Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
Camaradas:
Se reúne el Comité Central ampliado del Partido Comunista de España, para examinar nuestra política en el pasado, precisar las tareas del presente y trazar las perspectivas del futuro. Al analizar la política de nuestro Partido, lógicamente tenemos que analizar también la política de los otros partidos amigos y organizaciones que están dentro del Frente Popular o cooperan a la lucha contra el fascismo, para encontrar los puntos de coincidencia que sirvan para consolidar aún más la unión de todos los antifascistas, pues queremos que el Comité Central del Partido Comunista tome acuerdos que guíen y orienten, no sólo a los militantes de nuestro Partido, sino a todas las masas populares de España.
Queremos que al analizar, dentro de algún tiempo, los resultados de nuestra política, no tengamos que decir solamente que nuestra política era justa, sino que podamos decir que nuestra política, que ha sido y es justa, ha sido comprendida y aplicada por todas las masas populares que luchan con nosotros para ganar la guerra. Y si hoy, al comprobar la justeza de nuestra línea política anterior, hemos de lamentar que no se haya aplicado con la rapidez necesaria, tal como exige la situación, no culpemos de ello solamente a los que no han querido aplicarla, sino, también, a nosotros mismos, porque no hemos sabido hacerla comprender con la rapidez necesaria a las grandes masas para llevarla a la práctica. En conseguir esto reside la garantía del triunfo, en esta guerra cruenta que se está ventilando en España.
He aquí por qué, a los ocho meses de guerra, en mi informe sobre las tareas de nuestro Partido en relación con la guerra, he de referirme principalmente a las siguientes cuestiones:
1º Carácter de nuestra lucha.
2º Qué hay que hacer para ganar la guerra:
a) En los frentes de batalla.
b) En el frente de la producción.
c) En la retaguardia.
3º Tareas de nuestro Partido.
En el momento presente, en que, al parecer, arrecian los ataques contra nuestro Partido, creo conveniente recordar que éste no fue solamente el forjador del Frente Popular del bloque de todos los antifascistas, que llevó al pueblo al triunfo electoral del 16 de febrero, sino que fue el único que puso en guardia, de un modo constante y tenaz, a las masas contra las ilusiones nocivas de quienes creían que después del triunfo del 16 de febrero había sido aplastado ya el enemigo y que la República democrática podría, por tanto, desenvolverse y discurrir por cauces normales. Nuestro Partido dio ya la voz de alerta en la resolución del Pleno del Comité Central ampliado, celebrado en marzo del pasado año. Decía aquella resolución:
“La victoria del 16 de febrero, el triunfo del pueblo laborioso, tiene una significación histórica, por haber infligido una derrota a la contrarrevolución.”
Pero, precisamente por eso, porque se trataba solamente de una derrota, después de la cual el enemigo podía rehacer sus fuerzas, la resolución de nuestro Comité Central llamaba la atención sobre el hecho de que,
“...después de esta derrota del enemigo, asistimos a un nuevo reagrupamiento de sus fuerzas y a la adopción de métodos y tácticas que van desde el ofrecimiento de apoyo al Gobierno actual [al Gobierno aquel] -para contrarrestar los efectos de la presión de las masas revolucionarias sobre el mismo- hasta la preparación descarada de desórdenes financieros y políticos (retirada del Parlamento, provocaciones callejeras, organización de la evasión de capitales al extranjero, con la consiguiente depreciación de la moneda, resistencia a la aplicación de los decretos gubernamentales, etc.) con vistas a golpes de fuerza para cortar de raíz las conquistas revolucionarias, instaurando la dictadura sangrienta del fascismo.
Uno y otro hecho demuestran -prosigue la citada resolución del mes de marzo- que asistimos a una polarización enorme de las fuerzas de la revolución y evidencian que estamos en vísperas de amplios combates, de carácter decisivo.”
Esto decíamos al mes del triunfo electoral del pueblo antifascista. Es decir, que nuestro Partido, desde el triunfo electoral de febrero hasta que se produjo la sublevación de julio, expuso claramente que las fuerzas reaccionarias y fascistas no se darían por vencidas, a pesar de haberlo sido por la voluntad popular, manifestada libremente en las urnas, y que era preciso aprestarse a la defensa contra las inminentes agresiones de la reacción y del fascismo. Por eso nuestro Comité Central llamaba la atención del Gobierno surgido de la victoria del Frente Popular hacia el hecho de que:
“...el ritmo de realización de las reivindicaciones populares no corresponde ni a las necesidades inmediatas de las masas, ni a la necesidad de preparar la rápida defensa de este régimen democrático frente a los ataques de la reacción.”
Atento a este peligro, nuestro Partido llamaba seriamente la atención del Gobierno y ponía en guardia a las masas, porque tenía la experiencia viva de hechos pasados. Tenía, sobre todo, la experiencia de la República del 14 de abril, que, como cosa fundamental, debía haber liquidado la base material y social de la reacción y, por no haberlo hecho, permitió que la reacción se rehiciese, y que, en 1933, derrotase al pueblo antifascista. Recogiendo esta experiencia, todavía más dolorosa, del año 34, nuestro Partido hizo grandes esfuerzos por reagrupar a las fuerzas obreras y antifascistas y, a través de la unión de estas fuerzas, poder reconquistar las conquistas económicas perdidas, poder reconquistar la República e impedir que la reacción pudiese proseguir su marcha triunfal en España.
A través de innumerables esfuerzos, pudimos llegar al agrupamiento de las fuerzas obreras y antifascistas, y el 16 de febrero reconquistar la República. Pero al reconquistar la República, había que tener en cuenta la experiencia del pasado, y aquellas medidas que al advenimiento de la República no se habían tomado contra los reaccionarios para liquidar su base material, había que tomarlas en ese momento rápidamente.
Desgraciadamente, vimos que el 16 de febrero tampoco se adoptaron tales medidas. ¿Por qué? Porque nuestro Partido, que era el único que las propagaba, no era lo bastante fuerte para imponerlas.
Por eso yo decía que no es suficiente poner de manifiesto aquí, en el Pleno de nuestro Comité Central, que teníamos razón hace seis años, hace cinco, hace tres, hace uno, y que también tenemos razón hoy. La situación de España es tal que, en pocos meses, en muy pocos, se va a decidir la suerte de nuestro país en un sentido o en otro. Necesitamos, pues, que todo lo que no se hizo antes, se ponga en práctica ahora, y con toda rapidez. Por eso no queremos que este Pleno de nuestro Comité Central sea solamente para los comunistas, sino que queremos que las tareas que se señalen aquí sean asimiladas y puestas en práctica por todas las masas antifascistas de España, para que puedan marchar todas unidas por el camino que traza nuestro Partido, que es el único camino por el cual se puede llegar a ganar la guerra. (Grandes aplausos.)
Después del triunfo del 16 de febrero, nosotros, el Partido Comunista, viendo que no se tomaban medidas de fondo contra la reacción y el fascismo; viendo cómo estas fuerzas se reagrupaban de nuevo y de nuevo ponían en peligro la reconquista de la República; para suplir esa falta de decisión del Gobierno y para reorganizar la defensa armada contra el golpe de fuerza fascista que se veía venir, creamos y desarrollamos, en la medida de lo posible, las Milicias populares, entre las sonrisas irónicas de unos y la inconsciencia de otros, que calificaban de “mascarada” los esfuerzos que hacía nuestro Partido para dar a estas Milicias una organización y una disciplina.
Si entonces se hubieran creado unas Milicias de tipo amplio, no de partido, sino populares -como nosotros propugnamos-, con participación y ayuda de todas las organizaciones del Frente Popular, en el momento de producirse la sublevación hubiéramos dispuesto de un embrión de Ejército Popular que nos hubiese proporcionado rápidamente -rápidamente, entendedlo bien- una victoria contra el enemigo. Además, el Gobierno, que no comprendía toda la gravedad de la situación, se hubiera visto, bajo la presión general de las masas organizadas, en el trance de armar a esas Milicias y entonces tal vez el enemigo, ante la preparación de nuestras fuerzas, no se habría decidido, por el temor de verse aplastado fulminantemente, a desencadenar un movimiento insurreccional.
No pudimos hacer comprender la justeza de nuestra posición y nos encontramos con el levantamiento del 18 de julio. Levantamiento previsto y explicado por nuestro Partido ante España entera, ante todos los partidos, ante todas las fuerzas antifascistas, en el Parlamento y en la calle. Pero, si entonces no pudimos conseguir que se comprendiera nuestra certera línea política, hoy tenemos que lograrlo, porque si no lo logramos, los resultados serán todavía más funestos. Pues así como la incomprensión de entonces permitió que los reaccionarios y fascistas pudieran rehacerse y levantarse en la forma que lo hicieron el 18 de julio, la incomprensión de ahora podría llevarnos a perder la guerra, a pesar de que contamos con todas las condiciones para poder ganarla.
Al hablar del carácter de la lucha actual, para salir al paso de incomprensiones, de graves incomprensiones, es necesario precisar contra quiénes y contra qué se levantaron en armas los generales traidores a la patria y los fascistas. Se levantaron contra todo el pueblo español, contra la voluntad popular, manifestada libremente en las urnas el 16 de febrero. Para justificar su acto criminal, los facciosos han hecho circular, naturalmente, la especie de que desencadenaron una “revolución preventiva”, para impedir la implantación del comunismo en España. Aparte de que, por su tibio carácter social, no puede tacharse precisamente de comunista, ni cosa que lo valga, el programa con el que se fue a la batalla electoral de febrero, es innegable que la lucha electoral que culminó en la victoria del 16 de febrero tenía por objeto la defensa de la República democrática, de sus instituciones, y aspiraba a abrir nuevos cauces a la reivindicaciones del pueblo español. Ese fue el carácter de la lucha desde el primer momento, y ése es el carácter de la lucha todavía hoy, como vamos a demostrar con hechos de la mayor claridad posible.
El carácter de nuestra lucha está determinado por el hecho de que todos -republicanos, anarquistas, comunistas y socialistas- nos proponíamos y nos proponemos destruir las trabas semifeudales de la sociedad española que hacían que, mientras unas castas privilegiadas vivían en el lujo y en la opulencia, la población laboriosa vegetase en la miseria, sufriese hambre y fuese víctima del analfabetismo; nos proponíamos y nos proponemos acabar con eso y crear en nuestro país una vida de progreso y de civilización. Y si nuestra afirmación como comunistas no basta, podemos remitirnos a la justa definición del señor Azaña, Presidente de la República, con la que nosotros estamos absolutamente identificados. Refiriéndose al carácter de nuestra lucha, el señor Azaña decía, en su discurso de Valencia, el 21 de enero de 1937:
“Oigo decir por propagandas interesadas -aunque mi higiene mental me lleva a privarme de ellas cotidianamente-, oigo decir que nos estamos batiendo por el comunismo. Es una enorme tontería, si no fuese una maldad. Si nos batiésemos por el comunismo, se estarían batiendo solamente los comunistas; si nos batiésemos por el sindicalismo, se estarían batiendo solamente los sindicalistas; si nos batiésemos por el republicanismo de izquierda, de centro o de derecha, se estarían batiendo sólo los republicanos. No es eso; nos batimos todos, el obrero, el intelectual, el profesor y el burgués -que también los burgueses se baten- y los sindicalistas y los partidos políticos y todos los españoles que están agrupados bajo la bandera de la República; nos batimos por la independencia de España y por la libertad de los españoles, por la libertad de los españoles y de nuestra patria.”
Nosotros, comunistas, estamos -repito- completamente de acuerdo con esta definición. Por eso luchamos, por eso debemos luchar todos los españoles honrados.
Quiero recordar, para que se comprenda bien, para que no haya lugar a equívocos, cómo nuestro Partido ha dado, en cada fase del desarrollo de la lucha, las consignas adecuadas para cimentar la unión de todos los antifascistas.
Dándose cuenta del nuevo carácter que había adquirido la lucha al mes de empezar la guerra, nuestro Partido lanzó la consigna de ampliar el Frente Popular, de orientarse hacia la unión de todos los españoles. Para esto, tenía en cuenta que la guerra civil se había transformado ya en una guerra de independencia, en una guerra de liberación nacional. Es decir, que ya no estaba planteada solamente la lucha entre la democracia y el fascismo, sino que, situándose en un terreno mucho más amplio, la lucha tomaba ya el carácter de guerra nacional, de lucha por la independencia de España. Y esto lo planteamos nosotros al mes de haberse desencadenado la guerra.
En un manifiesto lanzado el 18 de agosto por el Comité Central de nuestro Partido, decíamos lo siguiente:
“En los primeros momentos, la lucha pudo tener solamente el carácter de una lucha entre la democracia y el fascismo, entre la reacción y el progreso, entre el pasado y el porvenir; pero ya ha roto sus marcos, para transformarse en una guerra santa, en una guerra nacional, en una guerra de defensa de un pueblo que se siente traicionado, herido en sus más caros sentimientos; que ve a su patria, su hogar, el hogar donde reposan sus mayores, en peligro de ser desgarrado, arrasado y vendido al extranjero, la independencia nacional en peligro y, como en las jornadas gloriosas de pasadas luchas, defiende la integridad del país. Toda la España que siente, que piensa, que trabaja, la España de la ciencia, de la cultura, de las artes, del trabajo, las mujeres, los niños, los viejos, los jóvenes, los hombres, impulsados por el mismo anhelo, por el mismo afán, gritan su encendida protesta, empuñan las armas con coraje y se disponen a defender, vendiendo caras sus vidas, el suelo que les vio nacer y que no consentirán sea hollado por la pezuña sangrienta de los traidores a su patria ni por la de los ladrones extranjeros.”
Esto decíamos en un manifiesto a todo el pueblo de España, después de un mes de guerra, y creo inútil hacer las citas necesarias para que se pueda comprender bien la trayectoria seguida por nuestra certera línea política.
Habiendo la guerra adquirido el carácter franco de una guerra nacional, nuestro Partido decía y dice que, armonizar los intereses políticos y económicos de las regiones industriales y las regiones agrícolas, sólo mediante la unión del pueblo español y mediante la alianza fraternal de los pueblos de Cataluña y Euskadi, es posible ganar la guerra. Hoy más que nunca, es necesario reforzar la unión del pueblo español, de todo el pueblo español. Quien piense que un partido, que una organización sindical, que una fuerza cualquiera, por grande que ésta sea, puede dar soluciones por sí sola a la situación presente, a una guerra como la nuestra -guerra a que nos han arrastrado los fascistas- realiza una labor contraria a nuestra causa, porque deshace o mina la unión de todas las fuerzas que están en condiciones de luchar, que están dispuestas a luchar por la independencia de España.
Hoy más que nunca, es necesario reforzar todos los elementos y factores de unión, y cuando alguien apunte la cuestión, por ejemplo, de que los republicanos se han quedado ya atrás, de que no están a la altura de la situación o de que los socialistas o los anarquistas quieren ir más allá que los comunistas, o de que cualquier otro partido u organización sindical se arroga porque sí el derecho exclusivo a dirigir los destinos de la guerra de nuestro país, hay que hacerle comprender, con todos los argumentos necesarios, con la mayor claridad posible, que hoy más que nunca necesitamos la unión de todas las fuerzas antifascistas. Pues la situación creada por la guerra es tal que, por mínima que sea una fuerza antifascistas, si es honrada, ha de estar completamente unida en este bloque, porque todas, absolutamente todas, son necesarias y no cabe pensar ni orientarse hacia Gobiernos de tipo sindical, hacia Gobiernos de un sólo partido ni hacia Gobiernos de cualquier otro tipo, hacia nada que no sea un Gobierno de Frente Popular.
Que lo oigan quienes deben oírlo: hoy no hay más Gobierno posible, en España, que un Gobierno en que estén representadas todas las fuerzas que están en el frente y en la retaguardia para ganar la guerra. (Aplausos)
Quiero, a lo largo de mi discurso, señalar, con toda clase de detalles, las diferentes posiciones mantenidas ante estos problemas, para demostrar a dónde nos puede conducir semejantes errores o incomprensiones de partidos políticos o de organizaciones sindicales.
Nuestra lucha, de hondo contenido nacional, tiene también un marcado carácter internacional. Este carácter internacional de nuestra lucha ha sido definido, en pocas palabras, pero de una manera genial, por nuestro gran camarada Stalin, y explicado con cierta amplitud por el camarada Dimitrov. Stalin, en su histórico telegrama al Comité Central de nuestro Partido, dice lo siguiente:
“Al ayudar en lo posible a las masas revolucionarias de España, los trabajadores de la Unión Soviética no hacen más que cumplir con su deber. Se dan cuenta de que el liberar a España de la opresión de los reaccionarios fascistas no es asunto privativo de los españoles, sino la causa común de toda la humanidad avanzada y progresista.”
El camarada Dimitrov, comentando en un artículo escrito a fines del año pasado esta definición dada por Stalin del carácter internacional de nuestra lucha, afirma lo siguiente:
“No debemos olvidar que, para acelerar y facilitar la victoria del pueblo español -que a costa de su sangre, defiende, no sólo su libertad y su independencia, sino también las libertades democráticas de los otros pueblos, así como la causa de la paz- es necesario reforzar aún más las acciones de solidaridad del proletariado internacional y de todas las fuerzas democráticas.”
He aquí, en pocas palabras, maravillosamente definido, el carácter y la significación internacional de nuestra lucha en España.
Queda, por tanto, establecido que el triunfo de España sobre el fascismo representar un empuje formidable para el desarrollo, para el progreso de la democracia, no solamente en España, sino también en Francia, en Inglaterra y otros países. Nuestro triunfo, el triunfo definitivo de la República democrática en España, tendrá una enorme repercusión en la situación política de Alemania, de Italia y de todos los países hoy dominados por el fascismo, pues señalar a éstos el camino para libertarse de la tiranía fascista. En cambio, si llegáramos a perder la guerra -que no la perderemos, porque nuestro Partido está alerta y, si los que tienen el deber de no desmayar en la lucha desmayaran, movilizaría hasta el último recurso en hombres y materiales para no salir derrotados en esta lucha-, pero, permítaseme esta hipótesis, si ocurriera esto, el golpe terrible sería para toda la democracia, no sólo para la democracia española, sino también para la democracia mundial; significaría un ascenso, aunque fuese momentáneo, del fascismo internacional, y una ola de terror y de barbarie que asolaría al mundo, precipitando a todos los pueblos en la guerra.
Por eso nosotros, ante las necesidades que la guerra nos plantea y teniendo en cuenta que habremos de afrontar enormes sacrificios para ganarla, queremos crear rápidamente las condiciones de la victoria.
