Andrés Nin

El proletariado español ante la revolución en marcha


Escrito: Discurso pronunciado en el Gran Price, de Barcelona, el día 6 de septiembre de 1936..
Primera vez publicado: En forma de folleto (por la Editorial Marxista), septiembre de 1936.
Digitalización: Martin Fahlgren, 2012.
Esta edición: Marxists Internet Archive, octubre de 2012.



Texto taquigráfico del discurso pronunciado en el Gran Price, de Barcelona, el día 6 de septiembre de 1936. Publicado, en forma de folleto, por la Editorial Marxista, en el mes de septiembre de 1936.

Compañeros: El ejército español, famoso por su ineptitud, debía su buena fama, no a sus victorias, sino a sus derrotas. Todo la más, el ejército español se podía apuntar algunos éxitos en sus luchas contra la clase trabajadora en el interior del país; pero fuese donde fuese, allí donde intervenía el ejército español en una acción militar, era siempre copiosa y sistemática­mente derrotado. Sabíamos, pues, que la oficialidad del ejército español era inepta y era cobarde; pero la experiencia había de demostrar de una manera indudable que era indescriptiblemente estúpida.

Imaginaros la estupidez de los militares españoles que después de laboriosa preparación, desencadenan el día 19 de julio un movimiento subversivo, una rebelión que persigue como fin acabar con el movimiento obrero, detener los avances de la clase obrera, destruir las organizaciones proletarias, instaurar, en una palabra, en nuestro país un régimen de dictatura sangrienta como el que padecen los trabajadores alemanes, los trabajadores austriacos y los trabajadores italianos.

Querían los militares ahogar el movimiento obrero. Nosotros no hemos dudado nunca de que la revolución española no podía tener otro desenlace que la revolución proletaria; pero era necesario que fuesen unos militares tan estúpidos como los militares españoles para que al desencadenar la rebelión del 19 de julio acelerasen el proceso revolucionario provocando una revolución proletaria más profunda que la propia revolución rusa.

El proletariado no lucha por la República democrática

Trabajadores de Barcelona: Nos habéis oído diversas veces en esta misma tribuna, en el curso de nuestra revolución, y puedo tener el orgullo de decir que los acontecimientos han confirmado plenamente las previsiones de nuestro partido, previsiones que, en unos momentos en que el Frente Popular se llevaba detrás a las masas trabajadoras de Cataluña y de España, nos aportaron la impopularidad. La víspera misma de las elecciones, afirmábamos desde esta misma tribuna que el problema en España no podía resolverlo la democracia burguesa, porque si los republicanos de izquierda volvían a gobernar lo harían todavía peor que en la primera etapa de gobierno; no por falta de buena voluntad, sino porque en España el problema de la revolución sólo podía resolverse atacando directamente los privilegios de las clases explotadoras; eso no lo podía hacer un gobierno burgués, por muy avanzado que fuese, sino que lo había de hacer la clase trabajadora, que no vacila en este orden como la pequeña burguesía.

Decíamos nosotros, después de la victoria del 16 de febrero, que la revolución no ha terminado; la lucha no ha acabado; la lucha continúa, porque la lucha no está entablada —decíamos— entre la democracia burguesa y el fascismo, sino entre el fascismo y el socialismo, entre la clase obrera y la burguesía. Y los hechos, compañeros, nos han dado plenamente la razón. La clase trabajadora, con las armas en la mano, cerró el paso al fascismo en Cataluña el 19 de julio y ha planteado crudamente el problema del poder.

La lucha continúa en toda España. ¿Es que la clase obrera, que tiene las armas en la mano, en los momentos presentes ha de defender la república democrática? ¿Es que la clase trabajadora de Cataluña, es que la clase trabajadora de España está realizando enormes sacrificios, está derramando su sangre para volver a la república del señor Azaña?

