaron a difundirla entre los afiliados al Partido, exigiendo que el Comité Central se prestase a abrir una nueva discusión con carácter general.

Esta plataforma era, tal vez, la más hipócrita y farisaica de todas las plataformas presentadas por la oposición.

De palabra, es decir, en su plataforma, los trotskistas y zinovievistas no oponían ningún reparo a la observancia de los acuerdos del Partido y se pronunciaban en favor de la lealtad hacia éste, pero de hecho infringían del modo más grave los acuerdos del Partido, burlándose de todo lo que significase lealtad para con él y para con su Comité Central.

De palabra, es decir, en su plataforma, no oponían el menor reparo a la unidad del Partido y se pronunciaban en contra de la escisión, pero de hecho infringían del modo más grave la unidad del Partido, seguían una línea escisionista y contaban ya con su propio partido clandestino, antileninista, maduro para convertirse en un partido antisoviético, contrarrevolucionario.

De palabra, es decir, en su plataforma, se pronunciaban a favor de la política de la industrialización y llegaban incluso a acusar al Comité Central de dirigirla con un ritmo que no era lo suficientemente rápido, pero de hecho denigraban el acuerdo del Partido sobre el triunfo del socialismo en la U.R.S.S., se burlaban de la política de la industrialización socialista, exigían que se entregase a los extranjeros, a título de concesiones, toda una serie de fábricas y empresas industriales y cifraban sus principales esperanzas en las concesiones capitalistas extranjeras en la U.R.S.S.

De palabra, es decir, en su plataforma, se manifestaban a favor del movimiento coljosiano, y llegaban incluso a acusar al Comité Central de dirigir la colectivización con un ritmo que no era lo suficientemente rápido, pero de hecho se burlaban de la política de incorporación de los campesinos a la edificación socialista, predicaban que surgirían inevitablemente "conflictos insolubles" entre la clase obrera y los campesinos y cifraban sus esperanzas en los "arrendatarios civilizados" en el campo, es decir, en las explotaciones de los kulaks.

Era ésta la plataforma más hipócrita de todas las plataformas hipócritas de la oposición.

Su única finalidad era engañar al Partido.

El Comité Central se negó a abrir inmediatamente la discusión, declarando a los secuaces de la oposición que aquella sólo podía abrirse como lo preceptuaban los estatutos del Partido, es decir, con dos meses de antelación a un Congreso.

En octubre de 1927, dos meses antes de celebrarse el XV Congreso del Partido, el Comité Central declaró abierta la discusión general. Comenzó la batalla. Los resultados de la discusión fueron desastrosos para el bloque trotskista-zinovievista. Votaron a favor de la política del Comité Central 724.000 afiliados y en favor del bloque trotskista y zinovievista 4.000, es decir, menos del uno por ciento. El bloque antibolshevique sufrió un verdadero descalabro. El Partido, animado por un solo espíritu, rechazó por una aplastante mayoría la plataforma del bloque.

El Partido, a cuya opinión habían apelado por propia iniciativa los componentes del bloque, expresaba así su voluntad de un modo inequívoco.

Pero tampoco esta lección aprovechó a los componentes del bloque. En vez de someterse a la voluntad del Partido, decidieron socavarla. Ya antes de terminar la discusión, viéndose inevitable e ignominiosamente fracasados, acordaron recurrir a formas más agudas de lucha contra el Partido y el Gobierno Soviético. Decidieron organizar una manifestación abierta de protesta en Moscú y en Leningrado. Eligieron para ello la fecha del 7 de noviembre, aniversario de la Revolución de Octubre, en que los trabajadores de la U.R.S.S. desfilan en manifestación revolucionaria con todo el pueblo. Los trotskistas y los zinovievistas proponíanse, por tanto, organizar una manifestación paralela a ésta. Como era de esperar, los secuaces del bloque sólo consiguieron congregar en la calle a un puñado ridículo de comparsas, que fueron barridos y aventados, con sus corifeos, por la manifestación de todo el pueblo.

Ahora, ya no podía dudarse de que los trotskistas y los zinovievistas se habían hundido en la charca antisoviética. Si en la discusión general del Partido apelaban a éste contra el Comité Central, ahora, al organizar su lamentable manifestación, se lanzaban ya por la senda de apelar a las clases enemigas contra el Partido y el Estado Soviético. Al trazarse como objetivo la destrucción del Partido bolshevique, tenían inevitablemente que descender hasta la senda de la lucha contra el Estado Soviético, pues en el país de los Soviets, el Partido bolshevique y el Estado son inseparables. Con ello, los corifeos del bloque trotskista-zinovievista se colocaban fuera del Partido, pues era imposible seguir tolerando en las filas del Partido bolshevique a gente que había rodado ya hasta la charca antisoviética.

El 14 de noviembre de 1927, en una reunión conjunta del Comité Central y de la Comisión Central de Control, Trotski y Zinoviev fueron expulsados del Partido.

2. Exitos de la industrialización socialista. - Retraso de la agricultura. - El XV Congreso del Partido. - Hacia la colectivización de la agricultura. - Aplastamiento del Bloque trotskista-zinovievista. - La doblez política.

A fines de 1927 comenzaron a destacarse ya éxitos decisivos en la política de la industrialización socialista. La industrialización, dentro de las condiciones de la NEP, supo lograr importantes avances en poco tiempo. La industria y la agricultura en conjunto (incluyendo la explotación forestal y la pesca), no sólo alcanzaron el nivel de producción global de antes de la guerra, sino que lo rebasaron. El peso específico de la industria dentro de la Economía nacional aumentó hasta el 42 por ciento, alcanzando el nivel proporcional de antes de la guerra.

