Mikhail Gorbachov

 

Del Informe en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética

 

 


Emitido:  16 de junio de 1986
Fuente de la traducción: "Del Informe en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, 18 de junio de 1986", en M. Gorbachov, Moratoria: Recopilación de discursos e intervenciones del Secretario General del CC del PCUS sobre el cese de las pruebas nucleares (enero - septiembre 1986). Editorial de la Agencia de Prensa Novosti, Moscú, 1986, págs. 127-134.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2024.


 

 

 

Camaradas: Permítanme pasar ahora al segundo punto de la agenda del Pleno.

Ya se han publicado los documentos de la reunión ordinaria del Comité Político Consultivo (CPC) de los Estados signatarios del Tratado de Varsovia. ¿Qué decir sobre la trascendencia de ese encuentro? Ante todo, debemos señalar que tuvo lugar inmediatamente después de haberse celebrado los congresos de varios partidos hermanos, y, como es natural, los planteamientos en política exterior de los foros supremos de los partidos se vieron agrupados en el foco del examen colectivo. Esto infundió mayor envergadura y predeterminó la acentuación de las cuestiones de orden estratégico y global.

Se subrayó en particular que el rumbo emprendido por nuestro partido y los demás partidos hermanos hacia la 'aceleración del desarrollo socioeconómico, ha encontrado amplia resonancia internacional y ejercerá, a medida que se vaya cumpliendo, creciente influencia en todo el desarrollo social del mundo. Se señaló que esto es, precisamente, lo que más inquieta a nuestro enemigo de clase.

Se sostuvo un intercambio de pareceres acerca del acontecer en Europa y en el resto del mundo en el tiempo transcurrido desde la reunión del CPC en Sofía y la Cumbre soviético-norteamericana en Ginebra. Todos los camaradas fueron unánimes en que la situación sigue siendo complicada, no hay por ahora fundamentos para hablar de una suavización de la tensión.

Ustedes saben los pasos que hemos emprendido para que no desaparezca la línea positiva derivada de Ginebra, que no se disuelva en la vorágine de la vida internacional. Son también el plan concreto de liquidación de las armas nuclea res para finales de siglo, la moratoria a las explosiones nucleares y las propuestas de destruir las armas químicas. Nuestras iniciativas siempre han trabajado para sanear el clima internacional.

Pero, precisamente las perspectivas de debilitar la tensión se percibe en Occidente, y ante todo por la reaccionaria camarilla gobernante de EE.UU., como una amenaza a sus intereses. Corresponde a los últimos meses y semanas una serie de negativas a las propuestas soviéticas sobre cuestiones cardinales del desarrollo contemporáneo: la negativa a poner fin a los ensayos nucleares; la renuncia a los acuerdos existen tes para los armamentos estratégicos; la negativa a dejar el espacio cósmico libre de armas. A esto hay que agregar la falta de deseos de mantener conversaciones a fondo en Ginebra y Viena.

El desprecio arrogante a los intereses de todos los Estados de Europa, y no sólo de Europa, han evidenciado las acciones de Washington en Berna, tras las cuales se frustró el logro de importantes acuerdos sobre los derechos humanos. Tan sólo por la absoluta renuncia a aceptar las realidades de la época se puede explicar el hincapié de la jefatura de EE.UU. en la pura fuerza, en la fuerza de choque nuclear, en la piratería terrorista, densamente entremezclados en la intransigencia ideológica y el odio. Siguen evaluando la situación mundial de hoy con categorías de la “guerra de las galaxias” y las ojivas nucleares, con la carrera de los armamentos y el chantaje militarista, minando así cada vez más la seguridad tanto del mundo entero como de su país.

Cada día se ve con más evidencia que la auténtica amenaza a EE.UU. no parte de fuerzas foráneas. Esa amenaza está, y en no pequeña medida, en la élite político-militar de ese país, su aventurero comportamiento en la escena mundial.

El XXVII Congreso del PCUS propuso vías razonables para solucionar los problemas planteados ante la humanidad. Nuestros objetivos están absolutamente claros. Estos son: acelerar el desarrollo económico y social del país; la vasta cooperación internacional, beneficiosa para todos; el desarme y la liquidación de las armas nucleares; la paz para la humanidad. De ahí nuestro rumbo político, tanto en el interior del país, como en la arena internacional. Y cuanto mayor número de personas en el mundo conocen la verdad acerca de la política de la Unión Soviética, tanto más partidarios de ella aparecen.