La clase trabajadora de Cataluña y la clase trabajadora de España, no lucha por la república democrática. La revolución democrática en España hasta ahora no se había hecho. Cinco años de república y ninguno de los problemas fundamentales de la revolución española se había resuelto. No se había resuelto el problema de la Iglesia, no se había resuelto el problema de la tierra, no se había resuelto el problema del ejército, ni el problema de la depuración de la magistratura, ni el problema de Cataluña. Y bien, compañeros, todos estos objetivos concretos de la revolución democrática han sido realizados no por la burguesía liberal, que no lo había podido hacer en cinco años, sino por la clase trabajadora, que los ha resuelto en pocos días con las armas en la mano. El problema de la Iglesia ya sabéis cómo se ha resuelto: no queda ni una iglesia en toda España; el problema de los bienes de la Iglesia,¡ de la fuerza económica de la Iglesia también está resuelto po la expropiación pura y simple. El problema de la tierra es resuelto porque los trabajadores no esperaban la resolución este problema por la ley de contratos de cultivo o por el In tituto de la Reforma agraria, sino que los campesinos h expulsado a los propietarios y se han quedado con la tierra.

Había otro problema, el del ejército. Se hablaba constantemente de depurar la oficialidad. La clase trabajadora ya ha depurado el ejército destruyéndolo y creando las milicias, que se transformarán en un verdadero ejército rojo. Y estas milicias obreras que ya no se dejarán desfigurar bajo ningún pretexto, ni por el de crear un ejército voluntario que pueda ser el sustituto del antiguo ejército permanente; estas milicias obreras, compañeros, han de ser y serán, no el ejército de la república democrática, sino el ejército rojo de la clase trabajadora.

Y este ejército no traicionará, compañeros. Este ejército es carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, y en él no tendrán puesto los oficiales sospechosos. Este ejército es será mandado por los hijos de la clase trabajadora, y éstos que no traicionarán nunca.

Había, finalmente, compañeros, el problema de Cataluña, yo os invito a pensar en la diferencia fundamental existente en los términos en que estaba planteado el problema de Cataluña antes del 19 de julio y cómo está planteado hoy. La clase que ejercía la hegemonía en el movimiento nacionalista de Cataluña era la pequeña burguesía. Los partidos pequeño-burgueses eran los depositarios y la expresión más genuina de este movimiento nacional de Cataluña, y los hechos, también, compañeros, han demostrado la justeza de nuestras afirmaciones. El problema de Cataluña hoy está resuelto, y está resuelto, no por la pequeña burguesía, sino por la clase trabajadora, que se organiza en Cataluña y que, en realidad, obra como un Estado con plena autonomía.

La clase trabajadora ha resuelto todos los problemas fundamentales de la revolución democrática. Hoy la consigna «defensa de la revolución democrática» no le dice ni le puede decir nada. El día 19 de julio, camaradas, se hundieron el feudalismo, el clericalismo y el militarismo español, pero no solamente se hundieron el feudalismo, el clericalismo y el militarismo, sino que se hundió para siempre la economía capitalista.

La revolución y la guerra son inseparables

Se nos dice que ahora tenemos un objetivo inmediato: la lucha en los frentes; primero hay que ganar la guerra, y después ya veremos.

Estas dos cuestiones no se pueden separar, no se pueden desligar. Las guerras se ganan no solamente desde el punto de vista técnico. Desde el punto de vista técnico, por la superioridad del armamento y por la disciplina, los militares tendrían que haber vencido el día 19 de julio: ¿Por qué no vencieron? Porque nosotros teníamos aquello que los militares no tenían la fe y la esperanza en una sociedad nueva, contra aquellos elementos que luchaban por una sociedad condenada a desaparecer irremediablemente.

Y por esto, en estos momentos de lucha, las realizaciones de carácter social y de carácter político tienen tanta trascendencia como los éxitos en el terreno militar.

Si nosotros acabamos con el capitalismo, si encarrilamos la revolución en un sentido socialista, ¡ah!, entonces crearemos, estamos creando ya en España, un movimiento tan pujante, una revolución tan profunda que contra ella se estrellarán todos los intentos de la canalla monárquica, fascista y reaccionaria.

Por eso afirmamos que toda concesión, que todo paso atrás es un servicio que se presta al enemigo.