Y, si bien es verdad que todos los obreros y todas las fuerzas democráticas de los distintos países tienen la obligación, el deber ineludible, de ayudar a la España republicana, de intensificar sus esfuerzos para venir en nuestra ayuda, no podemos desconocer que es a nosotros, a los españoles, a quienes incumbe la responsabilidad de crear las condiciones para la victoria, puesto que a nosotros también cabrá el honor de salir triunfantes de esta gran lucha. Esto nos obliga a hacer que de este Pleno de nuestro Comité Central salgan las resoluciones que nos permitan comprender a nosotros y a todo el pueblo dónde y en qué punto debemos concentrar nuestros esfuerzos para lograr el triunfo con la mayor rapidez posible.
Dado el carácter de la lucha que se está ventilando en España y su repercusión internacional, es necesario definir, declarar, para que lo comprendan todos, por qué luchamos. Luchamos por la República democrática, por una República democrática y parlamentaria de nuevo tipo y de un profundo contenido social. La lucha que se desarrolla en España no tiene por objetivo el establecimiento de una República democrática como puede serlo la de Francia o la de cualquier otro país capitalista. No; la República democrática por la que nosotros luchamos es otra. Nosotros luchamos por destruir las bases materiales sobre las que se sientan la reacción y el fascismo, pues sin la destrucción de estas bases no puede existir una verdadera democracia política.
En nuestra lucha, perseguimos el aniquilamiento de las bases materiales de la España semifeudal, arrancando de cuajo las raíces del fascismo; es decir, aspiramos a conquistar y a consolidar lo que no logramos ni el 14 de abril ni después del triunfo electoral del 16 de febrero.
He ahí donde reside el sentido de nuestra lucha; he ahí lo que puede explicar por qué nosotros defendemos la República democrática y parlamentaria. Y esto es necesario que lo sepan todos; es necesario que todos sepamos a dónde vamos y qué queremos y quiénes han sido siempre los enemigos del pueblo, los que constituían las castas que dominaron secularmente España.
Necesitamos aniquilar a los grandes terratenientes que han participado en su totalidad en la rebelión militar fascistas; necesitamos llevar a cabo la nacionalización de sus tierras, entregándoselas a los obreros agrícolas y a los campesinos, para que las trabajen, individual o colectivamente.
Necesitamos también destruir el poderío económico y político de la Iglesia, que era un centro de conspiración contra los intereses de las masas populares y uno de los puntales más firmes de la España semifeudal, y para esto debemos ir a la confiscación y nacionalización de sus bienes. Bien entendido que el combatir a la Iglesia en su estructura económica y política semifeudal no equivale a combatir la religión, sino al contrario, pues sólo una España republicana y democrática, liberal y progresista, podrá asegurar la libertad de culto de nuestro país.
Necesitamos ir también a la liquidación del militarismo, del espíritu de casta, alma de un Ejército puesto al servicio de la España semifeudal como instrumento de represión de las aspiraciones progresistas del pueblo y como parte integrante de las fuerzas de la reacción, enfeudada a los fascismos alemán e italiano, promotores de guerras y esclavizadores de pueblos. En lugar de este viejo Ejército militarista, hay que cimentar y desarrollar un gran Ejército Popular con cuadros fieles a la causa de la República, del progreso y de la paz, única garantía para la consolidación de las conquistas ya logradas y la defensa de una España libre, próspera y feliz.
Tenemos que desarticular asimismo las grandes oligarquías financieras, bancarias e industriales íntimamente vinculadas a los grandes terratenientes y a la Iglesia, que obstruían el desarrollo normal de la economía del país. Es necesario proceder a la nacionalización del Banco de España y de las industrias básicas del país, como único medio de coordinar y financiar la producción, para hacer frente a las necesidades del frente y de la retaguardia.
Además de estos puntos fundamentales, cuya solución significa la desaparición de las castas semifeudales que dominaban en España y la transformación de la base material y social de nuestra nueva República democrática y parlamentaria, hay que ir, como complemento de lo que debe ser ésta, al establecimiento del verdadero sufragio universal, a la participación directa de todo el pueblo en las elecciones y en los puestos de dirección política y económica del país. Así iremos derechamente a la instauración de una verdadera democracia, que permitir abrir amplios cauces al progreso económico, político y cultural de nuestro pueblo.
Esa es la República democrática y parlamentaria de nuevo tipo por la que lucha nuestro Partido, y con nuestro Partido todo el pueblo español.
Y ahora, yo pregunto: ¿En qué medida han sido destruidas esas bases materiales de la reacción y el fascismo? En todas las provincias en que nosotros dominamos, ya no existen grandes terratenientes; la Iglesia, como fuerza dominadora, tampoco existe; el militarismo también ha desaparecido para no volver; tampoco existen los grandes banqueros, los grandes industriales. Esta es la realidad. Y la garantía de que estas conquistas no pueden perderse jamás, la tenemos en el hecho de que las armas están en manos del pueblo, del verdadero pueblo antifascista, de los obreros, de los campesinos, de los intelectuales, de los pequeños burgueses, que fueron siempre esclavos de aquellas castas. Esta es la mayor garantía de que lo pasado no podrá volver. Y precisamente por eso, porque tenemos la garantía de que nuestras conquistas no han de malograrse, no debemos perder la cabeza y saltar por encima de la realidad, intentando implantar, ya sean ensayos de “Comunismo libertario”, ya sean ensayos de “socialización” en cualquier fábrica o en cualquier aldea. Estamos viviendo en España una etapa de desarrollo de la revolución democrática, cuya victoria exige la participación de todas las fuerzas antifascistas y esos ensayos sólo pueden servir para ahuyentar y alejar a estas fuerzas.
¿Cómo pueden darse semejantes hechos? Se dan porque no todos han comprendido el carácter de esta lucha.
Para comprender la fuente de muchos de los errores que se cometen en la situación actual, es preciso examinar, aunque sea muy a la ligera, la posición adoptada por las diversas organizaciones sindicales y políticas frente a la posición mantenida por nuestro Partido de defensa de la República democrática.
Los socialistas, una gran parte de nuestros camaradas socialistas, cuando el Partido Comunista planteaba la necesidad de abrazar la defensa de la República democrática, mantenían la posición de que la República democrática ya no tenía razón de ser y abogaban por la instauración de una República socialista, divorciando así, por tanto, a las fuerzas obreras de las fuerzas democráticas, de las capas pequeño-burguesas y populares del país. Era natural que nuestra política de agrupar a todas las fuerzas democráticas con el proletariado tropezase con ciertas dificultades al no comprender algunos camaradas socialistas que, dado el carácter de la guerra que se había desencadenado en España, no era éste el momento de hablar de República socialista, sino simplemente de una República democrática de hondo contenido social. Por su parte, los anarquistas se pronunciaron por el “comunismo libertario”, y de la consigna de la “CNT se basta a sí misma”, pasaron a la de “Alianza revolucionaria entre la UGT y la CNT” para llegar a la formación de un Gobierno de tipo sindicalista, con la mira de llevar a cabo inmediatamente la “revolución social”.
Los republicanos, si bien declaraban que no era posible el retorno a una República del tipo de la del 14 de abril, se resistían, por lo menos gran parte de ellos, a aceptar programas sociales avanzados que pudieran dar a la República un contenido económico y político de nuevo tipo.
Estas posiciones anteriores explican cómo el hecho de no haber comprendido claramente el carácter de nuestra lucha es lo que lleva a organizaciones y partidos afines al nuestro a adoptar actitudes extremistas que en nada benefician a la causa del pueblo, pues, lejos de llevarnos rápidamente a la victoria, entorpecen grandemente el logro de ésta. A estas posiciones equivocadas responden esos ensayos prematuros de “socialización” y “colectivización”. Si, en los primeros momentos, estos ensayos tenían su justificación en el hecho de que los grandes industriales y terratenientes abandonaron las fábricas y los campos, y había necesidad de hacerlos producir, luego ya no fue así. La cosa fue explicable en el primer momento. Era natural que entonces los obreros se adueñaran de las fábricas que habían sido abandonadas, para hacerlas producir, fuese como fuese, y evitar que se paralizara la producción. Y lo mismo puede decirse con respecto a los campesinos; era natural que en los primeros días se adueñaran de las tierras con el propósito de hacerla s producir, e incluso que las trabajasen sin un método racional. Repito que esto es explicable, y no lo vamos a censurar. Pero esto, como digo, estaba bien al comienzo de la rebelión. Hoy, no. Hoy, cuando existe un gobierno de Frente Popular, en el que están representadas todas las fuerzas que luchan contra el fascismo, eso no es aconsejable, sino contraproducente. Ahora, hay que ir rápidamente a coordinar la producción e intensificarla bajo una sola dirección para abastecer de todo lo necesario el frente y la retaguardia. Persistir ahora en esos ensayos es ir contra los intereses que se dice defender. Lanzarse a esos ensayos prematuros de “socialización” y de “colectivización”, cuando todavía no está decidida la guerra, en momentos en que el enemigo interior, ayudado por el fascismo exterior, ataca fuertemente nuestras posiciones y pone en peligro la suerte de nuestro país, es absurdo y equivale a convertirse en cómplices del enemigo. Semejantes ensayos revelan la incomprensión del carácter de nuestra lucha, que es la lucha por la defensa de la república democrática, en la que pueden y deben converger todas las fuerzas populares del todo necesarias para ganar la guerra.
Se habla de que los comunistas han renunciado a su programa revolucionario. No; lo que sucede es que nosotros nos atenemos a la realidad de la lucha y a las necesidades de la guerra. Y, para justificar nuestra conducta, bastará con aducir una serie de hechos que se han producido en España desde el comienzo de la guerra civil. En algunos pueblos de las provincias aragonesas y de otras regiones, se ha proclamado el “comunismo libertario”. Como primera providencia, se ha abolido el dinero -en algunos sitios, se ha llegado incluso a quemarlo- por entender que no era necesario. Pues bien: ese “comunismo libertario” ha durado lo que ha tardado en vaciarse la despensa; en el momento en que se agotaron las reservas acumuladas en los pueblos respectivos, hubo que poner fin al sistema, pues se comprendió prácticamente que no era posible continuar tales ensayos. Y otro tanto ha sucedido con respecto a la “socialización” y “colectivización” precipitada de las fábricas o de las tierras; en seguida se ha visto lo nocivo de estos ensayos, que sólo han servido para desorganizar la producción. Hoy, hace falta producir más que nunca; y semejantes ensayos ponen en peligro la economía del país y la situación de los frentes de batalla.
También con la vivienda se han hecho ensayos de colectivización, y un comité o una organización cualquiera ha comenzado a cobrar los alquileres, con desconocimiento absoluto del Gobierno del frente Popular y con olvido de sus órganos legalmente constituidos: ayuntamientos y diputaciones. Y esos ensayos de “socialización” de las viviendas sólo han servido, para engrosar las cajas de algunos Comités u organizaciones sindicales y para debilitar la economía del país en este período tan duro de la guerra.
Nosotros no hemos hecho abandono de nuestro programa revolucionario porque no nos hayamos sumado a esos ensayos nefastos. Lo que ocurre es que, hoy, no puede haber más programa revolucionario que el que plantea ante el pueblo el Partido Comunista. Con arreglo a una situación determinada, nosotros trazamos una táctica y una estrategia. Es decir, que nosotros, marxistas-leninistas, aplicamos en cada situación concreta la táctica y la estrategia que corresponde a esa situación, y todo el que pretenda saltarse etapas, con nombres rimbombantes, queriendo hacer lo que no es posible hacer se estrellará contra las dificultades de la situación. Pero no es lo malo que ellos se estrellen; lo malo es que, con su incomprensión, comprometen la causa de todos y ponen en peligro la libertad de España. Por eso nosotros queremos que sea escuchada por todos la voz de nuestro partido y que se tenga presente que nuestra política, que nuestra táctica realista, es acertada hoy, como lo era ayer. Nosotros creemos que somos mucho más revolucionarios planteando los problemas en sus verdaderos términos, con arreglo a la situación concreta por que atravesamos, que remontándonos a las nubes y haciendo abstracción de las realidades terrenales.
No obstante lo expuesto, y pese a los ensayos “socializadores” aventurados en estos últimos tiempos, podemos apreciar una mejoría en la situación política desde el comienzo de la guerra hasta la fecha y hay que reconocer que se han dado algunos pasos importantes hacia la compresión de la situación que tenemos planteada.
El programa en torno al cual se agrupó el Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero fue, a pesar de su debilidad política, el primer paso serio hacia la unión de todas las fuerzas antifascistas por una república democrática y parlamentaria, con el contenido social ya explicado por nuestro partido. El afianzamiento de la situación política consiste en lo siguiente; en el reconocimiento de nuestra consigna de defensa de la República democrática por los partidos y organizaciones sindicales que están en el Frente Popular; en el reconocimiento de la autoridad legalmente constituida; en el hecho de que funcione el Parlamento; en el hecho de haberse organizado las diputaciones provinciales y los ayuntamientos; en la supresión paulatina de los comités que venían suplantando a estos organismos del aparato democrático estatal; en el reconocimiento del orden y de la legalidad republicana; en el funcionamiento de los tribunales populares legales; en la aplicación de los medios coercitivos contra los enemigos de la República y de la patria a través de la policía y del Cuerpo de Seguridad, dependientes del Gobierno; en la creación del Ejército Popular. Los partidos y organizaciones sindicales reconocen asimismo la necesidad del servicio militar obligatorio, del mando único, de la depuración del ejército, eliminando de él a los elementos incapaces y a los enemigos del régimen; la necesidad de promover a los nuevos mandos militares salidos del pueblo; la necesidad de coordinar la producción industrial sobre el principio de la planificación y aumento de la producción. Al mismo tiempo, se reconoce la necesidad de respetar los bienes, las propiedades y los productos del pequeño campesino y de aceptar, en principio, el derecho del obrero agrícola y del campesino a trabajar la tierra individual o colectivamente, según su libre decisión; la necesidad de organizar a las masas campesinas en sindicatos o cooperativas, y de coordinar la producción agrícola con vistas a producir más y mejor para las necesidades de la guerra y de la retaguardia.
El hecho de que todos los puntos políticos de importancia fundamental sean reconocidos ya por los partidos y las organizaciones sindicales encuadrados en el Frente Popular y representados en el Gobierno representa un gran paso, un paso considerable. Pero el problema fundamental, hoy día, no es sólo la comprensión, el conocimiento de la justeza y de la necesidad de la realización práctica de estos problemas: lo importante, hoy, es el ritmo de la realización. Hemos necesitado pasar por ocho meses de guerra para que se comprendiese este cúmulo de problemas que el Partido Comunista venía planteando ya desde el primer día de guerra; muchos de ellos, antes ya de estallar ésta. No podemos esperar otros ocho meses a que todas estas cuestiones, que deberían ser claras para todo antifascista, puedan llevarse a la práctica. No podemos esperar tanto tiempo para convertirlas en realidades. En muy poco tiempo, en el plazo perentorio que la gravedad de la situación económica y militar nos impone, el Gobierno del Frente Popular, gobierno que se halla asistido por todas las fuerzas en él representadas, y teniendo en cuenta que todas ellas coinciden en la necesidad de realizar la política que acabo de enunciar, debe realizarla y hacer que se cumplan sus decisiones. Si el Gobierno no adopta las disposiciones necesarias para que estas medidas de carácter económico, militar y político, que son indispensables para ganar la guerra, se pongan en práctica en muy pocos días -porque la situación, no admite espera-, ya que para ello cuenta con toda clase de facilidades y con el apoyo del pueblo; si el Gobierno a pesar de estas facilidades y de estos apoyos con que cuenta, no es capaz de poner en práctica lo que la situación exige, será un gobierno condenado al fracaso. O el Gobierno pone en práctica las medidas necesarias para ganar la guerra, o el Gobierno tiene que dejar de ser Gobierno. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Clamorosa ovación.)
Los ocho meses de guerra, el problema del ritmo, de la rapidez en la realización de las decisiones, desempeña un papel decisivo. ¿Os imagináis el resultado que hubiéramos alcanzado, desde el punto de vista de los resultados de la guerra, si desde el primer momento se hubiesen puesto en práctica nuestras consignas de crear un ejército regular sobre la base del servicio militar obligatorio, de implantar el mando único, de crear reservas, de desarrollar una poderosa industria de guerra, etc., etc.? Si se hubiese puesto en práctica todo esto, el enemigo no solamente no estaría a las puertas de Madrid ni habría conquistado Málaga y otras plazas, sino que le tendríamos cercado en los últimos reductos del país y ya estaría, definitivamente decidida a nuestro favor la suerte de la guerra. (Aplausos.) ¿Cómo es posible que no se haya comprendido todavía una cosa tan elemental que constituye el abecé de la guerra, como es la utilización de todas las fábricas para hacerlas producir para el frente? ¿Cómo es posible que no tengamos, además de las fuerzas movilizadas en los frentes, cien mil hombres preparados como reservas, orgánicamente adiestrados, disciplinados, iniciados en el arte militar? Si se quisiera de verdad, se podrían poner, aparte de las fuerzas que están en los frentes, a cien mil, a ciento veinticinco o a ciento cincuenta mil hombres en condiciones de saber el arte militar, como reserva para relevar y dar descanso a las tropas del frente, para construir parapetos, para hacer trincheras y obras de defensa, para arreglar carreteras, mientras no haya armas para armarlos y equiparlos como unidades regulares. De este modo estas reservas, verdaderamente orgánicas y dotadas de conocimientos militares podrán, cuando dispongan de las armas necesarias, ir a aquellos frentes donde la propia situación lo exija y, al mismo tiempo, cada brigada, división o batallón destacados en el frente sabrán que tienen detrás una reserva, que no se verán en el trance de permanecer meses y más meses en los parapetos, sin que haya posibilidad de relevar a unas fuerzas que están cansadas y que no pueden rendir lo mismo que las de refresco. Esto lo comprende cualquiera. Y si no lo comprende quien tiene el deber de comprenderlo, que nos den las facultades y la autorización necesarias, y nuestro Partido se compromete, durante ese mes de que hablo, a poner en pie de guerra esas reservas y entregarlas al Gobierno... (Grandes y prolongados aplausos.)