El sector socialista de la industria crecía rápidamente a expensas del sector privado, aumentando desde el 81 por ciento, en 1924-1925, hasta el 86 por ciento en 1926-1927, a la par que el peso específico del sector privado descendía, durante este periodo, del 19 al 14 por ciento.

Esto significaba que la industrialización en la U.R.S.S. tenía un carácter socialista que se iba acusando bruscamente, que la industria de la U.R.S.S. se desarrollaba por la senda del triunfo del sistema socialista de producción, que en el terreno de la industria el problema de "quién vencerá a quién" se pronunciaba ya a favor del socialismo.

Con la misma rapidez se iba desalojando del comercio a los comerciantes privados; la participación de éstos en el comercio al por menor descendió del 42 por ciento, en 1924-1925, al 32 por ciento en 1926-1927, y no digamos en el comercio al por mayor, donde la participación de los particulares descendió, en este mismo periodo, del 9 al 5 por ciento.

Pero aun era más rápido el ritmo con que se desarrollaba la gran industria socialista, que en 1927, es decir, en el primer año después del periodo de restauración de la Economía, vio aumentar su producción en un 18 por ciento, en comparación con la del año precedente. Era éste un record de desarrollo de la producción inasequible hasta para la gran industria de los países capitalistas más adelantados.

La agricultura, sobre todo el cultivo de cereales, presentaba, en cambio, un cuadro muy distinto. Aunque, en conjunto, la agricultura había rebasado el nivel de antes de la guerra, la producción global de su rama más importantes, la del cultivo de cereales, sólo arrojaba el 91 por ciento del nivel de antes de la guerra, y la parte mercantil de la producción cerealista, la parte que se destinaba a ser vendida para el aprovisionamiento de las ciudades, apenas representaba el 37 por ciento del nivel de anteguerra; y, además, todos los indicios anunciaban el peligro de que la producción de trigo para el mercado siguiese decreciendo.

Esto significaba que el desmenuzamiento de las grandes haciendas productoras de mercancías en el campo en pequeñas explotaciones y el de éstas en otras más diminutas, proceso que había comenzado en 1918, proseguía siempre; que las pequeñas y diminutas explotaciones campesinas se convertían en economías de tipo seminatural, capaces de producir solamente una cantidad mínima de trigo para el mercado, que el cultivo de cereales en 1927, a pesar de que la producción era solamente algo menor que la de antes de la guerra, sólo dejaba margen para vender con destino a las ciudades un poco más de la tercera parte de la cantidad de trigo que los cultivadores de cereales podían vender antes de la guerra.

No cabía duda de que si no se acababa con tal estado de cosas en el cultivo de cereales, el ejército y las ciudades de la U.R.S.S. se verían abocadas a una situación de hambre crónica.

Tratábase de una crisis del cultivo de cereales, a la que seguiría necesariamente una crisis de la ganadería.

Para salir de esta situación, era necesario pasar, en la agricultura, al sistema de la gran producción, capaz de utilizar los servicios de tractores y maquinaria agrícola y de multiplicar el rendimiento del cultivo de cereales para el mercado. Dos posibilidades se abrían ante el país: pasar a la gran producción de tipo capitalista, lo que equivalía a arruinar a las masas campesinas, a hundir la alianza entre la clase obrera y los campesinos, a fortalecer a los kulaks y a dar al traste con el socialismo en el campo, o marchar por la senda de la agrupación de las pequeñas explotaciones campesinas en grandes explotaciones de tipo socialista, en coljoses, capaces de utilizar tractores y otras máquinas agrícolas modernas para desarrollar rápidamente el cultivo de cereales y su producción para el mercado.

Es evidente que el Partido bolshevique y el Estado Soviético sólo podían marchar por el segundo camino coljosiano de desarrollo de la agricultura.

Para ello, el Partido se basaba en las siguientes indicaciones de Lenin respecto a la necesidad de pasar de las pequeñas explotaciones campesinas a las grandes explotaciones agrícolas colectivas, de artel:

a) "Con la pequeña explotación no se puede salir de la miseria" (Lenin, t. XXIV, pág. 540, ed. rusa).

b) "Si seguimos aferrándonos rutinariamente a las pequeñas explotaciones, aunque seamos ciudadanos libres sobre la tierra libre, nos amenazará, a pesar de todo, el hundimiento inevitable" (T. XX, pág. 417, ed. rusa).

c) "Si la Economía campesina ha de seguir desarrollándose, es necesario asegurar también de un modo sólido su evolución ulterior, y esta evolución ulterior consistirá, inevitablemente, en que, unificándose gradualmente, las pequeñas explotaciones campesinas aisladas, las menos beneficiosas y las más atrasadas, organicen conjuntamente la explotación agrícola colectiva y en grande" (T. XXVI, pág. 299, ed. rusa).

d) "Solamente si se consigue hacer ver prácticamente a los campesinos las ventajas del cultivo agrícola social, colectivo, en forma de cooperativas, de artels; solamente si se logra ayudar al campesino, con ayuda del régimen cooperativo, del artel, sólo entonces la clase obrera, que tiene en sus manos el Poder del Estado, demostrará realmente al campesino su justeza, atraerá realmente a su lado, de un modo sólido y auténtico, a la masa de millones y millones de campesinos" (Tomo XXIV, pág. 579, ed. rusa).