¿Qué quiere decir lucha antifascista? No existe una lucha antifascista abstracta. ¿Qué es el fascismo? El fascismo es una última y desesperada tentativa de la burguesía para asegurar, para consolidar su dominación. El capitalismo no puede vencer sus contradicciones internas y no tiene otro remedio que recurrir al fascismo, y por eso nosotros hemos sostenido en todo momento y desde esta misma tribuna, que aunque en España triunfase temporalmente una situación republicana de izquierda, como la pequeña burguesía no podría resolver sus contradicciones internas, la victoria del fascismo sería inevitable. Contra el fascismo sólo hay un medio eficaz de lucha: la revolución proletaria. Si dejándonos deslumbrar por las bellas frases demagógicas de los señores republicanos de izquierda creyésemos que corresponde hoy a nuestros intereses defender la república democrática, con esto no haríamos otra cosa que preparar la victoria del fascismo para un porvenir más o menos lejano, y por eso repito, en nombre de nuestro partido, que el proletariado de España hoy sólo tiene un camino: el de la revolución proletaria para instaurar en. nuestro país una república socialista.

No es posible volver a la situación anterior

Los demócratas burgueses sueñan, naturalmente, con volver a la situación anterior. Muchos de ellos todavía no se han dado cuenta de lo que ha pasado en nuestro país; no se han dado cuenta de que de la antigua situación no queda hoy ya absolutamente nada y que estamos atravesando una profunda subversión. Estos señores sueñan con volver a la situación anterior, como por ejemplo, la del parlamento del 16 de febrero, parlamento que está muerto y bien muerto. Era un parlamento que respondía a una situación concreta del momento, pero recordad bien, compañeros, que en este parlamento estaban representados los elementos fascistas, todos los sectores reaccionarios del país que han desencadenado la guerra civil, y nosotros decimos que a una situación nueva corresponden también instituciones nuevas. El parlamento del 16 de febrero que lo guarden, si quieren, en un museo de antigüedades.

Hemos de afirmar desde ahora que un sistema parlamentario como el anterior no nos satisface. Nosotros no somos partidarios de la libertad para todos; nosotros, en la situación actual, negamos el pan y la sal a todos los elementos reaccionarios y a la burguesía, a los cuales no concederemos ningún derecho político. Han de surgir instituciones nuevas, hijas de la revolución, que respondan a los anhelos de esta revolución, a las profundas aspiraciones de las masas trabajadoras que luchan estos días en toda España por una sociedad mejor. Y en este sentido, compañeros, es evidente que el Parlamento del 16 de febrero no responde a las necesidades del momento. Hay que crear un nuevo órgano legislativo, y el punto de vista de nuestro partido es que hay que convocar unas Cortes constituyentes, que han de sentar las bases de la nueva sociedad española. En estas Cortes constituyentes, como os decía antes, la burguesía no podrá tener representantes, las clases explotadoras no podrán tener representantes. Estas Cortes constituyentes han de estar formadas a base de representantes de los comités de obreros, campesinos y combatientes, es decir, de aquellos que han hecho la revolución, de aquellos que están luchando hoy contra el enemigo y que forjan la España nueva de mañana.

Por un gobierno obrero

Sin embargo, compañeros, se nos presentan problemas de una realidad inmediata. Es necesario un gobierno fuerte; ésta es la impresión general de todas las masas populares del país. Necesitamos un gobierno fuerte, naturalmente, no un gobierno fuerte en el sentido que daban a esta palabra los elementos burgueses de la situación anterior. Necesitamos un gobierno fuerte, es decir, dotado de aquella máxima autoridad que ha de darle la confianza de las masas trabajadoras y que esté dispuesto a llevar la lucha hasta las últimas consecuencias. ¿Quién puede ser este gobierno fuerte? ¿El que acaba de ser elegido en Madrid? Nosotros estimamos sinceramente que no. La clase trabajadora necesita mucho más que la declaración ministerial hecha por el gobierno que acaba de ser elegido por el presidente de la República. Esta declaración ministerial es una declaración que la habría podido hacer perfectamente cualquiera de los gobiernos de izquierdas anteriores, presidido por un pobre señor Giral cualquiera. Se trata de la declaración de un gobierno que aspira a hacer la unión de todos los españoles, de un gobierno saturado de todos los prejuicios de la democracia burguesa, de un gobierno que no lleva aquel empuje que las circunstancias exigen. Por eso nosotros sostenemos que, en la situación actual, el único gobierno que puede responder a la situación es un gobierno sin ministros burgueses, un gobierno puramente obrero. Este gobierno puramente obrero, compañeros, ha de representar no solamente a un sector de la clase trabajadora, sino que ha de representar a todos los sectores del proletariado español; porque la revolución que estamos viviendo, la revolución de la cual somos actores, no es una revolución hecha por el partido tal o por la organización cual; la revolución que estamos viviendo es la revolución hecha por toda la clase trabajadora y por todas las organizaciones y los partidos de la clase trabajadora. Que nadie reclame, pues, esta revolución, porque ella nos pertenece a todos, a todos los trabajadores.