Paso ahora a examinar cuáles son las tareas fundamentales que la situación exige resolver:
Consolidación del Ejército del Pueblo. Estos problemas deben ser resueltos por todas las organizaciones que integran el Frente Popular, y en primer término por el Gobierno. Necesitamos un Ejército Popular y un mando único. Esto es hoy cosa reconocida por todos. Todos comprenden que nuestra guerra cobra el carácter de una contienda de tipo europeo, es decir, de una guerra en la que el enemigo dispone, no sólo de un Ejército aguerrido, con todos sus cuadros técnicos y de mandos en manos de jefes de los ejércitos alemanes e italianos, de un Ejército adiestrado para la guerra imperialista, sino que dispone, además, de los medios más modernos de destrucción, y en cantidad considerable: escuadrillas completas de aviones de bombardeo y de caza, compañías de tanques, artillería, armas automáticas de todas clases, armamento modernísimo destinado a servir para la guerra imperialista que preparan los fascismos alemán e italiano. Y, si bien el enemigo no dispone de grandes contingentes de fuerzas nacionales, tiene en cambio fuerzas regulares sacadas de los ejércitos alemán e italiano, y tiene, sobre todo, cuadros técnicos y de mando, lo que hace que la guerra tome un carácter extraordinariamente cruento.
Frente a este ejército del enemigo, nosotros tenemos el nuestro en formación, que es inagotable en masas de soldados, para oponerlos al enemigo en cantidades considerables. Poseemos también las armas modernas necesarias para el combate. Pero es necesario e indispensable aprender a dominar la técnica. Es preciso dominar la técnica y aprender el arte militar, porque la guerra, como decía, es una ciencia y a la vez un arte. No basta tener razón, como se figuran algunos románticos; no. Hay que estar prestos y preparados para hacer valer esta razón por la fuerza. Frente a un ejército imperialista de invasión, es necesario poner otro Ejército Popular de independencia nacional, consciente de los objetivos por que lucha, pero suficientemente disciplinado y capaz de sacar todo el rendimiento posible de los medios técnicos que han puesto en sus manos. Indiscutiblemente, se han hecho progresos enormes en lo que se refiere a la formación del Ejército Popular; pero el proceso de formación de este Ejército no ha terminado todavía, ni mucho menos. Quien sostenga lo contrario, no comprende la potencia del adversario, ni podrá crear las condiciones necesarias para ganar la guerra.
La creación de nuestra Ejército, en España, ha pasado por tres fases fundamentales. En su primera fase, en el momento de la traición de los mandos militares, que arrastraron consigo a la rebelión a una gran parte del Ejército, desarticulando el resto, hubo necesidad de armar con las pocas armas de que se disponía a una parte del pueblo, y, unido éste a los militares y fuerzas armadas leales a la República, se pudo hacer frente a los insurrectos, improvisando las primeras formaciones militares. La parte del pueblo que pudo armarse asestó golpes importantes al enemigo, fue batiéndole en varios puntos del país y, con las armas arrebatadas a los insurrectos, pudo crear unas Milicias más o menos articuladas, que obligaron al enemigo a capitular en algunas partes del país, a retroceder en otras, conteniéndole en infinidad de puntos. Es el período que podríamos llamar período romántico de la lucha. Se creía que nuestra lucha se ventilaría solamente contra los militares traidores y las escasas fuerzas nacionales arrastradas por ellos a la traición. Partiendo de esta hipótesis, se pensaba que la guerra civil habría de liquidarse rápidamente en favor del Gobierno de la República. A las pocas semanas de lucha, se vio ya que el enemigo recibía ayuda en armas y municiones de los fascismos alemán, italiano y portugués, y que la posesión de las armas y la capacidad de manejarlas eran factores cada vez más decisivos para inclinar la lucha a favor de los rebeldes o del Gobierno de la República. En este momento, viendo el carácter que adquiría la lucha, nuestro Partido lanzó la consigna de crear un Ejército regular y de conseguir las armas y elementos necesarios para que este ejército regular pudiese luchar con eficacia. No se nos escuchó, y es entonces cuando se inicia la que podemos caracterizar como segunda fase de la lucha.
En esta segunda fase, el enemigo, con ayuda de los técnicos militares extranjeros, disciplinó y encuadró en sus filas a tropas marroquíes y nacionales y del Tercio. Disponiendo ya de aviación, de tanques y de las armas automáticas necesarias, inició la ofensiva del sur para unir su frente con el del norte, desplegando luego la ofensiva del valle del Tajo, que le llevó hasta las puertas de Madrid. Durante este período, en vez de crear el Ejército Popular, en vez de preparar las necesarias reservas, instruidas y disciplinadas, aptas para el manejo de las armas, se continuó con las Milicias y no se prepararon las reservas. Esto trajo como consecuencia que, cuando se pudo disponer de armas, éstas se ponían en manos de hombres animados de la mejor voluntad, sin duda alguna, pero desconocedores del arte militar y sin capacidad para defenderse o atacar a un enemigo adiestrado militarmente y pertrechado de todos los elementos bélicos más modernos. Unido esto a la traición de jefes militares inseguros, a quienes no se supo o no se quiso apartar de los puestos de mando, fuimos de derrota en derrota hasta las mismas puertas de Madrid. Nuestro partido, que predica siempre con el ejemplo, logró, a través de dificultades sin cuento, disciplinar e instruir en el manejo de las armas a decenas de millares de milicianos, por medio del 5º Regimiento; fuerzas éstas que fueron lanzadas a las posiciones más difíciles, cuando había sido roto el frente por el enemigo, o movilizadas como fuerzas de choque para contener su avance. ¿Quién no conoce, no solamente en España, sino fuera de España también, lo que ha representado el 5° Regimiento para nuestra lucha? ¿Dónde no se habla del 5° Regimiento? ¿Dónde, en qué frente no hay héroes del 5° Regimiento? Su organización, su disciplina, todo lo que representó de abnegación y heroísmo el comienzo de la formación del Ejército Popular, eso era el 5º Regimiento. Centenares de mandos sacados del pueblo salieron de sus filas. Setenta mil hombres del 5° Regimiento que en los momentos más difíciles, sobre todo en Madrid, supieron hacer morder el polvo al enemigo.
Esta obra, que tropezó con muchas dificultades, porque en las esferas oficiales no se comprendía la necesidad de la creación del Ejército Popular, fue la obra del Partido Comunista. El Partido Comunista no podía consentir que se continuara armando al pueblo en la forma en que se hacía, pocas horas o pocos días antes de lanzar a los hombres a los combates, sin instrucción ni disciplina militar. Las Milicias marchaban al frente en malísimas condiciones de organización e instrucción militar, con un desconocimiento casi absoluto del manejo de las armas. Y así, tuvimos las experiencias trágicas de Oropesa, de Talavera, de todos los encuentros del valle del Tajo, en que el enemigo, en sus avances sobre Madrid, aniquilaba miles y miles de hombres, de milicianos desconocedores del arte militar. Y nosotros, que sentimos mucho las vidas de los hombres, de los obreros, de los campesinos, de todos los antifascistas, nos esforzamos por corregir aquellas faltas mediante la organización del 5° Regimiento, creando el 5° Regimiento, y no precisamente para tener un regimiento del Partido Comunista. El 5° Regimiento no fue eso, sino una organización militar del Frente Popular y al servicio del Frente Popular. Y, cuando logramos que se impusiesen las normas de organización militar que habían de aplicarse a toda España para organizar un Ejército Popular, dijimos al Gobierno: “Ahí está el 5° Regimiento, sus hombres, su organización, su aparato, para que se incorpore al ejército regular.” Eso hicimos, pero al mismo tiempo que hacemos esto le decimos al Gobierno: “Al entregarte el 5° Regimiento, sólo te pedimos que su ejemplo sea seguido en toda España, que se creen reservas cómo supo crearlas el 5° Regimiento, y si no se hace eso, es que no se ha comprendido nada en absoluto de lo que representa esta guerra atroz que está asolando a España”. (Grandes aplausos.)
Cuándo el enemigo estuvo ya cerca de Madrid, fue el 5º Regimiento y fue también el Comité provincial de nuestro partido en Madrid, siguiendo instrucciones del Comité Central, quiénes lanzaron la consigna de defender Madrid a toda costa, a todo trance, movilizando para esto, no sólo sus propias fuerzas, sino todas las del Frente Popular. ¿Cómo se operó el fenómeno de que las mismas tropas qué habían sido batidas desde Oropesa, Talavera y Toledo, hasta las mismas puertas de Madrid, realizaran luego la magnífica gesta de defenderse atacando, gesta que ha conmovido, no sólo a España, sino al mundo entero? Fue posible gracias a diferentes factores.
Primero. Porque el concepto de la disciplina y del principio del encuadramiento según las reglas del arte militar había prendido y había arraigado entre las masas de milicianos concentrados alrededor de Madrid, porque al frente de los milicianos había jefes probados en la lucha y que nuestro partido supo sacrificar para que sirvieran de ejemplo en los combates a sus mejores fuerzas de choque.
Segundo. Porque la intervención en la lucha de las primeras fuerzas de la Brigada Internacional vino a demostrar al pueblo español, que tanto había sufrido a consecuencia de la llamada política de “no intervención”, que la solidaridad del proletariado y de los pueblos democráticos del mundo no era una palabra vana, sino que se manifestaba con fuerza extraordinaria en los mejores elementos de la clase obrera y de la democracia. Esta participación constituyó un factor moral de gran importancia, para elevar el espíritu combativo de los defensores de Madrid.
Tercero. Porque nuestras fuerzas armadas, nuestras Milicias, empezaban a disponer de los medios bélicos necesarios para hacer frente al enemigo. Ya no éramos batidos diariamente por la aviación enemiga sin poder contestar a sus criminales ataques. Nuestra aviación devolvía golpe por golpe, demostrando su superioridad sobre la del enemigo. A los tanques enemigos se oponían nuestros tanques, a sus piezas de artillería y ametralladoras contestaban nuestra artillería y nuestras ametralladoras. Todos estos hechos acrecentaron la confianza de los combatientes, la posibilidad de defenderse y pasar al contraataque.
La tercera fase de la lucha se caracteriza por el hecho de que el enemigo, que, después de los triunfos conseguidos en el valle del Tajo, gracias a su superioridad en armamento, creía que la conquista de Madrid, y con ella el triunfo en toda España, sería nada más que un paseo militar, se dio cuenta de que, a pesar de poner en juego todas sus reservas de moros y legionarios y utilizar la ayuda de los técnicos extranjeros, no estaba en condiciones de poder vencer. Recurrió entonces a sus aliados y mentores, los fascismos alemán e italiano, para que, además de los técnicos y de las armas, le enviaran contingentes sacados de los ejércitos alemán e italiano, con el fin de poder hacer frente a las tropas republicanas. La guerra toma desde este instante un carácter abierto de guerra de independencia nacional contra un ejército imperialista de invasión que domina la técnica moderna y que despliega toda su capacidad técnica militar para obtener la victoria. Frente a esta situación, ya no sólo son insuficientes las formaciones armadas de milicianos, sino que se hace imprescindible crear un ejército nacional poderoso, capaz no sólo de atender las necesidades del frente en hombres, sino de constituir las reservas necesarias para organizar relevos y contraataques.
El problema fundamental, en los momentos actuales, es el de saber dominar la técnica. También nosotros disponemos, aunque no en tan gran escala como el enemigo, de armas modernas para la guerra; pero es necesario saber manejarlas a la perfección, dominar la técnica militar, aplicar la táctica y estrategia que corresponden a un ejército moderno.
Fue en esta tercera fase cuando nuestro partido, consciente de la gravedad de la situación, hizo público un llamamiento señalando los derroteros de la victoria. En su manifiesto del mes de diciembre, nuestro Comité Central plantea, en primer término, la necesidad de crear un Ejército regular superior al del enemigo en armamento, disciplina, moral y combatividad, y con sus reservas correspondientes; la necesidad de un mando único y de realizar todas las operaciones a base de un plan general, terminando con la independencia de los diversos sectores, con miras a sacar un mayor rendimiento de las armas y de los hombres. Al mismo tiempo el citado manifiesto del Comité Central señala la necesidad de depurar el Ejército, limpiándolo de aquellos elementos incapaces o francamente enemigos que no gozan de la confianza del pueblo en armas, para reemplazarlos por mandos civiles y militares que sean fieles a la República y a la causa del pueblo.
¿En qué grado nuestro ejército se ha transformado ya en un ejército regular? Es indudable que hemos hecho algunos progresos en este sentido. Van desapareciendo poco a poco las milicias de partidos y sindicatos, para dar paso al ejército regular, con sus formaciones, compañías, batallones, brigada y divisiones; se ha implantado el servicio militar obligatorio y han sido llamadas a filas las primeras quintas.
Pero lo que todavía no se ha comprendido bien, y queremos recalcar mucho este punto, es la necesidad de organizar las reservas, pero no como una necesidad esporádica que surge enlazada con la agravación de un frente, sino como una necesidad constante, para que en las reservas instruidas, con armas o sin ellas, tengamos decenas de millares de soldados prestos a relevar a los que se han pasado semanas y meses en los frentes sin tener el descanso necesario, y para ir engrosando las filas del Ejército a medida que se disponga de hombres. No se ha comprendido todavía que, no sólo es necesario efectuar con regularidad los relevos en el frente para ir adiestrando en el manejo de las armas y curtir en el fuego, en el combate a nuevas decenas de millares de hombres, sino que cada división debe disponer de las reservas necesarias para entrar en fuego y decidir en nuestro favor una situación determinada. El problema de las reservas lo consideramos fundamental, y a los que dicen que no se pueden preparar las reservas sin disponer antes de las armas, hay que recordarles, entre otros, el desgraciado ejemplo de Talavera, donde los milicianos, careciendo de instrucción militar y habiendo recibido los fusiles horas antes de ir al combate, no supieron utilizarlos y se perdieron las armas, los hombres y las posiciones que estaban en nuestras manos.
He aquí por qué nuestro partido, el Partido Socialista Unificado de Cataluña y el Comité Provincial de Valencia están haciendo en todas partes una gran movilización, instruyendo militarmente a muchos miles de hombres, para suplir a esta incomprensión gubernamental. ¿Se tendrá en cuenta, por quien corresponda, a estos hombres, para poder utilizarlos en el momento necesario y darles los elementos necesarios también, o tendremos que lamentar a última hora que estas fuerzas, por no haber sido instruidas por el Gobierno mismo o por alguien autorizado por él, no puedan ser utilizadas? Hay que contar con estas fuerzas, porque ya el mero hecho de que comiencen a hacer la instrucción y se preparen militarmente, siguiendo así el camino acertado vale tanto como decir: “Sólo esperamos a que se nos entreguen armas y se dispongan de nosotros para enviarnos a aquellos frentes en que seamos necesarios. Aunque seamos de Cataluña o de Valencia o de donde sea, queremos luchar en Madrid, en Aragón, donde el Gobierno mande. Pero queremos que se tenga en cuenta nuestro deseo, y es que una vez instruidos militarmente, podamos contar cuanto antes con las armas necesarias para luchar, que es lo que queremos en estos momentos y lo que es y debe ser el mayor anhelo de todos los españoles honrados.”
Esto es lo que hemos conseguido; hasta aquí es hasta donde hemos llegado y donde estamos en cuanto a la formación del ejército regular en relación con el problema de las reservas. Pero lo conseguido, no basta. Hay que machacar sobre este punto, dónde y cómo sea, hasta conseguir que se creen reservas.
Otra de las, tareas que deben ser resueltas inmediatamente es la creación del mando único. Mucho se ha hablado en estos últimos tiempos acerca del mando único; pero cada uno lo interpreta a su manera, y lo cierto es que todavía no tenemos un mando único en España. Para algunos, el mando único significa que Cataluña tenga su mando, Euskadi el suyo, que Asturias lo tenga, también, que haya un mando en el sur y otro en el norte, y que todos estos mandos estén en una relación más o menos estrecha con el Ministerio de la Guerra. Esto no es un mando único, ni se parece en nada a lo que el mando único debe ser.
El mando único significa que haya un Estado Mayor integrado por hombres militares y civiles capaces, que sientan la causa del pueblo y que tengan en sus manos el poder efectivo para planear y dirigir todas las operaciones; que sea el Estado Mayor quien conozca al detalle todas las posiciones y fuerzas de que disponemos; que distribuya las armas y los hombres a base de un plan, con derecho a movilizar las fuerzas que considere necesarias para uno y otro frente, y que cuando planee una operación tenga en cuenta el conjunto de la situación militar y la conveniencia de atacar simultáneamente en todos los sectores de un frente o en varios frentes a la vez, según lo juzgue oportuno, sin que nadie pueda oponerse a ello. No puede haber más plan de operaciones que el del Estado Mayor, nadie más que el Estado Mayor puede ni tiene derecho a distribuir fuerzas y material de guerra; en todas estas decisiones, no puede haber más autoridad que la suya. Ahora bien: para darle más autoridad, nosotros propugnamos que en el Estado Mayor tengan una representación Cataluña y Euskadi, cuyas fuerzas operan hoy casi independientemente. Los Estados Mayores locales deben aplicar el plan general, adaptándolo a las condiciones de su Frente, preocupándose de sacar el máximo de ventajas de sus propios recursos. Eso es el mando único, y no lo que actualmente ocurre, pues hoy cada frente decide las operaciones por su propia cuenta y riesgo. En los momentos actuales, a los ocho meses de guerra, no alcanzamos todavía a comprender por qué no existe un mando único, en las únicas condiciones en que puede y debe existir.
Nuestro partido debe laborar en esta dirección hasta conseguir que se llegué a un acuerdo, tanto en lo que refiere a Euskadi como en lo que respecta a Cataluña y al poder central, para la creación del mando único. En este sentido, repito, debemos trabajar nosotros, al igual que el Partido Comunista de Euskadi y el Partido Socialista Unificado de Cataluña.
Algunas consideraciones para contestar a apreciaciones erróneas sobre lo que debe ser el Ejército regular.
Hay quien pretende -y hasta parece que existen dos documentos en este sentido- hacer de nuestro ejército, del ejército que cuenta en sus filas y en puestos de responsabilidad y de mando a los mejores elementos de los partidos políticos y de las organizaciones sindicales, un ejército apolítico. Conviene dejar bien sentado, ante todo, que no existe ningún ejército apolítico. Todo ejército sirve a una política, El ejército que tenía la República antes del 19 de julio era político también. Desgraciadamente, hizo una política favorable a la reacción y al fascismo. Por eso se sublevó, en su inmensa mayoría, contra la República. El Ejército fue utilizado para la política fascista.
¿Es que puede ser apolítico un Ejército que se ha formado voluntariamente para luchar contra el fascismo, expresión de la política más detestable y brutal que conoce la historia? Nuestro ejército es un ejército político, al servicio de la política del Frente Popular, al servicio del pueblo. Es el defensor, con las armas en la mano, de la política del Frente Popular que triunfó en las urnas el 16 de febrero, triunfó que consolidó la República democrática, que los políticos reaccionarios y fascistas han querido destruir con la ayuda del fascismo internacional.
