Mikhail Gorbachov

 

Último discurso como Presidente de la URSS

 


Pronunciado: El 25 de diciembre de 1991.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2024.


 

 

Queridos compatriotas, conciudadanos:

Como consecuencia del escenario recién formado, la creación de la Comunidad de Estados Independientes, ceso mis actividades en el cargo de presidente de la URSS. Tomo esta decisión a partir de consideraciones basadas en principios morales. He apoyado firmemente la independencia, la autonomía de las naciones, la soberanía de las repúblicas, pero al mismo tiempo también la preservación de la unión del Estado, la unidad del país.

Los acontecimientos han seguido un curso diferente. La política que prevaleció fue la de desmembrar el país y desunir el Estado, algo con lo que no puedo estar de acuerdo. Y después de la reunión de Alma-Ata y las decisiones tomadas allí, mi posición en este asunto no ha cambiado. Además, estoy convencido de que decisiones de esa envergadura deberían haberse basado en la consulta de la voluntad popular. Sin embargo, voy a seguir haciendo todo lo que esté a mi alcance para que los acuerdos firmados allí conduzcan al verdadero acuerdo en la sociedad, y voy a facilitar la salida de la crisis y el proceso de reforma.

Dirigiéndome a ustedes por última vez en calidad de presidente de la URSS considero necesario expresar mi evaluación del camino que hemos seguido desde 1985, especialmente porque hay gran cantidad de conclusiones contradictorias, superficiales y subjetivas al respecto.

El destino quiso que cuando asumí como jefe de estado ya era evidente que no todo andaba bien en el país. Hay mucho de todo: tierra, petróleo y gas, otras riquezas naturales, y Dios nos ha dado mucha inteligencia y talento, pero aun así vivíamos mucho peor que en los países desarrollados y seguimos atrasándonos más y más.

La razón de ello era ya evidente: la sociedad se ahogaba en las garras del sistema burocrático-autoritario, condenada a servir a la ideología y a soportar el terrible peso de la carrera armamentista. Había llegado al límite de sus posibilidades. Todos los intentos de reformas parciales, y hubo muchos, habían fracasado uno tras otro. El país perdía la perspectiva. No podíamos seguir viviendo así. Había que cambiarlo todo radicalmente.

Es por ello que nunca -ni una sola vez- me he arrepentido de no haber sacado ventaja del puesto de secretario general para únicamente gobernar con un tsar por varios años. Lo considere irresponsable e inmoral. Me di cuenta de que comenzar reformas a tal escala en una sociedad como la nuestra era un asunto difícil y hasta arriesgado. Aun así, sigo convencido de la exactitud de las reformas democráticas que se iniciaron en la primavera de 1985.

El proceso de renovación del país, así como los radicales cambios en el mundo resultaron ser mucho más complicados de lo que cabía esperar. Pero se le debe dar la importancia que merece a lo que se ha conseguido. Esta sociedad adquirió la libertad, se liberó política y espiritualmente, y este es nuestro principal logro, el cual aún no hemos entendido del todo porque no hemos aprendido a usar la libertad.

Sin embargo, se ha llevado a cabo un trabajo de relevancia histórica. El sistema totalitario, que privó al país de la oportunidad de ser exitoso y próspero, hace mucho tiempo que se ha eliminado. Un gran avance se ha logrado en el camino hacia el cambio democrático. Las elecciones libres, la libertad de prensa, las libertades religiosas, los órganos representativos del poder, el sistema multipartidista; todo esto se ha hecho realidad. Los Derechos Humanos son reconocidos como principio supremo.

El movimiento hacia una economía diversa ha comenzado, la igualdad en todas formas de propiedad se está estableciendo, la gente que labra la tierra está reviviendo en el marco de la reforma de tenencia de tierras. Han aparecido agricultores, se está entregando millones de acres de tierra a gente que vive en el campo y en poblados.

