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Selecciones de

LENIN: La construcción del partido, 1893-1914

de Tony Cliff

 


Fuente: Tony Cliff, Lenin: La construccion del partido, 1893-1914. Traduccion de Alba Dedeu, prólogo de Andy Durgan y Joel Sans. Barcelona: El Viejo Topo/La Hiedra, 2011. ISBN 978-84-15216-94-0.
Primera vez publicado: En 1975, en idioma ingles, bajo el titulo de Lenin. Vol. 1: Building the Party (1893-1914), por Pluto Press, Londres.
Transcripción/HTML: En lucha.
Versión digital: Publicada por En lucha, 2011. 
Derechos: © 2011 El Viejo Topo y La Hiedra. Aparece aqui gracias a la gentileza de Joel Sans, editorial La Hiedra, y de En lucha.



 

Prólogo

 

Recuperar a Lenin para el siglo XXI

Por 
Andy Durgan, historiador, & Joel Sans, editor de La Hiedra

 

“Reivindicar el nombre de ‘Lenin’ es una necesidad urgente precisamente ahora, en unos tiempos en que muy poca gente considera seriamente que siga habiendo alternativas posibles al capitalismo”, escriben los editores del libro Lenin reactivado, publicado en 20071. Aunque desde aquel año hasta ahora la crisis económica ha agrietado enormemente cualquier visión de un futuro esperanzador dentro del capitalismo, continúa siendo cierto que se habla muy poco de alternativas. Y no es por falta de motivos.

Los efectos de la crisis económica desatada a mediados de 2008 han marcado un antes y después en el clima político global. La mayor crisis desde los años treinta, el desafío que suponen las salvajes políticas de “austeridad”, el ascenso de diversas olas de huelgas por gran parte de Europa, el estallido de movimientos masivos imprevistos, como el 15-M y, sobre todo, las revoluciones en el mundo árabe, están conllevando una radicalización ideológica que no se producía desde los años sesenta y setenta. La izquierda afronta de nuevo grandes retos, incluso con la cuestión de la revolución otra vez encima de la mesa. En esta situación, la experiencia de las y los revolucionarios del pasado que se enfrentaron a retos de una gran magnitud vuelve a tomar valor. De revolucionarios que vivieron grandes luchas, revoluciones y enormes expresiones de autoorganización de los trabajadores y trabajadoras. Revolucionarios que afrontaron situaciones difíciles y la cuestión de cómo avanzar y cómo conseguir victorias. Lenin aparece aquí como una figura muy relevante a recuperar.

Los editores de Lenin reactivado optaron por centrar el libro concretamente en Lenin por ser menos susceptible que Marx a ser reducido a una “moda académica”. De hecho, si bien es clara y positiva la recuperación de Marx en los últimos años, las ideas de Lenin no están viviendo el mismo proceso. Esto es, en gran parte, por dos grandes tópicos que han dañado las ideas de Lenin: la experiencia de la degeneración de la URSS y el funcionamiento autoritario de muchos partidos de izquierda, problemas hasta cierto punto bastante relacionados.

Sobre el primero, se ha tendido a trazar una línea continua entre Lenin y Stalin, como si el segundo fuera la culminación natural del primero. Contrariamente, el estalinismo supuso la liquidación de las conquistas de la Revolución de 1917, dilapidando la visión de Marx y Lenin del socialismo como emancipación de la clase trabajadora. En los años treinta, el estalinismo, para consolidar el giro de la URSS hacia la industrialización forzada, llevó a cabo un terrible proceso de purgas, con centenares de miles de ejecuciones2 que aniquilaron la generación de militantes que había vivido la Revolución. La época de Stalin fue la negación del “leninismo”, no su culminación3.

Sobre el segundo, el funcionamiento de muchos partidos de la izquierda, especialmente de los partidos comunistas, como el PCE de Carrillo, fue muy rígido, con un régimen interno autoritario. Algunas organizaciones de la izquierda revolucionaria en los años setenta tampoco tuvieron un funcionamiento muy distinto, con ausencia de mecanismos y cultura democrática. Este modelo se ha asociado, erróneamente, con la teoría y la práctica de Lenin sobre el partido, quien supuestamente habría gobernado de forma dictatorial el Partido Bolchevique.