Con las armas en la mano, nuestro ejército defiende la política del Frente Popular, que representa la independencia de nuestra patria, tierra y libertad para nuestro pueblo, pan, trabajo y paz para todos los pueblos, para todos los que aman una vida de progreso y de civilización. Sólo puede defenderse con tesón y entusiasmo una causa cuando se está convencido de la belleza y de la justicia de la misma. Nuestro ejército, el ejército del pueblo, debe ser educado en el amor al pueblo y a sus derechos, en el anhelo de una vida mejor y más libre, de una vida de trabajo y de bienestar.
Todos los ejércitos nacidos de las entrañas del pueblo han sido los instauradores materiales de una política de contenido popular. Eso fue el ejército de la Revolución francesa. Eso fue y es el Ejército popular de la Unión Soviética; eso fue y es el Ejército que lucha por la independencia de China. ¿Quién está, pues, interesado en que nuestro ejército sea apolítico? Los Franco, los Queipo de Llano, toda la canalla fascista y sus agentes directos o indirectos que, por desgracia, pueden quedar y quedan aún en nuestras filas y en las de nuestro Ejército… (Grandes aplausos.)
Pero un ejército popular y político necesita, naturalmente, una política de cuadros. Forjar un gran Ejército popular significa revisar la política de cuadros que se ha seguido hasta ahora. Hay que expulsar del Ejército y castigar implacablemente a los ineptos y a los traidores. Esto hay que hacerlo, y no de mala gana o cuando ya se echa encima alguna catástrofe, sino de un modo metódico y el través de los órganos adecuados de vigilancia. Hay que hacer, al mismo tiempo, una política constante de promoción y educación de los nuevos cuadros de oficiales forjados en la lucha; fomentar el ambiente fraternal entre éstos y los viejos mandos leales para que se ayuden mutuamente y sean más fructíferos los esfuerzos de unos y otros. Hay que utilizar los cuadros militares que no estén en el frente para la creación de escuelas donde puedan educarse, renovándose constantemente, los jóvenes milicianos que tengan actitudes militares y hayan revelado en la lucha su abnegación y su heroísmo. Del mismo modo que hay que premiar de manera pública y ostensible los actos heroicos de cada soldado, de cada jefe, y de cada comisario político. (Aplausos.)
También pedimos responsabilidades en los mandos. Algo que atenta contra los principios fundamentales de la disciplina en el ejército del pueblo es la falta de responsabilidad. No es posible seguir como hasta ahora, en que se pueden abandonar los frentes a consecuencia de una provocación o por falta de energía en los mandos, y luego no se depuran responsabilidades ni se aplican sanciones severas a quienes así proceden.
Yo pregunto: ¿Se han investigado a fondo las causas de las derrotas de Talavera y Toledo? ¿Se ha castigado a los responsables? Desgraciadamente, no. ¿Han sido castigados los responsables de la caída de Málaga? Tampoco. Se dice que hay una investigación en curso. Pero hechos de esa índole, que han conmovido tan profundamente a todo el pueblo, no pueden quedar impunes semanas y semanas. Responsabilidad y justicia rápida y ejemplar, es lo que exige el pueblo. ¿O acaso se entiende por justicia el separar de su puesto, bajo el clamor popular, a un general organizador de derrotas y copartícipe directo o indirecto en los actos de sabotaje contra el Ejército, para seguir utilizándole en otros puestos? (Gran ovación.)
No, camaradas; esa no es la justicia que pide el pueblo. Con eso, no se retuerza ni la disciplina ni la responsabilidad dentro del Ejército. Se dice que, haciendo campaña en pro de la depuración, se debilita la autoridad del Gobierno. Es completamente falso. La depuración del Ejército es, precisamente, la única forma de consolidar la autoridad del Gobierno ante las tropas y ante el pueblo en general. Desde esta tribuna, afirmo, con pleno sentido de la responsabilidad, que no cejaremos un solo instante hasta conseguir que se efectúe una depuración a fondo de los mandos del Ejército. No podemos cejar ni cejaremos, porque estamos persuadidos de que el enemigo tiene agentes emboscados en estos puestos. Y si no se les aleja de ellos pondremos en peligro nuestra victoria, aunque contemos con todo lo necesario para obtenerla, en un plazo más o menos largo. A los que nos acusan de molestarles con nuestra insistencia, les decimos cordialmente que debieran estamos agradecidos por ella, porque lo que queremos es evitar que el barro de la traición salpique a quiénes sabemos que son personalmente honrados. Y esta tarea fundamental no sólo la exige nuestro partido sino que la exigen también los combatientes, que han vivido o sufrido de cerca, desde el comienzo de la guerra hasta hace muy pocos días, esas famosas retiradas sin saber por qué, esos gritos de “¡estamos copados!”; que cuando van a utilizar las municiones se encuentran con las municiones cambiadas, con que las ametralladoras no llegan, con que no pueden disponer de las balas, de los obuses y de los cañones... Y esto, que ha ocurrido desde el comienzo de la guerra hasta hace pocos días, no se debe a la incapacidad de esos militares, a que estén más o menos preparados, sino que, en el noventa por ciento de los casos, obedece a que están en combinación con el enemigo, y eso lo hacen para hacernos perder posiciones y para hacemos perder también... (Los aplausos impiden oír las últimas palabras del párrafo.)
Queremos también un Ejército que esté siempre activo; queremos un Ejército que esté siempre en movimiento. Es preciso que en toda la gama de actividades del Ejército y en todos los frentes, las fuerzas armadas rindan el máximo de actividad y de eficacia. No es admisible que, mientras en algunos frentes no sólo se contienen los embates del enemigo, sino que se contraataca hasta el agotamiento de nuestras fuerzas, haya otros frentes donde se pasan meses y meses de pasividad en las trincheras, sin atacar al enemigo, aunque sólo sea con golpes de mano. De este modo, cunde la desmoralización entre las tropas y se facilita al enemigo la posibilidad de atacar por sorpresa, costándonos la pérdida de posiciones importantes. Si esto es debido a la desorganización, que se reorganicen las fuerzas pasivas. Si es por falta de mandos, hay que distribuirlos con mayor acierto. Si es por falta de armas mecánicas, que se haga de ellas una distribución más equitativa. Todo esto hay que hacerlo, pero sólo puede hacerlo el mando único. Es así cómo se forja el Ejército único, potente y eficaz. Tenemos el ejemplo de nuestra aviación que, por su disciplina, es el arma del Ejército más eficiente y que da pruebas del mayor heroísmo y, por lo tanto, da mejores resultados. ¿Por qué no seguir su ejemplo en las demás armas?
También se ha hablado mucho de nuestra Escuadra, y ha habido quien ha puesto en tela de juicio la voluntad combativa y el heroísmo de nuestros marinos. Esto no es justo. Nuestros marinos dan pruebas continuas de heroísmo en los servicios que se les encomiendan. Pero existe un hecho concreto: nuestra Escuadra no da todo el rendimiento que debiera dar. Hay que transformarla de una fuerza defensiva en una fuerza ofensiva. Nos hacen falta mandos y elementos; pero se pueden y se deben buscar. Ha habido tiempo ya para acometer la reorganización de la Escuadra y utilizarla más intensamente. No se ha hecho, y es preciso que se haga ahora, de prisa y con toda rapidez; no vayamos a esperar a que mañana sea tarde. Una de nuestras tareas fundamentales es cooperar activamente a que se resuelva este problema, problema que es sentido profundamente por todos.
Hace falta fortificar nuestras costas y crear las unidades necesarias para su defensa. Cada día se hace más patente el propósito del enemigo de bombardear nuestras costas, sembrar la intranquilidad en la retaguardia y aprovechar un momento de confusión para efectuar algún desembarco. Para nadie es un misterio que el ataque a Málaga se hizo por tierra y por mar y que a la ocupación definitiva de esa ciudad y de la costa contribuyeron gran número de tropas italianas de desembarco. Eso no debe repetirse. Es preciso construir las fortificaciones necesarias y situar la defensa de nuestras costas en puntos estratégicos tales que cada intento de bombardeo o desembarco del enemigo le cueste una de sus más preciadas unidades. Es preciso crear unidades especiales del Ejército para guardar las costas, no sólo para hacer frente a posibles desembarcos, sino también para aplastar los posibles movimientos de la Quinta Columna, que no es inverosímil pensar puedan llegar a efectuarse en combinación con esos ataques y desembarcos.
Hay que desplegar también una acción más intensa para disgregar las fuerzas enemigas. Es preciso intensificar la propaganda en las filas del enemigo. Son muchos ya los soldados del bando enemigo que se han pasado a nuestras filas. Hay que tener en cuenta que ahora el enemigo, falto de reservas suficientes, recurrirá a la militarización de toda la población civil útil para el servicio de las armas, y entre estos movilizados habrá millares de antifascistas que anhelarán el momento de pasarse a nuestro lado. Pero, para eso, hay que intensificar la propaganda y, sobre todo, asegurar la vida a todos los prisioneros. Hay que impulsar la formación de grupos de guerrilleros que ya están actuando a espaldas del enemigo y que son la expresión del descontento de la población campesina frente a la política criminal y de despojo de los fascistas. Tenemos noticias de que existen todavía grupos de gentes armadas que se echaron al monte antes que someterse a los fascistas. Hay que buscar los medios para establecer contacto con esos grupos, ayudarlas con víveres, armas y municiones y enviarles hombres capaces de dirigirlos. Es preciso intensificar el trabajo en la retaguardia enemiga; hace falta que llegue a ella nuestra propaganda, para que conozca los objetivos de nuestra lucha y los planes criminales de venta de nuestro país de los Franco y compañía, instrumentos de los fascismos alemán e italiano. Hay que hacer comprender en el campo enemigo que la lucha ha rebasado ya el marco de una guerra entre los defensores de la República y las fuerzas “nacionales”, para transformarse en una guerra por la independencia de nuestra patria, en una guerra por la existencia de España como nación.
Queremos también una retaguardia combativa, y nuestro Partido debe laborar tenazmente por esto, hasta conseguirlo. No es posible que en esta lucha cruenta, que exige tantos sacrificios, haya todavía muchos indiferentes emboscados que no sientan la guerra. Es necesario depurar la retaguardia y aplicar el principio de que todo el mundo tiene que realizar un trabajo útil y provechoso para ganar la guerra. Es decir, el principio de que “el que no trabaja, no come” debe ser implantado en la práctica, haciendo que quien no realice un trabajo útil para ganar la guerra, no coma. Para ello, hay que crear el carnet de identidad para cada ciudadano, y establecerlo urgentemente; que cada uno tenga que justificar sus medios de vida, y si hay dificultad para obtener víveres, que se atienda, en primer lugar, a los que trabajen intensivamente en la producción y que no puedan conseguirlos los que dispongan de más dinero. (Aplausos.)
Una de las tareas fundamentales del momento es la de llegar a la creación de una gran industria de guerra. Paralelamente a la creación del Ejército Popular, hay que pensar en la forma de abastecerlo de todo lo necesario. Si nos proponemos ganar la guerra y no cabe duda que la ganaremos, es preciso crear una industria de guerra capaz de abastecer a los frentes de todo lo necesario. Este problema de crear una gran industria de guerra puede y debe resolverse rápidamente. Es necesario coordinar la producción y no seguir trabajando, como hasta ahora, en forma desordenada. En el territorio leal están las zonas más importantes del país, y en ellas existe una considerable cantidad de materias primas, cuyo empleo rápido y racional permitirá, en breve plazo, dotar a las fábricas de los elementos necesarios para producir los pertrechos bélicos indispensables al frente y a la retaguardia. Lo que hace falta es poner manos a la obra en Euskadi, en Cataluña y en Levante, hay bastantes industrias que producen ya material bélico. Pero sin que entre ellas exista la necesaria articulación. Se están montando nuevas fábricas y se pueden montar más aún. Para dar mayor incremento a la producción de guerra, y coordinarla mejor, debe crearse, si es preciso, un ministerio especial que se ocupe de estos problemas. Lo que no puede admitirse son esos lamentos jeremíacos sobre el injusto aislamiento a que nos condenan los países democráticos, sin que se realice un esfuerzo serio para poner en juego todos nuestros recursos nacionales.
Teniendo en cuenta que un Ejército sólo puede ser fuerte por el apoyo que encuentre en una sólida industria de guerra, nuestro partido planteó el problema de un mejor empleo de los recursos nacionales, afirmando que la guerra será ganada por quien disponga de una industria capaz de abastecer de lo necesario al frente y a la retaguardia. No se puede afirmar hoy que no existe la suficiente colaboración por parte de las organizaciones sindicales. Tanto la UGT como en gran parte la CNT están de acuerdo en hacer cuanto sea preciso para cooperar a la creación de una gran industria de guerra. Todos queremos participar en ella, pero hace falta coordinar estas iniciativas y estimular la capacidad creadora del pueblo. Por propia iniciativa de los obreros, se producen ya materiales bélicos importantes en Cataluña, en Euskadi y en Levante. En Madrid, en el heroico Madrid, el entusiasmo combativo de las trincheras de guerra se ha extendido a las trincheras de la producción.
Hay talleres de fabricación de material de guerra en los que, después de implantar las brigadas de choque, y gracias a la emulación en el trabajo, la producción ha aumentado en un cincuenta y hasta en un ciento por ciento. Ya han surgido en nuestras fábricas los “stajanovistas” de la industria de guerra. Hay jóvenes obreros cuyo rendimiento, en la jornada de trabajo, es hasta dos y tres veces mayor en la actualidad que anteriormente; obreros que manipulan el torno o la fresadora con el mismo ahínco que nuestros soldados manejan la ametralladora o asaltan las trincheras enemigas. Urbano Ramos, obrero que trabaja en uno de estos talleres, ha logrado construir en su torno setecientas noventa piezas, cuando el número de las que le estaban asignadas era sólo de doscientas cinco. Hay que aprovechar y organizar estas iniciativas, este entusiasmo, para que podamos contar urgentemente con esa gran industria de guerra que necesitamos; que haya fábricas que trabajen no sólo ocho, diez o doce horas al día, sino que produzcan durante las veinticuatro horas del día, con tres tumos, con dos o con los que sean necesarios. La misma situación de la guerra, la urgencia de que nosotros podamos producir lo suficiente para atender sus necesidades, exige de nosotros que estas fábricas produzcan todo lo preciso. Para ello, hay que coordinar, hay que hacer producir para la guerra en su totalidad. Todas las fábricas de Euskadi, de Cataluña, de Levante y de todo el territorio que dominamos deben producir, no para determinado frente, no para que una región fabrique material de guerra para ella sola, sino para todas en general, debiendo ser el Estado Mayor, el Gobierno, quien pueda disponer de esa industria de guerra a fin de satisfacer las necesidades de todos los frentes, ya se trate de Madrid, de Aragón o del sur.
Al mismo tiempo que se respeta la pequeña industria, es necesario ayudarla a aumentar su producción, que también debe ser puesta al servicio del Gobierno. Hay que desarrollar también la idea de que es necesario establecer inmediatamente una alianza económica con Cataluña y Euskadi -zonas industriales importantes-, porque en ellas existen los elementos y fábricas necesarios para una producción de material bélico en gran escala. El Gobierno central y los de Cataluña y Euskadi deben comprender que, así como es necesario un solo Ejército y un mando único, la industria de guerra debe ser única, para que pueda abastecer a todos los frentes. Entendemos que, sentando este principio, debe llegarse a un inmediato acuerdo entre el Gobierno central y los Gobiernos de Cataluña y Euskadi.
Otra tarea nuestra es la de prestar más atención al campo. La defensa de los intereses de los campesinos ha sido la preocupación constante de nuestro Partido. Nuestro Partido fue el primero que elevó su voz de protesta contra los desmanes realizados en el campo en perjuicio de los campesinos. Gracias a esta campaña, se ha ido alejando del campo, poco a poco, a los llamados “incontrolables”, y el campesino ha podido ver en el obrero de la ciudad, no a un nuevo explotador, sino a su aliado y guía. A nuestro Partido le ha correspondido también la iniciativa de organizar a los campesinos para constituir Federaciones. Todos recordaréis los ataques lanzados contra nuestros camaradas por el enorme delito que querer organizar a los campesinos a fin de que participasen en la política del Frente Popular y en la guerra. Incluso se llegó a decir que en España no existían ya campesinos, y que nosotros, para poder organizar las Federaciones campesinas, los inventábamos. Se dijo que nos proponíamos dividir la Federación de Trabajadores de la Tierra y que pretendíamos resucitar a los propietarios a través del reconocimiento del derecho de los campesinos a la posesión de la tierra.
Nuestro Partido, impregnado de teoría leninista, que nos enseña a ver en los campesinos los aliados naturales del proletariado, no ha retrocedido ante provocaciones ni obstáculos para organizar a los campesinos. Cuando ya estaban organizados, fieles a nuestra política de unidad, propusimos que fuesen incorporados a la Federación de Trabajadores de la Tierra, adscrita a la UGT, cosa que se está poniendo en práctica. Propugnamos, naturalmente, por la confiscación de los bienes de los grandes terratenientes, como enemigos del pueblo, y cuando tuvimos un ministerio en el Gobierno del Frente Popular –el camarada Uribe-, éste propuso, y el Gobierno aceptó, la promulgación de un decreto que estableciese el derecho de todos los trabajadores del campo al asentamiento en la tierra. Pues bien; ese decreto dictado por el ministro de Agricultura, camarada Uribe, decreto que lleva la fecha de 7 de octubre de 1936, dice lo siguiente: “Se acuerda la expropiación, sin indemnización y a favor del Estado de las fincas rústicas pertenecientes, el 18 de julio de 1936, a quienes hayan intervenido, de manera directa o indirecta, en el movimiento insurreccional contra la República. El uso y disfrute de las fincas rústicas expropiadas se dará a los braceros y campesinos del término municipal de su emplazamiento o de los colindantes, según los casos, para que las cultiven individual o colectivamente.”
