EL VIAJE
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El viaje del descanso
El deseo
Qusiera descansar
todo un año
y volver mis ojos
al mar,
y contemplar el río
crecer y crecer
como un cauce,
como una enorme
herida abierta
en mi pecho.
Levantarme,
sentarme,
recostarme en
las vertientes
o
en las orillas
de los mares,
recostarme en
las crecientes,
acomodarme
suavemente en
las aguas
o
en
los
manantiales.
el poema
1
He dormido todo
un año,
o tal vez he muerto
sólo un tiempo,
no lo sé.
Pero sé que un año
he estado ausente,
sé que un año he
descansado,
sé que en ese tiempo
las moras y las frutas
secaban sus raíces
triturándolas
de sabor y regocijo.
Yo descansé
en la sierra,
y felizmente mi
corazón no se secó
con la humedad
del llanto,
no sollozó,
no reclamó tristezas
pasadas.
Todo sucedía como
siempre:
y yo descansaba
descansando,
los trenes aún pesaban sus rieles,
los barcos naufragaban
tarde y anoche,
muchos peces
agotábanse en el mar.
2
Pero ya estoy aquí.
He vuelto sin embargo,
con un raro sabor
a tierra amarga,
muchos sufrimientos
tenía acumulados
y es difícil olvidar
en un año.
Es difícil dejar
todo abandonado,
un año es siempre
un año y nunca es suficiente.
Es difícil dejar todo,
pálidos arbustos
cubren el corazón
de odio,
y arrancar es siempre
dejar algo,
un hueco,
una raíz fina;
el aliento
del odio incansablemente
habita
en el corazón
y en el sueño.
3
Hoy he vuelto
mis caminos.
Partí hace ya
un año.
Todo podría negarlo
ahora:
no sé si he nacido,
no sé si he leído
alguna vez un libro.
Habre tal vez hojeado
un verso de Salinas
que hoy quiero olvidar.
Un año nunca es suficiente
cuando se desea el descanso.
Si he nacido
es porque he de acabar
con mis huesos
en el mar:
(el mar lo lava todo,
el mar cubre
las hierbas y los pastos,
él llena los corazones
de sal y de tinieblas).
Pero yo acaso ya he muerto,
un año es siempre un año,
realmente no he
descansado nada,
¿o es que quiero
volver a recostarme
en el lecho
del descanso, en donde
en sueños escuchaba
el rumor
de las vertientes
del otoño?
4
He vuelto ya.
Mamá, papá,
he vuelto.
Hermanos,
aquí estoy
como antes,
cantando en
las noches
del invierno,
con mi seco
corazón
de pan y piedra.
Gustavo, tú
has crecido.
¿Y ya no cuentas
con los dedos,
y ya no lees
letra a letra,
y ya no sueñas
con los tigres
y elefantes?
Es cierto, padres,
hermanos,
aquí estoy.
No sé‚ si he descansado,
y es que en el camino
encontré‚ un sauce que
reía con el viento y
con mis pasos,
que reía con
los dientes y las ramas,
que reía de todo
como un niño,
y esto me ha
hecho dudar.
5
He estado un largo
año tendido en
la hierba del olvido,
cubierto por
las hojas del amor y
del otoño.
Ya he descansado
un poco, lo confieso,
yo partí sin despedirme,
pero es que en mi corazón
no cabían ya mis flores,
en mi corazón no entraba
ya el duro secreto de la vida.
6
He vuelto lentamente
( Un poco de sueño
es siempre necesario
aunque sea corto como
el silencio de las
enredaderas).
Por cada pueblo que pasaba
de regreso,
veía que sus puertas
estaban abiertas
para mí,
que sus techos eran míos,
que sus campos,
sus oídos,
todo me pertenecía.
Yo caminaba y
caminaba,
no miraba atrás
hacia mi lecho de hojas,
un año es suficiente
me decía,
no es necesario morir
mas si es que queremos
abrir los brazos y decir:
"hasta mañana, gracias,
nada ha sucedido,
y estoy como siempre
entre los ríos,
y estoy como nunca
entre las piedras".
Y seguía caminando,
pensando en el pan
caliente de la casa,
saboreando el arroz
preparado por mi madre,
sintiendo a mi
cama
con
sus
sábanas
felices.
7
El canto de los
ríos
acompañaba a mis
pies
de tibio caminante,
el río
cantaba con mis brazos,
en él
yo miraba a la muerte y a
la vida.
Pero uno está siempre
compuesto
de un. trozo de muerte y de
camino,
y uno siempre es río,
o canto,
o lágrima cubierta.
8
He vuelto. Dormí un
largo año, descansé‚
y estuve muerto, pero
gocé de abril
y de las flores blancas.
9
Hoy he regresado por
los campos,
a ratos corriendo
sofocado,
a ratos descansando
nuevamente al pie
de un árbol de
hojas castañas.
El sol arriba,
(como siempre),
entonando estruendosas
canciones de triunfo
o desafiándome a correr
por todo el campo.
Me detuve
en las vertientes,
hundía mis brazos
en sus aguas,
conversaba
refrescando
la cabeza.