Incluso los mismos relatos biográficos sobre Lenin han oscilado entre las mitificaciones por parte del estalinismo, que ensalzan a un Lenin genial y heroico desde su infancia, y las versiones demonizadoras. El libro de Cliff rescata a Lenin de este tipo de caricaturas.

El libro y el autor

Lenin: la construcción del partido, que se publica con esta edición por primera vez en castellano, es el primer libro de una extensa biografía sobre Lenin en cuatro volúmenes. Tony Cliff los escribió en los años setenta en un momento en que había un renacimiento de la izquierda revolucionaria distanciada del estalinismo y volvía a plantearse otra vez la cuestión de qué tipo de organización y formas de actuación necesitan las y los revolucionarios.

Más que una biografía completa sobre la vida de Lenin se trata de un manual político a través de la evolución de éste4, sobre todo centrado en la teoría y práctica de la construcción de una organización revolucionaria. El libro recorre la evolución de Lenin partiendo de sus inicios políticos en 1891-93. Después de unos años de estudio, Lenin se implicó de forma crucial en la formación del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, que posteriormente se dividirá entre bolcheviques y mencheviques (en sus inicios la mayor parte de los partidos socialdemócratas eran marxistas y tenían una orientación revolucionaria). Los orígenes de los socialdemócratas rusos en los años noventa del siglo XIX fueron muy difíciles por el contexto represivo de la Rusia zarista y por el estado embrionario del marxismo en ese país. En un primer momento, los socialdemócratas oscilaron entre el elitismo teórico de pequeños círculos marxistas y la agitación por pequeñas reformas económicas y laborales, dejando de lado la cuestión del socialismo. Lenin dedicó un gran esfuerzo teórico y organizativo para conseguir crear una estructura que uniera a los militantes socialistas de toda Rusia en las condiciones de ilegalidad existentes. El libro también explica cómo intervinieron los bolcheviques en la gran revolución de 1905, en la que se crearon los soviets (consejos obreros), y cómo afrontaron la represión y la “travesía en el desierto” de los años siguientes. Cliff termina el relato en la vigilia del estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.

El libro de Cliff no forma parte de lo que podríamos llamar “historia objetiva”, sino que es el texto de un “historiador activista”5. Se distancia de la historia neutral y aséptica que puede ser impoluta pero totalmente incapaz de servir para entender cómo funciona el mundo, cómo hemos llegado hasta el presente y cómo podemos cambiarlo.

No es tan fácil hacer una interpretación de Lenin. Su trabajo político durante 30 convulsos años y la enorme extensión de sus escritos, que llenan más de 40 volúmenes, hacen difícil una aproximación directa. Por esto es tan bienvenido este libro que presentamos.

Dado lo poco conocido que ha sido Cliff para el público en castellano6, vale la pena dar alguna referencia de sus ideas y recorrido político. Más teniendo en cuenta que en este primer volumen de la biografía de Lenin es en el que Cliff más pudo aportar su propio bagaje, pues se adentra en un terreno político que conoció muy bien, la construcción de un partido desde sus inicios. La propia experiencia militante de Cliff, habiendo estado en la clandestinidad en Palestina y con el bagaje de formar parte del liderazgo de una organización revolucionaria, le permitió tener una comprensión mucho mayor de la teoría y práctica de Lenin7.

Tony Cliff nació como Ygael Gluckstein en el seno de una familia judía y sionista en Palestina en 1917. A los 16 años empezó su actividad política en los Círculos Marxistas y en 1938 entró a formar parte de la oposición trotskista. Poco después rompió totalmente con el sionismo, del cual se convirtió en un oponente resuelto para el resto de su vida. Fue encarcelado por las autoridades británicas coloniales durante la Segunda Guerra Mundial. En vísperas de la creación del estado de Israel después de la guerra, consiguió emigrar a Gran Bretaña, donde llegó en 1946.

En Gran Bretaña militó en el movimiento trotskista, donde pronto destacó como un militante muy capaz, tanto por sus dotes de orador como por su gran capacidad intelectual. Ya se le conocía por el nombre de Tony Cliff con el que firmaba la mayoría de sus escritos. La originalidad del pensamiento de Cliff no solamente le ayudó a rescatar la esencia de un marxismo vivo y no dogmático sino que sería la base de toda su actividad política hasta su muerte en el año 2000.