El gobierno actual representa, indudablemente, un paso adelante respecto al gobierno anterior; pero es un gobierno de Frente Popular, es un gobierno que responde a la situación anterior al 19 de julio, es decir, cuando no se había producido la insurrección obrera, y en este sentido, pues, si bien con relación al gobierno anterior significa un paso adelante, con relación a la situación presente representa un paso atrás. No hay, pues, más salida que un gobierno obrero. La consigna de toda la clase trabajadora en los días que vienen, es: ¡Fuera del gobierno los ministros burgueses y viva el gobierno de la clase trabajadora!

Más que nunca hoy es necesario unir todos nuestros esfuerzos. Tenemos una lucha en el frente extraordinariamente dura. No seríamos fieles a nuestra propia conciencia revolucionaria si os dijésemos que la lucha será fácil, que la victoria será fácil. No, compañeros, la lucha es difícil, la victoria es segura, pero nos costará grandes esfuerzos. Es necesario que hagamos todos los posibles para ahorrar la sangre de la clase trabajadora, para acelerar esta victoria inevitable del proletariado. Y uno de los obstáculos más importantes que se oponen a la verdadera organización de la victoria, a la obtención del triunfo por nuestras milicias obreras, es la falta de un mando único, la falta de un centro militar unificado que dirija todas las operaciones. En las presentes circunstancias, el gobierno de Madrid no puede jugar este papel. En Cataluña hemos creado el Comité central de Milicias obreras, que es el que centraliza realmente toda la acción militar y toda la acción política, y nuestro partido propone que se constituya inmediatamente una Junta nacional de Defensa que, como el Comité de las Milicias de Cataluña, centralice toda la acción y lleve la guerra hasta la victoria definitiva.

He de deciros que este punto de vista de nuestro partido es enteramente compartido por los trabajadores de Levante. Yo no sé si muchos de vosotros sabéis cual es la situación que se ha creado. En Levante, compañeros, hay una situación muy parecida a la nuestra. Allí, los primeros días del movimiento, el gobierno de la república intentó crear una especie, de delegación del gobierno de Madrid, cuya misión consistía exactamente en frenar el movimiento revolucionario. La clase trabajadora de Valencia, sencillamente, acompañó al señor Martínez Barrio y al señor Esplá al tren y los volvió a Madrid, y en lugar de esta representación del gobierno madrileño, los trabajadores de Valencia constituyeron un Comité ejecutivo popular que es, en realidad, el gobierno de Levante de la revolución proletaria.

Pues bien, compañeros, el Comité ejecutivo popular de Valencia también comparte nuestros puntos de vista. Podemos, pues, decir ahora en Cataluña que ella y Valencia forman en la vanguardia de la revolución y que llevarán la revolución española más adelante.