Ahora, cuando el campesino tiene ya en sus manos la tierra que le ha dado la República, es preciso que se interese por defenderla en el frente y en la retaguardia. Es necesario propagar entre los campesinos ese decreto de fundamental e histórica importancia, lo cual no se ha hecho suficientemente hasta ahora. Es necesario estrechar los lazos de unión entre los obreros agrícolas y los campesinos, mediante la organización de éstos en cooperativas y de aquellos en sindicatos. Es necesario crear comités de enlace entre todas las organizaciones del campo para que dirijan, en su conjunto, el movimiento de campesinos. Es necesario fomentar el aumento de la producción agrícola. Problema fundamental, hoy día, es intensificar la producción agrícola mediante una política de ayuda. Es necesario que el ministro de Agricultura, y con él el Gobierno, estimulen la producción de los artículos más indispensables -trigo, arroz, patatas y legumbres en general-, estableciendo precios fijos, remuneradores para los campesinos. Hay que hacer anticipos, en gran escala, a las cooperativas agrícolas y conceder los créditos precisos a los campesinos para que la producción sea intensificada.
Repito, camaradas: ¡atención al campo! La alianza más estrecha cada día de los obreros y los campesinos y la adhesión de éstos a la política del Frente Popular, es una de las condiciones para ganar la guerra. Hay que impedir, por todos los medios, que elementos desalmados, por sus actos inconscientes puedan sembrar la intranquilidad en el campo, y crear el descontento entre los campesinos que son y deben ser nuestros mejores aliados. (Aplausos)
Esta es, muy concretamente, la política que nosotros hemos seguido en el campo, la única política justa que todos debemos seguir.
Hablemos ahora de nuestro apoyo al Gobierno del Frente Popular para la realización de las tareas enunciadas. Estas tareas deben ser realizadas con la máxima urgencia, pero, sobre ellas, es preciso destacar las más importantes, que son: depuración del Ejército, formación de reservas, mando único y creación de una potente industria de guerra. Estos problemas deben ser resueltos por nuestro Gobierno, por el Gobierno del Frente Popular, y, para eso, ha de contar con el apoyo de todas las fuerzas sindicales y partidos políticos en él representados.
El planteamiento insistente de estos problemas nos ha valido algunas “llamadas al orden” por parte de ciertas organizaciones afines a la nuestra y por parte también del propio presidente del Consejo. No se ha querido ver, o no se ha comprendido, que nuestra insistencia nace de la profunda convicción de que, si no se realizan rápidamente estas tareas, pondremos en peligro el resultado de la guerra, a pesar de contar con las condiciones para ganarla. Con motivo de la discusión de estos problemas, se ha querido insinuar que nuestro propósito es maniobrar políticamente contra el Gobierno. ¡Qué mal nos conocen quienes tal afirman! Nuestro partido ha sido el forjador del Frente Popular y es el que más tenazmente ha sostenido y sostiene al Gobierno del Frente Popular y a su presidente, camarada Largo Caballero. Pero nuestro partido, que sigue una línea política clara y que no juega jamás con los intereses de las masas populares, no puede ofrecer adhesiones de tipo personal, obediencia ciega, sino que presta una adhesión de tipo político. No adula a las personas, sino que, a través de las personas, defiende una línea política. Cuando nuestro partido hace una sugerencia o apunta una crítica, no la dirige a las personas, sino que se propone hacer comprender la necesidad de corregir una posición política que debe ser enmendada.
Si se quiere cimentar el Frente Popular y el gobierno que lo representa sobre bases firmes, es preciso no establecer el principio de la obediencia ciega, de una obediencia de tipo personal, sino la disciplina en la aplicación de las decisiones emanadas del Gobierno, decisiones que deben ser preparadas colectivamente en los Consejos de Ministros, donde, al decidirse, deben tenerse en cuenta las sugerencias que apunten las organizaciones que apoyen al Gobierno. Precisamente porque la política del Frente Popular es el resultado de varias coincidencias políticas, hay que cuidar de no cohibir las iniciativas de ninguna de las organizaciones que forman parte del Frente Popular, sino, por el contrario, estimuladas y prestar oído atento a cada observación, tratando de satisfacer los deseos de esas masas, sobre todo si la organización de que forman parte representa a una gran parte de la opinión popular.
Por encima de todo, a costa de todo, hay que mantener el Frente Popular. Cualesquiera que sean las dificultades que se interpongan en nuestro camino, el Partido Comunista seguirá siendo el defensor más esforzado del frente Popular y de su expresión en el Poder: el Gobierno legítimo. No permitirá nuestro partido que nadie atente impunemente contra la unión de las fuerzas antifascistas. Nuestro lema es: “Unidos ahora para ganar la guerra, y unidos después para cosechar los frutos de la victoria”, y el que trate de romper la unión del Frente Popular, el que trate de romper la unión del pueblo español, que lucha por la independencia de España, que se lo juega todo en esta lucha, labora consciente o inconscientemente a favor de nuestros mismos enemigos.
Y quiero señalar, de pasada, que nuestra posición con respecto al frente Popular y de apoyo al Gobierno nos coloca en situación ventajosa para combatir ciertas tendencias de carácter verdaderamente peligroso, tendencias que tenga la seguridad de que no han de prosperar, porque son completamente desacertadas y pondrían en peligro toda nuestra situación.
Parece que hay el propósito de orientar las relaciones entre la UGT y la CNT, encaminadas a la unidad de las dos centrales sindicales, hacia la constitución de un gobierno de tipo sindical. ¿Cuáles serían los resultados de un gobierno de este tipo? Serían sencillamente catastróficos.
Hemos podido apreciar, en estos últimos días, un cambio de actitud por parte de algunos dirigentes de la UGT, que nos induce a tratar esta cuestión en el Pleno del Comité Central. Pero, antes de entrar en ello, queremos afirmar una vez más que nuestra mayor aspiración es que la CNT y la UGT refuercen su unidad de acción y se llegue lo antes posible a la creación de una sola central sindical en España. Esta es nuestra política sindical; en esta dirección trabajamos. Entendemos que constituye una necesidad este hecho histórico de la unión entre las dos sindicales, poniéndose por entero al servicio de la causa del Frente Popular, al servicio de las necesidades del frente y de la retaguardia.
No; no es posible un gobierno de tipo sindical, porque ello significaría el rompimiento del Frente Popular, además del rompimiento de la unidad del pueblo español. Ante un hecho así, que estoy seguro, repito, de que no podrá prosperar, porque no creo que haya quien pierda la cabeza hasta el extremo de querer suicidar la guerra, el pueblo entero protestaría, sin ningún género de duda, contra aquellos que intentasen romper su unidad, que es la condición indispensable para ganar la guerra.
No sólo deducimos que existe esta orientación juzgando por ciertos rumores y por ciertas posiciones. Que semejante tendencia existe, lo confirma un artículo del diario “Claridad” del 3 de marzo, que dice así: “...En Valencia, la Ejecutiva de la UGT y el Comité Nacional de la CNT celebran frecuentes reuniones. Los cambios de impresiones fructifican en hechos concretos cada vez de mayor importancia, y mientras en el orden puramente político se acentúan la confusión y el desbarajuste, en el sindical se van jalonando los cimientos de algo que tal vez pueda ser definitiva y rápida solución del presente.” Como veis, si escuchamos a “Claridad”, diario político, existe un gran desbarajuste político en el país y son los sindicatos que nos van a salvar del desbarajuste. ¿Qué diferencia hay entre esta posición y la de los anarquistas? Ninguna. Pero, si hay socialistas, que, al parecer, están dispuestas a echar por tierra, en veinticuatro o cuarenta y ocho horas, o en una semana, el fruto de cuarenta a cincuenta años de trabajo del Partido Socialista, que se dice marxista; de olvidar la tradición socialista de Pablo Iglesias, que luchó esforzadamente, para crear un partido político del proletariado y señaló la importancia decisiva que en los destinos de los pueblos tienen los partidos, como orientadores y directores de las masas, estay seguro, completamente seguro, de que el noventa y nueve por ciento de los camaradas socialistas estarán en contra de ese llamado gobierno sindical, porque semejante gobierno minoritario no tendría el apoyo de las grandes masas, y eso equivaldría a la pérdida de la guerra.
Un gobierno de tipo sindical, no contando con el apoyo de las grandes masas, porque excluiría de su seno a las demás fuerzas del Frente Popular, dejaría de ser un gobierno democrático parlamentario, para transformarse en una Junta, que aunque subjetivamente, quisiera considerarse como un gobierno más revolucionario por estar en manos de la UGT y de la CNT, objetivamente sería un gobierno, mejor dicho, una Junta que no serviría los intereses de la revolución. No porque quienes lo formasen no fuesen revolucionarios –no se trata de eso-, sino porque, como he dicho, no tendría el apoyo de toda la población, como lo tiene un gobierno de Frente Popular. Y, en las condiciones de una guerra tan cruenta como lo es la nuestra, todos los apoyos son necesarios para poder triunfar.
Yo digo desde aquí que se medite bien antes de dar tal paso, porque estoy completamente seguro de que los que tal cosa intentaran se quedarían solos, ya que en nombre de la UGT, no puede una Ejecutiva, aunque esté compuesta de camaradas socialistas, disponer de los destinos de la organización contra la voluntad de la inmensa mayoría de sus afiliados. La UGT es una organización sindical integrada por compañeros socialistas, comunistas, republicanos, católicos, obreros sin partido y estoy completamente seguro -lo repito una vez más- de que el noventa y cinco por ciento de los afiliados a la UGT no está de acuerdo con una orientación de tal naturaleza. Todos estamos de acuerdo con la necesidad de reforzar la unidad de acción de la UGT con la CNT, y de llegar a la formación de una sola central sindical, pero en modo alguno podemos estarlo con la formación de un gobierno de tipo sindical. Semejante Gobierno vendría, además, a debilitar nuestra situación internacional, porque se vería en él el predominio de una fracción sobre el pueblo español, y no estamos dispuestos a perder la guerra, teniendo como tenemos en el interior del país las reservas necesarias de hombres y materiales que, si se saben utilizar racionalmente para la guerra, nos asegurarán el triunfo.
Por eso hay que estar alerta. Nuestros temores están justificados no solamente por el citado suelto de "Claridad”, sino también por algunas conversaciones que se han sostenido a este propósito. Pongo, pues, en guardia a nuestro Partido para que éste, a su vez, prevenga a las direcciones de los organismos de la UGT y les haga comprender que no deben marchar por ese camino, pues no es posible, no ya romper, sino ni siquiera debilitar en lo más mínimo la unión de todos los antifascistas. Por el contrario, lo que se necesita es reforzar el Frente Popular, reforzar la unidad del pueblo español, porque aquel que intentara romper esta unidad, será señalado por nuestros bravos combatientes como un enemigo de nuestra causa. (¡Muy bien! Aplausos.)
Hemos afirmado que la unión es la condición fundamental para salir victoriosos de la presente lucha. ¿Se dan las condiciones necesarias para esta unión? Sí, se dan. Todos los partidos y organizaciones antifascistas coincidimos cada vez más en los problemas fundamentales, y a nuestro Partido le corresponde la misión de no regatear ningún esfuerzo para que esta unidad sea cada día más estrecha. El logrado es posible y necesario.
Veamos cuáles son nuestras relaciones con las diversas organizaciones que participan en el Frente Popular, y en primer lugar, con los camaradas socialistas.
Nuestras relaciones con los socialistas.
Los puntos de coincidencia de nuestros Partidos -Comunistas y Socialistas-, al enjuiciar el problema del momento actual, hacen que se hable de unidad entre socialistas y comunistas para llegar a la formación de un partido único del proletariado. Nuestro norte debe ser ése, y todos los comunistas y socialistas debemos laborar con la vista puesta en esta meta. Pero como nosotros, y con nosotros los camaradas socialistas, queremos que esa unión, para que sea inquebrantable, se base en una absoluta afinidad ideológica y táctica, es preciso que se establezca previamente una acción común constante para dar solución a los problemas planteados por el momento actual y, sobre todo, el problema primordial y culminante, que es el de cómo hemos de ganar más rápidamente la guerra.
Hoy, el problema decisivo es la unidad de acción, el conseguir que comunistas y socialistas actúen al unísono en el frente, en la producción y en la retaguardia, para ganar la guerra. Eso creará las condiciones necesarias para llegar más tarde a la fusión. Para ello, es preciso despejar la atmósfera creada en estos últimos tiempos por la acusación que se nos dirige de hacer campaña “proselitista” para reforzar nuestro Partido, arrancando nuestros nuevos afiliados a las filas socialistas o a las de otras organizaciones proletarias. Nosotros no hacemos semejante campana. Es cierto que a nuestro Partido vienen decenas de millares de nuevos afiliados, pero vienen voluntaria y conscientemente, atraídos por la justeza de nuestra línea política y por la actuación llena de sacrificios de los afiliados a nuestro partido. No conquistamos a estos nuevos militantes por arte de birlibirloque, sino aplicando la máxima preconizada por el camarada Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista, cuando decía: “Hay que merecer, hay que ganar, conquistar la confianza de las masas obreras con una labor cotidiana de masas y una política justa.”
Nada más lejos de nosotros que todo espíritu de absorción. ¡Ojalá que, al amparo de una línea política justa y de una acción congruente, conquistase también el Partido Socialista millares y millares de nuevos afiliados! Cuanto más crezca la cifra de afiliados de los partidos proletarios, más seguro será él triunfo de nuestra causa.
Se habla mucho de la cuestión “proselitista”. Se atribuyen a nuestro Partido toda suerte de maniobras, dirigidas al reclutamiento de nuevos afiliados; se habla incluso de que ofrecemos, guiados por este propósito, zapatos, vestidos y comestibles a cambio del carnet. No se dirá también que ofrecemos empleos; nos parece difícil, porque el Gobierno no está en nuestras manos. Los que nunca han sentido la necesidad de tener una plataforma política clara, no pueden explicarse el fenómeno de que decenas de millares de nuevos militantes vengan a engrosar nuestras filas.
No; los que ingresan en nuestro partido no acuden a él seducidos por el señuelo de promesas o de beneficios personales. Saben, por el contrario, que vienen a ocupar un puesto de lucha y de sacrificio. ¿Qué exige nuestro partido a sus militantes? Les exige que en los frentes de batalla sean los más disciplinados, los más combativos, los más heroicos; que constituyan grupos de choque y sean los primeros en dar el pecho para rehacer el frente allí donde el enemigo lo haya roto; que cubran los puestos más peligrosos en las avanzadas. No retroceder jamás, es lo que nosotros exigimos a nuestros afiliados; crear, con el ejemplo, la psicología de que hay que avanzar siempre, aun a costa de los más grandes sacrificios; ser los más trabajadores y los más desinteresados en los frentes de la producción. Darlo todo y no pedir nunca nada; formar brigadas de choque. Trabajar, no seis u ocho horas, sino diez o doce, o catorce, o las que hagan falta para abastecer a los frentes del material de guerra necesario; ser los más valientes y los más vigilantes en la retaguardia; perseguir a los especuladores, a los que quieren vivir a costa de la sangre del pueblo; amparar a las mujeres e hijos de los combatientes; prestar servicios de socorro en casos de bombardeo; no tener más preocupación, incluso obsesión, que la actividad constante para ganar la guerra. Si los mejores hijos del pueblo acuden en estas condiciones a nuestro Partido, es porque efectivamente quieren luchar y poseen espíritu de sacrificio. Nadie puede venir a nuestro Partido a lucrarse personalmente, porque no es posible.
Demos, pues, de lado a estas cuestiones, y no perdamos de vista que el enemigo se vale de todos los medios posibles e imaginables para disgregar nuestras fuerzas, con objeto de sembrar la discordia en las filas antifascistas; y no vamos a ser nosotros quienes le hagamos el juego, combatiendo a fuerzas importantes -como la que representa nuestro Partido-, que no solamente forman parte del Frente Popular, sino que son su mejor paladín.
¿Cuáles son nuestras relaciones con los compañeros anarquistas? Las relaciones con nuestros camaradas anarquistas, incluso orgánicamente, han mejorado de una manera sensible en todo el país. La declaración que hemos firmado el camarada Vázquez y yo, en nombre de nuestras respectivas organizaciones, ha servido para cimentar en gran parte el trato cordial entre nuestros respectivos afiliados; pero esto no basta. Es preciso que los lazos que con ellos nos unen sean todavía más estrechos, porque los anarquistas son nuestros hermanos, una parte de nuestra clase, ya que luchamos por intereses comunes. Nuestros enemigos han hecho circular la especie de que entre los comunistas y los anarquistas habrá choques sangrientos e inevitables, y que el problema se plantea necesariamente así: quién dominará a quién. Se habla de la “segunda vuelta” y nosotros hemos de manifestar que quien tales especies propaga es un enemigo nuestro y un enemigo también de los camaradas anarquistas. (Fuertes aplausos.) Queremos colaborar asiduamente con los camaradas anarquistas, no sólo durante la guerra, sino después de ganar la guerra. Y lo queremos, hoy con el fin de ganar la guerra, y mañana también con el fin de construir con ellos una España nueva, una España grande, libre y feliz, una España en que puedan vivir y gozar ellos como nosotros, como todo el pueblo antifascista.
Luchamos, sí, y con nosotros estamos seguros de que lucharan los anarquistas, contra los grupos de “incontrolables” que quieren imponer su dominio por la violencia, utilizando el nombre de anarquistas; pero en esta tarea hemos de marchar siempre juntos con los camaradas anarquistas. Hoy todavía muchos casos de incomprensión; existen todavía muchos grupos de “incontrolables” que quieren imponer, por la violencia, la colectivización de la tierra o la socialización de industrias y de fábricas. Se realizan incautaciones que son verdaderos despojos, pero la tendencia de todas las organizaciones responsables es luchar por la eliminación de esos grupos de irresponsables. Sería un error, por ejemplo, achacar a la CNT, como organización, los desmanes que puedan cometer unos cuantos “incontrolables”. Aunque ellos enarbolen esa bandera, la bandera anarquista u otra cualquiera, nosotros decimos, y queremos recordarlo aquí, lo que en este mismo sentida decía el camarada Dimitrov, cuando hablaba de Van der Lube: “Van der Lube, por los actos repugnantes que había realizado, no podía ser anarquista -decía Dimitrov-, aunque se diese ese nombre. Nosotros no podemos atribuir a los anarquistas -añadía- hechos que realizan grupos aislados.”
A medida que se estrechen los lazos entre todos los organismos que forman el Frente Popular, y a medida que todos los organismos estén representados proporcionalmente en los puestos de dirección política, económica y social del país, tenderán a desaparecer más rápidamente las actuaciones de los “incontrolables” y aumentarán el poder y la autoridad del Gobierno de la República democrática. Los “incontrolables”, llámense anarquistas o llámense como se llamen, siempre deben tener y estoy seguro de que tendrán nuestra repulsa, la de los camaradas anarquistas, la de los camaradas socialistas y la de todas las fuerzas del Frente Popular.