A finales de los años treinta, en una situación de profunda crisis, enfrentado con el auge del fascismo, el estalinismo y la persecución de su propio movimiento, Trotski había argumentado que el capitalismo era incapaz de superar su propia crisis; la dicotomía era socialismo o barbarie y la época de la democracia burguesa y el reformismo había terminado. Al mismo tiempo, la inestabilidad de la burocracia estalinista en la URSS significaba, según Trotski, que a corto plazo se restablecería el capitalismo si la clase obrera soviética no conseguía aplastar a la casta burocrática por medio de una revolución política.

Ya terminada la Segunda Guerra Mundial, se hizo evidente que las previsiones de Trotski no habían sido acertadas.8 En este contexto, Cliff llegó a la conclusión de que el sistema económico de la URSS —y por extensión los demás países ‘comunistas’— eran capitalismo del estado. Cliff basó su análisis tanto en una lectura cuidadosa de Marx como en el análisis anterior del propio Trotski, además de efectuar una exploración minuciosa de la economía ‘soviética’.9 Al mismo tiempo Cliff y otros marxistas, en especial Michael Kidron, elaboraron un análisis del capitalismo de posguerra que demostraba que el gran gasto en armas de la Guerra Fría evitó que la economía volviera a entrar en crisis después de la Segunda Guerra Mundial. Así, se podía explicar el largo boom del capitalismo entre los años cincuenta y principio de los años setenta. Más adelante, Cliff también hizo una revisión crítica de la teoría de la revolución permanente de Trotski; algo indispensable para entender los nuevos procesos de liberación nacional y social en el llamado “tercer mundo”.10

En 1950, Cliff y unos pocos más formaron el Socialist Review Group, precursor de los International Socialists (IS) y lo que es hoy en día el Socialist Workers Party (SWP). En los siguientes cincuenta años, Cliff dedicó su tiempo a la construcción de la organización; era un conferenciante incansable, además de ser un escritor prolífico.11 Desde principios de los años setenta, con el gran auge de luchas sociales en Gran Bretaña, la IS había entrado en un periodo de gran expansión y su transformación en una organización con una composición social cada vez más obrera. En este contexto, se editó en 1975 el primero de cuatro volúmenes escritos por Cliff sobre Lenin: La construcción del partido. El libro tuvo un hondo impacto entre la militancia de IS, convirtiéndose en un texto de referencia imprescindible. Para los militantes de la nueva generación, el libro de Cliff, y el propio Cliff, sirvieron como un puente con Lenin y su mundo; un Lenin de carne y hueso luchando con sus aciertos y sus errores en un mundo terriblemente real.

Cliff rescata a Lenin

Lenin ha sido muy mal interpretado y entendido, incluso por sus más fervientes seguidores. La interpretación de Cliff es bastante original: hace revivir las ideas de Lenin de una forma fresca, flexible y, sobre todo, práctica, situándolo como un autor imprescindible frente a las necesidades de cambiar el mundo. Si un gran obstáculo para poder entender el pensamiento y la práctica de Lenin es que fueron cambiando de ángulo y énfasis según los acontecimientos, la virtud de esta obra es que los analiza en cada momento y en su desarrollo constante. Aunque el libro contiene una gran cantidad de citaciones de los escritos de Lenin, están contextualizadas, relativizando y analizando los aspectos coyunturales para exprimir los puntos más relevantes.

Un primer punto a destacar es que Cliff rompe con cualquier visión estática de las ideas de Lenin sobre la naturaleza del partido revolucionario. Es importante señalar que no existió como tal un “modelo” de partido leninista12. En la década de1890, Lenin apostó por romper con el modelo elitista y teórico de los círculos marxistas y giró hacia la agitación obrera, insistiendo en la capacidad de desarrollo ideológico de los propios trabajadores. En cambio, en su conocido libro ¿Qué hacer? de 1902, Lenin hizo un giro y consideró que se tenían que introducir las ideas socialistas “desde fuera” de la clase trabajadora, la cual solo “es atraída espontáneamente hacia la conciencia sindical”, otorgando un papel importante a los intelectuales. Pero dos años más tarde abogó por que en el partido tuvieran más peso los elementos obreros y por que se disciplinara a los intelectuales. En la primavera revolucionaria de 1905, Lenin abrirá la organización a nuevos sectores, sobre todo de jóvenes trabajadores, ya que se necesitaba el máximo de fuerzas para hacer avanzar el movimiento contra el régimen zarista. El partido, creció enormemente, cambiando su composición, con un alto porcentaje de jóvenes y de trabajadores. En el artículo La reorganización del partido escrito en noviembre de 1905, Lenin afirmó lo contrario de lo que había dicho tres años antes en ¿Qué hacer? y escribió: “la clase trabajadora es instintivamente, espontáneamente, socialdemócrata”. Este carácter flexible de Lenin hacia el partido es descrito por Cliff en el capítulo 8: “La actitud de Lenin hacia las formas organizativas siempre fue históricamente concreta; de ahí su fuerza” y “siempre estaba preparado para cambiar la estructura organizativa del partido para reflejar el desarrollo de la clase trabajadora”.