La CNT y La FAI y los problemas de la revolución

En un momento de tan gran responsabilidad histórica, es necesario que el proletariado marche hacia adelante como ha hecho hasta ahora. No he de ocultar que, a nuestro entender, todo el porvenir de la revolución depende, en gran parte, de la actitud que adopten la CNT y FAI. La CNT y la FAI son dos grandes organizaciones que cuentan con una inmensa simpatía entre la clase trabajadora. Tenemos con estas organizaciones profundas discrepancias ideológicas, pero afirmamos que en los momentos presentes, la CNT y la FAI demuestran además de un claro sentido revolucionario, una más clara conciencia de la realidad proletaria del momento que otras organizaciones de la clase trabajadora, y nosotros afirmamos en estas circunstancias que el porvenir de la revolución depende de la manera como las otras organizaciones obreras puedan llegar a ponerse de acuerdo con los compañeros de la CNT y la FAI.

Conscientemente no combatimos por un simple conservadurismo de organización. Estamos orgullosos de nuestra organización, orgullosos de nuestro nombre, nos dejamos embriagar usualmente por los nombres. Es preciso que examinemos a la luz de la experiencia presente si hay coincidencias posibles. Yo afirmo, compañeros, que en las cuestiones fundamentales, en aquéllas sobre las cuales antes existían discrepancias irreductibles con los compañeros de la CNT, sobre estas cuestiones, hoy puede haber un acuerdo perfecto.

Examinemos, por ejemplo, la cuestión del ejército, una de aquéllas en la apreciación de las cuales nos separábamos de los anarquistas. Decían éstos que no era necesaria la creación de un ejército, que había bastante con la acción espontánea de las masas. Hoy hemos contribuido todos, con el mismo entusiasmo, a la creación de un ejército: la milicias obreras. Sobre este punto, sobre la necesidad del ejército estamos todos perfectamente de acuerdo, comunistas, socialistas y anarquistas.

Los anarquistas hablaban siempre de ir a la instauración inmediata del comunismo libertario. Hoy la CNT y la FAI, de hecho, comprenden que ir a la instauración inmediata del comunismo libertario no es posible, que la situación actual nos obliga a pasar por ciertas formas transitorias, y en este sentido hoy, de hecho, la CNT y la FAI reconocen la necesidad del poder político. Creo, compañeros anarquistas, que es perfectamente posible que nos lleguemos a entender sobre esta cuestión. Es posible, por ejemplo, que no quisiérais formar parte de un gobierno obrero, que el nombre os dé miedo. Por nuestra parte declaramos que aquello que nos interesa no son los nombres, sino las cosas. Si no queréis que este organismo directivo, que es absolutamente necesario, se llame gobierno, llamémosle, si queréis, Comité ejecutivo, o Comité revolucionario, o Comité popular, pero cumplamos todos nuestro deber y constituyámoslo.

Es evidente que hoy tenemos en España una situación política que no responde bien a la situación actual, y es absolutamente incomprensible que en las circunstancias actuales haya en Cataluña un gobierno formado por representantes de la Izquierda Republicana, como es absolutamente incomprensible que en los momentos actuales haya en España un gobierno con ministros burgueses. Si los camaradas anarquistas se hacen cargo de la situación y pasan por encima de sacrificios, dentro de poco en España no habrá un solo ministro burgués. Hay otra cuestión sobre la apreciación de la cual existían discrepancias con los compañeros anarquistas. Es la cuestión de la dictadura del proletariado. ¿Qué es la dictadura del proletariado? Es la autoridad ejercida única y exclusivamente por la clase trabajadora, la anulación de todo derecho político y de toda libertad para los representantes de las clases enemigas. Si la dictadura del proletariado es esto, compañeros, yo os afirmo que hoy en Cataluña existe la dictadura del proletariado.

No habiendo otras diferencias que éstas, nos podemos entender perfectamente con los compañeros de la CNT. No digamos dictadura del proletariado; si queréis le daremos el nombre que os plazca, pero lo importante es que tanto los anarquistas como nosotros hemos llegado a la conclusión práctica de que en el período actual no hay libertad ni derecho político para la burguesía, y que nada más hay derecho político y libertad para la clase obrera.