Con los republicanos, nuestras relaciones son buenas. Los republicanos han participado conscientemente en el gran movimiento antifascista al lado del proletariado. Sabían de antemano que luchaban por la República, no en abstracto, sino por una República social avanzada. Los republicanos, la pequeña burguesía, han sufrido tanto como el proletariado de la opresión semifeudal de las capas dirigentes de los grandes terratenientes, de los grandes banqueros, de las castas militares. Saben igual que nosotros que, sin destruir la base material del fascismo, no es posible crear una España republicana, democrática y progresiva. Luchan con abnegación y heroísmo en el frente y en el terreno de la producción. Ocupan con competencia los puestos dirigentes de la vida económica y política del país. El discurso reciente del señor Azaña y el del señor Martínez Barrio son ejemplares típicos que corroboran nuestra afirmación. El señor Azaña decía lo siguiente:
“Sobre esta base de unión del pueblo español en defensa de sus libertades y de la independencia de su patria es sobre lo que está asentada esta enorme coalición de las fuerzas políticas, y sociales y de Gobierno, en defensa de España. Yo estimo que esta coalición y esta unión deben continuar. Por lo menos, hasta la victoria, quisiéramos que después también, porque, cuando se acabe la guerra y ya haya forzosamente que prestar atención a una porción de problemas que ahora no están más que latentes, nos va a parecer que la guerra era cosa de juego y que los problemas de entonces serán mucho más difíciles y graves, con ser tan terrible el problema de la guerra misma, y para entonces será también necesaria la coalición de los españoles, el espíritu de abnegación que hoy por hoy reina entre todos vosotros.”
Esto decía en su discurso el señor Azaña, el 21 de enero. Y el señor Martínez Barrios decía lo siguiente:
“Amigos míos: Levantad el alma, pertenezcáis a la agrupación o partido a que pertenezcáis. España será, única y exclusivamente, lo que ella quiera ser, y hasta donde ella quiera llegar llegará: ¿Quién podría, iluso o inconsciente, enfrentarse con la voluntad del pueblo, con sus deseos inequívocos y firmes? “
Esto lo decía el señor Martínez Barrio él día 15 de febrero de este año.
Esta posición refleja la compresión de los republicanos, de los partidos republicanos, sobre la necesidad de sus relaciones con todas las fuerzas del Frente Popular y con todas las fuerzas obreras que están representadas en el Frente Popular. Esto demuestra que la unión de las fuerzas proletarias con las fuerzas de la pequeña burguesía está cimentada sobre una base política firme y es deber de nuestro partido cuidar que no se rompa jamás. (Muy bien.)
¿Cuáles son nuestras relaciones con las nacionalidades de España? La política de nuestro partido respecto al derecho de autodeterminación de las nacionalidades no podía por menos de creamos buenas relaciones con las mismas. Reconocemos su personalidad histórica y todos sus derechos, y les decimos que éstos sólo pueden alcanzar su plenitud dentro de una España republicana y democrática. Ellos también lo han comprendido así, y por eso contribuyen lealmente a forjar un poder central en el que participan, con toda su autoridad, para dirigir en común el frente y la retaguardia. Es preciso luchar contra la tendencia que pretende presentar a Cataluña y Euskadi exclusivamente con fines egoístas, atendiendo sólo a la defensa de su territorio o a salvar su economía a costa del resto de España. Si hacen falta ejemplos, ahí está Cataluña, que ha enviado sus contingentes a Aragón, a Madrid y adonde han hecho falta. Ahí está el Gobierno nacionalista Vasco, que ha mandado, en varias ocasiones millares de combatientes a los frentes de Asturias. Existe una comprensión exacta por parte del Gobierno central de la necesidad de reconocer los derechos específicos de esas nacionalidades en el orden económico, político y cultural, y de respetar sus creencias religiosas, a fin de que cada día nos unamos más para constituir el bloque de todos los pueblos de España y asegurar la victoria y la construcción de la nueva vida.
Como veis, se dan todas las condiciones para la unión de todos los españoles y de los pueblos de España. Y esta tarea debe ser realizada con el concurso activo de nuestro partido.
¿Quiénes, son los enemigos del pueblo? Los enemigos del pueblo son los fascistas, los trotskistas y los “incontrolables”. Si nuestra preocupación fundamental, en los momentos actuales, es la de conseguir la unión de todo el pueblo español, es decir, la unión del proletariado y de todos los hombres amantes del progreso, de todos los que aman y anhelan una España próspera y feliz, debe ser también preocupación nuestra descubrir y denunciar a todos los enemigos del pueblo, estén donde estén.
Nuestro enemigo principal es el fascismo. Contra él concentramos todo el fuego y todo el odio del pueblo. Contra el ponemos en pie todas las fuerzas prestas a aniquilarlo; pero nuestro odio va dirigido también, con la misma fuerza concentrada, contra los agentes del fascismo, que como los “poumistas”, trotskistas disfrazados, se esconden detrás de consignas pretendidamente revolucionarias, para cumplir mejor su misión de agentes de nuestros enemigos emboscadas en nuestra propia tierra. No se puede aniquilar a la Quinta Columna si no se aniquila también a los que políticamente defienden también las consignas del enemigo, encaminadas a desarticular y desunir las fuerzas antifascistas. Las consignas del enemigo son; contra la República democrática, contra el Frente Popular antifascista, contra el Gobierno del Frente Popular, contra el Ejército regular, etcétera, y, sobre todo, contra la Unión Soviética por su magnífica solidaridad con el pueblo español en esta lucha. Aunque los trotskistas tratan de encubrirlas con otras consignas aparentemente más revolucionarias, como las de República social, Gobierno obrero, Milicias rojas, no pueden por menos de enseñar la oreja fascista. Y, si no, pruebas al canto.
No quiero citar todas las canalladas que escriben diariamente los trotskistas en su periodicucho “La Batalla”. Apuntaré tan sólo algunas coincidencias entre el trotskismo y el fascismo.
¿Quién se proponía, a través del golpe de Estado, suprimir el Parlamento a sablazos? Franco y demás fascistas nacionales y extranjeros. Pues bien: ¿cuál es la consigna, coincidente con la de los fascistas, que lanzan los trotskistas españoles? La supresión del Parlamento. He aquí lo que publica “La Batalla”, del día 30 de noviembre de 1936, como cosa abordada por el Comité Central del POUM en su reunión del día 18: “Hay que destruir los Parlamentos, tanto de Madrid como de Barcelona, porque están completamente superados.” Coincidencia perfecta, absoluta, con los fascistas.
Franco y demás canallas se atribuyen desvergonzadamente la defensa de la patria, de la nación. A ellos, que han traicionado a la patria, que venden al fascismo internacional pedazos de nuestro suelo, que tienen la desfachatez de llamarse “nacionalistas”, les irrita y exaspera enormemente que les denunciemos como lo que son: como traidores a la patria y verdugos del pueblo; no quieren que reivindiquemos para nosotros, para el pueblo español, el derecho que legítimamente nos corresponde de defender a nuestro país. Pues bien; ¿cuál es la posición de los trotskistas a este respecto? Exactamente la misma que la de Franco: He aquí lo que dicen en el diado “La Batalla” del 23 de enero de 1937: “Esta fórmula de unión nacional y de defensa de la patria frente al invasor del extranjero que lanzan los jóvenes socialistas unificados y los comunistas oficiales y que suscriben los republicanos, puede ser aceptada perfectamente por los fascistas.” Coincidencia también absoluta con el fascismo.
He aquí que se descubre una conspiración gestada por los trotskistas en la Unión Soviética y los reos trotskistas traidores a la Patria del Socialismo, convictos y confesos, van a ser juzgados por el Tribunal Proletario. He aquí que la prensa fascista alemana e italiana llena de injurias al régimen soviético por haber descubierto la trama criminal de sus agentes. Pues los trotskistas españoles, como no podía ser menos, corren en defensa de sus amigos, empleando para ello el mismo lenguaje de los fascistas. “La Batalla” del día 24 de enero de 1937, para no citar más que un número, contiene la siguiente afirmación: “En Moscú se prepara un nuevo crimen. En la Rusia actual ha sido abolida la más elemental idea de democracia obrera, para caer en un régimen burocrático de dictadura personal. Al proletariado internacional no se le puede decir que defienda la causa de Rusia si se le niega el derecho a saber lo que ocurre en Rusia.” ¿Para qué citar más? Basta con lo expuesto para poner de relieve la coincidencia entre fascistas y trotskistas. Como se ve, estas gentes no tienen nada que ver con el proletariado, ni con ninguna tendencia que se precie de honrada. Y si nosotros combatimos a los trotskistas es porque son agentes de nuestros enemigos, introducidos en las filas antifascistas. Es un grave error considerar a los trotskistas como una fracción del movimiento obrero. Se trata de un grupo sin principios, de contrarrevolucionarios clasificados como agentes del fascismo internacional. El reciente procesó de Moscú ha demostrado a la luz del día, que el jefe de la banda, Trotski, es un agente directo de la “Gestapo”. En su odio contra la Unión Soviética, contra el gran Partido bolchevique y contra la Internacional Comunista, se dan la mano con los fascistas. Por eso la firme actitud del Partido Comunista, al negarse a convivir en ningún organismo con los trotskistas, es completamente justa, y nosotros la aprobamos con todas sus consecuencias. El Partido debe plantear ante las masas obreras la lucha contra los trotskistas de un modo intransigente, con objeto de educarlas en la lucha encarnizada contra sus enemigos encubiertos.
El trotskismo no es un partido político, sino una banda de elementos contrarrevolucionarios. El fascismo, el trotskismo y los “incontrolables” son, pues, los tres enemigos del pueblo que deben ser eliminados de la vida política, no solamente en España, sino en todos los países civilizados. (Grandes aplausos.)
Nuestro partido, el Partido Comunista, ha contribuido enormemente a toda la labor realizada para ganar la guerra; a eso se debe su prestigio. ¿Cómo ha podido aumentar su contingente de afiliados tan rápidamente? Esto asombra a los que no han comprendido o no quieren comprender que una línea política justa, aplicada consecuentemente a través de ejemplos de abnegación y de heroísmo, llegue a reunir en el seno del Partido, no sólo al proletariado, a los elementos más abnegados y combativos de la clase obrera y del pueblo en general, sino que hace que la línea política del Partido del proletariado penetre profundamente entre las masas, se arraigue en su conciencia, y se transforme en acción. ¿Cuál ha sido nuestra línea política, tan hondamente comprendida por las masas? Ha sido la línea política del Frente Popular, la del Frente Único Proletario, la línea seguida para conseguir y desarrollar el Frente Popular, la unión de todos los españoles en la lucha por la independencia nacional y por una España republicana y democrática de profundo contenido social. Esta línea política es la que ha traído al partido a millares y millares de luchadores del frente, y, entre ellos, a centenares y centenares de los mejores militantes de la Aviación, de la Marina y del Ejército de tierra: (El público puesto en pie, tributa una gran ovación a las representaciones del Ejército Popular.)
En nombre de nuestro partido, saludamos con orgullo, desde esta tribuna, a esos cuadros de militares que son la osamenta y el nervio del gran Ejército Popular al servicio de la República que se está forjando en España.
Han ingresado también en el Partido millares y millares de obreros de la producción, entre ellos muchos cuadros técnicos dirigentes de la industria. Saludo también con orgullo a estos nuevos militantes, sobre todo en estos momentos en que tan necesario es el dominio de la técnica para dirigir la producción, crear una industria de guerra y aumentar la producción indispensable para el triunfo de esta guerra.
Han venido también a nuestras filas millares y millares de mujeres, como un síntoma del despertar político; de este momento histórico. Han venido a nuestras filas, porque han visto en el Partido la mejor defensa de sus intereses, el paladín de la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, porque han visto también, como símbolo de nuestro partido y encarnación de todas sus virtudes, llena de sacrificio y abnegación por la causa del pueblo, a nuestra gran “Pasionaria”. (El público, en pie, tributa una gran ovación a la camarada Dolores Ibárruri y se oyen numerosos vivas a “Pasionaria.”)
Han venido también a nuestro partido millares y millares de campesinos, atraídos, por nuestra certera línea política en el campo, por la táctica que es axiomática para el marxismo-leninismo, ya que el proletariado debe ver siempre en los campesinos a sus aliados, con los cuales ha de marchar unido hacia la liberación de la humanidad.
Han venido también a nuestro partido núcleos importantes de intelectuales, convencidos por la realidad trágica de esta lucha de que el partido del proletariado es el más esforzado defensor de nuestros valores intelectuales y la garantía más firme para salvaguardar los intereses de los trabajadores de la inteligencia y para la construcción de una cultura floreciente y espléndida de todos los pueblos de España.
Han venido, en fin, a nuestro partido -y esto es también motivo de orgullo para nosotros- millares y millares de jóvenes, atraídos a la lucha por la organización de la joven generación, que ha desplegado nuestro partido en la línea amplia del Frente Popular, línea que le ha llevado hacia la organización que unirá a todos los jóvenes españoles.
Han vuelto también al Partido algunos camaradas que por no haber comprendido su acertada línea se eclipsaron durante algún tiempo. Pero como, a pesar de todo, tenían apego al Partido, han seguido de cerca su línea política y su táctica, y se han convencido de que era el Partido quien tenía razón. Y han venido de nuevo al Partido y les hemos acogido con los brazos abiertos. Estamos seguros de que no volverán a reincidir en los errores del pasado. De todos modos, bueno es que les digamos a ellos y a todos también una cosa: camaradas, acordaos de que el Partido tiene siempre razón; no la tienen, en cambio, los que se alejan de él o le combaten. (¡Muy bien! Grandes aplausos.)
Nuestro partido ha lanzado la consigna, consigna compartida por todas las organizaciones antifascistas, de que hay que dado todo para ganar la guerra. Llevados por esta preocupación, hemos orientado todo nuestro trabajo en el sentido de contribuir a la formación del gran Ejército Popular, poniendo al servicio de la República y de la causa del Frente Popular las mejores fuerzas de nuestro partido. En qué medida hemos contribuido nosotros a la formación del Ejército Popular, lo demuestra la cifra que os voy a dar. Yo creo que esta cifra bastará para contestar a los que dicen que nos preocupamos mucho más del trabajo “proselitista” que de las necesidades de la guerra, y por eso crecemos tanto, mientras que otros lo dedican todo a la guerra y no hacen labor de proselitismo.
Pues bien; para no citar cifras de anteriores épocas, el Partido Comunista cuenta hoy, en las veintidós provincias que tenemos en poder de los leales, con 249.140 afiliados. (Grandes aplausos y vivas.)
Camaradas, si hemos llegado a esta cifra, ha sido por la labor de nuestro partido, por su justa línea política y por su política amplia de Frente Popular, que ha sido comprendida por las masas. Pero, al mismo tiempo, quiero también señalar el número de comunistas que tenemos en los frentes, para demostrar que nuestro partido, como decía antes, es un partido que sólo piensa en ganar la guerra y que todo lo da para la guerra. Ya la camarada “Pasionaria” ha dado una pequeña lista de los comunistas más destacados que han muerto en el frente, pero se cuentan por miles los comunistas que han dado su vida en defensa de la libertad. El Partido Comunista tiene en todos los frentes de España, bien tamizados y comprobados los datos, 131.600 militantes. (Gran ovación.)
Creo que esta cifra es, a la par, la mejor contestación que podemos dar a los que afirman que tenemos demasiados Comisarios políticos.
Ya que hablo de nuestros afiliados, creo conveniente explicar también la composición social de nuestro partido, para demostrar que en su seno se van reuniendo los elementos más combativos del pueblo español. Como he dicho, nuestros afiliados son 249.140, entre los que no incluyo, como lógicamente podréis suponer, los 45.000 o más afiliados con que cuenta el Partido Socialista Unificado de Cataluña. Pues bien; esa cifra se descompone en la siguiente forma: 87.660 obreros industriales, 62.250 obreros agrícolas, 76.700 campesinos, 15.485 afiliados pertenecientes a la clase media y 7.045 entre intelectuales y profesiones afines. También tenemos en el partido 19.300 mujeres. (Aplausos.)
Estos son los elementos que constituyen nuestro partido, por lo que se refiere a su composición social. Ahora, después de explicar el crecimiento de nuestro partido, es necesario hacer la siguiente recomendación: hay que mantenerse vigilantes dentro del partido. Nuestro balance de afiliados es muy considerable, pero entre esa enorme masa de afiliados ¿es que el enemigo no habrá hecho lo posible para deslizar en nuestras filas algunos de sus agentes? Sería ingenuo no pensarlo así: la historia del movimiento nos demuestra que estos casos se dan con frecuencia. Ya sé que nuestras organizaciones, antes de admitir nuevos afiliados, investigan sus antecedentes, pero esto no basta; es preciso establecer la vigilancia más eficaz en la labor de hacer una constatación metódica de nuestros afiliados, y si de esta constatación resulta que alguno tiene puntos oscuros en su pasado o en su actividad presente, hay que pedirle que los esclarezca rápidamente y si no lo hace en forma satisfactoria debe quedar inmediatamente fuera de las filas de nuestro partido. (¡Muy bien! Aplausos.) Nuestro partido debe ser un ejemplo de honestidad y de moral proletaria.
Al mismo tiempo, necesitamos educar a los nuevos afiliados, que es otra de las grandes tareas que nuestro partido debe realizar. No basta con haber conquistado esos nuevos afiliados; es preciso educarlos políticamente y utilizarlos bien para el trabajo del partido y para la causa del Frente Popular. Es preciso aplicar el consejo de nuestro gran Stalin respecto a la necesidad de estudiar a los hombres, de ayudarles en su educación política y de colocarlos en el puesto conveniente con arreglo a su capacidad. “No incurráis -decía el camarada Stalin (¡ya sabéis cuánto pesan sus palabras!)- en el error de que, en vez de estudiar a los hombres y después de estudiados asignarles los puestos, a menudo se juega con ellos como peones de ajedrez.” Nuestra tarea y preocupación primordial debe ser la que nos indica nuestro jefe y maestro, que continúa afirmado: “Cultivad cuidadosa y atentamente a los hombres como un jardinero cultiva su planta favorita. Educar, ayudar a elevarse, ofrecer perspectivas, destacar a su debido tiempo, trasladar oportunamente a otro trabajo al hombre que no esté a la altura de su puesto, sin esperar a que fracase definitivamente; educar cuidadosamente y calificar a los hombres, distribuidos y encuadrados debidamente en la producción, organizar el salario, que tanto fortifica los eslabones necesarios de la producción y estimular a los hombres hacia una calificación superior.” Enorme es la tarea, y este calificativo encaja perfectamente dentro del trabajo que tiene que realizar nuestro Partido.