Vale la pena detenernos un momento en el libro ¿Qué hacer? ya que tanto detractores como seguidores de Lenin han tendido a presentarlo como la síntesis definitiva de sus ideas sobre la organización. En esta obra habla de una organización altamente centralizada de revolucionarios profesionales, reducida solamente a las personas que pudieran tomar un gran compromiso. Este escrito ha sido aprovechado de forma recurrente para mostrar el supuesto “autoritarismo” intrínseco del leninismo ya desde sus inicios. Sin embargo, esto supone sacar de contexto un libro que fue escrito en 1902 en contraposición a los debates del momento dentro de una socialdemocracia rusa laxa organizativamente y con influencia del “economicismo” (la variante rusa del revisionismo). De hecho, el modelo de “revolucionarios profesionales” sólo encaja en el contexto del trabajo clandestino y de intensa persecución policial. Intentar replicarlo en otras situaciones conlleva efectos desastrosos. El análisis de Cliff sobre ¿Qué hacer? insiste en el carácter relativo de este modelo organizativo, al mismo tiempo que señala —en contra de los tópicos— que el Partido Bolchevique estaba lejos de ser una organización altamente disciplinada y ultraeficiente. Precisamente, el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso era poco formalista, contaba con pocas normas y un aparato modesto. Uno de los pocos aspectos que Cliff considera importantes de ¿Qué hacer? es el papel que se da al periódico revolucionario. Ante el reto de organizar una red de revolucionarios por toda Rusia que estuviera en contacto y pudiera intervenir dentro de la clase trabajadora, Lenin concibió el periódico como un gran organizador. La venta y distribución del periódico debía actuar como un cohesionador ideológico, al mismo tiempo que estructurar la red de activistas.

Pero si el modelo de partido tiene que transformarse para adecuarse a cada situación, esto no implica desdeñar la idea de fondo de Lenin, que es la importancia de la organización revolucionaria. Se trata de una cuestión polémica en la actualidad, cuando las ideas reacias a las organizaciones políticas y que apuestan por la descentralización tienen una influencia significativa dentro de los movimientos sociales. Sin embargo, la experiencia de organización de la izquierda revolucionaria es un legado histórico aún vigente. El tópico ha consistido en ver el “partido leninista” como una organización autoritaria, dirigista y elitista que trata de imponer “desde arriba” sus ideas a los movimientos y luchas, o bien que realiza la revolución por ella misma. Esto se aleja totalmente de lo que fue el Partido Bolchevique. Como dice Cliff en el capítulo 8: “Lenin comprendió mejor que nadie la necesidad de una organización basada en un partido centralizado. Sin embargo, no veía tal organización como un fin en sí misma, sino más bien como una palanca para incrementar el nivel de actividad y conciencia entre las masas trabajadoras.” Para Lenin eran la clase trabajadora, los campesinos y los soldados quienes debían realizar la revolución, siendo el partido un elemento de impulso y profundización del proceso revolucionario. Ante la revolución de 1905, Lenin puso justamente el énfasis en la acción y la iniciativa de las propias masas. Como dice Cliff: “El marxismo no acepta el determinismo mecánico, el fatalismo ni la obstinación voluntarista. En su base encontramos la dialéctica materialista y el principio de que las masas descubren sus propias habilidades a través de la acción”.