No hace muchos días publicó la CNT un manifiesto en el cual decía que se opondría a toda dictadura del proletariado ejercida por un partido determinado. Y nosotros afirmamos desde aquí, totalmente, compañeros, que a nuestro entender, la dictadura del proletariado es la dictadura de toda la clase trabajadora, la dictadura de todas las clses populares, y que ninguna organización, ni sindical ni política, tiene derecho a ejercer su dictadura sobre las otras organizaciones en nombre de los intereses de la revolución. Y en este sentido nosotros decimos también que si la CNT pretende ejercer el monopolio exclusivo de la revolución, que si el Partido Socialista pretende ejercer el monopolio exclusivo de la revolución o pretende ejercerlo el Partido Comunista, nos encontrarán en frente. La dictadura del proletariado es la democracia obrera ejercida por todos los obreros sin ninguna clase de excepción.

Nos encontrarán también al margen de toda tentativa de dictadura personal. Nosotros entendemos que la dictadura proletaria es la expresión más elevada de la democracia. La democracia burguesa no es más que una tapadera de la dictadura capitalista, de la explotación capitalista Es la dictadura de una minoría de la población, de la minoría explotadora sobre la inmensa mayoría. La dictadura proletaria es verdad que anula los derechos políticos, pero anula los derechos políticos de una pequeña minoría, de una minoría de explotadores. Es el gobierno de la inmensa mayoría de la población contra este grupo de explotadores.

Vamos, pues, a la instauración de esta democracia obrera. Y tanto aquí como fuera de aquí, nuestro partido se encuentra dispuesto a luchar con los camaradas de la CNT y con toda la clase obrera, contra toda tentativa encaminada a convertir la dictadura del proletariado en dictadura de un partido o en dictadura personal.

Adelante, hacia la instauración de la República socialista

Y voy a acabar, compañeros. Nos encontramos en una etapa decisiva de nuestra revolución. ¡Ay de nosotros si no sabemos aprovechar esta coyuntura! La historia, estas ocasiones no las ofrece con mucha frecuencia.

Estamos ante una ocasión única. La clase trabajadora de España tiene las armas en la mano. En experiencias anteriores, en Europa y aquí, la pequeña burguesía demagógica y la burguesía liberal, bajo diversos pretextos han desarmado a la clase trabajadora, para poderla ametrallar después. Por eso nosotros decimos: compañeros, en los momentos actuales, el proletariado tiene un deber elemental, y este deber elemental es no dejarse desarmar Las armas con las cuales va al frente, la clase trabajadora ha de conservarlas, al volver del frente, para batir definitivamente al régimen de la burguesía.

Es una lucha dura, difícil, la que tenemos ante nosotros, compañeros, pero tenemos ya mucho ganado. La clase trabajadora de Cataluña, los obreros de España, han demostrado en estas cuantas semanas de lucha su espíritu de sacrificio y su capacidad de organización. ¿Pensáis que representa poca cosa, en el término de pocas semanas, destruir todo un ejército, destruir su engranaje, destruir su disciplina y constituir un ejército nuevo? ¿Os parece poco esfuerzo, compañeros, que a pesar del desorden económico, la clase trabajadora haya triunfado en la empresa de que funcionen todos los servicios públicos y la vida se desarrolle con la normalidad que todos veis? Yo os digo, compañeros, que el espectáculo que ofrece hoy la clase trabajadora de nuestro país hace concebir las más grandes esperanzas. Es una clase trabajadora brava, dispuesta a luchar hasta vencer o morir, pero es una clase trabajadora que comprende también todas las necesidades, todos los sacrificios que esta hora impone. Y esta clase trabajadora tiene plena conciencia hoy de que, si para vencer al enemigo, para ahogar al fascismo, para edificar la sociedad socialista de mañana es necesario hacer más sacrificios, aumentar la jornada de trabajo, cobrar un jornal más pequeño temporalmente, nuestra clase trabajadora está dispuesta a hacer estos sacrificios, que no habría hecho por la clase explotadora, pero que sí hará por la sociedad del mañana.

Es preciso proseguir la lucha sin dar ni un solo paso atrás, ni dejarse confundir por las instrucciones democráticas. En España no se lucha por la república democrática. Se levanta una nueva aurora en el cielo de nuestro país. Esta nueva aurora es la de la República socialista. ¡A luchar por ella hasta el fin, trabajadores de Barcelona!