He ahí una de las tareas de nuestra educación de cuadros de nuestra secretaría de organización; he ahí, repito, una de las tareas fundamentales de todo nuestro partido, en los momentos actuales. Crear escuelas y publicar literatura adecuada para educar a los cuadros del partido. Aunque la escuela fundamental para nosotros, en los momentos presentes, es la escuela de la lucha, se precisa, sin embargo, destacar en forma metódica la escuela de educación de cuadros que ya tenemos y crear otras nuevas. No puede olvidarse el gran axioma leninista: “Sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario.” Esto es lo más necesario para nuestro partido. No debe funcionar solamente la escuela central para la educación de cuadros, sino que cada Comité provincial debe crear su propia escuela; entiéndase bien: cada Comité provincial. Para educar a los cuadros, es preciso que se celebren en forma metódica las reuniones necesarias para explicar la táctica y la línea política de nuestro Partido, contamos actualmente con una Comisión central de agitación y propaganda, y se publican diariamente varios periódicos del Partido. Y a este propósito, permitidme que rinda aquí un homenaje a nuestro querido “Mundo Obrero”, compendio de la lucha de nuestro Partido, y que hoy cerca de la línea de fuego es el orientador del frente, paladín de los heroicos luchadores de Madrid y orgullo de nuestro Partido. (La sala puesta en pie, tributa una calurosa ovación a los representantes de “Mundo Obrero”.) Y vaya también nuestro homenaje al diario de la juventud, que se edita al pie mismo de las trincheras. (Se repiten los aplausos.) La dirección de la Juventud Socialista Unificada puede estar orgullosa de su periódico, que os ofrece a todos un ejemplo de lo que debe ser un diario juvenil. Se publican regularmente libros y folletos, pero es necesario, además de todo eso, difundir los principios fundamentales de la teoría marxista-leninista. Debemos resolver cuanto antes el problema de la publicación de una revista teórica.
En punto a los cuadros, hay que resolver el problema de la compenetración de los nuevos con los viejos cuadros; hay que establecer la máxima de que no existen cuadros viejos y nuevos, cuadros que saben y cuadros que no saben, sino que todos los cuadros, nuevos y viejos, merecen la misma confianza del partido y todos pueden y deben ocupar cargos dirigentes con la misma autoridad e interpretar acertadamente la línea del Partido, línea que exige mano firme en su aplicación, si están poseídos de espíritu de sacrificio, de abnegación y de heroísmo. En la promoción de nuevos cuadros, se debe proceder con gran audacia.
Ahora, nos encontramos con el hecho siguiente: se movilizan las quintas de los años 32 al 36. Muchos Comités Provinciales, muchos dirigentes del partido tendrán que incorporarse a filas, porque así lo quiere el Partido, y ya se ha publicado una nota sobre el particular. Y he visto cómo algunos camaradas vienen un poco alarmados porque se va al frente todo el Comité Provincial o una parte de él, y consideran que en estas condiciones el partido se puede hundir o que puede sobrevenir una catástrofe. Aquí es donde se necesita la audacia para la promoción de nuevos cuadros. Hay que ir pensando ya, antes de que los cuadros puedan ingresar en el ejército, en quiénes los van a sustituir para empezar a prepararlos, sin pérdida de tiempo, con el fin de que sepan la función que van a desarrollar.
A veces, un Comité Provincial depende de un solo miembro, del secretario general, del secretario de organización o del secretario de Agit-Prop, y cuando uno de esos compañeros viene a consultar al Comité Central problemas muy importantes de su provincia y lleva media hora en Valencia, enseguida plantea la cuestión: “Tengo que marcharme inmediatamente, porque, si no, el Partido no marcha.” Pues bien, un Comité Provincial o un Comité de radio que dependen de un solo individuo, no es tal Comité. (¡Muy bien! ¡Muy bien! Grandes aplausos.) Por esto, en la organización de cuadros hay que realizar un gran trabajo, hay que ver dónde se encuentran esos cuadros, que los hay, y sólo hace falta saberlos encontrar y acoplarlos en los sitios que corresponda con arreglo a su capacidad, porque la cuestión de acoplamiento juega un papel fundamental en la utilización de los cuadros, para que su trabajo dé el máximo rendimiento. Ahora que tenemos un partido desarrollado numéricamente, y en una situación como la que atravesamos en España, necesitamos realizar este trabajo como una de las tareas más importantes para conseguir esa promoción de nuevos cuadros, a fin de que puedan elevarse a los puestos de dirección. Lo mismo el Comité Central, que los Comités Provinciales y los Comités de radio, deben ser organismos operativos, comités de trabajo, y yo tengo la seguridad de que todo lo que salga de este Pleno ampliado se ha de poner en práctica, y en primer lugar nuestra política de cuadros, porque nuestro Partido no debe ser un Partido que olvide las cosas. (¡Muy bien! Aplausos.)
Por lo que se refiere al sectarismo, también acerca de esto voy a decir unas cuantas palabras. Si bien en nuestro partido no se dan ya muchos casos de sectarismo, esto no significa, sin embargo, que estemos completamente curados de él. En el trato de nuestros militantes con las organizaciones afines no se tiene, a veces, el tacto suficiente para plantear los problemas y encontrar puntos de coincidencia para la acción conjunta, y se quiere imponer el principio de “todo o nada”. En lugar de hacer un trabajo paciente de persuasión, se quieren imponer a rajatabla nuestras proposiciones. También en ese sentido debemos tener cuidado, para ir liquidando todo resto de sectarismo que pueda haber aún en nuestro partido.
En el trabajo colectivo también exige nuestro partido el esfuerzo de todos. Los órganos dirigentes no se reúnen con la regularidad debida; los problemas no son siempre discutidos y resueltos colectivamente. Es cierto que estamos en una época en que hay que desarrollar una gran labor y, a veces, hay que decidir las cuestiones en unos minutos, pero eso no debe impedir las reuniones metódicas. Hay que crear un aparato de Partido para que los problemas sean resueltos por los órganos competentes, no como ahora ocurre, que hay una especie de hombre-orquesta al que hay que someter todas las cuestiones, y que es el llamado a resolverlas todas. Así no se dirige un Partido; se pierde el tiempo en detalles y no se ven los problemas de fondo. Ese es un gran defecto que existe en nuestro partido y que debe ser corregido inmediatamente. Para cumplir las tareas históricas que tenemos planteadas en estos momentos, necesitamos preparar y ofrecer al Gobierno del Frente Popular millares y millares de nuevos cuadros para la guerra y para la producción; sólo así podremos ganar la guerra y consolidar las conquistas alcanzadas en el transcurso de la lucha.
Partiendo del principio de que nuestro partido debe ser el instrumento principal para consolidar el Frente Popular y para unir al pueblo español en la lucha contra el fascismo invasor nacional y extranjero y por la independencia de nuestro país, las tareas principales que se nos plantean en relación con esto son las siguientes:
En el frente:
Los comunistas deben ser los combatientes más disciplinados, los más heroicos, los que no retroceden nunca; deben ser los que estimulen y organicen la acción ofensiva, pero al mismo tiempo los más vigilantes para impedir que las provocaciones y el espionaje enemigo se introduzcan en el Ejército. Los comunistas deben ser buenos militares, partiendo del principio de que la guerra es una ciencia y un arte. Para vencer, hay que aprender bien la técnica y la estrategia militares.
En la producción:
Los comunistas deben ser los mejores obreros de choque para la creación de una industria de guerra y aprender en la escuela de los bolcheviques, los cuales no se arrendaran nunca ante las dificultades. Hay quien habla de la imposibilidad de construir rápidamente esa industria de guerra en nuestro país, por considerarlo atrasado. Yo digo a los que se atreven a afirmar esto, que en Cataluña, en Euskadi y en Levante, funciona ya en parte una industria de guerra que puede producir más de lo que produce, porque existen máquinas para la producción de guerra que todavía no se utilizan o cuyo empleo no se realiza de un modo racional; existen, además, iniciativas individuales y colectivas para la producción de elementos de guerra a las que no se estimula debidamente. A los que se limitan a lamentarse de que se nos aplique un control, aunque éste sea injusto é inadmisible -yo quiero machacar sobre esta cuestión-, a los que ven el porvenir negro porque se nos quiera impedir la importación de lo que nos hace falta para la guerra, pero que no se dan prisa para crear una gran industria nacional que nos abastezca de todo lo necesario, podemos contestados con las mismas palabras con que el gran Stalin contestaba a los que no creían tampoco en la posibilidad de construir una gran industria de guerra en la Unión Soviética y todo lo fiaban a un “plan” de importación del extranjero. El camarada Stalin decía, refiriéndose a esto:
“Si hubiéramos adoptado un plan semejante, no tendríamos hoy metalurgia, ni fabricación de máquinas, ni tractores, ni automóviles, ni aviación, ni tanques. Nos habríamos encontrado desarmados frente a nuestro enemigo exterior; habríamos minado las bases del socialismo en nuestro país; habríamos resultado prisioneros de la burguesía interior y exterior.”
Por eso nosotros tenemos que aprovechar todos nuestros recursos y vencer las dificultades para poder crear esta gran industria de guerra. Los bolcheviques, llenos de fe en sus propias fuerzas, en las fuerzas constructivas del proletariado y del pueblo, crearon una potente industria; con grandes sacrificios, indiscutiblemente, pero sólo así se consiguen las grandes cosas. Es preciso que los comunistas sean los iniciadores y colaboradores más entusiastas en la creación de una gran industria de guerra, que se reúnan con los obreros y los técnicos de cada fábrica apta para ser transformada para la guerra y hagan proposiciones concretas al Gobierno para su mejor empleo. Es necesario que los comunistas persuadan a las masas obreras de la necesidad de crear un ejército de la producción fuerte y disciplinado; que se desvelen por encontrar fórmulas para aumentar la producción, para crear brigadas de choque con el fin de aumentar el rendimiento del trabajo. Hay que hacer que cada fábrica dé el máximo de rendimiento, perfeccionarla y hacer que se perfeccionen también los obreros del ramo. Nuestro lema debe ser: “Producir más y mejor.”
En el campo:
Los comunistas deben proseguir y acentuar la aplicación de la política del Partido en el campo, que tan buenos resultados ha dado hasta aquí; deben continuar organizando a los campesinos y obreros agrícolas en sus cooperativas y sindicatos, crear los comités de enlace entre los obreros agrícolas y campesinos y hacer que estos organismos dirijan a toda la masa campesina, asegurando así la unión estrecha entre los trabajadores del campo. Deben persuadir a todos de la necesidad de respetar la pequeña propiedad. La preocupación primordial, en este momento, debe ser intensificar y diferenciar los cultivos, aumentando la producción agrícola para hacer frente a las necesidades de la guerra. Es preciso obtener del Gobierno, en mayor escala todavía, créditos, simientes y abonos para los campesinos. Hay que inundar el campo de hombres con conocimientos de agronomía y ayudar a los campesinos y mejorar y aumentar la producción. Hay que establecer premios para los campesinos que produzcan más y mejor. Es preciso crear un ambiente de confianza en el campo, hacer que el campesino se sienta seguro, defenderle y hacer comprender a todos que es necesario mantener la alianza permanente entre los obreros y los campesinos, no sólo para ganar la guerra, sino también para participar en común en la construcción de la nueva España.
Entre los intelectuales:
Los comunistas, que pertenecen a un Partido como el nuestro, basado en una teoría científica y que lucha por crear una vida bella y feliz para toda la humanidad, deben estrechar cada día más los lazos con todas las fuerzas de la intelectualidad y demostrar prácticamente que el pueblo ama y estima la ciencia, el arte y la literatura, mientras que el fascismo es sinónimo de atraso, de barbarie, de destrucción de los valores intelectuales, de negación de la cultura. Los comunistas deben luchar para conseguir que los hombres de ciencia dispongan de todos los medios necesarios, a fin de qué puedan emplear su saber y su capacidad en beneficio del pueblo, al servicio de nuestro triunfo en la guerra, al servicio de la industria y de la agricultura. Hay que conseguir que los mejores escritores y literatos vibren al unísono con la epopeya nacional y sean los grandes cantores de las gestas heroicas qué están escribiendo con su sangre los hijos del pueblo, tanto en los frentes de batalla como en los frentes de la producción.
En la retaguardia:
Los comunistas deben ser los primeros y los mejores en la organización de la retaguardia y hacer que sus preocupaciones y anhelos sean las preocupaciones y los anhelos de los frentes de batalla, preocuparse constantemente de que los heridos, los inválidos, las mujeres e hijos de los combatientes, sean los que menos sufran las restricciones que la guerra impone a la población civil. Deben preocuparse de organizar la distribución equitativa de los medios de subsistencia, asegurando a la población el mínimo indispensable para vivir. Deben preocuparse de evitar que la barbarie fascista ocasione víctimas a la población, construyendo refugios, fortificaciones y puntos de defensa, para evitar que los ataques enemigos hagan estragos. Deben poner en pie y movilizar a toda la retaguardia para todas y cada una de las necesidades que la guerra impone. Deben crear las condiciones necesarias para que todo ciudadano, hombre o mujer, rinda un trabajo en el taller o en la casa para las necesidades de la guerra. Es preciso inculcar a todos la idea de que los soldados del Ejército Popular no deben carecer de nada y que todo debe procurárselo la retaguardia. Los comunistas deben preocuparse constantemente de la vigilancia de la retaguardia. También es preciso movilizar a todo lo que hay de sano y honrado en el país contra los enemigos emboscados, contra los vividores de la guerra, contra los que no sólo no participan en el esfuerzo común ni realizan un trabajo útil, sino que están cínicamente escondidos en sus casas, rodeados de comodidades, en espera de que la guerra se decida en uno, u otro sentido, para luego declararse partidarios del vencedor. Hay que estar ojo avizor con los emboscados; detrás de cada uno de ellos se esconde un enemigo. (¡Muy bien!).
En los sindicatos:
Los comunistas deben ser los mejores defensores de la organización sindical; los que recluten continuamente nuevos afiliados para fortalecerla; los que eduquen a la masa sindical para sacar de ella los mejores cuadros para la producción; los que luchen por establecer una verdadera democracia sindical, que permita a los mejores elementos de la clase obrera ocupar puestos de dirección; los que, a base de la unidad de acción entre los sindicatos de la CNT y la UGT, contribuyan a crear las condiciones necesarias para la fusión de las dos centrales y la formación de una sola central sindical obrera en España. Para consolidar más aún las fuerzas de la UGT, central a la que pertenecen en su inmensa mayoría los comunistas, es preciso reclamar cordialmente, si no es posible celebrar un Congreso donde pueda elegirse democráticamente una nueva dirección, que sea llevado a la dirección central algún representante comunista para reforzar su trabajo de dirección.
Entre las mujeres:
Es preciso que los comunistas intensifiquen y amplíen el trabajo entre las mujeres. Hay que consolidar la organización de mujeres antifascistas que ya existe; pero esto no basta. Es preciso movilizar a todas las mujeres de España en defensa de la patria y de la independencia nacional; es preciso crear un movimiento de mujeres de la nueva España, integrado por todas las que quieren contribuir al aniquilamiento del fascismo y sacrificarse, si preciso es, para que sus hijos puedan vivir en una España culta, próspera y feliz. Hay que reforzar nuestro trabajo respecto a la mujer, pues si tenemos en cuenta la combatividad y abnegación formidables de que están dando pruebas las heroicas mujeres de nuestro pueblo, debemos reconocer que la proporción de mujeres afiliadas a nuestro partido no es la que debiera y la que puede ser.
Reforzar la organización de los “Amigos de la Unión Soviética”:
Son centenares de miles los ciudadanos españoles de ambos sexos, que no dejan escapar ninguna ocasión para manifestar su adhesión fervorosa a la Unión Soviética, que se preocupan constantemente de mantener el intercambio de relaciones con el gran país conductor del socialismo y quieren conocer su experiencia en el dominio de la producción, de la cultura y del arte. Existe en España una Asociación de Amigos de la Unión Soviética, pero no tiene la amplitud y el desarrollo que debiera tener. La culpa es nuestra, de todo el partido, que no dedicó a ello la atención debida. Hay que corregir este defecto, para que pueda mejorarse y engrandecerse la organización de los Amigos de la Unión Soviética.
El “Socorro Rojo Internacional”:
El Socorro Rojo ha cumplido en nuestro país, en las circunstancias excepcionales porque atraviesa, la misión que el camarada Dimitrov le asignara en el VII Congreso.
“El Socorro Rojo Internacional -decía el camarada Dimitrov- debe llegar a ser, decirlo así, una especie de Cruz Roja del Frente Único proletario y del Frente Popular antifascista, abarcando a millones de trabajadores; la Cruz Roja del ejército de las clases trabajadoras que luchan contra el fascismo.”
La obra que ha desarrollado y desarrolla en esta guerra el Socorro Rojo Internacional es verdaderamente meritoria; ha extendido por todo el territorio leal su red de hospitales, guarderías de niños, etc. Hay que prestarle, sin embargo, una mayor ayuda para que pueda cumplir la misión que en estos momentos le corresponde.