Y me vi de nuevo
reflejado en
el mar y aquí dudé
de nuevo:
yo no he sabido nada,
todo un año he viajado
por los pueblos
de los sueños.
no sé si soy tan sólo
un muerto que golpea
su cajón de asfixiado,
no sé si en un pedazo
de té pudiese recordar
toda una vida perdida,
pero sé que he estado
dormido:
un año es un siglo
cuando es un año
de sueños y de olvidos.
10
No me reprochen nada
si he estado ausente
todo un largo racimo
de días apretados,
es porque supuse
que nunca se puede
vivir tanto,
mis manos ya eran
manos sólo para
el clamor y el refugio.
Yo construía mis
grutas con mis ojos,
y las uñas no existían
para el pan ni para
el trigo.
Nunca sabré‚ si he
descansado,
saber no es suficiente,
un año es siempre un año,
pero sé que he dormido,
y allí donde dormía
las flores cubrían
mi cabeza,
y no me preocupaba
ni del río ni del valle,
ni del mar ni las arenas.
Hoy vuelvo,
hoy retorno
después de un año,
después de un año
de descanso o
de perenne viaje
hacia la vida.
Pero el viaje
del descanso,
o el viaje sin descanso,
o el viaje y el descanso,
todo es un alivio para
mis ojos muertos.
Hoy regreso con la duda
y la palabra,
hoy retorno con
la dicha en la garganta,
sin descanso o con descanso,
pero sin nuevos sueños.
Sin un nuevo suño
que me obligue a
retornar a mi lecho
de hierbas y de flores,
sin un nuevo y largo
sueño,
podré construir
nuevas palabras,
tal vez sonreiré
con cara alegre,
alguna vez saludaré
a la vida,
y esperaré
a la muerte alegremente,
con mi seco corazón.
Recuento del Año
Una vez terminado
el año,
procedo a recoger
mis cosas nuevas,
procedo a reclamar
papeles viejos,
hago al compás
de charlas amistosas
el recuento del año,
el recuento de mis
365 días pasados:
todo se fue
rápidamente,
no hubo tiempo
para la cosecha,
ni para
sembrar el trigo
en los maizales.
Los días volaron
raudamente,
estuve sentado,
leyendo,
o alguna vez
escribiendo
hasta la noche.
No tuve miedo
de la muerte,
no pude sembrar
el amor como
quería,
recogí algunas
frutas caídas
y supuse que
al final moriría
alguna tarde
entre pájaros
y árboles.
No estoy muerto.
sin embargo,
entre tarde y tarde
cuando vibran
los soplos
del silencio,
abro mi corazón
al conjuro
del viento
y la palabra,
y construyo
casas,
tierras,
mares,
nuevos albores,
nuevas tristezas,
y callo al final
(como siempre
recordando y
recordando).
Las Estaciones
poema
Oscuro es el tiempo y leves
las sonrisas de los días.
El día asume su palidez
de infante: su regocijo se
expresa en las noches
del amor y la venganza.
Es la hora de los muertos,
ahí donde surgen los pálidos
rostros de niños consumidos
por el viento.
Largo es el camino y oscuras
las sonrisas de los días.
(Las tumbas conservan sus
viejos temores, los hombres
sus viejos escritos
y los niños nacen
con nuevos
rencores en los labios).
Y allí donde el día se ofrece
(oscuro regocijo de hierbas caídas)
abro mis ojos a la luz del amor
y de tus labios.
invierno
Agosto ha pasado ya.
Duras primaveras
acosan mis olvidados
recuerdos.
(Las cicatrices
del tiempo y del olvido,
lo cicatrices del odio
y el amor,
las llanuras de sangre
abiertas con la mano,
los campos desolados
por la sed y el amor).
primavera
Es la hora de la sangre
y del clamor.
ahí donde vibraban
los viejos clarines,
allí donde sonaban
los viejos sonetos,
vibran y suenan
los días oscuros
del tiempo y del amor.
Los muertos esperan
felices los truenos
pacientes,
y los ríos congelados
aguardan la llegada
del verano.
Verano, viejo sólido,
nada podrás contra
la ardiente tiranía
de la primavera.
verano
Redoblados soplos del amor
sacuden el corazón y los ojos.
(Es la luz de la vida y
de los días. Es el castigo de la
muerte y de las noches).
Recojo y siembro las semillas
del amor;
camino entre noches
oscurecidas por
el vino,
pregunto a la tierra
y a los montes,
arranco montañas
de odios y tumultos:
¿Qué son las tardes
al lado de la paz,
qué son los montes
al lado de los sueños,
qué son los ríos
a lado de las lágrimas,
qué son una sonrisa,
un llanto,
un estremecimiento,
un
rostro,
una
mano
si día a día
mueren
las hierbas
en los campos,
si día a día
caen en sus
noches
los árboles
del amor y
del silencio?
otoño
En los ríos del otoño,
mi sangre, mi muertos,
mi amor, las hierbas caídas,
mis labios, las cicatrices
abiertas,
se fundirán como
una primavera,
se unirán como niños
jugando,
en el eterno renacer
de nuestros corazones.
Epílogo
Sólo soy
un hombre triste
que agota sus palabras