La libertad económica del productor ha sido legalizada y el emprendimiento, la participación accionaria, y la privatización están cobrando impulso. Al convertir nuestra economía en una de mercado es importante recordar que todo ello se hace por el bien del individuo. En estos momentos difíciles, todo debe hacerse por su protección social, especialmente para los ancianos y los niños.

Vivimos en un mundo nuevo. La Guerra Fría ha acabado, la carrera armamentista ha cesado, así como el lunático armamentismo que mutilo nuestra economía, psicología y moralidad públicas. La amenaza de una guerra mundial ha sido removida. Deseo reiterar una vez más que, de mi parte, se hizo lo posible durante el periodo de transición por mantener control efectivo sobre las armas nucleares.

Nos abrimos al mundo, dejamos de interferir en los asuntos de otros y de emplear tropas más allá de las fronteras del país, y la confianza, la solidaridad y el respeto fueron devueltos como respuesta. Nos hemos convertido en uno de los principales fundamentos de la transformación de la civilización moderna en base a cimientos de paz y democracia.

Las naciones y los pueblos [de este país] obtuvieron verdadera libertad para elegir el camino de su autodeterminación. La búsqueda de una reforma democrática del Estado multinacional nos ha traído al umbral de la celebración de un nuevo Tratado de la Unión. Todos estos cambios provocaron una gran tensión. Se llevaron a cabo gracias a una fuerte lucha, con una creciente resistencia por parte de las antiguas y obsoletas fuerzas: las antiguas estructura partidarias-estatales, el aparato económico, así como nuestros hábitos, nuestras supersticiones ideológicas, la psicología de esponjar y nivelar a todos.

Se tropezaron en nuestra intolerancia, bajo nivel de cultura política, y temor al cambio. Es por ello que perdimos tanto tiempo. El antiguo sistema se derrumbó antes de que uno nuevo tuviera tiempo de empezar a funcionar, y la crisis en la sociedad se hizo aún más aguda.

Sé de la disatisfacción con la situación actual, de las agudas criticas a las autoridades en todos los niveles, incluso hacia mis actividades personales, pero quiero enfatizar una vez más: cambios radicales en un país tan vasto, y en un país con legado semejante, no pueden ocurrir sin dolor, sin dificultades ni dislocaciones.

El golpe de agosto llevó la crisis general a su límite último. Lo más dañino de esta crisis es la desintegración de la estructura del Estado. Y hoy me preocupa que nuestra gente pierda la ciudadanía de un gran país. Las consecuencias pueden llegar a ser muy duras para todos.

Opino que es de vital importancia conservar los logros democráticos de los últimos años. Ellos han sido pagados con el sufrimiento de toda nuestra historia, de nuestra trágica experiencia. No deben ser renunciados bajo ninguna circunstancia o pretexto, o todas nuestras esperanzas por lo mejor se hundirán. Todo esto lo digo directamente y honestamente. Es mi deber moral.

Deseo hoy expresar mi gratitud a todos los ciudadanos quienes apoyaron la política de renovación del país, que participaron en la implementación de las reformas democráticas. Estoy agradecido a los estadistas, a figuras públicas y políticas, a millones de personas en el extranjero, aquellos que entendieron nuestros conceptos y los apoyaron, que nos dieron la cara y empezaron cooperación sincera con nosotros.

Me marcho dejando mi puesto con aprehensión, pero también con esperanza, con fe en vosotros, en vuestra sabiduría y fuerza de espíritu. Somos los herederos de una gran civilización, y que renazca en una vida nueva, moderna y digna depende ahora de todos y cada uno de nosotros.

Quiero agradecer de todo corazón a todos quienes estuvieron a mi lado por la buena causa todos estos años. Algunos errores podrían sin duda haberse evitado, muchas cosas se podrían haber hecho mejor, pero estoy convencido de que, tarde o temprano, nuestros esfuerzos comunes darán sus frutos, y nuestras naciones vivirán en una sociedad próspera y democrática.

Os deseo todo lo mejor.