Ayuda a la juventud:
Es preciso también ayudar por todos los medios a la Juventud Socialista Unificada, a esa magnífica juventud que ha dado en holocausto de la causa muchos millares de hombres y cuadros valiosísimos. Es preciso ayudarla a educar a sus militantes y hacer que se transforme en la única organización de la juventud. En estos momentos, al referirnos a la juventud, que tantos sacrificios hace para ganar la guerra, es necesario, obligado, decir algunas palabras acerca de los camaradas dirigentes de la Juventud Socialista Unificada caídos en la lucha, por lo que la pérdida de éstos representa para la organización, si bien esta pérdida debe ser reparada por una intensificación en el trabajo y por la adhesión a la Juventud Socialista Unificada de nuevos miles de afiliados. Lina Odena, como buena dirigente de la Juventud Socialista Unificada, ocupó siempre, naturalmente, el puesto que la Juventud le asignaba. Era también miembro del partido y hablando de ella sólo podemos recordar lo que representó su trabajo, primero en Cataluña y después en diferentes provincias de España. Es una pérdida importante para el Partido; pero lo es todavía mucho más considerable para la Juventud, por haber pertenecido a su dirección. El camarada Martín, también de las Juventudes Socialistas Unificadas, cayó cumpliendo con su deber en los frentes de lucha. Y, por último, tenemos la pérdida más cercana de los camaradas Medrano, Zapiráin y Cuesta. He podido apreciar, hablando con los camaradas de la dirección de la Juventud Socialista Unificada, cómo sentían el peso de estas pérdidas, y cómo, al conocer la noticia de estas muertes, reaccionaron ante el golpe doloroso que representaba para su organización. Ante la falta de estos camaradas, falta muy difícil de reponer por el momento, ellos reaccionaron disponiéndose a trabajar todavía con más ahínco, perfilando todavía más su línea política, para que la labor realizada hasta el momento de sucumbir en la lucha los tres camaradas caídos, pueda dar pronto el fruto que ellos buscaban, y yo estoy completamente seguro de que este resultado se conseguirá. La pérdida de estos camaradas, sobre todo la de Medrano, que pertenecía al Comité Central, es también dolorosa para nuestro Partido; pero es todavía mayor -repito- para la juventud. Es preciso ayudar a esa juventud, que cuenta con dirigentes de la personalidad del camarada Santiago Carrillo. (Los delegados, puestos en pie, tributan una gran ovación a Santiago Carrillo.) La dirección de la Juventud Socialista Unificada no cuenta solamente con el secretario general, camarada Santiago Carrillo sino que cuenta también con jóvenes de la valía de Claudín, Laín, Vidal, Cazorla, Arconada, Segis, Melchor... (Grandes aplausos.) Estos camaradas, educados en el espíritu del marxismo-leninismo, son la promesa de que la Juventud Socialista Unificada sabrá agrupar en torno suyo a todos los jóvenes antifascistas de España, a toda la nueva generación que quiere vivir en una España libre y próspera; por eso envía sin tasa soldados al frente, crea los nuevos cuadros para la producción, educa a la juventud en el espíritu del sacrificio y del heroísmo, y es, garantía del triunfo en la guerra. Esta juventud tiene decenas y decenas de millares de afiliados en el frente de batalla y se desvela constantemente en los frentes de la producción. Un caso concreto: las bases firmadas por la Juventud Socialista Unificada con las Juventudes Libertarias y Republicanas, con el fin de organizar brigadas para aumentar la producción en cada fábrica y en cada taller, para trabajar sin descanso, mejorando la calidad de la producción y aminorando su coste en beneficio de la causa que todos defendemos. Según establecen, estas mismas bases, la organización de las brigadas debe efectuarse en estrecha colaboración y bajo la dirección del comité de fábrica, compuesto por compañeros de la UGT y de la CNT. Así es nuestra nueva generación, así son nuestros jóvenes, a los que rendimos desde aquí nuestro homenaje y les prometemos nuestra ayuda para que puedan llevar a buen término la misión que les está encomendada. Pueden contar con ella, no sólo como se la hemos venido prestando hasta ahora, sino superándola.
Necesitamos también estrechar nuestras relaciones con los Partidos de Cataluña y Euskadi. Nuestras relaciones con los Partidos hermanos de Cataluña y Euskadi son excelentes, desde el punto de vista de la compenetración de la línea política y táctica. Sin embargo, particularmente en lo que respecta a Cataluña, es necesario que nuestras relaciones sean aún más estrechas desde el punto de vista orgánico. Hay que efectuar intercambios permanentes de experiencias entre los miembros del Comité Central del Partido Socialista de Cataluña y los del Comité Central del Partido Comunista de España para elaborar la línea política y táctica común, y marchar estrechamente unidos en la solución de todos los problemas que nos plantea la situación actual. El Pleno del Partido Socialista Unificado de Cataluña, al nombrar a un miembro de nuestro Comité Central para formar parte del suyo, ha querido subrayar esta necesidad. Creo conveniente que nuestro Pleno nombre, para nuestro Comité Central, algunos camaradas del Partido Socialista Unificado de Cataluña, y yo me permito proponer en primer lugar, a nuestro camarada Comorera (Grandes aplausos y vivas al camarada Comorera), jefe querido de nuestro partido hermano del pueblo catalán, como justo homenaje de nuestro partido a su política de unidad entre las fuerzas socialistas y comunistas.
Nuestro partido no ha estado nunca tan unido como hoy. Pese a las decenas de nuevos afiliados que han venido al partido, trayendo a él resabios de diversas ideologías, la estructura de nuestro partido, la solidez política de toda su armazón, ha permitido una rápida asimilación ideológica de todos estos camaradas y crear esta unidad monolítica del partido, que es nuestro mayor orgullo. Nuestra línea política es tan clara y comprensible, que ha facilitado la asimilación rápida de los nuevos afiliados. Y si nuestra línea política es tan comprensible, es porque se ha inspirado en la ideología, en la línea política y en la táctica de nuestra Internacional Comunista (Grandes aplausos), porque ha sabido interpretar la gran línea estratégica del VII Congreso de la Internacional Comunista, expuesta por nuestro gran camarada Dimitrov (Grandes aplausos), porque ha comprendido que la táctica del Frente Popular no debía entenderse como una maniobra, sino como una línea política justa y revolucionaria para el actual período histórico. Los avances de la reacción fascista han planteado ante toda la humanidad progresiva el dilema de “democracia o fascismo”. Para impedir los avances de la reacción más bestial, de la fuerza más salvaje y bárbara que conoce la historia, de la fuerza opresora del pueblo y provocadora de guerras, para impedir los avances del fascismo, había que oponer a éste la unión del proletariado, de todas las masas campesinas, de todos los intelectuales honrados, de todas las fuerzas progresiva de la humanidad.
Para defender la civilización contra la barbarie, para aniquilar la bestia del fascismo, para abrir amplios cauces a la democracia social y al progreso, nuestra gran Internacional lanzó su histórico llamamiento en el VII Congreso. Ha sido ésta una acción extraordinariamente meritoria de nuestra Internacional, de la Internacional Comunista, para con toda la humanidad, que nuestro pueblo, en primer término, reconoce y agradece.
Los éxitos de nuestro partido, la afluencia a su seno de miles y miles de nuevos afiliados, se deben al hecho de que, a través de su acción, el pueblo va comprendiendo que nuestro Partido sabe lo que quiere y a dónde va; se debe a que ha demostrado, en la práctica, que hace lo que promete y no promete más que lo que está en condiciones de hacer; se debe al hecho de que cada militante nuestro siente el orgullo de pertenecer a nuestro partido y, dondequiera que se encuentre, cumple con su deber “para que quede bien el Partido”, que es tanto como decir para dejar bien sentado que nosotros demostramos, con el ejemplo, que queremos que nuestro pueblo gane la guerra, que queremos consolidar sus conquistas en pro de él, de la felicidad, la paz y el trabajo; se debe al hecho de que los miembros de nuestro Partido no hacen alarde de ser más revolucionarios que nadie, y solamente alardean de cumplir con su deber de militantes de vanguardia, que viven de realidades y no de frases. Así es cómo nuestro partido se va transformando, cada vez más, en uno de los factores más decisivos de la situación. Las masas tienen plena confianza en el Comité Central del Partido, en sus dirigentes. Nuestro Comité Central ha demostrado, con su iniciativa, su firmeza y serenidad en la aplicación de la línea política y de trabajo constante, su inquebrantable vinculación con la causa del pueblo.
Por eso, los dirigentes de nuestro partido son queridos de las masas. Contamos, en la dirección, con nuestra querida camarada “Pasionaria”; con nuestra gran “Pasionaria”, que no es solamente una de las camaradas más queridas de nuestro partido, su mejor figura tribunicia, sino una de las personalidades más acusadas de la España actual, la que concentra el fervor entusiasta de todo el pueblo español, el símbolo de la España popular que lucha para salvarse de la esclavitud fascista; es toda sacrificio, toda modestia, toda fuerza revolucionaria, algo tan unido al proletariado, al pueblo todo, que ya “Pasionaria” es casi algo legendario y, cuando va a una provincia, a un local, a una casa de familia –yo lo he visto, y vosotros lo habréis visto también-, la tocan para comprobar si es de carne o es de... (Una gran ovación impide oír el final del párrafo.)
Tenemos también a nuestro camarada Uribe, viejo dirigente del partido, querido por todos nosotros, y que no ya por la labor meritoria que ha desarrollado en tantos años de partido, sino la que en poco tiempo ha desarrollado en el Ministerio de Agricultura, constituye un símbolo para las masas campesinas, que ven en él y en nuestro partido el defensor consecuente de sus intereses, la voluntad firme de emanciparlos de la servidumbre de la gleba; un obrero metalúrgico que, desde el Ministerio de Agricultura, debe resolver todos los problemas que tienen planteados los campesinos desde hace años y aun siglos. Naturalmente, se trata de uno de nuestros camaradas, como sabéis, más capacitados, y como el marxismo-leninismo da soluciones para todos los problemas, inspirándose en su teoría, desde el Ministerio de Agricultura, el camarada Uribe resuelve acertadamente los problemas del campo. (La sala, puesta en pie, tributa una gran ovación al camarada Uribe.)
Tenemos, también, a nuestro camarada Hernández, un obrero pintor, un obrero que ya era popular en nuestro partido y entre las masas antes de ser ministro de Instrucción Pública. Por su labor en el Ministerio de Instrucción Pública, por su trabajo entre los intelectuales, por sus dotes de agitador, se ha convertido en una de las figuras más populares del partido. Su actuación ha servido para demostrar, en la práctica, que los comunistas son los mejores defensores de la ciencia, del arte y de la literatura. ¿Quién no conoce entre los intelectuales, artistas y hombres de ciencia -puesto que en el campo medio antifascista, en general, era ya bastante conocido nuestro camarada Hernández- la labor realizada por el Ministerio de Instrucción Pública? Aquí se puede aplicar lo que hemos dicho del camarada Uribe: un obrero pintor que ha hecho, desde el Ministerio de Instrucción Pública, en pocos meses, más trabajo que todos los Ministros de Instrucción Pública durante muchos años. (Grandes y prolongados aplausos al camarada Hernández.)
Tenemos, asimismo, a nuestro camarada Cartón. El madrileño Cartón, como dice “Mundo Obrero”, se ha convertido en una de las figuras más populares entre las masas campesinas de Extremadura por su trabajo, y ahora es uno de los jefes militares más queridos del Ejército, desde el puesto de combate al frente de una brigada. El camarada Cartón, obrero tipógrafo, todo modestia también, pero todo nervio y actividad, es un obrero que, como todos los que pertenecen a nuestro Partido, ha sabido superarse, colocarse donde se encuentra como consecuencia de un trabajo continuado en el movimiento obrero durante muchos años, y hoy es querido por todo nuestro Partido, y por todas las masas populares, como consecuencia de lo qué ha significado y significa, en estos momentos, en la lucha en esta guerra, dando lo que se puede dar: poniendo su vida a disposición de la causa del antifascismo. (Fuertes aplausos.)
Tenemos al camarada Checa, que es lo que podemos llamar el hombre de nuestro Partido. No aparece lo suficiente en la superficie política porque su trabajo es un trabajo silencioso -los bolcheviques no tienen en cuenta nunca si su trabajo es más o menos ostensible-, pero vigilante y activo; es conocido, no solamente por los cuadros de nuestro partido, sino allí donde hace falta una ayuda de organización: en el frente o en la retaguardia, allí está el camarada Checa, resolviendo problemas de organización y dando las normas precisas, como corresponde a un gran Secretario. (Prolongados aplausos.)
Tenemos, igualmente, al camarada Mije, luchador infatigable por la unidad sindical, y hoy, como todos sabéis, subcomisario general de Guerra, en cuyo cargo realiza un gran trabajo, también conocido por muchos de los camaradas y antifascistas que se hallan en el frente. Es uno de tantos camaradas como tenemos en nuestro partido, porque la realidad es que, si continuáramos dando nombres de camaradas de calidad, estoy completamente seguro de que este Pleno terminaría mucho después del mes que viene. (Grandes aplausos.)
De seguir examinando Comités provinciales y de radio, podríamos encontrar muchos más. Pero ¿es que podemos pasar de largo sin hablar del Comité de Madrid? No, no es posible. ¿Y qué decir de nuestro Comité de Madrid? El fue el organizador de las fuerzas de choque, que en los días angustiosos de noviembre contribuyeron a asegurar la defensa de la capital de la República, orgullo de los antifascistas españoles y orgullo de todos los antifascistas del mundo. ¿Quiénes lo integran? Son camaradas que se han destacado en momentos en que ponen a prueba los verdaderos valores revolucionarios. Y estos compañeros, no muy conocidos hasta el momento de producirse la guerra, son hoy ya bastante conocidos de todo el partido, de todos los antifascistas y, sobre todo, de todas las fuerzas qué están luchando en los frentes de Madrid y en los demás frentes. Es el camarada Antón secretario del Comité provincial... (Aplausos y vivas al Comité provincial de Madrid y al camarada Antón). Son el camarada Diéguez y el camarada Girón, aquí presentes (Se reproducen los aplausos). ¿Qué decir de todos estos camaradas? Simplemente; que son el orgullo de nuestro Partido.
Tenemos, en fin, un gran Partido Comunista, un Comité Central que vibra al unísono de las necesidades de las masas y que sabe trazar la línea justa en cada momento decisivo de nuestra lucha. Contamos, pues con el instrumento forjador del gran bloque antifascista y que forjará la unión de todo el pueblo español, condición indispensable para ganar la guerra.
Hay que organizar mejor, fortalecer y engrandecer este instrumento que es nuestro Partido; hay que continuar con más tesón que nunca nuestra política de unidad. Si se cruzan obstáculos en nuestro camino, hay que superarlos; hay que organizar la unidad proletaria, la unidad de todos los antifascistas, la unidad de todo el pueblo español. Así es como ganaremos la guerra. Para ganarla, tendremos que sufrir todavía grandes penalidades, tendremos que realizar todavía grandes sacrificios. La lucha es dura y larga. Es posible que el fascismo internacional pueda asestamos todavía golpes duros; pero, pese a todo y a todos, contra viento y marea, estamos inflamados por una fe ciega en la capacidad combativa de nuestro pueblo y por eso afirmamos que venceremos. Venceremos, porque luchamos, no solamente por nuestra causa, por la causa de nuestro país, sino también por la causa de toda la humanidad progresiva. Venceremos porque la solidaridad internacional no nos ha de faltar; venceremos, porque las valientes Brigadas Internacionales, los mejores hijos del proletariado mundial, los mejores demócratas, luchan mano a mano con nosotros, dando prácticamente ejemplo de solidaridad. Los partidos comunistas hermanos de Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, etc., nos han prestado una gran ayuda, y estoy seguro de que en estos momentos sabrán intensificar la campaña de solidaridad con el pueblo español, junto con las fuerzas obreras y democráticas de sus países, para que, al plantearse el control, no sólo no pueda disminuir, sino que aumente, como estoy seguro de que aumentará, la solidaridad de los partidos comunistas hermanos, movilizando en la ayuda a España a todas las democracias de sus países en beneficio de nuestra causa, que es también la causa de sus propios pueblos.
Venceremos, porque, como dijo el camarada Dimitrov:
“la victoria del pueblo español sobre los reaccionarios fascistas y sobre los intervencionistas del fascismo, así como el establecimiento de un sólido régimen parlamentario y democrático, apoyándose en el Frente Popular, minará resueltamente la base material y política del fascismo en España y conducirá al reagrupamiento cada vez mayor de las fuerzas democráticas en Inglaterra y en los demás países donde el fascismo amenaza con destruir los derechos y libertades democráticas conquistados por sus pueblos. La victoria del Frente Popular -prosigue el camarada Dimitrov- asestará un sensible golpe a los planes de agresión militar de Hitler y Mussolini, contribuirá al mantenimiento de la paz mundial e impulsará fuertemente el desencadenamiento y reforzamiento de los movimientos democráticos de las masas populares en el interior de la propia Alemania, de la misma Italia y en todas partes donde domina el fascismo sangriento.”
Ese es el significado internacional de nuestra lucha.
Según las últimas noticias; el Gran Consejo Fascista, de acuerdo con los dirigentes del fascismo alemán, ha tomado la decisión de intensificar su ayuda en hombres y materiales bélicos a los rebeldes españoles, ha lanzado un nuevo reto al mundo, ha puesto en juego nuevos elementos para el desencadenamiento de la guerra. ¿Claudicarán o retrocederán, una vez más, las democracias mundiales ante los avances fascistas? Esperamos que no. Y esperamos que no, porque nuestros partidos hermanos, con todas las democracias, sabrán exigir a sus gobiernos que den la contestación categórica que merece la actitud de Alemania e Italia, que pone en peligro los intereses de Francia y de Inglaterra y los de todos los países democráticos del mundo. (Fuertes aplausos.)
Se nos va a aplicar el control; se nos quieren imponer restricciones, encerrarnos en nuestro país, afirmando que así terminará antes la guerra. Que termine pronto la guerra es lo que nosotros queremos; por eso, por ponerle fin, luchamos en esta guerra, que nos ha sido impuesta por los fascistas. Pero que termine con el triunfo de la causa del pueblo, porque esta causa es justa, es sagrada. De otro modo, jamás podrá terminar. Que lo oigan bien los de dentro y los de fuera. Tenemos para ello el ejemplo de la Unión Soviética, de nuestro gran país hermano, que supo vencer a unos y a otros. El heroísmo del pueblo español demuestra que sabremos imitarle. Venceremos, porque a nuestro lado está la Unión Soviética, símbolo de emancipación de todos los pueblos oprimidos. (Grandes aplausos y vivas a la Unión Soviética y a Stalin.)
¡Camaradas del Comité Central y del Pleno ampliado! Las líneas generales de lo que hay que hacer para ganar la guerra están trazadas. Estoy completamente seguro de que, con vuestra participación, vamos a marcar la orientación que las masas necesitan en estos momentos, el camino que tienen que seguir. Que nuestro Pleno ampliado, repito, no sea solamente el Pleno del Partido Comunista; el Pleno nuestro ha de ser el Pleno que hagan suyo todas las grandes masas populares en toda España.
En este sentido, sólo me resta por decir: Camaradas del Pleno ampliado; ¡Adelante! ¡Viva la unidad del pueblo español en su lucha contra el fascismo! ¡Viva el Frente Popular antifascista! ¡Viva nuestro glorioso Partido Comunista! ¡Viva nuestra gloriosa Internacional Comunista, que mantiene con firmeza la bandera de Marx; Engels, Lenin y Stalin! ¡Por el triunfo de las armas del pueblo! ¡Por una España próspera y feliz! (Todos estos vivas son clamorosamente contestados por los asistentes, que cierran el informe del camarada Díaz con una clamorosa y larga ovación y entonando la “Internacional”.)