Tal era la situación en vísperas del XV Congreso del Partido.

El XV Congreso se abrió el 2 de diciembre de 1927. Tomaron parte en él 898 delegados con voz y voto y 771 con voz solamente, representando a 887.233 afiliados y 348.957 aspirantes.

Señalando en su informe los éxitos de la industrialización y el rápido desarrollo de la industria socialista, el camarada Stalin planteaba al Partido esta tarea.

"Desarrollar y fortalecer nuestros puestos de mando socialistas en todas las ramas de la Economía nacional, tanto en la ciudad como en el campo, poniendo rumbo a la liquidación de los elementos capitalistas en la Economía nacional".

Haciendo un paralelo entre la agricultura y la industria y señalando el atraso de aquélla, principalmente en el cultivo de cereales, atraso que se explicaba por el desmenuzamiento de la agricultura, incompatible con la aplicación de la técnica moderna, el camarada Stalin subraya que este estado poco satisfactorio de la agricultura representaba un peligro para toda la Economía nacional.

"¿Dónde está la solución?" -preguntaba el camarada Stalin.

"La solución -contestaba- está en el paso de las pequeñas explotaciones campesinas desperdigadas a las grandes explotaciones unificadas sobre la base del cultivo en común de la tierra, en el paso al cultivo colectivo de la tierra sobre la base de una nueva y más elevada técnica. La solución está en que las pequeñas y diminutas explotaciones campesinas se agrupen paulatina pero infaliblemente, y no por medio de la coacción, sino por medio del ejemplo y la persuasión, en grandes explotaciones, sobre la base del cultivo en común, del cultivo cooperativo, colectivo, de la tierra, mediante el empleo de maquinaria agrícola y de tractores y la aplicación de métodos científicos encaminados a intensificar la agricultura. No hay otra solución".

El XV Congreso tomó el acuerdo de desplegar por todos los medios la obra de colectivización de la agricultura. Trazó un plan para desarrollar y afianzar una red de coljoses y sovjoses y dio instrucciones claras y precisas sobre los métodos de lucha en pro de la colectivización de la agricultura.

Al mismo tiempo, el Congreso trazó la norma de

"seguir desarrollando la ofensiva contra los kulaks y tomar una serie de medidas nuevas que restrinjan el desarrollo del capitalismo en el campo y encaucen la Economía campesina hacia el socialismo" ("Resoluciones del P.C. (b) de la U.R.S.S.", parte II, pág. 260).

Finalmente, partiendo del fortalecimiento del principio de la planificación en la Economía nacional y con vistas a la organización con arreglo a un plan de la ofensiva del socialismo contra los elementos capitalistas en todo el frente de la Economía nacional, el Congreso dio a los organismos competentes la norma de establecer el primer Plan quinquenal de la Economía nacional soviética.

Después de examinar los problemas de la edificación del socialismo, el XV Congreso del Partido pasó al problema de la liquidación del bloque trotskista-zinovievista.

El Congreso reconoció que "la oposición ha roto ideológicamente con el leninismo, ha degenerado en un grupo menshevique, ha abrazado la senda de la capitulación ante las fuerzas de la burguesía internacional e interior y se ha convertido, objetivamente, en un arma de la tercera fuerza contra el régimen de la dictadura proletaria" ("Resoluciones del P.C. (b) de la U.R.S.S.", parte II, pág. 232).

El Congreso comprobó que las discrepancias existentes entre el Partido y la oposición se habían agravado, convirtiéndose en divergencias de carácter programático, y que la oposición trotskista marchaba por la senda de la lucha antisoviética. Por eso, el XV Congreso declaró que el pertenecer a la oposición trotskista y el propagar sus ideas era incompatible con la permanencia dentro de las filas del Partido bolshevique.

El Congreso refrendó el acuerdo de expulsión del Partido de Trotski y Zinoviev tomado en la reunión conjunta del Comité Central y de la Comisión Central de Control, y acordó la expulsión de todos los elementos activos del bloque trotskista-zinovievista, tales como Radek, Preobrazhenski, Rakovski, Piatakov, Serebriakov, I. Smirnov, Kamenev, Sarkis, Safarov, Lifshitz, Mdivani, Smilga y de todo el grupo de los "centralistas democráticos" (Sapronov, V. Smirnov, Boguslavski, Drobnis y otros).

Los secuaces del bloque trotskista-zinovievista, derrotados ideológicamente y deshechos en el terreno de la organización, perdieron los últimos vestigios de su influencia en el pueblo.

Al cabo de algún tiempo después del XV Congreso, los antileninistas, expulsados del Partido, comenzaron a formular declaraciones de ruptura con el trotskismo, implorando su readmisión. Naturalmente, el Partido no podía saber aún, por aquel entonces, que Trotski, Rakovski, Radek, Krestinski, Sokolnikov y otros eran, ya hacía mucho tiempo, enemigos del pueblo y espías enrolados en los servicios de espionaje extranjeros; que Kamenev, Zinoviev, Piatakov y otros mantenían ya contacto con los enemigos de la U.R.S.S. en los países capitalistas para "colaborar" con ellos contra el Pueblo Soviético. Pero estaba lo bastante aleccionado por la experiencia para esperar todas las villanías imaginables de estos individuos, que se habían levantado repetidas veces contra Lenin y el Partido leninista en los momentos más difíciles. Por eso, el Partido recibió con desconfianza las declaraciones de los expulsados, y como primera prueba de la sinceridad de los firmantes de aquellas declaraciones, sometió su readmisión a las siguientes condiciones.

a) Condenación abierta del trotskismo, como ideología antibolshevique y antisoviética.

b) Reconocimiento abierto de la política del Partido, como la única política acertada.

c) Sumisión incondicional a los acuerdos del Partido y de sus órganos.

d) Fijación de un plazo de prueba, durante el cual el Partido observaría la conducta de los firmantes de las declaraciones y a cuyo término, en vista de los resultados de la prueba, examinaría la conveniencia de readmitir a no a cada uno de los individuos expulsados, por separado.