Todo esto es, precisamente, lo que preocupa a los gobernantes del imperialismo. Ven en las iniciativas soviéticas un poderoso obstáculo ante el cumplimiento de sus planes imperiales, orientados a conseguir el dominio mundial y la revancha social. Siendo incapaces de proponer a los pueblos una alternativa histórica pacífica, que responda a los intereses de todos, incrementan la sicosis militarista que, en su opinión, puede congelar el progreso histórico, ayudarles a mantener el poder económico y político. Es más, confían en la posibilidad, aunque sea ilusoria, de impedir el cumplimiento de nuestros planes, de frenar el desarrollo de los países socialistas, desviarnos del rumbo trazado por el XXVII Congreso del PCUS, de detenernos en las redes de la carrera de los armamentos.

Se comprende, camaradas, que frustrar estos planes peli grosos debe ser el objetivo fundamental de nuestra política exterior. La Unión Soviética seguirá plasmando tesoneramente sus iniciativas, que responden a las más recónditas esperan zas de nuestro pueblo, de todos los pueblos del planeta. Pero jamás permitiremos a EE.UU. la superioridad en misiles nucleares. Aquí nuestro rumbo leninista en política exterior, nuestro potencial defensivo, se apoyan en la firme base de la estrategia de aceleración del desarrollo económico y social, que ha elaborado nuestro partido y desplegado en el proyecto del Duodécimo Plan Quinquenal que examinamos.

No se puede dejar en manos del imperialismo la suerte de la paz ni permitir que la reacción imperialista logre imponer a la humanidad el incremento de la confrontación político- militar. Esto sólo significaría el deslizamiento hacia la guerra nuclear. Esta conclusión se dejó sentir en las ponencias de todos los participantes del CPC.

Hemos analizado con nuestros amigos la situación que se configura en las conversaciones de Ginebra con EE.UU.

Ahora surgió esta pregunta: ¿Seguir estancados en las conversaciones de Ginebra, discutiendo con los norteamericanos, lo que a ellos les conviene por completo, o buscar nuevos enfoques, que permitan desbrozar el camino para la reducción de los armamentos nucleares? Tras decidir guiarnos firme mente a la búsqueda práctica de un acuerdo mutuamente aceptable en Ginebra, hemos propuesto a los norteamericanos la siguiente variante intermedia:

a) se logra un acuerdo de no abandono del Tratado de defensa antimisil durante quince años, por lo menos. Los trabajos en el dominio de la IDE se limitan a las investigaciones de laboratorio, es decir, por el umbral al que EE.UU. ya ha llegado de hecho;

b) los armamentos ofensivos estratégicos (misiles balísticos intercontinentales, misiles balísticos transportados y lanzados desde submarinos y bombarderos pesados) se limitan a niveles de paridad. Lo concerniente a los armamentos de alcance medio, que pueden alcanzar el territorio de la otra parte, incluidos los misiles crucero de gran alcance, con base en tierra, en este caso se soluciona por separado.

Esta variante demuestra una vez más el deseo de la Unión Soviética a lograr un acuerdo mutuamente aceptable. Aun que, como se sobrentiende, habríamos preferido convenir una reducción radical, del 50 por ciento, de los armamentos estratégicos ofensivos que alcanzan territorios de ambas partes.

Hemos presentado también un proyecto de acuerdo sobre los misiles de alcance medio en Europa. Hemos acordado que con la correlación cero en este tipo de armas entre la Unión Soviética y Estados Unidos en la zona europea queden los misiles británicos y franceses en el mismo número que ahora hay. Hemos dicho también que no aumentaremos el número de misiles de alcance medio en Asia.

O sea, que la Unión Soviética ha dado nuevos pasos que facilitan la búsqueda de acuerdos mutuamente aceptables en las conversaciones de Ginebra. El tiempo mostrará la actitud de EE.UU. a ese respecto. En todo caso debe quedar claro: si la parte norteamericana hace caso omiso, también esta vez, de nuestras iniciativas, será evidente que la actual Administración de EE.UU. realiza un juego indecoroso en la cuestión de mayor importancia, de la que depende el futuro de la humanidad.

Hoy ha cobrado particular agudeza el problema del cese de los ensayos nucleares. En determinado grado es también consecuencia de la avería en la central átomo-eléctrica de Chernóbil. Este accidente ha mostrado que incluso un escape pequeño de sustancias radiactivas causa males y alarma a miles de personas.