La relación entre los trabajadores y el partido sería un aprendizaje en dos direcciones, con el partido actuando como la memoria de las lecciones de luchas pasadas al mismo tiempo que aprendiendo y generalizando las buenas ideas de la clase trabajadora en el presente. Como le gustaba repetir a Cliff: “Es verdad que el partido revolucionario tiene que enseñar a los trabajadores. Pero, ¿quién enseña al profesor?, preguntaba Lenin una y otra vez. La respuesta era, la clase trabajadora”13. Este no es un punto específico de Lenin, Marx y Engels aprendieron de la clase trabajadora inglesa y francesa, y Marx desarrolló su idea del estado de los trabajadores a partir de la experiencia de la Comuna de París de 1871. Como destaca Cliff, no fue Lenin quien propuso crear los soviets (consejos obreros), sino que los construyeron los trabajadores en el transcurso de sus luchas. Lenin destacó por ser de los primeros en ver en este ejemplo de autoorganización de las y los trabajadores, no solo una forma de coordinación para las huelgas, sino también un órgano para hacer la revolución y organizar toda la sociedad desde abajo. Aún así, incluso Lenin tardó un cierto tiempo en reconocer la importancia de los soviets14.

El partido revolucionario aparece así como el espacio que permite un gran encuentro entre la teoría y la práctica. Para Lenin, el partido era la escuela de la estrategia y la táctica. Las discusiones estratégicas solamente tomaban sentido a través de la actividad del partido y así se podían reevaluar para una mejor adecuación en cada momento. Los vínculos del partido con la práctica y la clase trabajadora, además, serían la única forma de conseguir una organización democrática. Como dice Cliff: “Sin una política de clases correcta y un partido compuesto de proletarios, una democracia de partido saludable no es posible. (...) Al mismo tiempo, sin democracia dentro del partido, sin una autocrítica constante, el desarrollo de una política de clases correcta tampoco es posible”.

Si el modelo de partido fue cambiando, también lo hizo la orientación de los bolcheviques, desplegando una gran flexibilidad táctica. Cabe tener en cuenta que los giros de la situación política en Rusia fueron muy bruscos: en 1905 estalló la revolución, le siguió la contrarrevolución y la derrota del movimiento obrero; en 1912 empezó un resurgir de la lucha de los trabajadores, que se paralizó en 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial; y en 1917 se produjeron dos revoluciones. Los bolcheviques tuvieron el reto de ir adaptándose a cada situación. Lenin fue una pieza clave del liderazgo en este proceso. De hecho, fue el único miembro de la dirección que mantuvo su posición entre 1903 y 1917, gracias a su combinación de conocimiento sólido del marxismo y su flexibilidad. Lenin, como dice Cliff, afrontaba los cambios con una actitud resolutiva y constante: “Siempre hablaba de lo que había que hacer de la manera más clara, repitiendo lo que era necesario infinitas veces, con las palabras más llanas, contundentes y resueltas, como si fueran golpes de martillo. Después recuperaba su equilibrio, enderezaba el palo, y más tarde lo volvía a doblar en otra dirección. Si bien este método tenía sus ventajas cuando se trataba de superar obstáculos inmediatos, también conlleva riesgos para quien quiera citar los escritos de Lenin acerca de cuestiones tácticas y organizativas. La autoridad que puede proporcionar una cita, en el caso de Lenin, no tiene ningún sentido. Si se le cita en algún aspecto táctico o de organización, siempre hay que dejar claro a qué problemas concretos se enfrentaba el movimiento en aquel momento”. Más aún, Lenin, para conseguir un viraje de la organización, solía exagerar los argumentos. Cliff lo llama “doblar el palo”, en palabras de Lenin “enderezar lo torcido”. Es por esto que con Lenin, más aún que con otros revolucionarios, se tiene que aprender, sobre todo, de la música y no de la letra.

Cliff dedica todo un capítulo, el 14, a hablar de la visión de Lenin sobre la estrategia y la táctica. La táctica serían los movimientos a realizar en luchas concretas; la estrategia el encadenamiento de las distintas tácticas para conseguir el objetivo general. Ambas son necesarias para priorizar y focalizar las energías en la cuestión específica en cada momento en la que el sistema es más vulnerable, pudiendo hacer avanzar de mejor forma el movimiento. Esta es la idea de Lenin de buscar el eslabón débil, del cual depende toda la cadena15. Como muestra Cliff, los planteamientos tácticos de Lenin se alejaban de la teoría abstracta para encajar en cada situación específica: “Hay una gran diferencia entre las leyes generales de la dinámica de la sociedad y las condiciones históricas reales y concretas, porque la vida es infinitamente más complicada que cualquier teoría abstracta. Con tantos factores interactuando, el conocimiento teórico por sí solo no puede ser la base del conocimiento de la realidad. Lenin no se cansaba de repetir: «La teoría, amigo mío, es gris, pero el árbol eterno de la vida es verde». La realidad viva es siempre mucho más rica en acontecimientos, probabilidades y complicaciones que cualquier concepto teórico o pronóstico”. Por esto Lenin repetía: “La verdad abstracta no existe. La verdad es siempre concreta.”