Al proceder así, el Partido entendía que el reconocimiento abierto de estos puntos por los individuos expulsados sería, en todo caso, favorable para el Partido, ya que rompería la unidad de las filas trotskistas-zinovievistas, llevando a ellas la discordia, pondría de manifiesto una vez más la justeza y la pujanza del Partido y daría a éste, caso de que las declaraciones firmadas fuesen sinceras, la posibilidad de readmitir en su seno a sus antiguos militantes, y caso de que fuesen falsas, la de desenmascararlos a los ojos de todos, no ya como gente equivocada, sino como arrivistas sin principios, como embaucadores de la clase obrera y falsarios empedernidos.

La mayoría de los expulsados aceptó las condiciones impuestas por el Partido para su reingreso y publicó en la prensa las correspondientes declaraciones.

El Partido, apiadándose de ellos y no queriendo privarles de la posibilidad de volver a militar en las filas del Partido de la clase obrera, los restituyó en sus derechos de afiliados al Partido.

Sin embargo, andando el tiempo, se puso de manifiesto que las declaraciones firmadas por los "militantes activos" del bloque trotskista-zinovievista, eran, salvo contadas excepciones, mentirosas y falsas, de los pies a la cabeza.

Se comprobó que, ya antes de formular sus declaraciones, estos caballeros habían dejado de representar una corriente política capaz de defender sus ideas ante el pueblo, para convertirse en una pandilla de arrivistas sin principios, capaces de pisotear lo que les quedaba de sus ideas a la vista de todos, capaces de ensalzar a la vista de todos las ideas del Partido, extrañas a ellos, capaces de adoptar, como los camaleones, cualquier color, con tal de mantenerse dentro del Partido y dentro de la clase obrera, para poder jugar sucio a la clase obrera y a su Partido.

Los "militantes activos" trotskistas-zinovievistas resultaron ser unos estafadores políticos, unos falsarios políticos.

Los falsarios políticos suelen comenzar por el engaño, encaminando sus manejos tenebrosos a embaucar el pueblo, a la clase obrera y a su Partido. Pero no se les debe considerar como unos simples embaucadores. Los falsarios políticos son una pandilla de arrivistas políticos sin principio que, habiendo perdido hace ya mucho tiempo la confianza del pueblo, se esfuerzan en captársela de nuevo mediante el engaño, mediante métodos camaleónicos, mediante la estafa, por cualquier procedimiento que sea, con tal de no perder su título de militantes políticos. Los falsarios políticos son una pandilla de arrivistas políticos sin principios capaces de apoyarse en cualquier cosa, aunque sea en elementos presidiables, aunque sea en las heces de la sociedad, aunque sea en los enemigos más rabiosos del pueblo, con tal de poder salir de nuevo a la escena política en el "momento oportuno" y lanzarse al cuello del pueblo como "gobernantes" suyos.

A esta calaña de falsarios políticos pertenecían, en efecto, como se demostró, los "militantes activos" trotskistas-zinovievistas.

3. La ofensiva contra los kulaks. - El grupo de Bujarin-Rykov contra el Partido. - Aprobación del primer Plan quinquenal. - La emulación socialista. - Comienza el movimiento coljosiano de masas.

La agitación del bloque trotskista-zinovievista contra la política del Partido, contra la edificación del socialismo y contra la colectivización, así como la de los bujarinistas, sosteniendo que los coljoses fracasarían, que no se debía tocar a los kulaks, puesto que ellos mismos "se incorporarían" al socialismo, y que el enriquecimiento de la burguesía no representaba ningún peligro para el régimen socialista; toda esta agitación repercutía considerablemente entre los elementos capitalistas del país y, sobre todo, entre los kulaks. Estos sabían ahora, por lo que se traslucía a través de la prensa, que no estaban solos, que contaban con defensores y abogados como Trotski, Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Rykov y otros. Naturalmente, este hecho no podía por menos de fortalecer el espíritu de resistencia de los kulaks contra la política del Gobierno Soviético. Y, en efecto, los kulaks comenzaron a ofrecer una resistencia cada vez más enconada. Comenzaron a negarse en masa a vender al Estado Soviético el sobrante de trigo, que se acumulaba en grandes cantidades en sus graneros. Comenzaron a emplear el terror contra los coljosianos y contra los activistas del Partido y de los Soviets en la aldea, comenzaron a pegar fuego a los coljoses y a los centros de acopios de cereales del Estado.

El Partido dábase cuenta de que, mientras no se aplastase la resistencia de los kulaks, mientras éstos no fuesen derrotados en campo abierto a la vista de los campesinos, la clase obrera y el Ejército Rojo no tendrían pan en cantidad suficiente, y el movimiento coljosiano no adquiriría un carácter de masas.