Todas las personas honestas, manifestándonos sincera condolencia y proponiéndonos ayuda desinteresada, vieron en esta calamidad un peligro mucho más serio. Se preguntan a sí mismas y a otras: ¿qué sucederá si el átomo militar escapase al control, por casualidad o mala intención? La explosión tan sólo de una bomba nuclear sería una tragedia bastante más horrible para muchos pueblos. Precisamente en ello reflexionan cada vez más profundamente los habitantes de nuestro planeta.

EE.UU. asume una grave responsabilidad ante la humanidad, al negarse a poner fin a los ensayos con anuas nucleares y no adherirse a la moratoria soviética. El planeta está alarmado por el comportamiento norteamericano, pero la gravedad de la situación invita a multiplicar los esfuerzos por cesar todos los ensayos nucleares, liquidar las armas atómicas.

El accidente de Chernóbil ha sido una calamidad nuestra. Tenemos fuerzas suficientes para superarla. Agradecemos a todos la condolencia y la ayuda con este motivo: la agradecemos sinceramente, de todo corazón. Pero que Chernóbil, como en otros casos cuando el átomo escapó al control humano, sirva de grave advertencia a los que todavía no han cobrado plena conciencia de la amenaza nuclear que se cierne sobre el mundo, a los que continúan considerando el arma nuclear instrumento de la política.

Quiero referirme especialmente a la nueva Cumbre soviético-norteamericana. Estamos por el diálogo con Washington. No cerramos la puerta: es factible un nuevo encuentro con el Presidente de EE.UU. Pero debe comprenderse que para ello se requiere un ambiente que ofrezca perspectivas para lograr acuerdos reales. Se lo hemos dicho ya al Presiden te Reagan y al mundo entero. Esta postura encuentra la comprensión de los amigos.

Ahora bien, ¿cómo procede la Administración de EE.UU.? Sabotea las conversaciones para el desarme, ha declarado su propósito de no observar el SALT-2, que ha “muerto”. En todo el mundo se emprenden acciones que agravan más todavía la situación internacional.

Surge la lógica pregunta de si de verdad desean en Washington otra entrevista o lo suyo no es más que una tentativa de inducir al error a la opinión pública mundial.

La importancia de las reuniones del Comité Político Consultivo la determinan en gran parte las nuevas iniciativas que presentan. La reunión de Budapest se centró en la amplia propuesta, elaborada conjuntamente, de reducir los armamentos convencionales y las fuerzas armadas en toda Europa: desde el Atlántico hasta los Urales. Ustedes conocen el contenido de la misma. Se trata de reducir en los próximos años las fuerzas armadas de ambas partes en el 25 por ciento. Con ello se rechaza también el argumento especulativo de que el desarme nuclear en Europa, si se mantiene el nivel actual de las fuerzas armadas convencionales, pondría a los Estados eurooccidentales en una situación desventajosa. Es significativo el hecho de que Occidente no pudiera rechazar en seguida esta propuesta.

En Budapest se acordaron también algunas otras iniciativas importantes. Se aprobó la idea promovida en Csepel, en la víspera de la reunión, de sumar los esfuerzos de todos los países para estudiar el cosmos con fines civiles, crear con este objeto una organización internacional especial. Esta idea encontró su expresión en la propuesta presentada al Secreta rio General de la ONU. Se examinaron las cuestiones del avance sucesivo del concepto relativo a la creación de un sistema universal de seguridad internacional.

Merece ser destacado especialmente el ambiente constructivo y activo de la reunión de Budapest. Todos los cama- radas —y ello es reflejo de la época— examinaron cuestiones concretas considerando la estrategia general en política exterior de los Estados socialistas aliados. En una palabra, en Budapest se puso de manifiesto la unidad, la colaboración creativa, que enriquece la política internacional del socialismo y da mayor importancia aún a sus acciones en la escena mundial.

Todos los participantes en la reunión señalaron satisfechos que en las labores del máximo foro del Tratado de Varsovia hay en el último tiempo más dinamismo, expeditividad. Los acuerdos aprobados en Budapest son un importante aporte de los países socialistas a la lucha por el saneamiento de la situación internacional.

En general, camaradas, hemos tomado y vamos a seguir tomando todas las medidas posibles para mantener y fortalecer la paz. En esta noble causa sentimos el apoyo activo de los amigos a nuestra postura, de todas las fuerzas pacíficas del planeta.