Sobre esta flexibilidad táctica este libro comenta, entre otras cuestiones, la orientación de Lenin hacia las elecciones, los sindicatos o las pequeñas luchas, aunque no se relacionaran inmediatamente con el objetivo de la revolución. Lenin apostó por llevar a cabo un trabajo en el parlamento —incluso en la limitada Duma zarista de aquellos momentos—, subordinando la actividad de los revolucionarios fuera de él y creando vínculos con las reivindicaciones democráticas de las huelgas del movimiento obrero. Postuló también la participación en los sindicatos, aunque no fueran muy grandes, y apostó por empujar las luchas por reformas muy concretas (como la reforma legislativa del seguro médico) que permitían enraizarse en la clase trabajadora. Se trataba de participar en luchas que inicialmente eran pequeñas pero que podían ir desplegándose en fuerza y contenido.

Una constante en Lenin es la síntesis entre teoría y práctica. Lenin dedicó grandes períodos al estudio y a la clarificación teórica, incluso en momentos de gran agitación, como en la Revolución de 1917 durante la que escribió El Estado y revolución. Como dice Cliff en este libro: “una comprensión científica clara de los rasgos generales del desarrollo histórico de la lucha de clases es algo esencial para un líder revolucionario, el cual, sin un conocimiento general de economía y política, no sería capaz de orientarse y conservar la confianza a lo largo de los muchos giros y recovecos de la lucha.” Pero al mismo tiempo debe haber una gran unidad entre la teoría y la práctica: “La práctica sin teoría lleva a la incertidumbre y a los errores. Por otro lado, estudiar el marxismo separándolo de la lucha es desposeerlo de su fuerza principal —la acción—, y solo crea inútiles devoradores de libros” ya que “a través de la teoría revolucionaria se clarifica la práctica, y a través de la práctica se verifica la teoría”.

Seguramente la plasmación más importante del trabajo de Lenin fue el mismo Partido Bolchevique, que fue desarrollándose en circunstancias muy difíciles hasta conseguir tener una fuerza decisiva para que la Revolución de 1917 fuese victoriosa. En la década de 1890, los socialdemócratas se contaban por decenas y en 1903 eran solamente unos 360. Con la revolución de 1905 los bolcheviques crecieron explosivamente en miles, pero con la derrota y la reacción posterior pasaron a una cifra muy reducida. Con el siguiente estallido de luchas, que no tardó más de 4-5 años, muchos exmilitantes se unieron al partido, creciendo de nuevo en miles.

Esto conllevó que la organización bolchevique fuera muy inestable, con comités funcionando precariamente, rotación continua de la militancia por la persecución policial y cambios repetidos en la dirección, con líderes que encajaban en un momento, pero se quedaban rezagados en un giro brusco de la situación política. Pero, por otro lado, el partido tuvo la estabilidad suficiente para mantenerse en todas estas circunstancias debido a su arraigo profundo dentro de la clase trabajadora y a haber conseguido un carácter masivo. Hubo una continuidad considerable de miembros entre 1905 y después de la revolución de 1917. Como escribe Cliff, se trató de un logro muy significativo: “Para un partido que trabaja en condiciones ilegales, en un país donde el proletariado industrial solo alcanza la cifra de 2,5 millones, el hecho de que una organización con varios miles de cuadros sobreviviera muchos años es una hazaña no poco importante.”

El libro Lenin: la construcción del partido ofrece muchas lecciones que se pueden conectar con las tareas y necesidades de los anticapitalistas de hoy en el Estado español. En el momento actual, con revoluciones sacudiendo el mundo árabe y con la mayor crisis del capitalismo desde los años treinta, hace falta, como decía Cliff, subirse a las espaldas de los gigantes para mirar más lejos.