Siguiendo las normas trazadas por el XV Congreso, el Partido pasó a la ofensiva resuelta contra los kulaks. En esta ofensiva, el Partido ponía en práctica la consigna de luchar resueltamente contra los kulaks, apoyándose firmemente en los campesinos pobres y reforzando la alianza con los campesinos medios. Como respuesta a la negativa de los kulaks a vender al Estado el trigo sobrante a precio de tasa, el Partido y el Gobierno aplicaron una serie de medidas extraordinarias contra los kulaks y pusieron en práctica el artículo 107 del Código Penal, en el que se establecía la confiscación judicial del trigo sobrante a los kulaks y especuladores que se negaran a venderlo al Estado a precio de tasa, y concedieron a los campesinos pobres una serie de franquicias, por virtud de las cuales se ponía a su disposición el 25 por ciento del trigo confiscado a los kulaks.

Estas medidas extraordinarias surtieron su efecto: los campesinos pobres y medios se enrolaron en la lucha resuelta contra los kulaks, éstos quedaron aislados, y la resistencia de los kulaks y de los especuladores fue aplastada. A fines de 1928, el Estado Soviético disponía ya de reservas suficientes de trigo y el movimiento coljosiano avanzaba con paso más seguro.

En este mismo año, se descubrió una gran organización de sabotaje formada por técnicos burgueses, en el sector de Shajti, en la cuenca del Donetz. Estos saboteadores mantenía estrechas relaciones con los antiguos propietarios de las empresas -capitalistas rusos y de otros países- y con el espionaje militar extranjero. Habíanse propuesto como objetivo hacer fracasar el desarrollo de la industria socialista y facilitar la restauración del capitalismo en la U.R.S.S. Dirigían mal los trabajos de explotación en las minas, con objeto de disminuir la extracción de hulla. Destrozaban las máquinas y los aparatos de ventilación, provocaban derrumbamientos, hundían o incendiaban las minas, las fábricas y las centrales eléctricas. Al mismo tiempo, entorpecían el mejoramiento de la situación material de los obreros e infringían las leyes soviéticas sobre la protección del trabajo.

Estos saboteadores fueron llevados ante los Tribunales, donde recibieron su merecido.

El Comité Central llamó la atención de todas las organizaciones del Partido hacia el proceso de los saboteadores y las invitó a sacar las enseñanzas que encerraba. El camarada Stalin señaló que los bolsheviques que trabajaban en el sector de la Economía debían familiarizarse personalmente con la técnica de la producción, para que en lo sucesivo ningún saboteador salido de las filas de los técnicos burgueses pudiera engañarles, y puso de relieve que era necesario acelerar la preparación de nuevos cuadros técnicos salidos del seno de la clase obrera.

Por acuerdo del Comité Central, se perfeccionó la preparación de nuevos especialistas en las escuelas técnicas superiores; miles de hombres afiliados al Partido y a las Juventudes Comunistas y hombres sin partido, fieles a la causa de la clase obrera, fueron movilizados para cursar estas escuelas.

Antes de que el Partido pasase a la ofensiva contra los kulaks, mientras estaba ocupado en la liquidación del bloque trotskista-zinovievista, el grupo Bujarin-Rykov se mantuvo relativamente tranquilo, permaneciendo al margen como reserva de las fuerzas contrarias al Partido, sin decidirse a apoyar abiertamente a los trotskistas, y a veces llegando incluso a intervenir contra ellos en unión del Partido. Pero, tan pronto como éste pasó a la ofensiva contra los kulaks y tomó medidas extraordinarias contra ellos, el grupo Bujarin-Rykov se quitó la careta y comenzó a actuar abiertamente contra la política del Partido. El alma de kulak de los componentes de este grupo no pudo aguantar más, y éstos comenzaron a intervenir ya abiertamente en defensa de los kulaks. Exigían que fuesen abolidas las medidas extraordinarias, asustando a los tontos con la amenaza de que en caso contrario sobrevendría una "regresión" de la agricultura y afirmando que esta regresión había comenzado ya. No advirtiendo el desarrollo de los coljoses y los sovjoses, es decir, de las formas más elevadas de la agricultura, y viendo el retroceso de las haciendas de los kulak, presentaban tendenciosamente la regresión de estas haciendas como la regresión de la agricultura. Con el fin de reforzar sus posiciones teóricamente, amañaron la divertida "teoría de la extinción de la lucha de clases", afirmando, sobre la base de esta teoría, que cuantos más éxitos lograse el socialismo en su lucha contra los elementos capitalistas, más se iría amortiguando la lucha de clases, que ésta llegaría pronto a extinguirse totalmente y el enemigo de clase rendiría todas sus posiciones sin lucha, razón por la cual no había por qué emprender la ofensiva contra los kulaks. Con ello, resucitaban su desacreditada teoría burguesa sobre la incorporación pacífica de los kulaks al socialismo y pisoteaban la conocida tesis leninista, según la cual la resistencia del enemigo de clase revestirá formas tanto más agudas, cuanto más sienta vacilar el terreno bajo sus pies, cuantos más éxitos logre el socialismo, por cuya razón la lucha de clases sólo podrá "extinguirse" cuando el enemigo de clase se aniquilado.

No era difícil comprender que el Partido tenía ante sí, en el grupo Bujarin-Rykov, un grupo oportunista de derecha, que sólo se diferenciaba del bloque trotskista-zinovievista por la forma, solamente por el hecho de que los trotskistas y los zinovievistas contaban con ciertas posibilidades para disfrazar su fondo capitulador con frases izquierdistas, con frases vocingleramente revolucionarias sobre la "revolución permanente", mientras que el grupo Bujarin-Rykov, que se había levantado contra el Partido al pasar éste a la ofensiva contra los kulaks, no tenía ya la posibilidad de cubrir con una careta su faz capituladora y veíase obligado a defender a las fuerzas reaccionarias del País Soviético y, sobre todo, a los kulaks abiertamente, sin retóricas ni disfraces.

El Partido comprendió que, más tarde o más temprano, el grupo Bujarin-Rykov acabaría por tender la mano a los restos del bloque trotskista-zinovievista, para luchar conjuntamente contra el Partido.

A la par que actuaba políticamente, el grupo Bujarin-Rykov "trabajaba" en el terreno de la organización para reunir a sus adeptos. A través de Bujarin, iba agrupando a la juventud burguesa, a gentes del tipo de Slepkov, Marietski, Aijenwald, Goldenberg y otros; a través de Tomski, a los dirigentes burocratizados de los sindicatos (Melnichanski, Dogadov, etc.); a través de Rykov, a un puñado de dirigentes degenerados de los Soviets (A. Smirnov, Eismont, V. Schmidt, etc.). Adheríanse a este grupo, muy de buen grado, los elementos políticamente degenerados y que no recataban sus ideas capituladoras.

Por aquel tiempo, el grupo Bujarin-Rykov vióse reforzado por un puñado de dirigentes de la organización del Partido en Moscú (Uglanov, Kotov, Ujanov, Riutin, Yagoda, Polonski y otros). Hay que advertir que una parte de los elementos derechistas se mantenía recatada, sin actuar abiertamente contra la línea del Partido. En las columnas de la prensa del Partido en Moscú y en las reuniones del Partido, predicaban la necesidad de hacer concesiones a los kulaks, la conveniencia de no recargarles de impuestos, exponían la carga agobiadora que la industrialización suponía para el pueblo y el carácter prematuro de la organización de una industria pesada. Uglanov se manifestó en contra de la construcción de la Central eléctrica de Dnieper, exigiendo que los recursos destinados a la industria pesada se invirtiesen en la industria ligera. Este y otros capituladores de derecha aseguraban que Moscú era y seguiría siendo el Moscú de las fábricas de percal, que no había para qué levantar en él fábricas de construcción de maquinaria.

la organización del Partido en Moscú desenmascaró a Uglanov y a sus adeptos, les conminó por última vez y apretó todavía más sus filas en torno al Comité Central del Partido. En el Pleno del Comité de Moscú del P.C. (b) de la U.R.S.S., celebrado en 1928, el camarada Stalin señaló la necesidad de luchar en dos frentes, concentrando el fuego contra la desviación derechista. Los derechistas son, dijo el camarada Stalin, los agentes de los kulaks dentro del Partido.

"El triunfo de la desviación derechista dentro de nuestro Partido desencadenaría las fuerzas del capitalismo, socavaría las posiciones revolucionarias del proletariado y aumentaría las posibilidades de restauración del capitalismo en nuestro país" -dijo el camarada Stalin ("Problemas del Leninismo", ed. rusa, pág. 234).

A comienzos de 1929, se puso de manifiesto que Bujarin, por mandato del grupo de los capituladores de derecha, había establecido enlace con los trotskistas, a través de Kamenev, y preparaba un acuerdo con ellos para luchar conjuntamente contra el Partido. El Comité Central desenmascaró esta actuación criminal de los capituladores de derecha y les advirtió que el asunto podía terminar mal para Bujarin, Rykov, Tomski, etc. Pero los capituladores de derecha no cejaron. Se levantaron dentro del Comité Central con una nueva plataforma antibolshevique, con una declaración que fue condenada por el Comité Central. Este les hizo una nueva advertencia, recordándoles la suerte que había corrido el bloque trotskista-zinovievista. A pesar de esto, el grupo Bujarin-Rykov prosiguió su labor en contra del Partido. Rykov, Tomski y Bujarin presentaron al Comité Central la dimisión de sus cargos, creyendo que con ello asustarían al Partido. El Comité Central condenó esta política de sabotaje de los dimitentes. Por fin, el Pleno celebrado en noviembre de 1929 por el Comité Central declaró que la propaganda de las ideas de los oportunistas de derecha era incompatible con la permanencia en el Partido y dispuso que Bujarin, paladín y dirigente de los capituladores de derecha, fuese destituido de su puesto en el Buró Político del Comité Central, y que se conminase seriamente a Rykov, Tomski y demás adeptos de esta oposición.

Los corifeos de los capituladores de derecha, viendo que la cosa tomaba mal cariz, suscribieron una declaración reconociendo sus errores y la justeza de la línea política del Partido.

Los capituladores de derecha habían decidido replegarse provisionalmente, para evitar que sus cuadros fuesen aplastados.

Así terminó la primera etapa de la lucha del Partido contra los capituladores de derecha.