Frente a cualquier legado procedente del pasado siempre tiene que haber una aproximación crítica, sabiendo escoger aquellos elementos que continúan siendo valiosos y saber adaptarlos, como hacía continuamente Lenin, a situaciones nuevas. Es obvio que el mundo actual es muy distinto al que vivió Lenin. Hoy se puede tener comunicación a través de internet a tiempo real con prácticamente cualquier zona del mundo, cuando entonces se tardaban días en mandar correspondencia de una parte a otra de Rusia. Sin embargo, la lógica destructiva del capitalismo frente a la que Lenin dedicó tantos esfuerzos continúa siendo, a grandes rasgos, la misma.

Parafraseando el comentario que hacía Birchall en su biografía sobre Cliff podríamos decir: “No tomes lo que dijo Lenin como la biblia —Lenin lo hizo para su momento. Lo tienes que hacer para tu momento, y tu momento será muy diferente de todo lo que Lenin vivió”16. También, como dice Cliff en el primer capítulo de esta obra, “lo que de verdad importa no es qué se adquiere, sino qué se hace con los elementos adquiridos, y eso depende de las experiencias y de la historia del individuo en cuestión, y de sus acciones en la lucha”. Esto vale también, esperamos, para la lectura de este libro.

 

 

Notas

1 S. Budgen, S. Kouvelakis y S. Žižek (ed.), Lenin reactivado. Hacia una política de la verdad, Madrid, Akal, 2010, p. 5.
2 Solamente en 1938 hubo 638.509 detenciones y 328.618 fusilamientos según J. ArchGetty y Oleg V. Naumov, La lógica del terror: Stalin y la autodestrucción de los bolcheviques, 1932-1939. Barcelona, Crítica, 2001. p. 474.
3 Sobre este punto ver: P. Broué, El partido bolchevique, Madrid, Ayuso, 1974 y I. Birchall, Vladimir Lenin: Guía Anticapitalista, En lucha, 2010.
4 D. Hallas, “Building the Revolutionary Party” en International Socialism (1st series), n. 79, junio 1975, p 17-22. Disponible en: http://www.marxists.org/archive/hallas/ works/1975/06/lenin1.htm
5 Como comenta Ian Birchall en su extensa biografía sobre Cliff: I. Birchall, Tony Cliff. A marxist For His Time. Londres, Bookmarks, 2011. p. 390-391.
6 En castellano hasta el presente solamente había estado publicado otro libro de Cliff: Capitalismo de Estado en la URSS, Barcelona, Ediciones En lucha, 2000.
7 I. Birchall: op. cit., p. 396
8 Ver T. Cliff, Trotskismo después de Trotski, En lucha, 2010.
9 Cliff plasmó su teoría en el libro Capitalismo de Estado en la URSS
10 Ver: El trotskismo después de Trotski y Marxismo y Revolución en el “tercer mundo”, disponibles en http://www.marxists.org/espanol/cliff/index.htm y publicados como folleto por Ediciones En lucha.
11 Además de las obras mencionadas Cliff escribió sobre muchos otros temas, entre ellos Palestina y Oriente Medio, el mayo del 68, la Revolución en Portugal de 1974-75 o el movimiento obrero en Gran Bretaña. Destaca también un libro sobre Rosa Luxemburg (disponible en castellano en http://www.marxists.org/espanol/cliff/luxemburg/index.htm) y una biografía de Trotski en 4 volúmenes. Sobre la extensa bibliografía de Cliff ver I. Birchall, op. cit., p. 563-603 para una lista de artículos, folletos, documentos y libros (una parte se encuentra disponible en: http://www.marxists.org/archive/cliff/index.htm).
12 Ver D. Hallas, op. cit.
13 T. Cliff, A world to win. Life of a revolutionary, Londres, Bookmarks, 2000. p. 178.
14 I. Birchall, op. cit., p. 396
15 A. Callinicos, “¿Leninismo en el s. XXI? Lenin, Weber y la política de la responsabilidad” en Budgen, S., Kouvelakis, S. y Žižek, S.: op. cit. p. 42.
16 Entrevista a I. Birchall, “Talkin’ ‘bout a revolutionary” en International Socialism, julio 2011. Disponible en http://www.isj.org.uk/index.php4?id=747&issue=131