Las nuevas discrepancias existentes dentro del Partido no pasaron inadvertidas para los enemigos exteriores de la U.R.S.S. Creyendo que las "nuevas discordias" producidas dentro del Partido eran un signo de quebrantamiento de su fuerza, hicieron un nuevo intento para arrastrar a la U.R.S.S. a la guerra y hacer fracasar la obra de la industrialización del país que aun no estaba afianzada. En el verano de 1929, los imperialistas provocaron el conflicto de China contra la U.R.S.S., la ocupación por los militaristas chinos del Ferrocarril del este de China (que pertenecía a la U.R.S.S.) y la agresión de las tropas chinas blancas contra las fronteras de la Patria Soviética en el Extremo Oriente. Pero, el asalto de los militaristas chinos fue liquidado rápidamente; los militaristas se retiraron, derrotados por el Ejército Rojo, y el conflicto se terminó mediante un convenio de paz con las autoridades de Manchuria.

La política de paz de la U.R.S.S. triunfaba una vez más, a pesar de todo, a pesar de los manejos de los enemigos exteriores y de las "discordias" intestinas del Partido.

No tardaron en volver a reanudarse las relaciones diplomáticas y comerciales de la U.R.S.S. con Inglaterra, que habían sido rotas en su día por los conservadores ingleses.

A la par que rechazaba con éxito los ataques de los enemigos exteriores e interiores, el Partido desarrolló una gran labor encaminada a acelerar la edificación de la industria pesada, a organizar la emulación socialista, a organizar los sovjoses y los coljoses y, finalmente, a preparar las condiciones necesarias para aprobar y llevar a la práctica el primer Plan quinquenal de la Economía nacional soviética.

En abril de 1929, se reunió la XVI Conferencia del Partido. El problema principal examinado en esta Conferencia fue el del primer Plan quinquenal. La Conferencia rechazó la variante "mínima" del Plan quinquenal, que defendían los capituladores de derecha, y aprobó como obligatoria, bajo cualesquiera condiciones, la variante "máxima".

Fue aprobado, pues, por el Partido el célebre primer Plan quinquenal de edificación del socialismo.

Según el Plan quinquenal, el volumen de las inversiones del capital en la Economía nacional durante los años de 1928 a 1933, sería de 64.600 millones de rublos. De ellos, 19.500 millones se invertirían en la industria, incluyendo la electrificación, 10.000 millones en el transporte y 23.200 millones en la agricultura.

Era una plan grandioso, destinado a equipar a la industria y a la agricultura de la U.R.S.S. con la técnica moderna.

"La misión fundamental del Plan quinquenal -señalaba el camarada Stalin- consistía en crear en nuestro país una industria, capaz de equipar de nuevo y reorganizar, no sólo la industria en su totalidad, sino también el transporte y la agricultura, sobre la base del socialismo" (Stalin, "Problemas del Leninismo", pág. 485, ed. rusa).

A pesar de la grandiosidad, este Plan no era, para los bolsheviques, nada inesperado ni anonadador. Era algo que venía preparando toda la marcha del desarrollo de la industrialización y de la colectivización. Lo venía preparando aquel entusiasmo de trabajo que se había apoderado de los obreros y campesinos ya antes del Plan quinquenal y que encontró su expresión en la emulación socialista.

La XVI Conferencia del Partido aprobó un llamamiento a todos los trabajadores sobre el despliegue de la emulación socialista.

La emulación socialista reveló ejemplos maravillosos de trabajo y de nueva actitud ante él. En muchas empresas y en los coljoses y sovjoses, los obreros y coljosianos presentaron contraplanes. Realizaron maravillas de heroísmo en el trabajo. No sólo ejecutaban, sino que sobrepasaban los planes de edificación socialista trazados por el Partido y por el Gobierno. Cambiaron las ideas del hombre respecto al trabajo. El trabajo dejó de ser una craga forzada y abrumadora, como era bajo el capitalismo, para convertirse "en una cuestión de honor, de gloria, de valentía y de heroísmo" (Stalin).

Por todo el país se desarrollaba la nueva y gigantesca edificación industrial. Se acometió la construcción de la Central eléctrica del Dnieper (el "Dnieprogués"). En la cuenca del Donetz se emprendió la construcción de las fábricas de Kramatorsk y Gorlovka y al reconstrucción de la fábrica de locomotoras de Lugansk. Surgieron nuevas minas y altos hornos. En los Urales, se construyeron la fábrica de maquinarias del Ural y los combinados químicos de Beresniki y Solikamsk. Se comenzó la construcción de la fábrica metalúrgica de Magnitogorsk. Se emprendió la construcción de grandes fábricas de automóviles en Moscú y Gorski. Se construían gigantescas fábricas de tractores, de segadoras-trilladoras, y en Rostov sobre el Don se levantó una fábrica formidable de maquinaria agrícola. Se desarrolló la segunda base carbonífera de la Unión Soviética: la cuenca del Kusnietsk. En 11 meses se levantó en la estepa, en Stalingrado, una formidable fábrica de tractores. En la construcción de la Central eléctrica del Dnieper y de la fábrica de tractores de Stalingrado, los obreros batieron los records mundiales de la productividad del trabajo.

La historia no había conocido jamás una nueva edificación industrial de tan gigantesca envergadura, un entusiasmo tal por la nueva edificación, tal heroísmo en el trabajo de las masas de millones de hombres de la clase obrera.

Era una verdadera oleada de entusiasmo de trabajo de la clase obrera, desplegada sobre la base de la emulación socialista.

Esta vez, los campesinos no se quedaron atrás respecto a los obreros. También en el campo comenzó a desarrollarse el entusiasmo de trabajo de las masas campesinas, en la organización de los coljoses. Las masas campesinas comenzaron a marchar resueltamente por la senda coljosiana. A ello contribuyeron considerablemente los sovjoses y las estaciones de máquinas y tractores, dotadas de tractores y de otra maquinaria agrícola. Las masas campesinas acudían a los sovjoses y a las estaciones de máquinas y tractores, veían cómo trabajaban éstos y las máquinas agrícolas, manifestaban su entusiasmo y decidían allí mismo "ingresar en los coljoses". Los campesinos, desperdigados en pequeñas y diminutas explotaciones individuales, carentes de aperos y de fuerza de tracción medio regulares, privados de la posibilidad de roturar las grandes tierras baldías, sin una perspectiva de mejoramiento de sus explotaciones, hundidos en la miseria y en el aislamiento, confiados a sus propias fuerzas, encontraron por fin una salida, el camino hacia una vida mejor: con la agrupación de sus pequeñas explotaciones en explotaciones colectivas, en coljoses; con los tractores, capaces de roturar todas las tierras, por "duras" que fuesen, todos los terrenos baldíos; con la ayuda del Estado en forma de maquinaria, de dinero, de hombres y de consejos; con la posibilidad de librarse de las garras de los kulaks, a quienes el Gobierno Soviético había hecho morder el polvo recientemente, haciéndolos doblar la cerviz, para satisfacción de las masas de millones de campesinos.

He aquí la base sobre la que se inició y desarrolló después el movimiento coljosiano de masas, movimiento que se intensificó especialmente a fines de 1929, imprimiendo a los coljoses un ritmo de desarrollo sin precedentes ni siquiera en la misma industria socialista.

En 1928, la superficie de siembra de los coljoses era de 1.390.000 hectáreas; en 1929, había pasado a ser de 4.262.000 hectáreas y en 1930, los coljoses contaban ya con la posibilidad de planear el cultivo de 15 millones de hectáreas.

"Hay que reconocer -decía el camarada Stalin en su artículo titulado "El año del gran viraje" (1929), refiriéndose al ritmo de desarrollo de los coljoses- que este ritmo impetuoso de desarrollo no tiene precedentes ni aun en nuestra industria socialista, cuyo ritmo de desarrollo se caracteriza por su gran envergadura",

Era un viraje en el desarrollo del movimiento coljosiano.

Era el comienzo del movimiento coljosiano de masas.

"¿Qué es lo que hay de nuevo en el actual movimiento coljosiano?", preguntaba el camarada Stalin en su citado artículo. Y contestaba:

"Lo que hay de nuevo y decisivo en el actual movimiento coljosiano es que ahora los campesinos no ingresan en los coljoses por grupos sueltos, como ocurría antes, sino por aldeas enteras, por municipios, por distritos y hasta por departamentos. ¿Qué significa esto? Significa que en los coljoses han comenzado a afluir en masa los campesinos medios. Tal es la base sobre la que descansa ese viraje radical en el desarrollo de la agricultura, que constituye la conquista más importante del Poder Soviético..."

Esto significaba que la tarea de liquidación de los kulaks como clase, sobre la base de la colectivización total, iba madurando o estaba ya madura.

RESUMEN

En la lucha por la industrialización socialista del país, el Partido hubo de vencer, en los años de 1926 a 1929, enormes dificultades de orden interior e internacional. Los esfuerzos del Partido y de la clase obrera condujeron al triunfo de la política de la industrialización socialista del País Soviético.

Fue resuelto, en lo fundamental, uno de los problemas más difíciles que planteaba la industrialización: el problema de la acumulación de los recursos necesarios para la construcción de la industria pesada. Se pusieron los cimientos de una industria pesada, capaz de equipar de nuevo toda la Economía nacional.

Fue aprobado el primer Plan quinquenal de edificación del socialismo. Se desarrolló, en proporciones gigantescas, la construcción de nuevas fábricas, sovjoses y coljoses.

Estos avances en el camino del socialismo fueron acompañados por una agudización de la lucha de clases dentro del país y por un recrudecimiento de la lucha en el seno del Partido. Los resultados más importantes de esta lucha fueron: el aplastamiento de la resistencia de los kulaks, el desenmascaramiento del bloque de los capituladores trotskistas-zinovievistas como un bloque antisoviético, el desenmascaramiento de los capituladores de derecha como agentes de los kulaks, la expulsión de los trotskistas del Partido, el reconocimiento de que las ideas de éstos y de los oportunistas de derecha eran incompatibles con la permanencia dentro del P.C. (b) de la U.R.S.S.

Derrotados ideológicamente por el Partido bolshevique y habiendo perdido toda base de actuación entre la clase obrera, los trotskistas dejaron de ser una corriente política para convertirse en una pandilla de arrivistas sin principios y estafadores políticos, en una banda de falsarios políticos.

Puestos los cimientos de la industria pesada, el Partido movilizó a la clase obrera y a los campesinos para la ejecución del primer Plan quinquenal de reconstrucción socialista de la U.R.S.S.; se extendió por todo el país la emulación socialista de millones de trabajadores; se levantó una potente oleada de entusiasmo en el trabajo y surgió una nueva disciplina del trabajo.

Este periodo termina con el año del gran viraje, que registró éxitos gigantescos del socialismo en la industria y los primero éxitos importantes logrados en el terreno de la agricultura, el viraje de los campesinos medios hacia los coljoses y el comienzo del movimiento coljosiano de masas.



XI. El Partido bolshevique en la lucha por la colectivización de la agricultura (1930-1934)